Cornutto consciente

Tenía una polla envidiable. Grande. Hermosa. Bella. Llena de virilidad. Su longitud y grosor eran poco frecuentes. Algunas veces he visto tallas de miembro parecidas, pero pocas. Soportaba con gallardía las acometidas de la boca de mi mujer. El congestionado glande brillaba merced a la saliva que lo envolvía.

Tenía una polla envidiable. Grande. Hermosa. Bella. Llena de virilidad. Su longitud y grosor eran poco frecuentes. Algunas veces he visto tallas de miembro parecidas, pero pocas. Soportaba con gallardía las acometidas de la boca de mi mujer. El congestionado glande brillaba merced a la saliva que lo envolvía. Cada vez que la voraz boca se separaba de él para tomar un breve aliento e iniciar una nueva acometida, su lengua de serpiente se enroscaba libidinosa a lo largo del grueso tronco para inmediatamente, y, con fuerzas renovadas, volver a la carga envolviendo ávidamente la cabeza con sus labios rojo carmesí.

Era auténticamente maravilloso. Una obra de arte. Ninguna representación pictórica podría semejarse. La lujuriosa labor de la boca de la mujer intentando robar el preciado licor del espléndido apéndice masculino. Las contorsiones de la cara de él denotando un placer extremo, acusando los embates de cada ola de placer que se estrellaba inmisericorde y repetidamente contra su espolón. La cara deformada de ella, que adoptaba formas grotescas, cada vez que engullía su objeto de culto abultando sus mofletes o dilatando en exceso su garganta cuando trataba de albergarlo por completo.

Pero también era auténticamente envidiable, no sólo su porte y gallardía, si no su aguante. Digno de elogio era la defensa numantina que hacía de su simiente, sabedor que, en cuanto sus muros fuesen abatidos, su vitalidad se derramaría como un manantial en las fauces de su implacable atacante. Duraba un cuarto de hora ya esta demostración de fuerza por uno y otro combatiente y ninguno de los dos cejaba en su esfuerzo. Pero la suerte estaba echada, era una historia con final conocido y una victoria de antemano sabida.

Dado lo enconado de la contienda, en ayuda de la boca acudieron las manos que, con sus dedos se aferraron al ariete con denuedo, rodeándolo una por la ancha base y la otra ocupando posiciones en el resto del amplio campo de batalla. La acción combinada de la succión artillera de la boca con la infantería de sus dedos empezaron a hacer mella en el enemigo que intentaba resistirse bravamente a esas garras que apresaban, retorcían y exprimían su falo de abajo a arriba, de arriba abajo.

Tan concienzuda y persistente labor dio al fin sus frutos y pronto la batalla se inclinó irremisiblemente a favor de un bando. La victoria estaba cercana y con ánimos más encendidos la boca y las manos se emplearon más a fondo si cabe en derribar las últimas defensas. De repente, el gruñido de búfalo herido que salió de la garganta de él, la contracción de sus glúteos y una contorsión de su pelvis hacia arriba me confirmaron la explosión de lava ardiente que estaría proyectándose buscando una salida a lo largo del inflamado miembro. Tal explosión, quiero imaginar, hubiera desafiado la ley de la gravedad un metro de altura o más si no hubiese estado la vencedora boca de mi mujer que no permitió que ni uno sólo de los espesos grumos eyaculados se perdiera, engulléndolos glotonamente. Veía como su garganta subía y bajaba tragando el botín capturado al enemigo. Entre estertores, rendida la plaza totalmente, el pene de él, como pidiendo clemencia, se retorcía entregando los últimos restos de su tesoro a tan implacable enemigo. Pero no obtuvo piedad. Sólo cuando la boca evidenció una sumisión y flaccidez total detuvo las hostilidades y abandonó la succión.

