Cornudo consentido

Un hombre se excita imaginando que otros hombres se follan a su mujer

La conocí en casa de un amigo común. Me gustó nada más verla, la invité a tomar café al día siguiente y acepto. Esa tarde nos besamos, pero no nos acostamos. A partir de entonces empezamos a vernos casi todas las semanas. Vimos que los dos teníamos gustos similares, nos gustaba estar juntos y al final nos veíamos casi todos los días. Pasaba más tiempo en mi casa que en la suya, así que le dije que se viniera a vivir conmigo, y lo hizo. Tan sólo llevábamos 4 meses juntos. No éramos ningunos niños, ella tenía 29 años, yo 32. Ella trabajaba en una empresa de marketing. Yo en un importante banco. Las cosas nos iban bien. Nos gustaba juntarnos con amigos, invitarlos a nuestra casa a cenar o ir a la suya, salir por ahí. Éramos relativamente cultos y relativamente guapos. De acuerdo, no éramos los más guapos del mundo, pero no estábamos mal. Nos gustaba cuidarnos, los dos íbamos al gimnasio y nos gustaba vestir bien. No teníamos problemas de dinero y nos lo podíamos permitir.

Cristina no tenía una belleza clásica. Quiero decir que no era como esas estrellas de Hollywood de los años 50. Su belleza era algo más salvaje. Algo más como Angelina Jolie. No es que se le pareciese, ni mucho menos. A lo que me refiero es que la primera vez que la vi pensé que tenía cara de golfa. Puede que todavía lo piense, pero no puedo decir esas cosas de la mujer con la que me casé. Tenía una melena rubia que le caía por debajo de los hombros. Ojos marrones, nariz respingona, boca grande, labios carnosos, sonrisa de picara; siempre fue muy risueña, unas pocas pecas (me encantaban sus pecas), piel suave y blanquita; aunque en cuanto tomaba un poco de sol enseguida cogía color; piernas largas, trasero firme. Una vez me confesó que lo que más le gustaba de su cuerpo eran sus pechos. Su talla era una 90, sus senos se realzaban apretados, macizos, sus pezones eran duros y rosados. Se puede decir que tenía unos pechos perfectos, de revista. A pesar de todo, cada vez que me preguntaba qué era lo que a mí más me gustaba de su físico yo siempre mentía diciendo que su sonrisa, pero quizás no fuese del todo mentira.

Nos casamos a los dos años de conocernos. Como digo no éramos ningunos niños. Nuestra vida sexual era bastante activa, a los dos nos encantaba follar. Ella había tenido cuatro novios antes de conocerme, y supongo que incontables líos, rollos, amantes y/o amigos con derecho. Follaba muy bien y sabía muy bien lo que nos gusta a los hombres en general, y a mí en particular. Por supuesto yo también sabía lo que le gusta a las mujeres, o eso creo. Al principio de empezar a salir, como en toda relación, follábamos más. Sobre todo follábamos en la cama, pero también lo hacíamos en el sofá, en el suelo, en el coche. Hacíamos escapadas a la sierra o a la playa y nos pasábamos el día follando en el hotel, también en la playa o el campo. Una vez me hizo una paja en el cine y fue muy excitante. Un par de veces follamos en los probadores del Corte Inglés. También en los servicios de algún centro comercial. Otra vez lo hicimos en el portal del piso de un amigo. Pero sobre todo follábamos en la cama, como las personas corrientes.

Follábamos hasta la extenuación. Nos comíamos, nos lamiamos, me la chupaba y se notaba que lo disfrutaba, aunque supongo que no tanto como yo. Yo también se lo chupaba y a veces la hacía correrse. A veces me corría yo en sus tetas, a veces en su cara o en su boca. A veces se tragaba mi semen. A veces la daba por el culo, o la follaba de pie contra la pared. A veces la azotaba. Y a veces era ella la que me tiraba del pelo mientras me susurraba al oído “fóllame hijo de puta”.

