Convirtiendo a Marta en una Ama 2
Marta comienza a ser la dómina que quiere ser
Capítulo 2
Satisfecho de cómo iban las cosas con Marta me puse en contacto con ella por la tarde.
- Veo que te lo pasaste estupendamente ayer. ¿No es así?
- Si Amo, fue fantástico. ¡¡¡UFFF!!! No había follado nunca tanto. Parecía como si Alfredo no tuviera límite. Increíble.
- Me alegro, porque vamos a seguir trabajando en su sumisión.
- Ha surgido un problema Amo, me ha dicho que tiene que salir de viaje toda la semana, la verdad es que estaba programado desde hace tiempo pero se me había olvidado.
- No pasa nada. ¿Le haces tú normalmente la maleta?
- Sí, Amo
- Pues sigue mis instrucciones.
- ¡Una semana de descanso! Amo
- Eso no te lo crees ni tú. Al revés, esta semana vas a tener más ocupaciones que nunca. Te envío mis órdenes por correo. Y ahora, dime. ¿Cómo te sentiste?
- Insuperable, Amo. Me daba un poco de miedo porque no sabía si Alfredo me iba a gustar vestido de mujer o me iba a dar un bajón al verle, pero en cuanto puse los ojos sobre esa nueva persona, ¡Uf! Me dio un vuelco el corazón. Estaba buenísimo. Y miraba al suelo con una carita…. Aunque su polla miraba al techo.
En fin que me puse como una moto
- Ahora aparece Marta la bisexual.
- No, Amo, Era Alfredo. Yo creo que me puse como una moto porque era Alfredo y le estaba humillando. Si es verdad que en las ocasiones que tuve sexo con mi amiga, de jovencita, disfrute, pero no creo que por eso se me tenga que definir como bisexual.
- Dime una cosa ¿Ayer, cuando bailabas con tu amiga Laura te excitaste?
- Estaba excitadísima pero creo que era por lo morboso de la situación. Yo sabía que iba a pasar, mejor dicho, que iba a intentar que pasara y eso hacía que estuviera toda la noche excitada.
- ¿Y qué sentiste cuando notaste sus tetas en contacto con las tuyas?
Se quedó callada un momento y me contestó:
- ¡Touché! Me encanto, notaba hasta sus duros pezones.
- Supiste porque tenía duros los pezones ¿No?
- Claro, Amo, Porque estaba tan excitada como yo. La verdad es que fue una pasada de noche. La mejor de mi vida con diferencia.
- Pues a ver si seguimos igual. Te llamaré.
Después de hablar con ella, me puse a redactar mis órdenes porque esta vez eran bastante diferentes. Hasta ahora habíamos jugado a su juego: Dominar a su marido. Ahora pasábamos a jugar al mío.
En los siguientes días recibí sus correspondientes correos en los que me contaba cómo iban las cosas. Y que resumo:
Hola Amo:
Cuando recibí sus órdenes me quedé un poco confundida pero decidí tirar para adelante. Tal y como me dijo, hice las maletas de Alfredo y preparé también mi maleta. Por la mañana le dije a Alfredo que iba a pasar estos días con mi madre así que le llevé al aeropuerto y después me dirigí a la que había sido mi casa hasta que me casé. Es un bonito chalet en una urbanización muy cercana a donde vivo yo ahora con más de 300 m2 y un jardín inmenso con su piscina.
Al llegar, deje la maleta en el recibidor y anuncié en voz alta mi llegada:
- ¡Hola, Mamá!
Mi madre salió de la cocina, todavía en bata y me dijo.
- Hola, hija, ¿Qué sorpresa! No te esperaba.
- Hola Mamá, - le dije dándole dos besos – Alfredo ha salido de viaje toda la semana y he decidido venir a vivir aquí estos días para ver si te enderezo un poco.
- ¡Hay hija! ¡Qué cosas dices! Si ya he empezado a ir al gimnasio. ¡Anda! Coge la maleta, sígueme y vamos a tu cuarto – dijo dándose la vuelta.
- ¡Espera Mamá! Antes contéstame a una pregunta. Si hubiera venido con Alfredo ¿Dónde hubiéramos dormido?
- Ya sabes que os hubiera dejado mi dormitorio para que estuvierais más cómodos.
- ¿Para que estuviéramos más cómodos o para que estuviera más cómodo Alfredo?
- ¡Ay, Hija! ¡Ya estamos con lo mismo!
- Si. Así que vamos a tu cuarto que es donde me voy a instalar.
