Cornudo (24). Fuego en el cuerpo.

Cuarta parte del tercer libro de la saga Cornudo.

13

El lunes a media mañana, me llamó Claudia al trabajo, estaba bastante alterada y hablaba muy deprisa.

―No te lo vas a creer, me ha llamado mi tío Gregorio, quieren ofrecerme un puesto de trabajo en la Consejería de Educación, parece que les corre prisa, ha quedado un puesto vacante...¿qué hacemos?

Aquello nos pilló por sorpresa totalmente, me hizo gracia la pregunta de qué hacemos, como si yo fuera a formar parte de esa decisión, Claudia llevaba años dando clases en el instituto y ahora que por fin había conseguido llegar a directora le ofrecían un nuevo cargo político de libre designación. Su tío Goyo, hermano de su padre, había estado toda la vida metido en política y parece que querían colocar a mi mujer en un puesto de nivel alto en la administración.

No me dio tiempo a asimilar la llamada de Claudia, yo estaba tranquilamente en mi oficina, saboreando una taza de café y recordando lo que había pasado el sábado por la noche cuando mi mujer llegó de fiesta. Se había cumplido una de mis fantasías de manual de buen cornudo, que ella saliera de marcha con sus amigas, en este caso Mariola y que llegara a casa sin ropa interior.

Lo peor no es que llegara sin el tanguita, que a saber dónde lo había dejado, lo peor es lo caliente que llegó. Mientras me despertaba y abría los ojos Claudia ya se estaba bajando la cremallera de su falda de cuero y me estaba plantando el coño en la boca. Quería correrse con mi lengua.

A pesar de acabar de despertarme se me puso dura en un instante y Claudia fuera de sí, comenzó a restregarse contra mi cara.

―Vamos cómemelo cornudo...eso es...¿has visto que vengo sin ropa interior?, no eres la primera persona que me lo come esta noche, te lo puedo jurar ―me dijo Claudia jadeando.

Esas palabras me volvieron loco y me sorprendió aún más, cuando Claudia sentada en mi cara, echó la mano hacia atrás y me sacó el pito del pijama para comenzar a pajearme.

―Noooooooo, Claudiaaaaaa, nooooooooo, no hagas esoo, ahhhhhhhhhh, no me toques ―dije revolviéndome como pude.

Pero ya era tarde, fue una corrida casi inminente, mi polla empezó a escupir semen empapando la mano de mi mujer que no paraba de decir.

―¡¡¡Eres patético cornudo, eres patético!!!

Luego se sentó en mi pecho y se quedó mirándome unos segundos, para después meterme en la boca los dedos manchados con mi propia corrida.

―Límpiame bien cornudo, no quiero que dejes ni rastro...

―Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm..........mmmmmmmmmmmm...

Uno a uno me fue metiendo los dedos en la boca hasta que no quedó ni rastro de esperma en ninguno de ellos. Ahora tenía la boca cubierta de sus jugos y de mi semen que me resbalaba con dificultad por la garganta.

―Vamos trágatelo joder, eso es...trágate tu propia corrida cornudo ―dijo Claudia pegándome un tortazo.

Estaba agresiva, excitada, alterada, luego se volvió a sentar en mi cara y se quitó la camiseta dejando libre sus tetas. Empezó a frotarse contra mi boca alcanzando el orgasmo también bastante rápido, mientras se pellizcaba ella misma los pezones. Cuando terminó se metió en el baño a lavarse los dientes y a desmaquillarse antes de dormir.

No me dejó hacer más preguntas sobre lo que había pasado esa noche. Solo sabía que otra persona le había comido el coño antes que yo y que había llegado a casa sin ropa interior.

Volviendo a ese lunes, todo iba demasiado deprisa, esa misma noche habían preparado una cena informal, con su tío Gregorio y otro político que debía ser Director General de algo de formación del profesorado o una cosa así, en la Consejería de Educación, quedamos con mis suegros para que se hicieran cargo de las niñas y acudimos a la cita Claudia y yo.

A mí todo esto me parecía muy precipitado, ahora teníamos la vida organizada, no nos hacía falta el dinero y en un principio acudimos a la cita más bien por cortesía hacía su tío, que era el que había dado el nombre de mi mujer para el puesto. Claudia se vistió de manera informal, pero elegante con unos vaqueros ajustados y un jersey de color azul clarito, junto con unos buenos zapatos de tacón.

Cuando llegamos al restaurante ya estaba su tío Gregorio junto con otro señor, se levantaron de la mesa para saludarnos y volvimos a sentarnos los cuatro. Le eché una ojeada rápida a Basilio, que así se llamaba el político que estaba con el tío de mi mujer. Era un señor bastante bajito, sobre 50 años, apenas mediría 1,60, mi mujer con tacones era más alta que él, complexión media, gafas de pasta y lucía una calva particular, con mucho pelo y bastante rizado por los laterales y la parte de atrás.

Enseguida Basilio sacó sus dotes de buen político, era muy hablador y bastante simpático, aunque a mí había algo desde el principio que no me gustaba de él, no sé, todo lo que decía me parecía muy falso de contenido. Era un charlatán.

―Ya me ha dicho tu tío que eres directora del instituto, necesitamos gente como tú, encajas perfectamente en el perfil que estamos buscando, edad, buen curriculum, trabajadora, con experiencia en el sector.

“Y ya si es mujer y tiene buena presencia, mejor” pensé yo.

―Estamos en un momento importante en la educación, tú no te preocupes por el puesto que tenías en el instituto, te lo dejamos guardado en excedencia el tiempo que estés en la Consejería, pero yo creo que ahora tienes que ir un poco más allá, dentro de poco se avecinan reformas en la ley de educación, necesitamos opiniones, sobre todo la gente que lleváis tanto tiempo al pie del cañón, dando clase, vosotros sabéis de primera mano lo que está pasando y como se puede mejorar, pero también queremos perfeccionar la formación del profesorado y ahí básicamente es de lo que nos encargamos nosotros...

Apenas podía intervenir mi mujer, cuando iba a objetar algo enseguida Basilio eludía el tema y lo llevaba donde él quería. Hablaba mucho, pero escuchaba poco.

―Tendríamos que pensarl...

―Te necesitamos para ya Claudia, te voy a ser sincero, es muy buen puesto y encajas perfectamente en el perfil. No tienes nada que pensar ―sentenció Basilio.

Mi mujer miró a su tío Gregorio, que le dijo que sí con la cabeza como animándola a que aceptara, luego Claudia me miró a mí.

―Tendríamos que ver los horarios y cómo me puedo organizar, tenemos dos niñas, además voy a hacer una buena faena en el instituto que acaba de empezar, va a ser un lío...ahora que se queden sin director así de repente.

―Por eso no te preocupes, esta misma semana dejamos solucionado tu sustituto en el instituto, estaría bien que fuera uno de los profesores que está ahora, seguro que ya tienes algún candidato que pueda encajar, dínoslo y eso lo dejamos solucionado lo más rápido posible para ocasionar las mínimas molestias en el funcionamiento del instituto y al alumnado ―dijo Basilio que parecía que no aceptaba el no por respuesta.

Vi en Claudia que ya tenía la idea en la cabeza. El tal Basilio se lo había vendido muy bien y mi mujer se veía perfectamente en ese puesto y por qué no, más adelante en otro puesto político de más nivel dentro de la Consejería. Claudia era ambiciosa en su trabajo y la estaban ofreciendo la posibilidad de ir un poco más lejos.

Esa misma semana anunció que dejaba el puesto de directora en el instituto. Empezaba una nueva vida para nosotros.

―No me has contestado a lo que te dije ―preguntó Lucas.

―¿Todavía estás con eso?, déjate ya de bromas, al final voy a pensar que me lo estás diciendo en serio ―dijo Mario.

Lucas dejó el cuaderno de dibujos que estaba ojeando sobre la cama y se sentó al lado de su amigo que garabateaba algo en una hoja grande.

―Es completamente en serio, le gustas a Mariola y quiere follar contigo, tú dime si a ti te gustaría o no...

―Pero Lucas, es tu...no sé cómo decirlo, tu novia, tu chica, estás con ella...

―¿Yo?, jajajaja, no...solo es una follamiga, ella seguro que se acuesta con otros aunque no me lo diga y a mí me deja hacer lo mismo...yo en la universidad pienso echarme novia, Mariola es lo que es, me saca 20 años...lo pasamos bien y punto...y ahora me ha dicho que le gustaría estar contigo...

―¿En serio?...¿y a ti no te molesta que me acueste con ella?...no sé, es un poco raro...

―No tío, hablamos de muchas cosas, de situaciones morbosas y salió tu nombre, Mariola me dijo que le gustas y que no le importaría acostarse contigo...

―Joder, ¿habláis de mí?

―Alguna vez...

―¿Y qué se supone que tengo que hacer?, te digo que sí que quiero estar con ella y nos organizas tú la cita, o como va esto?

―Jajajaja, sí, más o menos...

―No sé, me da mucho corte...

―Venga no seas rajado, está muy buena...

―Ya, ya lo sé que está buena, te recuerdo que la he dibujado muchas veces...

―¿Entonces?

―No sé...es muy raro...

―Pásate un día por el banco y la ves vestida con una faldita o unos vaqueros bien ajustados, verás cómo se la marca el culazo, venga no me digas que no te gustaría metérsela por el culo a una directora de banco...

―Joder Lucas, dicho así...

―Entonces le digo que sí...

―Pero...pero cuándo sería?

―Cuando quieras...

―Déjame pensarlo un poco ―dijo Mario.

―¿Te parece si esta semana organizo un partido de pádel y así la ves?, hablamos luego un poco con ella para que te empiece a dar más morbo...

―No tengas prisa...

―Es una cerda total en la cama, engaña mucho la pinta de pija, pero tiene un vicio la cabrona, jajajajaja, ni te imaginas lo que pasó el domingo cuando fui a comer a su casa...

―¿Qué pasó? ―preguntó Mario.

―Me dijo que había salido de fiesta la noche anterior con Claudia...y no me quiso contar que es lo que pasó, pero la profe había terminado en su casa y se había dejado el tanguita allí en el suelo...

―Venga ya...

―Joder eso pensé yo, ¿cómo cojones te puedes dejar el tanga en casa de tu amiga?, pero Mariola me juraba que era cierto...no me quiso contar lo que había pasado entre ellas, pero insistía que la creyera, el tanguita era de Claudia.

―¿Y qué pasó?

―Pufffffffffffffffff, de todo, primero me dijo que lo cogiera...eran la hostia tío, así como con encajes, era suavecito, tipo seda, estas zorras llevan una ropa interior que con tocarla se te pone dura...no me podía creer que tuviera en la mano el tanguita de Claudia.

―Mmmmmmmmmm, ¿y qué hiciste?...

―Me dijo Mariola que lo oliera...

―¿Qué olieras el tanga?, joder...

―Sí, tío me hizo sentarme a su lado y me lo puso en la nariz...

―¿Es en serio?...¿y cómo olía? ―preguntó Mario.

―No puedo describir lo que sentí, esas cosas de oler la ropa interior y tal no me ponen nada, nunca me ha gustado eso, de hecho me daba bastante asco, pero ese tanguita era especial, dejé que Mariola me lo restregara por la cara y te lo juro, me las puso en la nariz y aspiré y mmmmmmmmmmmmmmm...el olor del coño de Claudia se me metió hasta dentro, me atravesó desde la nariz hasta la polla, se me puso durísima...

―Joder...¿tan bueno era ese olor?

Lucas se mordió los labios y movió la cabeza.

―Lo mejor del mundo, yo mismo me apreté el tanga contra mi nariz y aspiré varias veces, tuve que cerrar los ojos para centrarme en lo que estaba sintiendo...y mientras Mariola aprovechó...

―¿Aprovechó para qué...?

―¿Tú qué crees?...se puso a hacerme una mamada...

―Ahhhhhhhhhhh, jajajajajaja...¿y qué pasó luego?

―Mariola tenía ganas de marcha, se desnudó y delante de mí, me arrancó el tanguita de la cara y me dijo “¿quieres que me lo ponga?”

―Y se lo puso...

―No solo eso, se notaba que era más pequeño que su talla, la gomita lateral se la apretaban mucho contra la cintura, era muy morboso tío...y luego me dijo que me la follara, que me la follara con el tanguita de Claudia puesto.

