Cornudo de mi mujer... y de mi vecino.
Nunca en mi vida pensé que la relación sexual entre mi mujer y otro hombre pudiera llegar a superarme...
La historia que os relato a continuación es una de esas que jamás se me hubiese pasado por la cabeza, debido a que nunca imaginé que mi mujer pudiera acostarse con un hombre 20 años mayor que ella y que además era un vecino el cual la había visto nacer.
Mi mujer Judith tiene en la actualidad 40 años y nuestro vecino Sergio 60, se conocen desde que él la vio nacer, debido a que la casa de mis suegros y la de Sergio son pareadas.
Toda la vida han tenido una relación cordial y nunca surgió un problema entre las familias, él está casado y tiene una hija de unos 25 años.
Yo lo conocí cuando empecé a salir con ella, me pareció una persona afable y siempre hemos mantenido una buena relación.
Al cabo de un tiempo Judith y yo decidimos casarnos y elegimos como lugar de residencia la casa contigua, la cual estaba medio derruida y hubo que construir de nuevo.
Sergio es un reputado fontanero y cómo no podía ser de otra manera lo elegimos a él para toda la instalación de fontanería y calefacción de nuestra casa. Una vez acabada nos casamos y comenzamos a vivir en ella.
Han pasado unos 10 años y ni mi mujer ni yo intuimos nunca que a Sergio le gustase mi mujer, ella por su parte tampoco se había fijado en él, y como mucho lo único que me había dicho era que se conservaba muy bien para la edad que tenía, pero era un comentario al cual ni mi mujer ni yo le dábamos más importancia de la que tenía.
Hace no mucho y con esto de las nuevas tecnologías Sergio le dijo a mi mujer que anotara su número de móvil por si algún día necesitaba cualquier cosa.
Ella le dijo:
- bueno ya me lo darás total si mi marido ya lo tiene y tú el de él también. Pero él insistió, hasta un día que la vio en la calle y le dio un papel con el número. Ella lo anotó en su agenda y a los pocos días le mandó un mensaje para que él también tuviera el de ella.
Una vez que Sergio tuvo el número de mi mujer empezó a mensajear con ella por Whatsapp, eran mensajes banales sin una importancia real y sin un contenido en concreto, lo que se puede decir hablar por hablar, a esas alturas él la estaba tanteando a ella a ver por dónde podía atacar.
Los días pasaban y los mensajes se sucedían, poco a poco él iba subiendo el tono para ver hasta dónde podía llegar, mi mujer por su parte al mantener una relación liberal conmigo, cosa que él no sabía, pues tampoco se asustaba. Cuando el contenido de los mensajes dejaban ver claramente un contenido sexual ella me los enseñó, me dijo: - mira Álvaro, Sergio me manda mensajes y mira lo que me pone. Yo aluciné al verlo, nunca creí que él fuera capaz de tentar a mi mujer.
Hablé con ella y le di mi opinión al respecto, era una situación peligrosa que a la larga podría conllevar malas consecuencias. Ella por su parte me dijo que no tenía intención de tener sexo con él pero que la situación al ser altamente peligrosa también tenía su morbo.
La cosa continuó hasta que un día ella se citó con él en mi casa para aclarar las cosas, estuvieron hablando y ella le dijo que no tendría nada con él, Sergio por su parte aceptó la negativa de mi mujer, pero no se dio por vencido.
Seguían hablando de vez en cuando por Whatsapp y él le tiraba indirectas, un día de verano mi mujer estaba en la terraza leyendo después de comer y aprovechando el sol que le tocaba en las piernas. Yo estaba trabajando.
Sergio desde la ventana de su casa la veía, Judith llevaba una minifalda vaquera y unas sandalias de tacón realmente bonitas, un top blanco de tirantes completaba la vestimenta.
No se hizo esperar, Judith recibió un mensaje: “quién pudiera ver el final de esas piernas”. Ella lo leyó, pero no le contestó.
Tras tantos mensajes atrevidos durante tantos días mi mujer decidió pasar a la acción, tramó un plan con el cual pensó que lo dejaría totalmente cortado, intuyendo que él no se atrevería a hacer nada.
Se metió en casa, apagó la caldera del agua caliente que hay en el garaje y le mandó un mensaje: “¿Sergio no tengo agua caliente, me lo podrías mirar?” él contestó de inmediato: ahora mismo voy.
Llegó a casa y le preguntó:
¿Qué ha pasado?
No lo sé, pero el agua sale fría.- contestó ella.
Vamos a mirar la caldera dijo Sergio.
Ambos bajaron al garaje, Sergio se arrodilló ante la caldera y vio que estaba apagada, giró la vista hacia mi mujer que estaba de pie a su lado y le dijo: ¿y esto, cómo es que está apagada?
La he apagado yo.- le dijo.
¿Por qué?.- preguntó Sergio con asombro.
