Cornada doble

Historia personal de una infidelidad totalmente estúpida.. os lo explico como terapia... espero que no os aburra. gracias.

Cornada doble

Amigos de lecturas eróticas, me llamo Tania, tengo 29 años y este fin de semana he perpretado la mayor tontería de mi vida.

Después de pasarme dos días llorando, hoy martes, he decidido contarlo todo. Sigo sin el valor necesario para hacerlo con mi novio, por eso os utilizo, para desahogarme y que esto deje de matarme por dentro. A ver si sirve de algo. Ayer se lo expliqué a alguien que conocí a través de esta página (gracias por todo Loc) por msn… y me sentí mejor. Así que si se lo explico a 1.000 más, seguro que me sentiré 1.000 veces mejor que ahora, y lo necesito.

Empiezo a escribir un martes, pero no sé cuando acabaré. Mi mente es una gran laguna por donde flotan imágenes borrosas de lo que pasó el sábado por la noche.

Primero deberíais saber que vivo con mi novio, Ferran, desde hace dos años y hace cinco que salimos. Yo le amo más que a nada en el mundo y él a mi, al menos mientras no se entere de lo que vosotros estáis a punto de leer.

Este fin de semana ha sido la Festa Major de Barcelona. Como buenos casi barceloneses nos importa un huevo la "Festa Major" pero nos apasiona el lunes sin trabajo que esto conlleva. Mi novio y sus amigos aprovecharon para irse el fin de semana de tres días por ahí, siguiendo una tradición que mantienen cada año desde hace tiempo.

La vida en pareja se ha desarrollado como suele hacerlo toda relación: nos conocimos en una época fiestera a tope, pero ahora podríamos decir que nuestra vida social se limita al sofá de casa. Y no lo digo como nada malo, no hay nada mejor que quedarse en casa con la persona que amas después de un día de odioso curre como secretaria de una gente que me importa una mierda.

Estando sola, viendo como mi novio se iba con sus amigos sin darnos una oportunidad a las chicas, así que acogí con verdadero entusiasmo la propuesta de salir de fiesta el sábado las chicas solas.

Éramos 6 chicas, 4 de ellas con pareja, cenando primero y saliendo de copas y bailoteo más tarde. El alcohol corrió toda la noche con sentida alegría. Alcohol y algo más.

Llegamos a la disco bastante temprano. Casi estábamos solas en la pista, pero nuestras ganas de sacar toda esa energía que llevábamos dentro y la necesidad de mover nuestros cuerpos al son de una música, que hacía un montón que no escuchaba a ese volumen, nos hacía disfrutar de lo lindo.

Fue en el lavabo de la disco donde se empezó a torcer todo. Cristina, una excompañera de piso en época de estudiantes, nos ofreció aumentar la fiesta por la vía química.

Todas aceptamos y, de esta manera, y sin yo saberlo, acabé convirtiendo mi cabeza en la taza de un wáter por donde tiré mi relación con Ferran. Al salir del aseo ya no era yo.

Continuamos llenando nuestros cuerpos con generosas dosis de alcohol que sacudíamos al son de la música.

Mis sentidos se iban agudizando al mismo tiempo que mi estupidez iba en aumento. Al cabo de un rato indefinido, estaba rodeada de desconocidos. Todos machos y hambrientos. El grupo original de chicas de fue disolviendo al mismo tiempo que las pastillas en nuestros organismos. En ese momento pense: -"No reconozco ni una de las caras que me miran, pero los siento como amigos de toda la vida."

