Cornudo él y cornuda ella

Un relato de esos con los que me mojé al escribirlo

Era su noche de bodas. Isabel, una muchacha de diecinueve años, morena, de ojos negros, blanca de piel, alta, ni gorda ni flaca y muy guapa, estaba desnuda en la cama con su marido. Ya habían tenido sexo oral, él, y ya habían follado. Entre besos Aníbal le preguntó:

-¿Me dejas que te la meta en el culo?

Isabel le respondió:

-¿Por qué no me comes antes el coño? Ya que follando no me corrí, a ver si así...

Aníbal, un joven de veinte años, un poco más bajo que Isabel, delgado y guapote, le dijo:

-¡¿Qué?!

-Que no me corrí.

-No, lo otro, lo del coño

-Que me lo comas. ¿O no sabes comer un coño?

Aníbal se puso exquisito.

-Sabía que eres una mal hablada, pero nunca imaginé que fueras tan guarra.

Se acabaron los besos.

-¡¿Qué me has llamado?!

Aníbal la miró desafiante.

-Guarra.

A Isabel no la iba a hacer callar.

-Me llama guarra quien me quiere dar por el culo, tiene cojones la cosa.

-Habla bien, y no cambies de tema.

-Hablo cómo me sale del coño, y no cambié de tema.

-Cambiaste, estabas hablando de comer el coño.

Isabel le dio donde más le dolía.

-Y por lo que se ve lo más parecido a un coño que has comido es un mejillón.

Aníbal se escaqueó.

-Todo este lío lo montaste porque no querías que te la metiera en el culo, haber dicho que no y nos ahorrábamos nuestra primera discusión.

-El lío lo montaste tú. ¿Aún quieres meterla en mi culo?

-Si me dejas, sí.

Isabel, cómo una esposa complaciente, se puso a cuatro patas y le dijo:

-Todo tuyo. A ver si así acabo corriéndome.

Aníbal escupió en su ojete y después frotó el glande en él. Isabel viendo lo que se avecinaba, le dijo:

-No, así no, antes debes lamer mi agujerito, meter y sacar tu lengua en él..., antes debes prepararme, si no me preparas no me correré.

Aníbal se escandalizó.

-¡Serás puta! ¿Quién te comió el culo de esa manera?

Isabel se puso boca arriba. Tenía unas tetas grandes y duras, sus areolas eran oscuras y sus pezones gordos, en el coño lucía una buena mata de pelo negro y rizado, le respondió:

-Yo no te pregunté quien te la mamó antes que yo.

-Esa es otra. ¿A quién se la chupaste antes que a mí y quién te comió el coño y el culo?

Isabel le mintió.

-No son más que fantasías.

Aníbal bajo su tono de voz y su polla bajó la cabeza.

-No te creo, creo que te comieron el culo, que te comieron el coño y que chupaste más pollas que la mía.

Isabel le dio la espalda, y le dijo:

-Cree lo que quieras.

Aníbal se sentó en el borde de la cama, cogió un cigarrillo ducados encima de a mesita de noche, lo encendió, le echó una calada y dándole la espalda le dijo:

-Necesito saber quién te comió el coño y el culo y a quién se la mamaste antes que a mí.

Isabel se dio la vuelta y con cara de mala hostia le dijo:

-¡No me toques más el coño, Aníbal! Vale que no me hicieras correr, vale que no me comieras las tetas, vale que no sepas comer un coño, vale que no sepas comer un culo, lo que no vale es que me estés dando por culo en el mal sentido de la palabra.

Aníbal se dio la vuelta y se puso bravo.

-¡No me vengas con hostias! ¡¡O me dices quien o quienes gozaron de ti o coges tus cosas y te vas para tu casa!!

Isabel no se creía lo que estaba oyendo, se sentó en la cama y le preguntó:

-¡¿Ahora?!

Le respondió el macho cabrío.

-Sí, ahora mismo.

-Pues me voy. Mal negocio hice al casarme contigo.

Aníbal se fue para la sala. Al rato largo pasó Isabel por delante de él con una maleta en la mano y le dijo:

-Si recapacitas sabes donde estoy, Aníbal.

-Si estás dispuesta a confesar sabes donde estoy, Isabel.

