Cornudo ... y sin remedio

Las infidelidades de mi esposa, ella no lo puede remediar y como es tan guapa y la quiero tanto... que le voy a hacer, prefiero un bombón compartido.

Como llegue a la situación actual se entenderá si leéis los siguientes capítulos que os iré contando.

Empezare presentándome, me llamo Pedro y estoy casado con Carmen, la que procura mis problemas. Ella no es mala, lo hace con la mejor intención pero siempre soy yo el que sale perdiendo.

La primera vez que vi a Carmen pasó por delante de mi automóvil justo cuando había aparcado en mi plaza del aparcamiento de la empresa donde trabajo. Es una gran empresa, pero familiar, mi padre es el presidente y mis hermanos y yo ocupamos cargo de directivos, así que tenemos nuestra plaza propia de aparcamiento.

Como iba diciendo era una mañana del verano recién estrenado y ella paso por delante de mi, con su hermosa figura enfundada en un vestido negro de tirantes con unas grandes flores rojas, que marcaba perfectamente sus senos, su cintura y su trasero, andaba con paso seguro, apoyando bien sus bonitos pies en el suelo, que estaban calzados por unas sandalias rojas de tacón, las finas tiras de cuero rojo que las formaban dejaban ver unos preciosos pies que adornaban sus uñas con laca de color nacarado. A los pies le seguían unas pantorrillas bien torneadas, por lo menos hasta las rodillas, que es lo que pude ver ese día, siguiendo más arriba me encontré con unos hombros muy sensuales que se unían a un cuello ni fino ni largo, más bien carnoso, que daban unas ganas de besar sin parar durante horas y horas, la cara que poseía ese cuerpo, más bien era normal, no era ninguna belleza pero tampoco fea, la llevaba bien maquillada, sin estridencias ni ordinariez, lo que mas llamó la atención de su cara fueron sus ojos, grandes, almendrados y de un color marrón claro, tan claro que podríamos llamar amarillo. Nunca había visto unos ojos así. Esta cabeza agraciada estaba rematada por un pelo de color castaño claro, peinado en una sencilla cola de caballo, que se balanceaba al son de sus pasos.

Me quede boquiabierto durante los segundos que paso por delante de mi coche, durante esos segundos pareció que el tiempo se paraba y que ella iba en cámara lenta, nunca había visto una mujer tan hermosa, me despertó de mi sueño el pesado de Sandoval, de almacenaje, con no se que historia de expediciones y vacaciones, total un cuento que me tuvo ocupado buena parte del día, pero mi cabeza, cuando podía, se refugiaba en la imagen de la chica de la mañana. Ese día acabe tarde la mayoría del personal se había marchado, incluso Gutiérrez el jefe de personal, así que me quede con las ganas de saber algo más de ella.

Al día siguiente Gutiérrez me proporcionó todos los datos que yo quería, se llamaba Carmen, estaba contratada en comercial como secretaria durante los meses de verano para sustituir al personal de vacaciones. La vi varias veces más, más bien muchas, intenté tener un cita con ella, pero fue inútil, siempre encontraba una excusa para rehusar salir conmigo.

Paso todo el verano y yo ya casi había renunciado a ella, cuando llegó la Fiesta de Fin de Curso, como nosotros la llamamos, es una fiesta que celebra la empresa para despedir al personal contratado durante el verano y contarnos las vacaciones los que somos fijos. El día de la fiesta, siempre el último sábado de septiembre, nuestra familia preside la fiesta, con mi padre al frente y saludamos uno por uno, así como van llegando a nuestros empleados y a sus parejas.

Ese día la volví a ver, estaba radiante de verdad, llevaba un vestido de corte chino sin mangas de seda verde, abotonado en el centro, y largo hasta la rodilla, con dos cortes a los lados que mostraban parte de sus muslos al andar, sus pies iban adornados con unas sandalias de tacón alto de color a juego con el vestido, el maquillaje de su cara también al estilo oriental y sus uñas de pies y manos pintadas de rojo oscuro.

