Convenciendo a Claudia, continuación
Poco a poco vamos llenándonos de momentos de pasión desenfrenada de tanto placer y queremos más y más
Convenciendo a Claudia, continuación
Esa primera vez fue increíble, yo nunca había tenido sexo con una virgen, además era extraño una mujer virgen a esa edad; mis primeras experiencias fueron con chicas jóvenes pero que ya tenían alguna experiencia, solo en una ocasión estuve a punto de ser el primero de una chica que vivía en la casa que habitábamos con mi primera esposa, ella era menor de edad y esto, tal vez, impidió que llegáramos a más.
Claudia aguantó mis impulsos y disfrutó incluso más que yo esa primera vez; y desde ese día, desde ese momento, comenzamos un camino lleno de lujuria, ella estaba dispuesta a todo lo que yo proponía, a veces, era un poco esquiva a mis ocurrencias, pero siempre acababa aceptando experimentar todo lo que le proponía; los primeros experimentos fueron quitarse la ropa interior en la discoteca donde bailábamos, incluso en compañía de compañeros de la universidad; ella lo hacía temerosa pero sonreía con pasión cuando tocándola mientras bailaba, comprobaba que lo había realizado; siempre me complacía; cierta vez en plena pista de baile, rodeados de varias parejas, mientras bailábamos apretándonos, saqué mi pene del pantalón y lo puse entre sus muslos, ella lo apretó y se deslizaba para sentirlo correr entre su vulva, estaba muy mojada y respiraba con la boca abierta junto a mi oído; yo comencé a acariciarle las nalgas por debajo de su falda, las abría para dejar correr mi dura erección; en un momento de caliente excitación la levanté un poco y sentí que mi pene se incrustaba en su vagina, ella subió una pierna, dejándome más libertad para penetrarla; estábamos allí, en medio de la pista, sin importarnos que cualquiera podía vernos, solo queríamos seguir con lo nuestro, mi pene se incrustó más profundo y ella lo apretó con sus labios vaginales tratando de sacar todo mi placer, fueron pocos minutos, pero mi eyaculación y sus jugos nos mojaron completamente, no nos importó que gotas cayeran en sus piernas en nuestros zapatos, estábamos completamente entregados a ese momento de intenso placer.
En esa discoteca, en donde nos gustaba mucho ir por sus mesas reservadas, apartada de miradas curiosas por unas cortinas, muchas veces hicimos el amor, de manera sensual y tierna; tuvimos sexo desenfrenado, lleno de pasión desbordada; llegué a tenerla completamente desnuda, acostada en la mesa mientras las botellas y vasos los poníamos sobre la silla; esa mesa estaba justo a la altura adecuada para penetrarla sin tener que inclinarme o empinarme, ella se estiraba y yo le tomaba sus piernas y las colocaba en mi cintura o sobre mis hombros y la penetraba con furia, queriendo llegar cada vez más al fondo, la hacía gritar de gusto; ella podía terminar con temblores en todo el cuerpo, pero al poco rato, besándole los senos, el cuello y las orejas la relajaba nuevamente para brindarle más placer otra vez; esas escenas se repetían todos los días, esa era nuestra “luna de miel” estábamos tan compenetrados, tan entregados; sentí que mi vida había encontrado ese placer que todo anhelamos; pero lo mejor de todo era el gusto que obtenía por el placer que le brindaba a ella.
Esa era la mejor parte; poder ofrecerle a ella tanto placer, me encantaba verla tener esos largos, fuertes y envolventes orgasmos, que siempre quería más; a veces me decía que estaba muy cansada, pero yo le hacía algún masaje por la espalda, acariciaba sus nalgas, bajaba las manos por sus piernas, deslizaba mis dedos entre los dedos de sus pies y ella estaba lista para seguir disfrutando de más sexo, era delicioso, como teníamos sesiones de varias horas disfrutando de nuestros cuerpos.
Pero siempre se quiere más, fue muy lento, pero finalmente lo hicimos analmente, fue duro, si para lograr la primera vez vaginalmente duré varios meses, para la primera vez analmente me costó más de un año, pero valió la pena, nunca creí que yo disfrutaría tanto con esa experiencia; no solo fue sentir como mi duro pene le llenaba, como el calor me envolvía y me apretaba hasta el límite, como sentía que entraba más y más, sin fin; lo más excitante fue ver como Claudia se quedó quieta, con la cabeza sobre la cama, su pelo húmedo apenas cubriendo su rostro, sus mejillas estaban rojas, sus ojos completamente abierto pero con la mirada perdida, sus fosas nasales abiertas y sus labios apretados en una mueca tan sensual, veía una gruesa vea surcando su cuello, sus senos caían suavemente sobre la cama con sus pezones tan granes y duros como nunca los había visto; toda su espalda en un aposición tensa y relajada al mismo tiempo, sus nalgas completamente levantadas, sus piernas a cada lado de las mías, temblaban, los dedos de sus pies estaban recogidos, como si apretaran algo entre ellos, todo su cuerpo mostraba las señales de estar experimentando tanto placer.
Cando mis testículos llegaron a rozar su mojada vulva, sentí que no podía más, mi pene estaba más grueso que nunca, mi glande lo sentía que explotaría en cualquier momento, y ese momento llegó cuando Claudia se dejó caer un poco más sobre la cama y abriendo su boca dejó salir un grito profundo, no parecía su voz natural, me esforcé por entender que decía, era algo así como…Siiii, duroooooo, mássssss; eso me hizo volcar todo mi semen en su interior, sentí que ella, por primera vez en su vida tenía una eyaculación, sentí los chorros de su vagina en mis testículos y en mis piernas, mi eyaculación continuaba saliendo pero mi pene seguía erecto llenándola, moviéndose sin parar, tratando de llegarle más adentro; entendí en ese instante que lo nuestro sería para siempre, que había encontrado a ese ser con el que disfrutaríamos del placer sin restricciones; y así fue.