Cornudo ... y sin remedio (3)

Carmen me vuelve a poner los cuernos y yo estoy delante otra vez.

Acabé el último capitulo entrando en casa para asearme, tuve que volver a ducharme y cambiarme de ropa, de arriba a bajo, esto me llevó su tiempo que sumado al tiempo que había estado mirando el polvazo que le pegaban a mi esposa, llegaba casi a la dos horas, era tardísimo. Salí zumbando de casa, cogí el coche y empecé una carrera contra-reloj por las calles y autovías, llegué a la salida de la autovía que da al polígono industrial donde esta nuestra empresa, con demasiada velocidad, la curva es muy cerrada y no la hice, seguí recto, me llevé por delante el quita-miedos y varios arbustos, di varias vueltas de campana y acabé chocando de lado con un enorme eucalipto. Para colmo no me había puesto el cinturón. Los bomberos me tuvieron que sacar de dentro del coche. Cuando llegué al hospital me diagnosticaron rotura de las dos piernas, un brazo, la clavícula y múltiples contusiones, la más grave en la columna vertebral. Me pase la primera semana en el hospital, completamente sedado y sin enterarme de nada.

Carmen estuvo conmigo desde el primer momento, no se separaba de mí para nada y todo el tiempo me mimaba y cuidaba como si fuera un bebé. Estuve en el hospital cerca de seis semanas, en la última ya empezaba andar, pero para moverme empleaba una silla de ruedas.

Carmen y yo tuvimos tiempo de hablar de la que había sucedido en la escalera con el hijo del portero. Ella lo achacaba a un calentón monumental que yo le había empezado cuando follamos en la cama y que no había podido sofocar. Así que ella decía que parte de la culpa era mía por no poder satisfacerla adecuadamente y cuando sucedió lo del rellano ella no pudo parar hasta que quedo bien saciada de sexo.

A mi pregunta de si eso volvería a pasar, me contestó, palabras textuales que aún tengo grabadas en la memoria.

  • Escucha amorcito si tu no puedes follarme como toca, tendré que buscarme a alguien que lo haga, ¿no? Si quieres podemos separarnos, pero te voy a pedir el oro y el moro con el divorcio y tu familia te machacará con el "nosotros ya te lo dijimos". Así que tu veras o te pones las pilas y puedes correrte más de tres veces en un mismo día, follarme durante más de media hora seguida sin correrte o perder la erección, hacer crecer tu ridículo pito unos diez centímetros, aguantar una mamada mía mas de un minuto. Poder follarme por el culo, que a mi me gusta un montón, sin que cuando te acerque mi agujerito trasero a tu pito, este largue tres chorritos de semen diluido y no llegues ni a metérmelo. Si puedes solucionar estas cosas yo no buscaré a un buen macho, que tenga un buen pollón de más de veinte centímetros, que le aguante dura aunque se corra un par de veces, que al metérmela por el coño y el culo me los deje bien abiertos y que me cueste luego poder andar y al correrse suelte unos buenos chorrotes de leche blanca y espesa. Pero mientras no soluciones tus problemas yo haré lo que me venga en gana. ¿Entendido cariño mío?

Mientras decía todo esto con una voz dulce y melosa, me miraba de cerca con una mirada dura y fría, que cuando hizo su pregunta final, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo desde los pies hasta la cabeza.

  • Si, mi amor. – conteste yo.

  • Si, mi amor ¿Qué? – me pregunto ella. Aumentado la intensidad de su mirada y poniéndome la carne de gallina.

  • Que puedes hacer lo que te de la gana. – contesté con un hilillo de voz.

  • Así me gusta cariñito, que entiendas mis problemas y que me des carta blanca para solucionarlos. Además, yo se que en el fondo te gusta verme follar como una puta con otros hombres. ¿A que si?, mi amor.-

Asentí con la cabeza por que ya no me salía la voz.

Ya no volvimos a tocar el tema, las cosas habían quedado bien claras o yo la follaba como ella quería o tendría que soportar ser un cornudo e incluso mirarla mientras lo hacía con otros.

