Contradictorio comienzo.
Estaba perdido, sentí que su miembro caliente tocaba las puertas de mi culo y su boca me lamía el cuello. Sacando fuerzas de no sé dónde, logre zafarme de esa posición cuando ya casi estaba perdido y no lo logró.
Un comentario inicial.
Gracias, en días recientes pude ver con asombro que mis relatos habían arribado a un cuarto de millón de lectores y la cifra me parece asombrosa. Nunca imaginé que a tantas personas le podía interesar las cosas que digo. Les doy las gracias a los que han dejado sus comentarios positivos y críticos. Siempre me había gustado dejar escrito las cosas que me pasaban en la vida, también me gustaba escribir cosas de humor, pero nunca se me había ocurrido publicarlas. Un día cuando vivía en Miami conocí en internet a un guanche, estuvimos chateando un rato, hubo química y nos dimos nuestros nombres. Cuando me dijo que se llamaba Martín le expliqué que así se llamaba la primera hombre con el que había hecho el amor, él lo dudó y yo para demostrárselo le envié por correo esta historia que están ustedes a punto de leer, donde relataba mis contradicciones y mi ignorancia en el sexo. El tuvo la amabilidad de leerlo y le pareció muy bueno, me dijo que había tenido que masturbarse cuando lo estaba leyendo y empezó a estimularme para que lo publicara. Yo le expliqué que estas cosas las había escrito para mis recuerdos, que para publicarlas era necesario revisarlas y en fin le dije que me lo iba a pensar. Seguimos chateando muchas veces y un buen día empecé a releer mis escritos y al final se me ocurrió publicar mi primera historia en esta página. Y a los pocos días me sorprendí cuando empezaron a aparecer las estadísticas de lecturas. Entonces pensé que si había personas que les interesaba leer mis cosas era porque tenía algo que decir y eso me estimuló a seguir buscando tiempo para continuar escribiendo cosas en las que no repitiera historias y siempre tratando de reinventarme. Pero está historia de mi primera experiencia sexual siempre la mantuve guardada. Pero creo que al arribar a este cuarto de millón de lectores debía hacer algo para celebrarlo y que mejor que publicándolo. Ah, del primer Martín nunca tuve noticias después que un día se largó a vivir a Miami y del segundo Martín les digo que conservo su amistad y que cuando regresé a vivir a España de los Estados Unidos nos conocimos en persona y guardo de él recuerdos fantásticos y me mantengo en contacto con él, aunque el vive en Canarias y yo en Sevilla. Aprovecho la oportunidad para agradecer a la persona que me motivó a publicar estas historias y que fue la primera persona que leyó este relato. No se si este relato será muy bueno o no, pero es un gran recuerdo mío y en él hay mucha realidad y muy poca ficción.
El primer encuentro con Martín.
Una tarde de sábado, salí a pasear como era de costumbre, tomé una guagua que me condujo al centro de la Habana y me quedé en una parada de la ruta 12 que estaba cuando aquello detrás del cine Payret, frente al Instituto de la Habana, fui caminando hasta el Parque Central, compré un periódico que no leí en ese momento y después crucé el Paseo del Prado y continué caminando por la calle San Rafael. Al llegar frente al Cine Rex y Duplex, estuve unos minutos pensando a cual entraría, pero en definitiva me decidí por entrar en el Rex.
