Convicta 97 (1/3)
97 es el número asignado a Paola Henson cuando la condenan a prisión por prostitución, sin ser una puta... Aquí comienza su triste destino.
Convicta 97
Capitulo 1.- Sin serlo, fui condenada y castigada por puta.
Mientras estoy sentada en el suelo de mi celda, estoy escribiendo sobre lo que he sufrido en estos últimos meses... Es de noche y mi cubículo está iluminado por una tenue bombilla, aunque ilumina lo suficiente para poderlo hacer y contar mi miserable vida.
Quizá algún día me suelten y alguien que conozca vendrá a buscarme para regresar a casa… Que ilusa soy… Si regreso, que lo dudo, no vendrá nadie a por mí… Escribo rápido porque en breve seguro que vendrán a por mí, pero no para soltarme.
Hago una pausa y un estremecimiento recorre mi cuerpo... Es una combinación entre el frío que hay en la celda y el recuerdo de las torturas que se me han infligido y las que me inflingiran… Se me pone la carne de gallina recordándolo, mientras miro fijamente la pared.
Me arrodillo en el áspero suelo de piedra porque no hay silla, ni cama, ni ningún otro mobiliario que no sea la paja que uso como cama... Llevo un collar metálico alrededor de mi cuello y una cadena, que está unida a él, me tiene atada a una argolla de la pared... Me permite acostarme, pero me impide alejarme de mi posición actual.
Un desagüe solitario en la esquina sirve de inodoro y el hedor que sale de él, sugiere que no es más que un agujero poco profundo… Las ratas son mis compañeras y nos peleamos por el exiguo plato de frijoles y pan que me pasan a través de la puerta cada noche.
Miro hacia abajo y me maravillo ante la dureza de mis pezones… Una sexualidad que nunca supe que tenía me ha llamado la atención desde que llegué a esta prisión de San Rafael, en donde estoy recluida... Una sexualidad que ha sido explotada más allá de mi imaginación más salvaje y que a veces me consume hasta el punto de que no soy más que un animal, buscando la excitación constante.
Pero, antes de seguir, deseo describir los motivos por los que estoy aquí…
Mi nombre es Paola Henson y tengo 29 años… Soy de una ciudad de Ohio y víctima de los despidos masivos que ocurrieron con la quiebra de la compañía en la que trabajaba desde hacia cinco años.
Incapaz de encontrar otro tipo de trabajo que se ajustase a mi capacitación, decidí tomarme un año libre y viajar con el dinero ahorrado durante los cinco años que trabajé… Con un montón de dinero, decidí recorrer México sola, porque no tengo pareja.
Volé a Ciudad de México, compré una furgoneta de segunda mano y comencé a viajar por el interior… Me alojaba en pequeños albergues y en general lo pasaba bien... Después de tres meses de gira, me detuve en un pequeño pueblo a cientos de kilómetros al sur de México y descansar unos días… Sentada en un pequeño café a pie de lado tomando una cerveza, un joven bien parecido se me acercó.
- "Perdone, señorita… ¿Puedo mostrarle las vistas de nuestro bonito pueblo?", me dijo.
Me sorprendió un poco su brusquedad, pero sentí que no representaba una amenaza especial para mi... Además, era muy guapo y hacía mucho tiempo que no tenía ningún tipo de compañía masculina.
"OK, pero no tengo mucho dinero", le contesté… Eso era mentira, pero no quería que él lo supiera.
"No quiero nada… Eres muy bonita y consideraría un placer acompañarte", respondió.
Yo iba vestida con una camiseta y jeans con sandalias mexicanas… Mi largo cabello negro estaba recogido en una trenza y llevaba muy poco maquillaje… Iba sin sostén y lo pillé que estaba mirando mis pezones puntiagudos que se marcaban en la parte delantera de mi camisa.
"¿No debería cambiarme de ropa, que así no voy adecuada?", le pregunté un poco avergonzada.
"¡No!, ¡No!, ¡Señorita!... Te ves muy bien y estarás completamente a gusto donde vamos."
Así que, nos fuimos… Su nombre era Juan y me dijo que había vivido aquí toda su vida… Tenía 25 años y era barman en uno de los salones locales... Este fue el primer lugar al que fuimos para que él pudiera mostrar, como les decía, a su atractiva amiga estadounidense.
