Corazón de Crystal

Laura gimió sobre el seno con el que estaba jugando y presionó su cadera contra el cuerpo que se retorcía debajo de ella.

CAPÍTULO 1

La multitud gritaba más fuerte mientras las luces se apagaban. Entre bambalinas, Crystal comprobó dos veces que los ajustes de su vestimenta con frutas estuvieran bien. Escuchó al director de producción, Rick, dar la bienvenida a todo el mundo y dar a conocer la lista de mujeres que se presentarían esa tarde. Todos eran nombres conocidos para ella, habiendo trabajado ya casi seis meses en el salón Tom Cat. Dos mujeres con escasa vestimenta arreglaban sus trajes, listas para tomar sus posiciones en el escenario. Crystal inclinó la cabeza y esperó al lado del punto central.

—¡¡¡Y bien!!! Sin tardar más... — dijo Rick — tengo el gusto de presentarles a las Tom Cat Kittens, con su protagonista principal, la gatita del mes, ¡¡Crystal Peaks!!

La multitud gritó más fuerte mientras las luces iban tornándose tenues. La cortina subió y la música comenzó. Crystal envolvió su brazo izquierdo alrededor del tubo, esperando el momento justo. La conducción, el toque erótico, todo fue diseñado para captar el estado de ánimo carnal del público, y la rubia bailarina de striptease sabía cómo usar ese estado de ánimo para ventaja suya. Mostrando su sonrisa falsa a la audiencia, sus ojos escudriñaron las mesas más cercanas al escenario. La experiencia le había enseñado muy bien y Crystal pudo rápidamente escoger a sus principales posibles clientes. Escogiendo al mejor pretendiente, un hombre de mediana edad que sujetaba varios billetes en su mano, le guiñó el ojo y dio vueltas alrededor del tubo. Las demás chicas a ambos lados de ella hicieron lo mismo, y llevaron a cabo la misma rutinaria actuación.

Conforme la música iba cambiando, Crystal tiró de su corsé arrancándolo con fuerza de su cuerpo, dándole una sonrisa falsa en respuesta a sus aclamaciones. Sacudió y meneó sus senos como muchas otras veces lo había hecho, manteniendo su mirada en él, pensando para sus adentros fríamente mira todo lo que quieras, jamás lo tendrás . Oscilaba por el centro y se movía haciendo que sus pechos cubiertos de aceite saltaran y se balancearan al ritmo de la música.

Esta noche, sin embargo, el destino tuvo otros planes para la joven artista de striptease. Conforme avanzaba por el borde del escenario y se inclinaba para que su cliente colocara algunos billetes a lo largo de su tanga, una mano grande se extendió hacia ella y la empujó fuera del escenario. Crystal se encontró de pronto en el regazo de un hombre parcialmente calvo, la mano todavía agarraba su brazo.

—Quiero un poco más que una simple sacudida por mi dinero, cariño. — le dijo lascivamente, usando su mano libre para tomarse la libertad de tocar sus pechos expuestos. Su fuerte agarre no le permitía liberarse, obligándola a soportar las caricias hasta que los gorilas de seguridad llegaron y le quitaron de encima al cliente ofensor.

Por más que quiso Crystal un minuto para poder recuperarse, una señal de Rick la forzó a volver sobre el escenario.

Varias filas atrás, el camarero colocó una bebida en la mesa. — ¿Se les ofrece algo más? — preguntó.

—Estoy completamente servido. — dijo el hombre mirando a su compañera sorprendentemente bella. —, ¿qué hay de ti, Laura?

Ella sostenía su vaso a medio acabar. —Estoy todavía trabajando en este, Peter. — Colocó su pluma sobre su cuaderno de notas y sonrió burlonamente. —Recuerda, emborracharme no ayuda a tu causa en absoluto. Mejor gasta tu dinero en 'clavarlo' por ahí. — Señalando a uno de los gorilas de seguridad.

—No me digas, eso ni en sueños. — Peter contestó. Pasó sus dedos por su delgado cabello rojo y miró al de seguridad otra vez. — ¿Tú piensas que él lo es?

—Bueno… — ella tomó otro sorbo de su whisky escocés con soda. —Si él es, sería mejor que él fuera el que recibiera y no el que te diera o serás un pequeño hombre dolido por la mañana.

—Oh, pero a un hombre le gusta eso. — Peter suspiró, ganándose una risa ahogada de ella. — ¿Y qué hay de ti?— Hizo señas con sus ojos hacia el escenario. —Un par como aquellos podría sofocarte.

—Sí, excepto qué me tengo que ir. — Laura terminó su bebida e hizo una seña al camarero. —Además no es por eso por lo que estamos aquí.

—Sí, sí... sé que solo quieres obtener información para tu historia. ¡Santo Dios! ¿Acaso vas a ser una amargada para siempre?

—No soy una amargada. — Dijo fríamente. —Simplemente no pienso que una artista de striptease sea exactamente lo que estoy buscando para que sea mi pareja, eso es todo.

— ¿Quién habló sobre un compromiso de por vida?, estoy hablándote de llevarte a la Señorita de Enormes Tetas a tu apartamento y mecer su mundo por la noche. — Se apoyó hacia atrás y encendió un cigarrillo. —Vamos Laura. Tú necesitas más en la vida que solo tu ordenador y tus historias, tienes que admitir que ella es un digno y bonito paquete que admirar.

—Gracias pero no, Peter. Estamos bien aquí, puedo ver correctamente cada detalle. — Bebió el contenido dejando que el líquido quemara a través de su garganta.

—Es tu elección. — Moviendo la cabeza. —No está mal dejarse caer en el 'heno' de vez en cuando.

—Eres tan lujurioso, Peter. — Respondió con una sonrisa. —Estás viviendo con Michael, y andas corriendo de allá para acá como si fueras soltero. Deberías comprar condones por si acaso.

—Por lo menos yo no necesito que un calendario me recuerde cuando fue la última vez que tuve relaciones sexuales. — Laura le dirigió una mirada de te voy a matar pero el joven sonrió burlonamente y miró de nuevo hacia el escenario.

—Di lo que quieras querida. Yo digo que aun así te mueres por ella.

—No me muero por ella. — Resopló dándole un codazo en el brazo.

— ¿Entonces por qué no has encontrado una compañera nueva para tu apartamento? Sabes muy bien que no puedes mantener ese apartamento tú sola.

—Eres mi agente de alquiler, ¿cómo se supone que debo conseguir a alguien, si no muestras el apartamento?— Le replicó mientras agitaba su palillo para remover su bebida.

—No he podido encontrar todavía a alguien que cumpla tus altos requerimientos, Laura. No creo que ni el mismo Papa pueda cumplir con tus requerimientos.

— ¿Crees que estoy siendo irrazonable?

— ¿Irrazonable?— Peter tiró la cabeza hacia atrás y rió. —Quieres una persona que no fume, que no beba, un mes por adelantado de alquiler y aparte un mes de depósito, no mascotas, no niños, no...