Entré por el pasillo de la izquierda y me senté al lado de un señor de estatura mediana y constitución física relativamente fuerte que estaba sólo en el cine. Indudablemente que aquella persona me agradaba, lo miré con el rabo del ojo disimuladamente y comencé a ver la película que estaban proyectando. Al pasar como alrededor de media hora, como en un gesto de descuido la rodilla de la pierna izquierda de esa persona rozó con la mía y yo no sabía que hacer, no me moví en unos instantes y después retiré ligeramente mi pierna, pues en realidad sentí temor. Más tarde su pierna volvió a acercarse y yo me quedé paralizado, esta vez no me atreví a alejarme y entonces ligeramente él continuó rozando mi pierna como al compás de la música de la película. Fue entonces que mis nervios me traicionaron y comencé a temblar de forma incontenible, lo que prácticamente terminó de delatar mi aceptación. Entonces su mano se corrió con disimulo y me acarició la pierna por debajo del pantalón, sentí un calor agradable como nunca había sentido y él continuó acariciándome la pierna y yo dejándome. Cuando mis temblores cesaron, él aprovechando la complicidad de la oscuridad del cine me tomó la mano, me la acarició y yo sentí el calor fogoso de su mano vigorosa, mezclado con la suavidad deliciosa que le daban los vellos de sus brazos. Al poco rato su mano llevó la mía hacia su pierna y sin darme cuenta me sorprendió, sentí algo que nunca había sentido, bajo la tela de su pantalón su miembro estaba duro, se movía con pasión y su tamaño me aterró pero me atrajo, entonces sentí miedo y retiré mi mano. Al poco rato él volvió a acariciar mi pierna y al fin nos hablamos, le pregunté su nombre y me dijo que se llamaba Martín yo le mentí y le dije que me llamaba Jorge. Al poco rato el me invitó a salir del cine y nos fuimos caminando por San Rafael, bajamos por Galiano rumbo al Malecón, era todavía de día y nos sentamos en el muro. Allí conversamos y supe que él trabajaba de albañil en la construcción y él que yo estudiaba en la Universidad. Cuando ya estaba tranquilo y conversaba de cualquier cosa menos de sexo, Martín me invitó a visitar a un primo suyo que vivía cerca de allí y que le gustaba leer mucho como a mí. Yo titubeaba, por un lado tenía temor a ir, nunca había estado con un hombre a solas entre cuatro paredes y tenía deseo de hacerlo, siempre los ojos se me iban hacia determinado tipo de hombre, pero por otro lado yo me trataba de engañar y me forzaba a inclinarme hacia las mujeres. Por fin acepté.
Nos levantamos del muro del Malecón, caminamos unas cuantas calles y desde un teléfono llamó a su primo, pero no estaba. Volvimos a sentarnos de nuevo en el muro del malecón y como alrededor de las 6 de la tarde volvió a llamar a su primo y esta vez si estaba. Le dijo que estaba cerca y que iba a pasar por allí con un amigo. Mi cuerpo tembló cuando supe que visitaría esa casa.
Entramos en un edificio de cuatro plantas que tenía un pasillo primero y después una escalera, tenía terror que alguien me viera, subimos a la segunda planta y Martín tocó en la puerta de uno de los dos apartamentos del piso, su amigo se demoró poco en abrir pero a mí me parecía una eternidad, por fin abrió y entramos. El apartamento era de una sala-comedor y un cuarto, tenía una pequeña cocina y un baño. Su construcción era moderna y estaba bastante cuidado y limpio.
Después de las presentaciones, su amigo se retiró a la cocina y nos quedamos Martín y yo, por primera vez solos en la sala, entonces se me acercó y de forma fuerte, pero tierna me abrazó, sentí su aliento cerca del mío y me besó. Yo nunca había besado a un hombre y no sabía besar. Sus labios se acercaron a los míos y se pegaron, cuando de pronto sentí que su lengua me acariciaba los labios y con sorpresa se introducía en mi boca y yo la sentía dentro de la mía; después yo quise hacer lo mismo y cuando introduje mi lengua en su boca, sentí que la succionaba y me la chupaba con fuerza, que no podía retirarla, era algo que nunca había sentido, cuando me soltó la lengua y la saqué temeroso de su boca, sin darme tiempo sus labios chupaban los míos, sentía que su barba me hincaba y me erizaba todo. Aquel beso, mi primer beso me llenó de sorpresas. Después nos volvimos a besar y me fui dando cuenta que quería disfrutar mi lengua, que chupaba mis labios con un placer y yo sentía cosas que nunca había sentido.