Tomé varias copas de Margaritas y empecé a sentirme un poco mareada... Lo siguiente que recuerdo fue que estábamos en la habitación de atrás del salón, fumando hierba y bebiendo... Su brazo me rodeaba y me apoyé en él, muy relajada y cómoda.
Cuando me sacó la camiseta sobre la cabeza, estiré los brazos para hacerlo más fácil y cerré los ojos mientras sus dedos acariciaban mis pezones que se endurecieron rápidamente.
No recuerdo mucho de lo que pasó después de eso... Algún tiempo después, me desperté acostada desnuda en una cama y Juan me estaba jodiendo... Gemí cuando su polla se deslizaba suavemente dentro y fuera… Lo agarré con mis piernas mientras levantaba mis caderas para recibir bien sus golpes de polla en mi coño... Cuando me corrí, grité de lujuria.
Sentí que Juan se levantaba y me quedé aquí, dormitando un poco, cuando de repente sentí otra polla metiéndola en mi coño... Alguien, además que Juan me estaba follando fuerte y rápido… Luché un momento por apartarlo, pero el placer que me daba venció mi resistencia y comencé a levantar de nuevo mis caderas para disfrutar de sus golpes de polla en mi coño, hasta que sentí como descargaba su semen dentro de mí, al tiempo que yo me corría de nuevo.
Otro tomó su lugar y yo seguí tan caliente que con mis piernas abracé el cuerpo del hombre y reboté hacia arriba y hacia abajo en una completa pasión animal… Su polla era gruesa y me llenaba como nunca antes la había experimentado... Estaba delirando de lujuria y lo monté frenéticamente, buscando otro orgasmo… Cuando me llegó, grité de pura lujuria... Luego sentí disparar su semen dentro de mí, salir de mi vagina y gotear por mis muslos.
Su lugar lo tomó otro… Agarré su cuerpo por encima del mío y lo abracé, gruñendo como una cerda… Otra polla rozó mis labios e instintivamente abrí mi boca para recibirla... Chupé y lamí mientras la otra polla me jodía... Sentí que la polla dentro de mi boca se ponía cada vez más rígida y pronto estaba bebiendo su semen cuando un chorro llenó mi boca.
En algún momento durante la noche, me desmayé de agotamiento... Cuando desperté, la tenue luz del amanecer se asomaba a través de una ventana al pie de la cama... Cada músculo de mi cuerpo me dolía una barbaridad cuando intentaba sentarme... Me recosté en la cama y me froté la frente… Me dolía la boca y sabía a mierda... Al mirar mi cuerpo lo vi cubierto con semen seco… Me dolía el coño y suspiré al recordar lo pasado en la noche anterior.
No tenía idea de dónde estaba, pero una cosa era segura... Necesitaba vestirme y salir de aquí… Con esfuerzo me incorporé y miré a mi alrededor.
La habitación en la que me encontraba estaba vacía, excepto por la cama en la que estaba… Una sola sábana, empapada en sudor y semen, cubría el colchón... Mi ropa no estaba a la vista... Me puse de pie y caminé hacia la ventana y miré hacia afuera… Estaba en el segundo piso de un edificio que daba a la plaza del pueblo... Había gente moviéndose, preparándose para el trabajo del día… Maldije en silencio a Juan por dejarme sin ropa y me pregunté cómo iba a volver a mi hotel.
Alguien llamó a la puerta… Pensé que era Juan que me estaba devolviendo mi ropa… La abrí y me echaron hacia atrás cuando la puerta se abrió de golpe y dos enormes policías entraron en la habitación… Agarré apresuradamente la sábana de la cama y me envolví en ella mientras miraban con avidez mi cuerpo desnudo.
"¿Qué quieren?", les pregunté, nerviosa.
"¡Está arrestada, señorita!.. ¡Venga con nosotros, inmediatamente!"
"¿Arrestada?... ¿Por qué?... ¿Qué he hecho?"
"¡Eres una puta y la prostitución aquí es ilegal!"
"¡No!... ¡Estás equivocado!... ¡No soy una puta!", les grité.
