Cornudo (30). Fuego en el cuerpo.
Última parte y final del tercer libro de la saga Cornudo.
33
Después de comer intenté echarme un rato la siesta, sabía que no me iba a poder dormir, pero al menos tenía que intentarlo. Me pasaba igual cuando quedábamos con Víctor, estaba toda la semana nervioso y excitado y me costaba mucho conciliar el sueño.
Esta vez no era Víctor con el que habíamos quedado, si no Mariola, la mejor amiga de mi mujer. El martes cuando regresó de jugar al pádel con ella, me sorprendió con el viaje este fin de semana a Madrid con su amiga. Es verdad que la idea ya la habíamos comentando un par de veces de pasada, pero no pensé que se fuera a hacer realidad tan pronto.
Y es que Claudia vino muy cachonda de su partido de pádel el martes por la noche, no sé qué es lo que había pasado, según ella estuvo jugando un partido con Mariola y luego estuvieron hablando en la cafetería, donde mi mujer le contó a su amiga la aventura que días atrás había tenido con Basilio. Después Mariola le propuso lo del viaje a Madrid. Estaba muy interesada en coger el puesto que había dejado Víctor, quería follarse a mi mujer delante de mí, morbosear con ella y que yo lo viera todo, y aunque Claudia no estaba muy convencida, estaba claro que la idea también le excitaba.
Iban a ser dos meses muy duros para ella, tenían las elecciones municipales e iba a tener que aguantar a su jefe, con el que además se había acostado. Prácticamente tenía todos los fines de semana ocupados hasta mayo y eso me provocaba una sensación extraña. Estaba convencido que lo que había pasado entre ellos se iba a volver a repetir, habían pasado muy pocos días desde que escuché por el móvil cómo Basilio se follaba a mi mujer y todavía no sé si lo había asimilado y ahora de repente cabía la posibilidad de ver a Claudia enrollándose con su mejor amiga, que por cierto, cada vez que me ponía más. Todo iba demasiado deprisa.
Me encantaba el comportamiento de Claudia y cómo ella lo aceptaba sin problemas, nuestra vida familiar no había cambiado nada, seguía igual de cariñosa conmigo, nuestras hijas lo eran todo para ella, adoraba a sus padres y a sus hermanos con los que seguíamos teniendo una gran relación, pero ahora llevábamos una doble vida. En la intimidad estaba completamente desatada.
Habíamos abierto una puerta y Claudia no estaba dispuesta a cerrarla.
En unos pocos meses se había enrollado con un antiguo alumno, al que le había hecho una paja en el portal de su amiga, seguíamos conectándonos por la cam con Toni, donde prácticamente habíamos hecho de todo, Claudia no le decía que no a nada y cada vez se mostraba más sucia y desinhibida, se había follado a Basilio, ese personajillo que no sabría muy bien cómo definir y que no me caía nada bien, a lo que había que sumar que había empezado a follar regularmente con su mejor amiga. Y esto sí que había sido una sorpresa para mí. Claudia nunca había tenido esas inquietudes hacia su mismo sexo, o al menos nunca las había expresado y ahora allí estábamos, dispuestos a viajar a Madrid junto con Mariola, sin saber muy bien qué es lo que nos iba a deparar esa aventura.
Estaban siendo muchas emociones juntas y yo lo intentaba llevar de la mejor manera posible, ahora no podía quejarme, es lo que siempre había deseado y Claudia estaba cumpliendo mis sueños de hacerme un cornudo a la mínima posibilidad que se le presentara.
Como dije, el martes llegó muy excitada de su partido de pádel con Mariola, le había estado contando lo que pasó con Basilio y su amiga le propuso el viaje a Madrid, luego parece ser que estuvieron hablando y Mariola le contó a mi mujer que había quedado con Lucas para follar en el coche. Me imagino lo que pensaría mi mujer mientras su amiga le hablaba de Lucas, el chico con el que ella también se había enrollado, pero Mariola no sabía nada de eso. En cierta medida tenía envidia de aquel jovencito, con apenas 18 años se estaba follando a un pibón como Mariola y había conseguido comerse la boca con su profesora y que ésta le acabara haciendo una paja en su portal, eso no lo hace cualquiera y claro, Claudia seguramente con el recuerdo de lo que había pasado con él llegó a casa muy mojada.
En cuanto acostamos a las niñas se puso de pie y me hizo ponerme de rodillas delante de ella. Se desnudó de cintura para abajo y me puso el coño en la boca. Era una postura difícil para podérselo comer bien, pero Claudia me aplastó la cara contra su depilado pubis y yo tuve que sacar la lengua hasta que conseguí hacerla llegar al orgasmo.
Luego con toda la tranquilidad del mundo se tumbó en la cama, mostrándome el coño y me contó lo del viaje a Madrid con Mariola, yo estaba caliente también, pero Claudia no me dejó correrme, me dijo que tenía que aguantar hasta el sábado, era otra de las cosas que le gustaba hacerme cuando teníamos esos encuentros. Me tenía varios días donde me prohibía correrme, para que llegara al sábado fuera de sí, ella me dijo que iba a hacer lo mismo que yo, para llegar también muy excitada.
Estuvimos hablando un poco y ella me contó lo que había pasado en el club de pádel y me preguntó que si estaba dispuesto a lo del sábado con Mariola. No tenían ningún plan preparado, la idea era salir a cenar los tres, luego ir a alguna discoteca a tomar un par de copas y terminar en el hotel. Claudia me advirtió de que podía pasar de todo. O nada.
Luego me hizo reservar dos habitaciones contiguas en un hotel céntrico de Madrid y mesa para tres en un restaurante que estuviera cerca. Por la mañana me puse en contacto con el hotel para asegurarme que las dos habitaciones estuvieran juntas.
Es una de las tareas principales de todo buen cornudo, reservar la cama donde su mujer se va a follar a otro.
Dándole vueltas a esto intenté dormirme la siesta, pero lo único que hice fue levantarme más cachondo de lo que me había acostado. No tardaron mucho en venir a la cama conmigo Claudia y las niñas y luego nos preparamos para salir de casa.
Dejamos a las peques en casa de mis suegros, a ellas les gustaba mucho dormir allí, tenían una casa muy grande, con jardín y se lo pasaban muy bien.
―Mañana a la hora de la comida estamos aquí ―les dijo mi mujer.
―Pues ya quedaros a comer, venga aviso a tus hermanos y hacemos una comida ―le contestó mi suegra Pilar que aprovechaba cualquier oportunidad para hacer una reunión familiar.
―Venga, vaaaaale, mañana nos quedamos a comer.
Luego fuimos a buscar a Mariola a su casa, Claudia le hizo una llamada perdida y su amiga no tardó en aparecer por el portal. Llevaba una pequeña maleta e iba vestida de manera casual igual que mi mujer. Nos bajamos del coche para saludarla y a mí me dio dos besos y a Claudia un pequeño pico en los labios que nos dejó un poco descolocados. Estaba claro que Mariola iba a por todas.
El viaje a Madrid no era muy largo, estuvimos comentando un poco el hotel y el restaurante donde habíamos reservado. Mariola iba muy animada en el coche, estaba sentada detrás de Claudia, y no paraba de hablar con mi mujer, las dos iban igual vestidas con unos vaqueros ajustados y unas zapatillas blancas que les daba un aire de pijas. Yo apenas comentaba nada, me limitaba a conducir y cuando llegáramos a Madrid iba a dejar que ellas hicieran lo que quisieran.
Así que podía pasar cualquier cosa.
Mariola era la mejor amiga de mi mujer, pero yo tampoco es que tuviera mucha confianza con ella, no nos habíamos visto muchas veces, en la piscina y tres o cuatro veces que habíamos quedado con nuestras hijas en un centro comercial y habíamos cenado en un burguer, pero poco más. Y ahora, aquella directora de banco se estaba follando a mi mujer y yo las llevaba en el coche para ver como zorreaban juntas en la noche de Madrid.
Pensar esas cosas no hacía más que calentarme y calentarme. Llevaba seis días sin correrme y solo con oírlas hablar en el coche ya se me puso dura, sobre todo cuando Mariola empezó a hablar de lo que podía pasar.
―Esta noche lo vamos a pasar fenomenal, me he comprado una faldita ideal, me encanta...
―Yo me he comprado los botines esos granates que te dije.
―Joder tía, al final te los compraste, ya te lo dije que te los compraras, te van a dar un toque de color...oyes había pensado que te puedes pasar a mi habitación y nos vestimos juntas, ¿te parece?, a David no creo que le importe, no? ―me dijo acariciándome el brazo desde el asiento de atrás.
―No, que me va a importar.
―Así luego nos ves ya vestidas y nos das tu opinión...nos vamos a vestir muy...mmmmmm, bueno ya lo verás ―me dijo Mariola con voz de zorra.
