Convertí a mi nuera y a su madre en mis putas 6

Tras descubrir que mi nuera no era la culpable de que mi hijo no hubiese querido saber nada de mí, fue durísimo y saber que bajo una acusación falsa la había cuasi violado peor. Lo extraño de todo es cuando le pido perdón, la viuda de mi chaval no acepta que deje de tratarla como mi puta.

9i

El dolor

y la angustia

de saber

que había fallado primero como padre, luego como esposo y para terminar como suegro y como abuelo

era insoportable

. Como padre había

logra

do que mi hijo se abochornara de mí y que no quisiera verme. Como esposo, no había logrado mantener a Aurora a mi lado. Pero lo que realmente me rompía el alma era saber que había mancillado la memoria de Manuel, violando y emputeciendo a su señora.

Hijo, ¡lo siento!

,

murmuré

totalmente empapado

mientras elevaba mi mirada al cielo

:

Sé que me he comportado como un hijo de perra con Sonia, pero t

e juro que

,

a partir de este momento, no será así y

me ocuparé de que no les falte de nada

a ninguno de los dos. ¡Por Manolito y su madre no tienes que preocuparte! ¡Son desde ahora mi

responsabilidad

!

Puede parecer una locura, pero

en ese preciso instante dejó de llover y salió en sol. Sentí c

omo si mi chaval me

perdonara e incluso

que,

olvidando mi pecado

,

me

diera las gracias

.

No te fallaré otra vez

grité al viento y corriendo como un loco, volví al cortijo.

Nada más llegar, llamé a Sonia, a su madre y a mi ex. Las dos primeras en llegar fueron Aurora y Teresa, las cuales venían charlando animadamente y

la complicidad que leí en sus

gestos, me

hizo sospechar que además de las paces esas dos habían firmado una entente cordiale. Mis sospechas quedaron confirmadas al sentarse frente a mí, juntas y bastante acarameladas.

«Me alegro sobre todo por Aurora», pensé porque desde que nos habíamos separado a mi ex se le había

n

sucedido las desgracias.

Cuando mi nuera apareció por la puerta, su actitud era la contraria. Mientras su vieja y mi ex estaban alegres y sonrientes, ella estaba triste y meditabunda.

«Soy un capullo sin ningún tipo de escrúpulos», me dije mientras centímetro a centímetro me hundía avergonzado en el sillón al observar la evidencia en su rostro que había estado llorando.

Suegro, ¿qué desea de mí?

mientras se arrodillaba y con un hilo de voz me preguntó.

El ver a mi nuera tan alicaída me impactó de sobremanera y levantándola del suelo, la senté junto a mí. Eso solo obró un milagro y como por arte de magia desapareció la angustia de su rostro y sonrió.

Pensaba que seguía enfadado con su cachorrita

susurró en mi oído mientras se restregaba dichosa contra mí.

La ternura y alegría con la que pegaba su cuerpo al mío

levant

aron

todas mis alertas y sin ningún deseo de prolongar su sufrimiento ni el de mi consuegra, les expliqué que

nos

había dejado llevar por el rencor y que les habíamos hecho a ellas responsables de algo cuyo culpable había sido nuestro hijo.

No sé cómo compensaros el daño que os he afligido, desde este momento, sois

nuestra

s invitadas.

Mi ex, asintiendo cada una de mis palabras, añadió mientras cogía la mano de mi consuegra:

Si queréis quedaros aquí con Pedro y conmigo, sois bienvenidas.

Teresa,

más

afectada de lo que se suponía, nos contestó casi llorando que no había nada que perdonar porque ellas tampoco habían hecho por arreglar la difícil relación entre nosotros y Manuel. Tras lo cual, abrazando a Aurora

,

le preguntó si ahora que no tenía que

ejercer de

su putita, podía convertirse en su amiga cariñosa.

Mi antigua esposa riendo la besó.

Como

mi nuera

no se había manifestado, nuevamente, le pregunté qu

é

iba a hacer y si me perdonaba.

Suegro, ¿qué es lo que desea su cachorrita le prepare de comer?

La incongruencia de su respuesta me dejó sin habla y mi silencio hizo que Aurora quisiera intervenir:

Ya no tienes que seguir comportándote así, Pedro te ha pedido perdón.

Girándose hacia ella y con un desprecio brutal en sus ojos, la rubia contestó a la que hasta unos minutos había sido su señora:

No

recibo

órdenes de una puta que abandonó a

su marido. Mi señor

sabe que su cachorrita le ama y que nunca le dejará.