Empezamos charlando. Seguimos susurrándonos cosas al oído y acabamos acompañando nuestras palabras con roces y apretones. No extraño ninguno de estos lances y, cuando uno de ellos me besa el cuello, lo encuentro lo más natural del mundo. Mi corazón bombea a mil por hora a través de unas venas de un metro de diámetro. Con la perspectiva del tiempo, tengo claro que es una sensación provocada por la maldita pastilla, pero en ese momento sentí la necesidad de devolverle el beso. Y lo hice. Me pegué un atracón con sus labios, con su lengua… nuestros dientes chocaban. Mis dilatadas pupilas observaban como sus manos rodean mi cintura , uniéndola a la suya. Ambas danzaban siguiendo el compás de la atronadora música. Tampoco me extrañé cuando sus manos llegaron a mi culo y me lo magrearon sin tapujos. Ni cuando su mano presionó en la raja de mi culo, embutiéndome los pantalones en ella y empezando a arrastrarse como culebras en busca de mi preciado manjar. No recuerdo nada de lo que le decía, pero sé que algo le susurraba al oído. Algo que le volvía loco y le hacía ir más y más lejos con sus dedos.

No sé bien hasta donde llegó, lo siguiente que recuerdo, y que tampoco me extrañó nada, es ir sentada en el asiento del copiloto de su coche, ya en dirección a su casa. Tampoco encontré raro que en el asiento de atrás fuera otro chico. No veía otra manera de seguir la fiesta que hacerlo con tranquilidad y privacidad, aunque , en mi estado, hubiera sido capaz de hacer de todo en la oscuridad de la disco.

Soy incapaz de explicaros lo que pasó en el coche. Yo estaba absolutamente abducida por la fina lluvia que bañaba la Ciudad Condal. Los vidrios del coche estaban impregnados de millones de gotitas. Millones de espejitos que reflejaban mi cara deformada. Me preguntaba si esa era de verdad mi cara o estaba viendo un reflejo imposible. Cada una de las gotas era más fascinante que la que acababa de mirar un segundo antes…. Y qué deciros del acompasado e hipnótico vaivén de los parabrisas. Además el Eixample barcelonés no ayuda en nada a distinguir una calle de la otra, al menos en mi estado.

Sólo a la mañana siguiente fui capaz de situar la calle Diputación, muy cerca de la calle Urgel, como destino de ese vacío en mi mente.

Recuerdo vagamente una puerta de parking subiendo, luego un ascensor y, finalmente, una puerta abriéndose a un mundo que me pareció fascinante: camisetas y ropa interior por el suelo, sillas tiradas, toallas mojadas secándose sobre sillas de tela, ceniceros llenos de colillas equilibristas aguantándose unas a otras, lámparas pidiendo auxilio para no caer al suelo, paredes haciendo la competencia a mis bragas con respecto a la humedad. Un paraíso, vamos. Al menos para un estudiante.

Escribiendo estas líneas, y con los flashes que me brinda mi nebulosa mente, estoy casi segura que no pasaban de los 23-24 años. A lo sumo.

Al llegar pude ir comprobando lo que os relataba antes mientras me preparaban un cubata. Creo que le pedí Ron con Cola, pero no me acuerdo si me sirvió eso o otra cosa. El hecho es que me lo bebí. De eso si que me acuerdo porque la cabeza empezó a darme vueltas y más vueltas.

No paró de girar todo hasta que me senté en el sofá mirando al techo y con una mano fija en el suelo. Al menos eso me daba un punto de apoyo que sabía que no se movería. Pero el sofá seguía convertido en una barca sobre un mar embravecido.

Mientras yo me quedaba estirada, con el que me había liado en la disco estaba sentado a mi lado bebiendo de su cubata y fumando sin parar. Mientras, el otro iba y venía pululando a su antojo.

Mi vista se fue centrando en el techo, hasta que una cara con los ojos cerrados me tapó la vista. Yo quería seguir viendo el alto techo de la regia finca, pero el chaval se empecinaba en meter su lengua en mi boca y magrearme las tetas una y otra vez. Entre morreo y morreo me preguntaba cosas que creo que respondí, pero estoy segura que no entendí ni una, o al menos no soy consciente de ello. Vamos, que no tengo ni puta idea de lo que me habló pero lo que sí recuerdo es que su cuerpo se acoplaba bastante bien al mío, dado que los dos teníamos una estatura similar y nuestros alientos desprendían un hedor igual de parecido. Lo que también recuerdo es alegrarme por sentir su central duricia clavarse entre mis piernas. Y como la fregaba el tío!!!, Estoy segura de pensar en sí ya me la había metido y yo no me había enterado, porque se movía frenéticamente arriba y abajo resoplando como un toro. Poco a poco me fui olvidando del techo y me fui entonando.