Una noche salió con sus amigas. Yo no tenía problema con eso. A veces era yo el que salía con mis amigos. A ninguno de los dos nos importaba que el otro saliese por su cuenta. Y esa noche fue ella la que salió con sus amigas, porque era el cumpleaños de una de ellas o algo así. Yo quede con un amigo para tomar algo, pero en seguida regresé a casa y como no tenía mucho sueño me puse una película. El caso es que hasta las 2:30 de la mañana no me metí en la cama, y justo cuando lo hice, escuché como Cristina metía la llave en la cerradura. Cuando entró en el cuarto me hice el dormido. Noté que estaba un poco borracha porque se tropezó con una zapatilla y estuvo a punto de caerse, pero se apoyo contra el armario y soltó un “uh” que me hizo mucha gracia. Aunque suene tonto, me parecía muy atractiva cuando estaba un poco bebida, porque hablaba como una niña pequeña, los ojos le brillaban y sonreía por cualquier motivo. Además se volvía más cariñosa y más activa en la cama.

En esa ocasión llevaba una chaqueta negra, que se había comprado la semana anterior, una camiseta blanca con el cuello de pico, un poco escotada, que no mostraba mucho pero dejaba intuir sus dos hermosas tetas. También llevaba unos leggins negros de cuero que le hacían un culo increíble. Yo la espiaba en la penumbra, la única luz que llegaba era la del pasillo y la tenía al contraluz, pero de alguna forma con esa iluminación podía apreciar mejor su contorno, sus curvas.

Comenzó quitándose la chaqueta. Luego se quito los pendientes de aro mientras se miraba en el espejo. Primero uno, luego otro.  Lo siguiente fueron los zapatos de tacón, tuvo que sentarse en la cama para poder desabrochárselos. Después se desabrochó los leggins y vi como destapaba su culo. Eran un poco ajustados y para poder sacárselos tuvo que realizar movimientos con las piernas en una especie de baile. Después se inclino para terminar de sacárselos. Entonces pude ver que estaba desnuda de cintura para abajo pues se había quitado el tanga junto con los leggins. Su sexo no tenía un solo pelo. Espiarla de esa manera, sin que ella se diese cuenta, me estaba excitando sobremanera. Se sacó la camiseta y la tiró al suelo. Sus dos manos buscaron el cierre del sujetador en su espalda. Lo abrió y sus tetas quedaron desnudas, preciosas al contraluz. Se puso el pijama, que constaba de un pantaloncito corto de algodón y una camiseta de tirantes, ambos blancos, y se fue al servicio. Escuche como se cepillaba los dientes. Sentí mi polla dura, me llevé la mano a la entrepierna y empecé a masturbarme por encima del slip. Dejé de hacerlo cuando ella regresó. Se metió en la cama y se tumbó de lado, dándome la espalda. Puse mi mano en su cintura. ¿Te he despertado? Preguntó sin darse la vuelta. Sí, mentí. Le pregunté que qué tal la fiesta. Y me dijo que bien, pero que había terminado un poco borracha. Arrimé mi cuerpo al suyo.

-        Estabas muy guapa. - Dije

-        Gracias.

Pasé mi mano por su vientre. Sentí su piel caliente.

-        Seguro que has ligado mucho - le dije.

-        Lo normal - contestó

-        Lo normal en ti es mucho

Se rió. Pegué mi pecho a su espalda y mi polla a su trasero.

-        ¿Has conocido a muchos chicos? – Le pregunté

-        No, no muchos. Alguno

Frotó mi polla con su culo. Y pudo sentir que la tenía dura.

-        ¿Alguno interesante? – pregunté

-        Alguno

Empezó a mover su culo, rozándose con mi polla.

-        ¿Cómo se llamaba? – pregunté

-        ¿Quién?

-        El chico interesante

-        Ah, se llamaba Sergio

La agarré de la cintura y la apreté más contra mí.

-        ¿Era guapo?

-        Normal

-        ¿Fuerte?

-        Más o menos

-        ¿Tenía buen paquete?

Se rió. Deslicé mi mano por encima de la camiseta hasta sus tetas.

-        No sé. No me fijé - Dijo

-        Mentirosa

Se rió de nuevo. Apreté una de sus tetas con la mano.

-        Es verdad – dijo – no voy por ahí fijándome en los paquetes de los tíos

-        En el mío sí – contesté

No dejaba de frotar su culo contra mi polla y se me estaba poniendo realmente dura.

-        Así que Sergio quería follarte

El juego me estaba excitando más de lo normal

-        ¿Por qué crees que quería follarme? - preguntó

-        Porque todos quieren follarte

Ahora mi mano recorría sus muslos hasta llegar a su entrepierna. Palpe su sexo por encima del pijama y lo sentí húmedo y caliente.

-        No sé si todos quieren follarme. Pero se de uno que sí

Mi mano se deslizó dentro de su pantaloncito. Noté como entreabría un poco las piernas y la escuché suspirar. Aun sin darse la vuelta, buscó mi polla a tientas con su mano y empezó a acariciarme por encima del slip.