"¡Debes venir con nosotros!... ¡Ahora!"
Vi que no tenía más remedio que obedecer y me sentí segura de poder explicar mi presencia en la habitación sin ropa… Envolviendo la sábana con fuerza alrededor de mí y haciendo una mueca cuando el sudor y el semen se pegaron a mi cuerpo, seguí a los dos policías hasta su coche... Me llevaron hasta la estación de policía local, me metieron en una celda pequeña y me dijeron que esperara.
Esperé todo el día y luego se hizo de noche y todavía esperé… Llamé varias veces pero nadie vino… Agotada, sedienta y hambrienta, me acosté en el pequeño catre de la celda y pronto me dormí.
Me desperté temprano a la mañana siguiente por un joven mexicano vestido con un traje que era demasiado grande para su cuerpo… Llevaba un maletín y entró en mi celda con un aire importante.
- "Me nombraron su abogado... Usted será juzgada esta tarde por el cargo de prostitución... Le recomiendo que se declare culpable… Si lo hace, la multarán con una pequeña cantidad y la liberarán… De lo contrario, si se declara inocente, el tribunal puede condenarte a prisión", me dijo.
Me quedé atónita ante sus comentarios… ‘¡Prisión!?... ¡Pero si yo era inocente! ’, pensé.
"¡No quiero declararme culpable de nada!... ¡No he hecho nada malo!", lloré.
"Como desees… Te traje un vestido para usar en tu juicio... Te veré esta tarde."
El vestido que me dio fue lo peor que podía usar para un juicio por prostitución... Era una especie de ropa barata, de color rojo chillón, que dejaba entrever gran parte de mis pechos y la falda apenas cubría mi culo y por delante casi mostraba mi coño porque no me trajo ninguna ropa interior... Sin embargo, era mucho mejor que ir con una sábana envuelta alrededor de mí, así que me lo puse.
El fiscal describió cómo la policía había escuchado informes de mi lascivia y me encontró desnuda con una sábana que mostraba los restos de una noche de depravación... Se encontró evidencia de marihuana en la habitación, junto con varias botellas de whisky vacías... También contó que en mi habitación de hotel encontraron bastante dinero que obviamente había ganado al abrir mis piernas a todos los interesados.
Le supliqué a mi abogado que encontrara al joven llamado Juan, pero dijo que no había nadie que trabajara en el salón con ese nombre... Agaché la cabeza con desesperación cuando el juez pronunció la sentencia: Dos años en la prisión de San Rafael!... Y luego, añadió:
- "Como castigo adicional por tu conducta desenfrenada e inmoral, también te condeno a que recibas 25 latigazos, que te serán dados en la plaza como elemento disuasorio para aquellas chicas que deseasen practicar tu depravada ocupación."
¡Estaba aturdida!... ‘¿Cómo al día de hoy, en pleno siglo XXI se administraría un castigo tan cruel e inusual para lo que parecería el más simple de los delitos, que no era mi caso, claro? ’, pensaba.
Traté de hablar pero las palabras no salían de mi garganta… Ante mi estupor sentí mis brazos estirados detrás de mi espalda y las esposas alrededor de mis muñecas… Mientras la gente que había en la Sala comentaba la sentencia, me llevaron de vuelta a mi celda.
A la mañana siguiente vinieron a buscarme... Una mujer de aspecto agrio, que llevaba el mismo uniforme que los policías, me entregó un atuendo que apenas cubría mi cuerpo... Me ordenó quitarme el vestido que había usado en el juicio, lo dobló y lo puso en una bolsa de plástico, presumiblemente para ser entregado a la próxima chica que cayese en las garras de la policía de este pueblo.
Mis muñecas fueron esposadas una vez más detrás de mi espalda y fui sacada de la celda por los mismos dos policías que me habían arrestado... De la estación de policía, crucé la calle hasta la plaza del pueblo, donde se había levantado una plataforma de madera en el centro… Arriba de esa plataforma había dos postes separados por unos 2 m y esposas atadas a tramos cortos de cadena colgados de la parte superior de cada uno… Allí sería atada, sin duda.