Sus manos también tenían prisa por todo y me tocaban por todas partes sin descanso. El globo de mi cabeza seguía sin deshincharse y me sentía tan mareada como nuestras lenguas.

Justo en el momento que pensaba en ello abrí los ojos y vi al otro compañero observándonos fijamente. Al ver mis ojos fijos en él, desapareció por donde había venido.

Mientras, el que estaba encima de mí, había empezado a abrir su regalo: mi camisa estaba abierta de par en par colgando por el sofá, por un lado, y hecha un ovillo contra el respaldo por el otro. Tengo la imagen de él separándose de mí para ver la vista desde una perspectiva mejor. Creo que dijo algo que soy incapaz de recordar…. Sólo pensaba en esos labios carnosos, gruesos uy que sabían tan bien y que acababan de abandonarme. Al menos los usó para lanzarse sobre mis tetas. No me quitó el sujetador, pero sí que me lo subió por encima de las tetas, dejando expuestos los pezones que empezó a jalar con delirio. Recuerdo son sus labios: carnosos, gruesos y apetecibles, sobretodo con ese sabor dulzón.

Él fue aumentando el radio de acción de su lengua: mi vientre, cuello y ombligo recibieron el mismo trato que mis pezones antes. Al hacerlo continuó magreándome los pechos con sus manos por debajo del sostén.

No tardó en hartarse de entremeses y pasó directo al primer plato. Me desabrochó los pantalones y tiró de ellos hacia abajo llevándose las bragas con ellos. No tardó nada en aparecerle un mostacho bajo su nariz. Yo intentaba concentrarme, siguiendo su lengua con mi mente, dibujándola dentro de mi cabeza allí abajo abriéndome en canal.

Ahora, mientras escribo, me viene un flash de su cabello: castaño claro, corto y despeinado (no sé si era un look de serie o era a causa de cómo me agarraba a ellos mientras se zampaba mi bollo peludo).

Cuando la cosa empezaba a motivarme me cambió de postura, sentándome en el sofá.

La camisa, caída por debajo de mis hombros, me impedía mover mis brazos con libertad, así que aproveché para quitármela. La tiré todo lo lejos que pude, pero acabó cayendo sobre su cabeza. Enseguida empezó a moverse sobre mi entrepierna. Poco a poco me fue alzando las piernas para llegar mejor a mi raja. Lo fue haciendo hasta que mi culo estuvo mirando directamente al techo y mi cabeza estuvo apoyada contra la parte baja del respaldo del sofá.

Entonces recuerdo que dijo algo. Sigo sin recordar las palabras, pero sé que lo dijo porque Lo hizo sin sacar su lengua de dentro de mí y sus palabras retumbaron en todo mi interior.

Entonces su compañero apareció y se situó detrás de mi i del respaldo del sofá.

Sigo sin recordar qué dijo el que me lamía, pero recuerdo lo que hizo el otro: agarrarme los tobillos y tirar de ellos. Entonces mis rodillas tocaron mis tetas , dejando mi cabeza incrustada entre ellas, a través de las cuales podía ver mi camisa en movimiento: arriba y abajo, de derecha a izquierda, círculos y más círculos….

Poco a poco la camisa fue desplazándose hacia abajo…. Dios, como deseaba eso!!!!!!.

Con un rápido gesto aparté la camisa. Bajo el horizonte de mi bello púbico aparecía su frente y sus ojos. Sentía su nariz clavada en mi raja mientras su lengua jugaba con mi ano. Me estremecí de pies a cabeza cada vez que su lengua surcaba las arrugas de mi pequeño y oscuro amiguito.