Al poco rato volvió a la sala su amigo, conversamos sobre cosas que no me acuerdo y Martín me invitó a pasar al cuarto, yo tenía temor y le dije que lo dejáramos para otro día, pero él insistió tanto que accedí, le dije que sólo unos minuto y él aceptó. Entramos en el cuarto, cerró la puerta, puso música en un radio, se quitó la camisa y yo lo miraba con placer. Nunca había podido observar el pecho de un hombre que aunque no era tan velludo como siempre me habían atraído, su constitución física era musculosa, pero natural, él tendría treinta y pico de años y yo sólo 22.. Ahora me volvió a abrazar sin camisa y volvimos a besarnos, volvió a succionar mi lengua y sentía que su barba me arañaba que mis labios me ardían, cuando de pronto su boca se deslizó por mi cuello y yo sentí un sobresalto salvaje, mi mente se quedaba en blanco, mi corazón latía precipitadamente, yo trataba de alejar mi cuello de su boca pero el no me dejaba y mientras sus manos me desabotonaban la camisa, entonces comenzó a besarme un poco más abajo del cuello y al fin llegó a mis pechos, primero pasó sus labios suavemente sobre una de mis tetillas y yo sentí una sensación de placer y de paso comencé a descansar, pues en el cuello además sentía muchas cosquillas, Martín continuaba besándome las tetillas suavemente y yo me dejaba, cuando de Pronto al pasar por la tetilla su lengua saltó y la acarició de una forma que por poco exploto. Yo no podría nunca imaginar que se pudiera sentir tanto, continuó besándome suavemente por todo el pecho y sobre la tetilla repetía la acción de la lengua que me hacía saltar, yo pensaba que todo era eso, cuando de pronto siento que su boca ya no se iba de mi tetilla, ahora la succionaba, la lamía, la besaba, la chupaba, ya estábamos acostados en la cama, el sobre mi en una posición en que no me le podía escapar y que podía mamarme las tetillas todo lo que quería, cuando yo quería quitársela el me apretaba y como castigo me mordía suavemente la puntica de la misma y yo gemía. Entonces acercó su boca a mi oído y me dijo bajito, "cuando te esté besando las tetillas no me las quites, déjate porque si haces fuerza te puedo marcar" y en ese momento mi cabeza me daba vueltas pensé que me volvía loco, porque su lengua se introdujo en mi oreja y me la chupaba, yo pensaba que mi cabeza estallaba, yo no pude darme cuenta cuando el se había quitado el pantalón, pues ya estaba desnudo cuando sentí que ya había desabrochado mi pantalón y me lo quitaba. Yo estaba en calzoncillos y el desnudo, su rabo caliente y duro chocaba con mis muslos y su boca se apoderaba de mi cuello. Vino entonces otro momento de calma, sobre mí comenzó de nuevo a besarme con ternura por el pecho y continuó besándome lentamente hacia abajo. Al llegar a la cintura me mordisqueó y yo salté y entonces mordisqueó el otro lado de la cintura y yo salté hacia el lado contrario. Su boca se acercaba al miembro mío y la mía al suyo, yo no estaba preparado para eso, metió su miembro en mi boca, yo lo besé pero no seguí, sin embargo Martín, chupó mi rabo, me besó los huevos y siguió, yo no podía aguantarlo, siguió con su lengua más abajo, estaba entre mis nalgas, yo creí que me moría, su lengua me rozó el ano y del brinco que pegué me escapé.
