Cornudo ... y sin remedio (2)

La primera vez que me doy cuenta de una infidelidad... estoy delante.

Como ya dije en el final del capítulo anterior, antes de un año nos habíamos casado, concretamente la primavera siguiente año. Mi familia no estaba muy de acuerdo con esta boda pero al final claudico. Tuvimos una boda por todo lo alto como correspondía al nivel social de mi familia. Nos marchamos de viaje de luna de miel durante todo un maravilloso mes, incluyendo una vuelta al mundo.

Cuando regresamos nos instalamos en el centro de la ciudad, en un grandioso piso del ensanche de nuestra ciudad que habíamos reformado y decorado al gusto de Carmen.

Era un piso enorme, con los techos altos y espaciosas habitaciones, como a mi me gustan, y lo habíamos reformado con todos los materiales modernos además de todas las comodidades. Vivíamos nuestro amor en él. Carmen me despedía por las mañanas cuando me iba a trabajar en el rellano de la escalera, después de haber hecho el amor, cubierta solo con una bata de seda color perla. Yo montaba en el ascensor, este era uno de esos ascensores antiguos que están montados en el hueco de la escalera y su caja es de madera y cristal, y Carmen me despedía tirándome besos y abriéndose la bata para que viera su maravilloso cuerpo hasta que el ascensor bajaba.

Luego por las tardes, cuando regresaba del trabajo me esperaba semidesnuda en el sofá de nuestro salón y volvíamos a hacer el amor.

Vivíamos así de felices hasta que sucedió un acontecimiento que cambió nuestras vidas y yo emprendí el camino por una pendiente que aún no he acabado de bajar.

Me acuerdo perfectamente del día, era 22 de septiembre, poco antes de la fiesta de Fin de Curso de ese año, me acuerdo de ese día porque íbamos a firmar la absorción de una empresa competidora y que nos permitiría quedar como lideres del mercado en nuestro ramo. Me desperté temprano recién había amanecido, lo primero que pensé cuando abrí los ojos fue en la firma que teníamos al filo del mediodía y en todos los preparativos que había que supervisar, entonces me ladeé y vi el bonito pelo castaño claro de Carmen, y mi mente quedo en suspenso olvidandome de todo lo demás, seguí bajando la vista por la bien dibujada y bronceada espalda de mi esposa hasta alcanzar su cintura aquí la piel quedaba cubierta por la sabana, con una mano la levante y pude contemplar su proporcionado trasero completamente bronceado, ya que a Carmen le gustaba tomar el sol desnuda. La suave piel bronceada solo quedaba rota por un triangulito minúsculo de color blanco, con varias tiras, dos que se perdían en la cintura y una que se internaba entre las nalgas de Carmen.

No pude resistirme mas y con mi polla totalmente tiesa, interne mi cabeza entre las nalgas de mi esposa, con los dedos aparte la tirilla del tanga y con mi lengua empecé a lamer su coño, al principio esto molesto a Carmen, que estaba dormida, pero poco a poco su respiración se convirtió en un jadeo acompasado para luego convertirse en gemidos suaves y al rato una mano se apoyo en mi nuca haciendo fuerza para que mi lengua penetrará más adentro. Yo le estaba lamiendo alternativamente con mi lengua, el clítoris, la entrada de la vagina y el agujerito de ano. Los gemidos de mi mujer iban aumentando de intensidad así como la fuerza de la mano que apretaba mi nuca, hasta que un gemido más alto y largo que los demás me anunció el orgasmo de Carmen. La mano dejó de hacer fuerza y le invadió una laxitud. Yo aproveche este momento para colocar su esplendoroso culo en pompa, acabar de apartar la tirilla del tanga y enterrar mi hinchada polla en su humedecido coño. Emprendí un potente bombeo, mi esposa comenzó otra vez a gemir al compás de mis envestidas, sus dos manos aferraron mi trasero, esto me hizo enervarme aún más y aumente el ritmo y la fuerza de mis envestidas, mientras Carmen ya gritaba.