Cuando metió su lengua bien adentro me volví loca: empecé a gritar como un posesa. No sé qué palabras salían de mi garganta, pero seguro que las oyeron hasta los vecinos del ático.

Fue en ese momento cuando el que me sostenía los pies, dijo algo que recuerdo perfectamente: -"Pero cómo puedes hacer eso?."- Se lo estaba preguntado a su amigo, al que tenía enterrada su lengua en mi culo. Yo le miré para saber a qué se refería. En su cara se dibujaba una mueca de asco y disgusto que tampoco se borró de mi mente, ni en ese momento ni más tarde mientras lo cabalgaba sin parar. – "Pero mi qué color tiene… está marrón oscuro… Eso debe estar asqueroso".

-"pero qué dices idiota.. Acaso lo has probado?. Yo asistía atónita a una conversación sobre mí y mis partes íntimas que en otro momento y circunstancia hubiera acabo con un par de sopapos para el que tenía detrás. En cambio no pude decir nada. Mi lengua seguí acartonada bajo mi paladar, demasiado aturdida para emitir otra cosa que no fueran gemidos... y claro, ahora no podía emitir nada porque nada me producía placer. Aquella comida de culo antológica tenía que reemprenderse como fuera.!!!!!

-"Además, mira como le gusta que le haga esto a esta…." No le dejé acabar. Con mis manos entre mis piernas volví a incrustar su lengua en lo más hondo de mis nalgas.

Mis gemidos se reemprendieron tan rápido como la lengua traspasó el perímetro de mi ano. Al soltarle la cabeza, una de mis manos no llegó muy lejos y se quedó atrapada en las arenas movedizas en que se había convertido mi coño. Con ahínco y tesón me autodediqué un fregoteo de clítoris apoteósico.

Milagrosamente la otra mano pudo salvar el desfiladero de arenas movedizas y llegó hasta las tetas. Con similar dedicación a la otra mano, empecé a masajearlas como sólo se hacerme yo: lentamente, empezando por abajo, me abarcaba todo el perímetro inferior de una mama y luego de la otra. Iba subiendo hasta acabar en las piedras preciosas que las coronaban: ¡!!!Cómo resplandecían, duros como diamantes y sensibles como una herida abierta!!!!!.

Forzando un poco llegué a lamerlos con mi lengua extendida. En aquellos instantes no era consciente de estar lamiendo mis propias tetas, sino unos torpedos sensoriales que alguien muy sabio había dejado caer en mi cuerpo y que empezaron una cuenta atrás imparable:

10…. Y las aureolas se hincharon como queriendo lanzar a los pezones despedidos hasta la otra punta de la habitación.

9… Mi cuerpo era un volcán en erupción, con el cráter entre mis piernas echando lava ardiente sobre mis dedos.

8… la lava gotea de mis dedos al clítoris, hinchado a más no poder.

7… De mi ano veo salir flores, estrellas y brillantes cometas.

6… La lengua se mete hasta la mitad evitando que se escapen más estrellas y cometas….. que ahora campan a sus anchas dentro de mi intestino

5… El bello de todo mi cuerpo se eriza.

4… Mi esplada se arquea.

3… Miro al techo y mi lengua sale disparada.

2… Mis ojos se cierran pero lo veo todo: mis pies alzados temblando de delante a atrás, mi culo lamido como si yo fuera una sandía, mi mano y mi coño bailando un tango

1…. Mis pechos se endurecen, mis ojos se abren redondos como naranjas pero lo veo todo blanco, las paredes de mi vagina tiemblan….

0…. El maldito orgasmo más increíble de mi vida me deja sin habla, sin vista, sin oído, sin aliento… sin nada pero con todo.