—Ya entendí. — Se quejó. —No soy tan mala, pero tengo que ser capaz de poder vivir con esa persona. — Suspiró y cogió su bebida. — ¿No conoces a algún chico gay que esté buscando un lugar para vivir?

—No querrías a ninguno de los que conozco, créeme. — Sonrió sarcásticamente y dio un enorme trago a su bebida. —Son todos unos neuróticos o desesperanzados colgados de sus madres o sus ex’s.

—Oh, ¿quieres decir, cómo tu?— bromeó.

Peter fingió estar lastimado por un momento antes de sonreír abiertamente. —Bueno, al menos tengo a alguien que me lo haga y no solo una mano rosada y sus 5 amigos.

—Touché. — Laura dijo mientras miraba su reloj de pulsera. —Se hace tarde y tengo que encontrarme con el editor mañana temprano.

— ¿No te moverán tu fecha tope de entrega?

Laura negó con la cabeza. — ¿Tú crees que pediría un crédito de un millón de dólares y aparte pidiera más tiempo?— Se puso de pie y cogió su chaqueta. —Gracias por venir conmigo esta noche. — Recogió su cuaderno de notas y su bolso después Peter le ayudó a ponerse su chaqueta.

—Llámame tan pronto como puedas en cuanto tengas a alguien para el apartamento.

—Lo haré. — Mientras caminaban hacia la puerta Peter divisó una pizarra con docenas de tarjetas de anuncios sostenidas en el lugar por chinchetas multicolores. —Ah, eso es una buena idea. — Metiendo la mano en el bolsillo sacó una de sus tarjetas y la colocó en medio de la pizarra.


Entrando en su apartamento, Crystal echó sus llaves sobre la mesita de café e iba revisando su correo mientras se dirigía a la cocina. Correo basura . —Más cuentas. — Se quejó, y lanzó el montón de correo en el mueble de la alacena. Abrió el refrigerador para revelar tan solo algunos alimentos ya caducados y un brik casi vacío de leche. De pronto pensó en comprar algo pero ya era muy tarde y esa idea se esfumó. — ¡Maldición!— La artista de striptease abrió el congelador y sacó una pizza congelada y la metió en el microondas, tomó un vaso de cristal de la alacena antes de encaminarse a la sala de estar. Al lado del sofá estaba una botella medio vacía de whisky que había comprado la noche anterior. Crystal tomó asiento y llenó el vaso antes de alcanzar la pitillera y su encendedor. Inhaló el humo lentamente quemando sus pulmones, contuvo el aliento un momento antes de dejarlo salir lentamente. Casi instantáneamente sintió los efectos, su cuerpo relajándose bajo la influencia de la marihuana. Otra larga inhalación seguida por varios tragos de whisky. La stripper ya estaba demasiado colocada como para recordar la cena. Encendió la televisión, presionó los botones del control remoto hasta que encontró el canal de videos de música. Prestó poca atención a la pantalla dándole más importancia a su bebida y al porro que entumecía sus sentidos.

La nariz de Crystal notó un fuerte olor a humo que la hizo despertar de su inconsciencia. — ¿Pe- pero qué demonios? — Con su mente aun borrosa le tomo unos cuantos segundos más darse cuenta de que algo andaba mal. Para entonces el fuego del microondas se había propagado por encima de las alacenas y a través de la cocina. El fuego ya se había extendido demasiado como para poder apagarlo con un extintor. Crystal tomó una caja de cartón que estaba vacía y comenzó a llenar la caja de sus posesiones más preciadas; un trofeo pequeño, una figurilla de cerámica, un álbum viejo de fotos, una carpeta con sus documentos importantes y cuanta ropa podía salvar. Como acto reflejo colocó su cartera alrededor de su cuello temiendo no poder regresar después por ella. Y estaba en lo correcto.

El cuerpo de bomberos estaba ya allí, habiendo sido llamado por uno de los vecinos. Tan pronto como Crystal salió de su apartamento, los bomberos entraron con mangueras para apagar las llamas. La stripper miraba impotente como los raudales de agua entraban en su apartamento, salvando la estructura pero arruinando todo lo que había dejado dentro. Quería gritar o no volverse loca y eligió esto último. Después de meter su identificación y su dinero en los bolsillos, consiguió a alguien que le cuidara la caja con sus pertenencias por esa noche. Después de asegurarse de que no necesitaba nada más, Crystal se marchó en busca de un bar cercano.

La rubia stripper sacaba 25 dólares cuando un tipo corpulento pero agradable se acercó a ella.

— ¿Le puedo invitar a una bebida?

— ¿Acaso parece que necesito otra bebida? — Chasqueó. —Vete y desperdicia tus palabras en alguien más.

—Oye solo trataba de ser agradable. — Protestó. — Y observé que estabas muy sola…

— ¿Y no se te ocurrió que era porque quería estarlo? — Crystal golpeó su vaso vacío ruidosamente sobre la barra, captando la atención del camarero. El presunto conquistador se dio por vencido y regresó con sus compañeros mientras ella tomaba otra bebida.

—Última llamada. — El camarero dijo cuando se alejó. La stripper tomó su bebida tan rápido como pudo, después guiñó un ojo y dio una sonrisa al barman para obtener otra bebida más antes de que cerrara la barra.

Tambaleándose afuera con el aire nocturno, Crystal iba tropezando por el camino hacia su incendiado apartamento y al estacionamiento donde su coche estaba estacionado. Pasaría la noche en el asiento trasero de su auto, estando demasiado borracha como para notar el frío de la madrugada.


—No Laura, no he encontrado a nadie aún — Haciendo gestos con las manos como si ella estuviera ahí. —Pondré mañana un anuncio en el periódico, ¿te parece bien? Si, te llamaré tan pronto sepa algo... Ok bye. — Colgó el teléfono y se reclinó en la silla. —Por favor, tome asiento señorita. ¿En qué puedo ayudarla?

—Necesito un apartamento. — Contestó.

—Bien, usted ha venido al lugar correcto. — Sonrió y sacó una enorme carpeta llena de fotografías. — Tenemos varios apartamentos disponibles dentro de ocho complejos diferentes a todo lo largo de esta zona. ¿Lo está buscando amueblado o sin muebles, Señorita...?

—Sheridan, Crystal Sheridan. Estoy buscando uno que este amueblado. Pero tiene que ser por menos de $550 y que incluya los servicios comunitarios.

—Bien... — Peter dio su mejor sonrisa mientras juntaba sus manos. — Me temo que el más económico que tenemos es uno de un solo dormitorio y lo tenemos en $665.

—Oh. — Lanzó la tarjeta de presentación que había tomado de la pizarra en el club hacia el escritorio. —Buscaré en otra parte.