Ella separó la cabeza de su pelvis sosteniendo con una mano el pene y admiró con orgullo su victoria sobre tan admirable contendiente. Aún rendido, su estado era realmente magnífico, digno y lleno de porte. De su mano colgaba semicurvado hacia abajo con casi toda su longitud y grosor. Lo agitó a izquierda y derecha varias veces como el perro agita la liebre en sus fauces para constatar que su presa esta inerte. Brillante y rojo por el esfuerzo. Su cabeza amoratada, había soportado casi todo el peso de la batalla y, con una sensibilidad a flor de piel, se estremecía cada vez que ella relamía golosa los restos de néctar que resbalaban o recogía con la punta de la lengua la última gota de esperma que asomaba por su ojo. Aún rendido y flácido, su aspecto era temible, pero el garañón había sido domado por una experta mujer que haría con él lo que tuviese en antojo.

¡Quién tuviera una polla como esa! Grande y resistente. Superior a la mayoría. Que las mujeres lo supiesen y llegaran rendidas a tus pies sin tener que esforzarte en ligártelas. Porque ellas se enteran de estas cosas, no se cómo, pero ellas se enteran. Saben dentro de su círculo social, del trabajo o de su vecindario a quién merece la pena acercarse con las bragas en la mano. Qué gozada poder follarte a las mujeres de tu vecindario, o de tu trabajo o de tus amigos, para que cuando me encontrase con ellas y sus maridos en el supermercado o en una fiesta de la oficina o en una cena en casa pudieses pensar: "hola, ¿qué tal estás Pedro?, veo que te siguen creciendo los cuernos que te pongo" , y en un descuido del marido deslizase subrepticiamente una mano por el muslo de su entregada mujer. Qué sensación de superioridad te daría rellenar tanto paquete del bañador o de los vaqueros o que en un descuido en una playa o un vestuario si te viesen el falo provocara estupor y asombro y no indiferencia.

La polla de este tío llamaba la atención, ¡sí señor!, incluso después de correrse. Es más, ahora relajada, en su estado de reposo despertaba ternura e incitaba a tocarla y amasarla. Me hubiese fascinado ver su eyaculación, tuvo que ser abundantísima por la forma en que Ana tragó, rápidamente para que no le rebosara.

Apenas dos o tres minutos después de tan fabulosa felación, el sopor podía con el entregado muchacho y se le cerraban los ojos abandonándose a las suaves caricias que las manos de ella, antes despiadadas garras masturbadoras, depositaban por su bien formado torso. No tenía ella, ni mucho menos intención, de dejar las cosas como estaban y que un semental como este se marchara sin arrebatarle toda su fuerza viril y vaciarle hasta la última gota de sus testículos. Ana se incorporó de nuevo en la cama y se quedó de rodillas observando el cuerpo de su amante. Estaba bellísima. Su castaña melena caía a lo largo de su espalda. Estaba sentada sobre sus propios talones y su corto camisón blanco descubría sus perfectas piernas dobladas. De momento, le dejó dormir.

Deseaba ahora probar entre sus piernas el increíble vigor de este valiente y lograr que enterrara su vástago hasta el fondo de su intimidad. Ella ya se encargaría de ordeñarlo con su vagina, de extraerle sabiamente sus fluidos, aunque tenía la esperanza de que fuese él el que la doblegase a golpes de riñón, el que consiguiera que se abandonara por completo sometida a las brutales embestidas de su ariete. Pocas veces la había sucedido. Raros eran los amantes que la habían satisfecho totalmente, pues mi mujer alcanzaba el orgasmo con dificultad y prácticamente se conformaba con agotarlos para luego saborear su victoria aplicándose el dedo a conciencia hasta que toda ella vibraba en un terremoto interno. Para ella el sexo era como la supremacía de la mujer sobre el hombre. Por eso, las pocas veces en las que algún bravo le demostró lo contrario, su dependencia sobre estos pocos afortunados que la doblegaron se hizo insufrible para ellos y la abandonaron sin más.