Hija, piensa lo que dices

intentó mediar su madre.

El rechazo de Sonia por la mujer que le había engendrado fue todavía mayor y con ira apenas contenida, replicó:

Si no permito que una zorra me

aconseje, ¡menos a su amante! Nunca se me olvidará que no solo intentaste robarme el marido sino también que querías quitarme el amor de mi suegro.

Que se negara a atender mis palabras y la violencia con la que había respondido a su madre y

mi

ex fueron una

señal de que

o bien estaba fingiendo o bien de que

algo en su cerebro había hecho crack y de que se rehusaba a acatar la realidad.

Sonia, no pienso dejarte en la estacada

comenté creyendo que iban por ahí los tiros

:

No necesitas seguir actuando para que me ocupe de ti y de tu hijo.

Sorprendida y mirándome con los ojos abiertos de par en par, resopló diciendo:

Suegro, su cachorrita no actúa. Su cachorrita obedece.

Mi ex fue sumando diferentes indicios y cogiéndome del brazo, me llevó a un lado.

Pedro, ¿me puedes ayudar a comprobar algo?

Claro

respondí

deseando cualquier ayuda porque lo quisiera o no reconocer estaba aterrado.

Manda a Sonia con nuestro nieto y pide a su madre que se quede.

No sé por dónde vas, pero eso haré

contesté y volviendo a donde estaban madre e hija, hice lo que Aurora me había pedido.

A regañadientes nuestra nuera nos dejó para irse a ocupar de su niño

,

mientras Teresa nos preguntaba que deseábamos de ella.

Teresa, ¿eres consciente de que Pedro solo os esclavizó porque pensábamos que le habíais separado de Manuel?

Mi consuegra sin perder la sonrisa asintió. La respuesta de la morena permitió a mi ex seguir:

¿Recuerdas que Pedro os liberó y que por lo tanto no tenéis que servirle?

Claro, no soy boba ni tengo

Alzheimer

.

¿Te crees capaz de

no cumplir

una orden directa de él?

Nunca podría.

¡

Pedro es mi dueño

!

A ver

dije interviniendo:

¿Por qué no puedes desobedecerme si te liberé?

Sé que me liberó, pero una esclava siempre es esclava y nada que haga nadie puede cambiarlo. Cuando murió su hijo, estaba desamparada, pero usted me acogió bajo su abrazo y siempre seré suya.

Olvidando a la cincuentona, mi ex me soltó desternillada:

¿No te das cuenta? Está condicionada a servirte. De alguna forma, Manuel lavó el cerebro a las dos

.

Sin entender

qué era lo que le hacía tanta gracia a

mi antigua pareja y c

on el estómago revuelto, me negué a aceptarlo

. Decidido a demostrar que se equivocaba,

sacando un fajo de billetes de un cajón, se lo di a la morena

:

Toma este dinero y vete. No quiero volverte a ver.

Tal y como había anticipado, Teresa agarró

la pasta y salió de la habitación, pero justo cuando ya creía que había ganado la vi entrar llorando y arrodillándose a mis pies, me pidió que no fuera cruel con ella y que le perdonara cualquier cosa que hubiese hecho.

Mi ex con una sonrisa de oreja a oreja, preguntó a la que había sido su consuegra:

Teresa, si tu amo te permite quedarte con él

,

pero sirviéndome solo a mí, ¿estarías contenta?

Señora, lo aceptaría gustosa

replicó con sus ojos teñidos de emoción

pero en cuanto mi señor me llame ha de saber que acudiré a su lado.

Muerta de risa y feliz

, Aurora me miró diciendo:

Te he quitado un problema. ¡Sonia es el tuyo!

Tras lo cual y cogiendo de la cintura a

nuestra consuegr

a, salió con ella rumbo a su cuarto

.

M

e quedé

de piedra

por

el descaro y de la cara dura con la que mi ex se tomaba el asunto

.

Era acojonante que hubiese

decidido aprovechar el condicionamiento al que las había sometido Manuel

para agenciarse una amante fiel, cariñosa y sobre todo obediente, importándole bien poco el destino de nuestra nuera.

«¿Y ahora qué hago?», me pregunté tan aturdido como abochornado por la actitud de la que había sido mi señora.