Pues porque siempre que hemos tenido un problema de fontanería en casa has venido rápidamente a solucionarlo y creo que es justo que te dé la oportunidad de ver el final de mis piernas tal y cómo me pedías hace un rato por Whatsapp.- comentó ella.
Acto seguido mi mujer se cogió la minifalda por los bordes inferiores y se la subió hasta la cintura, dejando ver a nuestro vecino no solamente sus piernas sino también un bonito tanga negro de encaje que dejaba entrever parcialmente su rajita.
Sergio quedó estupefacto, no dijo nada y ante tamaña osadía por parte de ella no se amilanó y alargó su mano izquierda hacia la parte exterior de la pierna de Judith acariciándola suavemente.
Ella no le dijo nada, sólo miraba desde arriba, él al ver que ella consentía sus caricias se giró y quedó sentado de rodillas frente a ella, con la otra mano comenzó a acariciarle la otra pierna.
Judith empezó a sentir morbo, era su vecino de toda la vida y la estaba acariciando.
Parece que vas completamente depilada.- dijo él.
Sí.- contestó ella.
Ya que te has subido la falda podrías bajarte el tanguita.- sugirió Sergio.
¡¡Ja ja ja!! A mi mujer se le escapó la risa, tú alucinas no me pienso bajar el tanga.- le contestó.
Él intensificó sus masajes, pero sin salirse de la zona exterior de las piernas de Judith.
Pues es una pena porque me encantaría verte desnuda a ver cómo estás. - agregó Sergio.
Para saberlo le podrías preguntar a mi marido dijo Judith sonriendo.
Sergio subió con sus caricias hasta la cintura de mi mujer metiendo ambos pulgares por la estrecha tira del tanga, llegado a ese punto dio un tirón con ambas manos hacia abajo dejando el tanguita a la altura de los tobillos de ella.
No quiero molestar a Álvaro para preguntarle, prefiero comprobarlo por mí mismo. - dijo él.
Esto no estaba en el guion. - dijo ella.
Y quién ha dicho que no.- replicó él. Tú has dicho que no te pensabas bajar el tanga, pero no has dicho que yo no te lo pudiera bajar, añadió.
Pues ahora que ya lo has visto, súbelo. - le indicó ella.
¡¡Ja ja ja!! sonrió Sergio, creo que ahora eres tú quien alucina. Tú no te lo piensas bajar, y yo no te lo pienso subir. - le contestó.
Eres un cabronazo le dijo ella.
Él enmudeció.
Empezó a acariciarla por la barriga poniendo la yema del dedo corazón sobre su ombligo. Lentamente empezó a bajar describiendo una línea recta en dirección a su rajita.
Al llegar al vértice superior de su raja paró de golpe, y le dijo: tienes razón soy un cabronazo.
Y deslizó el dedo un par de centímetros más abajo parando sobre su clítoris, comenzó a describir círculos lentamente sobre él, mi mujer empezó a respirar profundamente.
Sus piernas aún estaban demasiado juntas y Sergio sin dejar de rozar su clítoris aprovechó la mano que tenía libre para cogerla por uno de sus tobillos y que de esta manera ella sacara un pie fuera del tanga que estaba a esa altura y que a modo de esposa policial le impedía abrirse de piernas.
El tanga quedó sólo en uno de sus tobillos, pero aún no era suficiente para él, la volvió a coger por el tobillo y le hizo mover el pie hacia afuera, Judith no puso ningún impedimento y accedió a separar sus piernas.
Ahora sí, Sergio podía jugar con su rajita y el clítoris excitado se mostraba ante sus ojos.
Su rajita se empezaba a mojar más y más y Judith pensó si no había llegado demasiado lejos, pero la tensión morbosa del momento la mantenía inmóvil a merced de las caricias y los sobeteos que le hacía Sergio en el coñito.
Él paró un momento y se desabrochó los pantalones sacándose la polla, que a esas alturas del calentón ya estaba bien tiesa. Judith echó un vistazo desde arriba a la herramienta de Sergio, ella también quería ver lo que él tenía que enseñarle.
Volvió para seguir acariciándole las piernas en esta ocasión por el interior de los muslos hasta llegar a su coñito, se lo sobaba y de vez en cuando le introducía un dedo.
Estuvieron así un rato hasta que él se levantó, se quitó los pantalones y los calzoncillos, seguidamente la camiseta, y quedó desnudo e inmóvil frente a ella con su pene erecto, dándole a entender de esa manera que ahora era él quien deseaba ser acariciado.
Ella acercó una mano y le cogió la polla,
¡Ufff! Qué dura. - susurró ella mientras comprobaba su firmeza.
Qué esperabas. - contestó él.
Mi mujer comenzó a acariciar lentamente la herramienta de Sergio con una mano mientras con la otra le masajeaba los huevos.
