Contrato de encomienda
La clausula principal del contrato es que ella debe ser feliz.
Para ultima hora de la tarde tengo cita con un matrimonio que han querido que les redacte un extraño acuerdo matrimonial con unas clausulas como mínimo extrañas. Mi secretaria los hace pasar al despacho y empiezo a entender las razones. Ella, treinta y pocos años, un cuerpo exquisito y elegante. Su cuerpo irradia sensualidad a pesar que hace esfuerzos por disimularlo.
Él la dobla en edad, aparenta disfrutar de una buena posición económica, aunque parece que tiene una salud delicada. Difícil mezcla, aunque ambos parecen muy bien avenidos. El contrato trata de eso, de otorgar a la mujer un buen aval económico y fija unas condiciones en caso de separación que no contemplan como motivo cuestiones sobre fidelidad.
Se definen unas condiciones de discreción y buenas maneras que satisfacen a los dos por completo. Protocolariamente leo el contrato en presencia de ambos, con alguna interrupción para hacer ver al señor que las clausulas son totalmente favorables a su pareja y que lo dejan indefenso ante casi cualquier disputa. El hombre muy sonriente me dice que siga…
- Siga, siga…que en eso estoy de acuerdo… todo sea por Cecilia…que es mi amor.
Después de firmar los correspondientes papeles, la mujer se dirige a mí con una amplia sonrisa:
- ¿Todavía no me has reconocido? Soy Cecilia. ¿te acuerdas?... en el instituto. Yo siempre iba con Marisa y Manoli. Nos solíamos meter mucho contigo... por ser el empollón, ¿no te acuerdas? -
- Marisa me contó que te había encontrado, recordamos aquellos días de estudiantes y también me dijo con mucha admiración que habías montado un bufete como abogado. ¡Qué alegría me dio! – me dice plantándose delante de mi luciendo su espectacular cuerpo.
Cecilia viste un bonito vestido cruzado al pecho, ceñido a la cintura con un broche que le llega a cuatro dedos por encima de la rodilla. Pelo largo y negro, zapatos de tacón con altura de vértigo a juego con un bonito bolso de mano negro de una prestigiosa marca. Sobre ella que os voy a contar… alta, guapa, de boca sensual, pechos impresionantes, caderas de curvas pronunciadas y unas piernas torneadas a mano por un artista.
La conversación se prolonga un rato, y veo que el marido está encantado de que su joven esposa este tan contenta mientras charlamos. Acto seguido propone que vayamos a cenar los tres juntos a un restaurante que conoce, así celebramos la firma del acuerdo y el reencuentro de su esposa con un compañero de juventud al que parece apreciar mucho.
Los tres estamos muy a gusto durante la estupenda cena. El abundante vino no tarde en hacer estragos, la lengua se suelta en exceso para empezar a decir tonterías. El señor es un verdadero caballero, divertido y locuaz. Me dejo llevar por la conversación aunque a mis ojos, Cecilia está cada vez está mejor. Sus mejillas sonrosadas, sus ojos chispeantes y sus risas me hacen arder deseos por estar con ella.
Pedro, su marido, parece que alienta esta situación en la que poco a poco el punto de encuentro es su mujer. No duda en plantear los temas de conversación que más gustan a su mujer y más nos unen a los tres.
Al llegar a los postres, Cecilia se va al aseo y los dos nos quedamos embobados mirando cómo se le mueve su trasero. Pedro me confiesa que la quiere mucho y que está dispuesto a hacer cualquier sacrificio por hacerla feliz y que no eche nada de menos.
- ¿Has visto la cara de felicidad que se le ha puesto cuando le he puesto la gargantilla que le he regalado alrededor del cuello? – Por verla así todo el tiempo, estoy dispuesto a hacer lo que haga falta.
A continuación, me dice que él no está muy bien de salud y que ella necesita... algo más. Cuando la vemos aparecer en el extremo del salón, los dos nos miramos extasiados. Se ha recogido el pelo de forma muy sugestiva y se acerca a nosotros moviendo con elegancia su cuerpo.
- ¡Qué buena está! - decimos los dos a coro.
- ¡Qué afortunado eres! - le digo - Cualquier hombre daría su alma por ella -
- Efectivamente, por eso quiero que ella se sienta libre, pero que quiera estar conmigo -
- ¿qué estáis tramado? - dice Cecilia en tono de broma y luciendo una boca perfecta.
Tras un rato de sobremesa distendida, ella propone ir a bailar un rato. Pedro accede de inmediato para complacerla. Yo me tengo que apuntar también para no hacerles un desaire aunque lo de bailar nunca fue lo mío.