Notando la marca de la chincheta en la tarjeta, le tomó a Peter tan solo un segundo para darse cuenta por qué la rubia le parecía tan familiar. — ¡Espera!— Dijo excitadamente, agarrando con fuerza sus manos tratando de esconder su emoción. — ¿Estaría interesada en compartir un apartamento con otra persona? Sé que es absolutamente adorable, tiene dos dormitorios, balcón, terraza y cuenta con estacionamiento privado. Se renta en $450 y usted paga la mitad de los servicios públicos. — Abrió el cajón del archivero y sacó la carpeta del apartamento de Laura.

Crystal dudó. — No me llevo bien con compañeros de cuarto.

—Oh, ¡pero este es perfecto para usted!— Contestó. —La mujer que vive allí, Laura, es una escritora y pasa la mayor parte del tiempo encerrada en su dormitorio trabajando en su historia. — Tomó la hoja de papel leyendo las reglas que Laura pedía, lo miraba cuando Crystal sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo de su chaqueta de mezclilla. Sonriendo discretamente tiró la lista de Laura en la papelera que estaba a un lado del escritorio.

—Ella es muy tranquila. — Aseguró.

—Bien. No puedo vivir con alguien que este jodiendo por la más mínima cosa.

—Por supuesto que no. — Peter usó su pie para empujar lentamente la papelera bajo su escritorio. —Simplemente échele un vistazo a esto. — Acercó una de las fotos de la zona. — ¿Había visto usted alguna vez un lugar más impresionante?, justo aquí está la terraza, un lugar maravilloso donde puede tomar su desayuno hasta tarde los domingos y por aquí... — le mostró otra foto. —Esta es la mejor vista del lugar, los dormitorios están arriba así como también un baño completo. ¿Lo ve? Privacidad y comodidad, todo en uno.

—Aun no estoy segura— Crystal mordió su labio inferior y miró de nuevo las fotografías. El apartamento era mejor que el que había perdido y el costo era sustancialmente poco. — ¿Hay un cuarto de lavado en el lugar?

—Mejor que eso. — Señaló una de las fotos. — ¿Ve esas puertas con persianas? La lavadora y la secadora están allí. Lo único que necesita hacer es comprar su suavizante y su detergente. — Le señaló otra foto. — ¿Tenía usted un lavaplatos en su anterior apartamento?

—No.

—Los de mantenimiento acaban de instalar uno nuevo en este apartamento hace menos de dos meses. Seguramente una mujer tan ocupada como usted apreciaría la conveniencia de tener un lavaplatos y las facilidades del cuarto de lavado.

— ¿$450 y la mitad de servicios públicos?

—Exactamente. Por supuesto, solo necesita dar el primer mes y otro de depósito para mayor seguridad. — Dijo dulcemente.

Crystal suspiró y se levantó. —Esto simplemente no va a funcionar.

—P-pero… esto es perfecto para usted. — El hombre pelirrojo protestó mientras se ponía de pie. —He estado en este particular apartamento y déjeme decirle que es absolutamente primoroso. — Gesticuló con las manos exageradamente. — ¿Qué es lo que le ha parecido mal?

—No tengo tanto dinero.

—Si usted necesita una semana o dos, yo me aseguro de reservarlo para usted.

—No puedo esperar una semana o dos. Mi apartamento fue destruido por el fuego anoche. Necesito un lugar ahora.

—Oh pobre chica. — Peter suspiró mientras colocaba sus manos en su cara. Crystal giró sus ojos y comenzó abrir la puerta. —Espere. — Dio un paso rodeando el escritorio y cerró la puerta. —Estoy seguro que podemos solucionarlo. Puede darme en pagos el primer mes incluyendo el de depósito.

—Alcanzó de nuevo las fotos y se las volvió a mostrar. —Eche otro vistazo y dígame si acaso no es un apartamento de ensueño, ¿le mencioné que se encuentra a una distancia que se puede recorrer a pie hasta el supermercado y al lago Bragg?

Observar a Crystal mientras miraba las fotos, fue todo lo que Peter podía hacer para no reír nerviosamente por la emoción. — Antes de que decida el no aceptar, señorita Sheridan... Señorita, ¿no es así? — Sonrió mientras inclinaba la cabeza. —Vamos a echarle un vistazo, ¿le parece? — Sin esperar respuesta comenzó a marcar el número telefónico de Laura. Por suerte la escritora no estaba en casa. —Pues bien…— Dijo y colgó el teléfono. — Si gusta podemos ir en mi coche, estaremos ahí en 5 minutos. — Tomó la llave pegada con cinta adhesiva de la carpeta de Laura y la metió en su bolsillo.

—Llevaré mi coche— Crystal dijo firmemente.

—Um... seguro, está bien. ¿Podría usted traerme de regreso aquí cuando terminemos?

—Mi coche esta hecho un desastre. — Mintió. — Es mejor llevar ambos autos.

—Peter se encogió de hombros y sonrió. —Señorita Sheridan, le garantizo que usted adorará este lugar.

Una vez que llegaron al complejo, a Crystal no le quedó de otra más que estar de acuerdo con él. Cincuenta edificios se iban desplegando entre los árboles y caminos sinuosos ayudando a crear un sentido de privacidad entre los edificios. Siguiendo a Peter desde atrás. Estacionó su coche en el aparcamiento.

— ¿Alguna vez había visto un lugar tan exquisito? — Peter preguntó mientras ella salía de su coche. —Tenemos un equipo de mantenimiento de tiempo completo con solo hacer una llamada. — Le señaló el camino hacia la puerta principal. Al abrir la puerta dio paso a una sala de estar diseñada con buen gusto. Piezas de arte abstracto colgaban de las paredes y plantas de cactus adornaban cada mesa. El sofá y la silla que hacían juego estaban elaborados de suave cuero café y una televisión bastante formidable abarcaba la mayor parte del centro de entretenimiento.

—Laura tiene el mejor gusto en lo que se refiere a decoración. — Peter suspiró. —Veamos la cocina, ¿me acompaña?

— ¿Aquí es donde está la lavadora y la secadora? — Crystal preguntó mientras pasaban al lado de las puertas de persiana.

—Sí. Ahora mire por acá, señorita Sheridan. Éste es el sueño de cualquier chef. Tiene su estante de especias, y esta encimera tiene quemadores desmontables que usted puede sustituir por una plancha o parrilla.

—Nunca había visto una encimera que se pudiera hacer eso. — admitió, mirándola cuidadosamente. Una pared de la cocina tenía una gran puerta de cristal corrediza que daba acceso a una terraza cómodamente distribuida. Había una mesa redonda blanca con sus respectivas sillas acolchonadas.

—Esos árboles son en su mayoría roble y arce. — Peter dijo, señalando el medio acre de árboles que rodeaban el complejo del lago cercano. —Son muy bonitos en el otoño cuando cambian de colores.

—Uh-huh — Crystal contestó desinteresadamente mientras entraba de nuevo.

—Pues bien, supongo que ya no hay más que mostrarle excepto el dormitorio.