Yo suspiré sin saber muy bien que decir, fue una especie de gemido interno, Mariola estaba empezando a caldear el ambiente y Claudia le siguió el juego cuando su amiga le puso la mano en el hombro en un gesto cariñoso, mi mujer giró el cuello y le dio un pequeño beso en los dedos. No me esperaba que hiciera eso y volví a resoplar.
Empezaba a flotar una tensión sexual en el coche que se hacía irrespirable. Luego Mariola pasó la mano hacia delante y entrelazaron los dedos, agarrándose como si fueran pareja.
―Estuvo muy bien lo del martes, después del pádel, ya sabes ―dijo Mariola.
―¿El martes, qué pasó el martes? ―preguntó Claudia, aunque sabía perfectamente a lo que se refería su amiga.
―Ya sabes, lo de Lucas.
―¡¡Mariola, aquí no!!
―¿Por qué no?, me encanta follar con Lucas en el coche, me recuerda a la época universitaria, me hace sentirme más joven...¿vosotros también follábais en el coche?
―Puede ser, aunque recuerdo que no nos gustaba mucho ―le respondió Claudia.
Estaba sorprendido de escuchar hablar así a mi mujer, no le pegaba nada, era como si estar con Mariola la hiciera estar más desinhibida. Entonces su amiga se inclinó hacia delante y Claudia se giró hacia ella.
―¡Qué ganas tengo esta noche de estar contigo! ―le dijo Mariola.
Y se dieron un pequeño beso en los labios que duró cuatro o cinco segundos. Otra vez me sorprendió Claudia que le correspondió el beso. Estaba claro que la noche prometía. En el coche solo se escuchaba las bocas de mi mujer y Mariola rozándose y terminaron separándose con un sonoro beso.
Luego miré a los ojos a Claudia, mientras se limpiaba los labios después del beso húmedo con su amiga. Me acarició la mejilla y no me dijo nada. No hacía falta, solo había que ver la cara que tenía. Ajusté el retrovisor para cruzar la mirada con Mariola, ella estaba esperando que lo hiciera, levantó las cejas y me sonrió con suficiencia, como diciendo “esta noche te vas a enterar, cornudo”.
Entre las dos me iban a volver loco. La polla me palpitó bajo los pantalones. Ya no podía ocultar la erección que tenía. Menos mal que quedaba poquito para llegar.
Dejamos el coche en el Parking del hotel y subimos con las maletas a la recepción. Eran las 19:45 de la tarde y habíamos quedado para cenar sobre las 22:00. Nos dieron las tarjetas y nos subimos a las habitaciones, que eran contiguas, una pegada a la otra. Antes de entrar Mariola le dijo a Claudia.
―Te pasas ahora y nos cambiamos juntas, no?
―Sí, sí, déjame un poco que prepare la ropa y voy a pegarme una ducha.
―Si quieres puedes ducharte conmigo, me encantaría...
―No, que me lías, me ducho aquí y ahora voy, en un rato me paso...
―Venga, vaaaale...
Entramos dentro de la habitación y me senté en la cama, Claudia se puso a mi lado.
―¿Qué tal estás?
―Joder con Mariola, no sabía que era tan descarada.
―Uyyyy, no has visto nada, no la conoces bien, cuando estamos con las niñas es distinta, pero...esta noche seguro que te va a sorprender.
―Ya, ya me había dado cuenta, hasta tú pareces distinta cuando estás con ella...te cambia hasta el carácter...
―¿Ah sí?
―Sí Claudia, mírate, estás ahora radiante, feliz, nunca te había visto tan guapa, tienes un brillo especial en los ojos, además se nota que estás, uffffff, no me imaginé que Mariola te pusiera tan caliente, es verdad que está muy buena.
―¿A ti te gusta Mariola? ―me preguntó acercándose y pasándome la mano por el paquete.
―Está muy buena, tiene un pedazo de culo y tiene esos aires de pija que...sí, me gusta mucho.
―Ella también me dice que eres muy guapo, pero no te hagas ilusiones, no pienso dejaros que hagáis nada juntos...no sé cómo terminará la noche, pero olvídate de tocarla un pelo, Mariola es para mí, ¿me has oído, cornudo?, tú como mucho nos vas a ver follar...
―Joder Claudia...
―Mmmmm, estás empalmadísimo, voy a dejar de tocarte, no quiero que te me corras en los pantalones...
Claudia se puso de pie y se acercó a la maleta, fue sacando la ropa que se iba a poner por la noche, dejándola encima de la cama y luego se desnudó por completo.
―¿Te metes en la ducha conmigo?
―Sí, claro ―contesté emocionado quitándome rápido la ropa.
―Ni se te ocurra correrte, eh ―me advirtió Claudia.
Nos metimos juntos en la ducha, mi mujer ya era consciente del calentón que llevaba acumulado en los días previos, no pude evitar entrar con la polla dura y Claudia me hizo enjabonarla el cuerpo entero y lavarla el pelo. Luego ella me enjabonó a mí y cuando me agarró la polla un par de segundos me volvió a advertir.
―No te corras.
Tuvo que soltármela porque era evidente que yo parecía estar a punto de explotar de un momento a otro, además Claudia todavía me quiso calentar más y aprovechó que tenía los dedos llenos de jabón para meterme un dedo por el culo varios segundos. Como siguiera jugando así conmigo no iba a poder aguantarme mucho más y Claudia lo sabía, por eso me sacó rápido el dedito que tenía incrustado en mi culo.
―Shhhhh, tranquilo cornudo...que queda mucha noche.
Salimos fuera y se puso una toalla en el pelo y otra cubriéndose el cuerpo. Se sentó en la cama y empezó a mensajearse con su amiga. Ella también se había duchado ya.
―Me voy a ir a vestir con Mariola ―dijo Claudia poniéndose un conjuntito nuevo de lencería que se había comprado.
Como le gustaba a ella, era de color negro, con encajes y un poquito de transparencia, un precioso conjunto con sujetador y unas pequeñas braguitas a juego.
―Uffff Claudia, me encanta eso que te has comprado.
―Lo sé, ahora en un rato vuelvo...vamos a vestirnos ―dijo Claudia cogiendo la ropa con una mano y los botines con la otra.
―¿Te ayudo?
―No, no hace falta.
Salió al pasillo tan solo cubierta con un par de toallas en el pelo y por su cuerpo, Mariola ya tenía la puerta de su habitación abierta esperando a mi mujer. Luego me vestí yo, no tardé nada, cuando terminé puso la tele y me senté en la cama a esperarlas.
…
Claudia entró en la habitación de su amiga y ésta salió a recibirla completamente desnuda, a excepción de unas medias tipo colegiala que llevaba por encima de las rodillas. Claudia se apoyó en la puerta resoplando hasta que sintió como se cerraba tras ella.
Mariola se acercó despacio, también se acababa de duchar y llevaba el pelo un poco húmedo, al igual que Claudia se había depilado completamente el coño y avanzó desnuda hasta la puerta donde estaba apoyada Claudia.
Sin decir nada le quitó la toalla que envolvía su pelo y acercó sus labios a los de Claudia, que la correspondió el beso.
―¡Ufffff, ni te imaginas cómo estoy! ―le susurró Mariola en el oído.
―Me lo puedo imaginar...
De un tirón Mariola desenvolvió la toalla que cubría el cuerpo de Claudia y se quedaron de pie, una frente a la otra. Mariola estaba desnuda y Claudia llevaba el conjuntito de ropa interior que acababa de estrenar. Pegaron los cuerpos y se aplastaron los pechos cuando volvieron a besarse, esta vez fue un beso más largo y húmedo. Las manos de Mariola fueron a parar al culo de Claudia y ésta a su vez le acarició los pechos a su amiga.
Los cuerpos de las dos eran distintos, Mariola tenía las tetas más pequeñas, pero el culo más grande, tenía un buen trasero trabajado en el gimnasio, todo lo contrario que el de Claudia pequeñito, redondo y duro, más natural y unas buenas tetas herencia familiar que destacaban en su 1,55 de estatura.
―Para, para...ahora no ―dijo Claudia separándose de su amiga.
―¿Por qué no?, estoy muy excitada, me he puesto muy cachonda cuando nos hemos besado en el coche delante de tu marido, me ha puesto mucho...¿qué tal está él?, ¿te ha dicho algo?
―Pues creo que él está como nosotras o peor, nos hemos duchado juntas, no le he podido ni tocar, porque se me corría encima, le tengo castigado, para estas ocasiones le prohíbo que se corra en los días previos, así viene más excitado...
―Pobre cornudo, ufffff, me lo imagino, estará que se sube por las paredes...
―Vale Mariola, deja de tocarme el culo...para, mmmmmmm...
―Pararé cuando pares tú también de tocarme el mío.
Claudia llevaba unos segundos sobando con ganas los glúteos de su amiga, le gustaba mucho el culo de Mariola, tenía una especial fijación por él, le parecía casi perfecto, el tacto, el tamaño, lo suave que estaba.