- ¡Pero hija!
- Mamá. Coge la maleta y sígueme. – Le dije utilizando las mismas palabras que ella me había dicho.
Dejamos la maleta sobre la cama y mi madre me dijo:
Déjame un rato a solas que voy a recoger mis cosas y así las puedo llevar al otro cuarto.
- No hace falta mamá. Te dejaré entrar a recoger lo que quieras – le contesté mientras abría el cajón de su mesilla.
- ¡Noooooo! – gritó mi madre
Desde que usted me ordenó que lo hiciera, no entendí muy bien porque debía abrir el cajón de la mesilla sin darle tiempo a mi madre a tocar nada pero en cuanto lo abrí lo tuve muy claro. Un gran consolador destacaba sobre todo lo que había en el cajón.
Lo primero que pensé es que la palabra consolador y madre no podían ir juntos en la misma frase. Hasta ese momento no me había imaginado a mi madre desde el punto de vista sexual. ¡Claro que sabía que tendría sus necesidades! pero no me lo imaginaba así. Estaría deprimida pero una parte importante de la depresión era por sus necesidades sexuales. ¡Qué ciegos somos los hijos!
- ¿Y esto? - Dije mientras me daba la vuelta para encararme con mi madre.
Estaba totalmente roja. No podía más con la humillación que le suponía el verse sorprendida por su hija.
- ¡Tienes que entender, Hija! Tengo mis necesidades.
- Vete al salón y espérame que quiero pegarme una ducha e instalarme.
- ¡Hija! Yo…
- Ahora hablamos.
Cuando salió cabizbaja lo primero que pensé es que usted lo había planeado todo para que viera a mi madre desde el punto de vista sexual. Era lo lógico que una viuda tuviera al alcance de la mano un consolador. ¡Qué tonta era! ¿Cómo no se había ocurrido? Y ahora, siguiendo sus instrucciones debía buscar en su vestidor. ¿Qué me iba a encontrar?
La búsqueda no fue larga, cuando habíamos dormido en el dormitorio de mi madre siempre me había sorprendido que hubiera una zona más vacía y que no estuviera todo lleno por igual, así que al entrar y ver que la zona que yo siempre había visto vacía, estaba llena de cajas y ropa, hizo que empezara mi búsqueda por ahí.
No daba crédito a lo que encontré. Toda clase de ropa sexi, ¡Bueno! más que sexi, porno. Esposas, fustas y toda clase de objetos para el bdsm. ¡¡¡Mi madre era una masoca!!! Y claro ¡Mi padre debía ser su Amo!
Mi corazón iba a estallar. Tenía ganas de llorar. Entonces me acordé de su misterioso mensaje, Amo. En su último mensaje había un archivo adjunto que según sus instrucciones tenía que imprimir y leer cuando estuviera muy confundida. Fui a mi bolso y cogí el papel para leerlo.
Hola Marta:
Si has abierto esto supongo que estás en el dormitorio de tu madre y que has descubierto todos sus secretos. Supongo que estarás en estado de shock pero creo que debes tranquilizarte y leer tranquilamente.
Cuando empezamos esta relación y me contaste como era tu familia intuí que tus padres eran una pareja a los que les encantaba las relaciones de dominación y sumisión y que de hecho habían intentado que educarte como a tu madre pero que tenías los genes de tu padre y que eras una autentica Domina, aunque claro, por tu educación, también tenías una parte sumisa.
Habiendo entendido esto, fui a varios de los clubs de bdsm de la ciudad para intentar ver si tus padres habían frecuentado esos sitios. La verdad es que tengo muchos y muy buenos amigos en la comunidad bdsm de la ciudad y enseguida encontré la pista de tu padre. Para resumir te diré que tu padre solía ir bastante por los club, pero tu madre nunca. Varios amigos suyos me dijeron que siempre iba allí acompañado y que no solía repetir demasiado la compañía. Todos se sorprendían porque normalmente no es fácil encontrar pareja en este mundillo y lo normal es que la gente esté tiempo con la misma pareja.
Un amigo suyo me dijo que tu padre decía que para sumisa ya tenía a su mujer, que lo que le gustaba era someter a gente que ni se imaginaba que lo era. Que si sospechaba que alguien era sumiso no podía dejar de intentar dominarlo.
Sabiendo que tu madre era también su sumisa pregunté en las tiendas de los clubs si solía comprar artículos de dominación y me dijeron que era un buen cliente. Así que estaba claro, o tu madre había tirado todo a la basura y por lo que me habías contado eso no era probable o en su casa estaba todo. A sí que ahora entenderás porque no quería que te compraras nada.
