Coro, mi amiga

De quien estoy enamorada?

Siempre es difícil empezar a escribir un relato, se ha de tener una idea clara del mismo, de lo que queremos expresar y, esto, no siempre es fácil. Cuando lo que cuentas se sale de lo normal, lo lógico es que sea mejor, más original…

Más no es mi caso. Esto es la vida misma, amor, sexo… La cuestión estriba en la parte contraria. ¿Q quién dedico mi amor? ¿Con quién quiero sexo? Ahí está la clave, el por qué me cuesta contarlo; incluso, no sé si podré hacerlo o a mitad de relato me quede sin palabras para decir lo que siento.

Los sentimientos… Hay gente que es capaz de expresarlos con palabras, otras con sus escritos… ¿Y las que no tenemos ni idea de ninguna de ambas cosas? Pues lo intentas o mueres en ello.

Voy a mi caso en particular, quiero contar de mi envidia, odio, desesperación… Y amor.

Todo fue una cadena de acontecimientos que me llevaron a pasar por estos diferentes estados ánimo. ¿No ocurre siempre igual? Casualidades, sucesos que llevan a otros no previstos… La historia misma de la humanidad.

De mis hermanos, soy la penúltima y la chica más pequeña. Tengo tres mayores, todas chicas y uno menor, chico. Las dos primeras, ya están casadas, la siguiente, Elena, soltera y sin novio. Es guapa, mucho, o a mí me lo parece. No le sobra nada y lo más importante es que tampoco le falta.

Alguno dirá que es un poco delgada, pero será aquel al que le gusten llenitas. Desde mi punto de vista, es perfecta, sólo hay que verla desnuda. Tiene el pelo castaño y los ojos verdes, muy mona de cara; el cuerpo, de infarto. Por mi parte, soy parecida, si me comparo, no gano en nada pero tampoco pierdo.

Bueno, tengo las tetas algo más pequeñas, no mucho. No necesito relleno en los sujetadores, lo que se ve es lo que hay. Y las tengo súper tiesas, eso no me lo quita nadie. Así, a título informativo, tengo más moscas revoloteando que un perro muerto. (Qué asco de comparación).

Pero tenía un problema, y serio, un miedo espantoso a los chicos. Sabía, porque me lo habían repetido hasta la saciedad, que no debería, que yo tenía la sartén por el mango… Ni modo. Me daba corte, vergüenza, y la sensación continua de que sólo me hacían caso porque querían acostarse conmigo (bastante evidente), cosa que no me apetecía nada.

Quizás era ese miedo al sexo, a perder la virginidad a manos de cualquiera lo que me retraía tanto. A mis diecinueve años, recién estrenada mi vida universitaria, era la rarita de mis amigas.

Luego dirán que no hay presión… Eran ellas las primeras que me tildaban de puritana, las que siempre me decían que ya era hora de estrenarse, que luego sería peor, que el trago (mal trago) de la primera vez, cuanto antes mejor.

Casi todas hablaban maravillas del sexo, pero seguro que no tenían un hermano, de prácticamente la misma edad, con el que charlar con confianza, que las contara la fama que tienen las chicas entre ellos y cómo las catalogan (en general).

Por poner un ejemplo, si una chica va con un tío solamente, está pillada. Si ya ha ido con dos, tira y es asequible. Si son tres, empieza a entrar en la clase de las fáciles o putillas. Si son más, es más puta que las gallinas.

Los tíos, según mi hermano, siempre van a por las fáciles y las seguras, pretenden echar un polvo siempre que pueden ¡Pero que no se enteren de que su novia (si la tienen o la buscan) ha sido de esas!

Me hace mucha gracia. Si ellos follan, son de puta madre, unos fieras que se dan palmaditas en la espalda alabando sus proezas. Si somos nosotras, no convertimos en zorras a las primeras de cambio y a estas, nadie las quiere para algo serio, sólo para el sexo.

Elena, que me lleva cuatro años, era de la misma opinión y lo sabía por experiencia. Es de las que disfrutan, mejor dicho, disfrutaban de ese sexo sin compromiso. Se estrenó a los dieciséis años con el que creía el hombre de su vida; me contó que cuando lo hizo pensaba que sería el único, no se planteaba otra posibilidad. Se llevó un palo tremendo al dejarlo. A partir de entonces, decidió que las chicas tenían que ser iguales a los chicos, sexo sin compromiso, disfrutar de la vida y ya está.

Lo malo es que la fama es la fama, a muchas les da igual pero a mí no. Por ejemplo, unos años después, mi hermana tuvo que cambiar de ambiente y de gente para poder ser considerada una chica “decente” (alguien con quien salir en serio). Ahora que no tenía novio, si quería un desahogo tenía que hacerlo fuera del círculo en el que se movía, si no, ya sabía a lo que se exponía. Me parece una auténtica injusticia, un resquicio de ese machismo que siempre ha gobernado la sociedad.

Y si ya le tenía cierto miedo a las relaciones, a partir de las andanzas de Elena le cogí pánico a ser considerada una golfa y, conforme pasaba el tiempo, a “esa” primera vez de la que todas decían que era un trago amargo que había que pasar para disfrutar después.

Así, a mis diecinueve años, era virgen y ninguna gana de dejar de serlo. Apenas salía con chicos, ya he comentado que todos, o era mi impresión, sólo pretendían llevarme a la cama y la fama, la puta fama que tenía, era de súper estrecha. Creo que me llamaban la monja. Pero prefería ser considerada una monja que una puta. (Para gustos, colores)

El contrapunto era Jorge, mi hermano. Tenía mucha confianza con él, nos llevábamos apenas un año y, aunque tendría que tener más acercamiento con Elena por ser del mismo sexo y dormir juntas, era con él con quien me desahogaba.

Tenía mucho éxito con las chicas, con dieciocho años era verdaderamente guapo, con buen tipo y muy agradable de trato. Tenía el desparpajo suficiente y labia no le faltaba. Si pretendía llevarse a la cama a alguna chica, el cabronazo de él lo conseguía más del 90 % de las veces.

Se estaba convirtiendo en un auténtico experto, cada vez se soltaba más, tenía a más mujeres en su agenda y no se cortaba un pelo. Mi antítesis. A pesar de nuestra mutua confianza, empecé a tenerle envidia; era capaz de comportarse en todas las situaciones, no le hacía ascos a ninguna mujer, fácil o difícil y era de la misma opinión que todos los hombres. A saber, para un polvo, las facilonas, pero para ir en serio, no las buscaba entre aquellas a las que se tiraba un día sí y otro también. Un auténtico cabronazo.

Para consolarme, me comentaba que mi actitud, al final, sería mejor valorada que la de las demás chicas que él conocía, pero… Que tampoco era para mantenerse virgen hasta el matrimonio ¡Qué sabría él hasta cuando iba a ser virgen! Sólo me faltaba la presión de mi familia en este tema.

Esta envidia que, en principio, yo consideraba sana, fue paulatinamente enconándose. Me di cuenta de que sana no hay ninguna envidia, todas son malsanas. Empecé a desear que se estrellara con alguna chica, alguna que le gustara de verdad y le mandara a paseo. ¿Por qué? Pues porque, en el fondo, deseaba ser como él, no tener problemas, no tener miedo, no estar pendiente del qué dirán.

Naturalmente, no iba a dejar traslucir este sentimiento que me iba carcomiendo.

Únicamente un día tuve un desliz, en una conversación intrascendente, cuando me comentó sobre una amiga mía.

-Oye Lidia, tu amiga esa, Caro o Coro, ¿Cómo es? – Me preguntó.

-Se llama Coro, es mi mejor amiga y muy maja ¿Por? – Contesté distraída.

-Por si tiene novio o no. La vi el otro día contigo, aquí en casa y me pareció que está buenísima. A ver si la traes otra vez para conocerla mejor... – Me dijo tan pancho.

Me fastidió un montón que hablara de Coro, mis amigas no eran ligables, por lo menos por mi hermano.

-¿Qué pasa, que no tienes chicas suficientes y te tienes que fijar en mis amigas? – Le dije de mala leche.

-¿A ti qué más te da? Si tú eres una estrecha, es tu problema, los demás intentamos disfrutar de la vida. – Él, a su aire.

-¿Una estrecha? – Le dije gritando. -¡Tú quién te has creído! ¿Los demás tenemos que ser unos cerdos como tú? – Seguí congestionada.

Me miró con asombro.

-Oye, que yo no me he metido contigo. La primera que dice que no quiere saber nada de chicos eres tú misma y que estás orgullosa. ¿No dices que te llaman la monja? Pues eso, si tú tienes voto de castidad es tu problema, no el mío. – Dijo un poco molesto.

-¿Eres gilipollas? ¿La monja? ¿Y cuando te he dicho yo que esté orgullosa de nada? ¡Eres un imbécil! – Le dije levantando cada vez más la voz.

-Oye tía, no me rayes. Estoy hasta el culo de oírte hablar de lo golfas que son tus amigas, de que si eres virgen es porque quieres, que no te apetece nada que te consideren como a ellas…

Me quedé toda cabreada. ¿Qué tendría que ver lo que yo fuera con mis amigas?

-¡De mis amigas te olvidas! ¡Eres un puto crío que solo piensa en follar, como todos!

-¿Tú estás p’alla? Si me quiero ligar a una de tus amigas, a ti te trae sin cuidado. Supongo que ya serán mayorcitas.

-¡Como te acerques a alguna de ellas no te vuelvo a hablar en mi vida!

-¡Anda y que te den! – Dijo saliendo del cuarto de estar dejándome con la palabra en la boca.

¡Será imbécil el cretino este! ¡Con una amiga mía! ¡Lo que me faltaba!

Esa envidia se iba convirtiendo en una puta manía. ¿Por qué me tenía que contar sus andanzas? ¿Por qué hasta ahora no me habían molestado? Porque no era ninguna de mis amistades y no lo veía tan cercano.

Pero el muy cerdo, en cuanto pudo, se acostó con Coro ¡Qué puta! Encima, en casa aprovechando que yo no estaba ¿Cómo se puede ser tan zorra? Porque me lo contó, la muy cabrona me dijo que se había acostado con mi hermano y que había sido la bomba.

-Si tía, el otro día, el sábado que te fuiste a dormir a casa de Marta, quedé con tu hermano. Me había llamado y yo no tenía otro plan. Además, Jorge está súper bueno y como es tu hermano… Así que fuimos primero a tomar unas copas, tampoco me iba a enrollar con él así, por la cara, es tu hermano pequeño… Pero es súper majo, estuvimos hablando y tal, me pareció un tío súper maduro.

-¿Maduro quién, mi hermano? – Le dije muy molesta amén de sorprendida.

-Sí, tía. Oye, que no sé cómo lo hizo pero me llevó a tu casa. Todo súper bien, sin agobiarme ni nada. Estuvimos luego charlando y eso, nos bebimos unos Bayleis en plan tranqui y él, mazo amable, no me hacía nada como otros, no estaba todo el rato mirándome las tetas ni insinuando echar un polvo.

Yo alucinaba con el relato de Coro.

-Y tía, que no podía más, que está súper bueno… Y eso, que le di un beso en los labios y… ¡Joder tía! ¡Qué pasada! Yo creía que los besos eran más como… No sé, algo más normal, pero tía, con Jorge fueron una pasada ¡Súper morbosos!  Antes de darme cuenta tenía la lengua en su boca, se dejaba y me ayudaba, me estaba sobando las tetas por encima, pero suave, como pidiendo permiso… No sé, yo quería que siguiera pero él iba súper lento y súper tierno… Más mono…

-¿Mono?

-Que sí, tía. Me acariciaba mazo suave, sin prisa para nada, como si no quisiera hacer nada que yo no quisiera, como pidiendo permiso… ¡Tía, era la hostia! Me tuve que lanzar yo, si no, igual seguimos de besitos y eso.

-¿Qué te lanzaste tú? – Ya estaba más que cabreada.

-¡Y cómo! Tiene una polla como no he conocido en mi vida, tía y perdona que sea tu hermano, pero me quedé flipada. Súper dura y mazo grande. ¡Casi me corro solo de tocarla!

-¿Qué le cogiste la polla? – Dije en un grito.