La casa de Aníbal, casa que le dejara en herencia su padre antes de morir, estaba en la misma aldea que la del padre de Isabel.

Isabel caminó por un camino de tierra iluminada por las bombillas de los postes de la luz hacia la casa de su padre. Se cruzó con un par de perros callejeros y media docena de gatos que la miraron con indiferencia. Eran casi las dos de la madrugada cuando llamó a la puerta. Tobías le abrió en calzoncillos y a pecho descubierto. Al verla se le puso cara de tonto.

-¡¿Qué te pasó?!

-¿Me dejas entrar en casa o no?

Tobías se hizo a un lado. Isabel entró en casa y el hombre cerró la puerta. Poco más tarde, sentada en una silla de la cocina terminaba diciéndole a su padre:

-... Y cómo puedes imaginar no le iba a decir que eras tú el que me comía el culo y el coño y quien me aprendió a mamar una polla.

Aníbal, que se había echado un vaso de vino tinto de una botella que dejara a medias, se lo bebió de un trago, limpió la boca con el dorso de la mano, y le dijo:

-Voy a ser sincero. Me alegra que lo dejaras.

-Eres un egoísta.

-Que quieres, no me gusta estar solo.

A la mañana siguiente Isabel se levantó para orinar. Vestía una enagua azul transparente e iba sin sujetador ni bragas. Al llegar al aseo se encontró a su padre en calzoncillos con la cara enjabonada y a medio afeitar, le dijo:

-Buenos días, Tobías.

Tobías miró para su hija y vio que no llevaba nada debajo de la enagua.

-¡Muy buenos días, Isabel! ¿Qué tal pasaste la noche?

-Me quedé dormida esperando a que vinieras a darme una visita.

Levantó la enagua y se sentó en la taza. Tobías sintiendo el ruido que hacía el meo de su hija dentro de la taza, le dijo:

-Creí que no tenías ganas de fiesta.

-Creíste mal. Tenía y tengo ganas de una lengua experta entre mis piernas.

-Eso tiene fácil solución.

Isabel se limpió el coño con papel higiénico, bajó la enagua, le echó la mano a la polla a su padre, y le dijo:

-Lo sé, papá, lo sé.

La polla de Tobías reaccionó al contacto de la mano poniéndose dura. Isabel le dijo a su padre.

-Conoce mi mano.

-Y tú boca.

Isabel sonriendo le bajó el calzoncillo. Vio la polla tiesa, se puso en cuclillas le dio un beso en el glande, lo metió en la boca y se lo mamó al tiempo que le meneaba el tronco con su mano izquierda. Tobías, a medio afeitar y con los calzoncillos en los tobillos miraba cómo su hija se la mamaba.

-Pensé que no me lo ibas a hacer más.

Isabel machacándole la polla lo miró a los ojos y le dijo:

-Aunque vuelva con Aníbal seguiré follando contigo, no quiero que otra mujer ocupe mi lugar.

La mano de Isabel voló de arriba abajo y de abajo a arriba hasta que de la polla comenzó a salir leche. Isabel apretando y soltando la polla por la base le lamió el frenillo hasta que salió el último chorro, después la metió en la boca y la mamó entera.

Al acabar se levantó y se limpió la mano a una toalla. Tobías se agachó detrás de su hija. Isabel se quitó la enagua. Tobías le magreó las nalgas cómo si fueran tetas y le lamió el culo. Isabel le dijo:

-¡Me encanta!

La lengua de Tobías lamió el ojete con ganas atrasadas y con ganas atrasadas se lo folló con la lengua... El coño de Isabel ya estaba encharcado cuando su padre la puso cara a él. En el primer recorrido lamió su raja despacito, la lamió de abajo a arriba con la puntita de la lengua sin llegar a profundizar y sin legar al clítoris, en el segundo lamió metiendo la puntita entre los labios vaginales y ya rozó el clítoris... Fue metiendo la lengua entre sus labios cada vez un poquito más al fondo y acababa lamiendo su clítoris haciendo círculos... Conocía a su hija. Su respiración y sus gemidos le iban a decir cuando se iba a correr, y se lo dijeron, se lo dijo su respiración, sus gemidos y se lo dijo ella:

-¡Me corro, papá!

Isabel entre gemidos y convulsiones le llenó la boca a su padre con los jugos de una corrida brutal.