-        ¿Te habría gustado? – pregunté

-        ¿Si me habría gustado qué? –dijo entre suspiros

Acariciaba su sexo húmedo y caliente con mis dedos. Mientras ella había liberado mi polla y me estaba masturbando.

-        ¿Si te habría gustado que Sergio te hubiese follado?

Tenía un dedo dentro de ella. Lo sacaba y lo metía y la sentía cada vez más húmeda. Mientras le mordía una oreja y recorría su cuello con mis labios, mi lengua y mis dientes.

-        No me has contestado. ¿Te habría gustado? – repetí la pregunta

Bajé su pantaloncito hasta la mitad de sus muslos y ella con una sola mano, sin dejar de masturbarme con la otra, terminó de sacárselos.

-        No – dijo – Solo me gusta que me folles tu

-        Mentirosa – dije

Me terminé de quitar los slips. La tenía bien dura

-        ¿Te gustaría que él estuviese en mi lugar ahora?

Abrió un poco más las piernas. Seguía de espaldas a mí, tumbados los dos de lado. Arrimé mi polla a su coño, que a esas alturas estaba chorreando

-        No – Dijo

-        Mentirosa

Empecé a follarla. Cristina intentaba contener sus gemidos, pero alguno se le escapaba

-        ¿Te habría gustado chupársela? – Pregunté

-        No – Dijo entre gemidos

-        Mentirosa

Mientras la follaba en esa posición con la palma de la mano acariciaba su clitorix. Ella giraba su cuello y nos comíamos la boca.

-        ¿Intentó besarte? – pregunté

Sentí como me miraba en la oscuridad, con la boca abierta sin poder contener sus gemidos. Sentí su aliento en mi cara. Mi polla se salió, y aproveché para tumbarla boca arriba. Me puse encima de ella, mi cara pegada a la suya.

-        ¿¿Intentó besarte??

-        Si – contestó

Empecé a follarla con más violencia.

-        ¿Le dejaste que lo hiciera? – pregunté

-        No – contestó como pudo

-        ¿Po qué?

-        Porque no

A estas alturas nuestros cuerpos estaban empapados en sudor. La follaba con una violencia inusual en mí. La puse a cuatro patas, la agarré de la melena y me la follé pensando que era ese tal Sergio quien lo hacía. Pensar esto me excitó mucho. Me corrí dentro de ella y nos quedamos dormidos abrazados y desnudos.

Desde esa noche empecé a fijarme en detalles en los que nunca me había fijado. Nunca había sido celoso y no me importaba que otros hombres mirasen a Cristina, pero nunca había sido consciente del deseo que Cristina despertaba en los demás hombres. Y desde aquella noche empecé a fijarme en como los demás la miraban. Miraban su boca, su cuello, sus piernas, sus pechos. Se la comían con la mirada, se la follaban con la mirada.

Sin embargo yo no me disgustaba por ello. Más bien al contrario, me gustaba que la mirasen, o mejor dicho, me excitaba. A ella no le dije nada sobre esto. Y cuando me pedía mi opinión sobre un vestido que se iba a poner, yo siempre le decía que el más sexy le quedaba mejor, ese que sabía que atraería las miradas de todos los hombres. De hecho, empecé a regalarle ropa sexy: minifaldas, blusas semitransparentes, vestidos escotados…y ella se lo ponía todo, y luego todos los hombres se la follaban con la mirada. Pero al final solo me la follaba yo.

Una noche fuimos a una fiesta que dieron unos compañeros del trabajo de Cristina. Habían alquilado un garito para despedir a uno de ellos que se iba a trabajar a EEUU. Cristina llevaba puesto un vestido sin tirantes con un escote que solo le tapaba lo justo, además de realzarle los pechos. Por supuesto había sido un regalo mío. Cuando se lo vi puesto esa misma tarde, me excitó tanto que tuve que suplicarle que echáramos “uno rapidito”, lo cual nos había hecho llegar tarde a la fiesta. Pero allí estábamos, Cristina espectacular, llamando la atención de todos. Empezó a presentarme gente y en seguida comenzamos a beber. Al principio íbamos los dos juntos, para no dejarme solo con tantos desconocidos. Pero en cuanto cogí un poco de confianza con uno de sus compañeros (los dos habíamos estado viviendo en Dublín), nos separamos un poco. En un momento dado yo estaba en un grupo que mantenía una conversación sobre política, me estaba aburriendo mogollón y empecé a buscar a Cristina con la mirada. La encontré hablando con un chico joven, guapo y trajeado. Yo les observaba desde la distancia. Parece que los dos se estaban riendo mucho y no hacía falta escuchar de qué hablaban para darse cuenta de que el tipo quería follarse a mi esposa. Me excitó la posibilidad de que lograse su objetivo.

