Control maternal

Marcus acaba de heredar la gran fortuna de su padre, pero en lugar de pensar en cómo derrochar ese dinero, entra en una batalla legal con su madrastra por la totalidad de esos millones. Esta situación lo lleva a solicitar un servicio bastante “especial”.

Con los labios apoyados en sus dedos entre cruzados, en la sala de aquella mansión Marcus miraba una escena bastante irreal:

Victoria, su madrastra, una mujer de tez mediterránea, de largo cabello lacio color negro y un apetecible cuerpo de pocas tetas, pero aún así curvilíneo y de un trasero perfecto que delataba años de dieta saludable y práctica continua de yoga, miraba la TV de pantalla plana mientras estaba sentada en el sofá.

Pero esa escena que podría parecer mundana se volvía extraña al contemplar los detalles: en primer lugar, la pantalla no mostraba ningún programa, sino una enorme espiral rosa que giraba al tiempo que un ruido blanco salía por las bocinas. Y luego estaba la misma Victoria: vestía solo medias de malla de cuerpo completo, lo que le dejaba a Marcus una gran vista de sus tetas y su coño perfectamente depilado, el cual en ese momento masajeaba con sus dedos, lo cual llevaba rato haciendo al punto de que el cojín del sofá estaba totalmente empapado por sus fluidos. Pero lo más surreal eran sus ojos. Por lo general gobernados por dos bellos círculos color café, ahora eran solo dos orbes blancos desprovistos de vida.

Mientras observaba a la mujer, suspiró y en ese momento empezó a recordar cómo había terminado ahí:

Desde que su madre había fallecido cuando era niño, siempre habían sido solo él y su padre. Eso era una forma de decirlo, pues su padre al ser el presidente de una importante corporación no pasaba mucho tiempo con él. A Marcus no le importó, pues al final del día no le faltaba nada y le gustaba gozar de esa falta de supervisión paterna.

Las cosas iban marchando bien hasta que su padre comenzó a salir con Victoria y tenía que admitir que le daba algo de celos que su papá saliera con tamaña beldad. Su padre y Victoria se casaron y por un tiempo todo fue bien, hasta que el hombre falleció y una vez que pasó el duelo, la mujer mostró su verdadero rostro.

Si bien su padre le había dejado a Marcus casi toda la fortuna a él, Victoria no tardó en sacar las garras y empezó a maquinar un plan para quitarle su parte de su herencia y básicamente dejarlo en la calle y por lo que le iba diciendo su abogado, su malvada madrastra tenía todas las de ganar.

La situación era tan desesperante que Marcus se tiró a la bebida y en una de esas noches de borrachera, fue cuando ocurrió.

A solas en la mesa del bar, alguien se sentó con él. Por todo el alcohol que había consumido ya estaba viendo borroso, por lo que no recordaba ni la cara ni el nombre de ese sujeto, pero sí lograba recordar la mayor parte de la conversación que había tenido con él:

—Una pena lo que le pasó a tu padre, Marcus.

Ebrio, se giró hacia el tipo y preguntó:

—¿Lo conozco?

El misterioso hombre rio y respondió:

—No. Pero conocí a tu padre, un buen tipo. Y si te he de ser sincero, me duele ver cómo la odiosa de tu madrastra quiere quedarse con lo que a él le costó años construir y que te pertenece por derecho.

Marcus soltó un “ja” de auto condescendencia y replicó:

—Pues a menos que usted sea un súper abogado…

El hombre misterioso volvió a reír y dijo:

—No, no, no soy abogado, dirijo otra clase de… negocio. ¿Qué me dirías si te dijera que por una cantidad que tú perfectamente puedes pagar con tu herencia, puedo hacer que tu madrastra sea un poco más… complaciente?

Si hubiera estado sobrio Marcus habría mandado al diablo a ese sujeto, pero borracho, accedió a todo lo que él dijo. Ahí mismo firmaron unos documentos donde venían algunas cuestiones algo extrañas, como por ejemplo algunos de sus fetiches.

Después de esa noche ya no volvió a ver al misterioso sujeto pero las consecuencias ocurrieron de inmediato: Victoria desapareció.