  • Vamos… no pares…ahhhhh… dame fuerte…..-

Exploté con un fuerte orgasmo llenando su vagina de leche espesa y me quedé un rato en su interior hasta que mi polla se fue volviendo pequeña, cuando se la saqué un grueso chorretón de leche le salió de coño deslizándose por su pubis y cayendo sobre la sábana

  • ¡Uf!... que bueno tío. – exclamó Carmen tumbándose de lado y mirándome con un expresión de enorme satisfacción en su cara.

Luego se levantó y se fue al baño, yo la seguí. Nos duchamos juntos dándonos besos y caricias, pero no hicimos más, tenía una reunión importante a la que asistir. Tomamos el desayuno y yo me vestí, mientras Carmen se arreglaba el pelo y se maquillaba, ella iría más tarde a la firma. Cuando acabe de acicalarme, el acontecimiento lo valía, Carmen me acompañó como siempre hasta el rellano, vestida con solo su bata de seda color perla, me dio un par de besos con lengua y yo entré en el ascensor apretando el botón y empecé a bajar, no iba por la altura de mi cintura y Carmen ya se había abierto la bata mostrándome sus pechos, cuando oí un chirrido y un golpe y el ascensor se paró.

No podía ser, en un día como hoy no se podía estropear el ascensor y más conmigo dentro. Comencé apretar botones pero el ascensor pero este no respondía, Carmen me miraba un poco asustada.

  • No te pongas nervioso, verás como se arregla pronto. – me dijo Carmen.

Pero después de unos minutos el ascensor seguía parado.

  • Por favor Carmen- le dije – ves a buscar al portero a ver si el puede arreglarlo.

Carmen bajo enseguida por las escaleras y desapareció de mi vista. Pasaron varios minutos que me parecieron horas. Cuando oí la voz de Carmen que hablaba con alguien.

-…seguro que podrás arreglarlo – dijo

  • No se preocupe señora, verá como todo esta arreglado en un instante.- contestó una voz que no era la del portero.

  • Ya estamos aquí, cariño.- dijo Carmen con alegría, y continuó – Este es el hijo del portero que nos ayudará. –

  • ¿Qué le pasa a Esteban? – pregunté.

  • Mi padre ha tenido un ataque de lumbago y esta guardando cama, - me contestó un joven moreno, alto y atlético y muy bien parecido – y me ha pedido que lo sustituya durante unos días. –

Mi esposa hizo una mueca de contento y esbozó una sonrisa un poco forzada.

  • Bueno – continuó el joven, - aquí lo único que hay que hacer es… - el joven continuó relatando lo que haría para sacarme de mi prisión.

Iba contándome cosas mientras Carmen y yo asentíamos mirándonos con extrañeza con la facilidad con que el joven nos contaba detalles técnicos de los ascensores. De pronto de agarró a la reja, que cerca el ascensor protegiendo a los que suben por la escalera, dio un salto se agarró a un travesaño de la reja e intento pasar una mano a través de ella, forcejeó durante varios segundos pero no lo consiguió. Bajo de un salto de donde se había encaramado y me dijo.

  • Parece que no será tan fácil como me parecía, mi mano es demasiado grande para pasar por entre los barrotes de la reja. Tendré que ir a buscar…-

  • No – contesté yo, interrumpiéndole. – Carmen tiene las manos más pequeñas, las de ella pasarán entre las rejas. No hay tiempo de ir a buscar nada.- sentencié.

  • Señora, ¿Esta segura que podrá hacerlo? – le preguntó el hijo del portero a mi esposa.

Esta me miró, luego miro al joven y asintiendo con la cabeza y con voz segura la contestó.

