Cornudo sin carácter. 7
Las clases de baile y el profe. Sigo de cormudo. Su profesor de baile también se la folla y yo lo veo.
CORNUDO SIN CARÁCTER 7
Clases de baile. “El profe”.
Lo del Máster iba viento en popa. No la iba mal con lo de los bailes; sacaba pasta para pagarse el master y mucho tiempo no la quitaba. Aunque cada vez necesitaba más dinero para prácticas complementarias. Las expectativas de trabajo parecían muy buenas. Solo sería un año y medio. Como mucho.
Me habló de que se iba a apuntar a unas clases de “salsa”. Una academia muy buena. Podía aumentar sus ingresos…
Llevaba tres meses. Estaba contentísima. No solo había “ampliado sus contratos”, vamos que la llamaban de más sitios, sino que cobraba más. Por si fuera poco, había conocido a cantidad de gente. La mayoría muy maja.
Un fin de semana acepté la invitación. No solo iba a verla bailar, podía hasta recibir una clase…
Me presentó a “su profe” como su novio. Me dio la mano sin prestarme atención. Daba la sensación de que yo era un estorbo. Fácil de saber por qué. Se estaba tirando a mi novia. O tenía intención de hacerlo y lógicamente yo podía ser un problema.
Esa noche se lo pregunté. Sí, si había tenido alguna aventura con él… No eran celos. Esperaba que me dijera que sí, pero que no pasaba nada, solo se lo preguntaba por las caras que me había puesto él. Se limitó a decirme que sí, que “se lo habían hecho”. Sin concretar si mucho ni poco ni qué había hecho. El que mi novia se tirara a un tío no era ninguna novedad. Se follaba al que le apetecía y uno más a la lista.
Fui a la hora que me habían mandado. Ella ya llevaba un rato allí. Él me saludó sin apenas mirarme. Pasa a la cabina y espera. Me presentó a su “secretaria”. Pensé que era otra alumna. Se llamaba Mayte.
Alucinante, había cámaras con sonido, por todas las aulas. Hasta en los vestuarios. Pensé que era ilegal y eso, pero me dijo que no. En cada sitio había un cartel indicando que había cámaras de seguridad y además con la matrícula firmabas una autorización. No lo entendí muy bien. Aluciné. Todos los rincones de la academia se veían en los monitores de televisión. Mayte me explicó cómo funcionaban las cámaras. Las manejaba muy bien.
La vi mientras se cambiaba para la segunda clase.
En ese momento entró él. Una descomunal bronca… venia, parece ser, por el baile que ensayaban para el concurso. Todo estaba mal echo… todo le molestaba… Voces… gestos… hasta que… ¡Zas!, Visto y no visto. De un manotazo rasgó su malla de baile -. ¡¡¡te he dicho que estos sujetadores no quiero ni verlos!!!
Todo el frontal rasgado. Casi hasta la faldita. Con saña arrancó los corchetes y luego rompió los tirantes. Las tetas de mi novia salieron disparadas.
Violentamente la giró. La hizo apoyar las manos en la pared. Colocó una de sus piernas levantándola sobre el banco.
La levantó la falda y se sacó “lo suyo”. Ya me lo había dicho y no me mintió. “Lo suyo” era de un tamaño más que considerable. Sí más grande que el mío.
Un despectivo y prepotente “te vas a enterar, a ver si así aprendes a obedecer lo que te digo”. Fue suficiente.
-. No por favor, dijo en voz baja mi novia. Como la de un niño que pide no ser castigado.
Otra vez voces, insultos…. Y mi novia gimoteando solo atinaba a suplicar que por ahí no…
-. ¡¡¡Que te calles!!!
Y un sonoro y fortísimo azote.
Con el brazo izquierdo agarró la tela por el lateral contrario y tiró con fuerza. Todo su culito a la vista. Volvió a tirar. La tela rasgó.
Metió la mano por debajo. Un pellizco en su vulva. Por el grito debió hacerla daño. Luego apretó sus nalgas con los dedos y las separó. Apenas me dio tiempo a ver como apoyó la punta en su ojete.
Con decisión, sujetó sus caderas y empujó. Con fuerza. Con potencia. Su grito de dolor. Otro tremendo azote.