Me hicieron subir a la plataforma y me colocaron entre los dos postes... Soltaron brevemente mis muñecas, me levantaron los brazos y me las volvieron a esposar... Cuando mis brazos se levantaron, el dobladillo de mi improvisado vestido se alzó con ellos, exponiendo mi sexo para que todos lo vieran... Me quedé en silencio, mirando a la multitud de personas que se habían levantado temprano para ver mi castigo… Luego me colgaron un cartel alrededor de mi cuello que decía "¡Puta!”
Mientras observaba a la multitud, vi una cara familiar sonriéndome... ¡Era Juan!... Ahora entendí lo que había sucedido… ¡Juan (o como se llamara) me había acosado y follado… Igual que sus amigos o conocidos!... Luego avisó a la policía para que viniera a buscarme.
Mientras lo miraba, él sonrió y levantó mi camiseta… Grité de ira y la gente lo interpretó como una señal de miedo... Luego, una aclamación se alzó cuando un hombre, un grandullón, con una máscara que cubría la parte superior de su cabeza hasta su boca, subió a la plataforma y se acercó a mí... Su enorme pecho estaba desnudo, salvo por el pelo negro y rizado que lo cubría… En su mano, sostenía un látigo enrollado que me hizo temblar cuando lo vi.
Me asombré de ver la cantidad de mujeres entre el gentío… Parecían tan ansiosas como los hombres de verme torturada… Supongo que el sadismo no conoce el género, pero sirvió para aumentar mi sensación de degradación y terror.
Sentí que la mano del hombre recogía mi pelo y lo lanzaba sobre mi hombro… Luego agarró la tela por la parte de atrás de mi cuello y la rasgó dejando la espalda al aire... Comencé a temblar sin control y mis piernas se debilitaron mientras que las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas.
‘¿ Cómo me puede estar pasando esto ?’, pensé aterrorizada.
Entonces el látigo me golpeó la espalda... Mi respiración dejó mis pulmones en un enorme jadeo cuando mi cuerpo se lanzó hacia adelante por el golpe... El dolor, que comenzó en mi espalda, se extendió rápidamente por todo mi cuerpo hasta que pensé que mi cerebro explotaría… Aspiré una bocanada de aire, sólo para expulsarla de nuevo cuando el segundo golpe se enterró en mi carne.
Me estaba moviendo furiosamente dentro de lo que me permitían las cadenas y pateaba frenéticamente mis piernas en un vano intento de disipar el dolor… Sentía mi espalda como si tuviera fuego en ella... Me giré, tratando de escapar, pero sólo logré recibir el tercer golpe en una posición que la punta del látigo golpeó mi pecho derecho.
Si pensé que los dos primeros golpes eran dolorosos, ahora estaba en una agonía insoportable… Eché hacia atrás mi cabeza y grité cuando el cuarto golpe cruzó mi espalda justo debajo de mis hombros, enviando otro rayo de dolor a través de mi cuerpo.
El hombre se detuvo por un momento y el dolor creció, al arderme la espalda, mientras yo gemía para deleite del gentío.
Justo cuando estaba empezando a recuperarse, el látigo reanudó su trabajo, dándole tres golpes seguidos y provocándole una intensa angustia y mucho más dolor.
El látigo de cuero rompió la delgada tela y quedé prácticamente desnuda... Animado por el griterío de la gente, el hombre agarró la parte delantera de la ropa y me la arrancó… Colgué desnuda ante todos, pero mi vergüenza apenas me importó en comparación con el dolor que me producían los latigazos que recibía en mi cuerpo.
El verdugo reanudó el castigo y de nuevo Paola se retorció y gritó cuando el látigo alcanzó su cuerpo desnudo... En algún momento, perdió el control de su vejiga y un chorro de orina corrió por sus piernas para deleite de las masas allí reunidas... Perdió el conocimiento y fue reavivada con amoníaco, para soportar el severo castigo que estaba sufriendo... Cuando terminó, quedó colgando de sus muñecas y su cuerpo estaba cubierto de líneas rojas
Cuando le soltaron sus muñecas, cayo al suelo, incapaz de sostenerse... Sintió que unas manos la levantaban por los brazos, la bajaron de la plataforma y tras cruzar arrastras la calle llegaron a la cárcel... Y de ahí, a su celda, donde quedó desnuda y sollozando con desesperación... Su pesadilla apenas había comenzado.