  • Dime que es lo que tengo que hacer.-

El hijo del portero le dio las instrucciones necesarias, primero el juntaría las manos para ayudarla a subir, ella se agarraría a la reja y allí pasaría su mano por entre los barrotes y alcanzaría un pulsador que permitía un desbloqueo, o algo parecido entendí yo.

Mi mujer asintió, se descalzó sus zapatillas de tacón y apoyo su lindo pie, con las uñas recién pintadas de color rojo, en las manos que había entrelazado el hijo del portero. Luego este la aupó, mientras Carmen se sujetaba con una mano en el hombro del joven y la otra en la reja, con muchas precauciones por parte de mi esposa, se fue aferrando a la reja e intento pulsar el mecanismo.

  • No llego – dijo mi esposa – un poco más alto.

  • ¡No puedo más! – le dijo el hijo del portero y fue bajando a mi esposa.

Carmen no estaba delgadita, sino más bien rellenita y el hijo del portero no podía soportar todo el peso en sus brazos, él insistió en ir a buscar… pero yo no le deje acabar. En ese momento tuve un a brillante idea de la que luego me arrepentí.

  • Carmen súbete sobre los hombros del joven y seguro que llegarás.- le dije.

El hijo del portero asintió un poco dubitativo. Volvieron a repetir la acción anterior, el hijo del portero junta sus manos, mi esposa pone un pie en ellas y el hijo del portero la levanta y luego Carmen aferrándose con una mano en la reja coloca un pie sobre el hombro del portero y después coloca el otro, el hijo del portero y yo miramos hacia arriba y aquí fue donde me di cuenta que mi idea no había sido muy buena.

Lo primero que vimos los dos fue el culo y el coño bien depilados de mi mujer, el hijo del portero era el que tenía mejor vista al estar justo debajo. Sujetaba a mi esposa por los tobillos como hacen los trapecistas, ambos no nos dimos ni cuenta de lo que estaba haciendo Carmen ya que mirábamos hipnotizados el culo y el coño de mi esposa.

  • ¡Lo conseguí! – dijo ella con tono de alegría y esto y un grito de terror de ella nos sacó de nuestro sueño.

Carmen había resbalado de los hombros del muchacho, pero este con un gesto rápido la sujeto, también ayudó que Carmen quedará sentada sobre los hombros del hijo del portero y las manos de este la sujetaban por las nalgas, ya que la bata se había arrugado a la altura de la cintura. En al posición en que estaba mi esposa debía tener el coño a la altura de la boca del muchacho. Mi esposa al principio hizo unos movimientos para bajarse, pero el hijo del portero aferró fuertemente con sus manos las nalgas de mi esposa y yo desde donde estaba veía como movía la cabeza que parecía que la estaba lamiendo el coño.

Aquí me enfadé y empecé a lanzar improperios contra el muchacho, llamándole de todo, acordándome e su madre, padre, etc. Pero no dejaba de lamer. Luego dirigí la vista a mi esposa y esta parecía que lo estaba disfrutando, ya que tenía los ojos cerrados y se mordía el labio inferior. Entonces le tocó la retahíla de insultos a ella, pero después de unos cuantos, abrió los ojos se giró hacia mi y haciéndome un gesto de que me callará con el dedo índice delante de sus labios rojos, se volvió y con las manos apretó la cabeza del joven entre sus piernas para disfrutar mejor de la lamida de coño que le estaba haciendo el hijo del portero. Yo al ver el gesto de Carmen me quedé con el insulto en la boca y solo pude seguir mirando como ella disfrutaba.

Después de unos minutos de lametones Carmen se corrió con un largo gemido y varios estertores que recorrieron su cuerpo.

  • Bájeme.- le dijo Carmen al hijo del portero.

Y este obedeció sujetándola por su culo fue bajándola despacio, cuando los tetones de mi esposa, con sus gordos pezones duros y erectos, pasaron por delante de la boca del hijo del portero, este se los empezó a chupar ávidamente. A Carmen esto es una de las cosas que la pone a mil, así que después del orgasmo se añadía esto. Ante la nueva escena reaccioné con insultos dirigidos a los dos, pero no me hacán caso y seguían con sus juegos. Carmen sujetaba con una mano la nuca del joven, apretándole la cabeza contra sus tetones.