Esto último me daba vueltas en mi cabeza y tenía los sentimientos divididos. Es verdad que a todos los hombres, y a muchas mujeres, les excita ver escenas de sexo. Pero que uno de las protagonistas de estas escenas sea tu pareja, creo que ya no hay tantos que les guste. Por eso estaba yo dividido, la razón me decía que a un marido no le podía gustar ver a su esposa follar con otro y disfrutar más que con él. Pero por otra parte a mi se me ponía durísima al ver follar a mi mujer con otro, la prueba estaba que al haberla visto follar con el hijo del portero, cuando ella me abrazó llena de su leche, yo me corrí sin haberme tocado tan siquiera.

Estos pensamientos me torturaban mientras duró mi estancia en el hospital, que fue larga y con tiempo para pensar en estas cosas y más.

Al fin me dieron de alta, tendría que hacer rehabilitación durante un largo periodo con descanso total de mis actividades laborales. Salí del hospital acompañado de Carmen que empujaba la silla de ruedas en la que tendría que estar durante varias semanas más y nos fuimos a casa, por fin estaría en casa y Carmen cuidaría de mí como me había prometido.

Cuando llegamos al rellano de nuestro piso, todo lo sucedido allí me paso por mi mente durante unos segundos como una película en cámara rápida. Los primeros días fueron de adaptación al medio y de visitas, familiares, vecinos, amigos y allegados, luego como a la semana todo se calmó y empezamos una vida más monótona, yendo a rehabilitación, masajes y demás terapias. En todo momento Carmen estaba casi siempre a mi lado, apenas me dejaba solo y a mi se me olvidaba su infidelidad, incluso cuando pasaba por el rellano o veía al hijo del portero.

Habían pasado unos diez días y una tarde cerca de las cinco llamaron a la puerta, Carmen fue a abrir, oí su voz con un tono de alegría pero no distinguía las palabras, solo los sonidos, y unas voces más graves que contestaban a sus preguntas. Las voces se iban acercando hasta que oí, ya claramente la voz de Carmen que decía.

  • Cariño mira quien ha venido a saludarte. –

Ella se quedo en la puerta de la sala, para luego dejar paso a dos hombres jóvenes, al mismo tiempo que decía.

  • Son Luís y José… los vecinos del ático. –

Estos eran dos jóvenes que vivían en uno de los áticos de nuestro edificio, estudiaban una carrera, no se cual, en la universidad de la ciudad y estaban acabándola.

Nos saludamos con las frases de siempre y empezamos la típica charla de ¿Cómo fue?, que cosas, etc. O sea todas esas frases hechas que se dicen a los convalecientes de una enfermedad, mientras el enfermo les cuenta sus aventuras y desventuras.

En eso estábamos cuando mi esposa nos interrumpió.

-¿Verdad que tomaréis algo?... un refresco, algo para picar.

  • Bien – contestaron al unísono los jóvenes.

  • Ahora os traigo unas cervezas y algo para picar… cariñito- me dijo - ¿quieres un poquito de agua?- esto último lo dijo con una voz muy melosa que no me gusto mucho, pero yo asentí y ella desapareció por una puerta.

Seguimos hablando y contándonos cosas de accidentes y demás tonterías que se dicen en estas circunstancias. Yo seguía la conversación pero notaba que Carmen tardaba en volver de la cocina con las cervezas.

Al cabo de un rato largo volvió radiante, se había retocado el maquillaje, se había cambiado de peinado, haciéndose una cola de caballo, que dejaba su delicioso cuello totalmente al descubierto. También se había cambiado el vestido, ahora lucia un vestido de satén negro con tirantes muy corto enseñaba sus admirables piernas desde menos de medio muslo hacía abajo. El vestido no era ni ajustado ni muy suelto, insinuando más que mostrando las estupendas curvas del cuerpo de mi mujer. Rematando el conjunto con unas sandalias de tacón de charol negro. Nos quedamos boquiabiertos los tres, ella con mucho desparpajo llevaba una bandeja con las bebidas y nos dijo.

