Convierto mi inocnte esposa n una verdadera puta 2
Grandes avances en mis oscuros planes cada día más cerca de lograr mi turbio cometido de volver a mi inocente esposa en toda una puta.
El tiempo transcurrió despacio, silencioso y paulatinamente los días comenzaron a convertirse en semanas. Las cosas seguían igual de frías y monótonas que siempre, pero (sí, había un tremendo “pero”) con respecto a mis oscuros planes todo marchaba viento en popa.
Leo siempre poseyó una gran capacidad para cautivar mujeres, no era extraño verlo con una y al poco tiempo verlo salir con otra. Como siempre me decía: “cada uno usa los dotes que la vida le dio”. Empleando su gran encanto, su nutrida labia y atractiva apariencia logró volverse un amigo más profundo e íntimo para mi Estefi, quien vio en él un camarada con el cual contar y con el cual desahogarse (que curioso que muchas veces sintamos más confianza y tengamos menos filtros con un amigo que con la propia pareja ¿no?). Así fue como gracias a Leo fui descubriendo varias cosas que mi tierna esposa se reservaba, como por ejemplo: “estoy locamente enamorada de Walter, pero me cuesta mucho demostrárselo, me avergüenzo de las muestras de afecto”, “estoy muy preocupada de que mi esposo se vaya con otra, me gustaría darle todo lo que necesita, pero simplemente no me atrevo”, “a veces siento que lo tiene demasiado grande, al punto de que me ha dolido ahí en algunas ocasiones”. No dejaba de sorprenderme por la profunda conexión de amistad y confianza que logró con Leo, a tal punto de atreverse a confesarle verdades de tal calibre. Recuerdo cuando Leo me contó de lo aislada que se sentía ella cuando las demás compañeras daban rienda suelta al chismorreo habitual sin mesura ni prudencia alguna. Comenzaban a detallar sus privacidades sin miramientos ni vergüenzas, siendo la mayor parte del tiempo sus intimidades sexuales e infidelidades lo que sacaban a conversación, abarcando detalles como: duración, rendimiento, tamaño, fluidos e imprevistos bochornosos varios. Grande fue mi sorpresa cuando me enteré de esta realidad, de lo atrevidas e insumisas que podían llegar a ser algunas de las mujeres cuando predominaban en un colectivo o grupo. Sea como sea, me alegraba que mi mujercita encontrara a alguien con quien descargar tales sentimientos, añorando un día poder ser yo con el que descargue su conciencia.
Poco a poco la creciente confianza fue volviéndose también física entre ellos, transformando los fríos y distantes convencionalismos sociales, en conductas más cálidas y cercanas, por ejemplo: ya no era un simple “hola” al encontrarse todas las mañanas, ahora era un marcado beso en la mejilla y un apretado abrazo los que cruzaban al saludarse y al despedirse (cosa sorprendente, considerando lo arisca y reacia que era Estefanía a las muestra físicas de afecto); también habían caricias y acercamientos al hablar, en especial cuando quedaban solos.
Para aumentar aún más mi sorpresa, fue mi propia Estefanía la que me contó una imprevista tarde sobre las buenas migas que estaba haciendo con un compañero de trabajo que alguna vez resultó ser un “conocido mío”, tan significativo resultó para ella que no dudó en llamarlo “amigo”. Intenté recordar la última vez que me habló de un nuevo “amigo” o “amiga”, pero simplemente no lo logré.
Seguido manteníamos calientes conversaciones acerca de ella con Leo y compartía con él privacidades de nuestra vida juntos, incluyendo fotos subidas de tono o en paños menores (no quise enviarle desnudos ni de sexo, pues no quería arruinarle la sorpresa de conocerla en profundidad en carne y hueso… si todo resultaba como quería, claro está); aprovechaba de guiarlo para que no cometiera errores, hiciera o dijera cosas que terminarían espantando a mi tímida mujer. Siempre los ánimos terminaban calentándose entre nosotros, complaciéndonos fantaseando con ella y el gran potencial sexual presente en toda esta locura. Intercambiábamos fotos atrevidas y privadas de ella y fotos y videos tomados por Leo a escondidas en el trabajo. Me enloquecía que la viera así de destapada y caliente y también apreciarla en su faceta laboral, en especial cuando enfocaba su rico culito y sus pechos, excitándome al máximo con los acercamientos de Leo capturados en videos y audios.