A la mañana siguiente le despertó la misma mujer corpulenta que la atendió el día anterior… Cuando ella le observaba, fue a un pequeño desagüe que había en la esquina de la celda y orinó… Cuando terminó, le dieron una jarra de agua y un trozo de pan que tiró apresuradamente y luego, vomitó.
- "Muy mal hecho… Eso es todo lo que tienes para comer", comentó.
La hicieron ponerse en pie y la mujer le puso las manos detrás de la espalda y la esposó las muñecas… Los tobillos también fueron atados y unidos por un pedazo corto de cadena… Alrededor de su cintura pusieron otro trozo de cadena, que dejaba otro trozo colgando por delante, entre sus piernas, que rozaba los labios de su coño y me hacía temblar de excitación.
- "A las putas como tú, las llenan el coño en la prisión de San Rafael… Ya lo verás", le dijo mientras, sonriendo, agarraba la cadena y la llevaba hacia la puerta de la celda... Paola fue tras ella… La cadena que ataba mis tobillos sonaba en el suelo de piedra.
Salieron de la estación de policía y se sonrojo de vergüenza y humillación cuando media docena de hombres y mujeres la miraron y se echaron a reír... Las lágrimas corrían por sus mejillas cuando salió y le dijeron que subiera a la parte trasera de un camión cerrado.
Dentro del camión habían otras dos mujeres, pero iban vestidas... Paola iba desnuda... Al cerrarse la parte trasera de la furgoneta todo quedo oscuras... Se escuchó el arranque del motor y luego el camión comenzó a moverse... Tardaron mucho tiempo en llegar.
Las tres mujeres fueron sacadas de la camioneta y llevadas a las oficinas de la prisión. Una vez más fue sometida a las miradas de una docena o más de personas y humillada al verse desnuda.
Las otras dos mujeres fueron llevadas a una habitación diferente y a ella la llevaron a una pequeña oficina donde, sentado detrás de un escritorio había un hombre con uniforme de oficial mirando una carpeta abierta.
Por largos minutos estuvo esperando mientras supuestamente él leía cada palabra dos o tres veces... Finalmente, la miró, evaluando su cuerpo desnudo con sus ojos negros y bien abiertos diciendo:
"Tu nombre es Paola Henson"... No era una pregunta y por tanto, me quedé callada.
"Bueno, ya no… Durante los próximos dos años, serás simplemente '97'… Aquí, en San Rafael, no usamos nombres", continuó hablando y levantándose de detrás de su escritorio… Caminó frente a ella y se quedó a unos centímetros de distancia... Su aliento olía a menta y un leve olor a colonia saludó su nariz.
Encendió un cigarrillo y sopló humo en su cara.
"Mi nombre es capitán Hernando... Pero simplemente me llamarás Guardián durante tu estancia con nosotros... Alargó la mano y tomó el pecho derecho de Paola, que se estremeció y retrocedió, mirándolo... Sus ojos brillaron de ira y de nuevo, apretó su pezón hasta que ella gritó:
“¡Aaaaw!... ¡Detente!... ¡Me estas haciendo daño!"
"Esto no es nada en comparación con lo que experimentará aquí, 97... Si cree que estás en un hotel de lujo, estás muy equivocada... No se admite la desobediencia aquí en San Rafael… Cualquier rechazo de órdenes se castiga rápida y dolorosamente. ¿Entiendes?
Como énfasis, apretó mi pezón aún más fuerte… Yo hice una mueca de dolor, pero me las arreglé para pronunciar la respuesta requerida.
"Sí ..."
"La respuesta correcta es 'Sí, señor director’."
"Sí, señor director", gemí con mi teta en llamas por su torcedura.
"Muy bien", dijo, soltando mi pezón... Jadeé mientras la sangre fluía de regreso a mi torturada mama.
"Inicialmente trabajarás en los campos, cosechando nuestro grano.. Procura hacerlo bien, '97' o te encontrarás encadenada al molino de piedra… Cada mes, recibirás 10 latigazos, sólo cómo recordatorio de que aquí eres una prisionera", le dijo.