  • Me perdonaréis pero hay que recibir a las visitas como es debido y como iba vestida antes no era lo adecuado. –

Los jóvenes empezaron a decirle cosas como: Que bien que le cae el vestido, que si así estaba muy guapa y otras linduras. Mientras le decían esto mi esposa dejo la bandeja en la mesa de centro que estaba situada entre mi silla de ruedas y el sofá donde se sentaban Luís y José. A mi todo eso empezó a escamarme, no me gustaba ni un pelo ese cambio de vestido y lo que sucedió luego me dio la razón.

Carmen cogiendo una jarra con agua y un vaso se situó entre mi silla y la mesa dándome la espalda y empezó a escanciar el agua en un vaso, para hacerlo se inclinó hacia delante, como tenía su trasero casi delante de mi cara, pude ver como el vestido se le subía por atrás, enseñándome la mitad de sus nalgas y el trocito del tanga blanco que le cubría su coño, con esta vista mi polla empezó a crecer. Mi esposa giro su cara hacía mi y con voz casi angelical me dijo.

  • ¿Te basta con esto?, cariño. –

Balbuceé un si, sin poder apartar mi vista del culazo de mi mujer. Luego ella se enderezó y se fue hacía el lado de la mesa donde estaba la bandeja, cogió dos vasos y puso uno delante de cada joven, agarró las dos cervezas, una con cada mano y se situó entre los muchachos y la mesa, dándoles la espalda, e inclinándose hacia delante empezó a llenarles los vasos. Miraba a mi esposa como hacía esto y mi vista se fue directamente hacia sus tetas que me estaba enseñando completamente, ya que el escote del vestido al inclinarse ella, dejaba ver los tetones de mi esposa con toda su hermosura. Y casi al instante pensé que los jóvenes habían disfrutado antes de esa visión y que ahora debían estar disfrutando de la visión del culazo de mi esposa a pocos centímetros de su nariz. Salimos del trance cuando mi esposa les dijo.

  • ¿Basta así, no?... ahora os traigo la cosas para picar.

Y se fue, meneando su trasero como una vulgar fulana. Nosotros la miramos embobados y sin decir palabra, pero a mi me daba muy mala espina todo eso. Al rato volvió con un carrito lleno de bandejitas y diferentes cuencos con cosas para picar y lo situó en el lado de la mesa donde estaba la bandeja. Ella fue cogiendo un platito o un cuenco cada vez y se situaba como antes, entre la mesa y los jóvenes y se inclinaba para colocarlos sobre la mesa. Al quinto o sexto platito Luís no pudo resistir más y agarrando las caderas de Carmen metió su cabeza entre sus nalgas. Por respuesta mi mujer cerró los ojos y emitió un largo suspiro. Imaginé que Luís le debía estar comiéndose el coño de Carmen ante las atónitas miradas de José y mía.

Al ver que mi esposa no hacía nada para parar eso, me vi con el deber, como esposo, de hacer algo y lo único que se me ocurrió, en vista de la situación en la que me encontraba, fue gritar insultos y maldiciones contra el joven y mi mujer. Pero a Carmen esto no la hizo parar, bien al contrario, empezó a mover rítmicamente su trasero para acrecentar el placer que le estaba proporcionando el joven. Yo no paraba de insultarla y el joven ya le había colocado la falda del vestido a la altura de la cintura y apartado el tanga para poder chupar mejor su coño. Entonces como yo no paraba de insultarlos, ella se apartó del joven y se dirigió hacia mí con una mirada llena de furia y acercando su cara la mía me dijo con una voz dura.

  • Escucha cornudo imbecil de mierda, puedes decirme de todo lo que se te apetezca, pero no me molestes cuando follo. – y diciéndome esto me agarró los testículos con una mano y empezó a apretarlos muy fuerte, no pude emitir ni un solo grito, se me caían las lagrimas de dolor pero ella no me soltaba. Mientras continuó diciéndome.

  • Ahora, cornudo imbecil, me voy a follar estos dos jóvenes, que ya era hora de tener un buen polvo, pues he estado cuidándote durante casi dos meses y tengo un hambre de polla que no veas…así que, cornudo imbecil, estos chicos me follaran hasta que les de la gana o no puedan más y tu, cornudo de mierda, puedes largarte si quieres pero yo se que no lo harás por que en realidad te gusta verme follar y disfrutar con otros hombres. Así que quédate quietecito y no molestes, sino yo me enfadaré mucho y lo que te hago ahora será una caricia comparado con lo que te haré. ¿Has entendido, cornudo de mierda?