No le dio importancia, pues pensó que la mujer ya se habría ido a gastarse la fortuna de su padre con un nuevo galán, pero al cabo de unos días, esa mañana precisamente, la realidad lo golpeó.

Tocaron el timbre de la casa y fue a responder. Al abrir se encontró con dos tipos tan altos y musculosos que podrían pasar por gorilas. Los dos vestían el mismo uniforme gris y llevaban con ellos una gran caja de madera. Uno de ellos le dio a firmar unos documentos mientras que el otro metió a la casa sin preguntar la caja.

Firmados los documentos Marcus corrió a la sala a ver qué estaba haciendo el gorila y lo que vio casi hace que le dé un infarto: El tipo ya había abierto la caja y dentro se encontraba Victoria. No estaba muerta, al menos no lo parecía, pero se encontraba rígida, solo vestida con unas mallas cuerpo completo, lo que permitía ver que tenía un código de barras tatuado encima de su coño perfectamente depilado y lo que era más tétrico: sus ojos se encontraban totalmente en blanco.

Marcus salió de su estupor cuando vio que el gorila sacó a la mujer de la caja y la sentaba en el sillón frente a la TV.

—¡¿Pero qué hace?! —le espetó con el corazón en un puño.

—La preparo —respondió el gorila como si lo que estuviera haciendo fuera poner el cable y no manipular el cuerpo de un ser humano—. Todavía hay que instalarle el “sistema operativo”.

—¿El qué? —preguntó Marcus sin comprender, pero en respuesta el otro gorila le entregó una caja de DVD y le dijo:

—Solo déjele ver este video por las siguientes tres horas y la muñeca estará lista para funcionar.

—¿Mu-muñeca? —preguntó Marcus, pero los gorilas ya no dijeron nada más, salieron de la casa y así, Marcus se había quedado a solas con su madrastra quien parecía recién salida de una lobotomía.

Tenía muchas preguntas, pero prefirió poner el DVD en el reproductor para ver si obtenía alguna respuesta, pero al darle play al aparato, en la pantalla de la televisión solo apareció una espiral rosada y una especie de ruido blanco salió de las bocinas.

Apenas se iba a preguntar qué era eso, cuando escuchó detrás de sí decir a Victoria:

—Iniciando instalación de parámetros finales. Favor de esperar.

Tras lo cual, abrió las piernas y empezó a masturbarse.

Y así era como Marcus había pasado las últimas horas, viendo a su madrastra mirar la pantalla y masturbarse. Pero entonces algo ocurrió: la pantalla se apagó y Victoria dejó de castigar su coño agotado luego de horas masturbándose, cerró las piernas, se puso de pie en una posición de firmes que se veía poco natural. Pero lo más impactante fue lo que ocurrió después:

—Victoria Bot lista para servir —dijo con una voz monótona, incluso hasta robótica que debería dar miedo, pero en Marcus, al verla con esos ojos blancos, esa posición de muñeca y además, las mallas de cuerpo completo, solo le provocaron una dura erección que amenazó con romper su pantalón.

Se levantó del sillón y se acercó a la mujer. Aspiró el hedor a coño húmedo que salía de ella mientras revisaba su curvilínea figura, sus senos pequeños pero con los pezones marrones muy erectos, sus caderas pronunciadas que acentuaban su trasero y hablando de este, no solo contempló esas grandes y redondas nalgas, también notó sobre estas un tatuaje que decía:

Victoria Bot

Marcus pasó saliva. No se necesitaba ser un genio para adivinar lo que acababa de ocurrir: el tipo del bar manejaba una compañía que ¿hipnotizaba? a mujeres para convertirlas en muñecas sexuales vivientes y en su borrachera había contratado sus servicios para hacerle eso a Victoria.

La verdad sí le pasó por la cabeza preocuparse por todas las implicaciones morales que tendría esa situación, pero el tener frente a él ese cuerpo desnudo y apetecible, sumado que era la mujer de la que quería vengarse, su moral se fue al diablo.

—¿Victoria? ¿Me escuchas? —preguntó con los nervios a flor de piel.

—Victoria Bot escucha fuerte y claro al amo. Esperando órdenes.