— Caminó hacia las escaleras. —Usted realmente adorará el balcón. — Puso su pie en el primer escalón y se detuvo cuando se dio cuenta de que ella no le seguía. — ¿Señorita Sheridan?

La stripper aun estaba parada en medio de la cocina asintiendo la cabeza con aprobación. — ¿$450 y la mitad de servicios públicos?

Esta vez Peter no podía contener su emoción. Juntó sus manos y sonrió ampliamente. — Ahora mismo iré por el contrato que está en el auto.

—Espere un momento. ¿No debería conocer a esta persona Laura antes de que tome una decisión?

—Pues bien... si usted siente que eso es realmente necesario... — Tomó la agenda negra al lado del teléfono y comenzó a hojear las páginas. —Estoy seguro que la señorita Taylor se encuentra ahora con su editor, le haré una pequeña llamada.

Pero Laura no estaba con su editor. Y tampoco estaba en casa de su hermano o de su madre, así como tampoco en los otros 12 lugares a los que Peter llamó. Crystal se ponía más nerviosa mientras el tiempo iba pasando. Peter le había dado el contrato de alquiler para llenarlo mientras esperaba y con cada pregunta la stripper se iba sintiendo más nerviosa, se había enamorado del lugar y estaba preocupada de que la escritora no la aprobara. El apartamento era 10 veces mejor que el que tenía. Cuando Peter salió a recoger los periódicos, Crystal fue arriba y encontró el dormitorio que esperaba pronto fuera de ella. Era mucho más grande de lo que había imaginado, con un baño de buen tamaño y una puerta de cristal corrediza que daba paso al balcón compartido con el dormitorio de Laura. A pesar de su aparente desinterés sobre la vista, Crystal se encontró esperando el poder despertar y tener la vista de los árboles y el cielo. Era un cambio positivo, ya que las vallas publicitarias y el muro de ladrillo habían sido la vista de su anterior apartamento.

Peter estaba a punto de darse por vencido cuando el teléfono sonó. — ¿Hola?

— ¿Peter?— La voz de Laura se escuchaba lejos. — ¿Qué pasa? Mi madre dijo que me has estado buscando.

— ¿Dónde estás?

—En un teléfono público en el centro. ¿Qué es tan importante y qué haces en mi apartamento?

—Tengo buenas noticias para ti. Encontré una compañera para tu apartamento, además le encantó el lugar. ¿Cómo de rápido puedes venir a casa?

— ¿A casa? Peter no puedo ir a casa ahora. Quedé en almorzar con Jenny y estaré en la escuela a las tres. ¿Podemos dejarlo para mañana?

—Realmente ella necesita ocupar el apartamento inmediatamente, su apartamento se incendió anoche.

—No me es posible ir ahora. — Suspiró y se frotó la frente. — ¿Comprobaste todas sus referencias y dio el depósito?

—Sí, sí, todo está correcto. — Mintió. —Querida, te garantizo que es perfecta para ti, quiero decir, que es una perfecta compañera de apartamento para ti.

— ¿Qué te parece más tarde por la noche?

—Eso sería demasiado tarde. Ella quizá buscará otro lugar y quien sabe cuánto tiempo pasará antes que pueda encontrar a alguien de nuevo. — Peter sabía que estaba apostando mucho a la suerte, pero tenía un buen presentimiento. —Laura, confía en mí.

—Nada de fumar, nada de beber, nada de música fuerte, nada...

—Nada de eso. — Le aseguró, mirando hacia el piso de arriba para cerciorarse que la mujer rubia no lo escuchara. —Creo que te sorprenderás de lo bien que se llevarán.

—Peter, debo irme ya. — Vaciló por un momento. — ¿Estás seguro que ella es lo que estoy buscando?

—Afirmativo. — Contestó entusiasmado.

Laura dio otro suspiro. —Supongo que tendré que confiar en ti —dijo— Pero si esto no funciona...

—Funcionará, funcionará. — Contestó rápidamente, escuchando que Crystal venía bajando las escaleras. —Esto es simplemente fabuloso, Laura. Le daré las buenas noticias a la señorita Sheridan. — Colgó el teléfono antes de que ella pudiese decir cualquier otra cosa. —Creo que Michael y yo mejor nos vamos a ese viaje a las montañas pronto.

— ¿Logró comunicarse con ella?

—No solo pude comunicarme con ella sino que también ya está todo arreglado, Laura me dijo, si tú la apruebas entonces está bien. Y si tienes cualquier pregunta acerca de ella, te puedo decir que la conozco de toda la vida. Si vienes conmigo de regreso a la oficina, concluiremos el contrato allí y te daré tu llave.


Era después del anochecer cuando Laura llegó a casa. La primera cosa que notó fue que el único cuarto que no estaba iluminado era su dormitorio. Oh no, no vas a dejar encendida cada luz en esta casa, pensó para sus adentros mientras se dirigía arriba por el pasillo.

Abriendo la puerta del frente, Laura se encontró asaltada por el olor de humo del cigarrillo. Una rubia estaba sentada sobre su sofá, un cenicero con varias colillas de cigarro y tres latas vacías de cerveza descansando sobre la mesita de café al lado de ella. —Tú debes ser Laura — dijo la mujer mientras se ponía de pie.

—Y tú debes de ser Crystal — la escritora contestó tendiéndole la mano. — ¿No quiero comenzar con el pie izquierdo o cualquier cosa pero Peter no te informó sobre las reglas?

— ¿Las reglas?

Laura subió su dedo índice y pulgar y pellizcó el puente de su nariz. —No permito fumar.

—Estas bromeando. — La artista de striptease recogió su cerveza y tomó varios tragos. —El señor 'amable' no me dijo nada acerca de no fumar o las reglas.

—Lo mataré. — Laura mascullada, golpeando con los dedos sobre el mueble. —Lo siento, pero eso es algo con lo que no puedo vivir. — Recogió las latas de cerveza vacías y caminó hacia el fregadero para enjuagarlas antes de meterlas en una bolsa de plástico y guardarlas hasta que puedan ser devueltas a la tienda para el reciclaje. —Bien, no es el fin de mundo. Siempre puedes ir a la terraza a fumar.

—Esto va a ser divertido — masculló Crystal. —Buscaré otro lugar mañana. — Bebió un largo trago de su cerveza y tomó el periódico. — ¿Te importa si miro tu periódico?

—Tómalo. — Laura abrió el refrigerador y miró dentro detenidamente. — ¿Aún no has comido? Tengo sobrante de ensalada de pasta... — No vio la cara de náuseas que puso Crystal por la sugerencia. —... tofu, perros calientes o pizza.

— ¿Eres una fanática de la salud?

—Creo en comer comida que no destruye mi cuerpo. — Colocó la caja de cartón en el mueble del mostrador. —La pizza es de Pizzas Shed.

—Ya he probado algo de ahí— dijo Crystal, levantándose del sofá y cruzando hasta el otro lado del mostrador. — ¿Qué hay en eso?