Dos policías grandotes entraron a la oficina y me cogieron de los brazos para llevarme al herrero… El herrero estaba en una pequeña área fuera del edificio principal donde ardía un fuego incandescente y varias herramientas descansaban en las brasas... Me quitaron las esposas que ataban mis muñecas y tobillos y experimenté un poco de libertad por primera vez en varios días… Lamentablemente, no duró mucho.
El herrero unió bandas de acero alrededor de mis muñecas y tobillos y las soldó en su lugar… Afortunadamente, estaban forradas con cuero suave pero el metal molestaba mi carne y quedaron muy apretadas… En cada una de ellas había anillos que se podían unir a otros medios de restricción... El último paso fue colocarme un collar de metal alrededor de mi cuello, también equipado con anillos para otros dispositivos. Una delgada cadena, de un metro de larga, colgaba del centro del collar, pasando entre mis pechos.
Los dos guardias que se quedaron de pie mientras el herrero me arreglaba los grilletes, me miraban con lujuria… Sus ojos me devoraban con ganas de follarme... No tuve ninguna duda de que me utilizarían con frecuencia y sin limitación.
Cuando el herrero terminó, los dos policías me llevaron de nuevo al edificio de la prisión... En otra habitación, me colocaron boca arriba sobre una mesa de acero y mis pies sobre unos estribos, al igual que un sillón de ginecología.
Un hombre con una bata blanca entró en la habitación y, sin decirme nada, comienza a examinar mi coño con un espéculo… Lo escuché murmurar para sí mismo mientras yo soportaba la humillante exploración que me hacía.
Una vez que terminó, una mujer también vestida con una bata blanca entró en la habitación y procedió a quitarme todo el vello púbico con un depilatorio... Ella me explicó con una voz impasible que esto era para controlar los piojos.
Una vez que ella terminó, se me permitió bajar de la mesa y poderme ver en un espejo de cuerpo entero... Uno de los dos guardias me cogió de la cadena de mi collar y tirando de ella me sacó de la habitación.
Bajamos por un largo tramo de escaleras hasta que llegamos a un pasillo con poca luz… A ambos lados del pasillo había puertas de metal y detrás de ellos se escuchaban sonidos de llanto y gemidos… Finalmente llegamos al final del pasillo y uno de los policías abrió una puerta y me empujó dentro.
Caí sobre mi estómago en el áspero suelo de piedra, gruñendo de dolor… De pronto, sentí unas manos en mis pies, girándome hasta quedar acostada sobre mi espalda… Miré a uno de los policías mientras me agarraba las piernas y las separaba... El otro se desabrochó el cinturón y luego los pantalones con una amplia sonrisa en la cara.
- "Está bien, puta… ¡Ahora veremos cómo lo haces gratis!"
Se arrodilló y hundió su polla en mi coño sin dudarlo… Grité cuando me penetró, incapaz de estar lubricada adecuadamente antes de que lo hiciera... Comenzó a follarme fuerte y rápido mientras el otro mantenía mis piernas separadas y en el aire.
El dolor era insoportable pero no les importaba… Su polla se hundía dentro y fuera de mi coño sin parar, hasta que sentí su semen dentro de mí… El otro guardia era un sádico... Me dio la vuelta y levantó mis caderas en el aire... Apartando mis piernas, con sus manos se separó mis nalgas.
- "¡NOoo!... ¡Oh, Dios!... ¡Por favor, no!... ¡Por ahí, no!"
Sentí su polla en la entrada a mi culo y luego uno de los dolores más insoportable que había experimentado jamás... Un grito surgió de mi garganta cuando su polla se hundió más allá de mi esfínter anal y se enterró toda dentro de mí... Luché para arrastrarme lejos de él, rascándome los pechos contra la piedra pero no había forma de escapar... Cogiéndome fuerte de mis caderas, comenzó a meterla y sacarla de mi ano mientras yo sollozaba con terrible humillación y agonía.
El sádico guardia metió su mano debajo de mí y comenzó a acariciar los labios de mi vagina… Un dedo encontró mi clítoris y lo masturbó, enviándome a un estado de total confusión... Por un lado me estaba excitando y por otro me estaba violando brutalmente mi culo.