―Deberíamos parar o... ―dijo Claudia.
―O qué...me apetece mucho follar ahora con el cornudo de tu marido en la habitación de al lado, si quieres le llamamos para que nos vea, así rompemos el hielo, no me importa hacerlo.
―No Mariola, shhhhh, no tengas prisa, vamos a vestirnos.
En cuanto terminó de decir la frase se acercó a Mariola y volvieron a besarse, no podían parar de hacerlo, ni de tocarse. Entonces Mariola bajó la mano, la metió por el elástico de las braguitas y acarició el coño de Claudia muy despacito.
―Estás empapada...joder...pufffff, te aseguro que yo estoy igual, mira ―dijo Mariola cogiendo la mano de Claudia y llevándosela hasta su entrepierna.
―Joder Mariola vamos a parar...te lo digo en serio.
―Espera, mmmmmm, eso es, mueve un poco más los dedos, vamosss, diosss, muévelos un poco, por favor...
Claudia le empezó a acariciar el coño a su amiga, lo hacía despacio frotando con el dedo corazón entre los labios vaginales de Mariola, tenían la cara pegada la una a la otra y de vez en cuando volvían a comerse la boca.
―¡Cada vez me gustas más! ―gimió Mariola.
Fueron andando hasta la cama, sin dejar de tocarse, ni de besarse, Claudia enterró la boca en el cuello de su amiga y ésta gimió dejándose hacer. Parecía que Claudia había tomado la iniciativa.
―¡¡Cómemelo, cómemelo, por favor!! ―dijo Mariola dejándose caer en la cama con las piernas abiertas.
Claudia se tumbó sobre ella sin dejar de acariciarla con los dedos.
―Deberíamos vestirnos...
―¡Vamos zorra, no me dejes así joder, no me dejes así, cómemelo!, ¡¡me muero de ganas, házmelo!!
―Mmmmmm me encanta teneros así a ti y al cornudo de mi marido.
Entonces Claudia se miró la mano que le brillaba por el flujo de su amiga y se frotó los dedos, luego aspiró el olor y se inclinó sobre Mariola para darle un pequeño beso en los labios y se puso de pie dejando a su amiga tumbada en la cama, abierta de piernas y jadeando.
―¡No me dejes así puta! ―dijo Mariola bajando la mano para acariciarse el coño.
―Vamos a vestirnos, que se nos va a hacer tarde...
―Cómemelo zorra, ¿o prefieres esto? ―dijo Mariola dándose la vuelta y poniéndose a cuatro patas.
La imagen fue impactante para Claudia, el tremendo culo de su amiga lucía espectacular a un metro de ella, además Mariola había tirado con la mano de un cachete hacia fuera y podía ver perfectamente el agujero de su culo. No pudo resistirse, se acercó a su amiga y apoyó la mano en uno de su glúteos.
―No me tientes Mariola...
―Vamos, ¿esto es lo que te gusta, no?, he encontrado tu punto débil, ¿te gusta mi ojete, verdad?
Claudia puso las dos manos sobre Mariola, una en cada cachete y notó que se le aflojaban las piernas. Su amiga tenía razón, tenía una especial debilidad por el culo de Mariola, no podía dejar de mirárselo, de tocarlo, de acariciarlo, sentía la imperiosa necesidad de poner su boca en él, de morder sus glúteos, de pasar la lengua por su ano.
Entonces se agachó y le soltó un sonoro beso en una de sus nalgas. Mariola gimoteó al sentir los labios de su amiga contra su piel.
―¡¡Venga, cómemelo, cómemelo zorra!!
Claudia le pasó la lengua de arriba a abajo, en un lametazo intenso, en medio de su ano y luego se puso de pie.
―Vamos a vestirnos, venga paramos ya...―dijo Claudia limpiándose la boca con la mano.
Mariola se dejó caer en la cama boca abajo, se metió la mano entre las piernas y se acarició el coño unos segundos.
―¡Eres una cabrona, ésta me la vas a pagar!
―Venga ven aquí, a ver qué te vas a poner, esas medias de colegiala que llevas son ideales, ¿las vas a llevar esta noche?
…
Casi una hora más tarde picaron en la puerta de mi habitación, se las escuchaba hablar desde fuera y salí a abrir. En cuanto las vi me quedé a cuadros, había visto arreglada muchas veces a mi mujer, pero al verlas así juntas, como iban vestidas no supe ni que decir.
Las dos llevaban una mini falda, la de Claudia era de cuero negro con una cremallera a un lado y la de Mariola era de tela gris, si la de mi mujer era corta, la de su amiga ya ni digamos, apenas le cubría su impresionante trasero. Claudia llevaba unas medias negras con puntitos y Mariola llevaba una especie de medias o calcetines de colegiala por encima de las rodillas que le daban un aire de calientapollas, las dos llevaban botines, Mariola negros y los de mi mujer de color granate un poco más altos. En la parte de arriba Mariola llevaba una camiseta de manga larga de color negro de cuello alto, bastante ajustada metida por dentro de la faldita y Claudia llevaba una blusa de botones, tipo camisa, de color rosa que transparentaba un poco el sujetador.
Y yo iba a salir de fiesta con aquellas dos MILF.
―Estáis muy guapas...
―Perdón por la tardanza, nos hemos entretenido un poco ―dijo Mariola riéndose.
Mi mujer le pegó un pequeño manotazo a modo de regañina, pero aquella frase que soltó su amiga me dejó pensando unos segundos. Según lo había dicho era evidente que algo había pasado entre ellas en la habitación de Mariola, y aquello todavía me calentó más.
Fuimos andando hasta el restaurante donde habíamos reservado. Durante la cena Mariola estuvo bastante contenida, aunque mi mujer y ella no dejaron de mirarse con evidente complicidad entre ellas. Se levantaron al baño un par de veces juntas, y estuvieron allí más de diez minutos las dos veces que lo hicieron.
Cuando volvieron a sentarse, ya nos estaban sirviendo los postres, Mariola hizo el gesto de limpiarse la boca, como si se acabara de besar con mi mujer y ésta bajó la cabeza un poco avergonzada al darse cuenta de que las había descubierto. Estaban flirteando delante de mis narices y yo estaba encantado con la escena, entonces Mariola se mordió los labios mirando a Claudia y le acarició la mano que tenía sobre la mesa.
―Esta noche lo vamos a pasar muy bien...
Antes de salir del restaurante Mariola le cogió de la mano a Claudia y volvieron a ir a los baños.
―Espera un segundo ―me dijo.
Esta vez era evidente a lo que iban. Me quedé de pie, sujetando sus abrigos y sus bolsos, viendo como se metían en el baño de mujeres, seguramente a enrollarse, mientras yo como un gilipollas me quedaba allí fuera con la polla dura.
Cinco minutos más tarde volvieron a salir, agarradas de la mano y en sus caras se notaba que algo habían estado haciendo. Yo conocía perfectamente a mi mujer y notaba cuando estaba muy cachonda y desatada y esa noche lo estaba. Y mucho además.
Antes de salir del restaurante, como si yo no estuviera delante, Mariola le dijo a mi mujer bien alto para que lo escuchara.
―Vamos a pasarlo bien, esta noche tenemos que ligarnos un par de tíos macizorros.
Estuvieron preguntando a unos chicos algún sitio cerca para tomar una copa, que estuviera bien animado y nos dijeron un par de bares. Cuando entramos al primero estaba hasta arriba de gente, era cerca de la una de la mañana y nos acercamos a la barra a pedir.
―Mira aquellos de allí, hay dos o tres que están muy buenos, ¿vamos a hablar con ellos? ―le volvió a decir Mariola a mi mujer.
―Tranquila, más despacio, acabamos de entrar, vamos a tomar una copa.
―¿No te importa David que vayamos a hablar con esos chicos, verdad? ―me preguntó Mariola.
―No claro, que no...
―Vale Mariola, más despacio...
―Ummmmmm, es que están muy buenos ―dijo acercándose a Claudia para tocar su culo delante de mí.
Mariola estaba desatada, no se cortaba un pelo, además con esa falda y esas medias que llevaba parecía una auténtica buscona. Claudia le seguía el juego y se dejaba tocar por ella o se agarraban la mano constantemente, era como si necesitaran estarse tocando todo el rato. Yo apenas pintaba nada allí con ellas, era un mero acompañante, más bien un espectador.
Mariola sabía jugar muy bien su papel y lo que tenía que decir para aumentar la temperatura y la tensión sexual existente entre los tres.
Se puso a hablar con Claudia, hacía como si yo no estuviera delante, a pesar de que Claudia todavía quería que yo participara. No me quería dejar apartado tan pronto.
―¡Jo tía, no me puedo creer lo de Basilio, todavía no me creo que te lo hayas tirado! ―le dijo Mariola.