Cuando recupero mi cuerpo, mis pies vuelven a tocar suelo. Tras el sofá ya no hay nadie. Entre mis piernas tampoco. Parece que ha aprovechado mi trance para volver a la superficie. Él está de pie ante mí, enfundándose su polla en látex.

Observo su maniobra y su manubrio… qué mal me sentí en ese momento. Su polla no debía pasar de los 10cm a lo sumo. Nunca he hecho asco a una polla, sea grande, pequeña, fina o gruesa, pero en ese momento no pude evitar sentirme así de egoísta. El bulto que palpaba mientras bailábamos prometía mucho más.

Se acercó a mí con la polla en su mano, apuntando hacia delante. No hacía falta que me dijese nada, yo ya sabía qué es lo que le apetecía…. Y desde luego también sabía lo que me apetecía a mi.. y comerme una polla no era lo que deseaba en ese momento, y menos con un condón puesto.

Efectué una maniobra de despiste, girándome, apoyando mi cara sobre el respaldo del sofá y poniendo el culo en la mejor pompa que pude. Parece que la visión de mis agujeros bien dispuestos fue suficiente para despistar sus intenciones previas.

Durante lo que a mi me pareció una eternidad, lo sentí moviéndose, separar mis nalgas y no sé qué más. Finalmente, creo que me la metió por el coño… digo creo porque no sentía nada, sólo mi cuerpo temblando ante sus embestidas. La introducción fue fácil, dado mi nivel de lubricidad y la del condón que llevaba puesto. Ahora, mientras os escribo esto, doy gracias a Dios por que usase ese condón, pero sé que en aquél instante me causó una frustración insalvable. Llevo dos años tomando la pastilla y, por lo tanto, follando "a pelo". Ese fino condón, por muy "extramegasensible" que pudiese ser, se antojaba como una pared de 1metro de espesor dentro de mi coño que entraba y salía como un palillo en el agujero de un donut…. Vamos que no me enteraba de nada.

Todo empezó a nublarse. Mis sacudidas eran igual de fuertes pero iban más lentas… no sé como explicarlo, pero creo que me quedé dormida, o casi. Sentía mi cuerpo sacudido, mi cabeza recostada sobre el respaldo del sofá, moviéndose un poco al filo…. Sólo me desperté al oir unos gruñidos.

El tío se había corrido ya, yo no me había enterado y, encima, me había despertado.

Recuerdo verle caer sobre el sofá, totalmente exhausto, supongo por el polvazo que él acababa de pegar. Veía el condón colgando entre sus piernas con la caperuza hinchada de blanco, a punto de caer.

Creo que entonces, sin decirle nada y, en un acto reflejo, me levanté en busca del baño.

No llegué: al pasar por una puerta entreabierta, un movimiento en la oscuridad llamó mi atención. Entornando los ojos , y ya dentro de la habitación, vi al otro compañero estirado en la cama y , claro está, pajeándose.

Lo primero que pensé fue: -"Eso sí que es una polla"

Lo segundo: -"joder que hambre tengo".

Lo tercero no tuve tiempo de pensarlo: mi cuerpo ya estaba arrodillado junto a la cama con la boca bien ocupada.

No recuerdo ningún ruego o queja de su parte. Aunque lo hubiera, no lo oiría por el ruido que resonaba dentro de mi boca: los chupeteos y aspiraciones inutilizaban por completo mis oídos.

Yo estaba totalmente entregada a la mamada. No puedo describiros ni un pequeño aspecto de su físico a parte de su polla: 18cm de carne vigorosa y joven. Repleta de venas enormes que bombeaban sangre sin parar. La sentía palpitar con fuerza entre mis labios. Creo que recorrí su fina piel unas mil veces, por los lados, por la punta, metiéndola y sacándola sin parar, cayendo hasta su vello púbico agarrada al mástil sólo con la punta de mi lengua…. Y el borde inferior de su capullo… rodeé su perímetro otra mil veces hasta marearme, intentando meter mi lengua entre él y la piel que se acumulaba por debajo.

