Copas para tres
No me gustaba ese pueblo tan frío Segoviano, la estancia iba a ser corta dos o tres meses, pero al final se prolongó más de un año. Conchi y yo nos adaptamos y al regresar a nuestra Andalucía echamos de menos a Diego que tan bien no lo pasamos con él. Cosas de la vida y de este trabajo tan viajero.
Por entonces eramos un matrimonio treintañero liberal desde hacia ya un tiempo y cumpliendo siempre nuestras fantasias sexuales que eran amplias por nuestra bisexualidad versatil tanto ella como yo. En aquel pueblo nunca ibamos a pensar que ibamos a tener una aventura de las nuestras hasta que apareció Diego.
Vívía dos calles más alla de nosotros, pero trabajaba en una peluquería de señora al lado de nuestra casa. Me gustó el chaval cuando lo ví, era guapo pero amanerado, se cuidaba bastante bien. Conchi iba con cierta frecuencia a la peluquería y le dije que se fijará en el, no le hizo mucha gracia pero sabía que a mi me ponía ese tipo de hombres. Una tarde de un sabado salí a tomar un café y lo ví con otro chaval más o menos de su edad algo más de 20 años, al llegar a su altura los saludé y le eche una mirada de esas que clavan los ojos y me puse al lado de ellos. Diego se giró y me sonrió preguntadome, eres el marido de Conchi verdad, si le respondi con una sonrisa picara, nos saludamos y entramos los tres en una conversación trivial y de cosas comunes pero yo le seguía persiguiendo sus ojos y el se daba cuenta. Al irse los dos y haciendome un saludo de despedida le guiñé un ojo a Diego y el me lo devolvió tambien, al cerrar la puerta del bar me miró nuevamente, aqui hay tema pensé, como así fue a las pocas semanas.
Sabía que después de salir de la pelu iba a esa cafeteria con su amigo, y yo tomé la determinación de hacer cocincididr con él, se tomaban algo hablabamos y se iban los dos, hasta que un día su amigo se fue antes y el se quedó. No me corte y le pregunté que si era su pareja, el me respondio que como sabia yo que me gustaban los hombres, la verdad me quedé avergonzado pero el salió al paso y con una sonrisa me dijo que era un follaamigo, yo me empepecé a reir y al mismo instante me preguntó si a mi me gustaban los hombres yo le contesté que a mi me gustaba él. Le toqué el pernil de su pantalón sigilosamente y me preguntó que si tenía sitio, le contesté que en mi casa, el un poco escandaloso y con voz baja, y tu mujer? participaría que te parece.
Quedamos al día siguiente, yo preparé la situación con Conchi, que se puso una batita blanca transparente con su melena morena estaba guapisima. A las 8 de la tarde tocaron al timbre era Diego. Salió Conchi a recibirlo, pasa Diego, se sentó en el sofá y preparamos tres copas de ron. Empezamos hablar de la vida, del sexo incluso del amor, hasta que yo rompi el hielo y empece a besar a Conchi que se abrió de piernas para que el viera su tesoro. Empece al mismo tiempo a masturbarla tendida en otro sofá para que ella solita siguiera mastubandose. Me puse de pie desnudandome hasta quedarme desnudo, Diego seguía sentado en el otro sofá caliente con ganas de actuar, y así fue de rodilla empezo a mamarmela dulcemente. Conchi se percato y entre los dos me la mamaban por tiempos. Pusé de pie a Diego y lo desnude mientras Conchi le besaba la boca. Totalmente desnudo Conchi se atrevió a rodillarse y a mamarsela a Diego, se le puso gorda de inmediato tenía una buena tranca yo me agache para metermela tambien en mi boca. Uffffffff fue un momento unico.
Lo pusimos a Diego de culo y mientras Conchi le comia su culo para lubricarlo yo me puse un preservativo para follarlo, que culito más lindo, se quejó al principo pero le gustaba, mientras que Conchi por debajo nos comia los genitales, no pude aguantar más se la saque y empece a follar la boca de Diego hasta que le solté mi semen que compartimos entre los tres. El seguía empalmado lo tumbamos le puso Conchi un preservativo y se lo follo gozando como una zorra en celo.
Nos terminamos la copa de ron, y Diego le entró las prisas que se tenía que ir, este fue nuestro primer encuentro en aquel frio pueblo Segoviano pero Diego sabía entrarnos en calor a Conchi y a mi.