Yo le dije: "Martín por Dios, vamos a vestirnos, seguimos otro día, estoy muy nervioso", él se mostró cariñoso y comprensivo y me dijo, ya veo que nunca has estado con un hombre, estate tranquilo que ya nos vamos. Y comenzó a acariciarme con mucha ternura con sus manos, me pasaba las manos por la cabeza, mientras yo sudaba copiosamente. En ese momento puso el ventilador y empezó a conversar bajito. Cometí entonces el error de acercar mi cuerpo al suyo, su rabo estaba que se reventaba, cuando de pronto me empezó a acariciar las piernas como en el cine y yo me puse boca abajo para que él me acariciara la otra pierna, lo hizo pero de una forma en que le era fácil ponerse sobré mí y cuando lo logró, sus brazos fuertes me abrieron las piernas, comenzó a besarme las nalgas y su lengua ardiente entró por el medio de mis nalgas y de nada valía que explotara, ahora no podía escaparme, su lengua rozó mi culo, una y otra vez y cada vez yo sentía un corrientazo que me estremecía, su saliva me llenaba el culo, yo chillaba y él seguía, su lengua me entraba por el culo una y otra vez, yo no podía más, Me estaba viniendo y él también. Cuando comenzó a correrse, me asusté, me metía la lengua en el culo increíblemente y me lo mordió y me mordió las nalgas y cuando empezó a relajarse, continuó besándome con ternura, después llegó la calma y al rato fuimos al baño, nos lavamos y nos vestimos. Me dio el teléfono y me dijo que lo llamara y que volviera.
Cuando salí de aquella casa era de noche, rápido fui hasta la parada del ómnibus, lo tomé y llegué a mi casa. Ya allí pensé que un día como ese no se repetiría, que no llamaría a Martín nunca ni volvería de ninguna forma a estar con ningún hombre.
El segundo encuentro
Pasaron varios días en los que siempre pensé en que no lo llamaría, pero sin embargo no boté el papel con el teléfono, después por las noches me acordaba de aquel día y me masturbaba, cuando ya habían pasado par de semanas, el susto se me había olvidado y ahora me venían con más intensidad los deseos de volver a acariciar el pecho velludo de aquel hombre, no pude más, salí de nuevo al cine, vi una película y cuando salí tomé un teléfono público y con un temor terrible marque el dichoso número, pregunté por Martín y me lo pusieron al teléfono.
Hola, Martín es Jorge, le dije, mientras todo mi cuerpo temblaba. Él me contestó muchacho, pensé que te había tragado la tierra, porque no me llamaste, yo le dije que tenía exámenes y que no podía dejar de estudiar, me preguntó que cuando volvería a visitarle y le dije que estaba cerca de su casa. Entonces ven para acá un rato. Esta bien, ahora mismo voy para allá.
Yo había llamado a Martín desde un teléfono que estaba en una calle de un costado del cine Payret, la que sale frente a la entrada principal del Capitolio, antes había buscado varios teléfonos, pero ninguno me parecía lo suficientemente privado como para que nadie escuchara mi conversación, cuando encontré ese, esperé a que nadie estuviera cerca y pudiera escucharme, después de un rato al fin lo logré y ahora caminaba a paso rápido hacia la casa de Armando, el amigo de Martín.
Cuando llegué a la puerta de entrada del edificio no me atreví a entrar porque en ese lugar había dos mujeres conversando, entonces seguí de largo y le di una vuelta a la manzana, cuando volví no había nadie y entonces aproveché y entré al edificio. Cuando subía la escalera, por poco me quedo muerto, pues una señora mayor bajaba a paso lento la escalera. Sentía un enorme terror porque pudiera encontrarme alguien conocido de mi familia, de mis amistades o de la Universidad y que entonces me preguntaran ¿Qué hacía por allí?, ¿Qué si conocía a alguien por allí? No estaba preparado para responder semejantes preguntas y estaba tan nervioso que cualquiera se daría cuenta de que me pasaba algo extraño. Por fin llegué a la puerta y toqué, pasado unos pocos segundos que me parecieron interminables, por fin Martín fue el que me abrió y entré. Martín me recibió sin camisa y en short, al sólo verlo mi cuerpo tembló.
Esta vez saludé a Armando y cuando me disponía a sentarme en la sala, sin darme tiempo a hacerlo, Martín me llevó para el cuarto, trancamos la puerta, él puso música en la grabadora, apagó la luz del cuarto, que ahora sólo quedaba en la penumbra tenue que daba la luz del baño y me trajo hacia su pecho y comenzó a besarme de esa forma succionante que tanto me había impresionado la primera vez, sus manos hábiles me desabrocharon la camisa en un segundo y besándome el pecho y chupándome las tetillas continúo desabrochándome el pantalón que quedó de esa forma suelto en mi cintura. Ahora de pie y pegado a su cuerpo superior desnudo, me lamía el cuello y mi mente se quedaba en blanco, tanto quería tocar aquel pecho de Martín que me gustaba tanto, que ahora no sabía como hacerlo, lo acariciaba una y otra vez pero no me parecía bastante.
