Convierto mi inocnte esposa n una verdadera puta 3

“Siempre hay una primera vez para todo: para volar, para beber, para pecar… y para coger con otro”.

Algunos días han pasado desde lo acontecido en mi último relato y con alegría culposa debo reconocer que se han presentado importantes cambios en mi relación con Estefanía. Uno de los cambios más favorables ha sido la pérdida del pudor que sentía hacía mí, este ha ido desapareciendo y ha permitido traspasar nuestras intimidades paulatinamente, ahora permitiendo cosas como: verla mientras se cambia ropa sin avergonzarse ni intentar absurdamente de cubrirse para que no la vea, ahora también puedo ingresar al baño cuando ella lo está usando y viceversa y está más permisiva a mis caricias y calenturas espontaneas (siendo ella muchas veces la que me pide que la acaricie con lascivia o incluso a veces son sus manos las que comienzan a jugar en mi cuerpo). Sé que no parecen gran cosa en comparación a una relación de “normales” condiciones… pero para mi santurrona, tímida e inocente compañera es un salto enorme en cuanto a nuestra vida privada.

En relación al sexo, no he querido presionarla (siendo la última vez que lo hicimos la relatada anteriormente en el baño), además mis planes siguen avanzando y no quiero arriesgar nada por el momento.

Su relación de “amistad” con Leo también ha sufrido cambios importantes, llevando sus caricias y calenturas mucho más lejos aprovechando cada oportunidad de soledad que tienen en su trabajo. Me encantan todas las evidencias que mi amigo me envía (ver fotos y videos con el culo y senos de mi mujercita en uniforme en primer plano me daban vuelta la cabeza, sin mencionar los videos de ellos besándose y acariciándose apasionadamente), estoy que muero porque mi Estefi sea cogida por él… pero antes de que ocurra me gustaría que ella me confesara de su aventura, que sienta la confianza de contarme hasta su más oculta y mórbida travesura.  Esperaba que fuera pronto, puesto que se nos estaba presentando una oportunidad única para llevar a cabo nuestras siniestras fantasías: como equipo de trabajo harían una junta en casa de una compañera… “juntas” que eran habituales (por lo menos una vez al mes), pero de las cuales mi Estefi nunca participaba (de hecho, creo que nunca se ha juntado con sus compañeras y compañeros fuera del trabajo ni una sola vez…). Muy a su personalidad siempre decía que no eran reuniones de su gusto: entendible para una chica que no fuma, no bebe ni mucho menos baila. Pero esta vez era muy distinto, ya que su mismo “amigo” Leo era el que la estaba invitando.

Esa tarde llegó del trabajo muy nerviosa y preocupada, no le salían las palabras por lo que tuve que ser muy paciente con ella:

—¿Te pasa algo? Te veo muy callada, más de lo normal —le hablé con mi voz pasiva y comprensiva.

—No, nada —me respondió cabizbaja y algo temblorosa.

—Sabes que puedes decirme lo que sea ¿verdad? —mi mano acarició suavemente la suya.

—¡sí, sí! Es solo que… —se tomó una pausa, seguido de una profunda y nerviosa respiración —mis compañeras se juntarán en casa de una de ellas… me preguntaba —vuelven a perder fuerzas sus palabras —me preguntaba si no tenías problema con que… yo fuera —no miró a mi rostro en un solo momento.

Haciéndola sufrir un poco, me tomé mi tiempo para responderle llevando mis dedos hasta mi rostro en señal de pensamiento y sin despegar mi seria mirada de sus ojos esquivos… mi mano acaricia su cabeza —¡¿por qué te pones tan nerviosa de preguntarme algo así?!... Además, soy tu esposo, no tu carcelero, eres libre de salir donde se te antoje cuando se te antoje… solo debes cuidarte y mantenerme al tanto para no preocuparme demás… ¿irás con alguien en particular? — le pregunté con cierto morbo y malicia, sabiendo que sería Leo con el compartiría la velada.

—¡No, no, no! Con nadie, ósea solo con mis compañeros, no iré con nadie en particular —me responde nerviosa mientras su rostro se enrojecía poco a poco.

—Me parece bien, nadie más que tú se merece un rato distendido, en especial con lo duro que les ha toca con esta dichosa pandemia… solo cuídate y mantenme al tanto, si necesitas que pase por ti me avisas —.

—Gra…Gracias por entender —su suave beso me indicó que comenzaba a relajarse.