Poco después me entretuve con un jugoso y adictivo juego: llenaba su ombligo con mi saliva y la recogía con la punta de su polla. Apoyaba mi mejilla en su estómago y doblaba la férrea polla hasta que la punta recogía la saliva que yo acababa de dejar y, entonces, la volvía a alzar. Como una perra hambrienta, abría mi boca y recogía la saliva que , lentamente, iba goteando desde la punta de su capullo….. Dios, creo que es lo más delicioso que he probado en mi vida.

Creo que estuve uno o dos días haciendo eso una y otra vez. Entonces, cuando estaba con mi mejilla en su barriga, la habitación empezó a temblar.

Alcé mi cara sin soltar el manubrio dispuesta a gritar: -"terremoto, terremoto". Los temblores continuaron una eternidad hasta que desaparecieron tan de improviso como habían llegado. Sin dejar de temblar, yo miraba en todas direcciones esperando ver las paredes llenas de grietas y cascotes cayendo hacia el suelo.

Nada de nada.

Sólo una sensación húmeda en mi mano parecía ser lo único que el terremoto había provocado. Entre mis dedos se escurría una sustancia blanca y espesa que, lentamente, iba fluyendo hacia su barriga. Ahí estaba el verdadero estropicio: un mar de leche blanca ardía en su vientre, con millones de espermatozoides gritando y pidiendo auxilio ante el exterminio al que estaban siendo sometidos. Podía escuchar a cada uno de ellos gritando, cada uno con su vocecita, cada uno con sus propios ruegos.

-"Sálvanos"- me gritaban la mayoría. –"Danos cobijo en tu interior"- seguían implorando otros. –"sin ti nuestra vida no tiene sentido"….

Me levanté tapándome los oídos ante tanta injusticia. Pobrecitos renacuajos. Salí de la habitación justo para poder oír a alguno de los más desesperados pidiéndome que, al menos, les dejase meterse en mi boca

De nuevo en el pasillo recuperé el destino inicial de mi viaje: el baño. Ya dentro, la vista no difería ni un ápice del resto de la casa: ropa interior por todas partes, toallas mojadas por el suelo, botellas de masaje y desodorante en las repisas de vidrio de al lado del espejo… una maravilla, vamos. Me puse sobre la taza sin tocar con mi culo en ella y desalojé mi vejiga. El caliente pis salió disparado hacia el fondo de la taza mientras yo me esforzaba por no dejarme caer sobre el aro de plástico. No recuerdo secarme con el papel, cosa que hago siempre, y me quedé de pie ante el espejo. Lo que veía en él no era yo. No por nada, no tenía un aspecto malo ni nada de eso. Simplemente no me reconocía. Ahí tenía una tía que imitaba cada uno de mis movimientos y muecas. Tenía unas tetas preciosas y un pubis rasuradito con un triangulito arreglado sobre la rajita, y el vientre más firme que he visto en mi vida. Seguro que se mataba a horas de gimnasio. Ahora me miro y ni mis tetas son tan fantásticas ni mi vientre es una tabla de surf, pero en ese momento me veía así.

Eufórica por el aspecto que el espejo me devolvía, empecé a regodearme dando vueltas y mostrándome sin parar. En un momento recordé lo que aquél tío había dicho de mi culo: -"Pero mi qué color tiene… está marrón oscuro… Eso debe estar asqueroso". O algo así… Me quedé quieta con la mirada fija en mi culo. Impresionante, firme, piel lisa…. Qué coño decía aquél imbécil. Lo que era verdad era su color: el fondo un poco más oscurecido que el resto… pero eso es normal, o no? – me preguntaba en aquellos instantes de "viaje químico".