Yo cogí la copa avergonzado y le pegué un trago, Claudia no estaba cómoda hablando de esa tema delante de mí, pero Mariola seguía a lo suyo.
―¿Y qué tal folla?, no me imagino a ese tío en la cama...
―Bueno, no sé, fue un poco raro ―dijo Claudia mirando hacia abajo y pasándose el pelo por detrás de la oreja.
―Eso es que te gustó, ¡¡serás guarra!!, jajajaja, seguro que repites con él...además con lo buena que estás sería gilipollas si no quiere volverte a follar...
―No lo sé...
―Pues yo creo que sí, ¿tú qué piensas David? ―me preguntó Mariola con una sonrisa burlona, que hizo que me empalmara más.
―Os dejo, voy al baño ―dije quitándome del medio para evitar tener que contestar a la pregunta.
Me metí en los servicios y me saqué la polla, tenía tal calentón y la tenía tan dura que no podía ni mear. Mariola estaba tensando la situación, quizás demasiado, pero a mí me encantaba que me humillara así. No tenía nada que ver en la vida cotidiana, sobre todo cuando estaban las niñas delante, era una tía educada, con clase y muy correcta.
Ahora se había transformado en una zorra con mayúsculas, vestida como una puta, manoseando a mi mujer constantemente delante de mí y mirándome con suficiencia, sabiendo que me gustaba esa humillación de cornudo.
Cuando salí del baño seguían hablando del mismo tema, estaban pegadas, en actitud cariñosa, casi a punto de besarse, y entonces escuché a Mariola que le decía a mi mujer.
―¡No me jodas! ¿y se te corrió dentro?...
Claudia al verme quiso cambiar de tema y Mariola sonrió sabiendo que había escuchado la frase.
―¿Nos tomamos otra? ―preguntó Claudia.
―Por mí perfecto, ¿te parece bien si vamos a hablar con esos chicos?, llevan un rato mirando hacia aquí...
Mi mujer se me quedó mirando, como esperando mi aprobación. Aunque era absurdo, sabiendo que yo iba a decir que sí, pero parecía que ella también quería empezar a entrar en ese juego de la humillación, al igual que su amiga.
―Pues si a tu marido no le importa chica, vamos y nos ponemos allí a su lado...a ver si nos dicen algo...
Cogieron las copas que acabábamos de pedir y se movieron unos metros, poniéndose al lado de un grupo de unos seis chicos, que rondarían los 30-35 años de edad, casi todos bien vestidos, buenos cuerpos y atractivos. Yo me quedé en la barra observando la escena y no tardaron en comenzar a hablar con ellos.
Se fueron presentando y en un par de minutos mi mujer y su amiga ya estaban integradas con ellos. Al principio no hablaban con ninguno en particular, pero según pasaba el tiempo Claudia comenzó a hablar con un chico rubio, llevaba el pelo muy rapado y los dos brazos completamente tatuados, desde donde estaba yo parecía muy guapo, con pintas de malo. Mariola tampoco perdía el tiempo y hacía lo propio con un morenazo muy alto y fuerte con el pelo engominado.
Tampoco es que fuera mucha sorpresa que Claudia y Mariola tuvieran esa facilidad para ligar, las dos estaban muy buenas e iban vestidas de manera muy sensual y provocativa, pero sí me sorprendió lo sociable que se estaba volviendo mi mujer en ese aspecto, años atrás no le gustaba hablar con nadie y como la entrara algún tío en las discotecas lo rechazaba de forma bastante seca y cortante.
Poco a poco se fueron separando del grupo, tampoco mucho, pero lo suficiente para clarificar posiciones, ya no hablaban con nadie más, mi mujer solo tenía ojos para el rubio rapado y Mariola le ponía ojitos al fuertón moreno, tenía la espalda tan ancha que se puso un par de veces de espalda y me tapaba casi toda la perspectiva, apenas podía ver a Claudia hablando con el otro chico.
Tuve que cambiarme de posición para poder ver mejor como ligaban con aquellos dos chicos. Intenté ponerme más hacia un lateral, me costó llegar por la gente que había, y cuando llegué al nuevo sitio de repente habían desaparecido Claudia y Mariola. De todas formas me quedé tranquilo, se debían de haber ido al baño, pues ahora el rubio y el alto moreno estaban solos y hablaban entre ellos.
…
Entraron en los baños riéndose, la primera en sentarse a mear fue Mariola, después de haber limpiado la taza con dos toallitas y un gel desinfectante que llevaba en el bolso.
―Puffff, ¿qué tal tía, qué te parecen? ―le preguntó a Claudia.
―No sé, están muy bien.
―Muy bien, venga no me jodas ―dijo limpiándose y luego poniéndose de pie.
―¿Están bien, no?
―Bien no, joder, están buenísimos y eso que a mí me suelen gustar más jovencitos, pero estos dos, joder estoy cachondísima, el que está hablando contigo está buenísimo, ¡tiene una pinta de follador!, ¿qué te apetece hacer? ―dijo arrinconando a Claudia contra la puerta y dándola un beso en la boca.
―No sé, ¿qué quieres hacer tú?, no te olvides que está David.
―Por tu marido no te preocupes, yo creo que está encantado, la verdad es que tengo muchas ganas de follarte delante del cornudo, pero vamos a tener muchos más días para hacer eso, conocer a dos tíos como estos, no sé yo si nos va a pasar más veces, hemos tenido mucha suerte, justo en el primer bar que hemos entrado, mmmmmmmmm, estaban ahí para nosotras...deberíamos irnos al hotel y follar con ellos.
―¿Y David?
―Tendremos que hablar con él, explicarle la situación, déjame a mí que hable con tu marido...
―No, que tú eres capaz de decirle cualquier burrada.
―¿No te fías de mí?, venga ven aquí...
Comenzaron a besarse contra la puerta del baño, enseguida Claudia metió las manos bajo la cortísima falda de su amiga para sobarla el culo, la muy zorra se había puesto un tanguita negro y llevaba las nalgas casi al aire.
―Diossss, yo creo que nunca había estado tan cachonda, vaya situación, nosotras aquí, esos tíos fuera, tu marido mirando, ¡¡joder es que es morbosísimo!! ―dijo Mariola.
―Para, déjame mear que me lo hago encima.
―Espera ―dijo Mariola metiendo la mano por dentro de las braguitas de su amiga.
―Mmmmm, para...para...
―Solo quería ver lo mojada que estabas, me parece a mí que tú estás más cachonda que yo todavía...
Claudia consiguió liberarse de su amiga, se bajó las braguitas y se sentó en el baño.
―Entonces te parece bien irnos a follar con esos tíos...
―No sé Mariola, así, sin conocerlos de nada...
―¿Y para qué quieres conocerlos?, es una pasada follar con un tío que acabas de conocer, te lo digo por experiencia, es solo sexo y ya está...
―Es que nunca lo he hecho, con todos los que he estado antes los he conocido previamente, incluso con Víctor quedamos un par de veces antes de...y aún así me costó decidirme...
―Venga Claudia, lo estás deseando, quiero que lo hagas, que te liberes de una vez, vamos a follar con esos dos, pero si no quieres no me importa, porque eso significaría que tú y yo terminaríamos juntas la noche, y eso también me apetece un montón...así que decide tú...
Claudia se puso de pie subiéndose las braguitas y Mariola volvió a acercarse a ella, fuera ya estaban golpeando la puerta del baño para que salieran.
―¡Que sí, que ya vamos! ―gritó Mariola.
Luego volvió a dirigirse a Claudia sujetándole la cara con las manos.
―Tú decides, ¿qué hacemos?, venga, dilo ya...¿te gusta ese tío?
―Sí, claro que me gusta...está muy bueno.
―Pues decidido y a tu marido déjamelo a mí, antes de irnos con ellos voy a hablar con él...
―Mejor hablo yo con David...
―Déjame a mí, yo creo que le va a dar más morbo si hablo yo con él, ¿no te parece?
―No sé, puede ser...
―A partir de ahora preocúpate solo de pasarlo bien esta noche, venga vamos fuera.
Se dieron un pico fuerte en los labios y salieron del baño mientras unas chicas jóvenes las recriminaban que hubieran tardado tanto.
―Perdón chicas ―dijo Claudia.
―Putas pijas de mierda...
…
Diez minutos más tarde regresaron del baño, se me hizo eterna la espera, ya casi me había terminado la copa y el bar empezaba a estar abarrotado. No sé qué es lo que habrían hablado entre ellas, pero Claudia volvió decidida con “su chico” y Mariola con el suyo. Apuré la copa y me quedé mirando hacia ellos, estaba solo, plantado, sin nada en las manos y se me hacía raro estar así. Parecía un mirón o algo parecido, por lo que me tocó volver a la barra a pedirme otra copa.