Él permanecía inmóvil sin tocarla.
Ambos miraban hacia abajo, él disfrutando de las caricias de mi mujer en la polla y ella disfrutando del morbo de ver a quien se lo estaba haciendo.
Alternaban las miradas, en unas ocasiones hacia abajo y en otras se miraban a los ojos sin decirse nada. Cada uno pensaría lo suyo.
¿Qué tal? - le susurró mi mujer en voz baja mientras se miraban a la cara.
Estoy en la gloria. - respondió él. Tienes mucha destreza en esas manos y sabes acariciar una polla.
Ella le sonrió y le dijo: pues disfruta que tenemos toda la tarde, me gusta acariciar una buena polla.
La escena era más que morbosa, ambos de pie en el garaje entre la caldera y el coche que tenemos allí aparcado, él completamente desnudo, mi mujer con la minifalda por la cintura, el top que aún no se había quitado y el tanga en un tobillo, sin parar de masajear la polla y las pelotas del cabrón de mi vecino.
Tras un rato en esa pose, Sergio puso sus manos a ambos lados del cuello de mi mujer, las deslizó hacia la nuca y la atrajo hacia sí al tiempo que se le acercaba para besarla.
Ambos se acercaron con sus bocas entreabiertas y sus lenguas asomando, comenzaron a darse la lengua de una forma lasciva para más adelante quedar unidos por los labios fundiéndose en un buen morreo.
Se besaban, se daban la lengua y se morreaban a placer, alternando lo que les iba apeteciendo, el silencio de ese garaje sólo se veía interrumpido por los chupeteos y respiraciones alteradas por tan sublime y morbosa experiencia.
No se decían nada, cada uno aprovechaba lo que el otro tenía que ofrecerle y ambos disfrutaban del momento sin pensar en nada más.
No hay nada cómo tener tiempo, allí nadie los podría descubrir y conocedores de esa ventaja decidieron entregarse al placer sin pensar él en su mujer, ni mi mujer en mí.
Eres una mujer preciosa. – le dijo él a un centímetro de sus labios.
Sergio la besaba una y otra vez, le encantaba mi mujer y la quería disfrutar plenamente. Ella lo notaba excitado y aún lo provocaba más besándolo de manera lasciva y sin dejar de acariciarle la polla.
Sergio comenzó a besarla en el cuello con suavidad; la besaba, la chupaba y la volvía a besar, mientras con una mano acariciaba su culo con la otra volvió a comprobar la suavidad del coñito de mi mujer y lo mojado que estaba.
Mordisqueó con suavidad uno de sus lóbulos y aprovechando la cercanía de su oído le susurró: ¡Cómo me gustas Judith!
Pues aprovéchate todo lo que quieras porque estas oportunidades no salen todos los días. – le contestó ella.
¡Ohhh! No me digas que sólo tendré esta ocasión para disfrutar de ti. – le preguntó él.
Es algo muy arriesgado Sergio, perdamos la cabeza por un día y olvidémoslo para siempre. - dijo ella.
No sabes cómo he deseado este momento. – insistió él.
Pues por eso, disfrútame todo lo que quieras, cómo si no hubiera un mañana que yo haré lo mismo y cuando te vayas cambiaremos el chip para siempre. – sugirió ella.
Sergio volvió a rodear la nuca de mi mujer con sus manos y chupeteó suavemente sus labios.
Esa boquita de fresa es una dulzura. – Sergio le regalaba el oído a mi mujer.
Y tú tienes un buen cacharro entre las piernas, le contestó ella mientras se la apretaba un poco.
Pues vaya combinación más buena, ¿no? – sugirió él.
Mi mujer lo miró a los ojos y sonriendo le dijo: ¡eres muy pillo!
Las manos de Sergio aún estaban en la nuca de Judith, las deslizó hacia sus hombros e hizo una leve presión hacia abajo.
A mi experta mujer no le hizo falta ninguna indicación más, se agachó y quedando en cuchillas, asió bien la polla de Sergio por la base y se la introdujo en la boca comenzando de esta manera su primera mamada.
¡Agggggg! ¡qué gusto! Gritó él mientras su mirada se dirigía al techo del garaje.
Tras unos segundos de una respiración fuerte, mi vecino inclinó la cabeza hacia abajo y apartó el pelo de Judith con una mano para poder ver que aquello no era un sueño, y que realmente su vecinita le estaba propinando una mamada.
Mi mujer engullía su polla una y otra vez, Sergio se estremecía de placer y ella lo notaba.
Te gusta ¿eh? – le interrogó ella sacando un segundo la polla de su boca.
¡Joder si me gusta! – respondió él. ¿Y a ti? ¿te gusta hacérmelo? – le preguntó.
Claro que me gusta, si no, no te lo haría. - le contestó ella mirando hacia arriba rozándose la cara con la polla de mi vecino. Me gusta hacerlo bien y que me lo hagan de la misma manera.