Con lentitud me separé las nalgas llegando a observar más profundo. El fondo era oscuro del todo. Moví las caderas lo justo para que la luz de la bombilla eliminase cualquier sombra. Seguía siendo cierto que aquella parte tenía un color marrón más oscuro que el resto… pero de verdad debía estar asqueroso? – Hasta ahora el segundo tío sólo había dicho verdades

Mi mano derecha empezó a moverse sin que mi cerebro le diese ninguna orden. Ya entre las nalgas veía los dedos moverse, los sentía tocando mi parte más recóndita. Uno de los dedos presionó e introdujo la falange dentro del ano. Lo saqué.

El dedo fue subiendo.

Pasó por delante de mis tetas.

Recorrió mi barbilla.

Entonces el cerebro reaccionó en una décima de segundo y paró el viaje a mi boca.

A mi izquierda estaba lo que necesitaba: un bidé. Si había algo inútil en aquella casa, a parte de la escoba y el mocho, era esa pieza de porcelana. Parece que ya sólo servía de almacén de ropa interior. Con los dedos en pinza saqué todo su contenido, sin pensar demasiado en la textura y el color de esas prendas… más de una marca de "nicotina" ,me pareció entrever

Ya sentada, la fría porcelana me hizo dar un respingo. Dejé el agua correr y me froté con fuerza la raja del culo. La superficie era rugosa y áspera y mis dedos no se movían con fluidez. Sobre la pica cogí el bote de jabón y presioné. Unas gotas de jabón blanco cayeron sobre la palma de mi mano.

Como si fuera una cuchara esparcí todo el fluido por la zona en cuestión. Ahora mis dedos flotaban. Se desplazaban como las olas sobre una tabla de surf recién encerada.

Ya limpia de jabón en culo y dedos, volví a repetir la operación. Ahora mi cerebro no se interpuso y el dedo salió de mi culo y acabó directo en mi boca. Chupé, lamí y olí. Es evidente que el punto dominador era el aséptico jabón, pero en el fondo acababa dejando un sabor dulzón acompañado de un aroma con cuerpo, indescriptible para mí.. no sé- entre almizclado y de queso rancio, pero era tan imperceptible….

Volví a estar unos minutos con el dedo clavado en mi ano. Lo movía en pequeños círculos y me llegué a meter hasta la mitad. El plan a seguir se trazó en mi mente espontáneamente, sin quererlo. Cuando saqué el dedo, todavía limpio, el olor que desprendía ya no era tanto a jabón, aunque seguía ganando.

Qué equivocado estaba aquél tío.. mi culo olía a rosas y sabía a cielo… y ahora mismo se lo iba a demostrar.

Salí del baño con el dedo aún en mi boca. Crucé, como en una décima de segundo, el espacio que me separaba de su habitación. En otra décima cerré su puerta y en dos más me senté sobre él.

Dándole la espalda alojé mis dos agujeros inferiores sobre otros tantos orificios de su cara. La nariz se me clavó en el ano mientras su boca topó con mi almeja. No se sorprendió mucho y, enseguida de caer sobre él, sentí su lengua resiguiendo el camino de mi raja.

Apreté con fuerza, clavándome su nariz en mi ojete. Para mis adentros pensé: -"huele, huele el aroma de mi culo".

Luego me tiré un poco hacia delante y su lengua acabó cambiando de entrada. Entonces fue cuando noté sus primeras reticencias. Él intentaba, en vano, esquivar mi arrugado ojete que yo volvía a orientar una y otra vez sobre su boca.

Cuando ya no pudo más me levantó por las nalgas apartando mi cloaca de su boca.

Sin darle tiempo a reaccionar ni quejarse, con un salto y un giro, me dispuse a cabalgarlo.

Aferré su miembro, ya erecto de nuevo – bendita juventud- perdón que os lo repita de nuevo- y lo levanté hacia mis nalgas.

Las dejé caer apuntando más atrás de lo que se esperaba el chaval. La polla me entró en el culo bastante bien por la dedicación que había puesto en el baño, aunque tuve que disimular una mueca de dolor… siempre cuesta un poco al principio. Al cabo de poco ya estaba brincando sobre su polla sólo agarrada a ella con mi esfínter.