Hacía tiempo que ni mi mujer ni Mariola me buscaban con la mirada, estaban bastante ocupadas hablando, ligando o tonteando con los dos guaperas. Cuando llegué a la barra le eché una ojeada rápida a su posición, pero apenas podía verles, sí me pareció que el chico que estaba con Claudia había pasado la mano por detrás de su espalda, pero no podía estar seguro.
Me volví lo más rápido que pude al sitio donde sí les podía ver bien, me metí entre la gente con la copa en la mano, estaba a unos cuatro metros de ellos y ahora veía a Claudia lateralmente, por lo que ella no podía verme a mí, para hacerlo hubiera tenido que girarse casi 90 grados a su derecha, lo que sí observé es que la vista no me había fallado cuando estaba en la barra pidiendo y la mano del rubio estaba detrás de la espalda de Claudia, solo que no estaba rodeando su espalda.
La estaba sobando el culo por encima de la faldita de cuero.
La polla me pegó una pequeña sacudida e intenté controlarme, entonces la que sí se dio cuenta de que estaba allí espiándolas como un depravado fue Mariola, que mirándome a los ojos me hizo un pequeño gesto con la mano a modo de saludo que fue imperceptible para el chico que estaba hablando con ella. Ella también se había fijado en cómo el rubio estaba acariciando el culo de mi mujer y sonrió mirando hacia ellos.
La tensión sexual ya era insoportable, se me estaba nublando la cabeza, la música me parecía que estaba más alta, me encontraba cada vez más arrinconado por la gente que había y me empezaba a resultar dolorosa la erección que tenía bajo los pantalones.
La noche prometía ser larga en aquel bar, sin embargo estaba equivocado. Aquellos dos guaperas no perdían el tiempo, veinte minutos más tarde los dos chicos comenzaron a despedirse de sus amigos mientras Claudia se quedó hablando con Mariola. Luego la amiga de mi mujer vino hacia mi posición, me sorprendió que viniera sola, sin Claudia.
―Hola David...
―Hola, ¿qué pasa?, ¿vamos a otro sitio?
―No, nos vamos ya al hotel...
―¿Al hotel?, ¿ya?, pero...
―Sí, nos vamos a ir con esos tíos, lo hemos estado hablando antes, tú mujer tiene muchas ganas de follar con ese chico y yo también, hoy no me hubiera importado estar con Claudia y que tú nos miraras, pero ya habrá más oportunidades.
―Joder Mariola...
Aquellas palabras hicieron que la polla me babeara literalmente el calzón. La zorra de Mariola me estaba llevando al límite, pensé que me iba a hacer correr encima y ella se dio cuenta de que me encantaba aquella humillación.
―Claudia está demasiado cachonda, lo mismo que yo, me ha dado mucho morbo salir contigo y enrollarme con tu mujer, esta noche no sé cuantas veces nos hemos comido la boca, hemos empezado pronto, en el hotel mientras nos vestíamos y tu mujer me ha terminando lamiendo el culo, ufffff, vaya lengua tiene...mientras tú estabas esperándonos en tu habitación, ella me estaba metiendo la lengua en el ojete ―dijo acercándose a mi oído.
―Mariola, diossss...paraa...
―Me encanta verte así, estabas ahí mirándonos, con la copa en la mano, solo, excitado, ojalá hubiera tenido un marido así de cornudo como tú, no le hubiera dejado nunca, le hubiera puesto los cuernos con todos los que él hubiera querido...
Y de repente bajó la mano y me acarició levemente el paquete por encima del pantalón, pegué un pequeño bote porque no me lo esperaba, tuve que sujetarla la mano o me iba a correr delante de ella.
―Para, paraaaa...¿qué coño haces?
―Ahora nos vamos a ir a follar al hotel con esos chicos, tú haz lo que quieras, quédate aquí o ven al hotel, nos tendrás que esperar a que terminemos, en el taxi solo cabemos cuatro, así que tienes que volver solo, creo que hoy no vas a poder ver a Claudia follar con el buenorro ese, se lo podríamos haber pedido, pero nos parecía así un poco fuerte sin conocerle de nada decirle que si le importaba que tú estuvieras mirando, sonaría muy raro, pero tranquilo, habrá más días, tengo una mente muy calenturienta y he pensado muchas cosas, nos vas a ver follar entre nosotras, con otros chicos, nos vas a ver hacer de todo, pero hoy...ehhhh, hoy te tocará esperar en el pasillo escuchando los gemidos de tu mujercita. Yo entraré en mi habitación con el morenazo ese y Claudia en la vuestra con el rubio, desde el pasillo nos vas a escuchar follar a las dos, no sé cuánto tiempo vamos a estar...pero estamos muy calientes y dispuestas a todo...yo por mí me follaría a uno y luego haría que ellos se cambiaran de habitación para que nos follara el otro, ¿te imaginas?, follar con dos tíos distintos, uno detrás de otro, hoy no lo vamos a hacer, pero tu mujer lo acabará haciendo, es algo que siempre me ha dado morbo fantasear y sé que lo terminaré haciendo con Claudia otro día...bueno cornudo, pues nada más, ha sido un placer esta escapada a Madrid, cuando quieras repetimos...
Me dio otro par de golpecitos con la mano en el paquete.
―Parece que te va a explotar, mmmmmm, ¡¡no te corras encima, jajajaja!!, venga hasta ahora...
Y se giró en dirección a Claudia y los dos chicos que la estaban esperando. Luego echaron a andar hacia la puerta del bar pasando delante de mí, primero iba el moreno alto con Mariola y detrás el rubio rapado, que pasó llevando de la mano a mi mujer, como si fuera su trofeo. Claudia se me quedó mirando seria al pasar a mi lado, su cara lo decía todo, tenía que estar muy cachonda para hacer lo que iba a hacer. Fue algo rápido, cruzamos la mirada uno o dos segundos, lo suficiente para que ella viera que yo estaba conforme con lo que iba a pasar, en cuanto nos cruzamos Claudia dejó estirada la mano y me acarició los dedos. Fue un leve roce que me erizó la piel. Luego vi como salían los cuatro por la puerta. Me quedé solo, todavía impactado de las palabras que Mariola me acababa de decir. Me sorprendió que Claudia no viniera a decirme nada. No hacía falta.
Tenía prisa por irse a follar.
Estuve a punto de salir fuera a espiarles poniéndome detrás de ellos, pero tenía el corazón muy acelerado e intenté calmarme. Me bebí la copa con tranquilidad, disfrutando la música, como si estuviera solo en el bar, recreándome ante lo que acababa de vivir. Y por lo que me había dicho Mariola esto solo era el principio, la primera noche de muchas, aquella zorra iba a llevar a mi mujer al límite. Iba a conseguir lo que yo llevaba años pidiéndola y tanto me había costado.
Terminé la copa y la dejé en la barra. Salí sin prisa del bar, tampoco tenía nada que hacer, ni un sitio donde quedarme. Mi único plan era volver al hotel y escuchar los gemidos desde el pasillo. Era eso o reservar otra habitación para dormir yo solo. Hice el tiempo suficiente para que cuando llegara al hotel ya hubiera empezado la fiesta. Me fui andando tranquilamente hasta el hotel y en cuanto salí del ascensor en la planta en la que estábamos ya escuché los primeros gemidos, era un sonido alto y grave, enseguida me di cuenta de que no era Claudia, pegué la oreja en la puerta de su amiga y efectivamente los gemidos venían de su habitación. Mariola estaba disfrutando como una loca, la cama crujía a cada sacudida y me imaginé al gigante moreno destrozando a la amiga de mi mujer. ¡¡Menudo polvazo estaban echando!!
Pero yo no había subido hasta allí para escuchar como follaba Mariola, yo había subido para escuchar a mi mujer. Cuando llegué a la puerta de la habitación Claudia había puesto el cartelito rojo de “No molestar”. Aquel gesto hecho para mí supuso otra pequeña humillación, estaba tratándome como si fuera una limpiadora de planta, pero me dio igual, me apoyé en la puerta y al principio no escuché nada, además no era fácil, su amiga chillaba como una cerda en la habitación de al lado, así que me tocó pegar la oreja y afinar el oído, pero de momento seguía sin escuchar nada.
Me quedé en el pasillo y volví a la puerta de Mariola, estaban echando un polvazo brutal, por los gemidos de ella parecía que se había corrido ya un par de veces, se escuchaba perfectamente los cuerpos chocar. Se la debía estar follando a cuatro patas, o eso pensé yo y de repente el grandullón soltó un sonido ronco, señal de que también se estaba corriendo.
Luego se hizo un pequeño silencio, que no duró mucho, pues enseguida reconocí los gemidos de Claudia. No perdí un segundo y pegué la oreja a la puerta de nuestra habitación, la cama se movía a un ritmo increíble y los jadeos de Claudia eran altos, secos y muy agudos, de vez en cuando dejaba salir un gemido largo “Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh” y luego volvía a los “Ahh ahhhh ahhh ahhh”.
