Convirtiendome en una puta

Mi amigo se convirtio en mi chulo.

A los 17 años había muchas cosas que no entendía bien. Por ejemplo, la insistencia de mis tías en criticar la ropa que usaba. Que si la falda era muy corta; que si la blusa era demasiado transparente; que si iba a terminar de puta…etcétera, etcétera.

Por más esfuerzos que hacía para complacerlas o al menos para evitar sus comentarios muchas veces ofensivos, todo parecía inútil. Cada vez se empeñaban más y más en hacerme sentir lo peor de lo peor.

Estaba harta, quería decirles que si, que quería terminar acostándome con el que me lo pidiera o mejor aun, que iba a ir a una esquina y cobrar por que me cogieran. La verdad es que no me atrevía a decirles algo así pero ya me tenían el hígado lleno de bilis.

Con todos esos comentarios terminaron por sembrar una semilla de curiosidad en mi mente.

Huérfana desde los ocho años y sin hermanos a quienes recurrir para depositar mi confianza, me armé de valor para platicar de esas cosas con mi amigo Mariano, ocho años mayor que yo.

-¿Mariano, crees que me visto muy vulgar?

-Claro que no, te vistes como cualquier chica de tu edad.

  • ¿Porqué mis tías insisten en que me visto muy provocativa?

-Tus tías son unas solteronas empedernidas, me extraña que no usen hábito.

Finalmente me armé de valor para hacerle la pregunta que más me interesaba.

-¿Tu crees que voy a terminar como una puta?

Mariano me miró desconcertado, por unos momentos no supo qué responder. Finalmente habló pero noté un temblor en sus palabras.

-No les hagas caso, claro, como ellas nunca se acostaron con un hombre. Además esa es una decisión que solo tu puedes tomar, no dejes te hagan la vida de cuadritos.

Después de esa charla nuestra amistad se hizo mucho mas estrecha, solía recurrir a él para quejarme de las groserías de mis tías. Sus palabras me habían dado mucha confianza sin imaginar que eso daría un giro a mi vida.

Con la amistad, fue creciendo mi curiosidad Cada vez le preguntaba cosas más íntimas. La realidad de las cosas es que me calentaba con solo preguntarle cosas.

-Mariano, dime ¿qué es sexo oral?

-Mira, eso es cuando la mujer o el hombre hacen caricias en el pene o en la vagina pero con la boca.

-¿Tu crees que alguien me quisiera hacer eso algún día?

-Estoy seguro que si, seguramente habrá más de uno que quiera hacértelo Karla.

Me gustaban sus respuestas claras y también me gustaba que cuando me escuchaba no podía reprimir su excitación. Mi curiosidad había aumentado tanto que terminé rentando películas xxx y viendo revista pornográficas como una adicta.

Un día de tantos, después del colegio Mariano me invitó a tomar un helado.

-Karla, hay algo que quiero decirte pero por favor no te ofendas, ¿esta bien?

-Claro, dime.

-Mira…mmmm…¿como decirte?....

Sus tartamudeos me provocaron una ternura inmensa, parecía estar perdido en medio de un desierto. Sonreí y le pedí que me dijera lo que fuese con toda la confianza del mundo.

-Es que no sé cómo lo vas a tomar.

-Solo dilo y si es algo malo, simplemente lo olvidamos ok?

-Ok, verás, cometí la indiscreción de platicar con alguien de ti.

-¿A qué te refieres?

-Bueno, es solo que le comenté a un amigo que me haces preguntas muy indiscretas y…este

En ese punto me sentí de veras enojada con Mariano.

-Dime Mariano, que diablos le has dicho a tu amigo.

-No te enojes Karla, solo le dije que eras una chica con muchas dudas y

-¿Y que? -Mi enojo era muy evidente así que se apresuró a terminar de declarar su fechoría.

-Bueno, me dijo que si tú quisieras, él podría aclararte tus dudas en la cama, ¡claro que pagaría!

Sus últimas palabras fueron como una cubetaza de agua helada. Simplemente me levanté y me dirigí furiosa hacia la puerta. Cuando estaba a punto de cruzarla escuché algo más.

-¡Por favor, piénsalo!

Llegué a la casa con ganas de romper todo y ese estado de ánimo me duró toda la semana. Sin embargo, al llegar el fin de semana algo muy extraño me sucedió.