Iba acompañada de un joven alto, moreno y muy bien parecido de figura atlética. La llevaba del brazo como quien luce un traje, la verdad es que la pareja era digna de mirar, los dos jóvenes, guapos y bien vestidos. Saludó a mis padres y luego a mis hermanos y sus esposas y luego a mí, que cerraba la fila de anfitriones, dándome la mano y presentándome a su acompañante como un tal Lorenzo y luego se alejó de mí perdiéndose entre los invitados.

Luego de haber recibido a los invitados a la fiesta empecé a buscarla, la encontré en una mesa con los contratados ese año, la salude otra vez y le dije que estaba muy bonita y felicite a su acompañante por lo afortunado que era por tener a Carmen como novia.

  • No, solo es un amigo. No tenia con quien venir y lo he traído… ¿Podía, no? – Dijo Carmen adelantándose al tal Lorenzo, que se quedo con la contestación en la boca.

  • Faltaría más.- Respondí y me despedí, tomando nota mentalmente de donde estaba su mesa, para mantenerla vigilada.

Cuando la cena acabó, empezó el baile, que abrieron mi padre y mi madre con un vals como era costumbre. Yo busque a Carmen por entre la gente y la encontré bailando con el tal Lorenzo, y le pedí que me concediera un baile, ella asintió.

  • El próximo será para usted. – me dijo.

Empezó a sonar la música y yo me agarre a su cintura con una mano y a la de ella con la otra y empezamos a baliar una canción lenta y suave, poco a poco ella fue acercándose a mí, empezándose a frotar su entre pierna en un muslo mío, mi miembro empezó a crecer y ella lo notó, pegándose más. Estábamos muy felices frotándonos mutuamente, cuando me tocaron la espalda, era Francisco el chofer de mi padre.

  • Sr. Pedro su padre la pide que vaya a verle. – me susurró al oído el chofer.

Me despegue de Carmen pidiéndole disculpas y rogándole que me guarde otro baile, ella asintió encantada.

Seguí a Francisco hasta donde estaba mi padre. Había una crisis familiar, mi hermano mediano y su mujer se peleaban, borrachos ambos, la discusión había subido de tono y los insultos e improperios que se lanzaban eran tremendos para unas personas de su posición, mi padre me pidió que me los llevara de la fiesta y los dejará en su casa, me malhumoré pero obedecí.

Cuando volví a la fiesta eran cerca de las tres de la madrugada, volvía con la secreta esperanza de encontrar a Carmen y continuar bailando, pero no la veía por ninguna parte y eso que ya no quedaban muchas personas en la fiesta. Pasaba por un jardín que unía las dependencias del complejo, cuando oí un grito apagado, miré en esa dirección y vi a una pareja en un banco. Con una corazonada, me dirigí, ocultándome entre las sombras, hacía ellos.

Al principio no los distinguía bien, pero así como mis ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad pude ver claramente la escena que tenía lugar debajo de un arbusto y sobre un banco. Carmen estaba arrodillada sobre el banco, con las manos apoyadas en el respaldo, el pelo suelto y la falda hasta la cintura, enseñando todo su precioso culo, la tirilla del tanga apartada sobre la nalga más cercana a mí. Movía su cabeza de un lado a otro y gemía de placer. Su pareja, ese tal Lorenzo, se la estaba follando desde atrás, la tenía agarrada por la cintura y de tanto en tanto la pegaba en las nalgas, eso parecía excitar a Carmen que se movía cada vez más rápidamente, al borde del orgasmo.

  • No pares ahora… métemela más adentro…ah, ah, asiiiiii… que gusto… me cooorrooo – así le iba hablando a su pareja.

El tal Lorenzo no decía nada, solo resoplaba de cada vez más rápido, hasta que los resoplidos se convirtieron en gruñidos y bramidos, evidentemente se estaba corriendo.

Carmen lo invitaba a que siguiera.

  • Eso es cariño, lléname el coño de leche… ah, ah, -

Estuvieron un rato quietos en la misma posición, mientras se besaban. Luego ella habló.

  • ¿No tienes nada con que limpiarme? – preguntó a su amante.

Este parecía no encontrar nada adecuado.

