Correr es peligroso (o no tanto)

Hombre heterosexual es cazado y violado, con mucho gusto, mientras corre en la ruta.

El día en cuestión, estaba yo corriendo a la vera de la ruta que bordea mi ciudad. Hacía ya un par de años que había tomado esta costumbre para mantener el estado, cosa necesaria ya pasados los 30 años. Era un día de mucho calor, así que me había enfundado en mis pantalones cortos de gimnasia y me había quitado la remera. En determinado momento me sobrepasó un camión, el que se detuvo algunos metros más adelante. Al llegar hasta él noté que el chofer había descendido y tenía un plano de rutas en la mano y me pidió que lo orientara. Debajo del plano tenía una pistola con la que me amenazó, obligándome a subir al camión. La ruta estaba desierta a esa hora y lo intempestivo de la situación me dejó sin respuesta. Una vez arriba del camión me obligó a pasar a la parte posterior, que normalmente llaman cucheta, donde tienen una cama para descansar durante los viajes. Siempre amenazándome con la pistola me obligó a acostarme boca abajo y rápidamente me esposó las muñecas y tobillos con cuatro artilugios que tenía amarrados contra los laterales. Me pegó una cinta ancha en la boca. Una vez hecho esto y como única frase dijo:

-Quedate tranquilo no te voy a hacer daño, por lo menos si no me das problemas.

Dicho lo cual corrió las cortinas que separaban el habitáculo y puso el camión en marcha. Así acostado y amarrado, lentamente mi cerebro comenzó a tranquilizarse y pude pensar. Me pareció evidente que estaba siendo víctima de un rapto. El hombre no parecía un asesino y no me había golpeado. Empecé a pensar en mi rescate, en cuanta plata podía conseguir y a quien podía llamar.

En determinado momento el camión se detuvo y poco después apareció, se sentó en un borde del camastro y volvió a cerrar las cortinas. Sin poder hablar y sin entender bien que vendría a continuación, sentí que sus manos se posaban en mis nalgas. Como si me hubiera picado una víbora comencé a contorsionarme y tirar de mis ataduras. La forma en que me inmovilizó fue terriblemente sencilla: pasó su mano entre mis piernas, tomó mis testículos y comenzó a apretar, a la vez que decía:

-Algo te tiene que quedar en claro: hasta que te deje ir, sos mío. Vas a hacer lo que yo quiera o aunque no quisiera te voy a lastimar. Quedate tranquilo y te prometo que los dos lo vamos a disfrutar. De lejos vi que tenías un hermoso trasero y no me equivoqué-.

Estas palabras junto al dolor en mis testículos me hicieron aflojarme, mientras pensaba en como salirme de esta situación. Pasando un brazo debajo de mi vientre me alzó y pasó un almohadón triangular por debajo. Luego cortó los laterales de mi pantalón y me lo quitó. Esto produjo que me volviera a poner tenso, pero al sentir el roce de su mano en mis testículos nuevamente, rápidamente me aflojé.

-Veo que nos vamos entendiendo, así es mejor para los dos- dijo mientras comenzó a acariciarme mis glúteos y jugar con el slip que yo traía puesto, metiéndomelo en mi raja como si fuera una tanga. Con toda suavidad cortó y quitó mi slip quedando mi trasero al aire. Cuando sentí el calor y la humedad de su lengua recorriendo la unión de mis nalgas, me contraje violentamente para evitar que llegara a mi ano. Pese a que sabía lo que vendría, estaba decidido a impedir que me penetrara. Lentamente el dolor de mis testículos fue aumentando a medida que su mano apretaba y mi decisión se iba debilitando en igual medida. A medida que mi presión disminuía su lengua iba penetrando, hasta que sentí que llegaba a mi ano. A esta altura él había dejado mis testículos y apartaba mis nalgas con ambas manos, con lo que su lengua tenía libre acceso. De a ratos presionaba intentando meterla y de a ratos daba largos lengüetazos desde la base de mis testículos hasta mi espalda, pasando todo a lo largo de mi ano. Aquí debo confesar que entre mi espanto, comenzó a emerger cierto placer, contra el cual intenté luchar inicialmente. Tomó mi pene y tirándolo hacia atrás comenzó a darme una mamada, mientras con su dedo jugaba con mi ano ensalivado y lo introducía lentamente. Estuvo así buen rato y de a poco, para mi espanto, mi pene empezó a reaccionar hasta que logró en mí una terrible erección, a la par que su dedo estaba totalmente dentro de mi ano. De un estante tomó un pote de vaselina y con su dedo comenzó a lubricarme, luego tomó un pene de plástico, el que también lubricó, me lo introdujo lentamente y comenzó un suave bombeo. Cada tanto lo sacaba y volvía a agregar vaselina. A todo esto yo estaba entregado y pese a que mi cerebro se seguía quejando, mis sentidos inventaban excusas, como que nada podía hacer. Para este momento el aparatito entraba y salía con facilidad y en determinado momento lo introdujo totalmente y quedó trabado en un reborde que tenía en su base.

Noté que se había levantado y al girar la cabeza lo ví parado. Tenía un físico privilegiado, con músculos muy marcados, no muy velludo y con un gran pene semierecto.