La tarde del día de la dichosa “salida” fue algo caótica. Recorrió nuestro hogar de arriba abajo rebuscando la ropa indicada para usar, desordenando en el proceso todo nuestro lecho. Se probó de todo: vestidos, jeans, camisas, chaquetas y hasta ropa interior. Me encantó verla tan preocupada. Disfrazaba su preocupación por su imagen con “quiero que mis compañeras me vean bien vestida”, pero ella desconocía que yo sabía que la verdadera razón de su preocupación sobre su apariencia, eran los ojos de nuestro Leo. Se decidió al final por un lindo vestido negro: no muy corto ni tampoco largo, a medio muslo; ajustado en su cinturita, pero holgadito en sus piernas. En lo que disfrutaba del espectáculo gratuito de ver a mi nena cambiarse de ropa, mi amigo me mandó los mensajes de las conversaciones subidas de tono que habían tenido ese día en cuestión, ansiosos ambos por verse fuera del trabajo. Pasado un rato entré al baño y me encuentro con ella en la tina, aseándose profundamente para su gran noche y para mi sorpresa descubro que estaba rasurándose las piernas. No pude evitar calentarme por tal situación:

—¿Segura que vas solo a una fiesta con compañeros? ¿o hay algo más? —le pregunté con juiciosa ironía.

—Eee… sí ¡claro que es solo eso! —me respondió nerviosa, pero sin detenerse.

—¿Y era necesario rasurarse las piernitas? —le cuestioné entre risas de complicidad.

—Bueno, no, simplemente me hacía falta —se pone algo nerviosa, pero nada reduce su emoción por la comprometedora “junta”.

—Está bien, al menos debes agradecer que te sale muy poquito suave vellito y solo en tus piernas, junto a algo poco en tu coñito… otras deben rasurarse hasta el culo —le digo mientras mi mano acaricia sus suaves piernas recién rasuradas —¿y aquí se rasurará? — le pregunté mientras mis dedos acariciaban suavemente su mojado bosquecito sobre su pubis.

—No estoy segura, quizás lo retoque un poquito —.

—Vuelvo a repetírtelo, agradece que te sale muy poquito… ¿Vendrá alguien por ti o tomarás un taxi? —.

—Pasará un compañero por mí y por otras compañeras más, él nos llevará —verdad a medias, dicha entre nerviosismo esquivo, puesto que… sí, efectivamente vendría un compañero por ella, pero se trataba nada menos que de Leo… pero no pasaría por nadie más, solamente por mi mujer.

Terminé mis irónicos cuestionamientos y me retiro del baño ansioso y expectante por la noche que se avecinaba, deseando que al fin mi mujercita se vuelva toda una puta. Con Leo nos mantuvimos en contacto toda la noche (se encontraba igual de ansioso y caliente que yo), este había encontrado la forma de permitirme ser testigo de tal noche: con una aplicación para móviles, convirtió el suyo en una especie de cámara de seguridad (cosa para lo que estaba pensada dicha aplicación), permitiéndome conectarme a este y poder ver en vivo lo que estuviera grabando y escuchando su móvil… una maravilla.

Así fue como la mágica noche llegó, beso marcado en su delicada mejilla, puesto que sus labios se los había decorado con un suave labial color coral… le quedaba divino. Muy emocionada sube rápidamente al auto de Leo con el que intercambiamos una disimulada y lasciva mirada de complicidad. Subí rápidamente a mi habitación, botella de vodka y agua tónica en mano, las que acompañé con unas rodajas de limón y mucho hielo. Conecté mi móvil al televisor para tener una mejor y más cómoda visual de la pecaminosa noche, me desvestí completamente y me recosté sobre nuestro lecho.

No tardé en conectarme, Leo había puesto su móvil sobre el panel de su auto, como para ver el GPS. Pero lo hizo para darme visual y audio de sus travesuras en el camino. La vergüenza y nerviosismo de mi Estefi se vieron interrumpidos por una sorpresiva pregunta de Leo entre labios y en tono morboso: “¿qué calzoncito te pusiste?”. Sin intentar describirlos, mi mujercita prefirió mostrárselos, para lo que levantó su vestido asomando por completo la pequeña prenda de rojo color, prenda que en el pasado no le gustaba usar, porque según sus propias palabras: “son muy chicos y se me meten mucho en el culo”. Leo muy caliente no duda en llevar sus dedos hasta la entrepierna de mi mujer, quien lo recibe abriéndolas lo más que podía, los dedos de su amante acariciaban apasionadamente su sexo, mientras ella envolvió el brazo de Leo con los suyos, cerró sus ojos y mordió su labio inferior mientras daba leves movimientos pélvicos al ritmo de las caricias de su amante. Estaba recién comenzando la noche y no aguantaban más las ganas del uno por el otro.

