Cornudo humillado 2

Continuacion y fin de la historia de la primera parte

Después de aquella maravillosa noche, en la cual los tres lo pasamos genial, había ganas de repetir y volver a pasar una nueva velada de lujuria, además en esta ocasión ya no habría el mismo nerviosismo inicial que se genera cuando estamos frente a lo desconocido.

Nuestra actividad sexual había crecido de manera exponencial en estas dos últimas semanas, lo hacíamos todos los días, incluso había habido alguno que lo hicimos dos veces. Nuestra química había vuelto a resurgir, recordábamos la noche que Juan nos había dado a los dos y automáticamente nos entraban unas ganas irrefrenables de empezar a follar.

No había calado aquella situación de manera desfavorable para ninguno de los dos, todo lo contrario. Aquello era una situación morbosa pero nada más.

Con Juan habíamos hablado casi todos los días, lo hacíamos por correo electrónico, quizás el motivo era porque nos desinhibíamos mucho más que al hacerlo por llamada telefónica.

Durante los casi 15 días que habían pasado de nuestro anterior encuentro habíamos tenido ocasión de recordar lo sucedido y también de planear el siguiente. Nosotros teníamos claro que no queríamos nada duradero, No queríamos que aquello también se convirtiese en otra rutina más, y así se lo hicimos saber a nuestro por aquel entonces macho alfa.

A él le había parecido bien nuestra decisión, al menos la respetaba, pero a su vez en esta ocasión quería ser él, el que decidiera como iba a ser el próximo y último encuentro.

En la anterior ocasión, fuimos nosotros los que establecimos el guion de lo que queríamos que hiciese, y salvo algún detalle que ya conocéis lo siguió bastante a raja tabla.

Así que en nuestras conversaciones por escrito era Juan el que iba relatando sus morbos y lo que le gustaría hacer el sábado siguiente.

Como no me quiero extender tanto como en el anterior relato, iré directamente al grano y nos situaremos exactamente en el momento exacto que habíamos concretado para volvernos a ver.

Era el sábado a las once de la noche, al igual que en la anterior ocasión cuando sonó el timbre de la puerta, como os acabo de explicar nosotros debíamos de seguir algo así como una especie de guion preestablecido. Y antes de continuar quiero volver a dejar claro que todo lo que voy a relatar sucedió realmente, no es una fantasía, todo sucedió con pelos y señales tal y como lo cuento.

Como os decía sonó el timbre de la puerta y era María la que debía de abrirla mientras yo esperaba sentado en nuestro sofá.

Por orden de Juan esta debía de recibirle con una de mis camisetas deportivas, la cual le quedaba bastante grande, unas braguitas de encaje y de corte brasileño y nada más. Y así fue como iba ese día.

Nada más acceder a nuestro domicilio, el soltó la bolsa que portaba en una mano, cerró la puerta de entrada y cogió a María y la apoyo contra la pared que quedaba libre a la derecha de la puerta. Con una mano puesta sobre su espalda y ejerciendo presión sobre la misma, la tenia contra la pared, mientras ayudándose de sus pies separo las piernas de María hacia afuera, más o menos como hacen los policías cuando van a cachear a un detenido, y con su otra mano comenzó a acariciar el xoxito de María por encima de sus braguitas.

Diossssss, que situación más morbosa!!! El cabronazo tenia inmovilizada a mi mujer contra la pared mientras le metía mano y esta empezaba a gemir suavemente. Se sentía dominada en ese momento, y es un poco por donde él había encauzado sus morbos para esta noche que estaba empezando. Quería dominar a María, quería que en esta última ocasión mi mujer fuese su sumisa, y que diablos si iba por ese camino estaba claro que lo iba a conseguir.

María empezaba a entregarse a su macho, se le notaba como se dejaba llevar y hacia caso a su hombre sin decir ni una sola palabra.

Cuando Juan ya la tenía bien calentita y bien entregada, la agarro del pelo y le obligo a caminar hacia el salón. Nada más entrar por la puerta a la derecha hay una mesa de comedor de cristal con capacidad para 8 personas, Por indicaciones suyas habíamos quitado todos los adornos que habitualmente tenemos sobre ella y también habíamos guardado las sillas en otro dormitorio, así que estaba solo la mesa.