—No mucho, champiñones, pimientos, hierbas— Laura bromeó, riéndose de la mueca de disgusto en la cara de la rubia. —Solo estoy bromeando. Los champiñones y los pimientos, eso todo. — Abrió la caja y le mostró a Crystal. — ¿Una o dos?

—Dos, me muero de hambre. — La artista de striptease colocó sus codos en el mostrador y usó su pie para colocar la pierna sobre el taburete cercano de la barra. —Gracias.

—De nada. — La escritora se limpió las manos en el paño para secar los platos. —Intentemos esto de nuevo. Soy Laura Taylor.

—Crystal Sheridan.

— Así que… Crystal, Peter mencionó algo acerca de un incendio— Colocó las pequeñas pizzas dentro del horno y lo encendió. Al ver el asentimiento de la rubia ella continuó. —Eso es una lástima. Tuvimos un incendio cuando yo era niña. ¿Estabas allí cuándo ocurrió?

—Estaba durmiendo.

—Tuviste suerte de sobrevivir.

Crystal contestó gruñendo una respuesta ininteligible y trató de alcanzar otra cerveza. — ¿Sabes dónde se encuentra la calle Humphrey?

— ¿Creo que está cerca de la calle Unión, por qué?

—Hay un dormitorio disponible anunciado en el periódico.

—Uf, no te gustaría estar en Humphrey.

—Debo ir a donde mis posibilidades me lo permitan —dijo Crystal simplemente. —Mira, si el señor 'amable' me hubiera dicho cualquier cosa acerca de no fumar, no habría aceptado el apartamento

—Debió haber sido un descuido por parte de Peter. Deja que ponga mis manos sobre él... —Dejó el pensamiento sin terminar. —Podemos llegar a un arreglo.

— ¿Cómo qué? Yo fumo y tú no quieres a un fumador.

—Hagamos un trato. Tú puedes fumar en la terraza y el balcón, simplemente no adentro.

— ¿Quieres decir que si me apetece un cigarro en la mañana tengo que vestirme y salir fuera a la terraza?— Crystal negó con la cabeza. — Conseguiré una de esas cosas con filtro de aire pero yo debería poder fumar en mi dormitorio si quiero.

—Pero en ningún otro lado más — Laura le advirtió. — ¿Él te comentó que sería la mitad en todos los servicios públicos y que pagarías por tus llamadas de larga distancia?

—No te preocupes. No tengo un año de edad para hacer montones de llamadas telefónicas.

—Muy bien, haremos la prueba y veremos cómo va. — Cerró el horno y señaló la alacena lejana. — ¿Me podrías pasar por favor los platos?

Minutos más tarde estaban sentadas en la terraza, comiendo pizza. Laura tomó un sorbo de su vaso de agua y recorrió con la mirada a la mujer sentada enfrente de ella. Crystal estaba sumamente callada, sólo se escuchaba el sonido del periódico procedente del lado del mostrador. Había algo vagamente familiar en la rubia para Laura pero no podía recordar de donde. — Pues bien Crystal — comenzó —, yo soy escritora. ¿A qué te dedicas?

—Soy... bailarina — contestó.

— ¿Oh?, ¿ballet?

Crystal resopló y se encogió de hombros. —Algo parecido. — En ese momento su busca sonó. Tomándolo de su cintura, la artista de striptease lo sostuvo y miró ceñudamente el conocido número desplegado. —Necesito usar el teléfono.

—En la sala de estar al lado del sofá — dijo Laura. Cuando Crystal dio la vuelta, la escritora se sintió obligada a mirar los pantalones vaqueros que marcaban perfectamente su bien formado trasero y bien torneados muslos. Fue entonces cuando pudo recordar por qué la rubia le parecía tan familiar. La artista de striptease. Oh Peter, esta vez estas realmente en problemas.

La llamada duró sólo algunos minutos pero eso fue suficiente para que Laura se terminara su pizza y metiera su plato en el lavaplatos. — Tengo algo que escribir así que, que pases buena noche — dijo mientras Crystal colgaba el teléfono. — Por favor asegúrate que todas las luces estén apagadas y las puertas estén cerradas.

—Buenas noches.

Crystal observó como su nueva compañera de apartamento subía las escaleras, dejándola sola. Tomando su pizza y su cerveza del mostrador, cogió el control remoto y se dejó caer sobre el sofá. Pasaba los canales mientras mordisqueaba su pizza, finalmente dejándolo en una comedia. El programa no le pareció interesante y cambio al canal de surf. —Maldición.

— El control aterrizó en la mesita de café y la lata de cerveza fue rápidamente vaciada. Un cigarrillo había sido encendido sin pensar y solo después de darle varias caladas recordó las reglas de Laura.

Maldiciendo otra vez, Crystal entró en la cocina, tomó las dos últimas latas de cerveza, y abrió la puerta de cristal corrediza. Sentándose en una de las sillas plásticas blancas, la artista de striptease puso sus pies en la verja de hierro y se quedó mirando fijamente hacia el oscuro cielo. ¿Qué diablos estoy haciendo aquí? No puedo estar viviendo con la Señorita Perfecta. Lanzó el cigarrillo lejos y abrió una cerveza. A lo lejos un búho echó gritos como saludo para las otras criaturas de la oscuridad. Tragando rápidamente, Crystal bebió con glotonería la mitad de la lata antes de entrar de nuevo. Buena noche para emborracharse, pensó amargamente. Se percató que Laura había dejado la puerta abierta del balcón porque podía escuchar a la otra mujer mecanografiando en el ordenador. Bebiendo toda su cerveza, Crystal estuvo parada ahí un momento y luego entró.

Laura escuchó la puerta corrediza de cristal cerrarse, seguida al poco tiempo por el sonido de unos pasos en las escaleras. Su puerta estaba entreabierta, y vio a la rubia pasar de largo con una lata de cerveza en su mano. Genial, probablemente tiene problema con la bebida. Suspirando fuertemente, negó con la cabeza y devolvió su atención a su historia. Solo logró escribir algunas frases antes de que el sonido de muebles moviéndose de un lado a otro la perturbara de nuevo. No voy a poder avanzar en mi trabajo con todo ese ruido. Apartándose del ordenador Laura se levantó y caminó hacia el dormitorio de Crystal. — ¿Necesitas ayuda? — Preguntó a través de la puerta cerrada.

—No, ya lo tengo todo resuelto — vino la respuesta.

—Bien, buenas noches entonces. — Esperó algunos segundos por una respuesta antes de regresar a su cuarto. Una vez adentro, cerró la puerta y tomó el teléfono. Marcando un número ya conocido, Laura esperó después de varios timbrazos antes que el contestador respondiera.

—Hola, somos Peter y Michael. No podemos atender el teléfono ahora, por favor deje un mensaje... BEEP .

—Peter, soy Laura, sé que estás en casa así que contesta el teléfono. — Esperó un momento, luego continuó. —Bien. Llámame en cuanto puedas. Es muy importante. — Colgó por un momento el aparato receptor, luego lo levantó de nuevo y marcó otro número. Esta vez fue respondida por una voz agradable.