-¡Tía, no chilles! Pues sí, le abrí el pantalón y me quedé flipando con esa herramienta. No pude resistirme, tía, así que le hice una mamada lo mejor que pude, que no me cabía casi en la boca… ¡Dios, fue la hostia! Le quité el pantalón y los calzoncillos y me di el banquete de mi vida ¡Fue alucinante! Le chupé toda su cosa, me la metí en la boca e intentaba que me cupiera toda ¡Era imposible! Le estuve follando con la boca un rato súper largo, él sólo me acariciaba la cabeza y, a veces, las tetas por encima de la camiseta. Cuando hice que se corriera, me lo tragué casi todo, echaba mazo leche y casi no podía ¡Buf! ¡En la puta vida había tragado tanto!

-¿Y eso fue la bomba? – dije despectiva y con un cabreo de narices.

-No tía, fue después.

-¿Después? ¿Después de que?

-Pues después de correrse. Entonces se levantó, me sentó en el sofá y me fue desnudando, tía. Pero como muy bien, sin querer quitarme la ropa a toda leche. Lo hizo súper despacio, besando cada parte que quedaba a la vista. Al sacarme la camiseta me besó el cuello y las orejas, con mordisquitos y eso. Luego se quedó como mirándome las tetas, sólo las acariciaba por encima del sostén sin quitármelo, muy suave…

Me estaba empezando a poner mala.

-Bueno, vale. Te lo hizo y ya está. ¡No hace falta que me lo cuentes!

-Que no, tía, que no, que fue distinto. Calla y escucha. Me estuvo acariciando y besando todo el cuerpo, bueno, lo que iba desnudando, o sea, el cuello, el pecho hasta el borde del sujetador, los brazos, la espalda… Estábamos sentados, bueno, yo estaba sentada. Él se movía como alrededor, no sé, lo hacía de puta madre. A mí me estaba poniendo súper cachonda pero no se lanzaba del todo.

Estaba que me daba algo…

-Me llenó de besos y caricias, me iba a dar un pasmo, le cogí otra vez su polla, se le estaba poniendo dura, pero me quitó la mano… Ahora me toca a mí, me dijo. Y me liberó las tetas, las tenía ya a punto de estallar, o eso creía porque me chupó los pezones, los pellizcó, me pasaba los dedos por las areolas… Me las estaba poniendo como cohetes. Me besó, mordió, acarició todo el pecho tanto rato que estaba a puntito de correrme.

Se me estaban empezando a mojar las bragas, esto tenía que parar... Pero había entrado en una especie de trance donde sólo quería que siguiera.

-Me desabrochó los vaqueros tumbándome en el sofá, los fue bajando muy despacio mientras me besaba todas las piernas. Me ponía la piel de gallina. Me besó los pies, los dedos de los pies… ¿Nunca te lo han hecho? Pues tu hermano es la hostia. Me acariciaba las piernas una a una mientras me chupaba los dedos ¡De alucinar, tía, de alucinar! Después de un montón de besos en todas partes, subía a la boca, volvía a las tetas, a los pies, a las piernas… Estaba ya que me lo comía, pero él no parecía tener ninguna prisa de nada.

O me ponía otro salvaslip o iba a calar todo.

-Y de repente, tía, se metió entre mis piernas levantándome el culo con las manos. Me chupó y lamió todo, desde las ingles hasta el agujerito del culo. ¡Qué pasada! Me metió la lengua ahí haciendo circulitos, me estaba llevando al cielo el cabrón de él. Luego, todo el perineo mientras usaba un dedo en el culito, sin meterlo, solo acariciando, como ablandándolo.

¡Dios mío, que termine ya!

-Después, tía, me metió la lengua en el coño, también en círculos y haciendo mete saca… ¡Estaba que me corría! Necesitaba que me metiera algo más que la lengua y va y me mete un dedo… ¡Cómo lo movía! Lo giraba, me frotaba, me rodeaba el cuello del útero dándome un gustazo de la hostia…

Estaba a punto de hacerme un dedo ahí mismo.

-Y va, tía, y me mete otro dedo y empieza a frotarme por arriba y creía que me meaba y seguía… ¡Joder, tía! Nadie me había hecho eso así, como lo que salió el otro día en la tele, lo que decía la tía esa del punto G… Pues él sí, siguió ahí con los dedos y yo gritaba y cuando me empecé a correr, el muy cabrón me cogió el clítoris con los labios y chupó y… Y sólo sé que me estaba corriendo como una burra, tía, como una burra, como en mi puta vida, tía. Me corrí a lo bestia, creí que me estaba meando pero no, sólo era que llegaba y llegaba y Jorge seguía…

Un poco más y me corro aquí mismo, pensaba. Estaba alucinada.

-Y cuando estaba ya relajándome, se había tumbado encima de mí y me besaba la boca, acariciándome las tetas, con una suavidad que ningún tío ha tenido, me empezó a meter ese pedazo de cosa. Pero súper bien, súper despacio. Fue la hostia, tía. Se metía poco a poco, haciendo mete saca muy cortitos para que me fuera cabiendo… No sé cuánto tiempo estuvo, me corrí a la primera. Luego siguió y siguió, despacito.

Como estábamos en su casa, en el cuarto de estar, cogí un almohadón para taparme con él. Estaba empapando hasta los pantalones.

-Así que, tía, no te lo puedes imaginar. Estuvo follándome así, de misionero, hasta que le cupo toda. ¡Creí que se me salía por la boca! Luego se frotaba el pubis contra mi coño, me rozaba todo el clítoris y me volvía a correr. Me puso encima de él y me la metió hasta el paladar, casi no me podía mover… Luego me puso a cuatro patas y me follaba desde atrás, frotándome mi botón con los dedos. Me volví a correr como una loca, ya no sé ni cuántas veces había llegado.

¡Dios, que me muero!

-Y, al final, se sentó y me puso encima pero al revés, tía, apoyada en él. Y yo ya no me podía ni sujetar con las piernas y su polla se me clavaba hasta el fondo… Me hizo botar encima de él mientras me cogía de las tetas y el coño… Me corrí dos veces más por lo menos, no podía pero él siguió hasta que se corrió dentro...

-¿Dentro? ¿Sin condón? – Pregunté alucinada y súper cachonda.

-Me preguntó si la sacaba pero no le pude contestar, tía y me lo echó todo dentro. Me corrí al final con toda su leche…

Mojadita del todo, había mojado hasta el sofá, así estaba. Y mosqueada. Y cabreada. Y cachonda perdida. El cabrón de Jorge le había echado el polvo de su vida a Coro y encima va y me lo cuenta con todo lujo de detalles…

Entonces me di cuenta de que mi amiga se había estado tocando mientras me hablaba, se estaba corriendo delante de mí, con una mano metida debajo de la falda que llevaba, tapada con otro cojín. ¡Será zorra! ¡No me había dado ni cuenta!

Me fui corriendo al baño y sólo me tuve que acariciar un poquito mi parte más sensible para tener el mayor orgasmo de mi vida. Tuve que morder una toalla para que no se oyeran los gritos que pugnaban por salir de mi garganta.

A partir de entonces, aparte de intentar evitar a Coro todo lo que podía (difícil, era mi mejor amiga), no pude dejar de mirar a mi hermano de otra forma, de la forma que me había contado ella. Era un semental, era la leche. Coro me había contado muchas de sus aventuras, pero lo de Jorge había superado cualquier fantasía que yo, o cualquiera que conociera, pudiera tener.

¿No decían que los tíos te la metían y se corrían en dos meneos? Bueno, no todos, pero la mayoría. Ahora resultaba que tenía en casa al súper macho…

De envidia malsana al odio va un pasito, el paso de una conversación con una amiga. No podía mirar a Jorge a la cara sin ver a un salido, a un mujeriego, a un asqueroso que  sólo pensaba en follarse a cuantas más mejor… Un cerdo con todas las letras.

Cuando, uno de los días en que coincidí con Coro, a fin de cuentas ella había sido una víctima de la lujuria de ese desgraciado, me contó el segundo encuentro con mi hermano, casi me desmayo. Ya no la vi tan víctima, pues fue ella la que se llevó a Jorge a su casa y pasó con él toda la noche.

Si con su primera historia casi me da un pasmo y acabé corriéndome en el baño de su casa como una loca, en esta segunda, la de una noche entera en la que, por lo visto, follaron hasta cuatro veces y mi amiga perdió la cuenta de los orgasmos que tuvo, me corrí encima. Era la primera vez que sabía de alguna chica que se hubiera corrido sin tocarse. Yo sí que era la bomba, la bomba de guarra.

Creo que estuve escondida de todo el mundo más de un mes, mes en el que tuve que ver al salido este todos los días. Si no me volvía loca, le iba a faltar bien poquito.

Espiando todos sus movimientos, me di cuenta entonces de que mi hermano tampoco hacía nada del otro mundo. Me refiero, tampoco estaba todo el día detrás de una chica u otra. Por ejemplo, con Coro tenía encuentros siempre que mi amiga se ponían de acuerdo, él no iba detrás como un perro faldero o un obseso sexual.

Entonces pasé por una etapa estúpida. Yo no me había acostado con nadie y, además, no solía hacerme dedos (pajas, vamos) a no ser que estuviera en una época de calentura excesiva. Y, siendo sincera, era muy raro que esto último me pasara.

Sin embargo, llevaba todo este mes con los dedos más dentro que fuera de mi virgen coñito. Algo me pasaba, estaba salidísima, cosa muy chocante ya que siempre había sido algo fácilmente controlable. Mi madre decía que “si no lo has catado, no tienes necesidad”.

¡Y una mierda! Estaba que me subía por las paredes, no hacía más que imaginarme a Coro en brazos de Jorge. ¿Y qué me excitaba más, mi hermano o mi amiga?

¡Dios, se me encendió una bombilla! ¿A ver si es que soy lesbiana y no he querido darme cuenta? ¿Me gusta Coro? No lo tenía nada claro. Yo creía que estas cosas se tendrían que saber antes de mi edad. Además, sí había chicos que me gustaban (más o menos), lo que no me gustaba era lo que pretendían ¿O es que tenía miedo a algo?

Quise salir de dudas. Un día en casa de mi amiga, estuve hablando con ella sobre el tema de mi sexualidad, comentaba mis inquietudes y, sin esperarlo ni por lo más remoto, se avino a ayudarme a descubrir mis verdaderas inclinaciones sexuales.

-¿Y cómo? – Se me ocurrió preguntar

-Ay, tía, haciendo el amor conmigo, que pareces tonta. – Me contestó.

-¿Contigo? ¿Ahora? – Me acojoné.

-¡Pues claro! – Contestó con determinación.

Bueno…, pensé, quizás era lo que estaba buscando y nadie mejor que ella.

Me llevó a su habitación para “estar más cómodas”. Tenía mis nervios a flor de piel, no sabía qué hacer ni por dónde empezar.

Coro, más curtida en lides del amor, que yo supiera sólo con chicos, me confirmó que tampoco lo había hecho nunca con otra mujer, pero que no veía a nadie mejor que yo para probar.

Ay, Dios.

En su cuarto, nos tumbamos ambas en la cama, nos miramos un rato a los ojos sin hacer nada hasta que, con mucha suavidad o recelo o miedo, Coro me besó los labios. Eran suavecitos, estaba muy bien… Empezó a pasar su lengua por ellos, una y otra vez… Me entraron unas ganas tremendas de probar esa puntita que me acariciaba.

Fui al encuentro de la suya, nos acariciamos con ellas despacito, saboreándonos… En unos instantes tenía la mía dentro de su boca y la suya dentro de la mía, cada vez más apasionado, cada vez con más soltura…

Me gustaba su saliva, me gustaba su boca, sus dientes… No lo había imaginado así. No era la primera vez que me besaba con alguien aunque sí con una chica y me chocó no notar apenas diferencias ni repulsa. Algo más de suavidad en la piel, pequeños detalles, pero nada más.

Coro me quitó la camiseta e hice lo propio, nos estábamos excitando, por lo menos yo y me sentía contenta de experimentar con ella. Nos acariciamos los pechos, con los dedos, con las bocas, con las manos, frotando los pezones entre ellos cuando se endurecieron… Era más que agradable…

Yo llevaba falda, Coro pantalones… Tardaron lo mismo ambas prendas en salir volando. Mis bragas y su tanga siguieron el mismo camino. Ambas desnudas, ambas excitadas… Ambas novatas y ambas deseosas de dar y compartir…

Con mucho cuidado, los dedos de Coro empezaron a explorar mi intimidad, a acariciarme las nalgas a volver a mis labios, a mi pequeño botón… Yo, alumna aplicada de inexperta profesora, seguía sus pasos sin vacilar. Ella me frotaba el clítoris, me llevaba sus dedos a mi boca para que los ensalivara y volvía a frotar. Yo devolvía las mismas caricias.