Sin cómplice

ni

consejero

al que acudir

, tenía que abordar solo el hecho de que la viuda de mi hijo y su madre se negaban a aceptar que eran libres.

«Me recuerdan al cuento de la barracuda y de la caballa»,

me dije meditando sobre

la historia en la que

unos científicos

habían encerrado a esos dos peces en el mismo acuario

,

pero con un cristal separándolos. La hambrienta barracuda ignorando la invisible barrera que había entre ellos, había querido comerse una y otra vez a la aterrorizada caballa hasta que

resignada

había dejado de intentarlo.

Entonces

habían retirado el cristal y la

barracuda

,

nunca traspasaba el lugar donde había estado la barrera, pensando que seguía ahí.

«A pesar de

saberse

emancipa

d

a

s

, sigue

n

pensando que s

on

mi

s

esclava

s

», sentencié: «Debo armarme de paciencia para que olvide

n

esa locura y convencerla

s

de qué

son

libre

s

».

Con ese pensamiento rondando, fui a ver

dónde

estaba

mi nuera

. Tal y como le había

exigi

do, la hallé cuidando de su hijo

. Sonia al verme entrar sonrió, pero como no le di orden que dijera lo contrario siguió ejerciendo de madre mientras sentado en un sofá admiraba a

lgo más que su comportamiento como

madre de mi nieto.

«Hay que reconocer que mi hijo tenía buen gusto», me dije valorando positivamente la forma y la rotundidad de sus pechos.

Sintiéndose observada, Sonia comenzó a ponerse nerviosa y a pesar de los esfuerzos que hizo para evitar que lo notara, sus pezones se le erizaron bajo el uniforme de criada.

¿Qué te pasa?

olvidando momentáneamente mi propósito de respetarla como la viuda de mi hijo que era,

pregunté mientras pasaba mi mano por sus senos.

Suegro, no sea malo

masculló entre dientes al sentir que le flaqueaban las piernas:

Está mi bebé.

Al recordarme la presencia de mi nieto, se me calló el alma a los pies. Como perro apaleado y con el rabo entre las piernas,

hui

por segunda vez en una hora

de ella.

«Definitivamente, ¡soy un capullo!», me torturé mientras achacaba ese nuevo error a una falta de moral

inasumible

y mirando hacia una foto de mi hijo que había en una cómoda, prometí que no

me

volvería a sobrepasar con la que había sido su esposa.

«No entiendo por qué le he tocado las tetas, si mi intención era hablar con ella para que supiera que nunca más tenía ni debía entregarse a mí», murmuré entre dientes.

En un intento de buscar ayuda o al menos hablar con alguien,

fui a ver

a mi ex.  La muy zorra ni siquiera había tenido la delicadeza de cerrar la puerta de su cuarto y por eso al oír ruido, entré sin saber que me encontraría a

Aurora totalmente desnuda y a Teresa con la cara entre sus muslos, mientras

exigía con una fusta

a nuestra consuegra

que no parara de lamerle el coño.

«Al menos, e

st

as dos

está

n felices», con un cabreo creciente, rumié.

Abatido y preocupado,

cogí las llaves del coche y me marché de casa con la idea de evitar encontrarme con cualquiera de las tres. Como ya era cerca de las dos y no quería que Sonia me diera de comer, me fui a un restaurante que acaban de inaugurar en el pueblo.

Al llegar al local,

agradecí el encontrarme

con unos

conocidos y uniéndome a su mesa, disfruté de largo rato de asueto donde mi nieto y las mujeres que había dejado en el cortijo pasaron a un segundo plano. De esa forma, aunque fuera momentáneamente, conseguí olvidar el deshonor y la

humillación que me producía el haber abusado de una inocente que para más inri era la viuda de mi chaval.

Al volver con el estómago lleno

y

sin ganas de compañía

,

decidí salir a correr por el campo para que el ejercicio me

permitiera ordenar mi mente y encontrar una solución a mis problemas.

Tras colocarme una zapatillas, dejé atrás el cortijo con la intención de perderme entre los olivares.

Durante

más

de una hora, recorrí

esos agrestes pero ricos

parajes

con la idea fija de dejar atrás todo recuerdo de Sonia

.

Desgraciadamente y a pesar de que

forcé mis músculos y el sudor empapó mi camiseta, la presencia de mi preciosa nuera y mi ignominia seguían presentes en cada una de mis respiraciones.