Continuó acariciando los labios de mi vagina y tocando mi clítoris hasta que me encontré a cuatro patas, golpeando mi culo contra su pubis para sentir lo fuerte que me enculaba y gruñendo como una cerda.
El dolor desapareció y estuve gruñendo con cada empuje de su polla y mi culo estaba chocando hacia atrás para encontrarse con él… Los dos llegamos al orgasmo al mismo tiempo, sintiendo cómo su semen llenaba mi intestino y mi cerebro explotaba de lujuria.
Me derrumbé en el suelo, cubierta de sudor y respirando pesadamente… Fue en este estado que escuché que la puerta se cerraba detrás de mí y que una llave giraba en la cerradura… Podía escucharlos reír mientras se alejaban.
Increíblemente, mi mano alcanzó mi coño y comencé a acariciarme mi clítoris… Gimiendo en la histeria sexual, llegué al orgasmo antes de hundirme en un sueño profundo, totalmente agotada y dolorida de por los latigazos recibidos que me marcaban todo el cuerpo y no me dieron nada para aliviarme.
Me desperté temprano a la mañana siguiente con uno de los guardias golpeando la puerta de mi celda… Me dolía el cuerpo de dormir en el suelo de piedra y gemí mientras me dirigía a una de las esquinas donde estaba el desagüe para poder aliviar mi vejiga… Mi coño me dolía por todas las folladas que me habían dado en estas últimas cuarenta y ocho horas.
Me acompañaron al patio de la prisión, donde me uní a una docena de reclusas más... La mayoría de ellas estaban tan desnudas como yo, pero algunas llevaban pequeñas camisolas que sólo aumentaban su sexualidad.
Todas llevábamos grilletes y collares y noté cómo un par de mujeres tenían sus tobillos encadenados a una cadena corta... Sus movimientos eran difíciles y constreñidos cuando nos llevaron a un camión... Ante la insistencia de un par de guardias, nos cargaron en la parte trasera del camión... Pequeñas argollas que habían sido atornilladas al piso sirvieron para sujetarnos del tobillo y así evitar que nos tirásemos con el camión en marcha.
Al poco, el camión comenzó a moverse y salimos del recinto de la prisión para recorrer un camino sucio y polvoriento a través de la selva… La suciedad era abrumadora y después de unos minutos estábamos todas cubiertas con el polvo que se levantó.
Mientras el camión se abría paso a través de la jungla, estudié a mis compañeras de cautiverio... Parecía que yo era la única estadounidense entre el grupo… El resto eran hispanas.
Varias de ellas eran guapas, a pesar de los rigores de la vida en prisión… Me sobrecogí cuando observé fuertes ronchas rojas, como las mías, en la espalda de una que estaba sentada cerca de mí… Ella era una de las mujeres cuyos tobillos habían sido encadenados juntos… Ella me vio mirándola y una leve sonrisa cruzó sus labios.
- "Traté de escapar... Me dieron tal paliza de fuertes latigazos que no lo volveré a intentar jamás", me dijo con un movimiento de cabeza.
Me estremecí al pensar lo que debieron hacerle tras su captura.
El camión se detuvo y vi que estábamos en el borde de un área despejada en la jungla que parecía tener aproximadamente unos 300 m cuadrados. Cuando bajamos del camión, nos pusimos en una fila.
Yo, junto con otras cuatro mujeres, fuimos llevadas al borde del claro donde un granjero mexicano estaba parado detrás de un rustico arado... Iba vestido con la clásica ropa de camisa blanca de algodón y pantalones… Me miró impasible cuando fui conducida a la parte delantera del arado… Entonces me di cuenta cuál sería mi papel... ¡Iba a tirar del arado!
El guardia de la prisión me puso un arnés de cuero que me cubrió los hombros, lo cruzó por delante entre mis pechos y lo ató por detrás a mi espalda… Dos anillas en el lado del cinturón que me puso, los engancho a los palos del arado y lo mismo hizo con las anillas de mis muñecas para que tuviera un mayor control… Miré a un lado y vi a las otras cuatro mujeres vestidas de manera similar... El resto de las prisioneras habían recibido azadas y cubos de semillas para seguirnos y plantar.
Continuara....