He pensado mucho si tenía que decirte todo esto. Siempre he pensado que sí, que tenías derecho a saberlo, a entender porque eres así, que le pasa a tu madre, etc. Pero sabía que si te lo decía no lo ibas a creer, que necesitabas pruebas y sobre todo que necesitabas estar sola cuando lo encontraras para aclararte tus ideas
Te recomiendo que salgas a pasear a la calle, vayas de compras, te des un homenaje en un buen restaurante y pienses, sobre todo pienses.
Cuando quieras ya sabes dónde estoy.
¿Tu Amo?
Antes de nada Amo, si, sigo considerándole Mi Amo, quiero darle las gracias por cómo ha manejado esto todo este follón, hacer que le enviara a mi madre al salón para que estuviera sola cuando me enterara de cómo eran mis padres, el darme toda la información para que no elucubrara de más, el explicarme que mi padre era un golfo (la verdad es que eso ya lo intuía) pero que quería de verdad a mi madre, es decir, darme todos los elementos del tema para poderlos meter en la coctelera de mi cabeza y poder decidir qué hacer, creo que ha sido lo mejor. No puedo hacerme una idea de que hubiera sido si solo hubiera visto una parte. También tengo que decirle que durante una buena parte del día de hoy le he odiado por romper todos mis esquemas. No creía que fuera tan difícil este camino a la dominación. De todas formas le voy a decir que paso porque tiene tela.
Leí la nota dos veces, me arreglé, fui al salón, le dije a mi madre que volvería a la noche y me fui.
A la noche volví con la mente totalmente despejada. Sabía lo que quería y Usted me iba a ayudar a conseguirlo. Me había llamado Alfredo quejándose de que había olvidado ponerle en la maleta calzoncillos y calcetines y le dije que mirara bien porque tenía una bolsita con tangas y medias de medio muslo que es lo que tenía que usar. Se quejó sin mucho énfasis y le colgué.
Durante todo el día había intentado odiar a mi padre pero no había podido conseguirlo. Al final decidí que era yo como él, quería y mucho a Alfredo, pero cada vez que pensaba en dominar a alguien, me ponía como una moto. Durante todo el día me imaginé dominando a gente. A Alfredo claro, a Laura, a la secretaria de mi padre y claro ahora de Alfredo a la que mañana tenía que visitar siguiendo sus órdenes, a las dependientas de las tiendas que veía, estuve casi una hora en una zapatería con una dependienta muy mona que a mis pies me ayudaba a ponerme los zapatos ¡Uhmmm! Y todas estas fantasías me ponían como una moto. Si, definitivamente, quería ser Dominante.
Como bien sabe, durante la tarde le llamé a usted, Amo, para decirle que había tomado la decisión y que me diera instrucciones.
Al entrar en casa de mi madre me la encontré todavía en bata y con la cara de haber llorado.
- Deja de llorar, vete al baño, dúchate, arréglate, vístete como solías hacer con mi padre y ven al salón. Tarda lo que tengas que tardar pero esmérate.
- Ah. Y antes ponme una cerveza. Le dije con una sonrisa para tranquilizarla.
- Vale – dijo y se subió al baño
Cuando volvió del baño venia realmente guapa. Era mi madre y nunca me había fijado en ella como mujer pero era un espectáculo. Su cuerpo perfecto, sus grandes pechos, sus labios carnosos, sus largas piernas, todo decía: ven y cómeme. Si además de eso le añades el traje que traía, negro, reluciente y muy ajustado con un escote donde casi se le escapaban unos magníficos senos, unos zapatos de casi 12 cm. de tacón y un maquillaje que acentuaba todos sus rasgos, el resultado era impactante.
Cuando entro en el cuarto, me levante y cogiéndola de la mano la lleve hasta un espejo de cuerpo entero que hay en el comedor. La coloque enfrente del espejo, yo me puse detrás sujetándola por las caderas y asomando la cabeza por encima de su hombro, le pregunte mirándole a los ojos a través del espejo:
- ¿Qué ves?
- Veo a una estúpida viciosa que ha hecho el mayor de los ridículos delante de su hija.
- ¿Pues sabes que veo yo? A una de las mujeres más guapas y sexis que haya conocido jamás, a una mujer bandera, a una mujer que siempre le ha gustado el sexo y la vida, que ha disfrutado entregándose y sometiéndose al hombre de su vida en cuerpo y alma y que cuando él se fue se ha quedado sola y desamparada, sin saber ni qué hacer ni a quien servir, porque eso es lo que sabes hacer, servir y entregarte.