Cogió a María y el obligo a recostarse en ella, con las manos en la espalda, dejando su culo en pompa hacia afuera y con las piernas caídas hacia el suelo. Sus pechos quedaban aplastados contra el cristal y su cabeza de medio lado buscaba mi mirada. Ella en esos momentos se sentía sometida por aquel macho que tanto placer le había dado en su anterior encuentro y que por lo que se intuía se iba a volver a repetir.

Sin mediar palabra, Juan estiro sus braguitas de encaje negro y las dejo caer hasta los tobillos. La imagen era de nuevo espectacular, Mi mujercita estaba inmovilizada contra la mesa y tenía a su amo sujetándola justamente detrás. Yo no pude evitarlo y saque mi polla de su encierro para empezar a hacerme una paja viendo aquella escena tan excitante.

Juan se desabrocho los botones de su pantalón, saco su pene y apunto con él al agujerito de mi mujer, sin parar ni un instante se la clavo y hundió aquel enorme aparato dentro de su vulva mientras sujetaba sus brazos pegados a su espalda con sus manos.

Empezó a follarsela sin compasión y María no pudo más que correrse como una loca, se sentía suya, ya no era mía, ahora mismo estaba entregada por completo a su nuevo macho, ese macho era mucho mejor que el que ella tenía en casa. Aquel si era un macho de verdad y sobre todo sabía darle lo que ella se merecía.

Con toda aquella excitación Juan no aguanto prácticamente más que un par de minutos más bombeando a su presa y descargo de nuevo toda su leche en el mismo lugar que había hecho hacia un par de semanas. Si, lo había vuelto a hacer de nuevo, se había corrido otra vez dentro del coñito de mi mujer.

Yo después de haber visto aquella escena y sin una explicación razonable, en vez de cabrearme, enfadarme con él, o recriminarle la acción, explote y me corrí como un loco lanzando mi esperma al aire.

Después de recomponernos y tomar un poco de aire fresco, nos sentamos los tres en nuestro sofá a degustar el nuevo caldo de uva que Juan había vuelto a traer como  presente por la visita, charlando cordialmente y entablando una velada que había comenzado de la mejor de las maneras posibles.

Tras dar buena cuenta de la botella de vino y de unos cubatas que yo mismo había servido a posteriori y habiendo pasado casi dos horas desde que había comenzado nuestro encuentro, fue cuando Juan se dirigió a mí y me dijo:

-Bueno pedazo de cornudo, has visto la primera parte de la noche y ya he visto que te ha gustado por la forma como te has corrido,

-Pero ahora viene la segunda parte y no creo que esta te haga tanta gracia

Yo me puse algo nervioso, porque esta parte del guion me había sido vetada, esta había sido tratada entre María y Juan en la más estricta intimidad y era una sorpresa para mí.

-Si en nuestra anterior velada te hice un cornudo con todas las palabras y te humille como a una perra, lo que viene ahora te va a machacar. Hoy si que te voy a humillar de verdad, pedazo de maricon!!!

Dicho esto, María se fue para una de nuestras habitaciones y saco una serie de arneses los cuales usaron entre los dos para inmovilizarme y dejarme totalmente desnudo e indefenso encima de nuestro sofá.

Acto seguido, Juan se fue hacia María la cogió en brazos y dirigiéndome hacia mí me soltó:

-Esta noche tendrás que agudizar el sentido del oído, ya que no vas a ver nada,

Yo me quería morir, esto ya no me hacía ninguna gracia, estaba atado sin posibilidad de moverme y estos dos se iban a ir a mi habitación a follar. Eso empezaba a molestarme mucho. Me estaban apartando del juego, pasaba de ser un trio aunque no del todo participativo a ser un dueto.

Fue entonces cuando María vino hacia mí y con una sonrisa muy picara y sabiendo donde me dolía me susurro al oído:

-Cariño esta noche no me lo voy a follar, esta noche me apetece hacerle el amor a este pedazo de macho. Y tú no te vas a poder ni tocar.

Dicho esto se metieron en la habitación y empezaron a jugar ellos solos, la situación era confusa, no les oía, solo podía imaginar, mi cerebro iba a mas de mil por hora, me los imaginaba con sus cuerpos desnudos, entrelazados entre si y besándose  con lujuria. Eso no debía de suceder así, pero la realidad es que estaba pasando.