Intenté calmarme, ya no podía tocarme la polla, ni tan siquiera por encima del pantalón o me correría inmediatamente, tenía que disfrutar aquello lo máximo posible, era lo que llevaba esperando toda la noche, entonces escuché un primer azote bien duro, Claudia gimió y desde fuera entendí claramente como le decía “Sííííí”, enseguida vino otro azote que retumbó en el pasillo del hotel y el rubio de pelo rapado todavía aceleró más el ritmo con el que se estaba follando a mi mujer.
El rubio, joder, entonces caí en la cuenta de que ni tan siquiera sabía el nombre del tío que se estaba follando a Claudia y azotando su culo. Era un chico que acababa de conocer y apenas una hora después estaba dejando que se la follara en nuestra cama de hotel.
El corazón me seguía bombeando deprisa, estaba muy nervioso, como si fuera la primera vez, sabía que no iba a poder acostumbrarme nunca a esto, y eso que ya había visto a Claudia incluso follar con Víctor, pero aquellas situaciones me superaban por completo, la polla me daba de vez en cuando pequeños espasmos y tenía un nudo en el estómago que no lograba soltar.
Y de repente se unieron a la fiesta Mariola y el moreno, parecía un concurso a ver quien gemía más alto, estaban follando las dos a la vez, aunque yo prefería escuchar a mi mujer, por supuesto. Me separé un poco de la puerta y recorrí el pasillo del hotel paseando despacio, disfrutando de la melodía de fondo. Los gemidos se escuchaban casi en toda la planta del hotel, incluso al final del pasillo. Volví andando hasta ponerme entre las dos puertas, pegué un poco la oreja en la habitación de Mariola y la entendí perfectamente un “Vamos, fóllame cabrón!. Qué mal hablada era cuando quería la hija de puta de ella.
Luego volví a la puerta donde estaba Claudia, no sé el rato que llevaban follando, pero todavía no le había escuchado al rubio correrse o eso me pareció. Estaba tan concentrado escuchando lo que pasaba dentro de la habitación de mi mujer que no me di ni cuenta, cuando una pareja salió del ascensor y se acercó hasta donde estaba yo.
Justo en ese momento el rubio había acelerado las embestidas y los chillidos de Claudia todavía eran más altos. La chica que iba por el pasillo se tapó la boca sonriendo de los gemidos que se escuchaban, pero al acompañante no le hizo gracia verme así, con la oreja pegada a la puerta. Se debió pensar que era un salido o un depravado, o algo del estilo. “Este es de los que van a los hoteles a escuchar cómo follan las parejas”.
Entonces se dirigió a mí, posiblemente también iba a follarse a la chica con la que iba y no le gustó la idea de que yo pegara la oreja a la puerta de su habitación.
―Perdona, ¿qué haces aquí tío? ―me dijo serio.
Me incorporé y mi primera reacción fue salir rápido de allí sin contestarle, pero las piernas se me quedaron paralizadas, justo cuando dentro de la habitación el rubio y mi mujer chillaban como locos, seguramente llegando al orgasmo casi a la vez.
Saqué la cartera y una tarjeta con el número de la puerta.
―Es mi habitación ―le contesté.
El chico no pareció muy conforme con mi respuesta, cualquier huésped del hotel tenía una tarjeta igual que la mía.
―¿Puedo ver el número de la habitación?, no quiero tener que llamar a la seguridad del hotel, pero entenderás que se me hace raro ver a alguien así, como tú, con la oreja pegada a la puerta, escuchando lo que pasa dentro de las habitaciones ―me preguntó.
―Sí, mira, es mi habitación, ¿ves?
―Vale, sí, es el mismo número, ¿y puedo saber por qué estás aquí?
―Eso creo que ya no es asunto tuyo.
Se me hacía raro tener que estar dando explicaciones a aquel tío, que tendría unos 45 años, mientras en la habitación de al lado ahora la que gemía era Mariola al ritmo que se la follaba el grandullón.
―No, pero entenderás que tengo que avisar a recepción que hay alguien escuchando lo que pasa dentro de los habitaciones.
―Te he dicho que es mi habitación, ya te he enseñado el número.
―No quiero discutir contigo, haz lo que quieras, yo voy a avisar a recepción...
―Espera, joder, ehhhhhh...vale, es mi mujer vale?, es mi mujer la que está dentro ―le tuve que decir para que me dejara tranquilo.
―Pero...¿cómo tú mujer?...la que está...¿pero no vas a hacer nada raro, no?, no les estás esperando para...a ver si vas a cometer alguna locura...
Entonces la chica con la que iba le dijo.
―¡Que no!, no te enteras, yo creo que es de esos, de los que les gusta que su mujer y otro...ya sabes...
―¡Ahhh, hostia!, perdona tío, perdona, perdona... ―dijo el chico tapándose la boca.
―Vale, no pasa nada.
―Venga buenas noches ―dijeron y siguieron andando por el pasillo mientras cuchicheaban y se iban riendo.
Me habían hecho pasar un mal rato y finalmente la chica me había reconocido como un Cornudo. Otra pequeña humillación para incrementar mi excitación. Pero gracias a su interrupción me habían privado de disfrutar del orgasmo de Claudia y de su amante, lo que irremediablemente me hubiera llevado a empapar los calzones. Ahora seguía con la polla dura y cachondo como pocas veces había estado.
Los que volvieron a correrse fueron Mariola y su amigo, otra vez le escuché a él ese sonido primitivo, dándolo todo mientras descargaba. Aquello estaba siendo un suplicio para mí, me pregunté cuando tiempo iba a poder aguantar así. En ese momento valoré la posibilidad de bajar a recepción y reservarme una habitación para pasar la noche. Apenas eran las dos de la mañana y quedaba mucha noche por delante.
Ahora estaba todo en silencio, pero al poco otra vez empezaron los gemidos en la habitación de Claudia, me acerqué rápido y pegué la oreja mirando hacia el pasillo, entonces de repente vi como se abría la puerta de la habitación de su amiga y a Mariola sacando la cabeza.
―¿Ves?, te lo dije que iba a estar ahí...
―Anda pues es verdad ―dijo el moreno asomándose también.
Aquello me sorprendió e intenté incorporarme, manteniendo la compostura, como si nada hubiera pasado, pero ya daba igual. Me habían pillado de pleno.
―¿Qué haces ahí?, ven anda pasa ―me dijo Mariola.
―Da igual Mariola, me quedo aquí, creo que voy a bajar a reservar una habitación...
―No seas tonto, pasa por lo menos, quédate hasta que termine Claudia...
Sinceramente no me apetecía mucho entrar en la habitación de Mariola y aquel grandullón engominado, no sé muy bien qué es lo que pintaba yo allí con ellos, sin embargo al pasar dentro el morenazo estaba en la cama poniéndose las botas, tenía el pantalón vaquero con dos botones abiertos y la camisa puesta, pero sin abrochar. Era evidente que se estaba vistiendo para irse.
―¿Así que es verdad que eres el marido de Claudia?, joder, tenías razón Mariola...
―Sí, es mi mujer ―le contesté de pie en medio de la habitación.
―Pues menudo con el que habéis ido a parar, Jan es un puto salvaje, se va a estar follando a tu mujer toda la noche ―dijo incorporándose, mientras se abrochaba el pantalón
―¿Se llama Jan? ―le preguntó Mariola.
―Sí, su padre es alemán, aunque su madre es de Toledo...estuvo viviendo en Alemania creo que hasta los 9 o 10 años...
―¿Y por qué dices que es un salvaje? ―preguntó Mariola.
―Es un puto animal en la cama, me lo han dicho varias de las chicas con las que ha estado, ya le has visto, el tío es callado, pero es muy atractivo para las mujeres, todos los fines de semana se folla a dos o tres tías, nunca falla, no tiene problemas en ligar...además le encanta follar...por eso te digo que hasta que no se quede satisfecho no va a parar, puede tranquilamente echar cuatro o cinco polvos casi seguidos, va a estar horas follándose a su mujer...
―¡Joder! ―exclamó Mariola.
―Bueno guapa, tengo que irme.
―Te doy mi teléfono...
―Sí claro, por si alguna vez me acerco o vuelves a Madrid, pero tú no me llames, ya sabes ―dijo mostrando a Mariola el anillo de casado.
―No, tranquilo...
Se acercó a Mariola y le dio un beso en los labios antes de irse, de repente me quedé a solas con Mariola. En la habitación de al lado los gemidos de Claudia se escuchaban casi como si estuvieran con nosotros y la tensión sexual volvió a flotar en el ambiente.
Además no ayudaba mucho la vestimenta de Mariola, llevaba una camiseta blanca muy holgada de los Rolling Stones que le cubría hasta la mitad del culo, se notaba que no llevaba sujetador y en la parte de abajo solo llevaba un tanguita.