Durante mucho tiempo lo tuve claro. Aquel que se la follase y la hiciera gozar como una perra, si conseguía tolerar su obsesiva dependencia y celos me la quitaría para siempre. Ahora ya no lo creo. Esos cabrones la hicieron sufrir y conmigo es feliz.

Como se pueden imaginar yo no estoy en la corta lista de esos afortunados hombres que la hicieron gozar sistemáticamente y a conciencia. Pero soy su marido y la quiero. Se que ella a mí también, pues ya son muchos los años que llevamos juntos y muchas cosas las que nos unen, una sola la que en algún momento dado podría separarnos, el sexo. No se crean que soy un impedido ni un eyaculador precoz ni nada por el estilo. Siempre he cumplido y he estado a la altura de las situaciones. Tuve varias novias y todas ellas me confirmaron mi maestría en la cama. Mi pene no está nada mal sin ser por ello catalogado como especial, ya me entienden, casi 20 cm de morcillón orgullo, pero lejos de parecerse al cacharro que descansa sobre el muslo derecho del joven que duerme plácidamente en la cama de matrimonio del cuarto de invitados. Así que cuando Ana y yo tenemos sexo, lo cual afortunadamente para mí sucede no más de una vez a la semana, le procuro uno o dos orgasmos oralmente después de follármela a placer.

Si bien el sexo oral le gusta, no lo considera auténticos orgasmos porque dice que es trampa, que una mujer se ha de correr cuando se la jode como Dios manda. También he de aclarar que en todos estos años he conseguido que se corriese a pollazos, como ella desea, en varias decenas de veces, pero siempre después de dos polvos previos y haciendo un verdadero alarde de imaginación y aguante que me dejaban extenuado. Cuando esto sucedía ella lo apreciaba muchísimo y me lo hacía saber dándome las gracias por ayudarla en sus "limitaciones". Pero al día siguiente o dos días más tarde a lo sumo me volvía a exigir lo mismo y yo no podía repetirlo con tanta frecuencia.

Así las cosas y, viendo que la voracidad sexual de Ana era difícil de aplacar, empecé a darme cuenta que si no le otorgaba cierto grado de libertad podría frustrarse sexualmente al tener un marido que sólo muy de vez en cuando le conseguía ese clímax que ella tanto necesitaba. Yo la comprendía perfectamente. Si todos nos tuviésemos que pasar la vida haciéndonos pajas porque follando no lográramos corrernos estaríamos medio locos.

Tenía que hacer de tripas corazón y dejar que ella experimentase con otros hombres para que estuviese atendida como toda mujer merece. Tenía que asumir mi papel de "cornutto consciente" como dicen los italianos y eso nunca es fácil. Tratándolo con ella de forma adulta y seria le dimos un enfoque casi terapéutico y le permití que se iniciase en la búsqueda de nuevas experiencias.

Por lo demás, tuvo el detalle de no decirme nada la primera vez que me puso los cuernos y, semanas más tarde, me confesó que se había estrenado en el adulterio con el entrenador de rugby del equipo del barrio. Sin embargo, la torpeza del joven hizo que casi se corriese nada más ver el espléndido cuerpo desnudo de mi mujer. Pero el tío, superado el primer impacto, tuvo la suficiente presencia de ánimo para estar dándole caña a Ana durante más de dos horas hasta que se desplomó agotado. No había sido exactamente lo que ella buscaba pero el chavalote consiguió que ella se corriese una vez cuando le colocó las piernas en sus hombros y embistiéndola con una fuerza descomunal la taladró a fondo por espacio de varios minutos dejándola el coño agradecido e inundado de semen. Se la notaba contenta por la experiencia. Sabía que esto no había hecho más que empezar. En fin, ya era cornudo consciente y consentidor. Todo sea por su felicidad y la mía y así de paso yo también descansaba un poco dejando que alguien hiciese el trabajo duro.

