Conversión de esposa en ama (fragmento)

Traducción de un fragmento de "La mujer de la casa" ("The Woman of the House", de G F Green) ofrecido gratuitamente por PF

La mujer de la casa  (fragmento)


Título original: The Woman of the House

Autora: G F Green (c) 2001

Traducido por GGG, marzo de 2004

Nick estaba en el periodo entre clases de la escuela. Pricilla estaba dando clase cuando el sobre, con su letra, llegó con el correo. Lo sacó del buzón y lo puso sobre su escritorio y volvió a su tarea de limpiar la casa. Siempre que había ido a su despacho a retirar algo o a limpiar la había visto allí, sobre su escritorio. La llave de su jaula, y no podía hacer nada al respecto. Nick nunca había sido tan feliz.

Nick tenía los ojos vendados cuando apareció Pricilla. Fue ruinoso que fuera un seis, y que él fallara al intentar adivinarlo, lo que llevó sus días sin orgasmo hasta doce. Esto se añadía a los cinco días que las llaves habían estado en el correo, así serían en total 17 días sin orgasmo para él.

"¿Durante cuánto tiempo has estado fuera?" preguntó Pricilla.

"Un día," dijo. "Puede que dos."

"Eso sería interesante."

Hacían el amor cada noche. Nick encendía las velas del dormitorio. Pricilla a menudo se vestía con medias, liguero, sostén y zapatos de tacón o botas.

"No tienes porque vestirte," dijo Nick una noche. "Pero estás increíble cuando te vistes."

"Lo sé," dijo ella. "Pero me gusta esto."

"¿Estás segura?" dijo él.

"Estoy haciendo todo lo que quiero hacer," dijo Pricilla.

Nick se maravillaba de lo atractiva que había llegado a ser. Siempre había sido atractiva, pero sobrepasaba con mucho lo que nunca había sido. "Eres increíble," dijo él.

"Me siento increíble," dijo ella.

Las noches de castidad forzada de Nick empezaron a su debido tiempo. Cada noche, bien después del trabajo o como una hora después de cenar, apagaban la tele, apagaban las luces y preparaban el dormitorio.

Nick se desnudaba, quedándose totalmente desnudo a excepción de la jaula de su polla. Se mantenía en su sitio con solo un candado, no usarían el segundo candado atravesando el Prince Albert (N. del T.: anillo que perfora la punta del pene y la uretra) hasta que cicatrizara y se endureciera. Más aún, tenía que poder sacar la polla para limpiarla y mantenerla libre de infecciones. Estaba cicatrizando bien, y ya se encontraba más desesperado por correrse cada día que pasaba.

Después de desnudarse Nick encendía las 20 ó 30 velas que Pricilla había comprado. Unas eran pequeñas, otras más grandes perfumadas sobre sencillos y bonitos soportes; estaban sobre la estantería, el vestidor y la mesilla de noche. El sonido de los altos tacones de Pricilla sobre el suelo de tarima se había grabado con fuerza en su psique y, por extensión, en su polla. Todos sabían que el cerebro era el órgano sexual más poderoso y Pricilla era brillante y creativa. Había florecido desde que habían empezado con esto. Nick así lo creía, y Pricilla lo había dicho repetidas veces. Habían avanzado perfectamente de acuerdo y nunca se habían sentido más cercanos ni mejor el uno con el otro.

Después de que Pricilla entrara al dormitorio Nick se arrodillaría a sus pies. A menudo se arrimaba a sus muslos y sentía el prieto tejido que abrazaba sus piernas firmes. Pasaba las manos por encima y rodeaba su perfecto culo y le besaba la pierna.

Luego Pricilla le colocaría un collar de piel con un anillo en 'o' alrededor del cuello. Tomaba una correa, la doblaba por el extremo y la pasaba por debajo de su futón y enganchaba a Nick a la cama por el cuello. A él le encantaba esta posición; el culo al aire, totalmente vulnerable para Pricilla y lo que quisiera hacer.

Nick la oiría mientras sus tacones resonaban autoritariamente al cruzar la habitación hasta su vara, que estaría colgando del marco de la ventana. Luego regresaría hasta él.

