Contrarreloj erotico

Mis dos bellas amigas se retaron en una curiosa apuesta donde yo era el conejillo de indias

Nadia y Pamela conocían muy bien sobre mis tendencias masoquistas y mi marcado fetichismo, por lo cual se idearon una curiosa competencia, obviamente sin consultármelo.

El día anterior Pamela me había llamado y me dijo que había hecho una apuesta con Nadia, para saber cuál de ellas era capaz de hacerme “reventar” a sus pies, es decir, paradas sobre mí, me excitarían y masturbarían con el pie hasta hacerme eyacular.

Para ello, usarían un cronometro y mientras una ejecutaba la faena sobre mí la otra tomaba tiempo; en cada intento cada una tendría 10 segundos; la que lograra “liquidarme” seria la ganadora, que recibiría como premio una sesión de sexo oral de mi parte. Pero la que no lo lograra, en cada intento, me golpearía con tres patadas en mi abdomen, como castigo por no dejarla ganar.

Era claro que a medida que aumentaran los intentos, más cerca estaría de ser “liquidado”.

Acepté las condiciones y al día siguiente nos encontramos a las 6 p.m. en mi apartamento.

Me amarraron de pies y manos, completamente desnudo, a los cuatro extremos de la cama. Salieron de la habitación cerrando la puerta.

En menos de 5 minutos volvieron a entrar.

Estaban de cabello recogido, sandalias de tacón alto, negras, que dejaban ver los dedos de los pies, tangas brasileras negras y top del mismo color, resaltando las tetas y traseros de ambas; habían acordado vestirse así, para estar en igualdad de condiciones, sabiendo de mi gusto y debilidad por las piernas y traseros femeninos y sobre todo por esas vestimentas.

-Vengo dispuesta a ganar la apuesta, dijo Nadia

-Eso lo veremos, mis armas también son muy buenas-contestó Pamela.

Tiraron una moneda para saber cual empezaba. Ganó Pamela.

Mientras Pamela se subió a la cama, Nadia se sentó cómodamente en un sofá con el cronómetro en la mano.

-Lista?, ya!!!

Sentí el tacón del pie izquierdo de Pamela sobre mi pecho, mientras la suela del zapato derecho empezó a deslizarse de arriba hacia abajo sobre mi pene.

Fijé mi mirada sobre su espléndido trasero, con lo cual mi polla empezó a crecer poco a poco.

-Tiempo-dijo Nadia, con lo cual Pamela paró. Ese era el trato entre ellas, cuando el tiempo se cumpliera, debían suspender inmediatamente la estimulación.

Antes de bajarse de mi humanidad, me descargó tres patadas sobre el estomago, con suela y tacón, lo cual requirió un buen esfuerzo de mi parte para resistir.

Logré soportar esta primera embestida.

Noté que esperaron unos instantes, para bajar un poco la excitación y evitar que la que siguiera entrara con ventaja sobre un pene ya muy estimulado, según supe después.

Mientras tanto, yo miraba hacia el techo, para evitar estímulos que me pusieran a punto.

-Alístate, Nadia, dijo Pamela.

Nadia se subió a la cama. Cuando Pamela la autorizó, se subió rápidamente y empezó a masturbarme. Jugueteaba con su cola de cabello mientras lo hacía, con el fin de provocarme.

Mi pene en ese momento había crecido lo suficiente, pero trataba de resistir, aunque la vista de su monumental trasero me dificultaba la tarea de aguantar. Sin embargo logré superarla. Recibí mi dosis de castigo.

Cuando Pamela volvió al ataque, estaba bastante excitado.

Perversamente, vi como arqueó su espalda para levantar su trasero y hacerlo más provocativo.

Sentí entonces que me estaba llevando al límite, por lo cual desvié la mirada hacia un costado.

En ese momento, Pamela giró su cabeza y por encima del hombro descubrió que no la estaba mirando.

Al terminar su tiempo, mientras me descargaba su dosis de patadas, protestó:

-Ah, no, así no vale, no puede dejar de mirarme.

-Eso no me lo advirtieron-me atreví a decir, una vez recuperé el aire que me faltaba.