— ¿Hola?

—Hola Jenny, soy Laura.

— ¿Hola cariño?, ¿qué pasa?

— ¿Estás ocupada?

—No, realmente no, solo miraba la televisión. ¿Sucede algo?

Laura miró hacia la puerta. —No puedo hablar de esto por teléfono. ¿Puedo ir a tu casa?

— ¿Pasa algo malo? ¿Laura, te encuentras bien?

—Estoy bien, Jen, solo necesito hablar.

—Está bien, puedes venir. Aquí estaré.

—Gracias, te veo en quince minutos o un poco menos. — Laura se despidió y colgó el teléfono. Pensó en decirle a Crystal que saldría pero decidió no hacerlo. Ella lo sabrá cuando escuche la puerta cerrarse. Comenzó a atarse sus zapatos de lona y se puso su playera de mangas cortas azul claro.


Laura estacionó su Jeep en el camino de acceso, sonrió cuando vio la luz exterior encenderse y Jenny abría la puerta principal. Ellas habían terminado hace ya dos años y habían quedado como buenas amigas que compartían una relación muy especial que con solo una ex-amante se puede compartir. Jenny era terapeuta y acudir a ella era un lugar seguro para Laura donde poder ir a desahogarse de sus cosas. — Me alegro que estés en casa. No creerías lo que me ha pasado. — Decía mientras se acercaba a la puerta.

— ¿Qué pudo haber pasado en el transcurso entre el almuerzo y ahora? — Jenny preguntó mientras entraban en la casa.

—Voy a matar a Peter. — Se sentó en el sofá, doblando su pierna debajo de ella mirando a su ex amante, quien se sentó al lado opuesto. —No creerás lo que hizo.

—Creo que te consiguió a una compañera de apartamento...

Laura bufó. — ¿Una compañera de apartamento? Una compañera de apartamento del infierno, tal vez. Ella fuma y toma cervezas en su dormitorio por la noche.

— ¿Una fumadora?— Jenny negó con la cabeza. — ¿En qué estaba pensando? ¿No le dijiste que necesitabas a alguien que no fumara?

—Por supuesto que se lo dije. Le di una lista muy explícita de las reglas. — Pasó sus dedos por su pelo oscuro y suspiró. —Ella es una stripper.

— ¿Una stripper? ¿Quieres decir una chica 'me quito todo y colócame el dinero en la entrepierna', ese tipo de stripper?

—Exactamente — Laura contestó.

— ¿Y esto es lo que te tiene tan molesta?

—Es que simplemente no va a funcionar.

— ¿Y ya estas tan segura de ello con tan solo un día?

—No empieces con tus cosas de psicología conmigo, Jen — le advirtió la escritora. —Sólo me tomó algunos minutos en realidad. — Colocó su mano en la rodilla de Jenny, un gesto ya común entre las ex-amantes. —Nunca dice por favor y le sacas con trabajos un simple 'gracias'.

—Así que no es para nada 'la Señorita Educada'. ¿Sabe que eres gay?

Laura negó con la cabeza. —Creo que no, a menos que Peter le dijese.

— ¿Y tiene esta compañera del infierno un nombre?

—Crystal.

—Bien, ve el lado bueno de las cosas. Si Crystal es una stripper, tal vez te dará una función privada. — Jenny bromeó ganándose un golpe repentino en el muslo.

—No empieces. Esto es serio.

—Para mí también lo es. — La terapeuta estuvo de acuerdo, rozando con la yema de su dedo ligeramente el antebrazo de Laura.

—Sabes que no hay una ley que diga que las ex amantes no puedan dormir juntas de vez en cuando.

—Es verdad. — Jenny estuvo de acuerdo. — ¿Pero piensas en realidad que es buena idea?

—Oh, pienso que es una espléndida idea. — Laura dijo con voz ronca, arrastrándose por el sofá hasta que sus labios estuvieran cerca de la oreja de su ex-amante. —Considéralo como una manera de recordar viejos tiempos.

—Debería de considerar mejor que estás excitada — Jenny contestó.

—Pues bien, la falta de sexo no fue nunca un problema en nuestra relación, si mal no recuerdo. — La escritora continúo presionando y mordisqueando el lóbulo de Jenny. Su voz tomó un timbre muy sensual. — ¿Qué te parece compartir tu cama conmigo esta noche, hmm?

—Diablos, odio cuando utilizas ese tono de voz — Jenny contestó, contrayendo sus labios.

—Sí, ¿qué más puedo decir? — murmuró, bajando sus dedos desabrochando los botones de la blusa de Jenny. Pronto separó la blusa revelando una suave y blanca piel, sus pechos eran demasiado pequeños para perder el tiempo con un sostén. Laura la estiró en el sofá y comenzó a recorrer con sus labios a lo largo de la clavícula expuesta. De pronto sintió como los dedos de Jenny se enredan en su cabello guiándola hacia abajo. — ¿Estas algo ansiosa no es así Jen?

— ¡Deja de bromear... oh!— Cualquier otra cosa que la terapeuta hubiera querido decir se esfumó cuando unos labios suaves se cerraron alrededor de su pezón y comenzaron a succionar.

Laura gimió sobre el seno con el que estaba jugando y presionó su cadera contra el cuerpo que se retorcía debajo de ella. —Extrañaba esto — murmuró, besando el camino a través del pecho de Jenny para lamer y besar el otro pezón. Sintiendo como tiraba fuertemente de su blusa, se levantó y dejó que la terapeuta vagara un poco con sus manos.

—Seguro no vas a dejar que se arrugue, ¿verdad?

Laura dejó de desabotonarle la blusa y miró hacia abajo a su ex-amante. — Sabes que no me gustan las arrugas. — Quitándose la blusa, la plegó pulcramente y la colocó en la mesita de café. El sostén fue el siguiente, doblando las copas una dentro de la otra. Jenny se quitó su ropa superior completamente y la lanzó a través del cuarto.

—Sabes que odio eso. — Dijo Laura, mirando con intención la blusa arrugada.

—Y yo odio la manera en que tú tienes que doblar todo. — Jenny peinó con sus dedos el cabello negro de Laura.

—Soy un poco neurótica con esto, ¿no es así?— Se volvió a recostar dejando que sus labios se rozaran. — ¿Cómo pudiste vivir conmigo?

—Bueno, pudiste haber tenido otros defectos peores que ser una compulsiva obsesiva.

— ¿Es eso como ser anal retentivo?— La escritora bromeaba mientras presionaba su muslo entre las piernas de Jenny, complacida por el gemido resultante. Plantó besos a lo largo de la mandíbula de la terapeuta hasta que sus labios encontraron una oreja enmarcada por cabello suave castaño. — Pienso que podemos encontrar algo mejor hacer que buscar los defectos de cada una. ¿No cree usted, mi pequeña analista?— Laura flexionó sus músculos para ejercer más presión.