Se acercó a la pared contigua a nuestra habitación y pegó la oreja escuchando como el tal “Jan” se follaba a mi mujer.
―Joder, menudo polvazo la está pegando...uffffffff, ven David acércate, escucha...
―No, da igual, estoy bien aquí...
―Bueno tú mismo, siéntate si quieres en la cama, no sé, quédate a dormir, no me importa...¿qué tal estás por cierto?
Los gemidos de Claudia se incrementaron en ese momento y la cama golpeó contra la pared con mucha violencia, luego fue Jan al que escuchamos gritar mientras se corría y poco a poco los jadeos de los dos se fueron apagando.
―Vaya bestia, me estoy poniendo hasta cachonda otra vez y eso que no tengo queja, hemos echado un par de buenos polvos...dime David, que no me has contestado, ¿estarás excitado, no?, tienes que estar que explotas, o...¿ya te has corrido antes?
―No, no me he...
―Ah no?, joder, no sé cómo te puedes aguantar, escuchar cómo se están follando a Claudia, ¿y no quieres hacerlo?
―Estoy bien...
―Joder, tú mismo, yo solo de escucharles ya me he puesto, bufffff, así que tú ni me imagino ―dijo Mariola tumbándose en la cama medio recostada mientras ojeaba el móvil.
La situación era incómoda para mí, no sabía qué decir, ni qué hacer, y Mariola estaba en la cama, como si nada, enseñándome las piernas flexionadas y parte del tanguita. No tardaron en volverse a poner a follar de nuevo Claudia y el rubio.
―¡¡Qué hija de puta!!, otra vez...¡qué manera de follar!, uffff, como me están poniendo...
Mariola se levantó de la cama y volvió a pegar la oreja en la pared, empezaba a pensar que no era más que una excusa para enseñarme el culo, cuando se inclinaba contra la pared prácticamente le podía ver los dos glúteos y como la tira de su tanguita negro se metía entre ellos.
Pero tenía razón, Claudia gemía escandalosamente y el ritmo al que follaban era endiablado. Parecía que iban a atravesar la pared de los golpes que pegaba el cabecero de la cama.
Yo me senté en la cama, avergonzado, humillado y con un calentón que sabía que estaba a punto de correrme encima sin tan siquiera tocarme, solo esperaba que cuando eso pasara Mariola no se diera cuenta.
Mariola se dio la vuelta y cuando me vio con las manos apoyadas en las rodillas me dijo.
―Hazte una paja si quieres, no me importa...sé que lo estás deseando.
Esta vez no dije nada y ella vio en mis ojos que podía hacer conmigo lo que quisiera.
―¿Estás deseando hacerlo, verdad?, no me extraña, a mí también me excita escuchar los gemidos de Claudia...venga, hazte una paja, vamos cornudo, quiero ver cómo te corres ―dijo Mariola subiéndose a la cama.
Me sorprendió que me llamara cornudo, definitivamente había tomado la iniciativa, entonces se puso detrás de mí y me acarició la espalda, luego se pegó abrazándome desde atrás y me susurró en el oído.
―Vamos cornudo, quiero ver cómo te corres...¿te gusta escuchar cómo se están follando a tu mujer?
―Mmmmmmmm Mariola, no hagas eso... ―jadeé cuando me mordió sutilmente el hombro.
―¿Qué te pasa cornudo?, estás muy caliente, verdad?, venga sácatela y hazte una paja...quiero verlo...
No podía aguantarme más, los gemidos de Claudia retumbaban en nuestra habitación y Mariola se sentó detrás de mí pasando una pierna hacia delante y rodeándome con ella. ¡¡Menudas piernas tenía la cabrona!!
―¡¡Venga hazlo, quiero verlo!!, sácate la polla, si te digo la verdad, yo también estoy cachondísima, mmmmmmm...
Puse una mano sobre su muslo, comprobando la suavidad de su piel y luego sentí las manos de Mariola pasar hacia delante y desabrocharme el pantalón. La mejor amiga de mi mujer me estaba metiendo la mano por dentro del calzón. No podía creérmelo cuando sentí los dedos de Mariola agarrándome la polla.
―¡¡No Mariola, nooooo!! ―exclamé patéticamente.
―¡Vamos cornudo, quiero ver cómo te corres!, hazte una paja, ¿o prefieres que te la haga yo?, no creo que a Claudia le importe mucho ―dijo empezando a sacudírmela.
Aquella situación era demasiado para mí, llevaba una semana sin correrme, tenía muchísima tensión acumulada de todo lo que había pasado esa noche y los gemidos de Claudia retumbaban por toda la habitación. No sé muy bien explicarlo, pero a pesar de estar tan excitado y a punto de correrme se me había bajado la erección, Mariola me cogió el pito con un par de dedos y le pegó tres o cuatro sacudidas.
―¿Qué te pasa que no la tienes dura?
―Ahggggg Mariola, nooooooooo...
Aquello era patético, Mariola me estaba pajeando con dos dedos y poco a poco mi polla fue creciendo, tampoco aguanté mucho, veinte segundos más tarde ya la tenía dura de nuevo, Mariola me agarró la polla con la mano y con suavidad me pegó cuatro o cinco sacudidas más, eso me hizo explotar inmediatamente, liberando la tensión acumulada durante toda la semana.
―¡Ahhhggggg ahhhgggggg, me corro!, me voy a correr Mariola, no puedo másssss, ahhhhhh...
―Mmmmmm sííííí, ¿ya te vas a correr?
Eché la cabeza hacia atrás y apreté con la mano el muslo de Mariola, salió un primer disparo potente hacia delante y ella siguió masturbándome lentamente, haciéndome descargar mientras mi cuerpo no paraba de temblar. Mi corrida parecía interminable, seguía escupiendo semen en la alfombra, en un orgasmo inagotable, no creo que nunca haya echado tanta leche como aquel día y Mariola no dejó de pajearme hasta que me exprimió la última gota, sacudiéndome la polla para escurrirla bien.
―Muy bien cornudo, eso es, échalo todo, mmmmmmmmm, muy bien, mmmmm, ¡menuda corrida!
Estaba soltando la tensión de toda la noche, de toda la semana. Me dolían hasta los huevos del semen que había acumulado. Cuando terminé de correrme Mariola y yo nos quedamos escuchando otra vez los gemidos de Claudia, que parecía que se estaba corriendo de nuevo.
―¡¡La está destrozando el hijo de puta!!, bufffff, creo que necesito una ducha ―dijo mirándose la mano lleno de semen.
Me dio mucho morbo el haberla empapado la mano a Mariola con mi corrida, quitó la pierna que me estaba envolviendo la cintura y se levantó. Yo seguía sentado en la cama, con el pantalón desabrochado, la polla flácida fuera y una enorme corrida debajo de mí en la alfombra.
Era la viva imagen del cornudo.
Mariola me echó un vistazo, sonrió y sin decir nada se metió en el baño. Pude ver de nuevo parte de su culazo cubierto tan solo por el tanguita. Al poco escuché el agua correr, me acerqué a la pared y como había hecho Mariola antes pegué la oreja.
A pesar de haberme corrido seguía excitado, nervioso, me entraron unas ganas locas de pajearme de nuevo, pero no lo hice, aunque se me volvió a poner dura cuando escuché cómo Claudia gritaba claramente “Fóllame, fóllame”.
Estuve un rato escuchando a mi mujer con su amante hasta que se detuvo el agua de la ducha, señal de que Mariola ya iba a salir, no quería que me pillara así, con la oreja pegada a la pared, entonces limpié la corrida que había en la moqueta de la habitación y me senté en la cama esperando a que Mariola saliera de la ducha.
No tardó en hacerlo, la imagen me pareció de lo más erótico que he visto en mi vida, llevaba el pelo mojado y tan solo se había vestido con la camiseta de los Rolling Stones. No llevaba nada más debajo, sin decir nada se acercó hasta el armario y se inclinó para coger unas braguitas blancas de su maleta.
¡¡La muy puta me estaba mostrando su tremendo culazo!!
Luego se las puso sin mirar hacia atrás, pero sabiendo que yo debía tener los ojos pegados a su trasero.
―Bueno, pues habrá que dormir, parece que Claudia no tiene mucha intención de terminar todavía...
―Debería irme...no sé qué hago aquí ―dije yo levantándome de la cama.
―No seas tonto, quédate aquí, la cama es muy grande, por mí no te preocupes, no voy a hacerte nada más, ya me he quedado a gusto con la ducha ―dijo insinuándome que se había estado tocando bajo el agua.
La situación era muy extraña y no sabía qué hacer, me encontraba en una habitación de hotel con la mejor amiga de mi mujer, que estaba medio desnuda y quería que durmiera con ella mientras Claudia estaba en la habitación de al lado follando con un chico que acababa de conocer.