Sigue zorrita sigue. – espetó Sergio.
Judith obedeció engullendo nuevamente su polla y rozando bien sus labios por la punta.
Mi mujer disfruta con el sexo oral, se siente a gusto dándole placer a un hombre de esa manera. Se lo ha hecho a multitud de hombres y con su dilatada experiencia es una práctica con la que se siente a gusto y cómoda mientras lo hace. Pero esta ocasión era totalmente distinta, no por lo que hacía sino por a quien se lo hacía, en su mente se mezclaba una sensación extraña, por una parte, el placer de disfrutar haciendo una mamada y por otra levantar la mirada y ver que era él, Sergio, su vecino de toda la vida el que estaba frente a ella y que su polla tiesa estaba dentro de su boca. Tenía claro que era una locura que no se podía repetir, es hoy y nunca más pensó, por lo tanto, no lo iba a dejar ir sin deleitarlo con una mamada espectacular y deleitándose ella al mamar la polla de su vecino por primera y última vez.
No voy a permitir que tu mujer supere esto, vas a recordar esta mamada el resto de tu vida. – le dijo Judith.
Acto seguido continuó con su placentero cometido, hacerle a su vecino una mamada irrepetible, que no pudiera olvidar, que le haga desearla en un futuro, pero que no se repetirá por cuestiones obvias. Mamaba, chupaba y pajeaba su miembro sin descanso, mientras lo hacía su mente era un hervidero de morbo, “muérete de placer cabrón” pensaba ella sin decírselo, “deseabas esto y ahora no crees que te esté pasando”, “sí soy yo tu vecinita la que te va a llevar al éxtasis esta tarde”. Las frases que le diría y que sólo pensó fueron numerosas.
La excitación de Sergio iba en aumento y le dijo: para un poco.
Ella se la sacó de la boca, le dio un lametón desde la base hasta la punta y se puso de pie.
Le dio un pico y le preguntó: ¿cómo vas?
¡Uffff! Eres muy buena mamando. – apuntó Sergio.
Eso dicen. – respondió ella.
Aún no me has enseñado las tetas. – le dijo él.
Quizá es que no estás interesado en verlas. – respondió ella en tono picarona.
Sergio cogió el top por el borde inferior y se lo subió por completo, Judith subió los brazos para que saliera. Él tiro el top al suelo y ella se desabrochó el sujetador dejándolo caer, sacó el tanga que aún tenía en un tobillo y lo lanzó contra la pared.
Bueno ya sólo me quedan las sandalias por quitarme. – dijo ella.
Quédate con esos tacones impresionantes. – respondió él.
Pues aquí tienes mis tetas le dijo ella mostrándose esplendorosa.
Son perfectas dijo mi vecino mientras pasaba la mano por la cintura de Judith y acercaba la boca a uno de sus pezones para comenzar a chuparlo.
A mi mujer le encanta que le coman bien las tetas. Puso una de sus manos tras la nuca de Sergio y con voz placentera le dijo: así cómeme toda que lo haces genial.
Sergio se afanaba en poner a mi mujer a mil con una buena comida de tetas, pasaba de un pezón al otro y con una mano sobaba su culo. Mi mujer respiraba fuerte, estaba disfrutando, seguía con una mano en la nuca de Sergio dándole a entender que no se retirara de su cometido. Con la otra le acariciaba la espalda.
Los chupetones de Sergio y los jadeos de Judith rompían el silencio de aquel habitáculo que se había convertido por una tarde en una mezcla de morbo, sexo, placer, lascivia, cuernos, deseo, excitación y pasión turca. Era un momento único y había que disfrutarlo hasta el final.
En esa posición sus cinturas no estaban completamente pegadas por lo que la punta de la polla erecta de Sergio rozaba de vez en cuando el cuerpo de mi mujer, unas veces en una pierna y otras sobre su coñito, lo cual a ella le gustaba.
Judith decidió que su mano derecha no estaba mal acariciando la espalda de Sergio pero que estaría mejor en otro sitio, fue bajando sus caricias hasta llegar a su culo, pasó la mano hacia delante y le cogió la polla con deseo, inmediatamente llevó la punta a su clítoris y comenzó a masajearlo con la herramienta de mi vecino, primero describiendo círculos sobre él y posteriormente en vertical a lo largo de su rajita. La llevó bien abajo y colocó la punta en la entrada jugueteando con ella, Sergio se excitaba cada vez más, pero seguía haciendo su trabajo en los pezones de mi mujer. Ella con mucha suavidad introdujo la punta y la movió un poco para darse placer, él paró de mamarle las tetas y le dijo: un momento que me pongo un condón. Al oír esto mi mujer movió su cadera rápidamente hacia delante introduciendo de un golpe la mitad de la polla de Sergio en su interior.