Me miro a los ojos a punto de empezar a llorar y le dije
- Ni se te ocurra llorar por que se te va a estropear la obra de arte que has hecho en tu cara.
Sonreímos las dos
- Por cierto, ¡Vaya pechos te gastas! – le dije acariciándoselos suavemente. – Cuando estaba yo ¿los escondías o qué?
- Tu padre era muy estricto con eso. Tú no podías saber nada de nuestra sexualidad. Como estudiaste fuera y no parabas nunca en casa eso nos permitía cierta libertad pero estando tú en casa tenía que ser como una monja. – Me sonrío con tristeza.
La volví a coger de la mano y la llevé hasta el sofá donde nos sentamos.
- A ver, cuéntame – le dije – y ella sencillamente me entregó esta carta, se levantó y salió de la habitación.
-
Hola Marta:
Hoy has descubierto todos mis secretos y me he quedado desnuda y humillada frente a ti. Has salido corriendo y no sé qué pensar ni, sobre todo, que pensarás tú de mí. Escribo esto porque es lo que me gustaría que supieras y no voy a saber decírtelo a la cara. Quiero que aparte de la cara más cruda de mi vida que es la que has visto en mi dormitorio, hay otra cara de amor y pasión que dadas las circunstancias creo que debes conocer. Voy hacer un ejercicio de enfrentarme conmigo misma y con mi vida para que puedas, si no aceptarme, al menos entender el porqué.
No sé si me atreveré a entregarte la carta, lo haré dependiendo de cómo vuelvas, si es que vuelves a verme. Si no te la entrego ahora la guardaré para que algún día puedas leerla. De todas formas te lo advierto, voy a ser muy cruda con la revisión de mi vida y si no quieres leerlo lo entenderé. También quiero que sepas que ahora dependo de ti y necesito que conozcas como soy.
Mi vida, hasta que murió tu padre, siempre ha sido muy feliz, siempre he tenido a alguien hiciera que me sintiera protegida, que era el sentimiento que yo más valoraba y para conseguirlo he dado lo que tenía, a mí misma. Me he sometido a todo aquel que me quisiera y me protegiera, siempre he deseado obedecer y satisfacer a todos los de mí alrededor. Primero fueron mis padres, tus abuelos, tú no les conociste demasiado porque murieron cuando eras una niña. Los dos eran muy dominantes y siempre me estaba mandando y yo encantada hacia todo lo que me decían. La verdad es que también eran muy cariñosos y tuve una infancia feliz.
Después fueron mis amigas, visto desde la perspectiva de ahora, siempre me estaban, lo que ahora se llama chuleando, pero también tengo un buen recuerdo de ellas. Hasta que termine el colegio fui una niña feliz. Al llegar a la universidad, como siempre, busque quien me podría proteger y la encontré rápido. Al llegar al colegio mayor tuve que compartir habitación con una chica muy guapa y dominante que se llamaba Lola. Lola me tomo entre sus alas y me protegió en los primeros meses de la universidad. Éramos muy buenas amigas e íbamos siempre juntas a todo. Un día que habíamos bebido un poco de más, todo se desmadró en el dormitorio y pasé de estar cobijada bajo sus alas a estar cobijada bajo sus piernas, pero a mí no me importó, consideré que era lo normal, ella me protegía por lo que tenía derecho a que yo me entregara totalmente a ella.
En 4º de carrera conocí a tu padre, Lola se acababa de echar también novio y me dio “permiso” para salir con tu padre, aunque a veces me seguía utilizando.
Con tu padre todo cambió el me enseñó todo lo que sé, a vestirme, arreglarme, sentirme orgullosa de ser su chica, él me decía como tenía que comportarme, como tenía que hacer el amor… bueno, para que vamos a engañarnos, tu padre follaba, y me enseñó a follar. Fueron unos años formidables. Yo era su puta, como siempre me llamo y el resto de las mujeres zorritas a las que había que enseñarles quien mandaba. Si, tú padre, iba a decir que se tiraba a todo lo que se moviera, pero era más que eso. Sometía a las mujeres con mucha facilidad. Sabía siempre con quién podía intentarlo y con quién no. No sé cómo lo hacía pero tenía una habilidad especial para detectar a las sumisas.