Siguieron igual de calientes todo el camino aprovechando cada parada y semáforo que se les presentaba para acariciarse y besarse, hasta que llegaron a su destino donde fueron recibidos por su colega dueña de casa. En momentos donde fuera muy sospechoso que Leo estuviera cargando en su mano el celular, este lo guardaba en el bolsillo del pecho de su camisa, que con gran ingenió adaptó tal bolsillo para que el celular quedara fijo siempre en la misma posición, además le había hecho un pequeño e imperceptible agujero por el cual apuntaba la cámara del móvil, dándome visual de todo a su alrededor, solo sacaba su celular para escribirme sobre detalles que me estuviera perdiendo o hacer disimuladas tomas a escondidas de los demás. Me encantaba ver a mi Estefi tan alegre y desenvuelta… algo avergonzada todavía, pero cada vez un poco más desinhibida por el alcohol que bebía, además la pobre no quería quedar mal con sus compañeras más atrevidas y experimentadas, por lo que no se midió en lo que bebía e intentó seguirles el ritmo.

No bastó de mucho para que mi pequeña estuviera pasada de tragos, pero al menos estaba disfrutando como nunca, se le veía muy feliz y jovial y ya no se avergonzaba de colgarse del brazo de Leo; era casi otra mujer. Fue una noche muy alegre (como agregado pecaminoso debo reconocer que tenían compañeras muy atractivas, varias llamaron poderosamente mi atención) y hubo ciertos momentos que me provocaron mucho morbo, como cuando una de sus compañeras preguntó: “¿y Uds. son pareja? No lo sabía, se ven muy bien juntos” … a lo que otra compañera se adelanta y responde con cierto tono cargado con algo de ironía y coquetería: “no tonta, solo son amigos, cercanos amigos”. Ambos simplemente rieron intentando apagar las sospechas.

Una vez terminada la velada a altas horas de la madrugada, se retiraron del lugar. Leo con Estefi más dormida que despierta como copiloto, se ofreció a llevar a algunas compañeras hasta sus casas, todas bien borrachas, alborotadas y calenturientas. Este volvió a poner su móvil en el panel de su vehículo para seguir haciéndome participe de la noche. Las bromas con doble sentido abundaron durante todo el viaje, siendo el sexo, el pene y la vagina los tópicos por excelencia. Una vez repartidas todas las ebrias féminas, Leo y Estefi parten rumbo desconocido, pero se ven interrumpidos por las urgentes ganas de orinar de mi joven esposa, quien se veía muy afligida. Leo la llevó hasta un lugar llano y oscuro, detuvo el auto, se bajó de este y dio la vuelta hasta llegar a la puerta de nuestra mujercita y la ayudó a bajar ya que muy entorpecido tenía su andar. Ocultándose con la puerta abierta y afirmándose de Leo para no caer, procede a bajar sus calzoncitos y ponerse de cuclillas. No tenía la visual completa, pero lograba ver algo de su cabeza y espalda… alcancé a oír su chorrito de orina dando contra el suelo, mientras abría sus piernas lo más que podía para no mojar sus zapatitos sin dejar de afirmarse en todo momento de su amante. Al terminar se pone de pie, Leo le quita los calzones, los dobla y los usa para secar cuidadosamente la vagina meada de Estefi (mi verga estaba durísima con tal pervertida escena). El resto del viaje Leo se fue manoseando muy pervertido el sexo de mi mujercita, quien abrió una vez más sus piernas todo lo que podía… tan caliente y deseosa que no opuso resistencia alguna cuando los dedos de su amante comenzaron a entrar y salir de su mojado coño, con tan poco esfuerzo mi mujer ya estaba toda mojada al punto del orgasmo.