Nos costó un rato estar bien excitadas, ahora mis labios estaban dilatados, tenía mucha humedad en mis genitales… Me metió un dedo en mi interior, me gustaba… Cuando intentó meterlo más dentro me hizo daño.

-Ay, Coro, cuidado. Soy virgen…

Me besó en los labios sin contestar, me acarició el pecho y volvió a frotar mi botón de placer.

Ella fue cambiando de posición, me besaba el pecho, el vientre… En unos segundos había metido la cabeza ente mis piernas, chupando y lamiendo toda mi intimidad. Giró hacia atrás sus caderas montándose sobre mi cara. Me estampó el coño en la boca, no creí que lo fuera a hacer y, en principio, me dio mucho reparo.

Sin embargo, ella me estaba dando muchísimo gusto, me ponía como una moto, sus caricias y lametazos en mi pequeño conejito me estaban derritiendo, lo suficiente como para, venciendo mis reticencias, agasajarle de la misma forma. Era un sabor rarísimo.

Coro estaba más predispuesta que yo, creo. Al meter la lengua en su hoyito, se tensó, y al chupar su nódulo, no tardó nada en correrse como una burra. Seguí chupando y lamiendo, dando toques con la lengua, succionando un poquito… Coro no bajaba del clímax y yo estaba muy cerca del mío.

Seguía agarrada a sus caderas mientras ella arreciaba en sus caricias, estaba a puntito… Y me corrí, ¡Cómo me corrí! Estaba en un éxtasis maravilloso cuando algo me perforó las entrañas. Hubo un choque entre un dolor espantoso y un placer que desapareció de golpe. Me habían abierto por la mitad a la vez que se llevaban mi virginidad por delante.

Creía que sólo dolía la pérdida del himen, pero la dilatación o abertura de las paredes vaginales al paso de aquello, fue tanto o peor. Quise gritar pero me había quedado sin habla, quise quitarme a Coro de encima pero me había quedado sin fuerzas…

Dio media vuelta, se tumbó encima de mí, me acarició las tetas con las suyas, me besó en los labios jugando su lengua con la mía… Me besó las lágrimas, me acariciaba, intentaba hacer más llevadero este momento… Estuve a punto de matarla. Me había metido un consolador en el momento en que alcanzaba ese orgasmo… ¡Qué cabrona!

Al cabo de un rato, el dolor era menor, me frotaba el clítoris con el lubricante que había usado con esa polla artificial… Bueno, va pasando, pensé. Cuando creí que ya estaba todo, disfrutando de las caricias de mi amiga a pesar de haberme desvirgado, estando más relajada, ante sus manejos en mi zona cierto cosquilleo de placer se inició en mi clítoris anunciando la llegada de otro orgasmo, lo deseaba, lo necesitaba…

En el momento en que alcanzaba el tan deseado clímax, Coro puso en marcha el modo vibración del aparato. Me hizo arquear la espalda, me llevó a un grado superior, me hizo chillar…

-AAAAHHHHHHH

¡La leche!

Cinco minutos después, acariciándonos y besándonos con suavidad y cariño, nos dimos cuenta de que ambas nos queríamos, tanto que perdoné su burrada, pensé que esto no sería flor de un día… ¿Pero éramos lesbianas? Por lo menos ella no. Sin querer ofenderme, sin querer herirme, me lo dijo.

-Lidia, te quiero, ha sido maravilloso hacer el amor contigo, esto sólo lo haré contigo, te lo prometo. Pero no te enfades, también me gustan los hombres, aunque por ahora, me parece que te prefiero a ti…

Yo no sabía a qué carta quedarme. Me había gustado muchísimo hacerlo con ella, sentía su cariño y el mío… Sentí pena porque a ella le faltara algo o yo no fuera suficiente… No dije nada, sólo la besé.

Estos encuentros con Coro empezaron a ser cada vez más habituales entre nosotras. Cada día disfrutaba más, creo que me estaba enamorando de ella pero no parecía ser correspondida de la misma forma.

-No te lo tomes a mal Lidia, sabes que te quiero, tía, me encanta acostarme contigo. Pero también con tu hermano es la leche, no sé si le quiero o sólo es sexo. ¡Joder qué sexo! No te enfades cariño…

-Si no me enfado (mentira), entiendo que no seas como yo, que te gusten los hombres… ¿Pero mi hermano? Es como ponerme los peores cuernos, es de mi familia…

-Que no tía, no lo entiendes. Tú dices que te gustan las mujeres ¿Te has fijado en alguna que no sea yo? – Me preguntó

-No claro. A ti te quiero ¿Cómo me iba a fijar en otra? – Contesté decidida.

-¿Y en algún tío? – Siguió

-Bueno… No sé… Creo que no… No me llaman la atención, no sé, es distinto… - Dudaba

-Lo que te quiero decir es que, aunque te guste yo y me quieras, te puedes fijar en otras tías que estén bien, que sean guapas. Sin embargo, no sabes si te fijas más en los tíos. Lo que tienes que hacer es probar con uno, así sales de dudas. – Me dijo.

-¿Acostarme con un tío? ¡Estás de coña! ¿No te estoy diciendo que te quiero a ti? ¡Para qué coño necesito yo a un tío…! - Le dije atónita.

-Para salir de dudas. – Sentenció.

-¿Qué dudas? No tengo dudas y no me apetece nada. No me atrae ningún tío. ¿Cómo quieres que me vaya a la cama con alguien porque sí?

-Conmigo lo hiciste. Y luego, mira, te gustó. A lo mejor, con un tío te pasa lo mismo…

-Tú eres mi mejor amiga, tampoco fue porque sí, no eras ninguna desconocida. – Contesté convencida de su estupidez.

¡Mierda! ¡Qué mal rollo! En ese momento, no tenía ninguna intención de follar con ningún hombre. Además, estábamos en la cama, desnudas después de haber hecho el amor, estaba satisfecha, no necesitaba nada más.

Sin embargo, Coro siguió dándome la vara con el tema de los hombres. Me estaba rayando un montón, esto sólo podía indicar una cosa, estaba segura de que quería cortar la relación que teníamos.

-Lidia, tía ¿Ya te lo has pensado? Sigo creyendo que necesitas probar otras cosas – Me dijo otro día.

-¡Qué pesada! Ya te he dicho que no, no quiero. ¡Lo que pienso es que quieres que dejemos lo nuestro…! - Estallé por fin con lágrimas en los ojos

Coro me beso esas lágrimas, me besó los labios con ternura.

-No tía, no quiero dejar esto. Sólo pienso que, si no pruebas, nunca sabrás si esta es tu verdadera inclinación, si yo soy tu verdadero amor. Y que no se te vuelva a ocurrir que te voy a dejar por las buenas, aunque vaya con tu hermano.

-¿Y a ti qué más te da mi verdadera inclinación? ¿No estás contenta conmigo? – Cada vez me jodía más no ser la única en su vida.

Encima, me tenía que mencionar a Jorge. ¿No podía ser otro? Mira que me daba cien patadas que se viera con él.

Pasaba el tiempo y Coro seguía con su cantinela, yo estaba a punto de estallar. Si en algún momento se daba la ocasión de que apareciera un hombre, ya veríamos (lo dudaba muchísimo), no me tenía que presionar tanto. Pero la quería y por ese cariño aguantaba. Hasta el día en que me soltó la bomba, en plena línea de flotación.

-Lidia, tía, he estado pensando y se me ha ocurrido la mejor idea para que estés con un chico, uno que te trate bien, sepa hacerte disfrutar y no sea un desconocido. ¡Tu hermano! - ¡Toma ya!

Estábamos sentadas en el sofá de su casa, Coro vivía sola, tenía un apartamento que pagaban sus padres mientras estuviera estudiando aquí. Di un bote que casi me caigo.

-¿ESTÁS LOCA? – Grité

-Que no mujer, que lo he pensado y creo que es lo mejor. – dijo con suavidad.

-¿CON            MI HERMANO? ¿CÓMO SE TE OCURRE QUE ME ACUESTE CON JORGE? ¿SE TE HA IDOLA OLLA? – Gritaba toda roja y congestionada.

-¡Tía, no grites! ¿Qué tiene de malo tu hermano? De todos los tíos con los que me he acostado, es el mejor con diferencia.

-¡PERO QUE ES MI HERMANO! ¡NO SE PUEDE! ¡ANTES ME MUERO! – Se me iban a romper las cuerdas vocales.

-Tía, no te enteras. Él es lo que necesitas. Y eso de que no se puede, es relativo, no te van a violar ni nada de eso. No es que tu padre se meta en tu cama y te seduzca…

-¿DE QUÉ COÑO ME ESTÁS HABLANDO? ¡ES UN INCESTO COMO UNA CASA! – No paraba de gritar. Esta tía se había vuelto loca del todo.

-Mira, lo que sale en los periódicos son padres que seducen o violan a sus hijas. De hermanos nunca habrás leído nada ¿Verdad? Porque es consentido, porque se quieren o porque les apetece. ¿Dónde está lo malo?

¿Qué dónde está lo malo? ¡Esta tía no se enteraba de nada! No sabía qué seguir contestando, me daba vueltas la cabeza y me estaba quedando afónica de tanto chillar ¿Cómo se le habría ocurrido semejante burrada? Esto era una locura ¡Y lo decía tan convencida!

-Oye Coro – dije intentando calmarme. –No puedo irme a la cama con Jorge, no creo que sea natural, no sé cómo decírtelo, no me pone, no me puedo imaginar hacer nada con él, se me revuelven las tripas. Además, ahora no nos llevamos muy bien…

-Tú misma, tía. Pero te lo digo de verdad, no creo que encuentres a nadie mejor.

-Decididamente no. No quiero volver a hablar más de esto.

Y, para mí, ahí había quedado el tema. Finito. ¡Menos mal!

Pero siguió insistiendo (eso es constancia), unas veces de forma directa y otras, simplemente comentando lo bien que lo pasaba ella y lo bueno que era él. Auténtica labor de zapa, sería digna de elogio si no fuera por el objeto del tema en cuestión. ¿Qué interés tendría Coro en que me fuera a la cama con otro? Me había dejado claro que no quería romper nuestra relación y, si era sincera, no me daba ningún motivo para pensarlo exceptuando esta estupidez. Según ella, sólo la movía el cariño que sentía por mí. Ya, y yo me lo creía ¡Algo tendría en la cabeza!

Aún no sé cómo logró convencerme de que estuviera un día presente cuando ella hiciera el amor con Jorge, así vería de primera mano si era capaz o no de pasar ese trago… Casi se me revuelven las tripas (o sin el casi), pero como era ella la que me lo pedía, por lo mucho que la quería, por estar enamorada, sólo por eso accedí.

Fui a casa de Coro a esperar a que apareciera con mi hermano, estaba súper jodida. A pesar de que dije que aceptaba que fuera con hombres, en el fondo (y en la superficie) esperaba que dejara de hacerlo por mí. No eran exactamente celos, pensaba yo, sino esa sensación de no ser correspondida en la misma medida (o sea, celos).

¿Qué coño hacía yo allí? ¿Ver cómo se lo montaba con Jorge? Cada vez me revolvía más el estómago… Estaba a punto de irme, ya no soportaba más las pajas mentales que me estaba haciendo cuando me tuve que esconder rápidamente al oír que entraban.

¿Dónde me metía? En la habitación, detrás de las cortinas, bien quieta.

Entraron al salón y se sentaron allí, hablando y tomando unas copas, los oía claramente desde mi escondite, no decían nada interesante… ¿Qué iba a decir mi hermano que tuviera interés? Nada, era como todos, sólo le interesaba echar un polvo. Un polvo con mi novia… Bueno, novia… Por lo menos mi amante. En ese momento fui consciente de los celos que tenía.

Al cabo de un rato de charla yo estaba hasta las narices de estar allí escondida, se me estaban entumeciendo las piernas. Si no se iban, no iba a poder moverme en una semana.