—S-si, tienes toda la razón. — Jenny estaba de acuerdo, su aliento sonaba con jadeos entrecortados. —No más bromas.

—Creí que te gustaban las bromas. — Laura sonrió maliciosamente antes de bajar sus labios hasta el seno de su ex-amante. —Bromas y más bromas.


Crystal gemía y se revolcaba en su cama durante varios minutos hasta que la pesadilla se hizo demasiado intensa y despertó aterrorizada. El corazón le latía aceleradamente, miró alrededor en la oscuridad, momentáneamente confundida por el ambiente desconocido. Los números rojos del reloj despertador la alumbraron, mostrándole que era muy tarde. Maldición, no, esta noche no . Silenciosamente suplicó para que el sueño no siguiera eludiéndola. Frustrada, se enderezó y trató de alcanzar sus cigarrillos y encendedor. Segundos más tarde el humo gris formaba remolinos alrededor de su cabeza. Es solo porque es mi primera noche en un lugar nuevo , se dijo a sí misma. El pensamiento no le sirvió de nada a Crystal para relajarse y se encontró encendiendo la lámpara, permitiendo que la ligera luz pálida alejara las sombras y le ayudara a disipar su miedo. Miró el reloj de nuevo. Creo que Laura no regresará esta noche . Apagó su cigarrillo en el cenicero, abrió el cajón de su mesita de noche y sacó una pequeña pipa de metal y algo de incienso. Después de asegurar el incienso, lo encendió. Crystal llenó la pipa con marihuana que tenía escondida en una pequeña lata. El deseo de despejar sus sentimientos era demasiado fuerte como para resistirse. Su organismo finalmente se relajó bajo la influencia de la droga, las imágenes de su pesadilla se iban disipando. Tenía la vista ya nublada y con el dorso de su mano se limpió con enojo a través de sus ojos mientras las lágrimas comenzaban a caer.

Habían pasado casi dos meses desde la última pesadilla y había tenido la esperanza de que desaparecieran para siempre. Debí haberlo imaginado . Pensó amargamente mientras volvía a llenar el pequeño tubo. Las pesadillas… los recuerdos que las causaban habían estado con ella por más de doce años ya y Cristal temía que nunca la dejaran. La droga le pegó duro después de su tercera calada y cuando por fin llegó el sueño a la stripper, lo hizo ya sin las pesadillas.


Laura llegó a casa a la mañana siguiente encontrando a Crystal sentada en la terraza, fumándose un cigarrillo y leyendo el diario de la mañana. —Buenos días.

—Buenos días— la stripper contestó, colocando el periódico en la mesa.

Laura miró ceñudamente de manera fortuita las secciones del periódico por la forma revuelta en que estaban apiladas. ¿Por qué nadie pone las cosas de la forma en las que estaban antes? Reflexionó silenciosamente. — ¿Has terminado con este?

—Sí. — Crystal dio una larga calada de su cigarrillo soltando el humo a través de la verja de hierro. — ¿Oye, te importaría si compro una cortina nueva para el baño? No me gusta la que tienes.

—Um... seguro. — Laura se encogió de hombros. —Esa sólo tiene algunos meses de uso.

—Sí pero no puedo soportar todas esas flores y holanes. — La stripper se levantó y metió su paquete de cigarrillos en el bolsillo de sus vaqueros. — Escogeré una nueva esta tarde de camino al trabajo.

Mirándole los pechos ciñéndose contra de la blusa de algodón, Laura se sonrojó ante el recuerdo de Crystal haciendo oscilar sus pechos para el público en el Tom Cat Club. — ¿En donde trabajas?— Preguntó, esperando iniciar una conversación entre las dos.

—En el centro — Crystal contestó, tomando el resto de su café.

Laura dejó que evadiera la conversación, teniendo sospecha de que el tema seguro no le era nada cómodo a la joven mujer. —Compraré tacos esta noche para la cena. ¿Te gustaría que comprara algunos para ti también?

—Naa, no me gusta la comida de conejo. — Crystal miró su reloj de pulsera. — Me tengo que ir.

—Bien, que tengas un buen día. — Laura recibió un gruñido como respuesta de la stripper mientras le pasaba por un lado y entraba al apartamento. No puedo creer que accedí a esto , pensó para sí. Sus ojos miraron el desorden sobre la mesa. Crystal había dejado ahí su taza de café, un plato lleno con migajas, una toalla de papel arrugada y el periódico desorganizado. Incapaz de dejar todo en completo desorden, Laura llevó los platos al lavaplatos y puso en orden el periódico. Cuando se sirvió una taza de café, observó una marca que dejó la taza en el mueble de la cocina. — ¿Te cuesta tanto tomar el paño y limpiar el mueble? — Laura murmuró maldiciones por varios minutos mientras limpiaba el mueble y la cocina. Cuando terminó su tarea, descolgó el teléfono y llamó a la oficina de Peter solo para enterarse que había tomado el día libre. Entonces marcó a su casa.

—Hola, somos Peter y Michael. No podemos contestar el teléfono ahora, por favor deje un de mensaje... BEEP .

—Peter, ¿dónde estás? Llámame en cuanto puedas. — Al no conseguir desahogarse con la persona que quería, Laura llamó a la oficina de Jenny.

—Tienes suerte de que la señora Cranston haya cancelado. — Jenny dijo cuándo Laura entró en su oficina. —Tengo cuarenta minutos disponibles antes de mi siguiente cita. ¿Qué pasa?, ¿sigues teniendo problemas con tu compañera sacada del infierno?

—Ella me vuelve loca, Jen. La mujer no conoce el significado de la limpieza más que de ella misma. — Laura se dejó caer en el sofá y suspiró. —Revolvió todo mi periódico y apuesto a que es alérgica a meter los platos sucios al lavaplatos.

Jenny asintió con la cabeza, conociendo muy bien la obsesión de su ex-amante de limpiar. — ¿Ella es realmente una haragana o simplemente no es tan limpia y ordenada como tú lo eres?

—No le estoy pidiendo que limpie el piso todos los días — la escritora se defendió. — Pero, ¿la mataría pasarle un trapo al mueble de la cocina? Deberías de haber visto el cuarto de baño. — Sin darle oportunidad a Jenny a interrumpir, Laura continuó. — ¿Tú debes suponer que ella tendría que poner su toalla colgada en la barra justamente diseñada para eso, no es así? No, claro que no. Ella la dejó tirada arriba del cesto de ropa. No es que no hubiera en cualquier otro sitio una barra para colgar la toalla.

Jenny cerró sus ojos, no queriendo realmente preguntar. — ¿Qué había en la barra?

—Las braguitas, si es que se le pueden llamar braguitas al triángulo con un hilo dental. ¿Cómo puede estar a gusto con aquello metido entre su trasero de cualquier forma?

—No pienso que esos sean diseñados para la comodidad, Laura. Son probablemente para su trabajo.

—No me importa, no deben estar colgados en la barra para las toallas.