Escuchar a su madrastra hablar con ese tono tan robótico, tan obediente y tan sumiso, hizo que la erección de Marcus directamente le empezara a doler. Tenía que pasar a la acción ya:

—Hazme un oral, e-esclava —dijo todavía con nervios.

—A la orden mi amo —respondió robóticamente Victoria.

Con movimientos casi mecánicos, se arrodilló frente a su hijastro, empezó a manipular su cinturón y luego el pantalón hasta que con todo y bóxers estos cayeron hasta sus tobillos.

El aroma de su polla erecta se mezcló con el aroma del coño súper manoseado de Victoria, pero esta no pareció darle importancia a ese detalle, pues de inmediato tomó entre su mano suave la polla erecta de Marcus y sin ceremonia se llevó todo el falo directo a la boca y empezó a chuparlo con fuerza mientras su cabeza iba adelante y hacia atrás y de alguna forma, se las arreglaba para juguetear con el glande del muchacho con su lengua.

Marcus por su parte soltó un gemido que mezcló entre sorpresa y excitación al sentir tan de repente como su polla entraba en la boca cálida y húmeda de Victoria y la fuerza de succión que tenía esta así como su juguetona lengua.

El placer que Marcus sentía era tanto, que pronto se dejó llevar por sus instintos: tomó a la mujer por la cabeza, provocando que detuviera su vaivén y empezó a mover su cadera para así follarle la boca. Le habían hecho muchos orales en su vida, pero ninguna de sus compañeras sexuales le había permitido hacerle un facefuck y ahora que tenía a esa despreciable mujer bajo su control, ¿por qué no hacerlo?

Durante largos minutos solo se escuchaban en la sala los gemidos de placer de Marcus junto con el salpicar de la saliva de Victoria hasta que al fin el orgasmo llegó y clavó lo más que pudo su polla en la garganta de la mujer para llenársela con su semen.

Terminada la tarea, dio unos pasos para alejarse de su madrastra y sacar su pene de la boca de esta, quedando ambos unidos por brillantes hilos de baba y semen.

—Trágatelos —ordenó Marcus.

Sin decir ninguna palabra, Victoria cerró la boca y un movimiento de la garganta de este le indicó al muchacho que ella había cumplido la orden.

—Muchas gracias por su semilla amo —dijo la mesmerizada mujer con su tono de voz carente de emociones que daba a entender que ni siquiera le había sabido mal el semen.

Marcus sonrió; la diversión estaba lejos de terminar.

Guió a su hipnotizada madrastra hasta su dormitorio.

—Sobre la cama, con las piernas bien abiertas para follarte —ordenó.

—Sí amo —respondió Victoria dócilmente y se trepó a la cama, boca arriba y con las piernas bien abiertas para dejarle fácil acceso a su macho.

Marcus terminó de desnudarse ahí mismo y una vez sin el estorbo de la ropa, se montó en la cama frente a su ahora hembra y la admiró: su bien torneado cuerpo enfundado en esas mallas de cuerpo completo, con sus ojos totalmente blancos, su coño depilado y ese código de barras tatuado sobre este… todo eso bastaba para que su polla se volviera a poner dura, por lo que sin preocuparse por no traer un condón puesto, penetró la vagina de aquella mujer, la cual pese a mantener un rostro inexpresivo, nada más ser penetrada arqueó la espalda y Marcus pudo sentir una contracción en las paredes vaginales de ese coño, indicándole un orgasmo. Al parecer la larga sesión de masturbación sí la había dejado bastante sensible de ahí abajo y una simple penetración había bastado para provocarle un orgasmo.

Luego de disfrutar esa reacción inicial de Victoria, Marcus empezó a mover su cadera de adelante hacia atrás para follar a esa mujer, disfrutando de la sensación pues el coño de su madrastra tenía la temperatura indicada, el nivel de lubricación perfecta y le apretaba lo suficiente para que pudiera entrar y salir sin ningún problema y al tiempo sentir bien el placer.

Sin embargo, mientras follaba a esa muñeca de cerebro lavado, una idea pasó por la mente de Marcus, una forma de establecer su dominio completamente sobre esa hembra. Recordó que una vez por casualidad había escuchado una conversación que su padre sostenía con un amigo por teléfono:

—La hubieras visto, le sugerí sexo anal y casi me mata. Me dijo que lo odia más que a nada en el mundo.