Después de un buen rato, el hijo del portero siguió bajando a Carmen hasta que esta se encontró con algo inesperado que le impedía seguir descendiendo. De entre las nalgas de Carmen salía un trozo de tela del pantalón del hijo del portero, mi esposa estaba a horcajadas sobre un enorme pene, al darse cuenta de esto, mi esposa sonrió y le dio un largo beso.

Como yo no había parado de insultarlos durante todo ese tiempo, Carmen se dirigió hacia mí y con una cara de pocos amigos me dijo.

  • ¡Cállate de una puta vez… imbécil! Mira… ahora voy a chupar esa preciosa polla a este chico, luego me follará y para acabar me dará por el culo, cosa que tu nunca podrás hacer por que te corres enseguida. Y tu cornudo de mierda solo podrás hacer dos cosas, si quieres, mirar y hacerte una paja… ¿Me has entendido cornudo imbecil? –

Yo solo pude asentir con la cabeza, su tono de voz y semblante me habían acojonado.

  • Muy bien cornudo… ahora voy a disfrutar un buen polvo… no me molestes o sabrás como me las gato. –

Esa fue la respuesta de mi esposa y se quito la bata, se arrodillo delante del hijo del portero bajándole los pantalones, en sus manos apareció una polla larga, unos 25 cmts., y tiesa, muy tiesa. Carmen empezó a chuparla comenzando por la cabeza, una cabezota diríamos mejor, luego continuo por el tronco y siguió con los huevos, que se metía dentro de su boca para sorberlos mejor. Todas estas maniobras fue repitiendo mi mujer durante varios minutos y no en este orden.

Cuando creyó que ya bastaba, se agarró con sus manos a la puerta de reja del ascensor y sacando su culo hacia fuera le dijo al muchacho.

  • ¡Vamos métemela! –

El hijo del portero se acerco por detrás de mi mujer, la tenía justo delante, podía ver sus hermosos tetones colgando y como estaba más abajo que ella, también veía su coño.

El muchacho se acercó a ella sujetando con una mano el pollón y frotando antes un rato con la cabezota de su polla la entrada mojada de la vagina de Carmen, se la fue metiendo despacio. Mi esposa tenía los ojos cerrados disfrutando el momento, empezó a respirar primero fuertemente, luego siguió con suaves gemidos y continuó con gemidos más altos, al ritmo que el hijo del portero iba dando a sus envestidas. Su polla entraba y salía a una velocidad vertiginosa del coño de Carmen y los jadeos, gemidos y gritos de placer de ella se habían juntado todo en uno. Yo podía verla disfrutar, ahora con los ojos cerrados, luego con los ojos completamente abiertos con expresión de sorpresa, pasándose la lengua por los labios, mordiéndoselos, agarrando fuertemente la reja con las manos debido a las envestidas que la daba el hijo del portero en su portentosa follada.

Carmen acabo corriéndose, por segunda vez, con un clamoroso grito de felicidad, que resonó por toda la escalera. Luego de unos instantes mi esposa tiró su culo hacia delante y se sacó el pedazo de polla del muchacho de su coño.

  • Has visto como se folla a una mujer… cornudo.- y agarrando por un brazo al joven le dijo. – Menudo pollón que tienes niño… me he corrido como nunca. –

Y debía ser cierto porque por el interior de los muslos de mi esposa, le estaban resbalando varias gotas de líquido, que hacían un brillante reguero. Luego teniendo sujeto a un al muchacho lo llevó a los escalones y le dijo.

  • Siéntate aquí. – al momento al hijo del portero se sentó y colocando una pierna a cada lado del joven, Carmen agarró la polla del muchacho con una mano y fue descendiendo para metérsela por el agujero del culo, pero antes de hacerlo se paró y me dijo.

