Corrida textil
Así empezó mi gusto por las mujeres maduras
Hace ya un tiempo que mis gustos han ido cambiando, a ver, las veinteañeras están muy bien, cada día son más sugerentes y hay algunas algo mas jóvenes que, como se dice vulgarmente, les salen antes las tetas que los dientes, y que tetas, no sería la primera vez que estoy a punto de darme un piñazo con el coche por quedarme embobao y encima cuando llega el calorcito les falta tiempo para reducir exponencialmente el tamaño de su ropa lo que hace que la conducción sea más peligrosa todavía.
Pero a lo que iba, decía que mis gustos han cambiado, o más bien se podría decir que ahora me he fijado en algo que antes no veía, no sé si seria por la edad o por la falta de madurez, pero a mis 35 años estoy empezando a ver a las mujeres maduras como lo que son, mujeres.
Para mí, mi suegra era eso, mi suegra, la madre de mi pareja, una madre, nunca la vi como una mujer sexualmente deseable, hasta que un día me percate de sus comentarios picantones y que de vez en cuando, me miraba diferente, sobre todo desde un día que me quede a dormir en su casa y a la mañana siguiente coincidimos en el pasillo.
Como era verano había dormido con pantalón de pijama corto y no llevaba calzoncillos y allí estaba yo, en mitad del pasillo estirando todo mi cuerpo, lo que hacía que mi erección matutina fuese más que evidente y allí estaba ella, saliendo de su habitación e inmóvil mirando fijamente como mi cacharro apuntaba al techo. Como si no pasase nada, le di los buenos días y entre en el baño, aunque no pude mear, ver que mi suegra me miraba la polla, me hizo ser consciente de que todavía tenía apetito sexual, he izo que mi rabo se pusiera más duro aun, por lo que me di una ducha, no quería ir a desayunar con el palo tieso.
Mientras estaba en la ducha, mi pareja llamo a la puerta y me dijo que ella y su madre salían a la calle a hacer unas compras, que las llamase cuando terminase, le dije que sí y seguí a lo mío mientras oía como se cerraba la puerta de la calle. Cuando termine, sabiendo que estaba solo en casa, fui desnudo a la cocina para desayunar y mientras esperaba a que la leche se calentase, me fije en la lavadora, me quede un rato mirando y no sé porque termine abriéndola mientras mi corazón iba a mil por hora, no sabía por qué lo había hecho, ni que estaba buscando, pero al instante las vi, allí estaban, un par de bragas de mi suegra, las cogí, las mire, las manosee, sopese en tacto, el peso y las desplegué, una era un tanga y la otra una braga normal, nunca me habría imaginado a mi suegra con tanga pero en fin la vida te da sorpresas. Teniendo el tanga en alto, no sé porque pero me lo lleve a la nariz, el efecto fue instantáneo, mi corazón se acelero aun mas, mandando toda la sangre de mi cuerpo a mi polla, la tenia durísima y se marcaban tanto las venas que parecía que iban a estallar de un momento a otro.
Aquel olor, aquel olor era lo más delicioso que había olido nunca, he tenido la cabeza entre las piernas de varia mujeres, pero nunca olí nada igual, estamos en una sociedad que huele a crema hidratante y colonia y que ha dejado de lado el olor corporal y las feromonas, así que cuando esa mezcla de olores entre sudor, orina y secreciones vaginales penetro en mis fosas nasales casi me corro.
Como tenía dos bragas, seguí oliendo una, mientras empezaba a meneármela envolviendo mi polla dura con la otra, la tela de las bragas era muy suave y estaba muy fresca y empecé a frotarme más con ella, pensando en que ese trozo de tela había estado en contacto con el coño de mi suegra, en ese momento desee comérselo, chupar su clítoris, meter mis dedos en su vagina, que me comiese la polla, follármela sin descanso, pero lo que más me excitaba era pensar en darle sexo oral, mi suegra es de una generación, en la que todo lo relativo al sexo era oscuro, estaba mal visto o era de viciosos, así que fantasee en hacerle a todo lo que nadie le había hecho nunca y darle placeres prohibidos, además, si su bragas olían así, olerlo y saborearlo directamente debía ser increíble.
Así estaba yo, frotando sin parar, cuando deje de oler y pase la lengua por el trozo de tela que queda justo tapando el sexo, pensando que al igual que un tanga se introduce entre las nalgas, este trozo de tela podría haber estado entre sus labios vaginales absorbiendo sus flujos, que a lo mejor había soltado al ver la silueta de mi polla empujando la pantaloneta. El sabor era delicioso, como un buen vino, mejor con el paso del tiempo y pensando que de alguna manera tenía que acabar degustando esa maravillosa almeja, apreté bien mi polla y después de un buen meneo que hizo que mi capullo quedase al aire, brillante, proclamando que detrás de el había una verga tiesa como nunca, solté toda mi carga que quedo desparramándose por la puerta de la lavadora.
Así empezó mi gusto por las mujeres maduras y espero que mis fantasías se hagan realidad.