―Noooooooooooo....

―Sí, se puso a cuatro patas y aparté la tira que se la metía por el culo para metérsela desde atrás, yo estaba que no podía más y ella se dio cuenta, me dijo que no me corriera que quería hacer una cosa...

―¿Otra sorpresa?

―Sí, la última, dije que hiciera ya lo que tuviera que hacer, porque no me aguantaba más...

―¿Y qué hizo? ―preguntó Mario.

―Pues me hizo tumbarme en el sofá y se quitó el tanguita, luego lo cogió con la mano y me envolvió la polla con él...

―¿Que te envolvió la p...?

―Sí, la polla, me la cubrió por completo y se puso a hacerme una paja apretándome con la palma de la mano por arriba, no tardé en empapar de lefa el tanga de Claudia, ¡¡¡joder tío, me corrí en el tanguita de la profe!!!

―¡¡Qué cabrón con suerte!!, y esa Mariola es una buena puta ―dijo Mario.

―Ni te lo imaginas tío el vicio que tiene, va de pija y en el fondo es una guarra de cojones...pero tranquilo, que dentro de poco vas a averiguar lo que es follar con ella, ¡¡te lo vas a pasar de puta madre!!

―Joder Lucas, me has convencido ―dijo Mario con una empalmada que no podía disimular―. Lo dejo en tus manos...cuando me digas, voy donde sea para acostarme con Mariola...

―No quiero que solo te acuestes con ella joder, quiero que la des duro, que le hagas de todo, que la folles la boca a lo bestia, que se la metas por el culo, que te corras en su cara y en su pelo, que la azotes fuerte...lo que se te ocurra...tienes carta blanca...puedes hacer con ella lo que te dé la gana...

La semana fue de locura, tuve que acompañar a Claudia al instituto para que recogiera sus cosas, estuvo un rato hablando con los compañeros, se disculpó con ellos e hicieron un consejo de urgencia para nombrar a una profesora como directora interina provisional. Después otro día me tocó llevarla a hacer papeleo y al nuevo edificio de educación, donde ya le habían asignado una oficina, tan solo quedaba la publicación de su plaza nueva en el boletín oficial de la comunidad. Eran unos días de no parar.

Y para colmo, el fin de semana me tenía que ir a unas jornadas informativas de empresarios, que habían organizado en Salamanca sobre pymes en el ámbito local, acompañando a Carlota. No me apetecía nada aquello y con la excusa de que la semana había sido muy agobiante intenté eludir ese viaje, pero Claudia me animó y me dijo que nos iba a venir muy bien tanto a Carlota como a mí, para así desconectar.

Así que el viernes, después de comer, pasé a recoger a la hermana de mi mujer por su nuevo piso de soltera, para ser primeros de octubre anunciaban un fin de semana con buena temperatura y Carlota me sorprendió con un vestido veraniego de tirantes que le llegaba hasta los pies. En el trayecto del portal hasta el coche me quedé mirando como la botaban las enormes tetas de su voluptuoso cuerpo mientras se acercaba.

―Llegas cinco minutos tarde ―me dijo con su tono habitual a modo de saludo

Luego dejó las maletas, esperando a que se guardaran solas en el maletero y se sentó en el asiento del copiloto. Me tocó meterlas a mí dentro del coche, una enorme maleta y una bolsa grande qué no sé qué llevaría ahí para solo dos días.

―Bueno, vamos a ver qué tal lo pasamos ―dije intentando ser un poco simpático, cuando volví a ponerme delante del volante, pero mi cuñada ni me contestó.

Vaya viajecito me esperaba con ella de dos horas. Iba a ser “muy agradable”, pero eso no era lo peor, es que además luego tenía que estar con Carlota dos días enteros en aquellas jornadas de empresarios. Se me iban a hacer eternos.

14

Todavía no sabía muy bien cómo me había metido en aquel lío, dejándome engatusar por toda la familia y ahora teniendo que aguantar a la persona más insoportable que conozco, pero el caso es que allí estaba viajando con ella.

Mi cuñada Carlota.

Es la mayor de los tres Álvarez, 46 años y recién separada del necio de Gonzalo. Estaba empezando a rehacer su vida, se había preparado un lujoso piso con todas las comodidades, pero seguía con el mismo carácter agrio de siempre. A mí físicamente me da mucho morbo y era una de mis musas pajilleras. Que sea la hermana de mi mujer hace que me excite más todavía, es verdad que en los últimos años se ha estropeado un poco, engordando quizás más de la cuenta.

Rubia, media melena y ojos claros, igual que Claudia, aunque algo más alta que mi mujer, estaría sobre el 1,65. De brazos regordetes, lo que más destaca en ella son sus enormes tetazas, fuentes de innumerables pajas, unas tetas grandes y desproporcionadas, que a pesar de los años, mantenían una firmeza considerable, los muslos también un poco anchos y el culo siempre lo había tenido grande, pero últimamente le había engordado, aunque era un culo de esos duros.

Casi nunca la había visto sonreír, salvo algunas veces jugando con los sobrinos, pero con un carácter muy serio, incluso más que Claudia, menos social con la gente por así decirlo. Decía las cosas de manera rotunda y tajante y siempre se hacía lo que ella quería. No estaba acostumbrada a que le dijeran que no.

Eso sí, una cosa no quita la otra, era una trabajadora incansable, en la empresa Álvarez era el pilar fundamental, estaba metida en temas de administración, en recursos humanos, nóminas, en una pequeña oficina en la que ya tenía seis personas trabajando para ella. Supongo que trabajar tanto era para olvidar que su vida amorosa había resultado ser un completo fracaso.

Casada con Gonzalo, no habían tenido hijos, no sabemos si porque no quisieron o porque no pudieron, y mi cuñado poco a poco la fue apartando de sus amistadas para hacerla muy dependiente de él y el caso es que ahora se encontraba más sola que nunca, desde que éste la engañó con Cristina y Carlota finalmente decidió divorciarse. Lo de Cristina fue la gota que colmó el vaso, ya que mi cuñado la había engañado muchas veces, a parte de ser un putero reconocido y sin duda alguna Carlota no era tonta y sabía de las andanzas de él, lo que pasaba es que siempre lo había dejado pasar, hasta lo de Cristina, que fue tan escandaloso y la dejó en tal evidencia que ya no pudo perdonárselo.

Apenas cruzamos un par de frases en todo el camino hasta que llegamos a las jornadas de empresarios de Salamanca, metí el coche en el parking del hotel y subimos a las habitaciones, que estaban contiguas.

―Vamos a descansar un poco que a las 17:00 empiezan las primeras conferencias ―dijo ella.

En cuanto entramos a la habitación me llamaron a la puerta, fui a abrir y era Carlota con cara de pocos amigos.

―¿Qué pasa? ―dije yo.

―Yo aquí no duermo, huele a tabaco la habitación que tira para atrás, voy a bajar ahora mismo a la recepción.

―Pues la mía está bien, no pasa nada Carlota si quieres te la cambio y ya está.

Pero Carlota avanzaba hacia los ascensores para bajar a recepción. Me tenía que haber quedado en la habitación y que lo resolviera ella, al fin y al cabo ya es mayorcita, pero al final decidí acompañarla. Empezábamos de cojones el fin de semana.

De muy malos modos le dijo a la recepcionista que la habitación olía a tabaco y que ella no iba a dormir allí.

―Pues verá, es que ahora tenemos el hotel completo, tenemos unas jornadas empresariales...

―Si, ya lo sé, por eso hemos venido, pero no me está dando una solución.

―Lo único que podemos hacer es que le llamo a una chica de la limpieza y que vuelva a limpiar su habitación y la deje bien ventilada.

―¿Y ahora no puedo descansar un rato, no?

―Siento mucho las molestias, intentamos ser muy cuidadosos con esos detalles....

―Sí, ya lo veo, ya...

―Mira Carlota, si quieres te pones en mi habitación y yo me cambio a la tuya, de verdad que no me importa ―dije yo interviniendo, ya que empezaba a llegar gente a la recepción y no quería que vieran el numerito de mi cuñada.

Carlota se me quedó mirando y luego la recepcionista, como esperando la respuesta de ella. Sin despedirse se dio media vuelta.

―Pienso poner una reclamación y una reseña negativa en internet ―dijo mientras se iba.

En el ascensor incluso me cayó una pequeña bronca, como si fuera un niño pequeño.

―Así no se solucionan las cosas, la solución la tienen que poner ellos y no nosotros ―me dijo.

―Bueno Carlota, no pasa nada, ventilo un poco la habitación y a mí no me importa, de verdad.

―Haz lo que quieras...

Finalmente nos cambiamos la habitación, cuando entré en la que tenía Carlota a mí no me olía a tabaco en absoluto y pensé que como puede haber gente que vaya así por la vida, como mi cuñada. La pobre chica de recepción con una educación exquisita no sabía que más decir o hacer, pero Carlota no atendía a razones.

Al poco salí y llamé con la mano en la habitación de Carlota.

―Ya es la hora ―dije yo.

―Vete bajando, que tampoco tenemos porque ir juntos a todos sitios ―me dijo abriendo un poco la puerta para luego cerrármela en las narices.

Me quedé unos segundos tratando de reaccionar ante lo que había pasado y encogiéndome de hombros me bajé yo solo. Entré en la sala donde se iban a dar las charlas, llevaba la acreditación al cuello y vi que había unas sillas colocadas, pero estaban sin numeración así que te podías sentar donde querías. Se habían juntado algún grupo de personas que hablaban entre ellos, pero no pude meterme en ninguna conversación, así que me senté solo esperando que empezaran las charlas.

Al poco apareció Carlota, le hice una seña con la mano para que me viera, pero una de dos, o no me vio o pasó de mí, el caso es que sentó sola en uno de los laterales y yo me levanté para ponerme a su lado. Lo veía absurdo haber ido juntos y luego estar cada uno sentado en un lado dentro de la sala.

―Te estaba llamando con la mano ―dije yo.

―Pues no te he visto.

Había bajado con el mismo vestido veraniego que llevaba durante el viaje y sin saber por qué me empezó a dar morbo verla así vestida. Le disimulaba muy bien las caderas, pero realzaba sus enormes pechos, además se había puesto unas gafas de color azul que le daban un aire más intelectual y luego cruzó las piernas haciendo que el largo vestido se enredara en ellas.

Intenté ser discreto, pero la vista se me fue un par de veces a su pronunciado escote sin que ella se diera cuenta, en los descansos salíamos fuera y me gustaba como se le bamboleaban los pechos al mínimo movimiento que hacía. Yo creo que hasta una vez me pilló mirando sus tetas. Estaban hinchadas y llenas de venas y esa noche decidí que tenía que masturbarme con ellas.

Se me acercó una chica de unos 40 años, también llevaba la acreditación al cuello, por lo que era una de las empresarias del congreso.

―Hola, eres David, ¿de zapatos Álvarez?

―Sí, ese soy yo.

―Qué tal encantada, soy Dolores ―y después me dio dos besos.

―Lo mismo digo, bueno, ella es mi cuñada Carlota, ella sí es una Álvarez original ―dije yo.

Carlota estiró la mano a modo de presentación, impidiendo que la chica se acercara también a besarla.

―Solo quería saludarte, a mi marido le encantan vuestros zapatos, son los que usa siempre, la verdad es que son muy bonitos, de unos años para acá cada vez más, además que no han perdido calidad...

―Bueno, eso intentamos...queremos dar buena calidad intentando que no suban mucho los precios, pero no es fácil, cada vez hay más competencia.

―Sí, me imagino.

―¿Y tú a que te dedicas, Dolores?

―Pues he montado un pequeño negocio de impresiones en 3D, hacemos un poco de todo, camisetas, tazas, cojines, la verdad es que de momento me va muy bien...

Me enseñó su página online y me pareció que hacía cosas muy chulas.

―Qué bonitas, luego si tengo un rato, te encargo unas cosas con el nombre de las peques, seguro que las encanta...unas camisetas y unas tazas.

Estuve hablando un rato con ella, era una chica muy agradable y físicamente no estaba nada mal, ni tan siquiera me di cuenta cuando desapareció mi cuñada Carlota, que se fue sin despedirse. Dolores era morena y según me dijo estaba casada, pero no tenía hijos, media altura y de cuerpo normal, pero tenía una melena súper rizada que era lo que más llamaba la atención en ella, aparte de una boca carnosa con la dentadura perfecta.