En un momento dado, hablaron de mí, Coro le comentaba a Jorge sobre mi falta de interés por acostarme con ningún chico…

-Ya sabes, tu hermana es guapísima pero súper cortada. Mira que vamos juntas casi siempre y es que te corta todo el rollo. En cuanto aparecen tíos con ganas de ligoteo, sale disparada…

-Ya. Además, no sé qué le pasa últimamente. Aunque siempre ha tenido no sé qué historias con los tíos, conmigo se llevaba de puta madre. Desde que voy contigo, nada, que no me puede ni ver. Aunque seáis amigas, no sé por qué le sienta tan mal… - Dijo mi hermano

-Quizás es que te tiene celos… O le gustas... Lo he estado pensando y, para mí, la solución a todo este asunto es que lo hablarais. Hasta podrías proponerla hacer el amor contigo, igual es sólo eso… – Soltó mi amiga de sopetón, sin cortarse ni un pelo.

-¿Hacer el amor con Lidia? ¿Mi hermana? – Estalló en carcajadas, no paraba de reírse. -¿Pero tú te oyes? – Y más carcajadas –Ay Dios, es lo mejor que me han dicho en mucho tiempo…

-Pues yo no le veo la gracia – Dijo Coro –Te lo he dicho en serio. Creo que a Lidia le hace falta estar con un chico que sepa tratarla, alguien bueno y cariñoso y he pensado en ti, no sé qué tiene de malo. – Siguió un poco molesta.

-No me jodas ¿Lo dices en serio? Estás como una cabra. ¿Cómo pretendes que me acueste con mi hermana? Yo lo flipo.

¡Vaya! Por lo menos pensaba igual que yo. Lo que hubiera faltado es que hubiera estado de acuerdo, entonces sí que me moría.

-Mira tío, seguro que, si lo miras bien, no encuentras nada que te lo impida. – Siguió insistiendo.

¿Para qué seguía? ¿No le había dicho ya que no? ¡Mierda de tía!

-¿Qué no encuentro impedimentos? Uno, es mi hermana. Si quieres sigo…

-Para mí, el que sea tu hermana no es un impedimento. Incluso tendría más morbo.

-¿Estás gilipollas? ¿Morbo? Alucino contigo. ¡No me acostaría con ella en la puta vida! – Dijo empezando a enfadarse.

-¿Ah, no? Ya me dirás por qué no, tío. Lidia está estupenda, seguramente estaría más que dispuesta a montárselo contigo ¿Y vas tú y dices que no? Porque lo de ser hermanos no es más que una etiqueta. – Siguió insistiendo. Me estaba rayando mazo.

-¡Me estás poniendo de los nervios! Lidia es imbécil ¿Te parece bien? ¡Ni aunque fuera la última mujer en la tierra y la continuidad de la especie dependiera de ello! ¡Ni de coña, Coro, no me acuesto con ella ni loco!

Bueno, vaya. Tampoco era para ponerse así. Con que hubiera dicho que no era suficiente, no tenía que humillarme…

-Jorge, no sé qué te pasa con Lidia. No te estoy pidiendo que te pegues un tiro, no es para ponerse así. Muchos tíos estarían encantados…

-Pues pídeselo a ellos ¡No te jode! ¡A mi hermana! ¡Que me da asco, tía, asco! – Dijo ya cabreado.

-Déjalo, solo intentaba ayudar a Lidia. Ahora, tienes algo pendiente… - Intentó Coro rebajar la tensión…

Mirando por el lado de la cortina, vi cómo le traía de la mano hacia su habitación. Jorge tenía una cara súper seria, no le había hecho ninguna gracia el tema.

Desgraciadamente, a mí tampoco. No el no acostarme con él, en eso estábamos de acuerdo. Pero yo no le había puesto de vuelta y media. ¿Qué le daba asco? Eso me parecía demasiado ¿Quién se creía que era? ¿Asco? ¡Era gilipollas! ¡GILIPOLLAS! ¡TÚ SI QUE DAS ASCO, IMBÉCIL! ¡ERES UN PUTO CRÍO! ¡TE VAN A DAR POR EL CULO, CABRONAZO DE MIERDA! ¡LE VAS A DAR ASCO A TU PUTA MADRE!

Vale, Lidia, Vale. No merecía la pena ponerse así por este imbécil…

¿Qué le había hecho yo para que le dijera eso a Coro?

Empecé a llorar ¡Mierda! Era un imbécil…

Escondida, viendo sin ser vista, me llevé el espectáculo de mi vida. Hacían el amor, vale, pero… ¡cómo gritaba Coro!, conmigo, ni la mitad. Le decía que le quería, él correspondía, la acariciaba, besaba…

Me puse enferma cuando vi que le comía el chisme a ella, los gemidos que daba, cómo le introducía los dedos… ¡Qué grito, por Dios! Ese orgasmo debía de haber sido alucinante…

Cuando pude ver la herramienta de Jorge me quedé de piedra ¡Qué cacharro! ¡Era como de película porno! Y la muy zorra se montó encima de él metiéndose semejante pedazo de carne, poco a poco, hasta que los huevos de mi hermano le llegaron al culo.

Estuvo botando encima un buen rato, luego se puso a cuatro patas, me dio cierta cosa ver esa postura en Coro, era como si fuera una perra en celo ofreciéndose… En el fondo así era, se ofrecía… Y no fue desaprovechada. Se la metía con suavidad, iba acelerando muy despacio… Le sobaba las tetas ¡Cómo tenía los pezones! ¿Y las areolas? Las tenía como dos peras maduras… ¡Dios mío! ¿Es que no iban a parar?

¡Mierda! ¡Coro se estaba corriendo otra vez! Se me estaban mojando las bragas… Y se corrió, y otra vez, y otra vez… ¡Cómo gemía! ¡Cómo gritaba! ¡COMO DISFRUTABA!

“Me pego un tiro, no puedo más” pensaba. Una cosa era que me lo hubiera contado y otra muy, pero que muy distinta, era verlo en vivo y en directo.

Cuando mi hermano se corrió (lo supe porque lo dijo), se quedaron desmadejados y muy juntos en la cama. Coro, apoyada en el pecho de él, levantaba a veces la cara para besarle, ambos tenían una cara de satisfacción…

Yo la tenía de culpabilidad, no había resistido el meterme la mano bajo las bragas y masturbarme con ganas, con sus gritos y gemidos… ¡Y con esa polla tan alucinante! Me atraía y repelía a la vez. Me tuve que retirar rápidamente, arrastrándome por el suelo, antes de que me oyeran. Al volver me quedé detrás de la puerta, seguían tranquilos, ni se habían movido.

-Jorge, tío, no te lo tomes a mal. Piensa lo de Lidia, me harías un favor… - Le dijo Coro con voz cansada.

¡Y dale! ¿Por qué tenía que insistir en ese momento?

Jorge besó a Coro. Satisfecho, me di cuenta de que no quería contravenirla.

-No sé qué empeño tienes en que lo haga con Lidia. ¿Por qué te haría un favor? – Preguntó con voz más serena.

-Te voy a contar un secreto, no se lo digas a nadie ¿Vale? – Dijo ella.

A ver qué leches le contaba. Estaba toda intrigada.

-Lidia y yo somos amantes – Siguió Coro –No te mosquees, entre las chicas es bastante normal…

¿Qué coño le estaba diciendo? ¿Estaba loca? ¿Normal entre las chicas? ¡Dios, que me muero!

-¿QUE? ¿QUE SOIS AMANTES? ¡NO JODAS! – Soltó mi hermano a gritos. Coro había metido la pata.

-No te enfades, Jorge. No es nada malo. No voy con ningún otro tío desde que estoy contigo, pero Lidia es mi mejor amiga y me quiere, está enamorada de mí y lo malo es que cree que es lesbiana. Por eso me hacías un favor.

A Jorge no le sentó nada bien la confesión. Se levantó de la cama y empezó a vestirse.

-Mira Coro, esto no me hace ni puta gracia. Siempre hemos sido sinceros ¿No? Y tampoco te he pedido nunca ser el único. Pero… ¿Mi hermana? Es demasiado.

-¿Preferirías que fuera con otra?

-Pues quizás. A lo mejor así hacía un trío. – Dijo con ironía.

-Esto no cambia nada. Anda, ven. – Agarró a Jorge de la mano y le hizo sentar en la cama -¿Qué te impide ahora lo del trío? Los tíos siempre andáis soñando con algo así. Sería tu oportunidad. – Y le dio un beso en la boca.

-Coro… Eres una lianta. Pero paso. Con mi hermana, no. – Sentenció.

Sin que lo notaran salí de la casa, llorando, llorando a lágrima viva. Mi hermano me odiaba, le daba asco ¿Por qué? ¿Qué había hecho yo? Sólo le dije que no me gustaba que saliera con mis amigas, pero no era para tanto… ¿O sí? ¿Me había pasado yo con Jorge? ¡Mierda, mierda, mierda! ¡A la mierda los tíos! Era un cabrón como todos…

No sé cómo, acabé en un bareto al que, de vez en cuando, íbamos Coro y yo. Me quería emborrachar, necesitaba olvidar…

Creo que me bebí hasta el agua de los floreros ¡Qué pedo, Dios mío, qué pedo! Lo siguiente que recuerdo es estar en una cama con una chica a la que no conocía de nada. Al despertarme, ya de día, con un dolor de cabeza espantoso, también se despertó y me sonrió. Estaba desnuda igual que yo, el olor a sexo era palpable… ¿Me había acostado con ella? El consolador que había encima de la cama y el lubricante en mis partes íntimas dejaba lugar a pocas dudas…

Se incorporó y me besó en los labios. ¡Puaj! Tenía toda la boca pastosa y me supo fatal. Por lo menos, era bastante mona.

-Hola preciosa. ¿Qué tal anoche? Lo pasamos bien ¿Verdad? Aunque tenías una borrachera de espanto, hija. Un poco más y te me quedas frita. ¿Desayunamos?

¿Cómo coños se llamaría la tía esta?

-Deja, me tengo que ir, no avisé en casa que no iría a dormir. A lo mejor están preocupados… ¿Me dejas darme una ducha? - Pregunté

-Por aquí, ven.

Me llevó al baño y se duchó conmigo. No me apetecía nada, pero me dejé tocar y besar bajo el agua. Incluso colaboré, no me atreví a negarme. Tuve un orgasmo que me supo a culpa y traición. ¡Sólo quería a Coro!

Al irme, con la promesa de llamar alguna vez, me di cuenta de que mi novia no había sido la culpable, era Jorge, él me había humillado de esta manera y hecho que me emborrachara, me sentía fatal por pagarle a Coro con esta moneda. Le había sido infiel cuando juré lo contrario. No había disfrutado, me encontraba mal… ¡Si no hubiera bebido tanto…!

Y pasé a un odio más enconado. ¿Por qué era así conmigo? Es verdad que éramos hermanos, era normal que se negara a acostarse conmigo, igual que yo… ¿Pero darle asco? ¿Ni aunque la especie humana dependiera de ello? Me parecía demasiado, no tenía que haberme dicho eso… Bueno, no se lo tenía que haber dicho a mi novia…

Tras una bronca en casa por dormir fuera sin avisar, tampoco muy fuerte, me encerré en mi cuarto y en mí misma. Ni Elena era capaz de sacarme de esta comedura de tarro continua, menos todavía mis padres… Y de Jorge, mejor ni hablar.

Desde entonces, mi único desahogo eran mis momentos con Coro. Seguía insistiendo con lo de mi hermano, no le daba ninguna importancia a lo que había dicho de mí.

-Ay Lidia, tía. Eres súper inocente. Tú me dijiste también que ni se te ocurriría hacerlo con él y ahora, mira, estás que te subes por las paredes. – Me dijo un día.

-¡Y una mierda! No quiero hacerlo con él, aunque hubo un momento en que dudé ¿Pero después de lo que dijo de mí? ¿De que le doy asco? Ni por casualidad, tía.

-Te hago una apuesta. ¿Qué te juegas a que Jorge se acuesta contigo?

-No me apuesto nada. Ahora no es cuestión de que él quiera o no, soy yo la que pasa de ese mierda.

-Vale, pues te diré una cosa. Antes de un mes, Jorge te pide perdón y luego se acuesta contigo. No te digo que apuestes nada, pero verás cómo lo consigo – Me dijo besándome los labios.

¡Qué emperre! ¿Por qué no me dejaba en paz con este asunto? Estaba más que harta de Jorge y más que satisfecha con ella…

-Porque si no, no sabrás si tu amor por mí es verdadero – Me dijo en alguna ocasión. Pero no la creía. Mi amor sí era verdadero. Incluso en el peor de los casos, que me gustaran los chicos, seguía estando enamorada de ella.