¿Y tú se lo aguantabas? Te preguntarás. Mira, tu padre me tuvo satisfecha toda mi vida y él necesitaba la caza de sumisas como si fuera energía para su motor. Nosotros follamos o mejor dicho, me folló casi todos los días que duró nuestra relación y los que no lo hizo fue porque estaba castigada a no tener sexo. También te he de decir que yo era su ayudante en la caza, su compinche. Cuando el detectaba una sumisa me lo comentaba y nos lo pasábamos bomba pensando cómo conseguir la pieza y que hacerle. Cuando volvía me contaba cómo había ido todo y disfrutábamos de unas noches apoteósicas. Alguna vez me llevaba de caza pero siempre si terminábamos en casa, porque no le gustaba nada que se me viera a mí por los sitios a donde las llevaba. Yo también le daba ideas sobre mujeres que yo iba conociendo y que creía que nos podían servir y él a veces las ponía a mi servicio.
En fin Marta, no quiero meterme en más profundidades pero quiero que sepas que lo que has visto hoy en mi cuarto no es sino, el resumen de una vida muy feliz, vivida con la persona más maravillosa del mundo, tu padre, mi Amo.
La carta me dejo pensativa. Al final era un poco la vida que yo quería con Alfredo. Una vida en la que se uniera la felicidad con el sexo más excitante.
Me levante y fui a buscarla. La encontré en mi antiguo dormitorio.
- Vete al salón – le ordené con una sonrisa
Yo me dirigí a mi habitación y cogí el consolador de la mesilla, lo metí en una bolsa y me fui al salón. Ella había preparado unas cervezas y me esperaba de pie, guapísima
- Mama, hoy ha sido un día enloquecedor y quiero que sentemos las bases de cómo nos vamos a llevar a partir de ahora. Para eso debes entender que yo soy dominante, o al menos estoy aprendiendo a serlo. Alfredo es mi sumiso, y a mí, como a mi padre me gusta la caza de sumisas. Para sumisos ya tengo a Alfredo y vosotras las sumisas me dais mucho morbo.
- Quiero que te arrodilles y si lo deseas te declares como mi sumisa.
Ella se arrodillo y me dijo:
- Ya soy tu sumisa Marta, tú eres la que me quiere y protege así que por ti haré todo lo que me pidas. Me aceptes o no soy tu sumisa.
- A partir de ahora quiero que estés totalmente activa, te quiero ver siempre guapísima, desde el punto de la mañana. Irás todos los días a mi casa a las 10 a hacerme la casa. Solo tendrás orgasmos cuando y con quien yo te diga. Si alguna vez quieres usar los aparatos que tienes, me tienes que pedir permiso. Cualquier cosa que hagas será con mi permiso y bajo mi supervisión.
¿Por qué hice lo que hice a continuación? Pues porque necesitaba asumir mentalmente que mi madre era una mujer, una hembra. Necesitaba visualizar su faceta sexual, si no nunca podría seguir con esto.
- Ahora coge a tu amiguito – dije cogiendo el bolso que tenía al lado mía y dándole el consolador – y mastúrbate para mí.
Se me quedó mirando a los ojos y no sé qué vio y pensó pero dijo:
- Si. Ama
Se levantó con esfuerzo la falda dejándola por la cintura. No sé porque me sorprendió ver que llevaba medias y liguero y no llevaba bragas. Se metió el dildo con mucha facilidad lo que me dio a entender que toda la situación le había excitado y mucho.
- Mírame a los ojos – le dije. Quería saber o al menos intuir que es lo que estaba pensando.
Fue una masturbación lenta y profunda. Metía y sacaba el aparato con parsimonia mientras no apartaba sus ojos de los míos. Le habían enseñado a hacerlo en público porque de verdad se estaba masturbando para mí.
- Ama, mira como goza tu puta. Te quiero Ama. – decía entre suspiros y gritos. –Que ganas tenia de que alguien disfrutara conmigo, Ama.
Le saqué unas fotografías, con la excitación siempre me olvido de que tengo que sacarlas para enviártelas, Amo.
El ritmo de la masturbación fue subiendo y el orgasmo debía estar cerca. La verdad es que me estaba dando mucho morbo. Notaba la humedad entre mis piernas. No quería tocarla porque creía que ni ella ni yo estábamos preparadas para ello, aunque por lo que veía y para mi sorpresa ella lo estaba más que yo. Hice un gran esfuerzo para ni tocarme ni tocarla, pero la tentación fue más fuerte que yo y alargando el brazo saque una de sus tetas y le retorcí con fuerza el pezón, lo que hizo que al grito de:
- ¡GRACIAS AMA! Le llegara un orgasmo bestial que hizo que se quedara tumbada en el suelo.