Nos despedimos cuando empezaba la siguiente charla, pasé a la sala y me senté junto a Carlota que me soltó de repente.

―¿Ya has terminado de ligar?

Me quedé tan sorprendido con su pregunta que creo que hasta me puse rojo de la vergüenza. Justo el conferenciante empezaba a hablar y preferí no contestar para no discutir con ella. Cuando terminaron las charlas yo solo tenía ganas de darme una ducha para cenar en el hotel y subirme a dormir a la habitación, pero Carlota tenía otros planes.

―Me han dicho que han abierto un japonés muy bueno, ya he reservado, no me apetece cenar en el buffet del hotel...

Por la cara que puse ella se dio cuenta que no me gustaba para nada la idea, además que sabe que no soy muy amante de la comida japonesa. Pero todavía tenía que darme la puntilla.

―Tranquilo hombre, que pago yo...no te preocupes...te invito...

Esa mujer era una fuente inagotable de todo tipo de recursos para dejarme en evidencia. Me pregunté cómo podía llevar tanto veneno dentro y la facilidad con la que encontraba las frases para hacer daño. Es que además le salía con naturalidad.

Después de ducharme estuve un rato hablando por teléfono con Claudia y le dije que todo iba bien y que su hermana me iba a invitar a cenar fuera del hotel.

―Oye David, gracias por lo que estás haciendo, te lo agradezco mucho...

―Esto me lo vas a tener que recompensar pero bien ―dije yo.

―Ya pensaremos en algo...

―Bueno anda, te dejo, que está tocando tu hermana en la puerta.

Salí de la habitación y Carlota me lanzó otro de sus dardos nada más abrir.

―Vamos, que tardas más en arreglarte que las mujeres...

―¿Está muy lejos el restaurante?

―No, muy lejos no está, pero no quiero ir andando que llevo tacones...si no quieres coger el coche pago yo también el taxi.

Carlota se había cambiado por completo, se había puesto unos pantalones de vestir azul marinos no muy ajustados, que intentaban disimular sus caderas y en la parte de arriba una camiseta blanca junto con una cazadora vaquera. Sabía bien como combinar la ropa para tapar lo más posible los defectos y realzar las mejores partes. Siempre había tenido muy buen gusto para vestir, igual que Claudia.

Para cenar, prácticamente fue ella la que pidió, eligiendo un menú degustación para dos personas. Yo pedí mi Coca cola y poco más. Como decía, no soy muy amante de la comida japonesa, aparte de que no sé coger los puñeteros palillos, con los que Carlota parecía era una experta.

―Si no sabes coger los palillos, ¿por qué no me has dicho nada cuando la he dicho a la camarera que se llevara los cubiertos, que no nos hacían falta?

―Es que ni me has dado tiempo a decir nada, a parte de que bueno, pues lo quería intentar lo de comer con los palillos.

Cuando regresó la camarera, Carlota le dijo.

―Trae un tenedor, que es que él no sabe comer con esto...

―Nunca he sabido cómo se cogen estas cosas...a ver cómo lo haces tú...

―Mira, ves, no es tan difícil, tienes que hacer presión con estos dedos de tal forma que quede así...

Copié lo que hacía Carlota, pero no me salía, aunque parecía que estaba cerca, pero ella me desanimó a seguir intentándolo.

―Bahhh, déjalo, mira ahí tienes el tenedor...

Al final la cena no estuvo tan mal como había pensado y como me dijo Carlota, me invitó a la misma, cuando salimos del restaurante hacía una noche agradable y las terrazas estaban bastante animadas.

―Gracias por la cena, ¿te apetece quedarte a tomar una copa?, esta vez te invito yo...

―Ah pues sí, por qué no?...

Nos sentamos en una mesa, a pesar de los años que conocía a Carlota nunca había llegado a alcanzar una confianza con ella como por ejemplo sí que tenía con Marina y me era difícil hablar de cualquier tema. Estuvimos comentando un poco lo de las jornadas empresariales, el horario del día siguiente y poco más. Luego cada uno cogió su móvil y así estuvimos un rato.

Nos volvimos andando al hotel, dando un paseo tranquilo y al llegar a las habitaciones nos despedimos hasta el día siguiente. Me metí en la cama con el ordenador y luego abrí el Skype desde mi otra cuenta personal, me apetecía guarrear un poco con Toni al que pillé conectado de casualidad.

―Qué tal David, estás solo, no?

―Sí, bueno estoy en Salamanca, he venido el fin de semana con Carlota, mi cuñada, tenemos unas jornadas de empresarios...mañana tenemos varias conferencias...y encima me toca aguantar a la hermana de mi mujer, menudo coñazo, menos mal que solo me queda mañana...

―Mmmmmmmmmmm, ¿y qué tal con ella?, te sigues pajeando con la hermana de tu mujer, no?

―Claro, muchas veces, pues regular con ella, es muy borde la cabrona, ¡¡menudo carácter tiene!!

―Esas son las que dan más morbo...

―Ya te digo, me gustaría pararle los pies, alguna vez, cerrarla la boca...

―Métela la polla en la boca para que se calle...

―Jajajajajajaja

―Jajajajajaja.

― Hoy llevaba un vestido que no veas, como se le movían las tetas...menudo escote!!!

―Mmmmmmm, has hecho alguna foto?

―No, no he podido, te apetece ver unas fotos de ella y las comentamos?, aquí en el portátil tengo varias de ella.

―Si, estaría bien.

Abrí la carpeta privada donde tenía las fotos que me iba guardando de mis cuñadas, fotos del verano, de alguna reunión, de bodas familiares. Fotos que estaban muy bien para cuando me apetecía pajearme con ellas.

Empecé con un par de fotos de la última casa rural, en verano, donde Carlota lucía un bikini blanco y un pareo, estaba sentada con Claudia.

―Mmmmmmmmmmmmmm, joder qué foto más buena...tu cuñada no está tan buena como Claudia, aunque es muy guapa también, pero tiene algo que me da bastante morbo y esas tetazas, joder, menudas tetas tiene , escribió Toni.

En cuanto se puso a hablar así de Carlota me saqué la polla, luego fuimos comentando las fotos que iba poniendo.

―¿Quieres ver cómo me corro con tu cuñada? , escribió Toni empezando a hacerme una video llamada.

Bajé el volumen del ordenador, al fin y al cabo Carlota estaba en la habitación de al lado y podía escucharme y luego acepté la videollamada. Toni se estaba masajeando su pollón y me dio mucho morbo que la tuviera así por las fotos de Carlota. No me acostumbraba al tamaño de su miembro y eso que se lo había visto muchas veces. Todavía tenía la esperanza de que Claudia quisiera quedar con él alguna vez.

Me encantaría ver a mi pequeña mujer empalada en semejante verga.

―¿Qué es lo que te gustaría hacer con ella?, lo que más te gustaría ―dijo Toni pajeándose ante la cam.

―Sin ninguna duda, tumbarme en el suelo y que se sentara en mi cara, que me plante el culazo en la cara y luego comerla el coño, que se frotara contra mi hasta que se corriera...

―Mmmmmmmmmmmmm, que cornudo eres...eso solo lo diría un cornudo...¿y no te gustaría que ella te follara el culo?, que se pusiera un arnés de los de Claudia y te follara bien...

―Joder sí, mmmmmmmmmmmmmm...eso también me gustaría...

―Te insultaría, te llamaría putita y te lo haría mucho más duro que Claudia, te correrías sin tocarte...

―Joderrrrrrrrrr ―dije masturbándome más rápido.

―Yo me correría en sus tetas, me correría tan fuerte que le salpicaría en la cara, en esa cara de zorra que tiene tu cuñada Carlota, pero tú como eres un cornudo te correrías patéticamente en el suelo mientras ella te folla el culo sujetándote por las caderas...como una putita...

―Ahhhhhhhhh, me voy a correr...ahhhhhhhh

―Yo también...ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh...me voy a correr viendo esas tetas de tu cuñada, ahhhhhhhh Carlota, mmmmmm.

Y Toni descargó una de sus tremendas corridas llenando la pantalla de mi ordenador de goterones blancos que escurrían hacia abajo a la vez que yo también llegaba al orgasmo viéndole y mirando a la vez, una foto de las tetas de Carlota en biquini del pasado verano.

Me encantó aquella corrida, no había sido una paja más con mi cuñada, había sido especial sabiendo que tenía a Carlota en la habitación de al lado y me corrí con bastante intensidad. Luego me despedí de Toni y me metí en la cama, tenía que descansar para la jornada del día siguiente.

Todavía me quedaba un día con Carlota.

Al menos, por la mañana, la princesa se dignó a bajar a desayunar con el resto de los mortales en el buffet del hotel, como no sabía muy bien qué hacer me preparé y me quedé sentado en la cama en silencio, esperando a escuchar la puerta de su habitación. Si le llamaba mal, me podía decir que ya éramos mayorcitos y que me bajara yo solo a desayunar, si me iba sin ella me iba decir que qué bien la esperaba, así que en cuanto oí la puerta de su habitación salí a la vez.

―Buenos días, ¿qué tal has descansado?

―Buenos días, regular, el colchón era demasiado blando, me duele todo ―dijo quejándose como siempre.

Después del desayuno reanudamos las jornadas empresariales, entre charla y charla salíamos a descansar unos diez minutos y al final, de hablar varias veces con Dolores hicimos buenas migas, incluso le hice un pedido de camisetas y tazas para Claudia y las niñas.

―¿Quieres una taza con tu nombre? ―le pregunté a Carlota.

―No, eso es una tontería ―dijo secamente.

Era evidente que a mi cuñada le molestaba mucho que hablara con aquella morena, no sabía si era porque pensaba que podía engañar a Claudia o estaba celosa como una niña pequeña porque no la hacía caso, pero como veía que eso la molestaba yo hablaba todavía más con Dolores, incluso alguna vez iba a buscarla. Era una chica muy simpática y extrovertida, todo lo contrario que Carlota.

A mediodía, mi cuñada me dijo que había reservado para salir a comer otra vez, que no iba a comer en el buffet del hotel, así que de nuevo me tocó acompañarla a otro restaurante que había leído que estaba bien y otra vez pagó ella, aunque no sé si ese dinero era suyo personal o lo estaba metiendo a gastos de la empresa y no me dijo nada. El caso es que me hacía quedar mal, como si fuera ella la que me estaba invitando constantemente.

―Esta tarde nos vamos para casa, cuando termine la última charla ―me dijo Carlota.

―Nooooo, después hay una cena y creo que iban a hacer una pequeña fiesta, a ver si encima nos vamos a perder lo mejor.

―No me apetece quedarme a esa estúpida fiesta.

―Por lo menos nos quedamos a la cena, estaría feo irnos así...total, ya que estamos aquí no perdemos nada, mañana domingo salimos tranquilamente por la mañana y a la hora de comer ya estamos en casa...

―Lo que tu digas, como has traído el coche me tocará quedarme ―dijo como si la estuviera obligando.

Por fin terminaron las charlas, solo quedaba una cena que habían preparado en el hotel para los empresarios y luego una pequeña fiesta para el que quisiera ir, a la que también estábamos invitados a un par de copas. Había pasado solo un día y medio desde el viernes, pero para mí había sido como un mes con mi cuñada Carlota, siempre tenía que tener cuidado con lo que hacía o decía para que no se enfadara. Era peor que una cría de cinco años.

Por lo menos se puso bien guapa para la cena, con un vestido medio veraniego escotado de tirantes y largo hasta los pies, parecido al del primer día, pero de color negro, con unos zapatos de cuña y yo me puse una camisa y americana, sin corbata.

Entramos en el comedor, habían dispuesto varias mesas y cada uno se podía sentar donde quisiera, eran mesas para seis u ocho personas.

―Menuda organización ―protestó de nuevo mi cuñada.

Me encontré a Dolores en el comedor nada más entrar.

―¿Qué tal, dónde os vais a sentar? ―me preguntó de manera amable.

―Pues no sé, estamos mirando, parece que te puedes poner donde quieras.

―No os he visto esta mañana en la comida.