  • Mira… cornudo de mierda como se encula a una mujer. Mira y aprende. – y diciendo esto se la clavo en el culo.

Se fue sentando poco a poco sobre el pollón y luego ayudada por el hijo del portero, que la tenía cogida por la cintura se la clavó entera hasta que solo los huevos del muchacho quedaron afuera. Cuando estuvo así se quedo un rato quieta, cosa que aprovecho para decir.

  • ! Que hacía de tiempo que no me metía una buena polla por el culo… Diosssss, que gusto! –

Y empezó a subir y bajar, primero despacio y luego aumentado el ritmo, a cada subida y bajada salía un gemido de placer de la boca de mi esposa. Yo los miraba, los tenía frente a mí, veía como la polla del hijo del portero desaparecía dentro del culo de mi mujer para volver a aparecer al instante siguiente. Carmen disfrutaba tanto que se metía dos y hasta tres dedos por el coño aumentando a si su placer.

En esto estábamos cuando vi aparecer una figura por detrás de la pareja que hacía el amor sentada en los escalones. Era el vecino del piso de arriba, un tipo delgado y chupado, con el pelo y un fino bigote llenos de canas, que contemplaba la escena de la pareja mientras baja los escalones despacio, tuvo que dar un salto, sujetándose las gafas, casi por encima de ellos para llegar al rellano. Se giro, todo sonrojado, sujetándose aún las gafas con la mano, y me vio a mi en el ascensor contemplando la escena de sexo, volvió a mirar a la pareja y luego otra vez a mi, estaba perplejo, intento decir algo, pero no le salían las palabras, pero al final logró decir.

  • Buenos Días…disculpen tengo mucha prisa. – y desapareció escaleras abajo igual como había aparecido.

Carmen y el hijo del portero creo que no se dieron cuenta del suceso, ellos seguían follando como locos, continuaron durante un tiempo hasta que mi esposa empezó a gemir más fuerte y luego los gemidos se convirtieron en gritos que resonaban por toda la escalera, prueba que se volvía a correr y era la tercera.

  • ¡Me voy a correr!- dijo el hijo del portero.

  • Espera. – contestó mi esposa. – Córrete en mi boca. Quiero beberme tu leche. –

Carmen se levanto sacándose la polla de dentro de su culo, al mismo tiempo que sonaba un sordo pof y se arrodilló delante del joven. Este empezó a menarse el pollón con una mano apuntando a la boca de mi esposa. Pero en ese momento la escena desapareció de mi vista, sin darme cuenta el ascensor había ido bajando despacio. Hice un movimiento brusco de rabia y el ascensor de deslizó más rápidamente y a los pocos segundos se paraba con un chasquido a la altura del piso de abajo, pude abrir la puerta y subí escaleras arriba y allí vi la escena que acababa, el muchacho soltaba el último chorro de semen sobre la cara de mi esposa y al verme se apartó de ella.

Carmen al verme se levantó rápido y se dirigió hacia mi, pude ver su cara llena de goterones de semen que resbalaban por la cara, por los labios, por las tetas, incluso un grueso goteron le colgaba de uno de sus pezones. Ella me abrazó, supongo para que no hiciera nada a su amante y este tuviera tiempo de escabullirse, pero al ver de cerca la cara de Carmen con los chorretones de semen y al percibir su olor con el abrazo que me daba mi esposa me corrí en los pantalones, sin haberme tocado para nada, solo por haber presenciado la escena de sexo de otro con mi esposa y al estar en contacto con ella completamente llena de leche de otro. Me corrí como nunca, cuando acabé el hijo del portero había desaparecido y mi esposa me metía en casa con la excusa de quitarme el traje que había acabado lleno de leche, mía en los pantalones y del hijo del portero en la chaqueta.

Continuara la historia.