Al cabo de un rato pegando la oreja, como se suele decir, y quedándome totalmente inmóvil para que no se me escapase ni un solo ruido, ni un solo chasquido de lo que ocurría a escasos cinco metros de donde me encontraba, empecé a oír gemir a María, que le estaría haciendo su macho? Ella no podía parar, posiblemente le estaría comiendo su conejito. Poco a poco se le aceleraba la respiración y comenzaba a gemir sin preocuparle quien pudiera escucharla hasta llegar a un placentero orgasmo.

Tras esa situación y sin dar crédito de mis propias acciones, mi polla volvió a ponerse en erección, no podía controlarme. Sin quererlo la situación me había puesto muy caliente, la imaginación era más poderosa que la vista. Dios que situación, y lo peor de todo era que no podía tocarme.

Por los ruidos que pase a escuchar, supe perfectamente que la polla de Juan estaba en esos momentos dentro de la boca de mi mujer. Lo presentía perfectamente y la imagen que mi cerebro proyectaba en mi mente cada vez hacia que me pusiese mas y mas cachondo.

Tras un pequeño y corto silencio supe que ahora él la empezaba a penetrar, el sonido era inconfundible. El bombeo era insaciable. Que pasada!!! Estaba excitado con solo oír como otro hombre estaba follandose a mi mujer en la habitación de al lado. Qué tipo de hombre era yo? A quien quiero engañar? No, ya no era un hombre y mucho menos un buen macho, había pasado a ser un vulgar cornudo, feliz y cachondo cornudo con solo pensar como un macho de verdad hacia correrse a mi mujer una vez tras otra.

Yo hasta ese entonces jamás me había corrido sin tocarme y era de los que pensaban que eso era imposible, pero viví en mis propias carnes dicha experiencia. Fue algo verdaderamente increíble. De repente empecé a correrme, muy lentamente, fue impresionante, el hecho de estar atado y totalmente inmóvil y correrme así fue especial.

Los gemidos fueron creciendo de intensidad y no eran más que el preludio de que aquello llegaba a su fin. Dios mío como iba mi cerebro, imaginándome la visión de sus cuerpos entrelazados y dando rienda a sus pasiones mas desenfrenadas.

Cuando ya creía que no podía ser más humillado y que todo había llegado a su fin, aparecieron por la puerta del salón con sus cuerpos desnudos y sudorosos y acercándose hacia donde yo me encontraba mi mujer tomo la iniciativa y me susurro al oído:

-Cariño tengo una fantasía que me dé un morbo sobrenatural y quiero que seas bueno y me la cumplas. Vale?

Yo un poco desconcertado por lo que acababa de escuchar, solo pude asentir con la cabeza. ¿Qué más quería de mí? ¿No le había bastado con todas las humillaciones que gustosamente acababa de propinarme? Parece ser que aun no tenía bastante!!!

Sin mediar mas palabra me dijo que me pusiera de rodillas, no con cierta dificultad, pues las ataduras casi no me dejaban movilidad alguna, obedecí a mi hembra. En ese momento María agarro la polla de su macho alfa y la dirigió hacia mi boca diciéndome:

-Quiero que la comas y saborees en ella todas mis corridas

Yo jamás había hecho cosa semejante y sinceramente no me hacía ninguna gracia, y mucho menos pensar que en ese miembro estaban pegados todos los jugos de mi esposa.

Pero sin saber aun porque, me limite a abrir la boca y acto seguido y en menos de dos segundos tenía la polla del macho que acababa de follarse a mi mujer.

Estuvo un rato bombeando su pene dentro de mi boca pero gracias a Dios no llego a ponerse dura, quiero imaginar que por todo el esfuerzo que había realizado poco antes y tras un par de insultos de mi mujer hacia mí, espetando que eso era lo que realmente me gustaba y que me había equivocado de orientación sexual, Juan la saco de mi boca y dimos por terminada nuestra velada.

Jamás volvimos a saber más de Juan, solo nos quedan los recuerdos, ahora un poco más latentes al revivirlos en este relato, de aquellas dos jornadas nocturnas que dudo jamás olvidaremos ninguno de los dos.

Espero que os haya gustado

Un beso