¡Agggghhh! Gritaron los dos al mismo tiempo de placer.
Sergio cogió a mi mujer por el culo y esta vez fue él quien tras un buen envite terminó de clavársela hasta el fondo del coño.
¡Aggghhhh! ¡Sí! Volvió a gritar mi mujer.
¿No querías mi coño? – preguntó ella con autoridad.
¡¡¡Pues ahora ya lo tienes, jódemelo bien que estoy ardiendo!!! – le ordenó.
En esta ocasión era él quien debía obedecer y satisfacerla cómo ella le requería. Después de tanto tiempo intentándolo ahora tenía que quedar bien, no podía fallar y vio que mi mujer era exigente.
Comenzó a follarla rítmicamente, ella puso uno de sus pies sobre la rueda del coche para facilitarle a su macho la labor, la polla de Sergio entraba y salía una y otra vez del coño de Judith.
¡Así dame bien cabrón! – le dijo ella con voz imperativa.
Sergio bajó sus manos hasta los muslos de Judith y cogiéndola con fuerza la sujetaba en el aire al tiempo que la follaba, ella lo abrazó alrededor del cuello y le dijo: ¡ufff! Qué bueno.
Tras un minuto en esa postura Sergio se dio media vuelta y recostó a mi mujer sobre la caja de metal que alberga la caldera.
¡Qué frío está! – dijo ella refiriéndose al metal.
Pues contrasta con tu coño que está ardiendo. – replicó él.
Ella quedó tumbada sobre la caldera y él de pie, cogió sus piernas y las puso en vertical a lo largo de su torso, en ningún momento su polla salió del coño de Judith.
Comenzó nuevamente a follarla, pero en esta ocasión de manera más suave, mientras la follaba aprovechaba para sobarle todo lo que podía.
Estás tremenda qué suerte tiene Álvaro. – le dijo él.
No te quejes que ahora me estás follando tú. – le contestó mi mujer.
¿Tardas mucho en correrte? – preguntó Sergio.
Me puedo correr varias veces. – respondió ella.
Yo también. – le hizo saber él.
No hizo falta que se dijeran nada más.
Mi mujer cerró los ojos y su coño explotó en un fantástico orgasmo.
Cuando terminó de correrse, Sergio saco la polla y meneándola vertió su carga sobre la barriga de mi mujer.
¡Qué gustazo! – dijo ella al ver caer la corrida de Sergio. Te sale ardiendo.
Sergio aún bramaba mientras se aguantaba la polla con la mano, una última gota de semen asomaba por la punta.
Judith se bajó de la caldera y tal cómo puso sus pies en el suelo se agachó y cogiéndole la polla a Sergio se la metió en la boca y le dio 2 o 3 chupetones.
¡Agggghhhh! Gritó él de placer.
Aún te quedaba un poco de leche por salir, te la quiero sacar toda que te has portado bien. – le dijo ella.
Vamos al cuarto de baño de mi habitación a limpiarnos. – le dijo ella con su corrida chorreándole el cuerpo.
Recogieron la ropa del suelo y él su caja de herramientas, subieron a la planta principal y Sergio dejó las herramientas junto a la puerta de la entrada. Siguieron subiendo hasta llegar a la habitación. Una vez en ella, dejaron la ropa en una butaca y se dirigieron al baño a lavarse.
Tras una ducha juntos, se secaron con la misma toalla y se tumbaron en la cama para relajarse de la maratón sexual.
Estuvieron hablando un poco de lo que había pasado, él le confesó que ella le gustaba realmente. Ella por su parte le dijo: yo quiero serte sincera, esto no se va a volver a repetir, el principio ha sido cuando has cruzado la puerta porque te llamé para esto y finalizará cuando la vuelvas a cruzar, por lo tanto, aprovecha esta oportunidad para cumplir las fantasías que tuvieras conmigo, yo trataré de complacer todas ellas, aún quedan algo más de dos horas para que llegue mi marido así que no perdamos el tiempo.
Pues mira qué curioso, mi principal fantasía contigo aún no la he hecho. – le dijo él.
A ver, sorpréndeme. – respondió ella.
Siempre he soñado con comerte el coño. – sugirió él.
Sergio estaba tumbado boca arriba y mi mujer recostada de lado mientras hablaban.
Al oír su deseo se puso de rodillas en la almohada dejando su coñito sobre la boca de nuestro vecino.
Sergio no perdió el tiempo y comenzó a comerle el coño.
Todo tuyo, disfrútalo. Tómate tú tiempo que te lo has ganado, nadie te va a interrumpir. – le dijo ella.
Ella se sujetaba al cabezal de la cama mientras sentía la lengua de Sergio recorriendo su rajita. De vez en cuando le introducía la lengua tan profundamente como podía para volver a su clítoris y vuelta abajo.
Lo haces bien, sigue así. – susurró ella.