Besándome en la boca, se quitó no se como el short. Toda la ropa cayó al piso y desnudos los dos, él me fue moviendo de forma tal que sin darme cuenta sentí como que perdía el equilibrio, como que me caía, me abracé con fuerzas a él para no caerme, pero en realidad él me quitaba el equilibrio y juntos y sobre mi caíamos en la cama en medio de besos profundos y succionantes. Aquello era maravilloso. Cuando su boca me lamía el cuello, a mí se me iban todas las fuerzas, mi cuerpo temblaba de pasión y un desespero salvaje se apoderaba de mí, sólo quería pegar toda mi piel a la vez a la suya. Del cuello su boca fogosa se deslizó a mi pecho y ahora eran mis tetillas el objeto de su deleite. Temeroso de que me marcara, me quedé tranquilo, no le huía desesperado, lo que aprovechó implacable para disfrutar mis tetillas a profundidad. Al principio fue suavemente provocando en mi el deseo y después sentí como prácticamente mi pecho se metía en su boca, me alaba las tetillas succionando con fuerza y finalmente me hacía saltar al morder dulcemente la puntica. Me daba vueltas la cabeza como un loco, cuando siento que su pierna intentaba penetrar por entre las mías. No para eso yo no estaba preparado, con todas mis fuerzas cerré mis dos piernas, le decía que eso no, le suplicaba que no. Pero él con astucia, sin retroceder un milímetro de su intento, comenzó con la lengua a acariciarme la puntica de una tetilla, ya sabía que eso me volvía loco y lo explotaba con perfección, mamarme las tetillas me perdía, perdí las fuerzas de las piernas y la suya penetró victoriosamente entre las mías. Sin perder tiempo, su muslo avanzó entre los míos y sentí con terror que su otra pierna ya intentaba penetrar también y lo lograba fácilmente contra mi lucha. Martín era más fuerte que yo y con mis piernas abiertas y las suyas entre las mías, no vaciló en abrirme más, todo lo que deseaba. Estaba perdido, sentí que su miembro caliente tocaba las puertas de mi culo y su boca me lamía el cuello. Sacando fuerzas de no sé dónde, logre zafarme de esa posición cuando ya casi estaba perdido y no lo logró. Ahí empezaron sus súplicas y sus promesas. Me decía que estaba loco por mí, que soñaba por las noches conmigo y que al despertar no le quedaba otro remedio que masturbarse y me besaba con fuerza. Yo le explicaba que me gustaba, que estaba también enamorado de él pero que yo no quería que nadie me cogiera el culo porque yo no era maricón. Él me juraba que tuviera confianza en él, que nada malo era capaz de hacerme, que él era un hombre, que nada de lo que pasaba entre nosotros lo sabría nadie y que su primo tampoco era capaz de decir nada a nadie. Yo le decía que no, que cualquier cosa sí pero que darle el culo, no. Él me dijo que no tuviera miedo, que nunca haríamos nada que yo no quisiera, que podía estar tranquilo. Yo comencé a llorar y él me consolaba besándome con una ternura que nunca había conocido.