Yo solo pude responder asintiendo con la cabeza.

  • Así me gusta cornudito. – y dándome un tierno beso en la frente me soltó.

Se dirigió hacia donde estaban José y Luís y se saco el vestido por la cabeza quedándose vestida solo con el tanga blanco y haciendo un movimiento de hombros que debió hacer moverse de lado a lado sus hermosos tetones, les dijo.

  • Vamos muchachos quitaos la ropa que voy a chuparos esas enormes pollas que veo tan tiesas debajo de los pantalones.

Los muchachos se miraron un poco sorprendidos y luego fijaron su vista en mí. Carmen les contestó.

-Ah! no os preocupéis por él, es un cornudo de mierda imbecil y en el fondo le gusta ver a su mujer follada por unos buenos machos, cosa que el no puede.

Al oír estas palabras los chicos se desnudaron con una velocidad vertiginosa. Carmen los hizo sentarse en el sofá y agarró una polla en cada mano, luego se giro hacia mí y me dijo.

  • Mira, cornudito, como va a disfrutar tu puta esposa.- y dicho esto empezó a chuparles la polla.

Tanto Luís como José no tenían una polla como la mía, muy al contrario el que la tenía más pequeña, por decir algo, era José y me superaba en más de diez centímetros. Por su parte Luís tenía un pollón de cerca de veinticinco centímetros, o más, y de un grosor cercano a los tres dedos.

Carmen estaba disfrutando mamándosela a los jóvenes, las lamía como si fueran helados, luego se las metía en la boca mientras su lengua casi las envolvía, les chupaba el grueso tronco y se metía sus peludos huevos en la boca, engulléndoselos para luego soltarlos y volver a empezar. Ellos por su parte la magreaban por todo su cuerpo con sus jóvenes manos, le apretaban las tetas como si fueran a ordeñarla, la daban cachetes en el culo dejándoselo enrojecido y le metían los dedos por el coño e incluso por el culo. Mi esposa gemía, mejor dicho gruñía, de placer ya que las dos pollas no dejaban su boca libre ni un segundo.

Luís fue el primero que habló después de un buen rato de silencio, en el que solo se oían las chupadas que mi esposa les daba a las dos pollas.

  • Vamos, clávate esta polla en tu coño. – le dijo al mismo tiempo que la levantaba asiéndola por los hombros. Carmen se puso de cara a mi y con una mano cogió el pollón de Luís y se sentó sobre sus piernas clavándose su polla lentamente y emitiendo un largo gemido de placer, luego empezó una cabalgada acompasada, ayudada por las manos de Luís había colocado en su cintura. Desde donde yo estaba podía ver perfectamente como la enorme polla del joven iba taladrando el coño de mi mujer y verla a ella con los ojos cerrados y relamiéndose los labios al tiempo que sus tetones se balanceaban de un lado a otro y de arriba a bajo. Sus gemidos fueron en aumento así como el ritmo de su cabalgada hasta que emitió un grito de placer y se quedo quieta. La saco de su éxtasis la voz de José que le decía.

  • Vamos, putita, chúpame la polla.- y acercándole su polla a la boca de mi esposa, esta se la engulló. Y volvió a empezar la cabalgada sobre Luís al mismo tiempo que le chupaba la polla a José.

Al cabo de unos minutos José le pidió a mi esposa para follarla. José se sentó en el sofá y mi esposa se clavó su polla, pero esta vez me daba la espalda a mí. Ahora su culo saltaba de arriba a bajo ayudado por las embestidas del joven, mientras este agarraba las tetas de mi mujer y las chupaba ferozmente.

Luís que se había quedado solo, se subió al sofá y cogió con ambas manos la cabeza de mi esposa y la acerco la polla a la boca, Carmen abrió la boca y el joven se la metió como si follara un coño, sujetando con sus manos la cabeza de mi mujer para que esta no se escapará. Por el tono de los gemidos apagados de mi esposa noté que se había vuelto a correr. Al cabo de un rato, Carmen apartó la polla de Luís de su boca y le dijo.