―Hemos ido a la ciudad, aprovechando que estamos aquí nos hemos pegado una buena comilona.

―Habéis hecho muy bien...

Al final nos pusimos en una mesa los tres, por lo que al menos pude fastidiar la cena a mi cuñada, que no abrió la boca, además de pasar una velada muy agradable con Dolores.

―Oyes, te tienes que quedar a la fiesta y nos tomamos una copa ―me dijo Dolores.

Yo la verdad es que estaba bastante desentrenado, pero en la universidad era bastante guapo y tenía éxito con las mujeres y es que cada vez me parecía más que Dolores estaba flirteando conmigo, quizás solo eran imaginaciones mías, pues ella estaba casada como yo. Lo que me pasaba es que no estaba acostumbrado a que una mujer me tratara tan amable como lo hacía ella, a excepción de Marina. Pasaba demasiado tiempo con las Álvarez.

La que no quería ir de fiesta era Carlota, que me dijo que se subía a la habitación, que hiciera lo que me diera la gana. Cada vez estaba más enfadada por mi tonteo con Dolores, con la que yo no tenía pensado hacer nada, por supuesto, pero con tal de fastidiar a mi cuñada me mostraba con ella extremadamente educado y amable, a parte de pasármelo muy bien.

―Venga anímate, que si no le digo a Claudia que no has querido quedarte en lo mejor, no va a ser todo trabajar ―intenté convencerla.

―Venga que sí, sí que se viene ―dijo Dolores tirando un poco de mi cuñada por el brazo de un modo cariñoso.

―¡¡Qué pesados!!, vamos ―dijo Carlota dejándose arrastrar un poco.

En la sala de fiestas del hotel estaban casi todos los empresarios que habían estado en las jornadas informativas.

―¿Qué queréis tomar? ―pregunté yo.

―No hace falta que me pidas nada, ya soy mayorcita ―dijo Carlota cogiendo una silla alta para sentarse junto a la barra.

Dolores y yo nos quedamos mirándonos, nos sonreímos y luego pedimos para nosotros.

―Después salimos a bailar, me encanta hacerlo ―me dijo.

―Pufffff, yo hace siglos que no salgo de fiesta, estoy oxidado, a parte de que bailo muy mal ―le advertí yo.

―No tienes pinta de estar oxidado, ahora lo comprobaremos ―contestó Dolores con una mirada pícara.

Carlota puso cara de mala hostia y le pegó un trago a la copa. Cada vez que Dolores hacía una media broma veía como se quedaba con ganas de saltar hacia ella y agarrarla por los pelos. Yo estaba disfrutando con todo aquello, vengándome por el fin de semana que la insoportable de mi cuñada me estaba dando.

Salimos a bailar dejando a Carlota sola en la barra y no tardó en acercarse un señor de unos 50 años para hablar con ella, yo mientras bailaba con Dolores no quitaba ojo a Carlota que se despachó en unos segundos a aquel tío que se había atrevido a hablar con ella.

―A ver si se va tu cuñada y nos deja solos ―me dijo Dolores.

Yo me quedé mirándola y ahora sí, su cara picarona y de bromas parecía haberse transformado. No eran imaginaciones mías, aquella morena me estaba tirando los tejos y aunque estábamos bailando separados se movía de maravilla y mi polla reaccionó bajo los pantalones.

―¿Y para qué quieres que nos deje solos?

―¿Tú qué crees?, me has caído muy bien ―dijo levantando las cejas en un gesto que parecía evidente.

No quise contestar, yo estaba a gusto con el tonteo que nos traíamos, desde luego que no iba a hacer nada con Dolores, pero me lo estaba pasando muy bien con ella y de repente me entró calor.

―¿Nos tomamos otra copa?

―Vete tú a pedirlas, yo me quedo bailando ―me dijo Dolores.

Me acerqué solo a la barra, pero por otro lateral, no donde estaba Carlota que seguía sola mirando hacia donde estábamos nosotros. Entonces no lo vi venir, pero cuando estaba de espaldas pidiendo se me acercó el señor de 50 años que antes había estado hablando con mi cuñada.  Era evidente que en la cena se había pasado con el alcohol y ahora llevaba una copa en la mano, le noté el aliento que le apestaba a Ginebra.

―Hola, perdona.

―Sí?

―Nada solo quería saludarte, soy Jacinto.

―Encantado, yo David.

―Perdona la indiscreción, verás, es que te he visto estos días con la rubia aquella ―dijo mirando hacia Carlota.

―Sí.

―¿Puedo preguntarte de qué os conocéis?

―Ehhhhhh bueno, digamos que trabajamos en la misma empresa.

―No te ofendas ehhhh, pero está muy buena, aunque es una borde de cuidado ―me dijo.

―Sí, bueno, no es muy amable que digamos.

―He ido a invitarla a una copa y poco menos que me ha llamado borracho, que no la tocara un pelo o algo así me ha dicho.

―Vaya, lo siento...

―Tienes suerte de tener una compañera de trabajo así, ya me gustaría a mí ver esas tetas todos los días...

―Bueno visto así...

―No me digas que no tiene buenas tetas, joder está tremenda, ¿no te pone? ―me preguntó.

Me extrañaba que aquel tío que no conocía de nada viniera a hablarme de Carlota y me dijera ese tipo de cosas, entonces no tardé en darme cuenta que lo único que buscaba era morbosear un poco hablando de Carlota y luego subirse a la habitación a hacerse una paja. Estaba siendo bastante directo, a parte de soez y vulgar, pero que aquel desconocido me hablara así de mi cuñada empezó a darme bastante morbo.

No tardé en empalmarme de nuevo, entre el tonteo de Dolores y ahora esto me estaba cogiendo un buen calentón sin pretenderlo, así que le seguí un poco el juego a Jacinto, a ver hasta donde llegaba.

―Sí, está bien...

―Solo bien, venga no me jodas, está para empotrársela toda la noche, oyes, te molesta si te pregunto si te la has follado?

―No, claro que no, solo somos compañeros de trabajo.

―Joder, pues yo si pudiera me la hubiera tirado, ¿sabes si está casada?

―Separada...

―Mmmmmmmmmm, perfecto...me gustaría intentar hablar con ella otra vez, sabes como podría entrarle para caerle mejor?, no sé...que le gusta...algo que le podría decir.

―En eso no puedo ayudarte amigo...

―Vaya que pena, al final me voy a tener que conformar solo con mirar esas tetazas, ¡¡son impresionantes!!...

―Sí, sí las tiene grandes...

―Grandes, no, ¡¡son enormes!! y es muy guapa, no me creo que no te ponga esa rubia...

―Bueno, algo sí me pone, pero no puedo hacer nada, aunque ella quisiera, estoy casado...

―Y qué joder, yo también estoy casado y haría de todo con ella ―me dijo.

La conversación se estaba poniendo interesante, me gustaba mucho morbosear con aquel desconocido hablando de mi cuñada.

―¿Y qué te gustaría hacer exactamente con ella? ―le pregunté.

―Estaría horas tocando y chupando esas tetas...y luego ese pedazo de pandero que tiene, porque eso no es un culo, es un pandero bien gordo, como a mí me gustan, se lo estaría azotando hasta hacerla sangrar, mientras me la follo a cuatro patas.

La polla me palpitó bajo los pantalones y el desconocido no dejaba de hablar de Carlota, sin duda alguna él también lucía una considerable erección hablando de mi cuñada.

―Me encantaría meter la cara en esos glúteos, que me hiciera chuparla el ojete...apartarla así la carne del culo y meter la cara dentro, sabes lo que te digo, no?...

―Joder sí...

Cuando estábamos en lo mejor de la conversación, apareció Dolores para interrumpirnos.

―Bueno, ¿vienes con esas copas o no?

―Sí, sí ya voy, bueno ha sido un placer, hasta otra ―dije despidiéndome de aquel tipo tan extraño.

Una hora más tarde y con otra copa más encima, ya tenía una sudada importante de tanto bailar y dar saltos, uno no estaba acostumbrado y en la sala cada vez hacía más calor. Dolores se me seguía insinuando y yo la seguía el juego. La que no había cambiado la postura era Carlota que seguía sin moverse en el mismo sitio donde la había dejado. Después de tanto tiempo consideré que al menos tenía que ir a hablar con ella, aunque fuera solo para ver que tal estaba.

Una de las veces que Dolores se fue al baño aproveché y me acerqué a la barra para hablar con Carlota, que me recibió con los brazos abiertos.

―¡¡Se te tenía que caer la cara de vergüenza!!

―¿Cómo dices?

―Tú tranquilo, sigue a lo tuyo, no te importa ni que esté yo delante para tontear con esa guarra...¿ya habéis quedado para veros luego en la habitación?

―Pero se puede saber qué tonterías estás diciendo Carlota?, es que estás borracha o qué?...

Desde luego que mi cuñada no parecía encontrarse en muy buen estado, eso a pesar de que no es que la hubiera visto beber mucho, como para que me dijera aquellas impertinencias que no venían a cuento.

―¡¡Eres como todos!!, aprovechas la mínima, a saber lo que estarías haciendo ahora si no estuviera yo aquí...

―Mira, vamos  a dejarlo, porque es que no sé de qué vas...y a mí no me metas en el mismo saco que...

―¿Qué quién...?, dilo...de Gonzalo, quieres decir, verdad?

―Pues sí, ya que lo dices, sí, a mí no me compares con él, yo en la vida he engañado a Claudia, a mí no me compares con ese...con ese putero!!!, que te engañaba cada vez que veía una falda ―dije yo enfadado.

Sin saber cómo, me había enredado en una discusión absurda con mi cuñada, que no me llevaba a ningún lado.

―O sea, que sabías lo que hacía y no dijiste nada...

―¿Ahora tengo yo la culpa?, tú también sabías lo que Gonzalo hacía, no me digas que no, lo que pasa es que preferías hacer como que no te enterabas de nada...así vivías mejor...

Justo en ese momento apareció Dolores que se dio cuenta de lo que estaba pasando.

―¿Está todo bien chicos?

―La que faltaba, la guarra ésta, tú no te acerques a mi cuñado ―dijo Carlota desafiándola con el dedo.

―¿Pero qué coño dice esta tía? ―respondió Dolores.

Antes de que se montara un numerito decidí apartar a Dolores.

―No le hagas caso, por favor, no sabe ni lo que dice...

―Me ha llamado guarra, ¿pero ésta de qué va?

―Está mal, se ha separado hace poco del marido, por favor no se lo tengas en cuenta...

―No deberías defenderla, lo que ha hecho está mal...

―No, no la defiendo...pero no quiero que vaya a más, no sé qué le pasa, pero nunca había visto así a mi cuñada...

―Mira mejor me voy...

―No, quédate, lo estábamos pasando muy bien, deja que me encargue de ella...

―Que se vaya, déjala ir ―gritó Carlota.

―No tengo que aguantar esto, adiós ―dijo Dolores que se marchó de la fiesta sin tan siquiera despedirse de mí.

No es que fuera a hacer nada con ella, pero me lo estaba pasando muy bien y Carlota me había arruinado la noche. Lo que faltaba para rematar el fin de semana. Me giré para recriminarle su actitud.

―No sé a qué viene esto que has hecho...de verdad que no lo entiendo...

La cara de Carlota era un poema, parecía estar a punto de llorar, preferí no ensañarme con ella y ser amable, aunque no se lo mereciera.

―No me gusta verte así, tienes que pasar página Carlota, olvida ya el pasado, eres joven, guapa, tienes buen trabajo y...

―¡¡Y un culo que no me cabe en el taburete!! ―dijo intentado bajar.

Tuve que sujetarla por el brazo para que no se cayera.

―Me encuentro muy mal, ayúdame a bajar...

―¿Pero qué te pasa?, has bebido tanto?

―No, pero no estoy muy acostumbrada y me ha sentado muy mal...no sé si es la música, el calor o que...ayúdame a salir de aquí...

Apoyándose en mí salimos de la sala como buenamente pudimos, en vez de dirigirme hacia las habitaciones me metí en unos jardines que tenía el hotel, para que Carlota pudiera andar un poco y que se despejara con el aire de aquella noche otoñal.

―¿Pero qué haces?, ¿dónde estamos? ―me preguntó cuando se dio cuenta que no íbamos a las habitaciones.