Sergio recordaba la estupenda mamada que le había propinado mi mujer en el garaje y pensó que era el momento de devolver tanto placer, al igual que ella le había hecho, él también se afanó en ponerla a mil, chupando, lamiendo y besando lo más íntimo de ella.
Mi mujer estaba disfrutando de verdad, jadeaba. Él al oírla se excitaba y le servía de acicate para continuar haciéndolo mejor si podía.
La fantástica comida de coño se prolongó durante un rato, mi mujer giró la cabeza hacia atrás para comprobar cuál era el estado actual de su macho.
Al verle la polla sonrió, lucía majestuosa, completamente tiesa, era un auténtico misil y Judith no lo dudó ni un segundo.
¡Uy, uy! – dijo ella.
Esa polla se merece más placer y se lo va a dar mi coñito. – añadió.
Mi mujer comenzó a recular a horcajadas sobre el cuerpo de Sergio, cuando llegó a la altura de la polla se la cogió y notándola tan dura pensó que no hacía falta hacerle ningún trabajito oral y se la metió directamente en el coño.
Se sentó sobre él para introducirla bien hasta el fondo, acto seguido comenzó a cabalgarlo con energía, segura de lo que estaba haciendo y de lo que ambos deseaban, el trote sexual de mi mujer sobre el cuerpo de mi vecino provocaba un bonito movimiento de sus tetas y ofrecían a los ojos de Sergio un espectáculo que jamás había soñado.
Él no tardó en sobárselas, le encantaban las tetas de mi mujer y tenerlas allí a su alcance era todo un regalo que ella le hacía.
Tienes unas tetas preciosas. – le susurró él.
Pues ahora son sólo tuyas, y mi coño también. – le contestó ella excitándolo aún más.
Sergio irguió su torso para poder alcanzar con la boca esos preciosos pezones duros a los cuales llevaba un rato pasándole por encima la yema de los dedos. Llegó hasta ellos y comenzó a chuparlos, mi mujer bajó el ritmo de la follada para que él pudiera deleitarla.
¡Ohhh! ¡sí, dame placer! – espetó ella.
El muy cabrón se estaba trabajando bien a mi mujer, movía su pelvis intentando describir círculos para rozar completamente el interior de su coño, nunca pensó que lo que iba a ser la reparación de una caldera en realidad sería una fantástica tarde de sexo con su vecina.
Mientras ellos se daban placer mutuamente sobre la mesilla de noche comenzó a sonar el móvil de Sergio, mi mujer por su posición atisbó a ver la pantalla antes que él.
Te llama Tu mujer. – le informó ella.
Que se joda. – contestó él.
Y si te llama el cornudo de tu marido tampoco lo cojas. – añadió.
Por supuesto, esto no lo va a interrumpir nadie, si ellos supieran… - contestó mi mujer.
Judith paró y quedó sentada sobre su macho, Sergio también descansó su cabeza sobre la almohada, ambos se miraban y sonreían tal vez pensando en el resto de los vecinos y toda la gente que les conocía, si alguien les viera de esa guisa…
Cabalgas bien, eres buena amazona. – dijo él.
Teniendo un buen semental entre las piernas no es difícil pegar una buena cabalgada. – le respondió ella.
Ahora quiero comprobar cómo montas tú a una buena hembra. – añadió.
Judith desmontó de su macho y poniéndose a 4 patas le espetó: aquí me tienes, demuestra lo macho que eres.
Sergio se colocó de rodillas tras ella, puso la punta de la polla en la entrada de su coñito chorreante y dándole un majestuoso empujón se la clavó hasta el fondo.
¡Agggghhh! ¡qué gusto joder! – mi mujer quedó encantada.
¡Toma zorra! – dijo Sergio.
A continuación, le dio una palmada en el culo y cogiéndola por la cintura con ambas manos comenzó a meterle una buena follada, era consciente de que el tiempo pasaba y que yo podía llegar a casa. Se afanaba en disfrutar de mi mujer y en que ella quedara satisfecha.
Los jadeos de mi mujer subían de tono, Sergio también sentía un placer inmenso en la polla y su respiración así lo hacía sentir.
Una estampa de película, mi mujer a 4 patas recibiendo los envites de mi vecino, la tensión sexual de ambos era inmensa, el ejercicio físico intenso iba pasando factura y Sergio tras una buena follada paró a descansar.
Ambos se tumbaron boca arriba, Sergio con la polla tiesa y Judith con el coño empapado, hacía calor, abrir las ventanas sería una locura pues alguien les podía oír, bebieron un trago de agua y Sergio se sobresaltó, había oído un ruido abajo.
Tu marido. – susurró.
Espera. – contestó ella.
Sergio no sabía el secreto que mi mujer guardaba en su mente, somos una pareja liberal y ella tiene mi consentimiento para follar con los hombres que quiera, de hecho, la he visto con multitud de ellos, pero claro eso no se lo podía decir a él.