Creo que para Coro aquello fue una cuestión de orgullo, se le había metido en la cabeza esa estupidez y parecía no querer parar hasta conseguirlo. Particularmente, me producía una sensación de rechazo, no quería acostarme con Jorge, le odiaba, me habían llegado al alma las formas de su negativa.

Como es lógico, cuanto más en contra estaba él (me enteraba por Coro) más le odiaba yo, sin intención de transigir en ningún momento.

Siguiendo con su política, la muy puta me dio un ultimátum, o me avenía a estar con mi hermano o ella dejaría de acostarse conmigo. Así de claro. Tuve que pensármelo mucho y tras una batalla moral nada desdeñable, a pesar del odio que sentía, por no querer perderla, sólo por amor a ella, me avine a sus deseos (hay que ser idiota, el amor es ciego). La primera parte de su plan, o sea, yo, ya lo había conseguido.

Pero estaba segura de que jamás convencería a Jorge. Con el que, por cierto, ni me hablaba.

Siguió intentando convencer a mi hermano y, para suerte mía, no cedía; a más presión, más rotunda su negativa. Finalmente le puso en la misma tesitura que a mí, o transigía de buen grado o dejaba de verla. Jorge, aunque bastante enamorado, no quiso ni oír hablar del asunto. Conclusión, Coro y él rompieron relaciones.

Al principio, tuve una liberación increíble, por fin se acababa todo este asunto que nos había traído mártires durante meses. Pero esta liberación inicial fue lo que me llevó del odio a un estado de extraña ansiedad con mi hermano.

Debería haber seguido tan feliz, encantada de que se negara a estar conmigo y me dejara a Coro para mí sola, pero no, me pasó lo contrario. A veces, el cerebro funciona como una mierda ¿Por qué me causaba desasosiego? ¿Porque me había puesto a parir? ¡Vaya gilipollez!

Por las noches, estando en la cama, veía cómo Elena dormía como un angelito mientras yo permanecía despierta, comiéndome cada vez más la cabeza. ¡Qué absurdo! Estuve a punto de contárselo un día, demasiado cerca…

-Oye Elena ¿Qué pensarías tú si me acostara con un chico? – Le hablé desde mi cama mientras ella se cambiaba. Sabía que era virgen (de tíos), no tenía ni idea de la relación con mi amiga.

-¿Tú? ¡Vaya! ¿Has cambiado de idea? ¿Ya no vas a ir virgen al matrimonio? – Me contestó con bastante coña.

-¡Joder, tía! ¿Cuándo he dicho yo que quiera llegar virgen al matrimonio?

-Chica, era una suposición. Como siempre andas diciendo que si los tíos son así o asá, pensaba que no harías nada hasta que te casaras. También me hace gracia pensar en qué vas a hacer si no te casas nunca, al paso que vas… Con tu forma de ser, te vas a quedar a dos velas toda la vida. Ja, ja. O te nos haces lesbiana, Ja, ja, ja…

Un poco más y me tiro a sus pelos. ¿Pero qué coño pensaba todo el mundo de mí? ¡Hasta en mi casa me consideraban “la monja”! ¡O lesbiana! ¿Y qué tenía de malo ser lesbiana?

-¿Y si soy lesbiana, qué? – Contesté enfadada. Ya estaba hasta el moño de todos.

-Uy, uy, uy. Ya veo por dónde van los tiros. Por mí como si te compras un chucho para que te coma el chisme, me trae sin cuidado. Pero la que has preguntado sobre acostarse con un tío has sido tú – Me refutó.

Tenía razón, había preguntado yo. Estaba de los nervios y se estaba notando ya demasiado.

-Bueno, pues eso ¿Qué te parecería? – Insistí intentando calmarme.

-Pues muy bien, haz lo que quieras, me parecería muy normal. Lo que es raro es que sigas virgen con diecinueve años. – Contestó mientras se acostaba –Pero ten cuidado al elegir, si lo haces sólo por sexo, siendo como eres, te llevarás una decepción, seguro y si lo haces enamorada, entonces es distinto porque a la primera vez siguen más y te entregas y lo sientes… Y si el chico sabe hacerlo, si es bueno en la cama, para qué quieres más. Depende de lo que tú esperes.

-O sea, la cuestión es hacerlo enamorada con uno que sepa ¿no?

-Pues Lidia, qué quieres que te diga, para mí es la situación perfecta. Pero es mi opinión. He conocido de todo, tías que se lo pasan de puta madre con cualquiera y tías que no… ¡Yo qué sé! Ya sabes que yo antes me iba con quien me apetecía, pero me cansé, el sexo por el sexo no me va, eso no quiere decir que a ti te pase lo mismo.

-Bueno… es que no sé qué esperar de esto, por eso pregunto. Nunca he estado con ningún tío en la cama, ya sabes que me da bastante acojone… Pero creo que tengo que hacerlo.

-Ya ¡Joder! ¿Y sabes con quién? – Preguntó Elena más interesada.

-Hay un tío que me mola, me lo estaba planteando… - Dije indecisa

-Pues si te gusta, adelante. – Contestó con decisión.

-Es que… me parece que no le hago mucha gracia…

-Entonces que le den. Si le hace ascos a una tía que está tan buena y es tan maja como tú, no merece la pena. – Dijo convencida.

¡Mierda! Me había dejado planchada. En ese momento estuve a puntito de decirle que no le hacía gracia porque era nuestro hermano. Faltó un pelo, necesitaba consuelo de alguien cercano.

-Hasta mañana. – Solo pude decir con un nudo en la garganta.

Di media vuelta en la cama mirando hacia la pared. Cada vez me estaba comiendo más la cabeza, obsesionándome con Jorge. Continuamente veía las imágenes de él con Coro, los gritos y gemidos de ella, su polla, la manera en la que lo hicieron… ¡Dios mío, me iba a dar algo!

Sin darme casi cuenta había metido una mano debajo de las bragas y me frotaba delicadamente mi nódulo, un dedo desaparecía en mi interior… ¡Mierda, me estaba tocando por Coro y por él! Como últimamente, cada vez con más frecuencia, las lágrimas rodaron por mis mejillas, mayores cuando tuve un orgasmo tan inútil como vacío. Salté del susto cuando Elena me habló a mi lado.

-No merece la pena, ningún tío merece la pena que llores por él. – Y me besó la frente. No dijo nada de mi mano perdida debajo de las sábanas, era bastante evidente dónde estaba pero fue muy discreta.

Volvió a la cama y apagó la luz de su mesilla. ¡Dios mío, iba cuesta abajo y sin frenos! ¿Por qué coños había tenido Coro que meterme esta idea en la cabeza? Me iba a acordar de ella, de sus padres y todos sus antepasados (para nada bueno, desde luego). ¡Qué cabrona! ¡Qué zorra! ¡Con lo que yo la quería! Esto no se le hace a una amiga y menos si es tu novia o amante o lo que me considerara…

A los pocos días, me crucé con mi hermano, estaba sola en casa viendo la tele cuando el imbécil de él se encaró conmigo al entrar y verme.

-Eres una gilipollas ¿Sabes? Por tu puta culpa Coro no me quiere ni ver. Nunca hubiera imaginado que fueras tan zorra y menos conmigo ¿Qué pasa, que la querías para ti solita? Sabías que estábamos juntos y te tuviste que meter en medio. Espero que te jodas, que os vaya de pena. Ya verás qué pronto te pone los cuernos ¡Y cómo me voy a reír! – me lo soltó con toda su mala leche.

Se fue a su habitación dejándome plantada allí, delante de la tele, con cara de boba. ¿Y yo qué le había hecho ahora? Si Coro no quería ir con él no era mi culpa… ¿O sí? No, decididamente no, la culpa era de mi amiga con toda su paja mental. Claro que, si tenía tantas ganas de estar con ella sólo tenía que haber dicho que sí. Tenía que haber supuesto que yo no estaría dispuesta por mucho que Coro dijera. Había demostrado ser un egoísta, sólo pensaba en sí mismo. Con rabia, me fui a buscarle, a mí no me dejaba con la palabra en la boca.

Entré en su cuarto sin llamar, estaba tumbado en la cama mirando al techo. Parecía que el tema de Coro le estaba sentando fatal ¡Bien! Era lo que quería que le pasara alguna vez, tenía que aprender que las chicas no somos objetos de usar y tirar.

Sin embargo, no sé por qué, me dio pena. En el fondo, siempre le había querido mucho, era el único chico de las hermanas y el más cercano a mí. Reconozco que siempre me trató muy bien, mejor dicho, yo le traté bien a él, era mayor, y él correspondió. Que se sintiera traicionado por mí debía de dolerle. Casi toda la rabia que traía se esfumó. Casi.

-Oye tú, no sé quién te crees que eres para venir a insultarme y a echarme nada en cara. Si tienes algún problema con Coro, es cosa vuestra, no mía. – Le dije más suave de lo que en principio quería.

-No rica, es cosa tuya, me lo dejó bien claro ¿Querer acostarte conmigo? A ti se te ha ido la pinza. Y encima, haces que ella entre en el juego, no sólo te acuestas con Coro, además quieres que colabore contigo a que yo haga eso. ¡Si eso no es cosa tuya, ya me dirás! – Siguió hablando enfadado.

¡Mierda! ¿Por qué me tenía que pasar esto a mí? ¿Qué mierda le había contado Coro? Le tenía que decir la verdad, tal y como era, no como ella le había hecho ver.

Me senté en el borde de su cama, él casi sale volando…

-¡Espera! ¡Coño, Jorge, espera!

Volvió a quedarse, apartándose de mí lo más posible, interrogándome con la mirada La verdad es que era guapo el cabrón de él.

-Jorge, tío, las cosas no son así, no como tú crees. – Empecé

-¿Ah, no? – Contestó con mosqueo.

-No. Todo empezó porque yo no iba con chicos. A raíz de eso pensé que quizás fuera lesbiana, estaba con Coro y nos enrollamos. Más que nada para saberlo, para ver si sentía con ella lo que debía sentir o sólo es que soy una acojonada.

-Si hombre, y yo voy a que me den por el culo por si acaso soy gay ¡No te jode!

-Te juro que fue así, yo no quería fastidiar nada, no quería que Coro hiciera nada… pero empezó con que tenía que ir con algún chico para estar segura de lo que sentía, y lo repetía todos los días y me estaba comiendo el tarro… Al final, dijo que lo mejor era hacerlo contigo.

-Y claro, tú accediste echando hostias.

-No, no accedí, le dije que estaba loca. Pero siguió y siguió y siguió… Al final ya no sabía qué pensar… Hasta que el otro día me dijo que, o me acostaba contigo o no me volvía a ver en la vida. Sólo por eso le dije que sí. La quiero ¿Sabes? No me podía imaginar estar sin ella…

-¿Y qué crees que me dijo a mí? ¡Lo mismo! Pero yo tengo dos cojones y le dije que no, no como tú. Te ha tratado lo mismo que si fuera un chulo con su puta.

¿?

¡Coño! Pues tenía cierta razón ¿Pero con qué motivo?

Jorge vio cómo me quedaba callada ensimismada en mis pensamientos. No perdió la oportunidad de atacar.

-¿Tengo razón, eh? ¿No lo habías pensado, verdad?

-No – Dije compungida –No lo había visto así. Sólo me dijo que quería mi bien, que tenía que probar con un hombre para estar segura de mi sexualidad y de mi amor. Fue entonces cuando pensó en ti, que el mejor posible eras tú, que no conocía a nadie tan bueno como tú.

Ahora él se quedó callado. Quizás viendo el tema desde una perspectiva nueva, la mía...

Salí de su habitación volviendo al cuarto de estar. Estuve delante de la tele mucho tiempo, viendo sin mirar. No tenía nada claro qué sentía por Jorge en ese momento, si manía, odio o estaba desesperada por la visión que él tenía de mí. Lloré de pena de mí misma, de a dónde me habían llevado el amor por Coro y el puto miedo que siempre había tenido a los hombres.

-No sabes la bronca que tuvimos el otro día Jorge y yo – Le comentaba a Coro días después.

Estábamos en su casa, en la cama, habíamos hecho el amor. Yo con mucha pasión, ella más tranquila. No la entendía, yo estaba cada día más enamorada y ella me hacía cada vez menos caso… O esa era mi sensación.