Comenzó a besarme por la barriga y cuando menos lo pensé su boca tenía dentro mis huevos y yo su pene en mi boca. Vi entonces como desde su pene salían unas goticas de líquido y pensé que se corría y me saqué la polla de la boca. Le dije que se estaba corriendo y él se echó a reír y me dijo que no, que todavía, que eso era sólo aguita. Y ya me volví loco, su boca llegó a mi culo, sentí un corrientazo cuando su lengua acarició mi ano. Llegaba a él y se retiraba, una y otra vez y sentí placer, me di cuenta que mi ano se aflojaba más y que cada vez su lengua entraba más, me retorcía, sentía y gemía, su polla caliente chocaba con mi cara. A mí cada vez más se me entumecían las piernas, se me salía la leche, todos mis músculos se me contraían no podía más, me estaba corriendo y en ese éxtasis su lengua se me metía por el culo más y más, y en medio de tanto gozo un liquido caliente y espeso empezó también a salir de su polla, se estaba viniendo también pero no cesaba de mamarme el culo, al contrario cada vez lo hacía con más pasión, me mordía las nalgas y sus manos con fuerza me apretaban las piernas. A mí ese momento me ponía nervioso, le cogía miedo pero después venía la calma, una calma tierna. Y en ese instante me doy cuenta de cuanto embarro de leche habíamos hecho. Sobre mí estaba mi leche y sobre mi pecho la suya. Yo no había sentido nunca el olor de la leche mezclado con nuestro sudor. Aquello me daba asco y cuando pude me fui al baño a lavarme, no se me quitaba, era pegajosa.
No indudablemente aquello no me gustaba, tanto placer terminaba en una cosa tan asquerosa, no, no volvería a hacer eso me dije y salí del baño. Nos vestimos y continuamos conversando. Él me reprendió y me dijo que cuando me viniera no saliera disparado para el baño, que no éramos perros, que si la cama se había embarrado ya se había embarrado y que para lavarse ya habría tiempo. Que aquella leche se la había sacado yo y que era de él y que era para mí, que todo lo habíamos hecho para eso. Que él entendía que yo era una gente joven e inexperta pero que por eso tenía que dejarme conducir por él y tener confianza en él.
Yo me puse muy nervioso. No esperaba aquella reacción prácticamente me estaba peleando, me estaba hablando con fuerza, era como si tuviera algún derecho sobre mí y yo no entendía aquello, pero ahora estaba empezando a sentir cosas nuevas, la pasión en la cama comenzaba a transformarse en otra cosa y estaba sintiendo una cosa extraña: "El hombre que me gustaba, y que me había hecho sentir un placer como nunca, estaba mostrando un sentimiento de pertenencia hacia mí, me estaba de forma firme reclamando mi entrega en la cama y en la vida.
Yo le pedí que no me peleara, que me comprendiera. Él me dijo entonces algo más, me dijo que él me entendía, que estaba dispuesto a comprenderme y a tener paciencia conmigo, toda la que fuera necesaria, pero que yo también tenía que entender que tanto yo como él éramos hombres adultos, que ambos teníamos la necesidad de hacer un sexo completo aunque yo lo desconociera. Que la primera experiencia que yo estaba teniendo no debía cortarla constantemente como lo estaba haciendo. Que debía dejar que las cosas las condujera quien más experiencia tuviera, que tenía que aprender muchas cosas que para él era un placer enseñarme pero que tenía que dejarme enseñar. Y se echó a reír y me dijo que no me preocupara. Que estaba enamorado de mí y que conmigo él quería una cosa seria.
Ahí me pregunto que cuando volvía y le dije que el sábado siguiente. Me fui para mi casa a dormir y esa noche me la pasé pensando en muchas cosas. Mi segundo contacto con Martín había sido más delicioso que el primero aunque al final sentí asco. Pero ya lejos del olor a leche que por primera vez sentí. Aquel hombre me gustaba por todos los poros y la forma de hablarme el final también. Algo que me gustaba tanto se entregaba como algo mío y sólo me pedía que yo fuera para él. Sin embargo el culo no se lo daría porque eso dejaba una huella imborrable y en definitiva a mí me gustaban mucho los momentos que pasábamos pero yo no iba a ser maricón.
De ninguna manera, mi destino definitivo era el natural, cuando terminara mis estudios me casaría con mi novia con la que ahora no podía tener relaciones sexuales y estas cosas que estaban pasando eran fortuitas.
La paciencia se acaba.