Judith se levantó de la cama y abrió la puerta del dormitorio, salió al hueco de las escaleras y miró hacia abajo, se quedó escuchando un minuto, pero no oía nada. Bajó por las escaleras completamente desnuda hasta el salón, no había nadie, falsa alarma. Simplemente la puerta del salón se había cerrado por la corriente de aire que entraba por una ventana. Si hubiese estado yo, ella me habría dicho: “vete sin hacer ruido, ya te avisaré cuando puedes volver”.
Al salir del salón y pasar por el recibidor vio que la caja de herramientas de Sergio estaba junto a la puerta principal, eso la tranquilizó, si Álvaro viene la verá y se marchará sin hacer ruido, es un buen cornudo y se percata de todo al instante.
Volvió al dormitorio y cerró la puerta, si Álvaro abre la puerta principal no lo oiremos y se marchará. – pensó ella.
Se dirigió a la cama donde le esperaba él tumbado hacia arriba, el susto había hecho que su polla se bajara casi por completo.
Nada, la puerta del salón que se ha cerrado con el aire, no hay nadie. – le dijo ella mirándolo a los ojos mientras se sentaba a su lado apoyando una mano en el colchón y alargando la otra hacía la polla de Sergio sin dejar de mirarlo a los ojos. Comenzó a acariciársela, estaba morcillona.
Te has asustado ¿eh? – preguntó ella.
Lo noto en mi mano. – añadió.
Él levantó la cabeza y mirando las caricias que mi mujer le hacía en la polla dijo: la verdad es que me ha dado un vuelco el corazón pensando que llegaba tu marido.
¿Y ahora quien arregla esto? – preguntó ella sin dejar de acariciársela suavemente.
Me gusta conversar contigo, pero ahora no vas a poder seguir hablando. – sugirió él.
Ella sonrió mirándolo y le contestó: nunca me lo pides directamente ¿eh?, veo que te da más morbo sugerirlo. Creo que nos entendemos bien, bastaría una simple indicación con tu mirada para saber lo que deseas.
A Sergio le gustó el juego y no se lo pensó dos veces, la miró a los ojos directamente y después a su polla, la indicación era clara, mi mujer se agachó engullendo la polla de Sergio con avidez.
¡Ufff! ¡qué maravilla de mujer tienes Álvaro! - dijo Sergio cómo si yo pudiera oírle.
Entre el susto y el cansancio de Sergio, Judith pensó que tendría que afanarse un poco para volver a dejar aquello cómo se merecía. Le fue mamando lentamente, con cariño, disfrutando al notar que poco a poco el falo de Sergio aumentaba en el interior de su boca. Siguió mamando y chupando hasta sentir que la verga de su macho volvía a estar dura. Se la sacó de la boca y mirándolo desde abajo le dijo:
Eres un campeón, cómo me gusta esta polla. Pasaba la lengua por sus pelotas rasuradas mientras sujetaba su duro cipote, finalmente se lo mamó con fuerza y avidez.
Se recostó junto a él y Sergio miró el reloj.
Me voy a tener que ir, ahora estoy intranquilo por tu marido. – le dijo él.
Si quieres puedes irte, pero no me gustaría que lo hicieras sin que me follaras por última vez, quiero volver a correrme con tu polla dentro y quiero que me pegues una buena corrida en las tetas que es algo que me encanta. – sugirió mi mujer.
Ella jugaba con ventaja, sabía que yo no podía llegar a pillarlos in fraganti.
Giró su cuerpo quedando totalmente boca arriba, abrió sus piernas por completo, y puso sus manos entre la almohada y su nuca, en esa pose le dijo: aquí me tienes cabronazo, dámelo todo.
Sergio no pudo resistirse ante tamaña osadía por parte de mi mujer, si a ella le importa un carajo que llegue su marido no es cosa mía. – pensó ignorando la realidad.
Colocó la punta de la polla en el coño de mi mujer y la hundió hasta el fondo quedando totalmente encima de ella.
Empezó a follarla abrazándose a ella, ella lo abrazaba a él por encima de los hombros y también con sus piernas indicándole que quería una penetración profunda.
Así campeón, jódeme bien. – le susurró ella al oído.
Él por su parte a pesar de la tensión del momento pensó en despedirse de ella dejando el pabellón bien alto, y así lo hizo, le metió una follada a mi mujer de auténtico campeonato.
Ella intentó retrasar su orgasmo, pero no pudo más.
¡Aggghhh! ¡uuuuffff! Judith chillaba y se retorcía de placer, los segundos se hacían horas, el orgasmo era bestial, cuando acabó de correrse quedo completamente abatida a merced de su macho. Sergio paró, pero no sacó su polla, ambos se miraban mientras respiraban fuertemente.