-¿Ah, sí? – Contestó distraída

-Pues sí, tía. No te entiendo. No sé qué has pretendido con todo este rollo. Ahora no tienes a Jorge, has conseguido que ni me hable a mí…

Me miró más fijamente.

-Lidia, sabes que te quiero, si no, no estaría aquí contigo. Pero no estoy enamorada. Bueno, sí, sí lo estoy… Pero también me gusta Jorge, le echo de menos… Creo que estoy igual de enamorada de los dos…

¡Qué cara! Esta no se conformaba con una, quería el lote completo.

-Pues la culpa es tuya por empeñarte en que nos acostáramos él y yo. Aunque no me hacía ninguna gracia, es más, odiaba la idea, soportaba que hicieras el amor con él. No tanto que me lo contaras, pero bueno…

-Sí, me equivoqué. Creí que le conocía mejor, a los tíos siempre les dominas con el sexo. Me extrañó mucho que se negara de esa forma. O te quiere mucho, o te respeta mucho o tiene algún problema contigo que se me escapa…

-¿Y tú? ¿Por qué te empeñaste tanto? ¿Qué te importaba nada de esto?

-Porque, aunque también esté enamorada de ti, siempre he creído que te estabas equivocando con el tema de los chicos. Al principio no me di cuenta pero, en el fondo, tampoco me apetecía verte con otro, sin embargo, con Jorge no me importaba.

Lo malo es que es tu hermano. Confieso que a mí me hacía gracia que lo fuera, incluso me fue dando cada vez más morbo. Llegó un momento en que me obsesioné. Reconozco que me he pasado. Ahora, no soportaría verte con nadie, ni chico ni chica…

¡Glups! Ni de coña le comentaba lo que hice la noche de borrachera. Pero…

-Oye, tía, tú tienes una cara que te la pisas. Tú lo que querías todo el tiempo es tener a los dos.

-Es que soy un poquito celosa. Ahora eres mía, me lo has dicho por activa y por pasiva ¿Cómo quieres que te comparta? No podría. Si te imagino con otra tía, me da algo, y con un tío… También. Tu hermano era distinto, también le quiero…

¡Joder! ¿Dónde me había metido? Esta tía era capaz de ponerme un collar de perro. ¿De su propiedad? ¡Qué jeta!

-Mira Coro, tampoco te pases. Yo soy libre, me puedo ir con quien me de la gana, no eres mi dueña. Si no voy con nadie es porque te quiero, no lo olvides. Te quiero a ti y a nadie más, eso de compartir… – Le dije bastante molesta.

Coro puso cara compungida, parecía que me iba a hacer morritos…

-Ya lo sé, Lidia, ya lo sé. Yo tampoco me he ido con nadie aparte de Jorge. Y si alguna vez lo haces, no me lo cuentes. No creo que ahora lo soportara.

Y me besó en los labios… Enredó su lengua con la mía, me mordió y la mordí… Sus manos ascendieron a mis pechos, mis manos se perdieron en sus tetas… ¡Qué cabrona! En un momento me tenía a punto de caramelo.

Acariciando mi monte de Venus, besándome, abarcando mis senos con la otra mano… La estreché contra mí con fuerza, intenté restregar mi intimidad contra uno de sus muslos… No tardamos nada en estar una encima de la otra, en lamer y chupar nuestro tesoro. Succionaba su clítoris inflamado mientras le introducía dos dedos en su interior…

Yo estaba debajo, ella encima (evidente), cada vez restregaba con más fuerza sus partes contra mi boca, mi nariz… Yo seguía succionando un poco, lamía y volvía a succionar con suavidad… Al notar sus movimientos de cadera más desatados, intenté que llegáramos a la vez, yo también estaba a punto…

-AAAAHHHH, LIIIDIIAAA

-AAAHHHHH, COOROOO

¿Para qué quería yo a nadie teniéndola a ella?

Después de un rato de relax, de besos y caricias, se levantó al baño y me tapé con una manta. ¡Qué a gusto me sentía cuando estábamos juntas!

Sonó el timbre de la puerta de su casa, me gritó desde el baño que fuera a abrir ¡Qué coñazo! ¿Quién sería? Me puse una bata de ella y me dirigí a la entrada. Al mirar por el visor, un repartidor traía un ramo de flores.

-¿Si?

-¿La señorita María del Coro …?

-Sí. Le abro.

Me entregó un ramo de flores precioso, de rosas rojas y blancas, una docena de cada. Tenía una tarjetita que no me atreví a abrir. Lo que sí tuve fueron bastantes celos, ¿Ahora tenía otro pretendiente?

Salió mi amiga del baño aún desnuda.

-¿Quién era?

-Un repartidor, te ha traído esto. Tiene tarjeta. – Respondí seria.

-¿A ver? ¡Qué bonitas! Vamos a ponerlas en un jarrón. – Contestó muy contenta.

¡Mierda! Me estaba matando de celos e impaciencia ¿Quería abrir la puta tarjeta? Con disimulo pregunté.

-¿De quién son? – Intenté parecer indiferente…

-¿Te mueres por saberlo, eh zorra? ¡Cómo te conozco! – Dijo con la puñetera tarjeta en la mano sin abrirla.

-¡Pues sí, coño! ¡Claro que lo quiero saber! ¿No dices que no quieres que vaya con otras? ¡Pues yo tampoco! – Dije a gritos.

Se acercó a mí, me besó los labios y, finalmente, abrió la tarjetita de las narices. Estaba al borde de los nervios.

-¿Y bien?...  ¡Tía, coño, di algo! – Estaba poniéndome histérica y ella lo hacía a propósito.

-Es de tu hermano – me dijo un poco extrañada –Dice que si aún le quiero algo, que le llame a su móvil.

-¿Sólo eso?

-Sí, solo. Es un poco raro ¿No? Tenía que haber dicho que me quería, o pedirme perdón o algo así, no que le llame. ¿Le llamo? – Me preguntó.

-Bueno, no pierdes nada. El otro día estaba bastante hecho polvo. - ¿Por qué la incité a llamar? ¡Era lo que menos quería que hiciera! ¡No se puede ser tan tonta!

Llamó a mi hermano, ella apenas hablaba “Sí, no, sí, no sé, bueno…” y yo sin enterarme de nada.

-¿Qué quería?

-Nada, no te preocupes.

Y claro, me preocupé el doble, Coro había cambiado de actitud, se puso otra bata y fuimos al salón, nos servimos unos cafés, yo estaba que me mordía las tetas de los nervios.

-¡Mierda Coro! ¿Me quieres decir qué pasa? ¡Te has quedado súper seria! – Estallé por fin

-Creo que lo vas a ver enseguida. – Dijo bastante pensativa.

-¡Joder! ¿Qué voy a ver qué? – Me estaba poniendo más histérica todavía. ¿Qué coño querría ahora mi hermano? Después de cómo se enfadó conmigo, nada bueno, estaba segura.

Al cabo de un momento llamaron a la puerta, Coro abrió, entrando Jorge en la casa (debía de estar esperando cerca), pasando al cuarto de estar un segundo después. Tenía ojeras, no parecía estar llevándolo bien.

-Bueno, dime – Le dijo Coro.

Pero Jorge sólo me miraba a mí, muy fijo y sin abrir la boca. Coro se impacientaba y yo también ¿A qué leches había venido?

-Bueno, de acuerdo – Dijo sin apartar la mirada.

-¿De acuerdo, qué? – Preguntó mi amiga. Un escalofrío me recorrió la columna.

-Que vosotras ganáis. A ti te quiero Coro, lo sabes. Y a ti, Lidia… Eres mi hermana, no sé todavía si seré capaz, pero también te quiero aunque sea de forma distinta y eso, supongo, algo ayudará.

Nos miramos ambas, yo con sorpresa, Coro con expresión de triunfo. Cuando creía todo perdido ahí estaba él, lo había conseguido. Pero cambió de cara en un momento ¿Qué le pasaba ahora?

-Jorge, sé lo que te dije, lo que hice… Pero ahora ya no quiero. No quiero obligarte a nada, Lidia me ha demostrado lo equivocada que estaba.

¿Ah, sí? ¿Yo había hecho eso?

-Ella me quiere – Siguió –Estaba dispuesta a hacer un sacrificio tremendo sólo por hacerme feliz. Yo estaba equivocada, no soy quién para decirle si se va con un tío o una tía, si eso es bueno o malo. Si está enamorada de mí, sólo puedo estar agradecida. Y a ti también. Soy una tía con suerte – Dijo con una sonrisa triste –No sé si merezco que me queráis así, hasta el punto de hacer algo que ninguno quería.

De piedra, así me acababa de dejar. ¿Me había elegido? ¿No quería que me acostara con Jorge? ¡No me lo podía creer! ¿Después de todo lo pasado? ¡Bien por Coro, bien!

Una ola de amor profundo por ella me invadió, los ojos se me anegaron en lágrimas de felicidad.

Jorge también sonrió con tristeza, besó suavemente los labios de Coro que también lloraba en ese momento, se volvió hacia mí y me besó la frente.

-Enhorabuena Lidia, has ganado, te lo mereces y te lo digo de corazón, sin rencor ¿Vale? Lo que desearía en este momento es que volviéramos a ser los hermanos que éramos. – Se volvió hacia mi novia (ahora sí lo era del todo) -Y contigo Coro, no quiero ningún mal rollo, todo lo contrario. Siempre tendrás un sitio en mi corazón. Ahora soy tu cuñado, hay que llevarse bien, lo pone en el libro… – Dijo con esa sonrisa triste.

-Claro que sí, tonto. – Y le dio un abrazo y un beso en toda la boca que me pareció que duraba una eternidad. Sin embargo, no me puso celosa, todo lo contrario. Volveríamos a reírnos juntos, a contarnos nuestras cosas, además de novia me devolvía a mi hermano ¡Cómo le quise en ese momento!

Y ese profundo cariño por él que me embargaba entonces, me llevó al cambio radical. Hasta aquí he llegado, pensé mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas.

Se rompió una cuerda, o una fibra, o un haz de neuronas, o algo, si no, resulta inexplicable…

Cuando separaron su abrazo y Jorge se dirigía a la puerta para marcharse, como un señor, con su dignidad intacta, habiéndonos dado una lección a ambas, con decisión, sin saber ni lo que hacía, le cogí de la mano y traspasé el umbral del único dormitorio del apartamento de Coro.

-No sé si me he vuelto loca o no, no sé qué coño estoy haciendo, no me preguntes porque no te puedo contestar, pero como no me hagas el amor ahora mismo, grito. – Le dije en un arranque de auténtica determinación (mejor diría locura).

¿Yo había hecho y dicho esto?

Coro miraba asombrada desde el quicio de la puerta. Jorge, delante de mí me miraba más asombrado aún. Seguí con esa determinación, si me paraba a pensar no lo hubiera hecho ni loca.

-¡No hables! ¡No quiero ni un puto reproche! ¡Y como no te portes como dice Coro, te la corto! – Dije mientras dejaba caer la bata a mis pies.

Se quedó mirando mi cuerpo desnudo. Vi admiración en sus ojos, me gustó. Antes de que se moviera, le planté un beso que ni yo misma me creía. Le estaba besando abrazada a su cuello, no me disgustaba, más bien lo contrario… Tardó un segundo, un segundo eterno en corresponder.

Cuando separamos nuestros labios y nos miramos a los ojos, quise transmitirle mi cariño, mi determinación y mi admiración por lo que acababa de hacer y a lo que iba a renunciar. Yo vi su cariño, esa misma determinación y un profundo asombro. Sé que en ese momento libraba una batalla consigo mismo mayor de lo que pudiera imaginar. Tuve que seguir siendo yo la que se lanzara.

Con manos febriles le quité la camiseta, solté el cinturón y el botón de sus vaqueros, los bajé por sus piernas agachándome, bajé su calzoncillo de tela… Estando arrodillada a sus pies le quité las zapatillas, hice que sacara las prendas por los pies y me quedé mirando aquel cacharro que tenía y que se levantaba a velocidad de vértigo.

Con mucho reparo, no estando segura de nada, ni siquiera de si me gustaba ese olor tan diferente al de Coro, besé la punta. Me acarició la cabeza y volví a besar, esta vez pasando la lengua, retirando la piel hacia atrás, dejando al descubierto una cabeza grande y morada. ¡San Juan! ¡Qué tamaño!