Soñé que estaba en una esquina vestida con una minifalda súper corta, Medias caladas, zapatillas muy altas y un top. Tenía una gargantilla barata y estaba demasiado maquillada. Un auto se detenía a mi lado y por la ventanilla se asomaba Mariano y me decía:

-¿Cómo va la noche Reina?

-Mal mi amor.

-No te preocupes cielo, te acabo de conseguir tres clientes que pagan bien solo que vas a tener que hacerlo con los tres al mismo tiempo y durante toda la noche.

-Lo que tú ordenes papacito.

Me desperté totalmente confundida y excitada, nunca pensé que la idea de ganar dinero vendiendo mi cuerpo estuviera tan metida en mi cabeza. Ese fin de semana sentí tuve pensamientos contradictorios. Por un lado me consideraba una chica decente y pero por otro, sentía que dentro de mi había una puta dispuesta a todo con tal de satisfacer su necesidad de placer.

El lunes siguiente encontré a Mariano. Él no me miraba a los ojos desde nuestra charla en la cafetería. Me acerqué a su oído y simplemente le dije una palabra:

-ACEPTO

No dijo nada, una sonrisa se dibujó en su rostro después de salir de la sorpresa.

Dos días después, me dio un paquete y un papelito que simplemente tenía una dirección y una hora: las siete de la tarde. Al final estaba escrita una frase que me tranquilizó un poco "Yo voy a estar en la puerta"

Llegué a mi casa con el corazón desbocado y ansiosa de saber qué contenía el paquete. Lo abrí y fui poniendo sobre la cama su contenido:

Una tanga de hilo dental color rojo, Un brassiere con hoyos a la altura de los pezones, rojo también, Una minifalda que apenas llegaba al nacimiento de las nalgas, Unas medias caladas muy parecidas a las de mi sueño, unas zapatillas de taco muy alto y finalmente, una blusita negra muy corta y estrecha. Me vestí en menos de cinco minutos y me miré al espejo. No podía creer lo que veía. Estaba convertida en una puta de verdad. Caminé frente al espejo mirándome por todos los ángulos adoptando posturas que me hacían sentir muy cachonda.

Esa tarde pedí permiso a mis tías poniendo como pretexto que iría a hacer la tarea a casa de una amiga.

Me bañé muy bien, me vestí con la ropa que me había dado Mariano y encima me puse otra ropa, una falda muy larga que llegaba a mis tobillos, un suéter negro de cuello alto y tenis.

Al salir, mis tías que tejían en la sala me miraron con un gesto de aprobación y mi tía Consuelo me dijo:

-Vaya, hasta que te vistes como una muchacha decente.

Sonreí para mis adentros y apreté contra mi pecho la mochila en donde llevaba mis zapatillas.

Abordé un taxi y al llegar a mi destino el corazón me volvió al pecho al ver a Mariano sentado en la escalera de unos apartamentos muy alejados de la zona donde yo vivía.

Cuando se fue el taxi me dijo con una sonrisa de oreja a oreja:

-¡Pareces una monja!

Reímos de su chiste. Con todo descaro (aunque a decir verdad no había nadie en la calle) me dijo que me quitara esa ropa que llevaba encima. A plena acera me quité la faldota y el suéter, me deshice de los tenis; me puse las zapatillas y quedé convertida en mi nueva personalidad. Mariano me miró e hizo un gesto de aprobación.

-¿Estas nerviosa?

-Mucho.

-No te preocupes, piensa que es una venganza contra tus tías. Querían una sobrina puta y eso van a tener.

Entramos al edificio y nos acercamos a un de las muchas puertas. Mariano tocó y mientras abría un hombre de edad media, sentí que quería correr y largarme de ahí pero el brazo de Mariano me tenía bien sujeta.

-Pasen, dijo el hombre muy emocionado.

Una vez dentro, ellos se alejaron un poco. Vi que charlaban y el hombre le extendió unos billetes. Mariano se acercó a mí y dijo con una sonrisa.

-No tengas miedo, yo voy a estar afuera, si algo no te gusta, gritas ok?

Asentí con la cabeza y el hombre y yo nos quedamos solos.

-Vaya, de manera que tú eres Rocío.

Mariano nunca me había dicho que tenía que cambiar mi nombre pero entendí que era una medida de protección.

  • S… Si señor.

-Mmmmm, pues estás mejor de lo que me imaginaba. ¿Puedes darte una vueltecita?

Muerta de la vergüenza, caminé unos pasos y giré mientras él veía con lujuria mi cuerpo.