Otro empujón y otro y otro y otro…. Mi novia se retorcía de dolor cada vez que su pollón invadía un poco su cuerpo. Sus voces se mezclaban con sus gritos de dolor, con sus suplicas: -. “Por favor para. No sigas. Me haces daño. Para por favor.”
Pero no se movía. Ni él, ni ella. Aguantaba en la misma postura. Hubiera sido muy fácil bajar una pierna. Intentar darse la vuelta. Pero no hacía nada, solo suplicar y gritar.
Él como que no oía. Solo empujaba más y más y la azotaba. Hasta que toda la polla estuvo dentro. Unos segundos. Se acomodó. Y empezó a folarlla el culo. Sus gritos eran espantosos.
Me dije, esto es suficiente. Fui a entrar, pero Mayte ella me agarró de la mano. -. Ni se te ocurra, te matan. Sus amigos te matan…
De nuevo las voces…. La estaba reventando el culito…
-. Tranquilo… lo hace a adrede, como sabes que estás tú…. Lo hace con todas, para marcarlas… Y sabiendo que estás mirando, pues más aún. (En ese momento no caí en lo que decía. Sabía que estaba mirando… estaba todo coordinado, preparado. Él lo tenía todo previsto.)
Estaba alucinando. Verla de cara a la pared. Llorando. Con una pierna levantada. Apoyadas las manos en la pared. Sin hacer nada mientras ese hijo de puta la revienta el culito… No sabía qué hacer. Mayte intentaba calmarme.
-. Déjalo estar… es así… cuando termine, aquí no ha pasado nada… Solo te la está dejando follada, nada más… Y en ese momento, su mano se desliza hacia adelante. No me había dado cuenta de lo cerca que estaba. Si, prácticamente pegada a mí. Metiéndome mano. Sobando mis nalgas… Y pasa hacia adelante… Mi polla está a medio gas. Se ríe.
Mayte giró un mando. La oí chillar. Era más bestia que con el viejo o que con el brasileño. Sus empujones la hacían ponerse de puntillas. Sus manos apretaban las tetas desde atrás estrujándoselas hasta hacerla chillar. Estirando los pezones, tirando con fuerza de ellos, arrastrando a todo el pecho. Su cara de dolor… Y solo el tiempo justo para que respirara, para que recargara sus pulmones de aire, y otra formidable embestida.
Todo medido, todo controlado. “Acompasado”. Era el ritmo. Igual que en el baile, la decía. Pasito “p’alante”, zas empujón y toda la polla hasta adentro. Grito. Meneo de tetas. Pasito “p’a atrás”, retirada y cada tres embestidas, un pellizco en los pezones, y un “gira la cadera” acompañado de un azote en las nalgas. Cuando lo hacía mal, una especie de bofetada en las tetas.
Y Mayte a lo suyo -. Te gusta ver cómo te la follan verdad… te gusta ver cómo la monta…
No respondí. Mi polla dura ya lo estaba haciendo por mí. Y fui breve. Demasiado breve.
Mayte me miró con aire maternal. Casi con pena. Incluso como si me dijera que ahora entendía porqué mi novia se dejaba follar por otro, y por qué otro… Ese si sabía. Y no yo, que era capaz de correrme en un minuto viendo como se la cepillaban. Me limpió con una toallita y me arrastró hacia el salón, hacia la pista de baile. Ya había visto todo lo que tenía que ver.
Desde el salón todos oían los gritos, sus miradas burlonas… Parecía que dijeran a coro “ya están otra vez”…. Todos sabían que a mi novia se la follaba.
Por fin salieron. ¿Media hora? No lo sé.
Ella con los ojos de haber llorado. Algo roja. No dijo nada. Como si acabara de llegar de la calle.
Por delante, la malla de baile hecha un nudo. Sus enormes pechos asomando. Sus pezones marcaban un poco. Me pregunté si abajo tendría algo. Había oído rasgar la tela. Supuse que con las revueltas se vería si tenía o no braguitas.
Y a bailar. Al menor movimiento estaba seguro de que las tetas se la iban a salir. O ya se encargaría él de hacer que se la salieran. Estaba convencido que iba a terminar bailando desnuda delante de todos, para que todos vieran lo puta que era “la españolita”, y lo cornudo que era yo, su novio y por supuesto, lo machote que era él…
Pero nada de eso pasó. Bailaron. Y bailaron. Y el nudo no se deshizo.
Una palmada y “se terminó. Todos a las duchas”.