Me dejé caer ligeramente hacia delante y puse uno de mis dedos en su boca, más concretamente el que me había estado metiendo una y otra vez en mi culo cuando estuve en el baño.

Él, sin saber donde había estado el apéndice hacía unos escasos minutos, se deleitó con él lamiéndolo una y otra vez, sorbiendo. Cada vuelta que hacía su lengua sobre mi dedo, yo me acercaba más y más a la alegría absoluta.

Sin desalojar sus labios, apoyé mi otra mano en su vientre. Allí me encontré con los restos del terremoto anterior: viscoso y ya un poco frío, el semen emergía entre mis dedos y se iba esparciendo a medida que la movía.

Cuando su vientre estuvo empapado de esperma, pasé mi mano hasta mi entrepierna. Con el dedo más decidido de siempre, el índice, empecé a masajearme el clítoris: - ¡Cómo se deslizaba, como resbalaba el dedo lleno de semen, cómo disfruté esos instantes!!!!. Además, de vez en cuando, mis otros dedos chocaban con su polla que no cesaba de abrirse camino en mi intestino a cabezazos, cada vez más potentes e insondables.

Cunado mejor me lo estaba pasando y mi mente se concentraba en visualizar la meta, el imbécil escupió mi dedo y empezó a pedirme que me saliera, que me saliera, que estaba a punto de correrse.

Yo le miraba estupefacta, sin saber qué coño le pasaba.

Entonces, cuando ya veía la luz brillando al final del túnel, el muy cabrón empezó a tensar sus abdominales, a cerrar los ojos, estirar los dedos de sus pies y, en medio de súplicas y gruñidos empezó a inundarme el culo con su esperma. El tío era imbécil e inexperto pero con unos huevos de campeonato: el primer chorreo me llegó hasta el intestino delgado y, el posterior goteo no parecía tener fin.

Me dejé caer sobre él, sin sacar el dedo de mi clítoris, en un sprint desesperado por llegar al orgasmo. Me frotaba vigorosamente y no me importaba nada que el semen de su vientre me manchase todo el pecho, al contrario, aproveché para restregarme como una tailandesa.

Disfruté también de la sensación que su polla dejaba en mi ano: me encanta sentirme llena y no hay nada mejor que una polla en el culo propio lleno de semen para sentir eso.

Poco a poco nuestras respiraciones se fueron acompasando y su polla desfalleció rápidamente. Yo me quedé con su cara a escasos centímetro de la mía, mirándole y sin saber bien si escupirle o pegarle una ostia por haberse corrido tan pronto.

Me recogí un poco el pelo que caía sobre su cara. Mala maniobra. A Cameron Díaz puede que le quedase bien, pero tarde una eternidad en quitarme eso después en la ducha.

Así que, aturdida como toda la noche, me levanté y volví a mi refugio preferido: el baño. Allí me limpié, me despejé un poco y volví a salir.

La luz empezaba a colarse por las rendijas de las ventanas. Me fascinó esos miles de rectangulitos blancos que manchaban mi cuerpo con una luz amarillenta.

Al cabo de media hora logré recoger toda mi ropa. Me vestí y me fui tal como llegué, sin tener ni puta idea de qué hacía ahí.

Ya en la calle paré un taxi. Subí y no paré de llorar hasta el dí siguiente. El taxista creo que me preguntó si estaba bien, pero yo ni le miré. No volvió a abrir boca. Ya sabéis la táctica para la próxima vez que pilléis un taxi y no queréis que el pelma del conductor os pegue la chapa… a llorar.

Cuando volvió mi novio me encontró dormida, o eso se pensó, porque no pegué ojo en toda la noche… Si no fuera por este amigo cibernético que os comentó se lo hubiera soltado todo, aunque hubiera significado mandarlo todo a la mierda. De momento he superado esa necesidad de explicárselo.

A ver qué pasa en los próximos días. Espero vuestros consejos.