Convicto 1
Ocho meses en el trullo no dan para sacarse un título universitario, pero si para aprender unas cuantas cosas.
Ocho meses en el trullo no dan para sacarse un título universitario, pero si para aprender unas cuantas cosas, sobre todo a buscarte la vida.
Eran las ocho y media de la mañana cuando llegué a casa, los olores me recordaron otros tiempos, cuando mi madre cocinaba para nosotros y mi padre traía algo de dinero a casa, parece que fue hace siglos, pero apenas si fue hace cinco años.
Dejé el petate en mi habitación y entré en la de mi hermana, Loreta, dormía hecha un ovillo en una pequeña franja de la cama, el resto estaba ocupada por un maromo con cara de gilipollas. Repantingado boca arriba emitía sordos ronquidos, por debajo de las sábanas apuntaba una desnudez síntoma de haberse aprovechado de mi hermanita pequeña.
Agarrándole por la aceitosa mata de pelo de la cabeza tiré con fuerza y levantándole le empujé fuera de la habitación.
Los gritos del tiparraco despertaron a mi hermana que me miró como si no esperase mi vuelta. Sin soltarle del pelo empecé a dar patadas a las ropas esparcidas por el suelo mientras le arrastraba fuera del piso.
Me hice un café y me estaba comiendo una madalena cuando entró Loreta en la cocina.
- Podías haberme despertado y ya le hubiera echado yo, no hacía falta pegarle.
- No seas tiquismiquis, que no le he pegado.
Se había puesto una bata que me permitía ver el doblez de la carne de su culo al juntarse con la parte trasera del muslo y mientras se hacía un café, extendí la mano por debajo de la bata buscando su chocho.
Enseguida me di cuenta que estaba pringoso, lo que significaba que habían follado hacía poco. Como no me gusta meterla en caliente, saqué la mantequilla del frigorífico y me unté la cabeza de la polla con ella.
- Agacha un poco que llevo ocho meses sin follar – le dije.
- Joder, ¿no puedes esperar a que me tome el puto café?
- No me jodas e inclínate.
Le sujeté por la coleta y despacio se la fui metiendo por el culo, no quise ir muy deprisa ya que, aunque mi hermana dilata muy rápido no quería joderme el prepucio el primer día de libertad. Tras varios empujones se la endilgué hasta la empuñadura.
Llevaba tanto tiempo sin meterla que sentí que me corría tras una docena de acometidas, se la saqué y quitándole la taza de café de las manos me corrí dentro, la lechigada flotaba entre la espuma del café dándole un colorcillo blanco roto que llaman ahora muy moderno.
- Eres idiota, ni un puto café puedo tomarme.
- No has hecho nada más que llegar y ya estáis discutiendo – dijo mi madre que entraba en la cocina en ese momento.
- No, no discutíamos, es que es más bruto que un arado – dijo Loreta – Toma te he hecho un café – dándole la taza en la que yo me había corrido se preparó otro para ella.
Me senté para acabarme la madalena y mi madre se sentó al otro lado de la mesa.
- ¿Ya te han soltado? – me preguntó entre sorbo y sorbo de su cargado café.
- Hace una hora.
- ¿Qué vas a hacer?
- Ya se me ocurrirá algo.
- Os dejo que tengo que ir vestirme para ir al Insti- nos dijo Loreta.
Las gordas tetas de mi madre se comprimían por la tela de la bata que apenas lograba contenerlas, siempre me han gustado las tetas de mi madre. Alargando el brazo le sujeté una de ellas por encima de la tela y empecé a acariciarle el pezón que enseguida se puso duro.
Me saqué la polla del pantalón que ya empezaba a empinarse gracias al sobeteo y ya con las dos manos libres, le agarré también la otra. Tenía los pezones marrones claritos que destacaban sobre las oscuras areolas, siempre ha sido muy sensible a estas caricias por lo que no me extrañó verla como se metía los dedos en el coño para masturbarse mientras miraba como se balanceaba mi polla.
Le solté el cinto que sujetaba la bata y sin soltar las tetas, me levanté y le puse el capullo en sus labios para que la chupase. Tuve que esperar un poco ya que estaba corriéndose y mi madre es de las que cuando se corre ya puede acabarse el mundo que no le importa, lo único que existe en ese momento es su orgasmo.
No tuve que esperar mucho, con los dedos pringosos de la baba de su chumino me masturbó mientras se metía solamente la punta en la boca, yo no dejaba de sobarle los pezones mientras culeaba intentado ir más allá. Mi madre que ya me conoce retiraba la cabeza a cada empujón por lo que no llegué a entrar más en ella, no obstante, la lubricación de sus manos y el vaivén hicieron que soltase un buen chorro de leche en su boca que tragó sin inmutarse.
- Ya me había parecido antes que el café sabía a tu leche, Loreta, ¿no se lo ha querido tomar?
Estaba demasiado caliente para ella después de catar la del lechuguino con el que la he pillado en la cama esta mañana.