―A ver si se te pasa un poco el mareo que llevas...

―Joder, pensé que íbamos a la habitación, ¿es qué no haces nada bien?, ¡¡mierda, no puedo aguantarme más!!

―¿Y ahora qué te pasa?

―¡Que me estoy meando y no puedo más! ―dijo metiéndose por un pequeño camino más apartado.

Luego había unos arbustos junto con dos grandes arboles donde parecía que daba menos la luz, Carlota dejó el camino y se metió allí pisando el césped.

―¿Pero qué haces?

―¿Tú qué crees?, vigila anda, que no venga nadie ―dijo Carlota agachándose junto al árbol.

No me lo podía creer. De repente mi cuñada se bajó las bragas poniéndose de cuclillas a dos metros de mí. Su enorme culo apareció ante mis narices y un enorme chorro de pis salió potente rompiendo el ruido de la noche. La pija de Carlota parecía de lo más vulgar en esa postura.

―¡No mires joder!

―Que no estoy mirando ―dije girándome.

Ella había echado las manos hacía atrás y se agarraba como podía en el árbol más grande del jardín. Yo vigilaba que no viniera nadie sujetando su bolso, me daba mucha vergüenza la situación, que era bastante extraña. Yo allí como un tonto esperando a que Carlota terminara de mear.

―Dame papel ―me dijo ella.

―No tengo...

―En el bolso, en mi bolso hay pañuelos...

Me acerqué donde estaba Carlota rebuscando en su bolso, saqué un paquete de pañuelos y luego le di uno. Se limpió y lo dejó allí tirado en el césped, pero cuando intentó incorporarse no podía y tuve que ayudarla agarrándola por el brazo. Menudo show. Carlota intentándose subir las bragas con una mano y yo junto a ella sosteniéndola también el bolso. Era para verlo.

Entonces Carlota perdió el equilibrio y tuve que sujetarla con fuerza para que no se cayera encima del pis, nos giramos sobre el árbol y de repente me encontré de espaldas al tronco y con el voluminoso cuerpo de mi cuñada contra mí, mientras sus pesadas tetazas me aplastaban el pecho, tuve que agarrarme donde pude para no perder el equilibrio y una mano fue sin querer a parar a su inmenso culo. La escena cada vez era más ridícula.

No sé ni como sucedió o si ella interpretó que la estaba metiendo mano, pero de repente me encontré a Carlota besuqueándome el cuello.

―Menuda borrachera llevamos ―dijo Carlota intentando justificar lo que sucedía.

Luego bajó la mano y poniéndomela sobre el paquete me frotó con ella. ¡¡¡No podía creerlo!!!, en aquellos jardines oscuros y apartados mi cuñada Carlota me estaba empezando a pajear por encima del pantalón.

Eché una ojeada rápida por encima del hombro de mi cuñada por si alguien nos pudiera pillar, pero a la hora que era y en el sitio que estábamos me di cuenta de que estábamos seguros de que nadie iba a vernos. Yo seguía con la mano plantada en una de sus nalgas, pero era más que nada para mantener el equilibrio, también es verdad que no la había retirado e incluso había apretado un par de veces sobándola su enorme trasero.

Carlota seguía con su mano jugando en mi entrepierna y ahora había apoyado la cabeza contra mi cuerpo, por lo que yo seguía aplastado con poco margen de maniobra. No sabía muy bien qué es lo que estaba sucediendo, pero entre el baile con Dolores, la conversación que había tenido en la barra con el desconocido hablando de Carlota y la paja la noche anterior con Toni comentando sus fotos, la situación empezó a darme mucho morbo.

No me atrevía a hacer nada, no quería ser el que pudiera dar el paso y que luego Carlota pudiera recriminármelo, así que esperé que fuera ella la que tomara la iniciativa. Yo no sé si estaba borracha o se lo hacía, el caso es que cuando empezó a desabrocharme el pantalón me dijo.

―¿Te parezco atractiva?, ¿por qué no le gusto a nadie? ―dijo como una niña mimada.

Y acto seguido metió la mano dentro del pantalón para agarrarme la polla, sentí sus dedos directamente en mi miembro y por fin separó un poco los cuerpos para poder maniobrar. Yo correspondí subiendo la mano que tenía libre para ponerla en sus tetas. Quería tocárselas, estrujárselas, manosearlas con fuerza.

Aquellas tetazas habían sido fuente de miles de pajas y ahora las tenia a mi disposición para jugar con ellas a mi antojo. Y Carlota me seguía pajeando, era un gustazo sentir el calor de su mano directamente rodeando mi polla.

¡La hermana de mi mujer me estaba haciendo una paja!

Todo había pasado muy rápido y no sé cómo habíamos llegado a esa situación, pero aún estábamos a tiempo de no acabar haciendo una locura. Tenía que ser yo el que tomara la decisión, porque Carlota, bastante borracha, no tenía ninguna intención de soltarme la polla. Solo tenía dos opciones o detener aquello o dejarme llevar.

―Mmmmm, vaya borrachera llevamos ―dijo Carlota gimiendo en mi oído.

Ella me la seguía meneando mientras yo le sobaba las tetas y el culo. Con el movimiento de su brazo se le movían los pechos, lo que me daba más morbo todavía. Sus tetas apenas me cabían en la mano, eran más grandes de lo que había pensado, aunque más blanditas también. Estaban calientes y los pezones cada vez se le iban poniendo más y más duros.

Quería quitarle el sujetador para poder sentirlas bien, pero no sabía cómo hacerlo, no podía meter la mano por debajo, así que la única solución era bajarla los tirantes, pero cuando lo intenté ella me retiró la mano volviendo a colocar el tirante en su sitio. No se iba a dejar desnudar en medio de los jardines.

Estaba tan concentrado en manosearla el culo y las tetas y disfrutar aquel tacto que ni me di cuenta de lo que estaba pasando ahí debajo. Solo sé que estaba muy excitado, entonces Carlota me dijo.

―¿Estás bien?, ¿te pasa algo?

Yo no comprendía la pregunta, pero cuando miré hacia abajo entendí a lo que se refería. Mi pene apenas había pasado a estar mínimamente hinchado, estaba lejos de tener una erección y Carlota meneaba un pingajo intentando que se me pusiera dura.

No supe ni que responder, me sentí avergonzado, abochornado y ella me lo vio en la cara. Pero lo peor fue cuando de repente comenzó a reírse, pero no un poco, una risa estúpida de estas que no puedes controlar y que me puso de muy mala hostia. No había visto así a Carlota en mi vida, me soltó la polla para poner las dos manos en mis hombros y seguir a carcajada limpia.

―¿Pero qué estamos haciendo, jajajajajaja?

Cuanto más se reía más enfadado me ponía, no sabía si era un enfado conmigo mismo o con ella, o con la situación en general por no haber estado a la altura. La sensación era idéntica a cuando vas perdiendo en cualquier juego y estás enrabietado y el rival decide que ya no quiere seguir jugando. Te deja un vacío interior y una sensación de impotencia que solo puedes canalizarlo con un tremendo enfado. Me di cuenta de que aquello era el final, pero eso no podía terminar así, no con Carlota riéndose a mi puta cara después del fin de semana que me había dado. Otra vez no.

Era el remate a un fin de semana para olvidar con mi cuñada.

―¿De qué te ríes? ―pregunté yo.

―No, nada, déjalo ―dijo ella intentando separarse de mí.

Pero yo no la dejé, la rodeé con el brazo por la cintura para pegarla contra mi cuerpo.

―¿Qué haces? ―dijo ella mirándome extrañada.

―Quiero que me digas por qué te has reído así, tiene que ser por algo...

―Da igual David, me he acordado de una cosa, pero ahora no viene al caso...

―Pues claro que viene al caso, quiero que me lo digas...

―¿Para qué...?, déjalo estar...no tiene importancia...

―¿Ahora no te atreves a decírmelo?...no es muy de tu estilo...que lo sueltas todo con muy mala hostia...

―¿De verdad quieres que te lo diga?

―Sí, dime porque te has reído así...

―Bueno, pues es por una cosa que decía Gonzalo...ya está, era por eso, me he acordado...

―¿Una cosa que decía Gonzalo?, qué decía ese de mí...

―Que da igual David, déjalo ―dijo intentando separarse otra de vez.

―Quiero que me lo digas...no te voy a soltar si no lo haces...

―¡¡Pues decía que eras un pichafloja!!, valeee???, eso querías saber pues ya lo he dicho...en casa te llamaba muchas veces el pichafloja, y se le escapó otra pequeña risa que intentó taparse llevándose la mano a la boca.

Entonces algo despertó en mí. Aquella humillación era lo que mi polla estaba esperando para ponerse dura inmediatamente. Cada mente funciona de manera distinta, seguro que algunos con aquello la hubieran mandado a la mierda directamente, pero a mí me provocó el efecto contrario. Se me puso dura inmediatamente.

Carlota intentó separarse de nuevo.

―Oyes lo siento, no quería...suéltame ―dijo dándome una palmada en el hombro.

―No, espera ―dije volviéndola a atraer hacia mí.

―David, vale ya...

―Por favor ―dije cogiéndola la mano y poniéndosela otra vez en mi polla.

Se quedó sorprendida de lo rápido que se me había puesto dura, pero Carlota ahora quería poner algo de cordura y terminar lo que fuera que estaba pasando entre nosotros en aquellos jardines. Yo bajé mis manos para ponérselas otra vez sobre su culo y se lo apreté con ganas.

―David, nooooo ―dijo Carlota empuñando mi erección sin soltármela.

―Mmmmmmmmmmm, me pones mucho ―dije acariciando su culo.

―¿Qué haces? ―dijo comenzando a meneármela otra vez.

Ahora fui yo el que me lancé a besar su cuello, intenté buscar su boca, pero ella me la retiró, no quería besarme. Era la última línea que Carlota no estaba dispuesta a traspasar, podía agarrarme la polla, pero veía mal besarse con el marido de su hermana. Era de locos.

Entonces se le escapó un pequeño gemido mientras comía su cuello y le manoseaba con fuerza el culo. Aquello me encendió más, había hecho gemir a la zorra de Carlota.

―¿Ya no soy tan pichafloja, eh?

Ella con los ojos cerrados en una muesca de placer, medio sonrió y me siguió el juego, se había dado cuenta de que eso era lo que me excitaba.

―Pues claro que sí, sigues siendo un puto pichafloja ―me dijo gimoteando.

―Mmmmmmmmmmmmmmm...

Subí las manos para juntar sus enormes pechos y agaché la cabeza intentando meterla entre ellos, Carlota apenas me lo permitió, pero pude pasar la lengua baboseándolos un poco. Ella seguía con su paja, a un ritmo perfecto, no muy rápido, pero tampoco despacio. Tenía que avanzar un poco más, pero ella no me dejaba hacer casi nada. O pensaba algo rápido o me iba a correr como un idiota más pronto que tarde en su mano.

―Mmmmmm, me encanta como lo haces, mmmmmmmm, estás buenísima ―dije intentando subir su autoestima volviendo a cogerla por los glúteos.

―¿Te gusto?, ¿te parezco guapa?

―Sí, me gustas mucho, mmmmmmmmmmmm...

―David, mmmmmmmmmmmm...para...esto está muy mal...esto que estamos haciendo...

―No por favor, no pares, solo un poco más, llámame lo que quieras, pichafloja, cornudo...lo que quieras...

―¿También te gusta que te llamen cornudo?...

―Sí, me encanta, no solo me gusta que me lo llamen, también lo soy, mmmmmmmmmm...

―Mmmmmmmmmm...¿Claudia...?, no te creo...

―Sí, a tu hermana le encanta follar con otros tíos delante de mí...me ha hecho cornudo muchas veces...

―Eso no me lo creo...

―¿Por qué te crees que íbamos tanto a Madrid?, nos veíamos allí con un cabronazo que se la follaba delante de mí en el hotel...nos encantaba hacerlo...

―¿Es en serio?

―Joder y tan en serio, dime que soy un cornudo ―dije empezando a subir su vestido poco a poco.

Por fin Carlota se dejó hacer, no sé si estaba muy excitada o sorprendida ante la confidencia que la había hecho fruto de mi calentón, el caso es que se dejó subir el vestido desde los pies hasta arriba. Planté las manos directamente en sus enormes nalgas. Me sorprendió mucho que Carlota llevara un tanga que se debía de ver ridículo metido entre aquellos glúteos.