Mayte me volvió a agarrar de la mano. -. Ven… vamos a mi oficina…
Ahora no hubo voces. Muy bien. Había bailado muy bien. Además, las tetas no se habían movido. Era mejor no usar los sujetadores que traía. El nudo estaba muy bien hecho. Él fue el encargado de deshacerlo en los vestuarios.
Un buen morreo… Un sobeteo de tetas espectacular, un "ves como sí puedes hacerlo bien, si es que hay que animarte". (Osea castigarte, follarte, pegarte, qué se yo)
Dejó que se desnudara. Tenía que hacerlo delante de él. Bueno que se quitara la malla rota. Esos trapejos. Empezó a vestirse. Lo primero el sujetador. Su móvil sonó. Un gesto mandándola parar. Obedece.
Sin dejar de hablar por el móvil, la sacó las tetas. La sienta en el suelo. Apoyó la cabeza contra la columna.
-. Te has ganado un premio cariño. Dijo con recochineo.
Volvió a sacar aquello. Enroscó el pelo en su mano y se la metió en la boca. Su boca será la encargada de darle placer. La follaba la cara. La cabeza daba golpes contra la pared. Le daba igual. Sus embestidas eran tremendas. Casi la metía todo ese aparato. Como si quisiera sacársela por la nuca. Daba la impresión de que la llegaba hasta el estómago. Llegué a pensar que sí. Menudas arcadas. Estaba roja. Asfixiada. Su cara era la de la resignación, la sumisión. Se dejaba hacer. Solo apoyaba la mano en sus caderas para que sirviera de freno y no la ahogara del todo. A él debía gustarle empujar a tope, hasta que se oía la arcada, y dejarla allí adentro unos segundos. Cuando la sacaba, la bocanada de aire era casi desesperada.
Solo se la sacó del todo un par de veces. Fue para pegársela a su estómago, a su abdomen. Ella le lamió sus huevos desde abajo. Era para que descansara unos segundos. Y de nuevo a la boca. A veces la sujetaba la cabeza con las dos manos y empezaba a moverse a toda velocidad. Las penetraciones eran intensas. Se la metía entera. La empuja hasta que no cabía más. Y solo cuando ella parecía que iba a vomitar, paraba un instante.
Sus movimientos de cadera eran brutales. Cada vez más. Se lleva más de un golpe. Si, al empujar tan fuerte aunque la tiene sujeta y agarrada por el pelo la cabeza choca contra la pared.
De repente para. Ella tira de la piel hacia atrás con muchísima suavidad y retira con calma su piel. Todo el capullo está al aire. Y “le cede” el aparato. Ella sumisa abrió la boca. No era la primera vez. Conocía el ritual perfectamente.
Con la palma de la mano acariciaba desde abajo sus testículos y con la otra, con mucha delicadeza meneaba ese tremendo tubo de carne. Se ladeó un poco. Seguramente para que yo lo viera. No. En la ventana había otros espectadores… y empezó a soltar chorro tras chorro. La corrida sale disparada. A esa distancia lógicamente no se puede fallar. Los chorros de semen se reparten. Y mi novia a tragárselos. A recibirlos en la cara. Las dos mejillas. Labios. Encima de la ceja, escurriendo sobre sus pestañas. No importaba… O si… Si… Estaban meticulosamente dirigidos. Por el mentón goteaba un chorro. Cae en sus pechos.
Cuando termina, se la sacude con chulería. La exprime. Bueno más bien se la escurre buscando la última gotita. Esa gota que cae, pero que no cae. Que cuelga. Que se estira y parece que no caerá nunca.
Tal y como estaba, aun escurriendo semen la levanta. Ella coge el bote de champú y hace ademán de envolverse en la toalla. Él se la quita.
Camina desnuda delante de él, al vestuario de los tíos. La hace pasar. Todos la ven. No solo escurre semen. Las tetas aún siguen coloradas. Las nalgas ni te cuento. Saben que la ha follado. Obviamente también que ella le ha mamado el rabo. La corrida en la cara lo dice clarísimamente. La devoran con los ojos. Sonrisas y miradas cargadas de lujuria. Alguna de envidia. A ella parece que la da igual. Como que está sola.
Primero se mete ella en la ducha. Prepara el agua. No se moja. Le espera con la esponja llena de jabón.