En la casa de Aníbal también se cocían habas. Su madre sentada en el borde de la cama donde había estado Isabel, le decía:

-Tienes un problema, hijo, a una mujer hay que saber satisfacerla en la cama.

-Isabel no es una mujer normal, es una puta.

Carmen le habló claro.

-La mujer que no es puta en la cama no es mujer, y el hombre que no la hace gozar no es hombre.

Las palabras de su madre hicieron mella en él. Aníbal, que estaba tapado con una sábana, se destapó. Carmen vio su polla erecta, una polla de lo más normal.

-Dime que tiene que hacer esta para que una mujer se corra.

Carmen al ver la polla se puso en pie y le dijo a su hijo:

-Tápate.

-¿No me vas a ayudar?

-Una madre no puede ayudar a un hijo en esas cosas. A no ser...

-¿Qué?

-Pilar, Lucía, Moncha, Lola o Mercedes. ¿Cuál te gusta más?

-¿Para qué?

-Las cinco les meten los cuernos a sus maridos con hombres más jóvenes que ellas. Cualquiera de ellas te podría enseñar todo lo que tienes que saber para hacer gozar a una mujer.

-No quiero que me enseñe un puta, quiero que me enseñes tú, mamá. Estás más buena que ellas.

A Carmen se le escapó una sonrisa.

-No digas tonterías, soy una vieja al lado de ellas.

-¡Ya quisiera cualquiera de tus amigas estar tan buena cómo tú! ¿Me vas a enseñar?

-No, no sería apropiado.

-Entonces dime. ¿Se pasa la lengua por el coño?

-No voy a hablar de esas cosas contigo. Pensar en la lengua de mi hijo en mi coño subiendo y bajando me da repelús.

-Entonces es que se pasa. ¿Se pasa también por el culo?

-Sí, se pasa, pero hay que saber hacerlo, hijo, y yo no te voy a enseñar.

-Pues yo puedo imaginar mi lengua en tu culo haciendo lo que me mandases hacer.

Carmen hacía cinco años que no tenía una polla entre sus piernas y su coño se empezaba a mojar. Viendo que se podía perder, le dijo:

-Me voy que tengo hora en la peluquería.

Aníbal era cómo un martillo pilón.

-¿Volverás y me aprenderás cosas guarras?

-¡Qué pesado! Ya te dije que no, una madre no le enseña a hacer esas cosas a su hijo.

Aníbal se iba a juga el todo por el todo y que pasase lo que tuviese que pasar. Se levantó de la cama, agarró a su madre por la cintura, le apretó la polla empalmada contra el culo y le besó el cuello. Carmen le dijo:

-Déjame, Aníbal, déjame.

Aníbal le cogió por los pelos, tiró hacia atrás y le comió la boca mientras su polla chocaba una y otra vez con el culo de su madre. Luego la mano que tiraba de su cabello dejó de tirar y le magreó las tetas. Carmen siguió con la cabeza echada hacia atrás para que su hijo le siguiese comiendo la boca.

-Enséñame, mamá.

-No estaría bien.

Aníbal le hizo el macho.

-Me vas a enseñar por las buenas o por las malas.

Carmen no conocía a su hijo.

-Tú no eres así, déjame.

Le levantó el vestido, le bajó las bragas, volvió a subirle el vestido y metió la polla entre sus piernas. Su polla se mojó al rozar los labios vaginales.

-Estás muy mojada, mamá.

Carmen hizo cómo si no lo oyera:

-Déjame ir, Aníbal, déjame ir.

Aníbal hizo que su madre se inclinase y le clavó la polla en el coño.

-Estás violando a tu madre, hijo, la estás violando.

Anibal le dio leña de roble, leña de la buena y Carmen, en nada, se corrió en silencio. Aníbal ni se enteró de que su madre se había corrido y eso que le baño la polla bien bañada y el coño le apretó la polla varias veces.

Después de correrse, sintiendo la polla de su hijo latir dentro del coño, le dijo:

-No te corras dentro que puedo quedar preñada.

Aníbal sacó la polla. Carmen se incorporó y Aníbal se corrió entre sus labios vaginales, Carmen casi se vuelve a correr sintiendo la leche calentita en su coño y sintiendo después cómo le bajaba por las piernas.