«Debo hacer algo para convencerla de que abandone esa idea. Debo conseguir que vuelva a ser una joven del siglo XXI y que olvide esa obsesión por ser mía», me repetía como un mantra cada vez que subía una cuesta o recorría una vereda.

Con la derrota reflejada en mi rostro, volví a la casa. Afortunadamente, nadie me esperaba en la entrada y por ello, en absoluto silencio, me escabullí hacia mi habitación. Lamentablemente, mi alegría duró poco porque al pasar la puerta me encontré con Sonia esperando

sentada en una silla junto a la cama.

Estaba preocupada por usted. La próxima vez que vaya a correr, avíseme

murmuró y sin decir

nada más

, me dejó solo en el cuarto

y pasó

a mi baño.

Un observador poco avispado se hubiese escandalizado con la

altanera

actitud de esa criada, pero por el contrario cualquiera con un poco de chispa hubiese comprendido de inmediato que esa mujer sentía algo por su jefe y que su protesta se debía a una inquietud sincera. El ruido del agua llenando la bañera me informó de que, aún enfadada, esa rubia seguía firme en su decisión de servirme hasta las

últimas

consecuencias y por ello no me extrañó que, al cabo de unos minutos, volviera a comunicarme que el jacuzzi estaba listo.

Suegro, deme su camisa

pidió.

Por un momento, creí que su petición era inocua y por eso se la di. Pero entonces y ante mi pasmo, no pudo ocultar que mi olor le resultaba irresistible y como un perro olfateando una pista, mi nuera acercó mi polo sudado a su nariz.

¡Dios!

¡Qué bien huele!

gimió incapaz de contenerse y con lágrimas en los ojos, salió del baño.

Reconozco

que no me esperaba esa reacción y siendo lo último que deseaba en ese momento era pensar en ello, me desnudé y totalmente desmoralizado entré en la bañera.

«

En menudo l

í

o

me has metido, hijo», cerrando los ojos, sentencié tan triste como preocupado.

Mi tranquilidad duró unos diez minutos, porque aterrorizado, escuché que se abría la puerta y que alguien entraba en el baño. Asumiendo que era Sonia que volvía, simulé que dormía para que así se pensara dos veces el despertarme.

Abuelo, ¿

sabes

por qué llora mamá?

escuché que Manolito me decía.

No lo sé, cariño

mentí descaradamente a mi nieto.

El crio, con la memoria de pez habitual a su edad, olvidó la preocupación por su progenitora en cuanto me vio chapotear y

riendo en plan pícaro, me pidió permiso para entrar conmigo en la bañera.

Primero, tengo que quitarte la ropa

respondió su madre desde la puerta.

Por ridículo que parezca, sentí vergüenza de que Sonia me viera desnudo

y mientras intentaba taparme, mi nuera aprovechó para empelotar a su chaval. Manolito, en cuanto pudo liberarse de los maternales brazos de mi nuera, se lanzó en picado dentro del jacuzzi.

Hijo, ten cuidado

le pidió

su

madre mientras acercaba una silla a la bañera.

La naturalidad con la que Sonia se quedó mirando a su chaval mientras se bañaba a mi lado me descolocó y

más

cuando luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me soltó:

Como se parece mi bebé a usted,

se nota que lleva sus genes

.

Sé que quizás lo dijo para halagarme

y

lo cierto es que ¡lo consiguió! No pude evitar sentirme dichoso de que parte de Manolo e incluso de mí perdurara en mi nieto.

Quizás por ello, me relajé y comencé a jugar con el niño sin importarme que su madre estuviese.

Mamá,

¡

defiéndeme

!

¡El abuelo me está echando agua en la cara!

en un momento dado pidió el crio.

Mójale tú a él, ¿no ves que es un anciano?

replicó Sonia lanzándome una carga de profundidad mientras me miraba a los ojos.

Si la vez anterior su intención era

agradarme

, en esta claramente era molestar

y nuevamente logró su objetivo.

«Será puta», pensé y ahuecando mis manos, le lancé su contenido a la cara.

La muy zorra en vez de cabrearse, al verse empapada por mí

,

se echó a reír y respondiendo a mi agresión, se metió vestida

a la bañera

y me atacó

. Respondiendo a las risas de su bebé,

cog

agua en sus mofletes

y

descargó su contenido sobre mi cara.

El

niño

lo estaba pasando en grande

al ver a su madre

y a su abuelo

haciendo

unas

travesura

s que a buen seguro se las hubiésemos prohibido hacer

y decidido a no ser el único

en portarse bien

, la imitó.