-Se que lo estás disfrutando, ahora quiero que me des placer a mí, quiero que me la mames. Si se te ocurre algo raro, como por ejemplo morderme, te aviso que tengo la pistola a mano. Si sos bueno disfrutamos los dos. Yo te voy a decir lo que tenés que hacer- dijo mientras se arrodillaba junto a mi cabeza y quitaba la cinta de mi boca. Quise decirle todas las cosas que había estado pensando, ofrecerle plata, decirle que yo no era gay, mil cosas, pero lo evitó con dos órdenes rápidas:

-Cerrá los ojos y sacá la lengua- y vaya uno a saber porqué le obedecí. Sentí que apoyaba su pene en mi lengua y no tenía gusto u olor desagradable. Me ordenó moler la lengua y lo hice y comencé a escuchar sus jadeos de placer. Me indicó que escondiera los dientes debajo de los labios y me lo introdujo en la boca. Se le iba poniendo cada vez más duro y grande y era evidente que sentía un gran placer. Pensé que si lograba que eyaculara en mi boca evitaría que me desvirgara el culo. Entonces comencé a intentar una mamada como a mí me gustaba que me lo hicieran. Agradecido comenzó a acariciar mi nuca, hombros y darme pellizcos en las tetillas lo que me daba un enorme placer. Sentí en mi boca su líquido preseminal y pensé que ya estaba cerca. Sin embargo, se retiró antes de llegar. Lo que yo tanto temía estaba por venir. Retiró el adminículo de mi ano, volvió a poner vaselina y lo propio hizo en su pene, y sentí como lo introducía lenta, muy lentamente, atento a mis reacciones. Solo sentí pequeñas puntadas, ante cada una de las cuales se retiraba y volvía a agregar vaselina. Fue largo, no se cuanto tiempo, pero finalmente sentí su vientre contra mis nalgas. ¡Por primera vez en mi vida tenía un enorme pene metido en mi culo y aunque no sentía un gran placer, tampoco me disgustaba!.

Comenzó a hacer largos bombeos, hasta casi sacarlo, lo cual hizo varias veces. Cada vez que lo hacía una especie de corriente , muy agradable, me recorría la parte inferior. Tomó mi pene y comenzó a masturbarme suavemente mientras seguía con sus lentos movimientos. Rápidamente tuve una erección y comencé a disfrutar tanto, que hasta un jadeo se me escapó. Pensando que me tenía dominado, se estiró y liberó mis tobillos, pues la posición resultaba algo incómoda. Mi hombría se sobrepuso al placer y comencé a retorcerme, intentando sacármelo de encima. Pasó un brazo alrededor de mi cintura y se pegó a mí, como si cabalgara un potro salvaje. Así estuvimos un buen rato, comenzamos a sudar y cada vez que yo me detenía, él aprovechaba para bombearme furiosamente. Terminamos de costado, con su pene firmemente introducido en mi ano, y jadeando del cansancio. Tomó nuevamente mi pene y retomó la masturbación y su bombeo. Con su otro brazo me rodeó y comenzó a pellizcar mis tetillas, pues se había dado cuenta el placer que eso me daba. Finalmente me obligó a ponerme en cuatro patas y comenzó una furiosa penetración y una rápida masturbación. Hasta que sus contracciones, suspiros y algo cálido que se derramaba en mis entrañas me indicó que había eyaculado dentro mío. Hizo algunos movimientos más, pero se concentró en masturbarme y dijo algo, cuyo significado no entendí en ese momento

-Tenés que llegar con mi pija metida en el culo para saber lo que es gozar.

Finalmente, entre sus caricias y su masturbación eyaculé, con un placer que hacía mucho no tenía y tal como él pretendía con su pija aún metida dentro mío. Aparentemente mis contracciones lo volvieron a excitar pues sentí que su pene volvía a crecer dentro mío. Se salió, soltó mis muñecas y me hizo volver boca arriba, puso mis piernas en sus hombros y me penetró dulcemente. Algo había cambiado en mí, lo dejé hacer, me dispuse a disfrutar. Bajó mis piernas hasta rodear su cintura, comenzó a lamer y mordisquear mis tetillas. Mi placer era inmenso. Finalmente, lo único que faltaba, y yo estaba dispuesto, casi lo esperaba, comenzó a besar mi cuello, mi cara, llegó a mis labios y los abrí para recibir su lengua. ¡Sí increíblemente deseaba ese beso! Y su lengua cálida entró profundamente en mi boca, mientras su penetración se aceleraba y profundizaba. Esta vez los dos eyaculamos al mismo tiempo. Fue el colmo del placer. Quedamos tendidos en esa posición mucho tiempo. Finalmente se levantó, abrió un armario donde había ropa y me indicó que me vistiera con lo que quisiera. El se vistió rápidamente puso en marcha el camión y condujo hasta la entrada a mi ciudad. Se detuvo en la banquina, corrió la cortina y dijo:

-Aquí te dejo, paso por esta ciudad todos los lunes- mientras me tendía una tarjeta con su nombre y número de teléfono celular.

Ha pasado una semana, estoy en la ruta esperándolo, parezco una de esas prostitutas ruteras, pero quiero volver a sentir semejante placer.