Aníbal al acabar de correrse volvió a la cama y se tapó con la sábana.

Carmen, que era una mujer alta, de cabello negro y corto, morena, ni gorda ni flaca, con buenas tetas y buen culo, yéndose de la habitación, le dijo:

-Nunca pensé que abusarías de mí, hijo.

-Perdona, mamá, pero estás tan buena...

Un par de minutos más tarde volvió Carmen a la habitación. Sin decir una palabra se desnudó delante de su hijo... Aníbal vio sus grandes y decaídas tetas moverse hacia arriba y hacia abajo al caminar hacia la cama. No se fijó e su pequeña barriga ni en sus michelines, se fijó en la tremenda mata de pelo negro que rodeaba su coño. Carmen se metió en cama, se abrió de piernas, y le dijo:

-Te voy a enseñar a hacer gozar a una mujer, pero que conste que solamente lo hago para salvar tu matrimonio.

Mentía con descaro, pero Aníbal la creyó.

-Gracias, madre.

Carmen fue al tema.

-Mete la cabeza entre mis piernas y besa, lame y chupa donde y cómo yo te diga.

Aníbal fue y lamió su coño cómo le dijo, de abajo a arriba con la punta de la lengua, de abajo a arriba apretando su lengua contra el coño... Besó, chupó y lamió su clítoris, folló su coño con la lengua, y cuando su madre levantaba el culo lamía y follaba su ojete y su periné... Hizo todo cómo su madre le ordenó. Cuando Carmen ya no pudo más, le preguntó:

-¿Quieres ver cómo se corre mamá, hijo?

-Sí.

-Aprieta tu lenga contra mi coño.

Aníbal apretó la lengua en su coño. Carmen moviendo el culo de abajo a arriba, de arriba a abajo, hacia los lados y alrededor busco el orgasmo y lo encontró. Corriéndose en la lengua de su hijo, le dijo:

-¡¡Así se corre una mujer!!

Aníbal sintió cómo el culo de su madre temblaba entre sus manos, sintió sus gemidos de placer y sintió cómo su boca se iba llenando de jugos espesos y calentitos.

Carmen al acabar de correrse se sentó sobre la cama y le dijo:

-Échate boca arriba sobre mis rodillas que quiero ver si te gusta lo mismo que le gustaba a tu padre.

Aníbal hizo lo que le dijo. Carmen mojó el dedo medio de la mano derecha con saliva, se lo metió dentro del culo y se lo folló. Con la otra mano lo masturbó a la misma velocidad que entraba y salía el dedo del culo. A Aníbal le gustó una barbaridad, tanto le gustó que al ratito de su polla comenzó a salir leche, leche que pringó la mano de su madre.

Al acabar de correrse y quitarse su hijo de encima lamió la leche de su mano. A cada lamida besaba a Aníbal con lengua. Su idea era convertirlo en un cerdo y lo estaba consiguiendo. Carmen ya se entregó a la causa.

-¿Qué quieres que te enseñe ahora, hijo?

-A comer unas tetas.

En la otra casa Tobías, que era un cincuentón, moreno y de estatura medianas estaba en pelotas en la cama de su hija. Arrodillado detrás de ella le lamía el coño y el culo, Isabel le dijo:

-Tú sí que sabes, papá.

Tobías dejó de comerle el coño y el culo, se puso boca arriba, y le dijo:

-¿Quieres correrte en mi boca?

Isabel no le contestó, se abrió de piernas encima de él y le puso el coño en la boca. Tobías sabía cómo le gustaba a su hija, sacó la lengua, le echó las manos a la cintura y dejo que ella se moviera a su aire. Al principio aplastaba la lengua con el coño y movía la pelvis despacito de atrás hacia delante y de delante hacia atrás, tiempo después levantó el culo y metió y sacó la lengua de su coño cómo si estuviera metiendo y sacado una polla, luego volvió a aplastar la lengua con el coño y movió la pelvis de delante hacia atrás y de atrás hacia delante cada vez más aprisa hasta que dijo:

-¡Me corro, papá!

Levantó el culo. Tobías le metió la puntita de la lengua en el coño. El coño abriéndose y cerrándose descargo una inmensa corrida, corrida que fue bajando por los lados de la lengua y cayendo en su boca.