Los días seguían pasando y mi colaboración con Leo se iba intensificando, le pedí que de manera paulatina comenzara a llevar la relación de “amistad” con Estefi a un ámbito más íntimo y que intentara insinuar atracción sexual por ella. Algo ansioso y preocupado este concuerda conmigo, era el momento de plantar la semilla de la atracción y ver si era posible que brote entre ellos… en caso de que la respuesta de nuestra pequeña fuera negativa, daríamos por terminado nuestros siniestros planes. Al menos de esto se podría rescatarse una linda e intensa amistad entre los tres.
Así fue como un viernes se puso manos a la obra, y esa misma tarde antes de que llegara mi mujer a casa recibí en mi móvil un mensaje de Leo. Este contenía un video y un par de imágenes acompañados por el mensaje: “Hermano, no estoy seguro… no sé qué es lo que me pasa, me siento extraño y nervioso, casi como si fuera la primera vez que pretendiera hacer un acercamiento a una mujer… de seguro es lo mucho que me encanta todo este morbo que siento por tu hermosa esposa y lo prohibido en todo esto… de una manera u otra lo haré, solo necesitaré algo más de tiempo como para calmar mis patéticos nervios. Hace años que no sentía tales cosas por una mujer: intensas e incontrolables sensaciones que no tenía desde mi inocente pubertad, acompañadas de estímulos y cosquilleo en mi zona genital que estimulaban mi verga sin control, algunas veces no tenía como ni donde esconder la erección sorpresiva en mi pantalón. Te cuento como fue nuestro día. Esta mañana el beso en la mejilla (que se había vuelto habitual) fue mucho más cerca de sus suaves labios que de su mejilla y nuestro abrazo fue mucho más intenso y extenso de lo normal. Tiernamente se sonrojó un poco y solo me ignoró, supongo que simplemente lo consideró como un accidente sin importancia. Como buen viernes no nos faltaron los imprevistos, por lo que no pudimos pasar mucho tiempo juntos ni mucho menos quedar a solas, pero, a pocas horas de dar por terminado este día, tuvimos por fin un leve periodo más tranquilo y holgado. Aprovechando que las hienas fueron juntas a fumar como siempre, me acerqué a ella lentamente mientras estaba sentada en el escritorio, tomé una silla y la puse muy cerca de la de ella y me senté orientando mi cuerpo hacia el suyo… debía actuar rápido, antes de que las otras terminaran su humeante parloteo. Lo que ocurrió a continuación quedó registrado en el video que te envíe”.
En este dichoso video se aprecia como Leo deja grabando una vez más el celular apoyado enfocando hacia Estefi y el audífono con micrófono me permite una vez más escuchar con lujo de detalle su conversación. Mi mujer estaba algo agobiada por algunas complicaciones con unos pacientes, por lo que Leo intenta subirle la moral y animarla un poco. Pasado un corto lapso él hace contacto con mi mujer, posando su mano en la rodilla de ella. Se notaba algo preocupado y nervioso por como esta pudiera reaccionar, pero Estefi no le dio mayor importancia (simplemente con ver esto, tan insignificante y casi absurdo mi cuerpo comienza a aumentar mucho su temperatura y la perversión sube a mi cabeza y baja hasta mi verga). Continuaron con lo suyo mientras alcanzaba a apreciar como la mano de Leo comenzaba a ir cuidadosamente más arriba en el suave regazo de mi amada, quien sorprendentemente se lo permitió sin problemas (¡¿Dónde había quedado la tímida pequeña mujer temerosa a todo tipo de contacto?!). Leo empezaba a notarse más confiado y tranquilo, en especial cuando Estefi apoyó su cabeza sobre el hombro de él en búsqueda de cobijo, este aprovechó de acariciar su nuca y su sedoso cabello (una excitación casi eléctrica me remeció de pies a cabeza). Siguieron así un par de minutos, Leo deja claras sus intenciones cuando comienza a subir lentamente su mano por el muslo de ella, llegando muy cerca de su entrepierna (había elegido un magnífico lugar donde dejar su móvil, lograba ver todo a la perfección). Estefi se avergonzó mucho, ya conocía yo muy bien esa expresión en su rostro acompañado del intenso enrojecimiento de este. Pero no se alejó asustada ni intento detenerlo, es más, abrió sus piernas recostándose levemente bajando un poco el culo por su silla (no podía creer lo que mis ojos veían). Los labios de Leo comenzaron a jugar con suavidad en el cuello de mi mujer mientras llevaba los dedos directo a su cálida vagina, mi amada acompañó los morbosos dedos de su amigo con leves movimientos pélvicos, muestra de que lo estaba disfrutando (me masturbaba cual adolescente descubriendo el sexo). Estuvieron un momento en tan comprometedora e indebida relación, hasta que todo se ve interrumpido por la intempestiva puerta abriéndose de golpe; sus compañeras que regresaban de fumar. Gracias al cielo pasaron desapercibidos, se separaron, mi amada recobró la compostura, arreglo su ropa y se sentó correctamente otra vez en la silla. Leo se alejó fugazmente tomando su móvil en el proceso.