Al cabo de un rato me dijo:
- ¿Quiere que la satisfaga? Ama
- No. No estoy preparada para eso y no sé si nunca lo estaré pero no te preocupes que tú tendrás lo que necesitas. Ahora vamos a la cama que ha sido un día muy largo y duro.
Dormimos cada una en su cuarto y a la mañana siguiente la encontré en la cocina, nos dimos un beso de buenos días y cuando fui a prepararme el café me dijo:
- Ama, tiene preparado el desayuno en el comedor. – me dijo con una gran sonrisa.
- Gracias. – Le dije un poco sorprendida. Parecía que ella había asimilado su condición mejor que yo.
Después de un desayuno increíble con pan del día, el periódico y todo lo que me gustaba, decidí que tenía que afrontar una visita que usted me había ordenado y que no tenía nada clara: la secretaria de mi padre que ahora lo era de Alfredo. A Rosa la conocía desde hace mucho tiempo, debía tener unos 45 años y era alta, con una cara redondita, pelo rubio, ojos verdes, grandes pechos, unas piernas larguísimas y vestida siempre muy provocativa, o sea, la secretaria que se podría esperar de mi padre y tanto porque usted me lo había dicho, Amo, como por lo que había conocido de mi padre, daba por hecho que era sumisa de mi padre.
Me vestí como se espera de una mujer dominante, falda corta, una blusa de seda entallada, con varios botones sueltos desde los que asomaban mis grandes pechos, medias, liguero, tanga y como no, mis stilettos esta vez de 12 cm.
Entre a la oficina y después de pararme a saludar a algunos de los empleados, fui directa al despacho de Alfredo. Al pasar por delante de Rosa le dije:
- Prepárame un café y tráemelo al despacho. Quiero hablar contigo.
Entre en el despacho y me senté en el sillón que había sido de mi padre. Esperé 10 minutos hasta que entro Rosa trayéndome el café que dejó en la mesa delante de mí. Seguía siendo una mujer muy guapa pero ya no vestía como solía, ahora iba muy discreta y su ropa le hacía mayor de lo que era.
- Siéntate - le dije.
Mientras ella se sentaba yo me levante y empecé a pasear por el despacho. Usted me lo había ordenado y yo lo iba a hacer pero no quería ofender a Rosa y que tuviera que dejar de trabajar en la empresa.
- Rosa, ¿Sabes de quien es esta empresa?
- Sí, claro, Marta. Es tuya.
- Sabes porque es mía.
- Porque la heredaste de tú padre – contestó muy sorprendida.
- ¿Y sabes que más heredé de mi Padre?
- Pues todo menos los edificios, si no me equivoco. Dijo mientras me miraba con cara no entender nada.
- Todo, exactamente. ¿Y tú crees que cuando yo llego a la oficina se me trata como se trataba a mi padre?
- Hombre, Marta, Intento ser lo más amable contigo, además me caes muy bien.
- No es problema de cómo te caiga, Rosa, si no de tu actitud. Por ejemplo, ¿Te arreglas igual para recibirme a mí que cuando estaba mi padre? Porque da la sensación que te arreglabas para mi padre de una forma y en cambio pasas de arreglarte desde que murió.
- Pero Marta, ¡Es que está Alfredo!
- A mi Alfredo no me importa. Además, conociendo las costumbres de mi padre, y te aseguro que las conozco bien, seguro que te hacía cumplir un protocolo al entrar al despacho ¿No?
- Marta, es que… – me empezó a decir poniéndose roja como un tomate.
- Vamos a hacer una cosa – le corté y cogiéndole por la barbilla le miré de cerca a los ojos mientras le decía – Ahora tengo que irme a hacer unas cosas, así que a las 6 de la tarde volveré y empezaremos de nuevo. – y con esas cogí el bolso y me fui dejando el café sin tocar encima de la mesa.
Yo sabía que a las 6 no habría nadie en la oficina aunque tampoco tenía intención de presionar más a Rosa. Lo que ella decidiera que tenía que hacer yo lo aceptaría. Como me dijiste, Amo, le abrí la puerta para volver a la sumisión.
Cuando salí de la oficina te llamé, Amo
Estaba encantado de cómo iba todo, Marta se comportaba como una experta Dómina y estaba creando su núcleo duro de sumisos que le harían la vida un paraíso, pero todavía tenía seguir aprendiendo.