— ¿Preferirías que colocara una cuerda para tender la ropa y los colgara por allí? Obviamente no son de la clase que deban meterse en una secadora. No todo el mundo lleva puestos suaves braguitas blancas de algodón — Jenny razonó. Laura miró ceñudamente por las lógicas y obvias palabras de la terapeuta.

—Pues bien, pero ella no los puede dejar por allí — dijo finalmente, calmando su agitación.

—Entonces sugiérele alguna parte donde las pueda colgar. Si no después colgara su ropa mojada sobre la cortina para la ducha. ¿Qué otras cosas horribles hace?

—Piensas que estoy siendo irrazonable, ¿no es así?

—No estás siendo irrazonable, Laura. Tienes algunos puntos válidos. Especialmente en que Crystal no recoge su propio desorden. Sin embargo, tienes que ser un poco flexible. Ella paga ahora la mitad de las cuentas también. Ya no puedes tener el completo control del apartamento.

— ¿Sabes?, voy a matar a Peter cuando lo encuentre.

—Lo sé — Jenny dijo, sabiendo que no era una amenaza en serio. Peter y Laura habían sido amigos desde la escuela secundaria, cualquier cosa que se hicieran uno al otro siempre se perdonaban Así que no se te ocurra molestarla por la ropa interior en el cuarto de baño.

Laura suspiró con resignación. —Muy bien, pero ella tiene que ser más responsable y recoger sus cosas. No voy a ser su criada personal.

— ¿Va a estar allí mañana por la noche?

—No sé — Laura se encogió de hombros. —No había pensado en eso. Creo que tal vez estará trabajando.

—Deberías investigar eso antes de que todo el mundo llegue. — Jenny sonrió burlonamente. —O por lo menos le deberías advertir sobre tu madre.

Laura puso sus ojos en blanco y gimió. —Por dios la reunión, lo había olvidado, ahora todo mundo será testigo. ¿Te puedes imaginar que diría mi madre si se entera de que vivo con una stripper?

—Enloquecería... probablemente sería peor que cuando se enteró de lo nuestro. — Dijo Jenny. — ¿Y hablando del diablo, sabe que iré?

—No. Pero creo que no se sorprenderá por tu presencia. Sabes qué tienes un lugar muy especial en su corazón.

Jenny dio un resoplido burlón. —No empieces, Laura. Sé muy bien que tu madre tiene sus costumbres muy arraigadas y nada le hará cambiar su manera de pensar. Voy sólo porque Bobby espera que esté allí.

—Y dime, ¿qué le compraste?

Jenny sonrió. — ¿Te acuerdas de esos altavoces para el sistema estéreo que quería para su coche? Pensé que eso haría un gran regalo de graduación.

Los ojos de Laura se ensancharon. —Estás bromeando. Eso te tuvo que haber costado más de 200 dólares.

—Doscientos ochenta y siete, realmente. — Jenny se encogió de hombros. — ¿Qué puedo decir? Le dije que si se lucía en sus exámenes de física, le regalaría algo especial.

—No me extraña que haya estudiado tan duro. Mamá y yo le dijimos que nada de altavoces.

—Bueno, tu madre le compró ese ordenador y la impresora.

—Y yo le compré los programas que necesitaba para tenerlo todo listo.

—Excepto por su acceso al internet, su dirección de correo electrónico y un suministro ilimitado de todas las chicas solteras de todas las universidades del país — Jenny agregó.

—No creo que tenga que buscar mucho por una novia, Jen. Ya tiene a bastantes llamando a casa de mamá, ¿cómo una docena de chicas por noche buscándole?

—Te lo dije, ¿recuerdas? ¿Cuándo tenía trece años de edad y sus cejas comenzaron a oscurecerse, no te dije que las chicas irían todas sobre él?— La terapeuta sonrió satisfecha. —Hay algo en ustedes los Taylor que las mujeres no podemos resistir.

— ¿Sí? ¿Entonces por qué estoy aun soltera?— Laura preguntó con una sonrisa.

—Porque la señorita correcta no ha llegado todavía. ¿Quién sabe? Tal vez tú y Crystal...

—Ni siquiera lo pienses. — La escritora advirtió. Un golpe rápido en la puerta fue seguido por la secretaria de Jenny abriendo la puerta y asomando su cabeza adentro.

— ¿Señorita Foster? Su cita de las once en punto está en la sala de espera y parece muy angustiada.

— ¿En serio? — Jenny levantó sus cejas en sorpresa. Miró en su reloj de pulsera y notó que su cliente había llegado media hora antes de su hora habitual. La terapeuta sonrió disculpándose con Laura. —Creo que mejor aquí terminamos nuestra conversación. Te veo mañana por la noche.

—Ok cariño. — Se dieron un beso y un abrazo rápido antes de que Jenny acompañara a Laura a la salida de su consultorio y enseguida entró la señora Duncan toda llorosa.


Laura estaba sentada delante del ordenador, borrando el montón de correo electrónico sin contestar cuando escuchó el sonido de la llave abriendo el cerrojo en el primer piso. Una mirada rápida en el reloj en la esquina inferior de la pantalla le dio la hora, solo algunos minutos faltaban para la media noche. Salió de su cuarto y bajó las escaleras, entró en la cocina y vio que Crystal tomaba una cerveza del refrigerador.

¿Acaso no bebes otra cosa? Laura pensó antes de hablar. — Ejem. — Esperó a que la stripper volteara a verla para continuar. — ¿Vas a trabajar mañana por la tarde?

La rubia abrió la lata y tomó varios tragos antes de contestar. —No. ¿Por qué?, ¿necesitas el apartamento para algo por la noche?

—Mi hermano pequeño se gradúa del bachillerato con honores y le daremos una cena mañana por la noche. — Laura tenía muy claro en su mente, las estrictas reglas de su madre en relación a las reglas de etiqueta y luchó contra el deseo de no tener que presentar a su familia a su nueva compañera de apartamento. Y al final, la formación que le dio su madre de ser educada ganó. —Eres bienvenida por supuesto. No es nada formal, son solo mi hermano, mi madre y Jenny. No sé si Peter y Michael vendrán. No lo he podido localizar últimamente. — Laura hizo una nota mental de intentar volverlos a llamar.

—No te preocupes por eso — Crystal agitó su mano despectivamente. La lata fue a sus labios otra vez para varios tragos más. —No me gustan las comidas familiares de cualquier manera. Me haré la desaparecida. — Se volteó de nuevo y abrió el refrigerador, tomando las otras tres latas de cerveza. — Mierda. — maldijo suavemente, recordando que tenía pensado de camino a casa parar en algún súper para comprar más cerveza. Recordó el poco dinero que traía en el bolsillo y se resignó a tomarse solo las tres cervezas esta noche. Pasó rozando a Laura y con rapidez subió las escaleras, encerrándose en su cuarto sin decir otra palabra a la escritora.

Crystal’s heart, B.L. Miller ©