Convertí a mi hijo en mi puta

Andrés El estaba tan excitado como yo, se movía con espasmos, empujando su polla en mi boca con la violencia del principiante, mientras no dejaba de mamar la mía.

Yo siempre alenté la afición de mi hijo Andrés al deporte. Lo hacía por él, para que creciese sano. Pero llegó un momento en que se convirtió en una tortura. Ver aquel cuerpo todos los días sin poder acceder a él era un castigo. Cuando se ponía al lado de su cama a hacer flexiones y en las últimas empezaba a jadear por el cansancio, yo siempre acababa excitado. Había probado muchos hombres de muchas edades, tenía sexo cuando quería, sobre todo desde que las cosas quedaron claras con mi mujer, que suplicó guardar las apariencias para no perder su posición social. Cada uno hacía su vida, de hecho, sabía que hoy estaba en casa de Carlos, su amante. Sí, muchos hombres, pero eso hacía que desease más aquel cuerpo.

Fue un sábado. Iba a salir. Había quedado con su novieta, una niña bien mona. Eran cosas de chiquillos, sólo tonteaban, pero cuando los veía, me sentía celoso. Había pasado dos horas en el baño arreglándose. Cuando salió toda la casa olía a la colonia esa que utiliza. Era la primera vez que iba a una fiesta y le había dado permiso para llegar tarde; era la fiesta de fin de curso.

Se acercó a mí. Cuando entró en la sala me quedé atontado. Estaba espectacular. Fuerte, moreno de piel y con su media melena. Nunca había reparado en lo absolutamente viril que era. Llevaba uno vaqueros ajustados negros con cinturón blanco. Una camiseta, también negra, de lycra y una correa de cuero al cuello. Desde luego, pese a su edad y a que aún no había catado hembra, iba diciendo fóllame.

Sabía lo que me iba a pedir. Necesitaba dinero para esa noche. Ya desde hacía semanas, cuando empezó a hablar de aquella gran fiesta le avisé de que fuera ahorrando, y había estado haciendo compras inútiles.

-Necesito dinero.

Le expliqué que no. Que no se puede ir por la vida derrochando. Insistí largo rato. Por supuesto que al final se lo daría, pero quería darle una lección. Yo me excitaba al ver lo bueno que estaba. Miraba sus brazos y como se marcaba el abdomen. Pero empecé a sentir cierta excitación extra ante sus súplicas, al sentir el poder que en ese momento tenía sobre él. Ya había recibido un par de llamadas perdidas, señal de que estaban esperándolo en algún sitio. Cada llamada aumentaba su desesperación... y mi excitación. Lo cierto es que me descontrolé.

-¿Cuánto necesitas?Tímidamente dijo, -Sólo 50 € para la entrada, el resto ya lo tengo yo.

-Bien, pues ya va siendo hora de que aprendas a ganarte lo que gastas.

-Sí, creo que debo buscar un trabajo.

-Sí, como si fuera tan fácil; y sobre todo con tus estudios.

Él estaba nervioso. Parecía no comprender.

-Algo encontraré –dijo.

En ese momento me levanté y le dije: -Seguro que hay algo para lo que vales. Y vamos a comprobarlo ahora.

Le cogí por los huevos y se quedó petrificado. Comencé a apretárselos.

-Papá, me haces daño.-dijo con un hilo de voz.

-Vamos a ver si vales para puta. Cuerpo tienes.

Lo cogí por las nalgas y lo apreté contra mí. Por fin lo tenía. Después de tanto tiempo, lo tenía. El móvil le sonó en el bolsillo de nuevo.

-Tus amigos tendrán que esperar.

Comencé a tocar todo su cuerpo, con gran fervor. Le besé en la boca mientras él intentaba deshacerse de mí, aunque sin mucha fuerza, porque no sabía que hacer.

-Hoy vas a hacer algo por mí. –dije mientras me desnudaba delante de él. Mi polla estaba tiesa, dura como pocas veces.

-Venga puta, a ganarte tu paga.- No hizo falta que le dijese más. Se agachó despacio, sollozando. Me miró a los ojos y parecía que iba a decir algo, pero mi mirada dejó claro que no había opción. Estuvo unos segundos arrodillado mirando mi polla con temor. Tuve que cogerle la cabeza.

Comenzó a trabajar. Lo hacía despacio, como con asco. Lo fui guiando con las manos hasta conseguir un ritmo adecuado. Instintivamente se agarró a mis muslos, lo cual me volvía loco. Poco a poco, aprendió a moverse de la forma que yo quería. Primero era yo quien le follaba la boca, hasta el fondo, hasta provocarle arcadas. Pero luego fue él quien tomó la iniciativa. Me estuvo felando durante varios minutos. Desde luego no era un profesional, tenía mucho que aprender, pero había tiempo. Además, la torpeza de sus movimientos con la boca y las manos me excitaba aún más. Estuve a punto de correrme.