Sin previo acuerdo alguno llegaron a casa de Leo, simplemente Estefi fue donde su macho quisiera. Entraron, ella casi sin poder caminar fue cargada por los brazos de su amante ardiente de deseos. Este la recostó sobre su cama y aprovechó su distracción para colar su móvil y dejarlo enfocando a su ajeno lecho. En un segundo se desvistió por completo a deleite de Estefi que no se perdió un solo instante, de un cajón sacó lo que parecía ser un anillo de goma para el pene y se lo puso. Se subió a su cama y se posó sobre mi niña con su verga lista para penetrarla (yo estaba tan extasiado que mi vista se nublaba y la presión palpitante retumbaba en mi cabeza, listo para eyacular con el más mínimo estimulo en mi verga a punto de reventar de placer). Se besaron apasionadamente unos minutos y Leo se pone rodillas en su cama y se inclina hacia atrás, dejando toda su verga erecta al aire, Estefi que no lo dudó un solo segundo se abalanzó como pudo a la verga de este y como toda una puta en celo comenzó a chupársela frenéticamente. (¿Dónde estaba mi joven mujer retraída y vergonzosa? ¿Dónde estaba mi joven mujer que no se dejaba meter los dedos? ¿Dónde estaba mi joven mujer que se avergonzaba de mamarme la verga?)… sea como sea, no podía creer que se tratara de ella, se comportaba como nunca antes lo había hecho, algo complicada por lo ebria que estaba, pero nada la detenía en su ardiente labor de satisfacer a su amante. Leo aun de rodillas con una mano se apoyaba en su colchón y la otra la usaba para pujar la cabeza de ella para que se metiera su verga lo más adentro de su boca posible. Casi penetrándola por la boca, Estefi sufría algunas pequeñas arcadas, pero rápidamente retomaba su labor dándole placer a Leo, este bajó un poco y levantó las piernas de ella y la jaló con brusquedad desde sus muslos para traerla a él, abrió sus delicadas piernas todo lo que pudo y procedió a enterrar su cara en la vagina de ella. Vuelta loca de placer, gemía fuera de sí ante la lengua loca de Leo, quien la usaba muy bien en especial en el pequeño clítoris de Estefi. Este continuó lamiéndosela frenéticamente y no se detuvo hasta que la hizo acabar haciéndola soltar un fuerte gemido en el proceso. Continuó con unas lamidas más en la vagina a punta de leves espasmos que hacían sacudir las piernas de su puta amante. Rápidamente se pone en posición entre las piernas de Estefi, y sin miramiento comienza a penetrarla muy duro en morbosa posición de misionero, pasa sus brazos por detrás de los muslos de ella para abrirle las piernas completamente y penetrarla así, abierta a más no poder la vagina de nuestra mujercita. Los gemidos de Estefi se convertían en gritos de placer, las metidas de Leo venían a ritmo de giros de sus caderas cual danza sexual, provocando a ella gemir aún más fuerte. Así estuvieron un largo tiempo gracias al implemento que se puso en la verga que retrasaba su eyaculación (perdí la cuenta de los orgasmos de mi mujer) hasta que nuevamente mi mujer grita a los cuatro vientos por un otro orgasmo que su amante le provocaba. La pobre ya no podía continuar, pero su macho ajeno aun tenía más para darle. Se vuelve a arrodillar en la cama y con sus brazos toma de la cintura a Estefi, la gira con fuerza y la pone en cuatro patas como toda la perra que se había vuelto. Con el culito parado, aprovecha leo de lamer entre sus nalgas (podía ver su lengua lamiendo bien rico el ano de mi mujer), procedió quitarse el anillo del pene y a penetrarla sin compasión, Estefi agotadísima posa su cabeza en la cama mientras su amante la penetraba frenéticamente. No bastó mucho para que ambos acabaran entre intensos gemidos, desplomándose ambos exhaustos sobre las sabanas (solo viendo tal panorama tuve uno de los orgasmos más intensos de mi vida, no podía creer que presenciara algo así, ver como se pervertía mi inocente esposa y se volvía toda una puta en la verga de otro hombre… solo quería que llegara a casa para cogérmela como nunca). Se quedaron un rato en cama, Leo acariciaba sus ricas nalgas desnudas, pero ella estaba algo distante y preocupada… una vez se le bajó toda la calentura se puso muy nerviosa y le pidió a su amante que la fuera a dejar a casa. Leo intentaba calmarla, pero era inútil, así que se vistieron sin demora y partieron rumbo de regreso a nuestro lecho. En el viaje la podía ver muy preocupada, casi sintiéndose culpable. No había palabra de leo que la pudiera calmar.

Siento su auto estacionar fuera de casa, me puse la bata de levantar y la esperé sentado en la oscuridad del living. Escuché por la puerta como se despedían disculpándose Estefi por lo ocurrido. Entró con su complicado andar entre la oscuridad chocando con algunas cosas en el trayecto, prendió la luz y grande fue su sorpresa al encontrase conmigo tan de repente. Le miré seriamente, quería abalanzarme sobre ella y hacerla mía agradecido por el intenso momento que me regaló, pero me contuve y mantuve la seriedad y compostura.