  • ¡Vamos, ves a buscar algo! … la leche me sale por el coño mojándome los muslos. Pareces imbécil,… ve a buscar algo ¡Corre! –

Esto último lo dijo en un tono que no admitía réplica. Y el tal Lorenzo subiéndose los pantalones, salió hacía el comedor.

  • ¡Date prisa! –

Insistió Carmen y aquí creo que fue cuando me vio. Me acerque a ella, estaba preciosa, con su pelo suelto y su culo al aire, otra se hubiese azorado o otra cosa por el estilo, pero ella me preguntó.

  • ¿Tienes algo para limpiarme? –

Me palpe los bolsillos y lo único que encontré fue el pañuelo de fantasía de mi chaqueta.

  • Te sirve esto – Le contesté.

  • Si – asintió ella, y luego añadió. – Límpiame. –

Yo tenía la polla que pugnaba por salirse de mi pantalón y no pude resistirme, con el pañuelo fui recogiendo todo el semen que la iba saliendo de su coño, la verdad es que estuve a punto de correrme, estaba como en éxtasis del que me sacaron sus palabras.

  • ¡Vale ya!, ya estoy limpia. –

Se bajó del banco, se colocó el tanga y se bajo el vestido.

  • Gracias – me dijo dándome un pico en los labios, y añadió. – ¿Me acompañas a casa?

  • ¿Y el tal Lorenzo? – conteste yo.

  • ¡Bah! déjalo es un imbécil… folla bien, pero es un imbécil. –

Se agarró de mi brazo y salimos al aparcamiento a por mi coche, no volví a ver más al tal Lorenzo.

Cuando llegamos debajo de su casa me dijo.

  • Sube –

Llegamos a su piso y me dijo indicándome con un dedo.

  • Allí esta el baño, ves a prepararme un baño, ponme sales de baño del bote amarillo. –

Y lanzándome un beso se dirigió a otra habitación mientras me decía.

  • Me desnudo y enseguida vengo. –

A los pocos minutos entró en el baño, completamente desnuda. Me quede boquiabierto contemplándola. Estaba maravillosa su pelo castaño claro le caía sobre sus perfectos hombros, seguí bajando la vista y me paré en sus senos, ni grandes ni pequeños, la justa medida de el hueco de la mano, quizás un poco más grandes, su figura era perfecta, aunque no estaba delgada, más bien tiraba a llenita, pero estaba perfecta.

Sus piernas eran bien torneadas, yo diría que perfectamente torneadas, y sus pies no hay otros como esos, aún hoy en día se conserva así y eso que ya han pasado muchos años.

Paso por delante de mí y con un dedo me cerró la boca, que me había quedado abierta, la seguí con la mirada y pude disfrutar de su hermoso culo, redondo y poco grande para ella, pero era un perfecto instrumento de tortura para cualquier hombre. Se metió en la bañera y se hundió hasta el fondo, luego salió y me dijo.

  • Dame la botella roja – era champú.

Se lavó la cabeza y mientras lo hacía me dijo.

  • Coge la esponja y lávame. –

La obedecí como hipnotizado, lave sus perfectos pies, las hermosas piernas, su depilado coño, su vientre, sus senos, sus hombros, los brazos, luego elle se dio la vuelta y limpié su espalda y su adorable culo, pasando otra vez por sus piernas.

Se levantó y se duchó quitándose el jabón.

  • Pásame el albornoz – me dijo.

Se envolvió en él y se enroscó una toalla en la cabeza para secarse el pelo, dirigiéndose a su habitación, yo la seguí unos pasos por detrás, cuando llegó a la puerta de su habitación se giró y me dijo.

  • Estoy muy cansada voy a dormir… pero si quieres puedes hacerte una paja mientras me miras como duermo. ¡Ah!, no hagas ruido y límpialo todo antes de marcharte, cariño. –

Y se despojó del albornoz y de la toalla del pelo, desnuda y boca abajo se echo sobre la cama, contemplé su culo, su espalda, sus piernas y no pude contenerme y me hice una paja mirándola dormir, como ella me había dicho. Antes de marcharme limpié mi semen del suelo y me marché.

No había pasado un año y ya estábamos casados.

Ya os contaré mas historias.