―Quédate en serio, no me importa.
―No sé Mariola, es un poco raro.
―La cama es muy grande, podemos dormir aquí perfectamente los dos, además desde aquí es donde vas a poder escuchar mejor a Claudia.
Se recostó en la cama, se puso unas gafas de pasta y luego sacó su Tablet, me parecía increíble la naturalidad de Mariola, como si fuera lo más normal del mundo estar así en una habitación de hotel conmigo, mientras Claudia estaba follando con otro.
Me metí en el baño dudando qué hacer. Después de refrescarme la cara me quedé frente al espejo, dudando. ¿Pasaba la noche con Mariola o me reservaba otra habitación? Lo mejor y más decoroso era irme, pero el morbo que flotaba en el ambiente en esa habitación era insuperable. Uno no tiene todos los días a una mujer como Mariola medio desnuda tumbada a su lado y me daba mucho morbo escuchar a su lado los gemidos de Claudia.
Decidí pasar la noche con ella, quería saber hasta dónde estaba dispuesta a llegar Mariola con sus humillaciones hacia mí, salí del baño y me fui desnudando sentado en la cama.
―Vale, me quedo a dormir aquí.
Mariola no contestó, siguió con su Tablet como si nada, yo me quité la camiseta, quedándome en calzoncillos y me metí en la cama.
―Buenas noches...
―Joder, como siga así tu mujer me voy a tener que hacer otro dedo ―dijo Mariola haciendo un amago de bajar la mano para acariciarse.
El incremento de los gemidos de los dos anunciando un nuevo orgasmo precedió a un momento de calma. ¿Habrían terminado ya?. Les escuchamos hablar un minuto y luego entendimos a Jan algo así como “Mmmmm, joder sííí, venga sigue”.
―¿Se la estará chupando? ―dijo Mariola.
Apenas escuchamos nada más durante los siguientes minutos.
―Parece que ya han terminado, bueno vamos a dormir.
Pero en cuanto Mariola apagó la luz y se tumbó en la cama, otra vez volvieron los gemidos de Claudia. Menuda sesión de sexo se estaban pegando, llevaban ya dos horas follando sin parar y mi mujer seguía gritando con la misma intensidad que al principio. Así me iba a ser imposible poderme dormir. En el silencio de la oscuridad me quedé escuchando como chocaban los cuerpos a cada embestida, los gemidos de mi mujer y como le decía “Vamos sigue”, “fóllame, fóllame” o “más, sigue, más”.
Yo estaba otra vez con un calentón importante, me había sabido a poco correrme solo una vez, me temblaba el cuerpo y me acaricié despacio la polla por encima del calzón, intentaba no hacer ruido para no molestar a mi compañera de cama y se pensara que era un pajillero o algo así, pero entonces a Mariola se la escapó un suspiro “ahhhhh, joder”, entonces entendí que estaba intentando masturbarse en silencio, pero poco a poco se fue delatando. Ella estaba igual o más excitada que yo, se puso boca arriba y se abrió de piernas, llegando a tocarme con la rodilla en mi muslo. Quería que yo supiera que se estaba haciendo un dedo escuchando cómo se follaban a Claudia.
Aquello me puso fuera de sí, tenía a Mariola a mi lado, masturbándose y abierta de piernas, así que hice lo que cualquiera hubiera hecho, con decisión me saqué la polla e intenté ponerme encima de ella. Me iba a follar a esa zorra.
Pero en cuanto se dio cuenta de mis intenciones encendió la luz y me empujó a un lado.
―¿Pero qué coño haces?
Yo estaba de rodillas delante de ella, sujetándome la polla con la mano.
―Pensé que querías...
―Una cosa es que antes me hayas dado pena y te haya hecho una paja, pero no vas a follarme, ni lo pienses...
―¡Eres muy zorra!, ¿entonces para qué coño me tocas con la pierna?
―Lo he hecho porque me encanta provocarte y quería que supieras que me estaba tocando escuchando cómo se follan a Claudia, pero no tenía ninguna intención de dejar que...
―¡¡Esto no tiene sentido!!, ¡mejor me voy a ir! ―dije saliendo de la cama y comenzando a vestirme.
―No te vayas así, no te enfades David, ¡si quieres puedes hacerte una paja mirándome! ―dijo Mariola acariciándose el coño suavemente por encima de las braguitas.
Aquello era muy tentador, pero ya había recibido suficientes humillaciones por esa noche, de repente me pareció patético estar allí en la cama con Mariola, me vestí rápidamente y decidí bajar a recepción a reservarme una habitación. Por suerte había alguna libre y subí a la que me dieron sin llevar nada para dormir, solo la ropa que llevaba puesta. Me desnudé y me metí en la cama.
Entre en una especie de somnolencia, pero sin llegarme a dormir. Un rato más tarde el móvil que tenía sobre la mesilla vibró.
Claudia 4:49
¿Donde estás?
David 4:49
He reservado una habitación en el hotel.
Claudia 4.49
Anda, ven aquí, ya estoy sola.
Me levanté de la cama, miré el reloj, apenas llevaba una hora en la habitación y volví a la habitación de Claudia, la puerta estaba medio abierta, pasé dentro y Claudia me estaba esperando.
El olor a sexo en la habitación era casi irrespirable.
Mi mujer estaba tumbada desnuda en la cama, boca arriba y tenía en el vientre dos lefazos de la última corrida de Jan. Debían haber sido sus últimas reservas. Claudia estiró la mano.
―Ven aquí ―me dijo.
Yo me subí a la cama sin poder dejar de mirar el cuerpo de Claudia manchado por el caliente semen de su amante. Mi mujer estaba abierta de piernas, con cara de cansada, pero satisfecha, tenía el pelo revuelto y los ojos medio cerrados, cómo si le costara abrirlos. Estaba extasiada de placer, se debía de haber corrido unas diez veces. Yo era su plato final. Se pasó un dedo por el ombligo y tocó el semen que bañaba su cuerpo.
―¿Qué tal estas? ―me preguntó.
―Joder Claudia, lo de esta noche ha sido...
―Esto es para ti ―dijo mostrándome los dedos manchados de semen.
Me metió uno en la boca que limpié con rapidez.
―Aquí tienes más, es para ti...
Yo me agaché pasando la lengua por el vientre de Claudia y poco a poco fui pasando la lengua por su ombligo para recoger los restos de la corrida de Jan. Ahora tenía el semen caliente y pringoso de su amante en la boca y nos quedamos mirando fijamente. Yo abrí la boca para que ella viera lo que tenía dentro.
―¡Trágatelo cornudo! ―me ordenó.
Mientras nos seguíamos mirando hice lo que me pidió y al poco sentí la corrida espesa de su amante bajando por mi garganta. Me fui desnudando y luego me puse sobre ella.
―¡¡Ha sido increíble escuchar cómo te follaba ese tío!!
―¡Estoy reventada!, me ha follado cuatro veces...
―Uffff Claudia, ¡¡deja que te la meta, por favor!!, estoy cachondísimo.
―¿Eso es lo que quieres cornudo?
―Sííí, eso es lo que quiero.
Me puse sobre el cuerpo de mi mujer y despacio fui acercando la polla hasta su enrojecido y sensible coño. Ella se abrió de piernas y dejó que se la metiera despacio. No me costó ningún esfuerzo penetrar a Claudia.
No hablamos, no dijimos nada, mi mujer ni tan siquiera gimió cuando me la follé, la polla de Jan debía de ser bastante más grande que la mía y apenas debía de estar sintiendo nada mientras yo la embestía con fuerza. Estaba cachondo y me la follé duro, con ganas, pero no conseguí sacarla ni un triste gemido. Me dio absolutamente igual, me corrí dentro de Claudia, apenas tardé un minuto y ella me dio un par de palmaditas en la espalda.
―Muy bien cornudo...así me gusta, ufffff, vaya noche, deberíamos dormir un poco, mañana tenemos comida familiar...
―Espera, déjame un poco ―dije disfrutando de la sensación de estar dentro de mi mujer.
Luego hizo que la limpiara y nos acostamos desnudos, nos quedamos dormidos juntos, abrazados. Aspiré el aroma que emanaba del cuerpo de mi mujer.
Ese olor inconfundible a sexo.
Me dormí nervioso y excitado ante el futuro que se nos venía encima. Mariola iba a llevarnos al siguiente nivel y Claudia ya casi no tenía límites. Le daba igual follar con Jan, con Basilio, con su mejor amiga o quien se la pusiera delante, pero Mariola le iba a dar el empujoncito que necesitábamos para avanzar todavía un poco más en nuestros juegos. Sabía que con ella íbamos a cumplir nuestras fantasías más prohibidas.
Esta noche solo había sido el principio.
FINAL
NOTA : El domingo 28 de Noviembre saldrá puplicado en Amazon el cuarto libro de la saga, Cornudo, Fantasías prohibidas.