Si Marcus le hacía eso a Victoria, ahora sí su victoria sobre ella sería total.

Sacó su pene de ella y se acercó a su oído para susurrarle:

—Ruégame de la forma más denigrante que puedas, que te haga sexo anal.

La orden fue instantánea:

—¡Por favor amo! —comenzó a gemir Victoria— ¡Rómpale el culo a esta puta esclava! ¡Se lo suplico amo, por favor!

Eso bastaba para Marcus.

Salió de la habitación y en corto regresó con un bote de lubricante.

—Lubrícate bien el ano esclava —ordenó dejando el bote al lado de Victoria.

—Sí amo —respondió la mujer, poniéndose en cuatro patas para luego tomar la sustancia del bote entre sus dedos y con ella empezar a introducírsela en el ano.

Marcus mientras tanto se puso detrás de ella para contemplar el espectáculo; era casi hipnótico ver ese par de perfectamente redondas nalgas, con el tatuaje de “Victoria Bot” sobre ellas, y ese pequeño agujero de color marrón ser penetrado por los dedos de la mujer y ser embarrados por aquella pasta amarillenta.

Cuando Marcus creyó que ya había sido suficiente, detuvo a su esclava y esta se mantuvo en cuatro patas sobre la cama mientras este se puso en posición, primero pasando su pene entre las nalgas de esa mujer como ante sala de lo que estaba por pasar y cuando se sintió complacido con ese assjob , tomó su pene y fue a lo que iba: lo apuntó al ojete de Victoria y empezó a empujar.

De verdad se notaba que no le hacía al sexo anal, porque aun con toda la lubricación que se había puesto, le costaba trabajo abrirse paso entre las apretadas paredes de ese recto, incluso sintiendo como Victoria ponía de su parte para “abrirse” para su amo.

Luego de varios intentos, al fin logró meter todo su pene en el recto de Victoria, y se quedó ahí unos minutos disfrutando de la sensación, tanto del calor, como de la forma en que este le apretaba, pero por sobre todo, del sentimiento de conquista de haberse apoderado de ese agujero que ella tan celosamente había guardado.

Ebrio de poder, empezó a menear la cadera para entrar y salir de Victoria, mientras de tanto en tanto le daba sonoras nalgadas a los glúteos tan bien torneados de esa mujer hasta dejarlos completamente rojos y así, luego de unos minutos, un nuevo orgasmo empezó a construirse, por lo que tomó a la mujer de las caderas y se obligó a ir lo más profundo de ella para bañarle los intestinos con su semen caliente.

Se quedó en esa posición unos cuantos segundos y se salió de inmediato, deseoso de ver el resultado y lo que vio no fue para nada decepcionante: el ano de Victoria, en medio de esas nalgas todas rojas, bastante dilatado y ahora comenzando a rumiar semen que se escurría por sus labios vaginales para caer en gotas sobre la colcha de la cama.

La sola vista le confirmó a Marcus algo que él ya sabía: había ganado.


Victoria yacía desnuda sobre la cama, todavía tenía los ojos en blanco y chupaba la polla de Marcus mientras hablaba por teléfono, sorprendentemente, usando su tono normal de voz.

—Sí licenciado —dijo la mujer sacando la polla de su hijastro de su boca—. Marcus y yo lo hablamos y llegamos a un acuerdo y no habrá necesidad de seguir con el proceso.

Victoria seguía hablando con su abogado mientras que Marcus miraba en su propio teléfono su estado de cuenta. Una gran cantidad de dinero había sido retirada, seguramente el tipo del bar ya se había cobrado. Pero no le importaba, era el dinero mejor invertido de su vida.

Le acarició la cabellera a Victoria y sonrió, ahora tenía que decidir qué hacer con ella para cubrir las apariencias. ¿Convertirla en su esposa? ¿Convertirla en la maid de la casa? Las posibilidades eran infinitas, pero de momento, prefirió disfrutar con su victoria.

Afterwords: Este relato fue una comisión de uno de mis lectores. Si tú también quieres que haga un relato con tu idea, ponte en contacto a los links en mi perfil y lo checamos ;)