Desde que me enteré de quien era su padre, lo conocí en un par de ocasiones en uno de los clubs que ambos solíamos frecuentar, pensé que era buena idea recuperar el alguna de las “posesiones“ del padre, que servirían para entrenar a Marta como dominante y darle confianza y es por eso es por lo que la mandé a ver a Rosa ya que estaba seguro que había sido su sumisa.
Se quejó de que no sabía si estaba abriendo demasiados frentes a la vez y después de pensarlo un poco pensé que quizás si era verdad así que sin darle más explicaciones le dije le contara a su madre quién era yo y le ordenara que me escribiera poniéndose a mis órdenes.
Le deje claro cuáles eran los siguientes pasos que debería dar… Pero dejemos que ella siga contándonoslo.
Hola Amo:
Después de dejar a Rosa, fui a mi casa para ver qué estaba haciendo mi madre allí. Le había ordenado que todos los días tenía que hacerme la casa y quería saber que tal iba.
Al entrar en la casa me dirigí al dormitorio, que era donde se le oía. Mientras me acercaba me fije que todo estaba impoluto. Al entrar me sorprendió lo que vi. Mi madre con un vestido de porno chacha terminando de arreglar todo.
- Mmmm. ¡Pero qué guapa estás! – Le dije en plan de coña.
- ¿Te gusta? Ama. Era el que más le divertía a tu padre y he pensado que si eres como él también te gustaría.
- ¿Qué tal te sientes? - Le pregunté.
- Siéntate, por favor Ama
Me senté en la cama y ella se puso de rodillas a mis pies.
- Marta, esto es lo que yo deseo, servir, ser útil, ser querida y estar protegida que es como me siento ahora y me encantará serviros a ti y a Alfredo mientras pueda. Y me besó los zapatos
- De eso te iba a hablar Mama
Lo primero que hice fue explicarle quien eras tú, Amo y como me habías enseñado a ser la dominante que estaba intentando ser. Después entré en el tema de Alfredo y le conté como lo había dominado y tal y como me dijiste, después le puse el video, bueno no todo, en el que se me veía dominando a Alfredo y a él vestido de mujer. También le conté que me habías ordenado que te diera su número de teléfono y que te llamara.
Estuvimos hablando un rato y se quedó contenta de tener una aventura que correr como sumisa.
Por la tarde estuve hablando con Alfredo. Estaba por un lado excitadísimo por tener que llevar tanga y medias y por otro avergonzado de que alguien le descubriera. Tal y como me habías comentado, me dedique a humillarlo por teléfono.
- ¿Qué hace mi zorrita?
- Hola Marta.
- ¿Cómo has dicho?
- Perdón. Hola Ama
- Me da la sensación que te lo tomas tu sumisión a broma.
- Nooo. No es eso Ama. Todo lo contrario. Me encanta pero me da un poco de vergüenza llamarle Ama y eso…
- Pues ya puedes ir acostumbrándote porque a partir de ahora tu única misión en la vida va a ser obedecerme.
- Y estoy encantado de que así sea Ama. Es lo que he deseado siempre.
- Eso espero. ¿Qué tal por la feria?
- Muy bien. Ayer cené con los Manposta y cerramos los acuerdos que traía preparados, Ama.
- Ummm Y ¿Manuela no te tiro los tejos? Conozco a esa zorra y le encantaría follarte.
- Bueno, Ya sabe cómo se pone pero yo me fui pronto al hotel y no le deje opción Ama.
- Ya hablaremos tú y yo cuando vuelvas.
- ¿Me va a castigar? Ama
- No te quepa la menor duda.
Cuando colgamos, ya era tarde y me fui rápido a la oficina. Cuando llegué tomé aire para tranquilizarme antes de abrir la puerta. No se oía nada, cerré la puerta y me dirigí a la zona de dirección que está separada del resto, por un pasillo al que se accede por una puerta que suele permanecer cerrada. Al llegar a la zona de Rosa la encontré sentada a su mesa vestida como yo la recordaba de hace años, muy sexi pero bastante elegante. Pensé que había decidido no aceptar mi propuesta o que no la había entendido.
- Hola Rosa.
- Hola Señora. Ya está preparado su café con leche desnatada y sacarina.
- ¿Cómo sabes tú como tomo yo el café? Esta mañana me has puesto un café horrible.
- Le he preguntado a su madre. Señora
Me quedé muy sorprendida pero le dije, vale tráemelo.