―Cornudo, jajajaja, eres un cornudo, jajajajaja...

―¡¡No te rías!!

―Lo siento, jajajaja, no sé qué me pasa, lo siento de verdad, jajajajajaja, no puedo evitarlo.

―Que no te rías joder ―dije clavando los dedos en su culo.

―Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, despacio...jajajajajaja, pichafloja, cornudo, jajajajajajaja...

―¡¡Que no te rías puta!!

Entonces me separé del árbol y cogiéndola por la cintura la empujé contra él y me puse detrás, haciendo que Carlota quedara de espaldas a mí. Me pegué a su culo y no le dejé margen de maniobra. Tenía su culazo delante de mí y por fin lo pude ver cubierto tan solo por un pequeño tanguita que se perdía entre aquellas dos masas de carne. Era más grande de lo que pensaba, pero también estaba muy duro, un culazo macizo que acaricié con las dos manos unos segundos antes de que ella se quejara.

―¿Qué haces?, estate quieto ―protestó Carlota.

―Cállate joder, cállate ya de una vez, ¿tú qué crees que voy a hacer?, voy a follarte, no es lo que querías que te follara?, pues ahora te la voy a meter ―dije cogiéndome la polla y poniéndola entre sus piernas.

Ni yo mismo era consciente de la dificultad de lo que pretendía, entre lo irregular del terreno, el largo vestido que tenía que sujetar con una mano, el tanga, lo enorme de su culo y mi polla que no es que fuera muy grande precisamente, enseguida me di cuenta de que no iba a ser una tarea fácil. Y aunque Carlota tampoco me ayudaba, por lo menos no ofrecía resistencia y me dejaba hacer.

Me faltaban manos, o sujetaba el vestido, o apartaba el tanguita o guiaba mi polla para buscar la entrada de su coño, de momento me conformé con meter la mano y acariciarla el coño por encima del tanguita. Carlota volvió a gemir y movió las cinturas al sentirme. Como pude aparté su ropa interior para meterla un dedo dentro.

―Ahhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhh ―gimió más alto Carlota, lo que me animó a meterla otro dedo.

Apenas estuve unos segundos masturbándola, no era eso lo que pretendía. Quería follármela.

Me pegué a ella intentando poner la polla entre sus nalgas, con una mano sujetaba el vestido y con la otra le apartaba el tanguita y guiaba la polla hacia su interior. Siempre había tenido la teoría de que para follarse un culo tan gordo no vale cualquier polla, hay demasiado espacio hasta llegar a tu objetivo, antes tienes que apartar las masas de carne y si no tienes una polla larga, como era mi caso, apenas puedes meterla, al menos en una postura como esa, de pie y desde atrás.

En un primer intento apenas llegué a rozar con la polla en su coño, no me llegaba, además el tanguita hacía mucha presión y volvía constantemente a su lugar original, con la otra mano no podía soltar el vestido sino se le caería hacia abajo.

―No puedo joder, ayúdame...

Pero Carlota no hacía nada, se creía que con sacar su culazo más hacia atrás estaba todo resuelto.

―Así no puedo, apártate tú el tanguita joder...

Carlota pasó los brazos hacia atrás y metiéndolos por los laterales se bajó el tanguita hasta dejarlo a medio muslo. Eso era mejor idea de lo que había pensado yo. Estaba tan obcecado en metérsela que no había ni pensado en bajárselo. Un problema menos.

Pero todavía me seguía pareciendo muy difícil la misión.

Al segundo intento me encontré vía libre, tuve que pegar mi cuerpo todo lo que pude contra ella, apartando sus glúteos con mi antebrazo y luchando por intentar metérsela, le estaba rozando con el capullo los labios vaginales. Ella volvió a gemir al sentirme tan cerca. Con un golpe de cadera se la pude meter unos centímetros, pero cuando intenté pegarle una embestida se me salió de dentro.

―Ahhhhhhhhhhhhhh, vamosssssssssss, ummmmmmmmmmmm, mmmmmmmmmmmm, vamossss ―dijo Carlota animándome a que siguiera.

Aquello estaba siendo ridículo, sí, esa era la palabra, un ridículo con mayúsculas es lo que estaba haciendo con la hermana de mi mujer, primero ni se me ponía dura, luego me había empalmado cuando me llamó pichafloja, más tarde le había confesado que Claudia me había hecho un cornudo y ahora era incapaz de metérsela porque no la tenía lo suficientemente larga.

Si hubiéramos estado en la habitación de un hotel o en otro sitio habría cambiado la postura, bien poniéndome encima de ella en un misionero o haciendo que se sentara sobre mí, pero de pie en  aquellos jardines contra el árbol, era lo único que podíamos hacer.

Mi única preocupación era metérsela a Carlota. Ya me daba igual si la estábamos cagando, las futuras consecuencias, o si pasaba alguien y nos pillaba. Me daba todo igual, solo quería meter mi polla dentro de ella.

Intenté atacar desde un poco más abajo flexionando las rodillas y apuntando con mi polla lo más vertical posible. Así conseguí clavársela prácticamente a la primera haciendo que Carlota se sintiera llena y se la escapara un suspiro de placer, pero cuando intenté embestirla se me volvió a salir.

Mi cuñada cada vez estaba más impaciente deseando ser follada, lo que a mí a la vez me ponía más nervioso si cabe. Al menos había encontrado la manera de podérsela meter más o menos con facilidad. Otra vez me agaché un poco y subiendo las caderas se la volví a clavar. Esta vez no iba a dejarla escapar.

Comencé un movimiento de vaivén, sin poderla sacar, intentando que el cuerpo de Carlota se quedara pegado al mío lo más posible, así no hacía el típico mete saca, si no que era una follada acompasada, los dos cuerpos a la vez delante y atrás y cuando llegaba a su fin el movimiento hacía un golpe final de cadera haciendo que el culazo de mi cuñada temblara con la embestida y provocándola un gemido grave en su voz.

―Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh AHHHHHHHHGGGGGGGHHHH!!!

No podía hacer otra cosa, tenía las dos manos ocupadas, una rodeando ahora la cintura de ella para traerla contra mí y la otra la pasé hacia delante poniéndola sobre su coño, para que no se me saliera la polla.

Ahora sí, me la estaba follando. Estaba dentro de ella y no iba a parar hasta correrme.

Tampoco es que fuera a durar mucho, una vez que comprobé que en esa postura no se me salía de dentro pude subir una mano para agarrarle las tetas y luego pegué la boca contra su hombro desnudo, mordiéndoselo suavemente.

―Ahhhhhhhhhhhhhhhhh sigueeeeeeeee, sigueeeeeeeeeee ―dijo Carlota empezando a disfrutar del polvo que la estaba pegando.

Pero yo ya estaba terminando, ni tan siquiera la avisé, manoseando sus tetazas y con la boca en su hombro me dejé ir. Estaba disfrutando tanto con aquello que preferí no cambiar nada, seguíamos con el movimiento juntos, delante y atrás hasta que no pude más. Me temblaron las piernas y gimoteé dejando caer un poco de babilla encima de ella, que estaba tan concentrada que ni se dio cuenta de que estaba empezando a vaciar los huevos dentro de su coño.

Apreté más su cuerpo contra el mío, no quería que mientras me corría se me saliera la polla, se lo tenía que echar todo dentro. Quería dejar mi lefada en las entrañas de mi cuñada Carlota, que se acordara bien que un día me corrí dentro de ella.

Cuando terminé seguíamos con el movimiento de vaivén, pero mi polla no tardó en perder la erección y se salió enseguida haciendo que un hilo de semen comenzara a gotearla del coño.

―No te pares ahora, sigueee ―dijo Carlota echando la mano hacia atrás buscando mi polla, pero se encontró con su entrepierna empapada por mi corrida y comprendió lo que había pasado.

Yo seguía gimoteando en su hombro con la mano sobre sus pechos y Carlota se apoyó en el árbol y suspiró resignada.

―Lo siento, no he podido evitarlo...tú no has terminad...¿quieres que te haga algo?

―Aparta joder, dijo Carlota echándome a un lado y comenzando a colocarse el tanguita entre sus glúteos.

Se bajó la falda y salió de allí como pudo dando tumbos. Intenté ayudarla, pero de un manotazo ella me apartó las manos.

―No me toques imbécil...

Y se perdió por el camino de vuelta a las habitaciones del hotel. Si hubiera tenido un cigarrillo me lo hubiera fumado en ese momento. Y eso que no fumo. Me sentía bien, la noche era súper agradable y no se oía ningún ruido. Estaba en la gloria, disfrutando de una sensación de euforia desmedida mientras me subía los pantalones. Me acababa de follar a mi cuñada Carlota.

¡¡¡¿¿¿Me acababa de follar a mi cuñada Carlota???!!!

ESPACIO

―Mmmmm, vaya borrachera llevamos ―dijo Carlota gimiendo en mi oído.

Por suerte tuve un instante de lucidez y elegí la segunda opción.

Detener aquello.

Aparté la mano de mi cuñada que me seguía sobando la polla y me subí los pantalones.

―Joder para, ¡esto está mal!

―Sí, está mal, estoy muy mareada ―dijo Carlota dejando caer su peso contra mí.

Era evidente que Cartota había bebido bastante, pero yo creo que se hacía más la borracha de lo que realmente estaba. En ese momento se sintió violenta e intentó disimular, estaba claro que no quería quedar como que había sido ella la que había intentado algo conmigo y yo la había rechazado.

―Uffff, llévame a la habitación, todo me da vueltas...

Me echó un brazo por el cuello y yo la sujeté por la cintura volviendo como pudimos por el camino principal de los jardines. Fuimos hasta su habitación y saqué la llave del bolso de Carlota que llevaba yo colgado del hombro. Estaba francamente agotado e hice un último esfuerzo para dejarla caer en la cama.

Cuando ella se desplomó en la cama se quedó medio dormida, pero no podía dejarla en ese estado, tenía el vestido manchado con un poquito de barro y pis y Carlota parecía no tener fuerza ni para cambiarse. La senté en la cama como pude e intenté quitarle el vestido, bajando la cremallera que tenía en la espalda. Yo no sabía si se sacaba por arriba o por abajo el vestido, por arriba me iba a ser imposible porque ella no podía dejar los brazos en alto, así que se lo fui sacando como pude y poco a poco por los pies.

La imagen era surrealista, tenía que ir inclinando a mi cuñada para podérselo sacar, mientras la iba desnudando me fijé en su sujetador y las braguitas a juego, tenía buen gusto para la ropa interior, lo mismo que Claudia, llevaba un conjunto negro, semi transparente de encaje, muy sexy, quizás demasiado. Se le transparentaban sus enormes pezones y en la parte de abajo casi se podía adivinar que llevaba el coño perfectamente depilado. Intenté no hacerlo, pero me fue imposible no excitarme contemplando el cuerpo de Carlota en ropa interior.

Intenté que se sentara en la cama y me puse detrás de ella para sujetarla, rodeando con mi brazo por su estómago.

―¿Tienes pijama o algo?, no puedo dejarte así, puedes coger frío...

―Quédate conmigo, no te vayas...

―¿Estás bien Carlota?

―No, tengo frío y estoy muy mareada...

―¿Has traído pijama?

―Sí, pero no te muevas, quédate así...

―Vale, pero dime donde está, que vas a coger frío.

Ella me agarró de la mano que tenía sobre su estómago y nos quedamos con los dedos entrelazados.

―No te vayas, espera...

Entonces ella tiró de mi mano hacia arriba intentando que las pusiera sobre sus tetazas.

―Para, para Carlota...no insistas...

―¿Es qué no te gusto?

―Claro que me gustas, eres muy guapa, pero sabes que no podemos hacer esto...

―Por favor, solo un poco, nadie me desea ―me rogó.

―¡Carlota no!

Me había obligado a poner las dos manos sobre sus tetas y en ese momento mi cuñada me dio pena suplicando un poco de atención. Entonces me dejé llevar y la acaricié, apretando fuerte sus pechos, sobándoselos por encima del sujetador. Me encantó el tacto de su sujetador, el peso de sus tetazas en mi mano, lo duras que las tenía. Todo.