Ella se convirtió además en mi confidente al ver que no me molestaba el que me contase sus aventuras sexuales. "Felipe ha sido genial y quiero repetir a ver si aguanta", "Antonio folla de pena y sólo se empalma cuando le toco el culo", a "Luís le gusta follar a perrito porque su mujer no le deja" , etc…, algunas de las confesiones correspondían a personas conocidas y a través de mi mujer empecé a conocer sus secretillos.

Pero cuando conocía a algún "bravo", como terminamos apodándolos, Ana, además, tenía mi permiso para traerlos a casa y follárselos tranquilamente y sin prisas, con toda la comodidad del mundo y con mi total complicidad. Debía disfrutar plenamente de los pocos hombres que realmente merecían la pena.

A esas alturas de la película yo ya me había acostumbrado a la situación e incluso disfrutaba viendo como ella era amada y amaba a otros hombres. Eran las mejores películas porno que había visto en mi vida. Llegué a ver con ella los videos que a escondidas le grabé en plena acción con sus amantes y me excitaba de nuevo con ellos haciéndole el amor acto seguido. Ella estaba muy agradecida por lo bien que lo llevaba y los pocos celos que demostraba. Un buen día me dijo, ¿nunca tienes celos?,

  • Cariño no puedo estar celoso cuando reconozco el poderío de los afortunados que te traes a casa, tienen pollas admirables y te procuran más goce que yo, la verdad es que alguno de ellos tienen miembros que difícilmente te puedes resistir.

  • ¿Lo dices por mí o por ti?

  • Por ti claro.

  • ¿Te gustaría tocar o probar uno de esos miembros?

  • ¿Porqué piensas eso?

  • Porque se como te excitas viéndome con ellos. Si quieres la próxima vez me las ingeniaré de tal forma que pruebes tu primera polla, ¿qué te parece?

  • Una locura.

  • Las locuras son excitantes, ¿verdad?

  • No se.

  • Eso significa que sí. Cuando una mujer dice NO, quiere decir que NO SE, y cuando dice NO SE, quiere decir SÍ y tú, cariño, ahora mismo estás pensando como una mujer, estás loco por probar una polla aunque no lo admitas.

  • ¿Pero te has vuelto loca?

  • Tranquilo cielo, no pasa nada. Porque pruebes una polla no te vas a volver gay, si no te gusta no lo vuelves a hacer y si te gusta pues quedará entre nosotros.

  • Te recuerdo que siempre he sido hetero y me gustan las mujeres un montón.

  • Eso ya lo se. Sólo te digo que no creas que voy a pensar que eres menos hombre porque chupes una polla de vez en cuando. Tú mismo lo has dicho, hay pollas irresistibles. Sería una experiencia única para ti, piénsalo. Te puedo dar unas lecciones básicas y luego tú mismo con tu imaginación.

  • Estás dando por hecho que me voy a convertir en un mamador de pollas, bastante tengo con soportar que mi mujer se acueste con otros hombres.

  • Pero si te encanta. No te pierdes ni uno de mis encuentros. Siempre escondido en algún sitio para que no te vean. Yo creo que si a algunos de mis amantes les digo que quieres ser espectador no les importaría en absoluto, es más igual se excitarían un montón poniéndote los cuernos en tus narices.

  • Esto es demasiado.

  • Como quieras, pero luego no digas que no te he ayudado. No se porqué te cierras a una experiencia así, puede serte gratificante y estimulante, piénsalo, eres ya mayorcito para empezar a acomplejarte sobre ciertas cosas, quítate el tabú y date el gusto de saborear un buen rabo y hacerlo explotar en tu boca. Se que te encantaría.

  • Joder, lo pintas de una forma que

  • ¿Lo ves?, tú déjame a mí que ya ingeniaré yo algo.

Y el día que se las ingenió era ese mismo día de la gran mamada al portentoso muchacho que descansaba ajeno a sus maquinaciones.