-No puede desviar la mirada de nosotras-reafirmó Nadia

-Ni cerrar los ojos-dijo Pamela

Con esas condiciones, que me hacían más difícil resistir, se reinició la competencia entre las dos chicas.

Nadia se paró en mi pecho, levantó su escultural trasero e inicio una rápida masturbación. Me concentré en su cabello, pero al darse cuenta se lo recogía con la mano y lo soltaba de manera coqueta a sabiendas que eso me excitaba aún más.

-Tiempo, gritó Pamela

-Esperemos un ratico, porque te lo dejé casi a punto de eyacular y no quiero darte esa ventaja-le dijo Nadia a Pamela, mientras me pateaba con fuerza.

La verdad es que estaban haciendo un trabajo fantástico, dispuesta cada una a ganarse la apuesta y conmigo resistiendo al máximo, pero sin preferencia por ninguna.

-Ahora vamos descalzas-dijo Pamela-y ampliamos el tiempo a 15 segundos para cada una.

Lo de descalzas representaba un pequeño descanso para mí, ya que no sentiría mas esos punzantes tacones clavados sobre mi pecho, pero era más estimulo al tener contacto piel a piel y por más tiempo. Ellas lo sabían y al parecer así o establecieron cuando hablaron de las condiciones, para acelerar el proceso.

Me alisté. No estaba dispuesto a dejarme liquidar tan fácil, aunque no estaba muy seguro de resistir toda esa provocación de semejantes traseros y piernas.

Pamela inició esta nueva etapa. Se paró con el pie atravesado sobre mi pecho,  muy cerca a mi garganta, de tal manera que casi ni me podía mover y la mirada me quedó fija en su bello muslo izquierdo. Sentí como la planta de su pie empezó el estimulo sobre mi pene, el cual se puso erecto rápidamente.

Aceleró el movimiento, seguramente al sentir que mi cuerpo empezaba a agitarse por la inminente erupción.

Sentí que ya no aguantaría más.

-Tiempo!!!!-gritó Nadia, inquieta al ver a su amiga a punto de ganar la apuesta.

Me salvó la campana.

-Oigaaaa, ya estaba eyaculando-protestó Pamela, al ver la punta de mi pene con algo de humedad.

-Nada de eso, es solo liquido pre seminal-dijo Nadia-Quedamos en que ganaba la que lo hiciera derramar con fuerza. Recibí entonces tres poderosas patadas sobre la boca de mi estómago, esta vez con el talón de la bella Pamela, lo que me dejó momentáneamente sin respiración.

Me alisté entonces para la faena de Nadia, pero era consciente que la ganadora estaba cerca, ya que por lo excitado que estaba no resistiría mucho mas.

Cuando inició su ataque, mi pene estaba aún erecto. Puso su pie al igual que Pamela, atravesado y muy cerca del cuello, empezando rápidamente la masturbación.

Puso su mano izquierda en la cintura y elevó su precioso trasero. Esa visión puso mi polla más dura, rígida como un tubo. En un instante giró su cuerpo de tal forma que su pie quedó sobre mi cuello, provocándome algo de asfixia, lo cual me causó mayor excitación. Empecé a dar cortas sacudidas, señal inequívoca de que estaba empezando a perder el control, tratando de no eyacular, pero la visión de sus piernas y cola me lo hacían prácticamente imposible.

No pude más.

Mi semen salió disparado por el cañón de mi pene, mientras sentía que el aire me faltaba por el aprisionamiento del pie en mi cuello.

Pamela se subió rápidamente a la cama y se paró sobre mis muslos; sentí como celebraban chocando las palmas de las manos, mientras yo seguía disparando los chorros de esperma sobre mi estomago, pecho y el pie izquierdo de Nadia.

-Bravooo!!!-vitoreaban mis dos verdugos.

Era tal mi agitación que lograba mover los dos cuerpos de las chicas.

Las muy malvadas no se bajaron hasta sacar la última gota y el último vibrar de mi cuerpo.

Nadia había ganado la apuesta. Y decidió tomar el premio seguidamente.

Un trabajo adicional le esperaba a mi ansiosa lengua.