Se me puso dura al instante. Y más cuando Carlota cerró los ojos en un pequeño gemido y echó la cabeza hacia atrás apoyándola en mi hombro. Se quedó relajada al momento, parecía que estaba dormida y yo dejé de tocar su cuerpo volviendo a bajar las manos para rodear su cintura.

En ese momento me entraron unas ganas locas de pajearme y me agarré la polla por encima del pantalón. Si me pegaba unas pocas sacudidas me iba a correr encima, me toqué un poco por el morbo de la situación, pero sabía que no iba a terminar. Aquello no estaba bien, no podía pajearme como un puto pervertido mientras sujetaba a mi cuñada medio desnuda y borracha.

La dejé con suavidad en la cama y busqué un pijama en su maleta, cuando lo encontré se lo puse como pude, eso sí, fijándome bien por última vez en cómo se la transparentaba el coño y los pezones a través de su ropa interior tan sexy. Luego la metí en la cama y me fui a mi habitación.

Entré directamente al baño de la habitación, fuera de sí me desabroché el pantalón y me puse de pie sobre el Wc, tenía que descargar toda la tensión acumulada durante la noche. Carlota me había sobado la polla junto a un árbol y habíamos estado a punto de hacer una locura, si no fuera porque yo lo había detenido. No contenta con eso, luego me había pedido que le sobara las tetazas en su habitación y yo había accedido a hacerlo.

¡¡Esas tetas eran magníficas. Grandes, duras y pesadas!!

No podía estar más excitado, me saqué la polla y en unas pocas sacudidas me corrí recordando todo lo que había pasado con mi cuñada. Luego me acordé de Carlota y al momento me sentí fatal, a saber de qué pie se levantaba al día siguiente. Solo de pensar en todas las posibilidades que se podían dar me entró un sudor frío. De golpe me cambió el estado de ánimo, quería hacer un agujero y meterme bajo tierra. Conociendo a mi cuñada podía arruinarme la vida en las próximas horas, era capaz de cualquier cosa, desde denunciarme por intento de violación o cualquier historia que se le ocurriera, hasta echarme a mí la culpa por lo que había pasado o incluso contarle a Claudia su versión de los hechos.

En segundos se me pasó el calentón después de correrme y me sentí como un completo imbécil por haberme dejado meter en ese lío.

15

Todavía no se había acostumbrado a su nuevo puesto, todo le resultaba nuevo, el trabajo, la oficina, los compañeros. Tampoco tenía una idea clara de su función allí y desde el primer momento no se pudo quitar la sensación de que era un puesto político y que tenía muy poca utilidad. A pesar de ello Claudia se implicó rápido, era muy trabajadora y cuando terminaba de hacer lo suyo se pasaba por otros departamentos para ver como funcionaban y lo que hacían el resto de compañeros.

En cuanto a Basilio, tenía el horario que le daba la gana, a veces aparecía por allí a las once de la mañana, otras veces ni tan siquiera iba a trabajar, o cuando iba solo era para mandar tareas a Claudia, que le reservara en determinado restaurante, que le sacara billetes de vuelo, o le hiciera unas fotocopias o algún informe, ese tipo de cosas.

Parecía su secretaria.

Y Claudia no había dejado la dirección del instituto para ser la secretaria de nadie y menos de ese politicucho. Desde el principio le tenía que haber dicho que no, pero Basilio se lo supo vender muy bien para que aceptara la oferta. A veces la invitaba a comer con otros políticos en unas reuniones en las que apenas se hablaba de trabajo y que Claudia no sabía muy bien para qué se hacían.

―La semana que viene viajamos a Madrid, tenemos un par de reuniones importantes, salimos el miércoles por la mañana, hacemos noche allí y volvemos el jueves, busca un hotel que esté cerca del Ministerio de educación y reserva un taxi para que nos esté esperando en la puerta ―le mandó Basilio.

Ni tan siquiera la preguntó si le venía bien viajar a Madrid o no ese día, tenía que estar disponible para él al 100%. Cuando se quedó a solas en su despacho estuvo unos segundos delante del ordenador con ganas de mandarlo todo a la mierda y volverse al instituto, entonces llamaron a la puerta.

―Toc toc, ¿se puede? ―dijo una voz familiar.

Mariola asomó la cabeza y pasó dentro, Claudia se sorprendió de ver a su amiga allí a media mañana.

―Vaya, vaya, como ascendemos algunas...

―Hola Mariola.

―He tenido que venir a verte, porque ya te vale...

―Sí, lo siento, he estado muy ocupada...

―Sí, ya...

Cerraron la puerta y se dieron un abrazo y dos besos.

―Bueno ¿y esto qué es?...no me vas a contar nada de este puesto?...ya te vale cabrona...no has sido ni capaz de llamarme para contármelo.

―Pues ya ves, he cambiado de trabajo...

―Parece que te van muy bien las cosas, no tienes tiempo para cogerme el teléfono...ahora que eres una política importante, ya pasas de las amigas...

―Sí, perdona...es que...

―No me pongas excusas Claudia, ya sé que no me quieres coger el teléfono por lo que pasó en mi casa, pero tía...que llevo un mes sin saber de ti, que se dice pronto, un mes, no me contestas los WhatsApp, ni me contestas las llamadas, nada...y hoy me he dicho, esto no puede seguir así, no estoy dispuesta a perder a mi mejor amiga...así que te he venido a buscar, me he pasado por el instituto y me han dicho que no trabajabas allí y me han dado esta dirección.

―Iba a llamarte de verdad ―dijo Claudia poniéndose roja.

―Claudia no seas infantil, lo que pasó en mi casa pasó y ya está, no le des más vueltas, disfrutamos y lo pasamos bien, pues de eso se trata en la vida, estamos aquí cuatro días, no estamos para perder el tiempo ni comernos la cabeza con tonterías...

―Sí, lo siento Mariola...

―Esta semana quedamos a comer sin falta y nos ponemos al día...quiero que me cuentes que es todo este lío en el que te has metido...jajajajaja

―Vale...esta semana no puedo, pero la que viene prometido...

―No me voy de aquí sin poner una fecha...¿el martes que viene por ejemplo?

―Espera a ver que miro la agenda, es que el miércoles me voy de viaje...bueno venga, el martes mismo, porque si no, no sé qué día voy a poder...

―Hecho, el martes, luego reservo para comer, bueno anda, me vuelvo al banco...mucho más contenta y tranquila de haberte visto. Pensé que no querías volver a verme.

―Oyes Mariola, perdona por no haberte contestado, es que después de lo que pasó, pero claro que quiero verte.

―Te entiendo perfectamente, sé cómo eres, te has estado comiendo la cabeza y te daba vergüenza volver a verme...no tienes que pedirme perdón, pero ni se te ocurra pensar que vas a perderme como amiga, solo porque...eh... te lo haya comido, mmmmmm, jajajajaja ―dijo Mariola chupándose el dedo.

―Vete a la mierda, jajajajaja.

―Adiós guapa.

Se despidieron y Claudia se quedó con una sonrisa en su despacho. Quizás era lo que necesitaba ahora, el apoyo de su amiga. Se había sentido muy sola con el cambio de trabajo, pero prefirió separarse un poco de Mariola, se avergonzaba de haberse dejado llevar en su casa. Se avergonzaba de lo que pasó aquella noche que salieron de fiesta.

Terminaron desnudas, enganchadas y frotándose furiosas los coños una contra la otra, como dos fulanas, mientras se metían los dedos por el culo.

Había intentado no pensar en ello, pero ahora con Mariola delante se le vinieron de nuevo los pensamientos a la cabeza de aquella noche, había tenido dos orgasmos tremendos, nunca pensó que iba a ser tan placentero tener sexo con otra mujer. Era completamente distinto a un hombre, mucho más sensual, más prohibido, Mariola tenía la piel muy suave y sabía dónde tocar para hacer que se corriera con más intensidad.

Y luego estaba lo de los videos. Eso sí que no se lo había podido sacar de la cabeza, los videos de Lucas follándose a su amiga, se quedó muy impactada con aquello. Como su joven alumno rompía el culo de Mariola en medio de la cocina o como ella se la mamaba hasta que el chico se corría abundantemente por toda su cara.

Se había masturbado varias veces pensando en ello, recordando la polla de Lucas. Incluso un día tuvo pesadillas con un posible incidente.

“Secretaria General de Educación tiene relaciones sexuales con un joven alumno”, decía la portada del periódico que Claudia tenía entre las manos. Se despertó entre sudores y la respiración agitada. Su marido roncaba al lado y ni se enteró cuando ella se bajó al salón. Tuvo que masturbarse en plena madrugada fantaseando con Lucas. En su fantasía volvía a su antiguo despacho de directora y recordaba cuando el chico la pilló haciéndose un dedo y luego fantaseaba con que terminaba con la polla de él en la boca y se ponía contra la mesa ofreciéndole el culo, como le hizo Mariola.

―“Métemela por donde quieras” ―le decía al jovencito.

Cuando se corrió se volvió al dormitorio mucho más tranquila y relajada.

Notó que el coño le palpitaba, era la primera vez que se excitaba en su nuevo despacho en la Consejería, la visita de Mariola le había dejado perturbada, pero allí no podía tocarse, aunque rara vez entraba alguien en su despacho, no podía arriesgarse a que la pillaran. Sin saber por qué se volvió a sentir viva y contenta. Se había quitado un peso de encima al volver a ver a Mariola. Mucho más contenta y animada realizó las tareas que le había encomendado Basilio y luego se marchó para casa.

Por la tarde tenía reunión del AMPA y decidió que era buen momento para empezar a tantear a Germán.

Aquel día Claudia regresó con otra cara del trabajo. Era la primera vez en semanas que la veía así. Incluso parecía que tenía ganas de jugar otra vez.

―Después de la reunión del AMPA voy a quedarme un poco con Germán ―me dejó caer.

Yo sabía lo que significaba aquello, pero no quise darle importancia.

―¿Qué te vas a poner?

―Pues no lo sé, ¿qué crees tú que le gustará más?, unos leggings, unos pantalones de cuero, una faldita, unos vaqueros bien apretados...

―Germán parece muy clásico...la faldita esa que te ponías con Don Pedro, va a ser un poco fuerte, no?...

―No voy a ponerme eso, antes tengo una reunión con los padres, con esa falda se me ve todo...

―Mmmmmmmmmmmmmmmm, Claudia, me encanta, es oírte decir esas cosas...

―Shhhhhhhhhhh tranquilo...

―¿Vas a intentar algo con Germán?

―Claro que no, es la primera vez que vamos a tener una reunión a solas, pero quiero ver como respira, si en un futuro puede llegar a pasar algo...ya me entiendes...

―Joder Claudia, me encanta...gracias...gracias por hacer esto, ufffff, cómo me estoy poniendo de pensarlo.

―Esta noche te cuento, dijo sentándose en mi regazo―. Posiblemente venga con ganas de follarte el culo y después sentarme en tu cara hasta que me corra, ¿te parece bien cornudito? ―dijo pasándome el dedo por la mejilla.

―Lo que tú quieras Claudia...

Cuando se fue me quedé excitado. Me daba mucho morbo que quisiera jugar con Germán, o al menos intentarlo, ese hombre me parecía  perfecto para ello, muy correcto, educado, mediana edad, no es que fuera un guaperas, pero tenía su atractivo, parecía que nunca se descomponía, perfectamente vestido con sus jerséis de colores a juego con las camisas.

¿Conseguiría Claudia hacer que se tambaleara su inmaculada vida junto a la pija de su mujer y sus cinco hijos?

Por otra parte yo cada vez estaba más tranquilo, habían pasado unas semanas desde mi aventura en Salamanca con Carlota. A todas horas se me venía una y otra vez la imagen a la cabeza de cuando ella me agarró la polla junto al árbol y luego cuando la sobé las tetazas en su habitación. Aquella noche que sucedió no pude dormir con un sentimiento de culpa y de miedo que me tuvo hasta paralizado.

Por la mañana esperé a escuchar ruidos en su habitación y le toqué en la puerta. Carlota se acababa de levantar, estaba en pijama y no esperaba verme allí.

―¿Qué pasa, qué quieres?  ―me dijo a modo de buenos días, asomando apenas la cabeza.

―Carlota, me gustaría hablar de lo que pasó...ayer...bueno ya sabes...