Le di unos cuantos lametazos, bueno… Lo podría hacer, tampoco me habían dado ganas de vomitar… Me metí aquella especie de seta morada en la boca, intenté ensalivarla bien, usarla como un cupa-chups, con los labios y la lengua a la vez mientras apretaba y movía el resto de su aparato con la mano… La introduje un poco más, apenas podía…

Fue tan repentino que no pude reaccionar. Jorge me sujetaba de la nuca mientras me inundaba la garganta de un líquido espeso y caliente que no me hizo mucha gracia. Creo que sólo la determinación que me impulsaba me permitió aguantar gran parte de aquello. Tragué bastante y el resto lo escupí mientras otros espasmos de aquella sustancia me impactaban en la cara.

Haciendo lo que vi una vez en una peli, recogí los pegotes blanquecinos con los dedos e intenté llevármelos a la boca, mirándole a los ojos ¿No era esto lo que les gustaba a los tíos? Pues mi hermano no se comportó igual, me sujetó la mano, me la limpió al igual que la cara con las sábanas, me izó hacia él y me besó compartiendo su propia esencia. En ese momento, al juntarla con su saliva y  la mía, me supo bien.

Con delicadeza me tumbó en la cama, ambos desnudos y ambos observados por una Coro con cara de sátira que, con la bata abierta, se tocaba entre las piernas.

¿Esto había sido todo? Ya se había corrido ¿Ahora qué?

Me volvió a besar con dulzura, primero los labios, los ojos, la nariz, las orejas… Ninguna parte de mi cara escapó a sus labios. Sus caricias en mis brazos, en los laterales de mi cuerpo eran muy suaves, también me acariciaba la cara…

Bajó por el cuello con una lentitud exasperante, llegó a mis pechos y también los besó, no los pezones, sólo los senos, el canal entre ellos… Amasaba con las manos, con ambas manos a la vez. Era diferente, sus manos eran más grandes, más rudas, pero su delicadeza era tanta o mayor que la de Coro.

Empezó a rodear ambas areolas con los pulgares durante bastante rato mientras daba mordisquitos en el cuello. Al pellizcar los pezones, me tensó entera, me di cuenta de cómo necesitaba esa caricia, me los puso como nunca. Los chupó y mordió, estuvo un buen rato en ello y, era tanta mi excitación, que sólo con estas caricias consiguió un orgasmo suave que me supo a gloria.

Después de tensarme, él bajó por mi vientre siguiendo con sus besos, caricias leves con la yema de los dedos… Abrí las piernas esperándole ansiosa… Pasó de largo. Siguió por los muslos, las rodillas, las corvas, pantorrillas… Dio un masaje a mis pies, no caricias, masaje en las plantas. Era de las cosas más relajantes que me hubieran hecho en la vida. Me chupó los dedos, era muy, muy agradable y excitante a la vez…

Acarició con más fuerza las piernas, una a una. Me puso boca abajo repitiendo la operación, me estaba dejando como una malva… Acarició toda mi espalda, unas veces muy suave, otras con más fuerza, como soltándome los músculos. El relax era estupendo.

Después de dedicarse un ratito a la zona lumbar (estaba a punto de dormirme) continuó con las nalgas ¡Qué gusto me estaba dando! Miré hacia la puerta con los ojos semi cerrados para ver como Coro se masturbaba frenéticamente sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared.

De las nalgas volvió a los muslos, me separó las piernas para masajear cada una por separado, me acarició mi intimidad como si no estuviera ahí… A la tercera pasada, tenía los labios vaginales súper dilatados, lo notaba… En un momento introdujo un dedo dentro, masajeando las paredes de mi interior ¡Me iba a matar!

Cuando consideró que era suficiente, me cambió nuevamente de postura, tumbándome sobre la espalda, boca arriba, estaba totalmente ofrecida a él, de momento no había hecho nada que me hiciera retraerme y, si en algún momento pensaba alguna estupidez, ahí estaba Coro; su sola visión me animaba.

Se quedó acariciando entre mis piernas, besó mi vientre, bajó más… Mientras me ablandaba con un dedo mi esfínter anal, chupaba y mordía el perineo, ascendía hacia mi cueva, yo le esperaba… Metió la lengua, sorbió mi humedad, rodeó el clítoris… ¡Coño, iba a hacer que me volviera a correr! Metió otra vez un dedo dentro, frotó las paredes vaginales… Y si alguna vez dudé del relato que Coro me hizo sobre el hallazgo del punto G, Jorge lo disipó al instante.

-AAAHHHHH, MAAAMAAAAA… ¡Por Dios! AAAHHHH

Succionándome el clítoris con delicadeza, haciendo la presión justa para no sentir dolor y frotándome dentro del coño como Coro nunca había hecho, me corrí en el orgasmo más alucinante que hubiera imaginado. Y, ni por lo más remoto, esperé sentir lo que siguió…

-HOOOOSSSSTIIAAASSS… AAAAHHHHHHH

No paraba de correrme, no se acababa, él seguía chupando y frotando… Tuve que cerrar las piernas con todas mis fuerzas e intentar sacar su mano de mi intimidad. Si seguía así me daba un colapso. Menos mal que lo entendió, me había dejado totalmente crispada y alucinada.

Se izó sobre mí, me acarició la cara, hasta su peso me relajaba… Esto de hacerlo con mi hermano no estaba nada mal… Un gemido de Coro me sacó de mi abstracción, se estaba corriendo con dos dedos en su interior.

No me dio tiempo a pensar mucho, Jorge me acariciaba la cara, luego me besaba los labios bajando las manos a mis senos… Se puso a mi lado, seguía con sus caricias, su suavidad… Mucho tiempo.

Volvió a subirse encima, a besarme la boca, a aplastarme un poco con su peso… Me abrió las piernas ni fuerte ni suave, es más, me di cuenta de que estaba así cuando una cosa enorme se iba abriendo camino en mi interior.

Boqueé cogiendo aire, me iba a partir… Se salió, ah, menos mal. Vi a mi lado a mi novia haciendo algo con Jorge, la herramienta volvió a mi interior, me volvía a partir… No era una sensación parecida a la de los consoladores, era más duro, más caliente, más grande…

¡Qué impresión! Cuando creí que ya estaba, que había llegado al final, que iba a vibrar (en mi alucine pensaba en un vibrador), empezó otra cosa que no me esperaba. Entraba y salía de forma constante, me dilataba el coño por dentro cada vez más, no sabía si aquello dolía o gustaba…

Cinco minutos después salía de dudas. Iba como un martillo neumático, a toda velocidad haciendo que lo sintiera a lo bestia, golpeaba su pubis contra mi clítoris, levantándome del culo para tenerlo enfilado. Uno de sus dedos me masajeaba el esfínter otra vez, me estaba llevando al paraíso…

-MAAADREEEE, ¡Por Dios, por Dios, por Dios! POR DIOOOOOOSSSSS

El martilleo seguía ¿No iba a parar nunca?

-¡JORGE, Jorge, para! ¡Para! ¡No puedo más!

Menos mal, me la sacó y dejó que me relajara… ¡Dios mío, Coro tenía razón, qué polvo!

¡Y qué cabrón! ¡Me había aupado encima de él y me la había vuelto a meter!

-¡JODER, QUE NO PUEDO!

-¿No? – Dijo mi hermano.

Entonces me descabalgó, ahhhh (de alivio), me puso a su lado, parecía una muñeca de trapo en sus manos…

Pero ¿Cómo dijo? ¿Qué bajaba al pilón? ¿Y eso qué era?

-¡Por Dios! Me estaba comiendo otra vez toda mi zona genital. Intenté cerrar las piernas, intenté sujetar su mano…

-AAHAAHHHHHHH, DIOOOOOOSSSSS

No me dejó ni respirar, si esto seguía me moría, había tenido más orgasmos en un rato que en el resto de mi vida. Esto no había cuerpo que lo aguantara.

Desgraciadamente el mío sí, aguantaba pero… ¿A qué precio? ¡Me iba a desmayar! ¡Dios mío, qué placer! ¡Qué crispación! ¡Tenía los nervios como cuerdas de un violín!

Otra vez me relajó, me acarició el cuerpo muy despacio, muy suave… Me iba a quedar frita…

Mejor dicho, me quedé frita. Y el espabilar fue tremendo, Jorge le metía a Coro desde atrás su fabulosa herramienta y ella, la muy cerda, me empezó a comer ¡otra vez! todo el coño.

-DIOOOOOSSSS

No había tardado ni dos segundos en volverme a correr, apretando la nuca de mi novia, estampándola contra mi intimidad, cerrando mis piernas hasta casi ahogarla. Me aparté como pude mientras esos dos seguían dale que te pego. La verdad es que era alucinante verlo tan de cerca, participar con ellos.

Como lo había visto la otra vez ¿O me lo habían contado? Le dije a Jorge que cambiara de postura, había llegado la hora de mi venganza.

-Jorge – Le dije al oído –Ponte en la cabecera y a Coro encima de ti. Haz de colchón.

Me entendió enseguida, la puso mirando hacia mí mientras se la volvía a meter. Me produjo una sensación increíble ver cómo introducía semejante cacharro en el coño de Coro.

-DIOOOOOSSSSS

Gimió al ser nuevamente penetrada. ¡Se iba a enterar! Mientras ella estaba totalmente apoyada sobre mi hermano, ensartada hasta el fondo, metí mi cabeza entre sus piernas y ataqué con decisión su botón. Lo chupé alrededor, lo succioné con cuidado… Entre las pajas que se había hecho, la polla de Jorge y mis labios, mi novia estaba a punto de tener uno de los mejores orgasmos compartidos de su vida (si no el mejor).

-MAAAAMAAAAAAAAA

Fue increíble cómo se corrió. Intentó cerrar las piernas pero las de Jorge se lo impidieron así que seguí y seguí mientras se corría y corría.

Los muy cabrones, en cuanto dejé la intimidad de Coro, me devolvieron la jugada, yo no quería, estaba muerta… Fueron dos contra una… Apoyada en el pecho de mi hermano, su cosa apretando el fondo de mi vagina, los labios de Coro en mi clítoris y las tetas ocupando las manos de Jorge que me pellizcaba los pezones, me deshice en otra serie de orgasmos que me llevaron hasta… Hasta el infinito y más allá (eso decía el muñeco de la peli).

Cuando me desperté en la cama, Coro dormía abrazada a mí. Intenté levantarme… Bueno, lo de levantarme se quedó en el intento. No pude, no me pude ni mover (y no por el abrazo).

No sé las horas que habían pasado cuando volví a abrir el ojo, oí ruido en la cocina, alguien charlaba y trasteaba por allí. Conseguí ponerme en pie, estaba todavía alucinada, las piernas se me doblaban. Desnuda, fui hasta el baño a darme una ducha relajante.

Al salir, vestida sólo con un albornoz, encontré a esos dos crápulas desayunando al estilo americano, huevos con beicon. ¿Cómo podían meterse eso a esas horas? Casi vomito. Yo, un cafetito con leche y una tostada con mantequilla y mermelada.

-Bueno, qué, Bella Durmiente – Dijo Coro -¿Has dormido bien?

-¿Bien? Como un bebé. No me podía ni mover. Eres un cabronazo Jorge ¿Sabes lo que me hiciste anoche? Todavía me cuesta hasta andar…

-¡Qué exagerada! – Rió mi hermano –Para una vez que pruebas algo distinto, no aguantas ni un asalto…

-¡Vete a la mierda! ¡Me habéis hecho puré! ¡Los dos! – Dije regañándoles, pero de muy buen humor.

-Bueno, entonces qué, qué has decidido ¿Sigues conmigo o prefieres a los hombres? – Coro preguntaba con una sonrisa de oreja a oreja.

-No me habéis dejado ni pensar, pero bueno… Esto ha sido sólo sexo ¿No? Si lo pienso, no me imagino a otro tío babeándome el cuello, chupándome los pezones o metiéndome su cosa, todo sudoroso… En ese aspecto, Coro, ni me lo planteo. Sigo enamorada de ti, más que antes. Pero tengo que reconocer que hacerlo todos juntos, estar con Jorge… Al ser mi hermano no me ha dado cosa, ha sido… ¿Natural? Él no me da asco, no como yo, que parece que sí se lo doy a él… - La frase final la dije con un poco de mala baba. No me iba a olvidar tan fácilmente de lo que soltó.