Los estuve observando un buen rato. Cristina tenía la manía de tocar a la gente con la que hablaba, por ejemplo a veces te agarraba del brazo o cosas así. Sé que para Cristina eso no tenía ningún significado, pero para un tío es diferente y podía dar lugar a confusiones. Así que con la excusa de los tocamientos de Cristina, el colega había aprovechado para echarle mano a la cintura. Y hablaban en esta postura, muy cerca el uno del otro. Entonces en un momento dado Cristina se disculpó para ir al servicio. La seguí y la esperé en la puerta. Cuando salió me preguntó si me estaba aburriendo mucho. Yo le contesté que un poco, pero que había visto que ella se lo estaba pasando muy bien. Me explicó quién era el chico y me dijo que si yo quería nos íbamos de la fiesta. Le dije que me daba igual, que si quería podía invitar al chico a tomar algo en nuestra casa.

-        ¿Ahora? – Dijo

-        Si

-        Es un poco tarde, ¿no?

-        Bueno, díselo. A ver que dice

Volvimos a la fiesta. El chico, que se llamaba Ángel, ahora estaba hablando con otro grupo, pero cuando subimos le echó una mirada a Cristina de refilón. Total que al final Cristina se puso a hablar con otra gente. Aguantamos media ahora más y decidimos irnos. Empezamos a despedirnos de la gente y entonces me presentó al tal Ángel, que no recuerdo en qué trabajaba exactamente. Me contó lo buena compañera que era Cristina. Me cayó bien y le dije que podíamos ir a casa los tres y tomarnos la última. Eran las 3 de la mañana y creo que pensó que estaba siendo sarcástico y me miró como si le acabase de confesar que había matado a alguien. Cristina también me miró así. Dijo que a lo mejor otro día. Nos fuimos.

En el coche, de camino a casa note que Cristina estaba un poco enfadada, le pregunté por qué y me dijo que era por lo que le había dicho a Ángel, me explicó que eran buenos compañeros, que el chico tenía novia y que no tenía ningún derecho a intimidarle de esa forma. Le dije que mi intención no había sido intimidarle y que lo de la invitación iba en serio. Que me había caído bien, eso es todo. No me creyó.

Llegamos a casa. Le pedí perdón por mi comportamiento. Me dijo que me perdonaba, pero noté que no lo decía de verdad, le pedí un beso de perdón, me dio uno en la mejilla, le pedí uno en la boca, me lo dio. Nos besamos, nos comimos la boca. Le supliqué perdón mientras le levantaba el vestido y le bajaba el tanga. Le repetí que la invitación iba en serio, empecé a masturbarla, justo ahí de pie. Le dije que me habría gustado que Ángel estuviese allí viendo como follábamos, o mejor, me habría gustado que follaran ellos mientras yo miraba. Me miró a los ojos y supo que decía la verdad. Me dijo que estaba loco pero sentí como su coño chorreaba. Me la follé delante del espejo, sin quitarle el vestido. Mientras lo hacíamos, le pregunté 4 ó 5 veces si le gustaría follar con Ángel. Sólo me contestó junto antes de correrme y dijo que sí. Me corrí dentro. Vi mi semen chorreando por sus piernas. Nunca más volvimos a hablar del tema.

A veces soñaba que otro hombre le hacía el amor a mi mujer. A veces no era sólo un hombre, a veces eran dos, o tres, o cuatro, o cinco. A veces todos se corrían a la vez encima de ella. Siempre que soñaba esto me despertaba con la polla dura.