Entonces ella se apartó y se metió en la habitación invitándome a entrar. Se echó las manos a la cabeza buscando algo en el bolso.

―¡Qué dolor de cabeza!, tengo que tomarme algo para la resaca...

―Oyes Carlota lo que pasó ayer...

―¿Ayer?, ¿qué pasó ayer? ―dijo poniéndose de pie delante de mí con gesto muy serio y los brazos cruzados.

―Sí, ya sabes...en el jardín, aquí en la habitación...

―No, no recuerdo nada, ayer no pasó nada, nos emborrachamos y no nos acordamos de nada de lo que pasó, ¿verdad?

―Ehhhhh, sí bueno...

―Yo no me acuerdo de nada, ¿y tú?

―No, yo tampoco...

―Pues ya está, olvidado, ¿ves que fácil?...no hay nada de lo que hablar, porque no pasó nada ―dijo abriendo la puerta para que me fuera.

―¿Te espero para bajar a desayunar?

―No hace falta, vete bajando...

Apenas duró un minuto la conversación, me sorprendió la sangre fría de mi cuñada, estaba claro que su táctica iba a ser que se había emborrachado y no recordaba nada de lo que había pasado. Por un lado me sentí más tranquilo, aunque me remordiera la conciencia, pero no podía quedarme tranquilo del todo, en un enfado mi cuñada era capaz de decir que la había emborrachado y me había aprovechado de ella. No me fiaba un pelo todavía.

El resto del día transcurrió con normalidad, después del desayuno, nos volvimos a casa, apenas hablamos nada en el coche. A la hora de la comida la dejé en su casa, se bajó sin despedirse. Yo abrí la ventanilla para decirla algo cuando se alejaba arrastrando las maletas.

―Oyes Carlota...

―¿Sí?

―Ehhhhhh...nada da igual...venga hasta luego...

Al final Claudia se puso una mini falda junto con unas medias de dibujos y unos botines para la reunión del AMPA, así es como más guapa está, con un tacón alto, enseñando sus fabulosas piernas. Arriba llevaba una camiseta blanca sin escote, estuvo un rato maquillándose, tampoco demasiado, quería ir arreglada, pero casual a la vez.

Al fin y al cabo era una aburrida reunión del AMPA.

Yo me quedé en casa y Claudia volvió a las dos horas, tampoco hablamos mucho y esperamos a que se acostaran las niñas. Cuando estábamos cenando en el salón saqué el tema, aunque no tenía ninguna esperanza de un mínimo acercamiento entre mi mujer y el santurrón de Germán.

―¿Y qué tal la reunión?...no me cuentas nada?...

―No ha estado mal, mejor de lo esperado...

―¿Ah sí?, ¿y eso...?

―Bueno, le he tanteado un poco...a ver qué decía, al final de la reunión cuando se han ido los padres, nos hemos quedado solos en el aula del AMPA, me ha estado explicando algunas cosillas de lo que tiene que hacer el presidente, las actividades que tenían previstas, lo de las cuotas, cosas del banco...lo normal.

―¿Y por qué dices que ha sido mejor de lo esperado?

―A ver, tampoco iba a pasar nada, era nuestra primera reunión, estábamos en el aula con la puerta abierta, no había mucha gente por el colegio, pero había algún padre por allí todavía...aunque mientras me iba explicando alguna cosa yo como sin querer le he tocado un par de veces la pierna, así en plan de tocona, pero sin darle importancia y no veas cómo se ha puesto de tenso, jajajajaja.

―¿Tenso o empalmado?

―No sé si se ha excitado, pero se ha puesto muy nervioso, pero mucho, no está muy acostumbrado a que le toque una mujer...

―Mmmmmmmmmmmmmmmmmm...

―¿Le has tocado mucho tiempo?

―No, tampoco quería parecer forzado, eran pequeños toques puntuales, le ponía la mano de vez en cuando en la pierna, y le decía, “ah vale vale, lo entiendo”, cosas así...

Esa historia con Germán me estaba poniendo muy cachondo, estaba claro que Claudia había entrado en el juego de calentarle y de paso a mí. No había sido mucho el avance con él, pero lo que me gustaba es que Claudia estaba dispuesta al menos a intentarlo. Y si a mi mujer se le ponía un tío entre ceja y ceja me parecía muy difícil que éste la rechazara. Eso sí, Germán era un hueso duro de roer y más estando por el medio Natalia, la zorra de su mujer.

―Hemos vuelto a quedar, otro día...

―Mmmmmmmmmmm, me encanta...

Entonces Claudia por sorpresa se acercó a mí y me puso la mano sobre el paquete.

―No prometo que vaya a pasar nada, pero si quieres lo intentamos con Germán, me ha gustado estar con él ―dijo sacándome la polla muy despacio.

― Síííííí, mmmmmmmmmmm, lo que tú quieras...

―¿Hasta dónde me dejarías llegar con él?

―Ya lo sabes...

―Quiero que me lo digas.

―Quiero que si puedes hagas de todo con él, que se la chupes, que te folle...parece que es uno de esos religiosos que no se ha puesto un condón en su vida, ya sabes...es pecado...de los que follan a pelo y se corren dentro, por eso tienen tantos hijos...

―Mmmmmmmmmmmmm, ¿eso te pone? ―dijo Claudia empezando a masturbarme.

―Síííííííííí, eso me pone mucho, que se te corra dentro o incluso encima de tu cuerpo, o en tu cara, seguro que su mujer no le ha dejado nunca correrse encima...¿a ti qué te pone más?

―Mmmmmmmm, eres un cerdo pensando esas cosas, pues no sé, las dos cosas tienen su morbo, si se me corre dentro, luego me subiría las braguitas y vendría a casa mojada para que me lo limpiaras con la lengua, pero también me gustaría que me hiciera cosas que no ha hecho con su mujer...

―Seguro que por el culo no le ha dejado nunca.

―Eso seguro, yo tampoco le voy a dejar.

―Y eso que tiene buen culo la pija de ella...

―¿Ah sí?, ¿te fijas en el culo de esa zorra?

―Sí que me he fijado...

―Muy mal cornudo, voy a tener que castigarte ―dijo Claudia siguiendo con la paja que me estaba haciendo.

―Sí, castígame, hazme lo que quieras...

―¿Te imaginas que nos pillan a Germán y a mi haciendo cosas en el aula del AMPA?, serías el cornudo oficial de la ciudad...

―Mmmmmmmmmmmmm y tú la puta oficial, todos sabrían lo puta que es la pequeña de los Álvarez...y yo estaría encantado de que lo fueras, yo sería un cornudo para todos...luciendo mis cuernazos con orgullo...ohhhhhhhhhhhhhh, voy a correrme....no puedo másssssssss...

―Eso es córrete...córrete.

―Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh Claudia joder, ahhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhh....

Claudia siguió masturbándome e hizo que me corriera sobre mi cuerpo. Luego ella se quedó mirando la mano pringada con mi semen, como si se acordara de algo.

―Chupa cornudo, límpiame la mano, me has dejado muy caliente ―dijo poniéndomela delante de la cara.

―¿Por qué no te la limpias tú?, me gustaría ver como lo haces, me acuerdo mucho de cuando Víctor se te corría en la cara y en tu boca, como te la llenaba de semen...

―No voy a hacer eso...

―Vamos, piensa que es la corrida caliente de Víctor lo que tienes en la mano, ¿no te gustaría probarla?...

―Pero sé que no es la suya.

―Imagínate que sí que lo es...cierra los ojos y piensa que lo que tienes entre los dedos es su espesa y pringosa corrida...

―David no...

―Venga Claudia, lo estás deseando, cierra los ojos...

Yo conocía a mi mujer y sabía perfectamente cuando estaba cachonda y cuando estaba deseando hacer algo y ahora estaba a punto de convencerla de que probara mi semen, con la excusa de que era el de Víctor.

―¿Te acuerdas de cómo se corría en tu boca? ―dije acariciándola el coño por encima del pijama.

―Sí, claro que me acuerdo...

―Te ponías muy cerda, pero que mucho...y ahora estás deseando chuparte la mano y pensar que es su semen, ¿verdad?

―Ummmmmmmmmmm David, sigueeeeeeeee, tócame...

―Venga Claudia, cierra los ojos ―dije cogiendo su propia mano y acercándosela a la boca.

―Mmmmmmmmmmmmmm...

―Vamos chupa...piensa en Víctor.

Entonces Claudia lo hizo, con los ojos cerrados estiró la mano y soltó un primer lenguetazo de arriba a abajo, yo la acaricié más fuerte el coño haciéndola gemir y ella siguió lamiendo despacio su propia mano. Abrió los ojos y me miró con cara de zorra, tenía semen en la comisura de los labios y con lo caliente que estaba, una vez que había empezado ya no iba a parar.

―Mmmmmmmmmmmmmmmmm...

―Eso es, no quiero que dejes nada...chupa...

Se fue limpiando los dedos uno a uno, con calma, despacio, gimoteando como una zorra mientras no dejaba de mirarme a los ojos, en apenas un minuto había terminado su trabajo, pero ella siguió relamiéndose los dedos una y otra vez, cómo si quedara algo todavía. Luego abrió la boca enseñándome su interior lleno de semen y en un gesto muy obsceno se dejó caer un poquito por la comisura de los labios.

―¡¡Trágatelo, vamos, imagina que es la corrida caliente de Víctor lo que tienes en la boca!!

No tuve que repetírselo dos veces, Claudia cerró los ojos y se tragó el semen dejándolo caer por la garganta, a la vez que se le escapaba un grave gemido.

―Mmmmmmmmmmmmmm ―dijo pasándose la mano por el cuello hacia abajo mostrándome el camino de mi semen.

Luego abrió la boca y me la enseñó, estaba vacía, se lo había tragado todo, Claudia parecía una actriz porno. Joder, me puso tanto que hasta volví a empalmarme. En cuanto mi mujer me vio la polla dura se agachó y sin decirme nada se la metió en la boca. Sí que tenía que estar bien cachonda para eso.

Me estaba haciendo una mamada.

―Ohhhhhhhhhhhhhhhhh joder Claudia, diossssssssssssssssssss...

Chupaba tan fuerte que hasta me hacía daño, que manera de succionar. Me pasó la mano por el culo y cuando me quise dar cuenta me había metido un dedo por el ojete. Era todo tan sucio y guarro que casi seguido anuncié que me iba a volver a correr. Entonces Claudia sin dejar de pajearme con la mano, se tomó un leve respiro para mirarme a los ojos.

―¡¡Vamos córrete en mi boca cornudo, a ver si puedes hacerlo, córrete en mi boca como lo hacía Víctor!!

Y volvió a reanudar la mamada que me estaba haciendo, yo la sujeté por el pelo sin poderme creer lo que me acababa de pedir. Eso no lo había hecho nunca. Jamás me había corrido en su boca. No solo se acababa de tragar mi corrida, ahora me estaba pidiendo que se la echara directamente en la boca. La sujeté por el pelo para que no pudiera dar marcha atrás y comencé a descargar como ella me había pedido.

―Claudia, ahhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhh...

―Mmmmmmmmmm, mmmmmmmmmmmm...

No dejó de chupar hasta que la última gota estuvo en su boca, luego me lo dejó caer por la polla pringándomela con mi propia corrida y ella misma se puso a limpiarlo con la lengua hasta que volvió a dejarme perfecto. Mi pene había caído en picado y cuando Claudia se la volvió a meter en la boca, intentando que se me pudiera dura otra vez, le dije que ya no podía más.

Entonces se quitó la parte de abajo del pijama y las braguitas y me ordenó que me tumbara en el suelo. Se puso a mi lado y me pasó un muslo sobre la cara y antes de dejarse caer me ordenó.

―Abre la boca cornudo.

Yo obedecí y ella dejó caer un salivazo de semen que me entró en la boca directamente hasta la garganta.

―Ahora te lo vas a tragar tú ―dijo a la vez que me plantaba su  mojadísimo coño en la boca del que emanaba un increíble olor a excitación.

―¡¡No puedo mássss, saca la lengua cornudito y haz que me corra!!!

La Claudia morbosa y hotwife que me gustaba había vuelto. Y esta vez era para quedarse definitivamente. A partir de ese día los acontecimientos se precipitaron muy rápido.

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