Aquella semana pasó y llegó de nuevo el sábado, al medio día me bañe y después de almuerzo salí rumbo a la casa de Martín. Tomé la guagua y al llegar al fondo del Payret, me bajé, busqué un teléfono y llamé. Quien me salió fue Martín, su voz me estremeció, me dijo eres tu vicho, te estaba esperando, ven para acá. Colgué el teléfono y salí como un loco para aquella casa, cuando llegué por suerte no había nadie parado en el pasillo y entré, subí las escaleras y cuando llegué al segundo piso toque la puerta, pero que tragedia el vecino tenía abierta la suya, yo no quería que me viera nadie, por lo que estaba desesperado por que me abrieran la puerta, no demoró mucho, pero yo temblaba, entré como lívido, me senté en la sala y entonces vino Martín en short y sin camisa, aquello me arrebataba. Esta vez no me inhibí y me le acerqué y le acaricié su pecho, pasé mis manos por sus vellos, eran suaves y tiernos, entonces él me abrazó y comenzó un beso profundo y succionante, mi lengua dejé que se introdujera en su boca y sentí como me la succionaba, tenía un sabor mentolado y entre saliva sentí una sorpresa el caramelo que chupaba lo depositó en mi boca, aquello era algo nuevo, siempre que me acercaba a Martín había algo nuevo y ya estaba advertido que tenía que aprender, que tenía que convertirme en su buen alumno.
Me llevó al cuarto y nos quedamos de nuevo solos, él se acostó en la cama y yo me senté a su lado, me tomó las manos cuando le volví a acariciar el pecho y me las sujetó, comenzamos a conversar, esta vez no me peleaba, me hablaba con cariño y se preocupaba por mis cosas, por mis estudios, por mis problemas, me pidió que se los contara y establecimos un diálogo de cariño, me escuchaba con atención y yo hablaba, de vez en cuanto el me recomendaba algo, que yo sentía como si me estuviera conduciendo y a mí aquello me gustaba, me sentía que rendía cuentas, que se me escuchaba y que se me evaluaba.
Después me quitó la camisa y me acarició el pecho, me dijo que me pusiera cómodo y yo rápido entendí aquello como que me quitara la ropa y me acostara a su lado, cuando fui a poner la ropa sobre una silla me pidió que por unos segundos quería verme así, desnudo y yo me quedé unos segundos para que me observara, viendo que en mi camino hacia la silla el se había quitado el short y también estaba desnudo, su polla ya estaba empalmada y la mía también, me acerqué y me senté de nuevo a su lado y le acaricié su pecho y bajé más, le acaricié su rabo y sus huevos y se los besé. El se sonrió como quien se da cuenta que yo quería aprender y que había escuchado muy bien lo que me había dicho el sábado pasado, eso quería decir más y era que me estaba enamorando de él por lo que podía exigirme más en la cama.
Comenzamos a besarnos con fuerza, su lengua entraba en mi boca y yo se la chupaba, después me pedía la lengua y yo se la daba y sentía la succión, me la apretaba, me la chupaba, me chupaba los labios, me besaba la cara, los ojos y cuando llegó a mis oídos comenzó a hablarme bajito, me dijo que me quería, que me amaba, que este día sería inolvidable y comenzó a chuparme la oreja, y me dijo como vez me gustas todo, te quisiera comer, todo lo tuyo me gusta, quiero disfrutarte todo y tu no tengas pena, puedes conmigo también hacer lo que quieras porque soy para ti.
Ahora sin darme tiempo a reflexionar fue hacia las partes de mi cuerpo en que ya sabía que yo más sentía y meticulosamente comenzó a desesperarme. Me daba besos cortos en el cuello, por el pecho por alrededor de las tetillas, pero a ellas no llegaba, eran besos suaves y tiernos, me gustaban, pero yo deseaba algo, que él sabía, que me acercaba pero que retiraba, su boca se acercaba a mis tetillas y las besaba por alrededor pero a ellas no llegaba, cuando de pronto su lengua salto y rozó la puntica de una de ellas y el desespero me hizo tener la sensación máxima, pero se alejó de nuevo y ya yo empezaba a rabiar, me seguía dando besos, y empezó a chuparme el cuello, el desespero me había hecho más sensible y yo creía que me moría, que no podía soportar el sentir tanto, trataba de pegar mi cuello al pecho impidiendo que entrara Esa boca provocadora, cuando entonces acercó su boca a mi oído y me dijo: mi amor, deja que yo sienta que te entregas, no me resistas más, disfruta como te hace sentir tu macho lo máximo, compláceme, yo se lo prometí, pero no creía que podría resistir aquello, mis reacciones eran inconscientes, él me llevaba al límite del éxtasis, era un maestro y yo un novato.