Jorge, que hasta entonces no había abierto el pico, se levantó muy serio, se acercó a mí, me quitó la taza de café de las manos y, levantándome de la silla, me besó. Fue un beso profundo, tierno, apasionado… Ahíta de su lengua y su saliva, separé morosamente mi boca de la suya…

Me miraba con ojos chispeantes. De vez en cuando tenía la facultad de ponerme nerviosita, nerviosita. En menos de dos segundos estaba acariciándome la espalda, el pecho, los costados, mientras el albornoz yacía a mis pies.

Ni por lo más remoto me esperé lo que siguió. Jorge se sentó, me arrastró con él y, sin darme tiempo ni a pensar, me estaba sentando a horcajadas en su regazo, clavándome ese cacharro que tenía a bien gastar hasta el fondo de mi interior.

-UUUUAAAAHHHHH ¡CABRÓN! ¡QUE ME VAS A REVENTAR!

-¿Sí? – Dijo con cachondeo.

-¡JODER!

Chupándome los senos, los pezones, excitándomelos, poco a poco iba subiendo mi nivel de excitación.

-Me encanta hacerlo en frío – Me dijo

¡Qué cabrón! Con semejante polla, esto de “hacerlo en frío” te partía por la mitad y te llevaba el útero hasta la garganta. Haciendo un esfuerzo de relajación para conseguir dilatar la vagina, sentí como Coro me acariciaba la espalda con sus manos y sus tetas desnudas. El rozar de sus pezones excitados era alucinante.

Esas caricias fueron bajando a mis nalgas, Jorge seguía bombeando con suavidad, permitiéndome acostumbrarme a su virilidad, Coro, a la vez, metía una mano entre nuestros cuerpos para frotarme el clítoris con los dedos llenos de… ¿Mantequilla? ¡Qué gustazo!

Cuando todo iba mejor, su polla, el frotamiento del clítoris, las caricias de ella… Agarrada al cuello de mi hermano me hicieron algo en ese momento que no pude ni imaginar.

Jorge abrió mis nalgas con las manos ayudando a Coro a meterme un consolador (gracias a Dios no muy grande) por mi entrada trasera, bien untado de esa mantequilla.

-UUUUAAAAHHHHHHH ¡QUÉ DAÑOOOOO!

Me quedé empalada, totalmente quieta (no me podía mover) mientras esos dos cabronazos me metían de todo por ambos agujeros. Mete saca, mete saca… Por el coño, por el culo… Si salgo de esta, pensé en ese momento mientras me perdía en un mar de sensaciones, me vengaré como sea.

Jorge, con su bombeo continuo, había conseguido meter su cosa hasta el fondo, me rozaba mi nódulo con su pubis, no necesitaba los dedos de Coro. Ella metía y sacaba, despacito, el artilugio de mi entrada trasera, lo puso a vibrar a tope, me produjo una sensación rarísima y alucinante.

Ese ardor que sentía detrás se iba mitigando e iba disfrutando de todo lo que me hacían, estaban consiguiendo que me arrastrara una ola de lujuria como jamás había soñado. Mi novia, mi hermano… ¡Qué morbo! En unos minutos, me iba patas abajo en otro orgasmo de los que hacen época.

Pero, pero… ¡Que paren! ¡Que paren…!

-AAAHHHHHHH ¡PARAAAAAAAD! ¡PARAD QUE REVIENTOOOOO!

¡Mi madre! ¿Esto era un orgasmo? ¡Si no acababa nunca! Me corría y, sin relajarme, volvía a ascender a otra cota de placer, una y otra vez…

Cuando por fin me hicieron caso, me tuvieron que levantar entre ambos, estaba destrozada, la serie de clímax interminable me había dejado sin fuerzas, al borde del desmayo.

El bueno de Jorge me llevó en brazos a la cama, él y Coro se tumbaron a ambos lados de mí.

-Por favor, ya, ya… No puedo más…

Entonces se liaron entre ellos, no entendía cómo mi hermano seguía con su polla tiesa metiéndosela a Coro sin parar. Yo alucinaba. Alucinaba por cómo lo hacían, por cómo disfrutaban… Derrengada, sin fuerzas apenas, quise devolverle a mi novia el regalito que me había hecho. Cogí su vibrador y lo embadurné bien de lubricante.

Ella botaba encima de él cabalgándole, los gemidos rítmicos de Coro eran enervantes, me puse detrás estampando mis tetas en su espalda apoyándome. Ella se reclinó sobre él, mordí su nuca y con un movimiento suave y decidido, le metí bien metido el cacharro por su entrada de atrás.

Coro no era virgen analmente, bueno… Yo tampoco. Pero era algo que raramente hacíamos. Con el lubricante y mi ímpetu, fue entrando mientras Coro apretaba los dientes. Al activar la vibración, tardó menos y nada en correrse.

Jorge le hizo lo mismo que a mí, siguió y siguió a pesar de pedir clemencia. Yo tampoco la tuve. Cuando acabó, totalmente deshecha encima de Jorge, con espasmos de cadera que la recorrían continuamente, mi hermano soltó finalmente toda la carga acumulada ¡Este tío era alucinante!

Agotado encima de la cama, el muy cabrón tenía a dos pedazo de hembras (me incluyo) a cada lado, dándole besitos y caricias mientras se iba quedando, como nosotras, dormido.

Despertamos pasada la hora de comer, seguíamos desnudos en la cama de Coro que, a pesar de ser grande, no era como para que tres personas estuvieran repanchingadas. Estaba bien pegada a Jorge, con la cabeza en su pecho, pegada a la cabeza de mi novia, tumbada al otro lado de él. Sonreímos, no besamos ambas… ¡Dios mío! Esto había sido lo más alucinante vivido en mis diecinueve años.

Cavilé un ratito sobre lo comentado en el desayuno, antes de que estos dos me dieran otro tratamiento de la leche. ¿Qué había dicho? Ah, ya, que sólo con ella y, en todo caso, que no me importaba hacerlo con Jorge. Si tenía que ser sincera, el sentimiento que me embargaba por mi hermano se estaba pareciendo demasiado al sentimiento por Coro. Pero no, estaba enamorada de ella, de él… ¡Dios, qué difícil!

Era más que el sentimiento que hasta ahora había sentido, era capaz de acostarme con él, no sólo capaz, me apetecía… ¿Sola o con Coro? Pues me daba igual. Reconozco que las dos juntas mejor, era más divertido, pero sin ella también disfrutaría, tenía que probarlo…

Coro se levantó besándome los labios. Yo seguía con la cabeza en el pecho de Jorge.

-Voy a hacer algo de comer, como no repongamos fuerzas, nos encuentran aquí fritos.

Al salir, Jorge abrió un ojo y me acarició el pelo.

-Si he de ser sincero, nunca hubiera imaginado que acostarme contigo sería tan acojonante. Lidia – Me besó en los labios –No eres una hermana, eres “la” hermana. Más todavía. Guapa, lista… Y una fiera. Creí que no te iban los tíos.

-Y no me van, es lo que estaba pensando. Tú eres diferente, la complicidad, el cariño… No sé, es distinto. No te veo como a un tío, te veo a ti, es otra cosa.

Mi mano se perdió camino de su virilidad, la suya camino de mi intimidad. Dos segundos después estábamos enredados en un sesenta y nueve, yo encima para que no intentara meter ese aparato suyo hasta la garganta. Me hizo llegar al cielo con la boca, con los dedos… Yo intentaba darle el mayor placer posible en la segunda vez que me comía su cosa.

Hecha cisco después de haberme corrido a lo bestia (era increíble lo que conseguía este chaval) Me volvió a meter ese cacharro en el interior de mi vagina, dilatada como jamás había visto. Me lo hizo de todas las posturas que supo y las que no supo, hubo un momento en que encadenaba orgasmos cada pocos segundos, hasta que, sin solución de continuidad (por decirlo de alguna forma) me hizo llegar a otro que parecía no tener fin, no acababa, era continuo… Hasta que se vació en mi interior, golpe a golpe, dejándome al borde de un ataque cardiaco ¡Esto no lo podía aguantar!

Cinco minutos después, mientras Coro se unía a nosotros en la cama, pensé que mejor morir de un orgasmo de éstos que no haberlo probado. ¡Eran la hostia! No reventé aquel día porque Dios es bueno ¡Qué polvazos!

Desde entonces, de mutuo acuerdo, cuasi convivíamos los tres. Hacíamos más vida en casa de Coro que en la nuestra, incluso pensábamos en venir a vivir con ella. Cuando Coro y Jorge se quedaban solos, reconozco que tenía algo de pelusilla sin llegar a ser celos.

Lo curioso es que era por mi hermano, Coro era mi novia, estaba enamorada, pero siempre tuve claro que yo no era su dueña. Jorge sí era mío, era mi hermano, le conocí antes, era de mi propiedad, no me gustaba que se acostaran juntos si no estaba yo con ellos. Tenía que demostrar que era mejor que ella. En el fondo, pretendía que él se enamorara de mí más que de Coro.

¿No fue ella la que me metió en esto? ¡Pues que aprenda!

Lo malo es que, como soy una bocazas, le conté a Elena el motivo de mi cambio de los últimos tiempos. Había pasado de estar hecha una mierda a una euforia constante. Tenía ciertas sospechas y estuvo dale que te pego, preguntando todos los días, hasta que le dije que estaba enamorada de Coro y que salía con ella. Se lo tragó, claro, pero, no sé cómo, me dijo que también había un chico, que lo había notado. Yo alucinaba en colores ¿Cómo había podido notar eso?

La muy guarra me había espiado, había descubierto que tomaba la píldora (mira que la tenía escondida) y, lo que es más fuerte, también ciertas evidencias que, de vez en cuando, aparecían en mi ropa interior. ¡Qué cerda!

Le tuve que contar la verdad, que sí que había un chico... Ya puestos, se me cruzó un cable y, para darla en las narices por el cabreo que me produjo, le dije quién era. ¡Casi se muere del susto! Pero no hay nada como meter el gusanillo en el cuerpo (lo sabré yo). No se chivó, pero sé que se quedó con el resquemor, más después de describirle con todo lujo de detalles cómo era Jorge.

Un mes, solo tardó un mes en lanzarse a saco. Claro que, durante ese tiempo, le contaba todos los polvos que había echado con él o con Coro y él. Así, día tras día (para joderla, por espía). Fue gracioso observar el cambio paulatino. Pasó de la total incredulidad al espanto más absoluto, al asco, a la aceptación, a la curiosidad, hasta llegar al deseo de comprobarlo en sus propias carnes. En este punto, la llevé un día a casa de Coro, ya había hablado con ella y con Jorge y él, después de haber estado conmigo, no le hacía ascos a nada, aunque tampoco le hizo mucha gracia.

Al salir de la habitación (Coro y yo oímos todo) Elena alucinaba como alucinábamos nosotras casi todos los días. ¡Caray con el semental! Naturalmente, trajo consecuencias, mi hermana mayor, después de probar al pequeño, no pensaba renunciar a su parte del pastel pero no le quedó más remedio, el pobre Jorge estaba que no daba más de sí, satisfacer a tres tías le estaba pasando factura.

Convencí a mis padres (realmente me daba igual lo que dijeran) y me fui a vivir con mi novia. Jorge venía todos los días, estaba tan enamorado como yo de Coro y no pensaba renunciar a ella de buenas a primeras. A Elena hubo que convencerla de que no podía abusar de nosotros y, muy a su pesar, lo entendió. Sus visitas eran muy de vez en cuando, cada vez más espaciadas. Por suerte, en poco tiempo se echó novio y dejó de aparecer.

Así, por el empeño de Coro, formamos un trío como pocos. Me convencí enseguida de que eso fue lo que ella quiso, lo que buscó, no sé si desde el principio, pero sí poco tiempo después y lo persiguió hasta conseguirlo. Casi se le fastidia el tema cuando Jorge lo dejó, pero al final todo le salió bien.

Y a mí, qué bien me conocía, cómo supo que después de probar a mi hermano tragaría con todo y, esto no lo sabe, casi me gusta más hacer el amor con él que con ella. Casi. Estoy tan enamorada de los dos que… ¡Quién iba a pensar que sentiría por mi hermano lo mismo que por mi novia!

Qué decir de mi hermano, sin buscarlo se ha encontrado un harén de mujeres, bueno, sólo dos, que intentan hacerle feliz en la medida que él nos hace felices a nosotras. No sé lo que durará, dieciocho años no se tienen todos los días y, a lo mejor, le agotamos. Aunque también dicen que cuanto más se practica, más habilidad se tiene…

¡En fin! ¡El tiempo lo dirá!