-¡Vamos tío…fóllame el culo!

Luís no se lo pensó dos veces y bajándose del sofá, se colocó detrás de mi mujer y preparándole el agujero con un poco de saliva se la metió adentro con varias embestidas, luego se paró durante unos segundos para continuar con un fuerte ritmo. A los pocos minutos Carmen gemía y gritaba como nunca la había oído, se lo estaba pasando en grande y disfrutaba como nunca. En medio de todo este jaleo oí el ding-dong del timbre de la puerta, pero creo que nadie de nosotros quería abrir, el timbre sonó durante rato y al final, fuera quien fuera que llamaba, se cansó y se fue.

Los tres aumentaron el ritmo de sus movimientos y jadeos y casi se corrieron al mismo tiempo. Estuvieron un buen rato quietos jadeando y bufando y luego se separaron, al ponerse Carmen de pie de su coño y culo abiertos salieron unos chorretones de semen que cayeron sobre la alfombra, cosa que pareció no importarle, luego se sentaron en el sofá con mi esposa en medio, ella dirigiéndose a mi, dijo.

  • Has visto cornudo como he disfrutado… y esto solo es el principio.- y agarrando una polla con cada mano empezó a pajearlos, y luego comenzar una nueva mamada a sendas pollas. Estas tardaron poco en responder a la mamada que les hacía mi esposa y al poco estuvieron tan tiesas como al principio.

  • Ves, cornudo de mierda, como son los verdaderos machos, a ti nunca se te empina hasta después de varias horas y yo me tengo que quedar con las ganas. Aprende… cornudito.-

Yo asentí con la cabeza y seguí mirando como Carmen se levantaba mirándome a la cara y cogiendo la polla de José con una mano, se la clavaba en el culo. La polla de José entro en el culo de mi esposa de una sola sentada ayudada en parte por la leche que aún le quedaba dentro y actuó de lubricante. Mientras hacía esto, Carmen no dejaba de mirarme fijamente a los ojos, pero no duró mucho pues Luís se colocó delante de ella, interponiéndose entre nuestras miradas, preparándose para follarle el coño. Continuaron follando cambiando de posturas y lugar, mi esposa disfrutando en todas y los chicos también. Cuando parecía que los jóvenes se iban a correr carmen les dijo.

  • Esta vez… quiero que… os corráis en… mi cara –

Luís y José se desencajaron de mi mujer y esta se arrodilló delante de ellos esperando la ansiada leche. Empezaron a menearse la polla mientas carmen con la boca abierta les jaleaba. Al rato empezaron a salir, de las pollas, gruesos chorros de blanca leche, cerca de siete u ocho, que bañaron completamente la cara de Carmen, que se relamía intentando atrapar con la lengua el máximo de lo que había caído fuera de su boca, que ya se había tragado rápidamente, pero tanto semen había que no podía con todo y esta caía goteando por su cara hasta los pechos que en un instante también estuvieron llenos y goteaban sobre la alfombra.

Carmen se levanto y se dirigió hasta donde yo estaba, me miro y me dijo.

  • ¿Te ha gustado lo que has visto, cornudo?

  • Si – contesté con un hilillo de voz.

Entonces Carmen me abrió la bragueta del pantalón saco mi polla y empezó a pajearme mientras me decía.

  • ¿Así es como te gusta verme?, llena de leche de otros, ahora mismo te saco un poco de la tuya. –

Y me corrí en seguida, mientras lo hacía mi esposa empezó a darme un morreo con su boca y su cara pringadas de semen de los muchachos que se acababa de follar. Noté el gusto del semen en su boca, pero incluso la besé varias veces en la cara y ella luego me acercó uno de sus pechos chorreante de leche para que lo chupara y se lo chupé, con un poquito de asco. Ella se rió y me dijo.

-Te voy a convertir en un cornudo come leches, y me lo tendrás que agradecer. –

Yo como pude me separé de ella y salí de la habitación mientras ella se reía y volvía a sentarse en el sofá en medio de los dos jóvenes para seguir follando varias horas más.