Continúo leyendo el mensaje de Leo: “se encontraba muy avergonzada por lo que había pasado, por lo que se despidió de mí sin hacer contacto visual alguno: pero su suave beso fugaz sobre mi boca me confirmó que sí le habían gustado mis calientes caricias. Antes de partir rumbo a casa me mandó un mensaje… en este se disculpaba por lo que había ocurrido (mensajes que me envió respaldándolos en capturas de pantalla… esas eran las imágenes que contenía el mensaje que me había enviado Leo). Le decía a su amigo sobre lo incorrecto e inadecuado que había sido todo… conversaron varios minutos y terminó confesándole muy avergonzada que ya hace un tiempo atrás había comenzado a sentir intensos deseos carnales hacia él, pero que nada sería posible entre ellos… su corazón estaba conmigo a pesar de como estaban las cosas entre nosotros y eso nunca cambiaría. Por un breve instante el panorama pareció desolador… pero analizándolo mejor, no podía ser más conveniente para nuestro mórbido y oscuro beneficio. Autoricé a Leo para que continuara con sus insinuaciones, esta vez podíamos reforzar la idea de que fuera solo sexo y nada más, sin sentimientos… pero debíamos de jugar bien nuestras cartas y poder así llevar a nuestra inocente Estefanía al lado oscuro.
Esa tarde escuché abrir la puerta de mi casa… era mi mujer llegando por fin, agotada de su trabajo. Me encontraba sentado en el comedor, ella sin darse cuenta de mi presencia pasó por mi frente directo al baño, pero se vio interrumpida al percatarse de mi silenciosa presencia. —¿Todo bien? —le pregunté con mi voz serena y juiciosa. —¡Sí! Solo necesito hacer pipi — Me respondió con su voz nerviosa y entrecortada. Continuó su rumbo intentando escabullirse a la seguridad del baño, pero interrumpo su huida interponiéndome en su camino. Sus ojitos tiernos y espantados no se atrevían a mirar a los míos y su expresión de temor era imposible de disimular. Me acerqué cada vez más a ella apegando mi cuerpo al suyo, esta retrocedió lentamente intentando alejarse de mí, pero al llegar a la pared ya no pudo seguir escapando. Apegué mi cuerpo completamente al de ella y acerqué mi rostro quedando a unos pocos centímetros de sus labios… alejó su mirada de la mía volteándola hacia un lado. Con mis grandes manos la tomé de su pequeña y suave carita, acariciando sus tiernas mejillas con mis pulgares en el proceso. La miré directamente a sus marrones ojos sin despegarme ni pestañar durante interminables segundos. Comencé a mirar sus hermosos labios y me los imaginé haciendo contacto con los de Leo: pierdo mi cabeza en incontrolable excitación. Con mi mano derecha la tomé de su mentón con firmeza y apretujé sus mejillas y labios, volteé su rostro hacia un costado para tener vista completa de su cuello corriendo su cabello y así ver exactamente donde Leo estampó sus besos. Enterré mi cara en su cuellito y le olfateo profundamente este por completo, provocando que un leve gemido escapara de su boca. Pasé mi lengua completa por su pequeño cuello en ardiente lamido, su respiración se aceleró descontrolada y su agitado abdomen chocaba contra el mío. Mis labios vuelven junto a los suyos y en completa vehemencia me robé un profundo y húmedo beso que es respondido de inmediato: mi lengua danzaba dentro de su boca entera. Poco a poco su tímida lengua comienza a seguir a la mía y sus pequeñas manos se cuelgan desesperadas de mis masculinos brazos… bajé las mías hasta su rico trasero, para apretarlo y acariciarlo como me encanta, aprovechando en el proceso de bajar su celeste pantalón del hermoso uniforme de enfermera. Metí su calzoncito blanco de suave algodón entre sus nalguitas acariciadas con perversión por mis degeneradas manos y aproveché de jalarla de ellas y presionar su suave pubis contra el gran bulto en mi pantalón. Con mi pie empujé el suyo para que abriera sus piernas lo más que pudiera y comienzo a colar mi mano bajo su ropa interior corriendola hacia un lado, teniendo especial cuidado con los vellitos de su vagina. —La tienes bien lubricadita —le digo extasiado alternando entre mis palabras y mis lujuriosos besos. —No me había dado cuenta, seguramente me oriné un poquito viniendo a casa —me responde sin saber que estaba al tanto de toda su fechoría con Leo. —¡¿ah sí?! pero esto no es pipí —le recalqué frotando el espeso fluido con mis dedos en su rostro… silencio absoluto, no se atrevió a responderme nada.
