Corintia

Poesía erótica muy chula que me ha quedado.

Ella llegó en su magnífico corcel negro. Como emergida de las aguas del Río Mágico mostró su desnudez altiva de mujer épica, para que los hombres de aquel tiempo infame sufriesen por un amor que no sería más que lágrimas por la carencia. Ofrecería su cuerpo a todos, sí. Y si en mil ocasiones la penetraran más la desearían. Hasta su hermoso caballo, del que dicen que era hermana, parecía ansiarla, encabritado él, con su báculo inhiesto. ¿Ha visto alguien a los centauros furiosos que habitan en el valle? ¿No tienen acaso los cabellos como la crin del que llamaban Ámbar, el caballo de la hermosa Corintia? ¡Ay qué dolor me causa amarte bella! ¡Ay qué dolor en la piel del alma! Soy otro hombre que ha pasado por tu lecho, yo soy otro desecho, Corintia de sabor salado. Las armas arrumbadas tras la feroz batalla son testigo de nuestro placer; lejano el cadáver del enemigo. He de salir, lo lamento, pues otro amante te espera en el umbral. El olor de mi semilla inunda la alcoba; tus humores de hembra también, lo que enloquece a ese otro que llega con su espada de carne caliente, extensa, gruesa, tiesa Cabalgando por las orillas de un sueño te hallé entregada al reposo y diligente armé mi brazo lujurioso para traspasarte una vez más, que no se acaba mi brebaje si se trata de ti. Corintia del amor húmedo y del calor placentero, ¡quién viviese entre tus muslos! ¡quién en la aurora te respirara! ¡quién de tu fuente vaginal bebiese elixir de amor para vivir eternamente y evitar el ignominioso Juicio Final!