"Doce días," dijo. "Doce días sin ningún orgasmo."

Nick gimió.

"¿Cómo se siente mi chico?"

"Divinamente," dijo. "Estoy deseando correrme, pero nunca me he sentido mejor." Nick volvió la cabeza, cosa que resultaba difícil debido al collar, y miró a Pricilla, que se elevaba por encima de él con su sostén, liguero y medias.

Dijo, "Estás tan guapa."

"Gracias," dijo Pricilla. Bajó la vara con fuerza y velocidad sobre su nalga izquierda. Pegó un brinco y gritó, luego gimió de placer mientras la sensación iba desde el dolor extremo hasta un sufrimiento suave y cálido.

"Gracias," dijo Nick. "Eres la mujer más increíble del mundo."

"Mmmm," dijo ella. "Tienes muy buen aspecto estos días."

"¿De verdad?" dijo él. Podía sentir palpitaciones en el sitio donde ella le había golpeado. La zona había empezado a inflamarse y Nick sentía como crecían la cálida inflamación de la piel y la herida.

"Los abdominales y flexiones funcionan," dijo Pricilla. "Siempre has sido atractivo, pero tienes aún mejor aspecto." Volvió a golpearle el culo, esta vez en el otro lado. El aguijonazo fue fuerte y limpio y pegó un pequeño salto, volviendo luego a su posición forzado por la correa. Nick intentó bajar el ritmo de la respiración y el dolor se mitigó.

Pricilla volvió a golpearle de nuevo en el lado derecho, encima de la marca anterior.

"Oh, dios," dijo ella. "Puedo ver como se forma la señal delante de mí."

"Soy el hombre más afortunado del mundo," dijo.

Volvió a golpearle. "Cuatro," dijo él.

"Soy el hombre más afortunado del mundo," dijo.

Pricilla le golpeó de nuevo, con mucha fuerza. Saltó, pero no tanto como antes. Observó como se acariciaba el chocho con la mano libre. "Cinco," dijo.

"Eres increíble," dijo él. Le encantaba todo esto: él de rodillas, su culo al aire. Pricilla sobre él con tacones altos y medias, con el curvo mango de la vara en la mano derecha, la mano izquierda acariciando su chocho mientras hacía descansar su peso primero sobre un pie y luego sobre el otro. El veloz 'shish" de la vara cortando el aire, detenido por el golpe cortante en su culo. Luego las palpitaciones e inflamaciones de su culo donde ella había golpeado. Adoraba los sonidos que se le escapaban sin poder controlarlos; los gritos de dolor, los gruñidos de sumisión y rendición y finalmente la emisión, como si fuera lava, de un ruido incoherente lleno de paz por parte de su boca y su cuerpo.

Pricilla bajó de nuevo la vara. "Seis," dijo ella.

"Muchas gracias," dijo Nick. "Por todo."

Volvió a golpear. "Gracias," dijo ella.

Las primeras noches de castidad se detuvo en doce. De nuevo Nick le pidió más. De nuevo ella dijo, "Basta por ahora."

Cada noche, después del varapalo, el ritual era el mismo, también. Serían las horas de dar placer a Pricilla. Empezarían con un masaje de pies. Nick le quitaría los zapatos o las botas y empezaría a trabajar con las manos y los dedos en las plantas de sus pies y en las junturas de los dedos. Nick besaría la parte de abajo de los pies de Pricilla, mientras ella estaba tumbada en la cama, observándole.

"Gracias," dijo él. "Es tan agradable esto."

"Es agradable esto," dijo Pricilla. "Me encanta tenerte dándome masajes en los pies."

"Me encanta hacerlo."

Pricilla sonrió y se rió. "Bueno, esto va bastante bien, ¿verdad?"

"Va perfectamente," dijo Nick, pasando sus labios desde la parte de abajo de su talón hasta su dedo gordo. Besó cada uno de sus dedos, mientras hacía rodar su pie bajo sus manos. Ella gimió de placer. Se pasó al otro pie, mirando hacia arriba una vez más, un instante, para ver su rostro hermoso y feliz, vuelto hacia la almohada, con los ojos cerrados.