Convento

Su amante la hace prepararse para salir. No sabe donde irá pero por los preparativos sabe que será una noche dura para ella.

-Ponte el vestido azul, vamos a salir.

-Puedo ponerme ropa interior?

-Ya sabes la respuesta.

-No quiero ponérmelo, por favor.

-Te dejaré masturbarte cuando estés muy caliente.

-Pero se ve que estoy desnuda bajo él y es todavía de día.

-Aún no te he dicho donde vamos.

-Dónde?

-Ponte el vestido.

La tetona regresa con el vestido, ya tiene los pezones erectos que sobresalen de la ropa provocadores.

-No recordaba lo ceñido que me estaba.

-Es que te lo pones poco, me gusta como te queda.

-Qué me vas a hacer? - pregunta ella casi gimiendo.

-Me gusta más ese tono. Ya estás mojada? Ven que lo vea.

La tetona se acerca y abre las piernas para que su amante la toque.

-Creo que no es necesario que te lleve a ningún lado, eres puro líquido.

Ella lo mira un poco decepcionada. El hombre le ha metido dos dedos que mueve dentro de ella obligándola a gemir. La abandona cuando está a punto de correrse.

-Tírate un poco de los pezones para que estén más erectos.

-Me los he frotado antes para que no sobresaliesen tanto.

-Si no quieres salir...

-Eres un cerdo, quieres que te suplique pero no lo haré.

El hombre le mete un tercer dedo en el culo y ella cierra los ojos para sentirlo mejor.

-Estás segura?

-Sabes que no puedo negarme, llévame a donde quieras y hazme lo que quieras.

-Pero no me ha gustado que al principio te negases.

-Qué me vas a hacer?

-Ve por la pimienta.

-No me lo hagas, pica mucho.

-Sabes que los negreros se lo hacían a las esclavas que se retrasaban en las caravanas para que andasen deprisa, y como tu no has andado deprisa al aceptar lo que te he dicho te la pondré.

-Dónde?

-Una poca en el coño, otra pizca en el culo y el resto te lo frotaré en los pezones.

-Pero los tengo agrietados de ayer.

-Por eso.

La tetona trae el bote de pimienta y lo abre, mirándolo como si nunca lo hubiese visto.

-Todavía no te lo voy a poner.

-Cuándo?

-Tanto lo deseas? Ya lo verás. Tómate un par de copas.

  • No eso no. Sabes que así no controlo. Qué me vas a hacer?

-Un par de copas bien cargadas.

-Por favor

La tetona hace lo indicado. Apura las copas.

-Ahora vámonos.

El bote de pimienta va de un lado al otro del salpicadero del coche, ella tiene que cogerlo varias veces para evitar que se caiga. Una de las veces lo abre y toma una pequeña cantidad con la uña y la prueba. Le quema la lengua. Las lágrimas aparecen en sus grandes ojos y llora quedamente.

-Qué te ocurre?

-Me abrasará por dentro.

-Deja de pensar en ello hasta que llegue el momento.

-Eres cruel.

-Te gusta.

-No lo sé.

-Sólo tienes que mirarte los pezones.

Llegan a un viejo monasterio. La tetona se sorprende al verlo.

-Es aquí donde vamos?

-Te gusta? Ponte la pimienta.

Les abre un viejo fraile y les lleva hasta la celda del prior. Ella se mueve inquieta, sudando a causa del calor que le provoca la especia. Está deseando tocarse para amortiguar la comezón, ella sabe que él sabe en el estado en que se encuentra.

-Voy a avisar al prior.

El fraile al salir cierra la celda con llave.

-Quítate el vestido y déjalo sobre esa silla.

-Pero aquí?

Lo mira sorprendida. Hace un poco de fresco y la piel se le eriza al desnudarse. El contraste entre el fresco exterior y el calor que siente a causa de la pimienta hace que las sensaciones que le procura su cuerpo la desconcierten.