-Levántate.

Metí mis manos bajo su camiseta. Tocar aquel vientre era el mayor premio a tantos años de paciencia. Recorrí con las manos cada una de sus marcas, me arrodillé. Lamí ombligo y vientre por mucho rato. Fui subiendo mi lengua, hasta los pezones, y le saqué la camiseta. El seguía mis movimientos con sus manos en mi cabeza, pero al llegar a los pezones fue él quien me guiaba. Yo le mordisqueaba y oía sus primeros jadeos.

Por fin llegué a la boca. Cogiéndole la cabeza con las manos, tuve que forzar levemente su boca con los pulgares para que se decidiese a abrirla y poder meterle la lengua. Lamí su lengua, su paladar, bajo su lengua, succionando, intercambiando saliva.

-La tienes dura, nene. Se ve que te está gustando. No te preocupes, eso no te convierte en marica, es sólo un estímulo físico. Las putas podéis poneros cachondas para cualquiera, aún sin ganas. Voy a chupártela, y te va a gustar, no lo dudes, pero tranquilo, no es más que algo físico. Le desabroché el cinturón y pasé la mano por su paquete. Aquello prometía. Nunca lo había visto desnudo, desde pequeño.

-Sales a tu padre. –Me senté en la butaca y le ordené: Bájate los pantalones.

Me gustaba la idea de mirarlo desnudándose para mí. Reaccionó lento. Aquel striptease involuntario era excitante. Llevaba un boxer negro, de lycra. Lo cogí por los huevos y el capullo asomó por arriba. Yo quería demorar aquello. Lo rocé con mis manos: polla, huevos, muslos, vientre, culo, raja... Le apreté los huevos hasta que, gritando, calló de rodillas al suelo, y lo besé de nuevo. Vi unas tijeras sobre la mesa y las cogí. Ante su cara de susto, le pegué cuatro tajazos al boxer y rompí el resto a mano.

Aquella polla era grande. No diría enorme, pero hacía justicia a la herencia familiar. Lo eché al suelo, se la cogí y se la pelé. Luego puse su mano sobre ella...

-Mastúrbate.

-Vamos, que te la peles, puta.

Comenzó a masturbarse, como sintiendo humillación. Me quedé perplejo, extasiado mirando aquello. Su desnudez, sus brazos fuertes, sus manos robustas haciendo una paja. Él se dio cuenta de que, de algún modo, ahora era yo quien estaba algo sometido. Su expresión se volvió una sonrisa maquiavélica; le gustaba exhibirse y lo estaba descubriendo. Le cambié de postura para hacer un 69, le metí la polla en la boca. Yo escupí sobre la suya y se la chupé también. Y así estuvimos un buen rato. El estaba, finalmente, tan excitado como yo, se movía con espasmos, empujando su polla en mi boca con la violencia del principiante, mientras no dejaba de mamar la mía. Cuando me di cuenta de que los espasmos se aceleraban, me incorporé rápidamente a su lado y lo masturbé. Mi mano y las suyas se aplicaban a aquella polla dura. Estalló. Se corrió sobre su vientre y su pecho, incluso le llegó semen a la cara. Al tiempo, un aullido recorrió la casa. Los vecinos tuvieron que oírlo.

-Veo que hace tiempo que no te la pelas.-Acaricié su pecho repartiendo su semen, marcando cada músculo. Mientras le besaba en la boca cogí su mano y se la restregué por su propio semen, para luego hacer que se la lamiese.

-Vamos nene, no te relajes. –Lo llevé al sofá y lo puse a cuatro patas.

-Ahora te voy a desvirgar. –Lamí su culo metiendo la lengua una y otra vez. Luego, poco a poco, un dedo y un segundo dedo, lubricando siempre con saliva. Con los principiantes siempre me cuesta abrir sitio para mi polla, que, desde luego, no es recomendable para una primera vez (luego todo son decepciones). Pero conseguí metérsela. Entre sollozos, le penetré, clavándosela una y otra vez. Cuando sacaba la polla, para darle un respiro, lo embestía con más fuerza. Así estuve, follándolo, excitándome más cuando sonaba el teléfono, que cada vez era con más frecuencia.

Cuando estaba a punto de estallar, me salí, lo volteé contra el sofá, y se la clavé en la garganta. Por allá abajo fue todo mi semen. Aún permanecí unos instantes en su boca. Cuando hube acabado, cogí mi pantalón. Saqué un par de billetes de 50 y, tras limpiarme la polla con ellos, los dejé caer sobre su pecho.

-Te lo has ganado puta. No digo que no haya cosas que mejorar... pero tendremos tiempo. Se vistió rápido, al coger el boxer, roto, le dije...

-no es necesario que lleves nada debajo. Era ya tarde. Llamó a sus amigos para ver dónde estaban. Se inventó un problema con su madre para explicar el retraso. Mal vestido, se fue. Lo esperé despierto.