Se levantó por fin de la cama y se dirigió hacia mí que estaba en el umbral, con la puerta entornada y desde donde había visto toda la felación desde el principio hasta el final. Se acercó a mí y me dio un morreo de más de un minuto en el que introdujo su ávida lengua en mi boca y enjuagó el sabor de sus labios con los míos. Saboreé semen por primera vez. Noté su sabor amargo casi, como a herrumbre, difícil de describir y conocí su textura pastosa cuando Ana me pasó de su boca un grueso grumo que había almacenado para mi disfrute. Separó sus labios de los míos y con la boca abierta jugueteó con un viscoso hilillo de semen pegado a la punta de su lengua y conectado en el otro extremo con la mía. Luego se relamió y sonriendo me dijo:

  • ¿Qué te ha parecido el sabor? Riquísimo, ¿verdad?. No tengo más, el resto me lo he tragado. Si quieres más tendrás que obtenerlo tú mismo.

No reaccionaba. Estaba estupefacto. Ella continuó hablando.

  • Aunque pensándolo bien, no le he dicho nada al chico y si se despierta y te ve comiéndole el rabo imagínate. Te diré lo que vamos a hacer. Le dejamos descansar media hora y luego entro yo y apago todas las luces y con la oscuridad total entras tú sin hacer nada de ruido y se lo chupas hasta que se le ponga duro. Pero creo que será mejor que se lo sujete yo para que no note la diferencia del tacto. Yo se la sujeto y tú se la chupas, ¿vale?

  • ¿Y luego?

  • Pues me lo follo como siempre. No te quejes, para empezar no está mal. Vas a chupar una polla de campeonato y además has catado su semen. ¿Qué mas quieres?, la primera vez que yo chupé una polla fue en un cine a un jovencito lleno de granos y con una pollita delgada que a los dos minutos se corrió.

  • Vale, vale, me conformo con eso para empezar.

  • ¿Estás excitado verdad?, ¿te apetece no?

  • Creo que sí, es una sensación extraña

  • Se llama "hecerse el chchi Pepsicola", pero en tu caso la boca agua.

  • Joder que directa.

  • Vamos novato, que estoy deseando verte en acción, estás nervioso como una chiquilla en su primera cita.

Sucedió como ella había planeado. Primero entró ella. Él seguía durmiendo. se tumbó a su lado poniendo la cabeza a la altura de su cadera y tomando su pene dormido con cariño, lo alzó y retiró suavemente la piel del prepucio, descubriendo el glande y me lo mostró en un gesto de invitación. Apagó la única luz encendida que era la de la mesilla de noche y acto seguido entre yo sin hacer nada de ruido.

Afortunadamente el chico se encontraba cerca de uno de los bordes de la cama y por ese lado me arrodillé y acerqué como pude mi cara en la oscuridad. No veía nada en absoluto e hice movimientos con la cabeza hasta que me topé con la verga flácida que sujetaba mi mujer. Una vez localizado, aproximé la cabeza con más cuidado adivinando su posición y abriendo bien mi boca capturé su glande.

Lo primero que noté fue su suavidad. Lo abracé con mis labios y luego lo chupé muy suavemente como me dijo Ana, teniendo mucho cuidado en no rozarle con los dientes. Fue fascinante notar como ese pene iba tomando forma en mi boca y su rigidez iba en aumento merced a mis esfuerzos. La mano de mi mujer atirantó el pene retirando todo lo que pudo el prepucio y tensando su frenillo, así pude disfrutar de su cabeza totalmente libre y apliqué mi lengua a su base y a sus lados, lamí su agujerito y extraje un pequeño resto de semen de la anterior corrida. Justo en el momento en el que mejor me lo estaba pasando el chaval se despertó y dijo "¡ufff!, otra vez no, la mamas de maravilla nena pero ahora me apetece follarte.

Inmediatamente retiré la cabeza y mi mujer tomó el control.

  • ¿De verdad quieres follarme tiarrón?, ¿ya estás preparado para el siguiente asalto?