Un día me di un golpe con el coche. Nada grave, una abolladura. Me salté un ceda y me di contra un coche que venía. Como estaba lloviendo y los dos íbamos al trabajo, nos intercambiamos los teléfonos para quedar otro día y rellenar el parte. Quedamos un sábado en la cafetería de un centro comercial. Yo fui con mi mujer. El chico fue solo. Tendría 25 años y se veía que se machacaba en el gimnasio todos los días. Era bajito pero de complexión fuerte. Tipo portero de discoteca. A parte de eso el chico era muy agradable. Rellené el parte, tenía el seguro a todo riesgo así que no tenía ningún problema con todo esto, y en 5 minutos ya estaba todo arreglado. Nos habíamos pedido unos cafés y como lo teníamos todavía entero, pues nos pusimos hablar de nuestros trabajos, dónde vivíamos, etc. Nos caímos bien. Entonces me invitó a un cigarro, yo no suelo fumar, pero en este caso acepte. Nos salimos fuera a fumar. Cristina sin embargo, dijo que quería mirar un vestido, se despidió del chico y entro en el centro comercial. Así que nos quedamos los dos solos fumando y hablando de no sé qué. Hubo un momento en que la conversación se agotó y nos quedamos en silencio. Entonces le pregunté:

-        ¿Tienes novia?

-        Tengo. Tengo, pero también tengo amiguitas – me guiñó el ojo

-        Eso está fenomenal. ¿Qué te parece mi esposa?

-        Es muy maja ¿no?

-        Y muy guapa ¿no te parece?

-        Si, si. Tienes buen gusto jeje.

-        ¿Has visto qué culo tiene? ¿Y has visto sus tetas?

-        Jaja sí, está muy buena

-        ¿Sabes lo que más me gusta?

-        ¿Qué?

-        Cuando me la chupa

-        Sa jodio

-        Me gusta porque le pone mucho empeño y le gusta recrearse en lo que hace. No lo hace con asco, le gusta chuparla. De hecho, le encanta. ¿Te gustaría probar?

-        ¿Probar qué? – Preguntó extrañado

-        Que te la chupara

Entonces se quedo mirándome de arriba abajo, con el ceño fruncido, como esperando descubrir que estaba bromeando o que le estaba contando un chiste. A mí por otra, se me había puesto un poco dura desde que se lo había preguntado. Por suerte no se dio cuenta. De hacerlo habría pensado que yo era marica o que simplemente estaba loco.

-        ¿Te gustaría? - dije – podrías correrte en su boca

-        Sí, claro – dijo todavía sin creérselo

-        Si quieres se lo podemos comentar ahora mismo – dije mientras hacía ademán de volver dentro del centro comercial

Sin embargo, él se quedo quieto.

-        Ahora no puedo. Tengo cosas que hacer – Dijo con el ceño fruncido

-        Podríamos quedar otro día – Dije

-        Sí, claro

-        Tienes mi número, llámame cuando puedas

-        Ok – dijo escéptico

Entonces se despidió y se fue sin más. Sabía que no me llamaría. Sin embargo, imaginar a ése bestia corriéndose en la boca de mi esposa me había excitado sobremanera. Busque a Cristina y la encontré comprando en una tienda. La observé a través del escaparate. Llevaba un vestido veraniego amarillo con flores y estaba preciosa. Todos la miraban, como siempre. Terminó de comprar, me vio y me preguntó si nos íbamos. Le dije que sí. Fuimos a por el coche que estaba en un parking subterráneo un poco alejado. Nos subimos. Me la quede mirando.

-         Me gusta ese sujetador que llevas, le dije.

-        ¿Este? Si es de lo más normal

Empecé a bajarle los tirantes del vestido y deje al descubierto su sujetador. Ella me miraba como sorprendida pero dejándose hacer. Empecé a acariciar sus pechos.

-        ¿Qué haces? – Me dijo

Entonces me llevé una mano a la entrepierna, ella me miraba sin salir de su asombro. Me baje la bragueta y saque mi polla. Estaba medio dura. Empecé a masturbarme mientras miraba a mi mujer. A lo lejos se podía ver a la gente pasando con los carritos de la compra, buscando su coche. Cogí su mano, me la llevé a la polla y comencé a masturbarme con ella. Cristina me sonrió y negó con la cabeza como diciendo “estás loco”. No tardó en ponerse dura del todo. Agarré de la nuca a mi mujer y le dije “chúpamela”. Ella me sonrió y me dijo “Sí buana”, se inclinó sobre mí y empezó a mamármela. Yo empujaba su cabeza con una mano y con la otra acariciaba sus tetas. Podía escuchar como succionaba o si se estaba atragantando.

Una pareja pasó a nuestro lado, el chico no se dio cuenta de nada, pero la chica sí nos vio. Mientras se alejaban vi como la chica le comentaba algo en voz baja a él, entonces este giró la cabeza en dirección al coche y me vio. Yo los miré fijamente a los dos hasta que se fueron.