Ahora veréis

dije

y

aferra

ndo a los dos entre mis brazos, los hundí en el jacuzzi.

Sonia se tomó ese

gesto

como

una declaración de guerra

y a carcajada limpia, pidió a su hijo que la ayudara. Juntos los dos me

embistieron,

iniciando

un festival de risas

y revolcones

en el que

,

sin malicia por

mi

parte,

pero irremediablemente,

se alborotaron

mis hormonas a

l

sentir su

s manos recorriendo

mi pecho.

¡Qué bonita e

re

s!

balbuceé

en voz baja

al observar que su uniforme mojado se le pegaba totalmente al cuerpo dejando al descubierto la

sensual curvatura

de sus pechos.

A pesar de no ser esa mi intención, mi nuera

lo

escuchó

y

bajo la tela de su vestido, crecieron ante mis ojos dos traicioneros volcanes delatando lo mucho que le había afectado

ese

piropo.

«Recuerda quien es y lo que te has prometido», me dije haciendo verdaderos esfuerzos por retirar mi vista de

esos primorosos senos que tenía frente a mis ojos.

«Son

una belleza

»

.

Asumiendo

que

,

de seguir jugando con

los dos

, mi excitación me pondría en ridículo

o algo peor

,

decidí dar por terminado ese baño y secarme. Al descubrir que Sonia me miraba atentamente mientras salía, me puse rojo y ella, al contrario que otras veces no aprovechó mi embarazo para reírse de mí

,

sino que poni

endo un puchero me preguntó si podía quedarse con Manolito un rato más.

Al responderle que sí y antes de que me diera tiempo de marcharme, la viuda de mi hijo desabrochó su vestido y lo dejó caer. La belleza juvenil de su cuerpo, no por conocida, fue menos impactante y

con

sonrojo

he de decir

que consciente o inconscientemente al salir del baño dejé la puerta abierta

. Por eso y mientras me secaba en el cuarto, no pude dejar de deleitarme con la dulce pero sensual escena que Sonia me estaba regalando

al bañar a su chaval

.

«¡Qué

ric

a que está la condenada!», exclamé para mí

con la mirada clavada en las preciosas areolas que decoraban sus senos.

Si a mi nuera fueron sus pezones los que la traicionaron, a mí fue la

incipiente erección

que crecía

entre mis piernas la que me delató y por eso cuando de reojo Sonia

miró hacía donde yo la espiaba

, descubrió mi pene tieso.

Suegro, ¿es por mí?

preguntó la maldita con toda su mala leche.

Estuve a punto de contestar una burrada, pero cuando las palabrotas estaban a punto de emerger de mi boca pensé que con ello le estaba haciendo el juego. Aunque me costó, le devolví una sonrisa y me di la vuelta.

«Tranquilízate macho», murmuré entre dientes, «eres mayor y

más

inteligente que esa zorrita. No dejes que te manipule».

Simulando una tranquilidad que no sentía comencé a vestirme y ya me había puesto los pantalones cuando escuché que salían del jacuzzi.

Suegro, me pregunta Manolito si todas las noches puede bañarse con nosotros

escuché a mi espalda.

Supe que era cosa suya y pensé en negarme, pero al darme la vuelta me encontré con Sonia mojada y completamente desnuda mirándome con una expresión que interpreté de deseo en su cara.

¡Tapate!

le pedí angustiado al sentir que me fallaba hasta el respirar.

Solo si me ayuda a dar de cenar a

l nene―

replicó mientras en plan puta me lucía muy ufana la perfección de su trasero.

A duras penas pude retirar mis ojos de sus nalgas

y cuando

acercándose a mí

,

comenzó a acariciarse los pechos, claudiqué y prometí hacerlo.

Por eso le quiero tanto

riendo contestó

para acto seguido darme

una pista de lo que me esperaba

,

pos

ando

sus labios en mi mejilla

con dulzura

mientras

susurraba en mi oído

:

―Recuerde

que

…s

oy y seré

siempre

su cachorrita

----------------------------------------------- CONTINUARÁ -----------------------------------------------------------

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Poco a poco, nuestro protagonista va descubriendo lo que esconden en su interior esas tres mujeres mientras se plantea su vida, el sexo, pero sobre todo sus sentimientos al tiempo que plasma en sus cuadros la naturaleza del lugar y la personalidad de sus modelos

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