-Me gusta tu atuendo, pareces una profesional pero tienes la inocencia de un ángel.

-Gracias.

-Vas a hacer buena carrera, yo te voy a recomendar muy bien con algunos amigos que tengo, tienen mucho dinero y podrías ahorrar mucho antes de retirarte. Creo que Mariano ha hecho un buen trabajo.

Lo miré extrañada, presentí que Mariano no me había dicho la verdad todo al menos no me había toda la verdad.

  • Disculpe, ¿Qué le dijo Mariano exactamente?

  • -Él me dijo que querías convertirte en prostituta de categoría. ¿Me mintió?

Imagino que mi cara se puso roja del coraje una vez más. Mariano era un verdadero hijo de puta. Sin embargo, ya no podía (¿o no quería?) echarme para atrás.

-N… no, es cierto.

-Ok, olvídate de tu amigo y acércate.

-Si.

  • Déjame ver….mmmm. Tienes buenas tetas. Mientras decía esto puso sus manos encima de mis pechos. Acarició mis pezones por encima de la tela y no pude evitar un estremecimiento.

  • ¿Usted cree?

  • Claro, estás muy desarrollada. Ahora por favor, camina un poco y levanta la mini, quiero ver qué culo me voy a comer.

Sus palabras surtían un efecto explosivo en mí. Camine dos o tres pasos y volteé al mismo tiempo que levantaba un poco la minifalda.

-¡Muy bien, ese culo pide a gritos una verga!

Se levantó y me pidió que me quitara la blusa.

Su expresión fue de verdadera sorpresa al ver el sostén con los huecos que dejaban ver mis pezones. Inmediatamente vino hacia mí y comenzó a chuparlos con verdadero deleite provocándome una oleada de placer. Sus manos agarraban mis nalgas con fuerza y empezó a morder mis pezones sin piedad. Empecé a gemir por esa mezcla exquisita de dolor y placer.

-Ahhhh…despacio por favor. Mi súplica fue ignorada.

-Lo hago por tu bien preciosa, tienes que acostumbrarte a esto si quieres ser una buena puta.

-Mmmmm, es que me duele

-No te voy a lastimar mamita, solo relájate.

Colocó una mano entre mis piernas y otra entre mis nalgas Sus dedos luchaban por entrar en mi vagina que para entonces estaba empapada, separé las piernas y empezó a meter primero uno, luego dos y finalmente tres dedos Mis manos empezaron a buscar su bulto, lo acaricié y empecé a desabrochar su pantalón. Unos momentos después, un enorme animal brotó y empecé a acariciarlo. Era grande. Me gustaba tenerlo entre mis manos. Moví mis manos hacia arriba y hacia abajo, quería hacerlo bien. Me susurró al oído:

-Eso es….sabes hacerlo muy bien preciosa… ¿Se te antoja? ¿Quieres meterlo en tu boca y mamarlo preciosa? Dime, ¿quieres tener esta verga para ti solita?

Mis palabras brotaron sin pensarlo dos veces.

-Si, quiero.

-Muy bien nena, en este negocio hay que saber hablar sin inhibiciones. Vamos, pídeme la verga.

No sabía cómo dar ese tremendo paso, una cosa era desearla y otra pedirla tan explícitamente.

-Vamos, que no te de pena.

-Por favor, ¿me dejaría chupársela?

Estalló en una carcajada.

-Ja ja ja parece que estás pidiendo un libro en la biblioteca nena… Vamos, puedes hacerlo mejor.

Cerré los ojos y me armé de valor.

-¡Quiero mamarte la verga!

Él me miró con sorpresa y sonrió. En ese momento sentí que mis palabras me liberaban por completo. Era como si el solo haberlas dicho me diera un poder que no conocía hasta entonces. Lo miré a los ojos y me alejé un poco. Empecé a moverme lascivamente acariciando mis pechos y mis nalgas, arqueando la espalda para resaltar la redondez de mi culo. Me volví de espaldas y le ofrecí mis nalgas.

-¿Quieres que sea tu puta no?

Me recargué en una mesa y separé las piernas mientras movía el culo rítmicamente. Me incliné y separé mis nalgas con las manos, la tela de mi tanga se incrustó estimulando mi concha y mi ano. Estaba fuera de mí. Con la mano derecha separé la tanga quedando al descubierto mi panocha empapada de deseo y mi culito nunca antes mancillado. En esos momentos sabía que había nacido para ser la más putona de las mujeres. Para ofrecerme a los hombres sin reservas.