Suena la llave al abrir la puerta. La tetona trata de taparse con las manos, pero el volumen de sus formas se lo impide.

-Buenas noches hijos míos.

-Prior ésta es.

Ni siquiera ha dicho su nombre.

-Pobre pecadora arrodíllate y besa el anillo.

Extiende una mano delgada en la que brilla la joya.

La tetona va a incorporarse cuando el prior se lo impide poniendo las manos sobre los hombros.

Tiene fuerza a pesar de su delgadez, piensa la tetona.

-Creo que por el culo no va a ser posible, se nota demasiado que es una mujer pecadora.

-Habrá que ponerle el hábito y lo hará con la boca.

Se siente desconcertada oyéndolos hablar de ella. Su educación religiosa le hace estar más avergonzada que si estuviera con cualquier otro hombre.

-Nuestros hermanos no notarán la diferencia si no hace ruido.

-Si lo hace la castigaremos.

-Acompáñanos para que veas lo que te puede pasar.

Ambos hombres salen de la celda y ella los sigue temerosa. Los pasos de los tres resuenan por los pasillos y los patios, marchan muy deprisa, sin hablar. Ella, hay momentos en los que tiene que correr para alcanzarlos y sus sandalias de tacón alto no le ayudan a andar por los viejos y húmedos suelos. Sus pechos rebotan con la precipitación de sus movimientos.

-Esperadme por favor –llama ella en un susurro.

-Silencio –le ordena el prior.

Los hombres siguen caminando sin hacerle caso. Se paran ante una puerta que abren con gran estrépito de cerradura. Bajan a un sótano de grandes dimensiones donde hay todo tipo de tormentos y que está rodeado por un gran número de celdas. Al entrar vuelven a echar la cerradura.

-Uno de nuestros hermanos pensó que la cámara de torturas podría abrirse al público pero nos negaron el permiso, él sigue manteniendo todos los aparatos en perfecto estado por si cambian de opinión.

La tetona mira con aprensión a su alrededor.

-Qué tengo que hacer?

-Nuestros hermanos son hombres santos en el servicio religioso pero tienen sus pequeñas debilidades y como no queremos que arrastren el nombre del convento por el barro de las calles una vez al mes traemos a un muchacho para que los satisfaga.

-A todos?

-Si.

-Y cuántos son?

-En realidad el número no importa porque además tienen toda la noche para satisfacer sus necesidades.

-Y tendré que hacerlo con la boca?

-Si hija mía, tu grupa es demasiado notable para disimularla y aunque estés depilada la protuberancia de tu sexo es excesiva para esconderla.

-Habrá que inmovilizarla.

-En el potro.

-Mejor en la mesa de descuartizar.

-Pero no podrá ser bocarriba sus senos la pondrían en evidencia.

-Pues bocabajo.

Le atan el pelo a las manos que sitúan en su espalda, después le ponen un hábito tosco que le rasca todo su sensible cuerpo, más sensible todavía a causa de la pimienta. La capucha le cubre la cabeza que debido a la tensión del amarre ha de levantar. La echan sobre la mesa y le meten la cabeza en un cepo.

-Así atrapada no podré mover la boca.

-No tienes porqué preocuparte ya se moverán ellos por ti - comenta su amante.

La tetona se da cuenta que al no poder mover la cabeza hará que los monjes se la follen por la boca y seguramente sean más rudos. No cree ser capaz de soportarlo.

-Querido no creo que pueda...

Un azote cae sobre su culo cortándole la respiración.

-Aguantarás todo lo que quieran hacerte. Prior quiere probar si funcionará.

Le levantan el hábito dejando su trasero al descubierto.

-Notable grupa. El señor te ha bendecido con un cuerpo muy apto para la pecadora que eres.

Nota un dedo hurgándole en el ano.

-Por favor, está seco.

-Así expiarás tus pecados.

Y el dedo entra de una vez haciéndola gritar. Las lágrimas afloran a sus ojos, copiosas.