Me corrí en la boca de mi mujer que dejo escurrir un poco de semen por las comisuras de sus labios. Abrió la puerta y escupió el resto. Se limpió con un clínex. Nos vamos ya, dijo.

Por la tarde le conté lo que había ocurrido con el tío cachas. Me miró sin salir de su asombro y se enfadó conmigo. Le confesé que me excitaba imaginarla con otros hombres y me dijo que yo estaba mal de la cabeza. Le pregunté si a ella no le excitaba imaginarse con otros hombres. Me dijo que sí, que a veces, me lo dijo porque estaba enfada pero en el fondo yo sabía que era verdad, que ella también se imaginaba con otros hombres.

-        ¿Con que hombres? – pregunté

-        Con cualquiera – me dijo haciéndose la enfadada

-        ¿Hombres que ves por la calle?

-        Sí y con el panadero, el frutero, el fontanero…

-        ¿Y qué te hacen?

-        De todo – me dijo

-        ¿Te dan por el culo?

-        Si

-        ¿Te follan la boca?

-        Si

-        ¿Se corren encima de ti?

-        Si

Continué con el interrogatorio y al final terminamos follando como animales mientras ella me contaba cómo se imaginaba con cualquiera de aquellos hombres. Lo hicimos tres veces seguidas.

No mucho después del incidente con el cachas nos fuimos de vacaciones a Tenerife. Alquilamos un apartamento en una urbanización de viviendas vacacionales. La urbanización era con piscina y animación, por las noches había espectáculos y actuaciones y se hacían juegos e historias. Así que a los pocos días ya conocíamos a casi todos nuestros vecinos, ingleses o alemanes en su gran mayoría.

Un día volvimos de la playa y nos quedamos en la piscina tomando el sol. Cristina llevaba un bikini azul a rayas blancas que llamaba la atención de todo el mundo. Nos dimos un baño y nos tumbamos boca arriba en las tumbonas.

La piscina estaba medio vacía a excepción de nosotros dos, cuatro francesas y un alemán de ventipocos que había venido de vacaciones con sus padres. Se ve que el alemán estaba intentando intimar con las francesas y conocer a gente con la que salir de fiesta, pero las francesas no le hacían caso y seguían a su rollo, a pesar de que el alemán parecía muy guapo y estaba en muy buena forma, con cuadraditos en los abdominales incluidos. Me sentí conmovido por los esfuerzos del alemán en hacer amigos y puede ser que me recordase a mi mismo a su edad.

-        ¿Qué te parece ese chico? – Le pregunté a Cristina

-        ¿El alemán? – Le echó una mirada por encima de las gafas de sol

-        Sí

-        Es un niño

-        ¿No te parece guapo?

-        Si, normal

-        ¿Te gustaría conocerle?

-        No – Dijo con desgana

Me levanté de la tumbona y me acerque al alemán que estaba en el otro lado de la piscina

-        ¿Cómo estás? – Le dije en inglés

-        Bien, ¿Y tú? – dijo con una sonrisa

-        ¿Te importa si hablamos? Me gustaría practicar mi inglés, hace tiempo que no lo hablo.

Y así empezamos a hablar: de los sitios en Tenerife que habíamos visitado, de las diferencias entre la cultura alemana y la española, de por qué estaba con sus padres y no con amigos de su edad (por lo visto su padre estaba muy enfermo), de las francesas, etc. Esa misma noche me lo encontré en una actuación que había en la urbanización, me presentó a sus padres y yo a mi mujer. Cristina no hablaba inglés y ellos no hablaban en español así que no tenían mucho que decirse. Volví al apartamento Con mi mujer. Follamos toda la noche y yo pensé en el alemán, pero no le dije nada a Cristina.

Al día siguiente no vi al alemán. Pero al siguiente me lo encontré en el bar de la piscina, le invité a una cerveza y hablamos. Me dijo que era su última noche en Tenerife, le pregunté si le gustaba la cocina española, y me dijo que le encantaba, así que le invité a cenar con nosotros esa noche.  Aceptó y yo fui a contárselo a Cristina. No le agradó mucho la idea. Me dijo que no sabía hablar inglés y que no iba a poder hablar con nuestro nuevo amigo y que aprovechaba cualquier oportunidad para no estar a solas con ella. Le dije que eso no era verdad y ella lo sabía y que no se preocupara por el idioma. Estuvimos de morros todo el día.

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