Cuando sus respiraciones bajaron un poco ella le dijo: ahora te toca a ti, la quiero toda en mis tetas.
Sergio pegó 3 o 4 fuertes envites en su coño y se salió quedando de rodillas a horcajadas de sus tetas, se cogió la polla y la meneó con fuerza, en sus huevos aún quedaba suficiente leche para regar a Judith, el primer salpicón salió disparado directo a la cara de mi mujer.
¡¡Aggghhhh!! Sergio bramaba como el auténtico semental que era.
El resto de su blanco néctar lo esparció por las tetas de ella.
Quedaron en esa postura uno segundos.
¡Qué pasada! – dijo mi mujer.
Siento haberte salpicado en la cara, no era mi intención. – se disculpó él.
No te preocupes no pasa nada, una duchita y besaré a mi marido cuando llegue. – le respondió ella picarona dejando que él la contemplara rociada con su lefa.
Sergio se tumbó en la cama y ella se fue a la ducha, al volver a la cama con su albornoz blanco se tumbó a descansar mientras él se duchaba. Sergio volvió de la ducha con mi albornoz de color amarillo claro. Ella al verlo soltó una carcajada. A la que él respondió diciendo: si me follo a su mujer no creo que le importe que me ponga su albornoz.
Se tumbó junto a ella y ambos se giraron para quedar frente a frente, charlaron durante unos minutos y los dos llegaron a la misma conclusión, era un juego demasiado peligroso y debían de poner punto y final para siempre.
Sergio desató el cinturón del albornoz de Judith y le dijo: déjame que contemple tu cuerpo desnudo por última vez. Un segundo le dijo ella mientras se levantaba para despojarse por completo de él. Sergio hizo lo mismo.
Desnudos y juntos por última vez Sergio comenzó a acariciar el cuerpo de mi mujer y le dijo:
Fantasía cumplida.
Yo también he disfrutado. – dijo ella.
Mi vecino recorrió por completo con una mano el cuerpo de mi mujer.
¿No quieres acariciarme tú a mí? – le preguntó él.
¿Tú quieres que te acaricie? – respondió ella.
Claro tienes unas manos preciosas. – añadió mi vecino.
Mi mujer comenzó a acariciar el torso de Sergio, bajaba hasta su ombligo y subía hasta su cuello. Él le hacía caricias a ella por los mimos sitios y también por el culo.
Ambos tenían sus piernas plegadas por la postura en la que estaban. Sergio separó sus piernas a modo de compás para que Judith pudiera acariciar su verga. Él se miró la polla y la miró a ella.
Mi mujer le estaba acariciando la nuca, pasó su mano hacia delante y recorrió su torso hasta su entrepierna, acariciando suavemente la polla y los huevos de su macho.
Sergio acarició las piernas de Judith nuevamente y las puso entre sus rodillas que aún estaban juntas y no le dejaban seguir más adentro. Ella accedió cómo no podía ser de otra manera y abrió sus piernas de la misma manera que lo había hecho él.
Él acarició uno de sus muslos por el interior para finalizar en su coño.
Judith cerró los ojos y dejó su boca entreabierta asomando la lengua. Sergio acercó la suya y se empezaron a lamer, lengua con lengua, los labios aún no se tocaban, unos lengüetazos más y sus labios se fundieron en un morreo, dejaron de acariciar sus sexos y se abrazaron besándose, apenas duró 30 segundos, pero ponía punto y final a una historia lujuriosa que ni ellos mismos tenían claro si debía de haber ocurrido jamás.
Tras el beso ella se levantó de la cama y se empezó a vestir, él hizo lo mismo. Una vez vestidos bajaron las escaleras y se dirigieron a la puerta principal, Sergio cogió su caja de herramientas y ella le abrió la puerta, al salir se le cambió la cara, yo llegaba justo en ese momento.
Al verlo con la caja pregunté, ¿qué ha pasado? Mi mujer que estaba en la puerta fue más hábil que él y respondió: - nada, que no iba el agua caliente.
Pues dime que te debo. – le pregunté a él que se encontraba estupefacto.
Nada hombre era una tontería. – acertó a decir.
Se despidió sin más, le di un beso a mi mujer y entré en casa.
Habrá que tener un detalle con él siempre es muy atento. – le dije a mi mujer.
Ya lo he tenido yo. – contestó ella.
¿Qué? – dije sin entender lo que ella me decía.
Siéntate en el sofá que te lo cuento. – me dijo.
Me relató con pelos y señales esta historia.
Ahora era yo el que estaba estupefacto.
¿Has decidido pasar la línea roja? - le dije.
Sí, era algo que me rondaba la cabeza. – me contestó.
¿Cómo estás? – me interrogó.
No lo sé. – respondí.
Nunca más mi amor, te quiero. – dijo ella mientras me abrazaba y me besaba.
Ni yo mismo sé cuál es el final de esta historia…