—¿La pasaste bien? —le pregunto en monotónica voz.

—Sí, la verdad que sí… —me responde nerviosa, con su lengua enredada al hablar.

—¿Vamos a acostarnos juntitos? Te extrañé mucho en la cama —le pregunto poniéndome cada vez más caliente.

—Sí, solo dame un minutito que necesito ir al bañito —raudamente se pone en fuga de mí, tratando de ocultar las evidencias que quedaron en su ropa y en su cuerpo. Me pongo de pie rápidamente y me interpongo en su camino, en su dificultad de caminar se apoya de mí. Quedamos apegados, olía maravilloso: entre su perfume, alcohol y el sexo de su amante. Me embriagaba de placer solo con olerla. Intenta pasar por mi lado, pero la tomé fuertemente de su brazo y la apoyé contra la puerta.

—¿Algo que me quieras contar? —le pregunto mientras mis labios recorrían su cuello; silencio absoluto por parte de ella que no se atrevía a mirarme a los ojos.

—¿Algo que me quieras contar? — le pregunto nuevamente intensificando mi voz, mientras desnudaba sus senos, dejándolos libres y aprovechando de lamérselos y chupárselos intensamente; silencio absoluto por parte de ella nuevamente.

La tomé en mis brazos y la llevé hasta nuestro lecho, donde la dejo caer sobre nuestra cama. Levanto sin demora su lindo vestido para encontrarme con su vagina desnuda, desprovista de sus calzoncitos.

—¿Perdiste los calzones en la fiesta, o te los quitaron? —todavía no se atrevía a darme ninguna respuesta ni a mirarme a los ojos, pero notaba su expresión de morbo y calentura que se acrecentaban con toda esta situación. Mientras mordía su labio inferior su mano va por debajo de mi bata para acariciar la enorme erección de mi verga. Aprovechando que yo me encontraba de pie junto a ella en la cama, se inclina levemente hasta llevar su rostro a mi regazo, saca mi verga y comienza a intentar metérsela en su boquita, pero a diferencia de leo, la mía es de mayor tamaño y grosor. Al verse complicada, se relega a lamérmela con su lengüita: me encantó. Abrí sus piernas levantando su vestido, encontrándome con su vaginita ya cogida, abierta y brotando de ella el semen de su amante que escapaba de su interior.

—¿Y esto? —le pregunto con mi voz ahogada entre excitación y lujuria —¿te cogiste a otro? —le reitero. Sin decirme una sola palabra… solo asiente con su cabeza. bastó con eso para volverme loco de pasión y ardiente de deseo. La tomé de sus muslos y la arrastré hasta la orilla de la cama, dejando su culito y su vagina fuera de esta, yo aun de pie le abro las pierna y comienzo a rozar mi verga en sus labios vaginales rebosantes del semen de Leo, aprovechándome de este, para escurrirlo con mi glande devuelta hasta la entrada de su vagina. Lubricadísima gracias a las huellas dejadas por la cogida que le dio nuestro amigo, la empotré metiéndole la verga hasta el fondo. Podía sentir en su interior los fluidos dejados por su cogida con Leo y el semen que le dejo este adentro de su sexo. Estaba vuelto loco de excitación y mientras la penetraba a máxima velocidad le preguntaba: —¿te gusto putita mía? —entre gemidos eufóricos me responde —¡¡¡sí mi amor!!! —¿te gustó probar la verga de otro? —¡¡¡sí mi amor me encantó… pero no hay como la tuya tan enorme… la siento hasta el fondo… abriéndome demasiado mi vagina!!! —gritaba enloquecida —¡ahora eres mi putita! — —¡¡¡Sí mi amor, todo lo que tú quieras!!! —. No podía creer todo lo que estaba ocurriendo, por fin me estaba saliendo con la mía después de tantos años contendiéndome. Mi verga estaba toda llena de un cremoso fluido blanquecino que salía de su rico coñito, al verla terminar entre espasmos y chorros de líquidos vaginales, aproveché y dejé de contenerme, eyaculando en lo más profundo de su sexo, cayendo rendido sobre ella. Terminamos con nuestra pecaminosa locura en con un intenso y erótico beso.

Tan exhausta estaba la pobre que calló dormida profundamente apenas terminamos, por lo que intenté asearla lo mejor que pude, ponerle algo cómodo para vestir y la acosté en nuestra camita envolviéndola en el abrazo más cálido y profundo que le había dado en toda nuestra vida juntos.