-Muy caliente –comenta el prior.

Mete otro dedo. La tetona grita por la rudeza del trato. Suplica. Pero ninguno de los hombres parece preocupado por ella.

-Querido… por favor

Una bofetada la hace callar. Trata de mirarlo suplicante. Pero el amarre al que la han sometido se lo impide. No puede girar la cabeza y los pierde de vista si no están frente a ella.

-Hija querida, tu boca no ha sido hecha para rebelarte sino para asumir con humildad el uso que queramos hacer de ella. Mantente callada y te ahorrarás muchos sufrimientos.

La tetona no sabe como. Siente la tensión por la postura forzada de su cuello y aún no han empezado a follarse su boca. Siente los dedos nudosos rasparle el interior del ano. Su amante nunca había sido tan brutal con ella. La había abofeteado pero no con esa fuerza. Tampoco lo había necesitado, ella siempre se pliega a sus deseos.

Vuelve a gritar. El viejo prior le está abriendo el ano, separando sus paredes. Siente un líquido caliente en su interior. El viejo asqueroso está orinando dentro de ella. Siente una mezcla de sensaciones: asco, humillación, ganas de rebelarse… Lo oye gemir satisfecho cuando finaliza.

-No correremos riesgo que esta pecadora descubra nuestro truco?

-No hay problema, es una zorra obediente y sabe que si lo hiciera el castigo superaría su capacidad de disfrutarlo.

-Cómo de disfrutarlo? –Pregunta sorprendido el prior.

Los oye hablar de ella como si no estuviera presente. Le gusta ese desprecio por sus sentimientos. Es lo que le atrae de su amante. La trata como un objeto a su servicio.

-Creo que disfrutaría en cada uno de los aparatos de esta sala, aunque no hasta los límites. Podríamos probarlos.

-Hijo mío, no creo que sea lo adecuado, esta pobre pecadora ha venido a realizar un servicio para salvar el alma de nuestros hermanos de la tentación pero si es tu gusto, aún tenemos tiempo antes que empiecen a llegar. Aunque tendríamos que llamar al hermano Anselmo que es quien conoce su manejo, eso le privaría de visitar la sala con el resto de los hermanos.

-No hace falta. Su manejo no debe ser muy complicado. Podemos probarlos y veremos cuál es el límite de aguante de la puta.

-Sabes que como prueba de agradecimiento por tu generosidad no podría negártelo. Si te ruego que tengas cuidado en su uso. Son piezas de gran valor histórico.

La tetona se sorprende al comprobar que el prior está más preocupado por el daño que podrían recibir los instrumentos que por lo que le pudiese hacer a ella. Eso no quita que su sexo refleje el aumento de su deseo.

-Aunque tal vez sea mejor dejar las pruebas para mañana, cuando todos los hermanos se hayan deshecho de sus tentaciones. Puedes llegarte a recogerla y entonces puedes hacer uso de todos los instrumentos.

Siente en sus intestinos los retortijones que le ha provocado la larga meada del prior pero no se atreve a soltarla por miedo a manchar la mesa y tampoco se atreve a hablar por la expresa prohibición de su amo y amante. Los gemidos no pasan desapercibidos.

-Parece que le está haciendo efecto la lavativa –comenta el prior.

-Habrá que ponerle un tapón –comenta su amante –no vamos a soltarla ahora para que cague, con lo bien que nos ha quedado.

-Si es tu deseo así se hará hijo mío pero puede que sea molesto

Al fin siente que se apiadan de ella, piensa.

-… tener que escuchar toda la noche el ruido de sus tripas.

Maldito prior, le grita en su mente, incapaz de decirlo en voz alta. No va a poder aguantar la desazón que le provocan los retortijones. Comienza a llorar al no atreverse a desobedecer a los hombres sabiendo que o le ponen el tapón o se cagará delante de ellos, lo que provocará su irritación y ella sentirá que los ha decepcionado.