Mientras Pedro y yo nos tomamos una copa en la barra, la observamos como baila en la pista una música moderna que le permite cimbrear todo su cuerpo para nuestro deleite y de todo el que tiene la oportunidad de verla. Cecilia se mueve deliciosamente, su armonioso cuerpo le acompaña para hacer despertar hasta al más frío de los hombres.
Pedro y yo hablamos sobre ella. El ambiente, el alcohol y los comentarios me empiezan a nublar un poco la mente, y noto como me estoy poniendo muy cachondo, cosa que trato de disimular lo mejor que puedo. Después de un rato de baile, y un par de copas más por nuestra parte, deciden volver a casa.
Me piden que conduzca el coche de alta gama pues Pedro no se encuentra muy bien. Los oigo hablar a los dos en los asientos de atrás pero no entiendo lo que se dicen. Ya en su suntuosa casa me invitan a pasar. Pedro se encamina al bar y sirve dos enormes copas de tequila añejo. Se enciende un purito y se sienta en una gran butaca. Cecilia pone música y se pone a bailar, me quita la copa de la mano y me invita a bailar con ella.
Al principio me resisto pero su poder de persuasión vence enseguida mis tímidas defensas. Tras bailar unos instantes sueltos, ella me coge, y me aprieta hasta quedar abrazados. Empieza a moverse como una diosa y me pone a cien. Me acaricia la cara, me despeina y me coge por la nuca.
Luego me suelta me da la espalda y se pone a restregar su culo con mi pubis. A estas alturas ya estoy empalmado como un burro y me dejo llevar. Pedro está cómodamente sentado, disfrutando de su copa, de su cigarro y del espectáculo que le brinda su esposa. Deduzco que todo esto lo tienen pactado, me dejo seducir por el ambiente, el alcohol y sobre todo por el cuerpo de Cecilia.
Ella esta radiante y culea junto a mi haciéndome desearla con locura. Le pongo las manos sobre su vientre y luego le cojo los pechos. Ella sigue con su zigzagueante baile mientras mis manos se desplazan desde la cadera hasta el vientre, van hasta los pechos y vuelven a empezar.
Le desabrocho la cremallera de la espalda y le ayudo a quitarse el vestido. Volvemos a la misma postura de antes, pero esta vez ella en bragas y sujetador. Le aprieto los pechos y noto como sus pezones están marcados bajo la tela satinada de las copas.
Su culo semidesnudo vuelve a regodeándose por encima de mi paquete. Le paso las manos por encima de la piel y percibo su cálido y aterciopelado contacto. Cecilia se desabrocha el cierre del sostén dejando sus pechos al aire. Le paso la mano y luego por la espalda y el culo.
Por encima de su hombro veo a Pedro, atento y satisfecho. Le quito las bragas y le pongo la mano entre las piernas. Hago que separe bien las piernas de manera que su marido pueda ver bien como su sexo esta excitado y húmedo.
Cecilia se acerca a él, se pone a cuatro patas apoyándose sobre las rodillas de Pedro y dejando su hermoso culo a mi alcance. Hinco una rodilla al suelo y pongo mi pubis detrás de ella para frotar su desnudo culo. Con la mirada pido permiso para sacarme la polla y clavarla hasta las bolas. Pedro acaricia la cara de Cecilia, juega con su pelo y observa como ella resopla en medio de la mayor excitación.
Empiezo a bombear, voy subiendo el ritmo progresivamente y le doy cada vez más fuerte. Cecilia quiere retomar el protagonismo, me hace que la suelte, me tumba sobre la alfombra y se sienta sobre mí. Veo su espalda ondularse y como mi polla se pierde una y otra vez mas allá de sus redondeados glúteos. Ella por su parte cabalga de frente a su marido, al tiempo que juguetea con sus pechos y sacude la cabeza de un lado para otro.
En esta postura estamos un buen rato. Noto como el destilado de su coño resbala por mi polla y alcanza los testículos. La penetración es profunda y aterciopelada. Es lenta, sinuosa y me lleva al orgasmo. Cecilia parece reconocer mi situación límite, acelera sus movimientos y alcanza su orgasmo antes que yo, en medio de unos gemidos que ponen el vello de punta.
- Mañana me traes una propuesta de contrato de encomienda donde se recoja tu compromiso y disponibilidad completa para hacer que mi esposa sea feliz – me pide el amante esposo viendo el excelente resultado de nuestro encuentro.
Tras este encuentro, Pedro y Cecilia me invitan a menudo a que vaya a su casa o quedamos para salir a cenar o hacemos una escapada de fin de semana. Ya podéis imaginar que esto es la excusa para tener encuentros sexuales con Cecilia cada vez más espectaculares y que nos satisfacen a los tres.
Deverano.
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