Al acabar le lamió el coño y el culo. Isabel se quedó quieta mientras lo hacía. Cuando se movió fue para poner la polla en la entrada del ojete, luego fue bajando el culo hasta que la polla le llegó al fondo. Acto seguido folló a su padre hasta que sintió como la polla latía dentro de su culo. En ese momento se quedó quieta de nuevo y mirando la cara de placer de su padre sintió cómo su corrida le llenaba el culo de leche. Ya estaba cachonda de nuevo. Antes de que se le bajara la metió en el coño y le dio caña de la buena, tan buena fue que no tardó en correrse, pero no en la polla de su padre, ya que la quitó, le puso el coño en la boca y se lo volvió a frotar contra la lengua hasta que echó la cabeza hacia atrás, y exclamó.

-¡Traga, papá, traga!

Tobías tragó hasta la última gota.

En la otra casa la que bebía era Carmen, bebía una corrida brutal después de que su hijo le quitara la polla del culo y se la metiera en la boca.

Una semana después se reunieron para hablar Aníbal e Isabel. En la sala de estar, tomando un café, le decía Aníbal:

-... Y La gente nos critica.

-¿Qué dice?

-Que yo no puedes vivir lejos de las faldas de mi madre ni tú lejos de los pantalones de tu padre.

-Que critique, pero por eso no creo que me mandaras llamar

-No, te llamé porque quiero que vuelvas conmigo.

Isabel puso las cartas boca arriba sobre la mesa.

-No hay confesión que hacer y no creo que dejaras de ser celoso de un día para el otro.

-No quiero saber nada de tu pasado, quiero vivir el presente contigo. y respecto a los celos, celoso lo seguiré siendo mientras te quiera,

-Yo te quiero y no soy celosa.

-No me querrás tanto como yo a ti.

-Porque tú lo digas. Yo a ti te la mamé y tú a mí...

Aníbal ya entró a matar con su esposa.

-¿Quieres que te coma el coño?

A Isabel se le alegró la cara.

-Hombre, si dejas que te guíe...

-No me hace falta.

-¿Cómo me lo comería?

  • Antes te comería a besos- la besó-. Te comería las tetas -le magreó las tetas-. Te comería el culo...

Isabel sacó las uñas.

-¡¿Quién te enseño a hacer eso?! ¿Con quién me engañaste?

-¿Pero tú no decías que no eras celosa?

Isabel parecía una gata rabiosa.

-¡No me cambies de tema! ¿Quién te enseño?

-Me lo explicó mi madre.

Lo miró cómo quien mira a un bicho.

-¡¿Te follaste a tu madre?!

Aníbal tenía que mentirle.

-No seas bruta. Me explicó cómo se hacía.

Isabel no se tragaba la mentira.

-Una madre no explica esas cosas.

-Lo hizo para salvar nuestro matrimonio, y le costó hacerlo, no creas que me fue fácil convencerla para que lo hiciera.

Ahora sí que se tragó el cuento.

-Debió costarle, debió, pues habrá que saber cómo te lo explicó y a ver si lo salvamos.

Isabel que vestía una blusa blanca y una falda negra que le daba bastante más abajo de las rodillas se levantó para ir a la habitación. Aníbal fue a su lado, la cogió por la cintura y se besaron con lengua, después entre beso y beso, él le desabotonó a ella la blusa y ella a él la camisa. Al estar ella en sujetador y él a pecho descubierto le quitó el sujetador. Sus manos cogieron las tetas por debajo y les metió unos magreos y unas mamadas que le dejó los pezones tiesos y duros cómo clavos. Isabel se quitó la falda y las bragas, Aníbal se quitó los zapatos, los pantalones y los calzoncillos. Su polla empalmada apuntaba al coño mojado de Isabel. Le levantó la pierna izquierda y se besaron con lengua, después Aníbal bajó el culo y al subirlo le clavó la polla de una estocada. Isabel rodeaba el cuello con sus brazos, apretaba sus tetas contra el pecho de su marido y comenzaba a gemir. Dándole caña de la buena por los muslos de Isabel bajaban regueros de jugos. Su coño lubricaba una cosa mala, parecía un lago que se desbordaba. Le diera con el punto y gozaba cómo una perra. A Isabel le hubiese gustado estar así durante horas, pero llegó un momento en que su coño no pudo más, y ella menos.