Entre en el despacho y esperé a que entrara. Cuando entró dejó una caja que traía en una mesita auxiliar que hay al lado de la puerta y de un manotazo se quitó el traje que llevaba, que se cerraba por velcro en vez de con botones y cremalleras. En un segundo tenía delante de mí a una mujer espléndida con un “vestido” de tiras de cuero sujetas por aros metálicos que dejaba todo su cuerpo a la vista pero destacaba aún más sus formas. Estaba más que desnuda.
Se acercó dando un rodeo a la mesa, se puso a mi lado y se arrodilló.
- Tenía usted razón Señora, Yo también soy parte de la herencia. Como ya le he dicho, esta mañana, después de haber hablado con usted le he llamado a su madre y me ha dicho que usted se estaba haciendo cargo de todo lo de su padre y me ha ordenado lo que tenía que hacer. También me ha dicho que le entregue esto y a gatas se acercó a la mesita, cogió la caja y volvió para entregármela.
- ¿Qué es esto? – le pregunte muy extrañada.
- También me ha dicho que ella le había escrito una carta contándole todo sobre la relación con su padre y me ha ordenado que le escriba yo otra. La tiene en el ordenador.
Todavía alucinada, lo único que se me ocurrió es acercarle mi pie a su cara y ella lo tomo con delicadeza y empezó a lamer la suela u el tacón del zapato mientras yo me ponía a leer la carta.
Hola Señora:
Al salir esta mañana de aquí he hablado con su Madre me ha ordenado que le escriba esta carta en la que cuento toda mi relación con su padre.
Cuando yo era jovencita, no tendría todavía 22 conocí a sus padres Yo trabajaba de dependienta en una tienda de ropa de mujer y ellos entraron en la tienda. Era última hora de la tarde y estábamos casi cerrando. Cuando mi compañera les vio entrar puso mala muy cara y yo le dije que ya cerraba yo, que se fuera, porque sabía que había quedado y eso hicimos. Yo inmediatamente fui hacia ellos a atenderles y cerré la puerta para que no entrase más gente. Su padre empezó a pedirme ropa para su madre y lo hacía de una forma humillante para ella pero muy simpática:
¡A ver! Tráeme una falda que resalte el maravilloso culo de mi puta decía abrazándola. O, no vas a tener nada para que esta zorra me excite. No se cosas así, la insultaba pero con mucho cariño y ella estaba muy excitada, se sabía por sus pezones que se le notaban debajo de la blusa pues iba sin sujetador. Después empezó a probarse ropa cada vez más atrevida y al poco tiempo, no sé cómo, estábamos su madre y yo desfilando con la ropa que él nos decía. Yo estaba super excitada, siempre había tenido fantasías de sumisión y desde esa noche me convertí en la sumisa de su padre y por ende de su madre. Creo que soy de las pocas que su madre usaba cuando quería, Su padre solía pasarle sumisas pero ninguna duraba en el tiempo, solo yo.
Lo demás se lo puede imaginar he hecho de todo por su padre y he disfrutado como una loca. Sí, fui feliz siendo su secretaria-sumisa hasta que murió.
Con respecto a la caja que le he pasado, es el archivo completo de todas las sumisas que ha tenido su padre, en el encontrará, amigas, familiares, conocidas, parejas, todas están archivados y con todos los datos. Me ha dicho su madre que se lo entregue para que lo utilice ahora a su gusto.
Su sumisa esclava
Rosa
Terminé de leer la carta y me di cuenta que estaba empapada. Llevaba todo el día excitada y ya no podía más, empuje con el pie la cara de Rosa hacia atrás sacando el tacón de su boca, me incorporé, levanté mi falda hasta la cintura y le agarré por detrás de la cabeza incrustando su boca en mi coño. Hasta ahora había jugado a dominar. Ahora me estaba tirando a mi sumisa y entre su saber y mi excitación me corrí rápidamente. Le hice sacar todos los juguetes que tenía, la folle como una posesa, la humille, hice que me follara…
Estuvimos hasta media noche saltando de un orgasmo a otro y terminamos las dos derrengadas. Cuando la dejé en casa se puso de rodillas en el suelo del coche y cogiéndome la mano me la besó con devoción y me dio las gracias:
- Eres digna heredera de tu padre. Gracias, muchas gracias.
Llegue a casa y mi madre estaba esperando en el salón. Me acerqué a la puerta y le dije:
- Eres una cabrona, mañana hablaremos
Ella sonrió y me fui a la cama
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