  • ¿Qué si estoy preparado?, te vas a enterar de porqué me llaman el tigre.

Mi mujer me empujó suavemente indicandome que saliese a gatas de la habitación y sin hacer ruido. Salí despacio y me fui a por la cámara de video. Ana encendería las luces después para que pudiese inmortalizar de nuevo su placentero encuentro.

No es justo, pensé. Yo me quedo totalmente empalmado y a ella le queda por delante toda una noche de sexo desenfrenado. Dejé la cámara grabando en el escondrijo habitual y me fui a la cama justo después de hacerme un fenomenal pajote nada más ver como ese portento ensartaba a Ana después de darle lengua durante un rato. Creo que ella se corrió a la vez que yo, casi inmediatamente después de iniciar los duros enviones que su potente amante le propinaba a modo de venganza. Lo creo porque en ese momento ella se abrazó poderosamente a su cuello y enroscó sus piernas con pasión tras la espalda de él para hacer el abrazo más profundo. Dirigió una mirada de satisfacción hacia donde estaba yo medio escondido y vio mi pene vomitando chorros de alegría en la alfombra. Sonrió y giró la cabeza en busca de la oreja de su amante para susurrarle algo que no oí y luego apresó los labios de él para agradecerle con su maestra lengua el orgasmo que le había procurado. Así los dejé.

Habíamos acabado a la vez, Ana y yo estábamos mentalmente más conectados que nunca.

Tres o cuatro horas más tarde me levanté a orinar y percibí gemidos a lo lejos. Bajé de nuevo a la habitación de invitados y allí me encontré a mi mujer cabalgando a ese semental que parecía tener cuerda para rato. La cinta de video se había acabado y tuve que poner otra. No se cuanto tiempo llevaban follando pero por lo menos 3 ó 4 horas. Pude notar algo de agotamiento en la cara de Ana pero no por eso dejaba de empalarse hasta la raíz el enorme falo. Estaba gozando como nunca. Recuperaba el tiempo perdido. Me volví a la cama escuchando sus gemidos como música de fondo y cuando me levanté al día siguiente a las 8 de la mañana salí de casa sin hacer ruido y me fui a comprar. Cuando llegué a casa, él aún estaba y tuve que interpretar el papel del marido que vuelve a casa después de haber pasado la noche de copas con los amigotes. Él a su vez se excusó diciendo que había venido temprano a entregar unas muestras de papel de paredes pues era un encargo de mi mujer. ¡Qué poco podía saber él que conocía hasta el más pequeño detalle y que el más asombroso de sus músculos había sido degustado por mí. Me reí para mis adentros.

Mi mujer estaba hecha polvo, su cara estaba demacrada y denotaba a las claras una noche en vela y de pasión en brazos de un auténtico sátiro. Hice como que subía las escaleras mientras ella se despedía de él y ví como antes de marcharse, en el umbral mismo de la puerta y antes de abrirla, atrajo hacia sí a mi esposa y le dio un morreo pasional, subiéndole la bata por detrás y sobándole el culo libre de ropa interior. El ver a Ana correspondiendo con ganas a ese beso mientras él le amasaba sus dos cachetes del culo me puso a mil otra vez, y ella, sospechando que la estaba mirando se apasionó más con el beso.

Ni que contar tiene que una vez que Ana descansó unas horas, visualizamos las cintas de video y pude comprobar y asombrarme de la nochecita que había pasado mi mujer. Estuvieron follando hasta el amanecer e incluso un poco antes de que yo llegase de la compra la folló de nuevo en el pasillo de casa agarrada a los barrotes de la escalera. Creo que Ana había dado con lo que buscaba.

Esa vez no terminamos follando como siempre que vemos las cintas, pues Ana estaba totalmente escocida y tenía doloridos sus músculos vaginales de tanta dilatación y tanto trasiego. Así que me hizo una mamada y le obligué a tragar todo mi carga. Accedió sin rechistar.