-¡Me voy a correr, Aníbal!

Le quitó la polla y le bajó la pierna. Isabel le dijo:

-¡No!

Aníbal se agachó y su lengua lamió su coño empapado. Isabel exclamó:

-¡Síííí!

Sintiendo la lengua de su marido lamer su coño, le agarró la cabeza con las dos manos, apretó la boca contra su coño y movió la pelvis para que la lengua lo recorriese todo, en nada le dijo:

-¡Me corro, Aníbal!

Aníbal recibió en su boca la corrida de su esposa mientras Isabel gemía y se convulsionaba.

Al acabar le lamió el coño bien lamido, después le dio la vuelta, le abrió las nalgas con las manos y le lamió y folló el ojete antes de levantarse y frotar su polla contra él... Después se la fue clavando al tiempo que le magreaba las tetas. Isabel apoyó las manos en la pared y disfrutó de cada milímetro de clavada. Aníbal le preguntó:

-¿Te gusta?

-Sí, mucho.

Cuando la polla llegó al fondo del culo Aníbal se corrió cómo un pajarito. Isabel, que hasta ese momento estuviera quieta, comenzó a mover el culo hacia atrás y hacia delante. Sentía que a poco más que le follara el culo se iba a correr, le dijo:

-No la quites.

Aníbal la cogió por los pelos, tiró hacia atrás y comiéndole la boca le folló el culo a romper. Isabel no tardó en correrse, y al hacerlo comenzaron a temblarle las piernas y de su coño salió una cascada de jugos. Unos cayeron al piso y otros bajaron por el interior de sus muslos.

Al acabar de correrse, Aníbal le quito la polla del culo e Isabel se dio la vuelta. Su sorpresa fue grande cuando vio que su marido se volvía a agachar y le lamía los jugos de su pierna izquierda, tiraba de ella y la echaba sobre el piso de madera., lamía el otro muslo y después metía coño y pelos en la boca para luego enterrarle la lengua dentro, Isabel le dijo:

-Me vas a matar de gusto, ladrón.

-Eso pretendo.

Le puso las piernas sobre sus hombros, la levantó poniendo las manos en su cintura y le devoró el coño a lamidas lujuriosas.... Isabel cuando sintió que se iba a correr trató de aferrarse a algo, pero sus dedos se toparon con la madera del piso. Se arqueó más de lo que estaba y arañando la madera, le dijo:

-Me voy a correr, Aníbal.

Aníbal le quitó las piernas de los hombros, la agarró por las nalgas, la levantó un poco y le clavó la polla en el coño de un zurriagazo, a ese zurriagazo le siguieron unos cuantos más. Isabel con los ojos cerrados se corrió cómo una fuente. Aníbal la sacó del coño, metió el glande dentro de su culo y se lo llenó de leche... Al acabar sacó la polla del culo y miró para su esposa, la vio preciosa, con la cabeza de lado y los ojos cerrados. Parecía la Bella Durmiente, le dijo:

-No abras los ojos, no hagas nada, solo disfruta.

Con el dedo pulgar de la mano derecha echó hacía atrás el capuchón del clítoris. El glande, del tamaño de un guisante, quedo a merced de su lengua. Lo lamió con la puntita, lentamente. Cada vez que lo lamía sentía como latía. Mojó los dedos anular e índice en los jugos de su coño y después le metió el índice en el ano, el anular en la vagina y le folló los dos orificios con ellos mientras su lengua hacía estragos en el clítoris Al rato el ojete y la vagina apretaron su coño e Isabel se corrió copiosamente. Desbordó en su boca y Aníbal se tragó su corrida. Estaba tan excitado, tan ansioso de hacer feliz a su mujer que ni cuenta se dio de que Isabel había dejado de gemir. Cuando quitó los dedos de su ano y de su vagina y miró para ella vio que sonreía, sonreía pero había perdido el conocimiento. Aníbal se llevó un buen susto, susto que le pasó un par de minutos más tarde, cuando Isabel abrió los ojos y le dijo:

-Quiero más de eso que me has dado.

Aníbal tenía mucho tiempo de su vida para dárselo, a ella y a su madre, e Isabel para gozar de su marido y también de su padre, ya que eran cornudo él y cornuda ella.

Quique.