Me puse a gatas y me acerqué a él.

-Vamos, déjame mamar tu palo.

Se deshizo de sus pantalones en menos de un segundo y de inmediato lo atrapé con los labios. Nunca imaginé que en mi boca cupiera tanto. Sus manos en mi cabeza hacían que su enorme pene entrara y saliera a placer.

-Eres una puta nena, Desde que entraste por esa puerta supe que lo traías en la sangre, ¿te gusta la verga verdad?

-Si, me encanta.

-Trágatela toda.

-Ahhh

Unos minutos después me levanté y me quité la minifalda. De espaldas a él podía sentir su tranca entre mis nalgas mientras me apretaba las tetas.

Se inclinó recorriendo cada milímetro de mi espalda, llegó a mis nalgas y las besó mientras sus dedos exploraban entre ellas. Puse mis manos en las rodillas para facilitar sus caricias, Su lengua recorrió cada centímetro y mientras una mano separaba mis nalgas la otra apartaba la tela de la tanga. Lamía mi panocha como un experto. Me mordí los labios pues el calor que ascendía por mis piernas era inmenso. Después su atención se fijó en mi culito, sentí cómo lo abría asegurándose de que nunca había sido poseído. Me quité las zapatillas.

-Vamos putota, mueve ese culo, dijo mientras comenzaba a juguetear con mis orificios metiendo y sacando lengua y dedos.

Las piernas se me doblaban de puro placer. Había perdido la noción del tiempo. En ese momento solo quería tener en mi vagina algo grande y duro.

-Por favor, métemela. Mis palabras sonaron como una súplica

-¡Repítelo!

-No me hagas sufrir….¡cógeme!

-No lo haré hasta que me lo pidas como lo que eres, una zorra caliente.

-Mmmmmmm, ¡no puedo mas. Por favor, dame esa verga. Quiero que alimentes mi sexo!

Me tendí sobre el piso y abrí las piernas. Me deshice de la tanga quedando solo en el brassiere y las medias y comencé a acariciarme la vagina. Él me ordenó:

-Levanta las piernas. Así lo hice llevando las rodillas hacia los hombros. Se acercó lentamente y comenzó a chuparme. Levanté los pies hacia el techo disfrutando de su magistral mamada. Cuando parecía el orgasmo se separó y se dispuso a penetrarme.

Muchas veces me había masturbado con plátanos o zanahorias pero definitivamente, no hay nada como una buena verga. Mis gemidos aumentaban su excitación. Empezó a bombear lentamente y poco a poco subió la velocidad provocando mi primer orgasmo.

  • Ahora voltéate.

Me puse en cuatro patas y él me tomó por las caderas. Sentí su tranca buscando mi panocha y cuando halló la entrada la metió de un tirón provocándome un dolor exquisito.

-Ahhh, así…mmmm más….

-¿Así puta? ¿Te gusta? ¿Eh? Vamos, dilo nena.

-Si…me gusta…quiero que me cojas como una verdadera puta.

Siguió bombeando y de pronto sentí un dedo húmedo acariciando mi culito. La caricia me excitó muchísimo y me preparé para el paso siguiente. Empezó a penetrarme el culo con el dedo y se salió de mi vagina.

-Ahora te voy a dar por el culo puta.

Acercó la cabeza a mis nalgas, pude sentir su aliento. Empezó a lamer y chupar mi culo con tanto ímpetu que cuando se dispuso a penetrarlo yo estaba sin control. Puse los codos en el piso y abrí el culo lo más posible.

El dolor fue inmenso cuando me comenzó a penetrar, quise gritar, me mordí el puño casi hasta sangrarlo. Después de unos instantes se detuvo y me recuperé un poco. Llevé la mano a mi clítoris y mientras él volvía a la carga empecé a masturbarme.

-Mmmmm, me vengo. Sus movimientos se detuvieron y se salió de mi culo. En el momento en que llegaba mi segundo orgasmo, sentí un chorro tibio de esperma en mi espalda.

Durante una hora más me hizo la mujer más feliz del mundo y finalmente nos despedimos.

-Gracias. Mi agradecimiento fue auténtico.

-Por nada preciosa. Cuida ese cuerpo nena, con él puedes hacer buenos ahorros.

Afuera estaba el cínico de Mariano, me sonrió y no dijo nada. Pensé en reclamarle por todas sus jugarretas pero finalmente creo que solo había leído mis pensamientos. Caminamos calle abajo buscando un taxi.

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