Luego de unos calientes minutos, me suplica que la deje ir al baño: estaba a poco de orinarse. La cargué en mis brazos y la llevé hasta el sanitario… procedió a sentarse, pero mi mano la detuvo con una fuerte nalgada —¡inclínate y acerca el culito, pero sin sentarte! —me obedeció sin reclamos. Juntó sus piernas y afirmándose de mi brazo y sus rodillas empina la colita acercándola lo más posible al sanitario, mientras mi mano aprovechaba de acariciar con firmeza, nalguear de vez en cuando y separa sus deliciosas nalgas carnuditas. Un dorado chorro de orina caliente comienza a salir desde su vagina y a chocar con fuerza contra el agua del sanitario… primera vez que la tenía en un estado tan íntimo y privado; mi pobre pequeña estaba muy avergonzada. Cuando terminó la giré para que se apoyara sobre el estanque del sanitario sin permitirle usar el papel higiénico en su mano. Me arrodillé ante su culo y se lo empiné, separando sus nalgas con ambas manos. comencé a lamer bien rico su mojado y meado coñito… tenía sabor a gloria. Me tomé mi tiempo para disfrutar tan delicioso fruto que cada vez se empapaba más y más, para luego ser interrumpido por las suplicas de mi extasiada hembra —¡métemelo, métemelo mi amor te lo suplico! —no dudé en complacer su ferviente petición. Mi enorme verga estaba erecta a más no poder, comencé a frotar mi glande por sus labios vaginales: llegaba hasta su clítoris y volvía hasta su entrada para intentar meterlo cada vez un poquito más adentro, hasta que estuviera lo suficientemente dilatada como para que pudiera entrar sin problemas: en el pasado cometíamos el error de apurar las cosas provocándole intenso dolor, pero ahora debía avanzar con mesura y ser paciente. Para mi sorpresa estaba mucho más dilatada de lo que había estado nunca, de todas formas me detengo un instante avisándole que iría a buscar el lubricante íntimo, no quería lastimarla. Pero desesperada me vuelve a suplicar que la penetre sin más. Enloquecido por su ardiente petición, la tomé del cabello y la empotré cual semental a su yegua, dándole una profunda estocada que le llegó hasta su alma. Suelta un intenso gemido acompañándolo con ricos movimientos de su cuerpo tembloroso contra el mío, deseosa porque la siga penetrando… con una de mis manos tomando firmemente su pelo y con la otra su cintura, comienzo a penetrarla como nunca antes había podido: llevando mi verga hasta el fondo haciendo golpear sus nalgas contra mi pubis en el proceso. Desenfrenadamente me la cogí con sus intensos gemidos casi gritos de fondo. Por el tronco de mi pene comenzó a brotar un espeso fluido blanquecino que se escurrió hasta mis vellos púbicos y mis testículos, fluido que permitió a su vagina dilatarse como nunca antes lo había hecho. De su sexo salpicaban pequeñas gotas que poco a poco se convertían en chorros. Acabé en un maravilloso orgasmo dentro de su vagina, pero no me detuve, le di hasta a más no poder a máxima velocidad, hasta que un fuerte y abundante chorro de líquido vaginal empapó el suelo a nuestros pies y nuestras prendas tiradas, provocando que se desestabilizara como si fuera a desmayarse, por lo que, para las últimas penetradas la tuve que abrazar para que no fuera a dar al suelo. Una vez no pude seguir, caí sobre su espalda rendido, afirmados ambos del estanque del sanitario intentando recobrar nuestros agitadísimos alientos: me apoyé con una mano y con la otra alternaba entre apretar sus senos y acariciar su clítoris aún con mi verga adentro.
Terminada nuestra pecaminosa sesión, terminamos sellando una vez más nuestro pacto de amor absoluto con un profundo y apasionado beso y abrazo… definitivamente la excitación por lo prohibido hacía a mi pequeña perder la cabeza.
Retornamos a nuestra realidad y fuimos en búsqueda de nuestra pequeña…