Le limpia, le frota delante de todos. Es como si fuera su esclava. Él se deja hacer. No se corta. Para nada. Incluso se pone a mear en la ducha cuando ella está limpiándole las piernas. Ni se inmuta, no se aparta y parte de la meada la cae en las tetas.
Cuando él ha terminado, ella se ducha.
A la salida tiene que recorrer el pasillo desnuda para volver a su vestuario.
Es el mundo al revés, el premio debía ser que él la diera placer a ella pero no, era al revés, ella debía darle a él el gustirrinín. Así tenía que agradecerle las clases, esa era su forma de premiarla, y ella de pagar por saber sacar de dentro de ella lo mejor de sí misma. Me pierdo en estas explicaciones tan surrealistas.
Vuelvo la cara hacia Mayte. Como si me leyera el pensamiento sin decirla nada me dice: “estos espectáculos son casi a diario”... No digo nada. Sigo sin reaccionar. Mayte insiste en que eso es habitual. Muchos días lo hace. Bueno también con otras. Mi novia no es la única. No me parece un buen consuelo.
No tengo tiempo de reaccionar. Mayte tiene la blusa desabrochada. “A mí también me ponen como una moto”… dice señalando mi paquete. Sé lo que vendrá.
Soltó el botón del pantalón y me bajo todo de un golpe.- Calzoncillos y pantalón. Mi polla salió disparada. Sonrió. La agarró y tiró hacia ella. Se sentó en la mesa y separó las piernas. Sin dejar de besarme acercó mi capullo a la entrada. No pude aguantar. Fue sentir su coño. Caliente. Súper húmedo y empecé a correrme.
Me miró con cara de sorpresa. Y me enseñó su mamo. En la palma estaba casi toda mi corrida.
No dijo ni una palabra. Visto y no visto. Una bofetada con su mano manchada. No muy fuerte. Deja la mano en mi mejilla y me restriega la palma por la cara. Me mancha con mi propio semen.
Agarra con las dos manos mi cabeza. Enreda los dedos en mis pelos y tira de mí con fuerza hasta arrodillarme. Abre obscenamente las piernas. Delante de mí está su coño.
-. “A mi así no me dejas. “
Sé lo que quiere. Obedezco y comienzo a lamer su peludo coño. En cierto modo me parece justo, aunque apeste a sudor.
Jadea. Mueve las caderas… Me insulta. Coloca sus piernas sobre mis hombros… Me ahoga…”Lame cornudo”… dice de vez en cuando. “Méteme los dedos… joder qué bien lo haces… Esa puta tendrá queja de tu polla, pero de tu lengua lo dudo… La de corridas que la habrás limpiado”…
Mi polla está reviviendo. La oigo gemir. Seguro que ya ha tenido uno pequeño…
Me levanto y yo solo la colocó. No tengo ni que empujar. Entra sola. Me parece súper ancho Y sobre todo resbaladizo…
Tengo poco que empujar. En menos de cinco minutos se corre. La doy la vuelta. Joao Manoel me enseñó. Y su culito me recibe. Vuelve la cara sonriendo…
-. Marranón…
La veo meter la mano entre las piernas y masturbarse. La oigo gemir. Se está volviendo a correr. Yo voy detrás…
-. “Venga a la ducha. Date prisa que nos esperan”, dice riendo cuando todo ha terminado.
-. Oye… no te habrá sentado mal… los insultos me refiero… eran para excitarte...
-. No, no pasa nada.
Mayte sonríe y me besa.
-. El próximo día ya sé tú punto débil…
La espero a la salida. Lógicamente mi novia es la última.
Camino de casa discutimos. No. Discuto yo. Ella ni caso.
Una buena bronca: -. “Que cómo permites que te haga eso… que es humillante, que es abusar de ti, que es tratarte como a una… no sé ni cómo decirlo, no una puta no, te trata peor que a una puta…
Pero mi nova pasando, como si no hablara con ella. Se limitaba a decir que si a todo y en vez de ir a casa, me llevó a un bar de copas, de esos de salsa, donde suelen reunirse algunas noches después de las clases.
-. Si no quieres venir no vengas.
Nada más llegar se acerca a él. Le besa. La rodea por la cintura y la soba las nalgas delante de todos. Parece su chica.
Directos a la pista de baile. Ni una sola vez me dirige la palabra. Terminé marchándome solo.
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