Dejé que su boca llegara a mi cuello, y sus lamidos me arrebataban, me saltaban las lágrimas, pero cuando bajaba al pecho en las tetillas sólo eran besos y un furtivo lenguazo, como corrientazo me electrocutaba. Su saliva me mojaba todo el cuello, cuando al fin llegó a mi pecho y comenzó a ocuparse de mis tetillas, comenzó a lamerlas con una dulzura y poco a poco el que empezó a enloquecer era él, yo chillaba de gusto y temblaba, él me chupaba las tetillas y mordisqueaba la puntica me hacía implorar piedad, el no vacilaba en seguir trabajándomelas como nunca, se las metía en la boca y las succionaba como si fuera un ternero y yo sentía miedo y placer.
Su pierna derecha se introdujo entre las mías y yo no sé si es que no tenía fuerzas para oponerme o si que tenía temor a que me volviera a regañar como el sábado anterior. Pero lo cierto fue que cuando me quiso abrir las piernas no le puse resistencia y para que sintiera la presencia del macho triunfador abría sus piernas para obligarme a abrirlas completas, no le bastaba un poco tenía que ser todo lo que pudiera y así en esa posición su polla comenzó a darme golpes en el culo. En ese momento reaccioné, si no hacía algo estaba perdido, estaba a punto de meterme la polla y yo no podía hacer mucho para impedirlo. Esta vez él estaba prevenido de mi posible oposición y me había atrabancado de una forma que me era imposible zafarme, traté de escapar pero era imposible, no podía moverme de ninguna forma y él continuaba cada vez dándome pollazos en el culo, como mi resistencia era inútil, empecé a darme cuenta que poco tiempo me quedaba para ser maricón, yo no sé cuando lo hizo, pero en su polla había untado una grasa, que yo la sentía como me resbalaba por las nalgas, pero mi culo nunca había sido penetrado y mis saltos no lo dejaban engancharlo, en un momento creía que me lo rompía pues con la misma punta de la cabeza sentí que me tocaba el culo.
Lloré, le pedí que no lo hiciera, se lo rogué, se lo supliqué, como me tenía atrabancado la resistencia no valía y él era mucho más fuerte que yo. Él me besaba y me pedía que le diera una prueba de amor, que confiara en él, que estaba loco por follarse mi culo virgen. Pero yo seguía suplicándole que me perdonara, al menos por esta vez. Entonces me pidió una cosa, que sin resistencia lo dejara con la cabeza de su polla acariciarme el culo, que él estaba loco por tocarlo.
Ni loco, si ponía la cabeza de su polla en mi esfínter, era hombre muerto, aquella polla estaba engrasada hasta el tronco y de tanto darme cerca del culo, el mío también estaba engrasado, si me colimaba me la metía. Y yo le dije que de eso nada. Volvió a insistir, me prometió que sólo me la metería cuando yo lo dejara, que confiara en él. Yo no tenía otra alternativa que acceder y le dije que estaba bien pero que me lo jurara por su madre, que una vez allí no se iba a aprovechar y me iba a romper el culo. Me lo juró y a mí no me quedó más remedio que acceder.
Comencé a llorar, cuando entonces le dejé que me colimara. Sentí por primera vez la polla de un macho en mi culo, estaba al borde de que me follara, seguía llorando y suplicándole por lo que me había prometido, pero él seguía con un movimiento de va y ven y yo sentía que mi culo engrasado cada vez se ponía más suave ante su polla que cada vez estaba más dura. De tanto suplicar él incómodo dejó de insistir. Se quitó arriba de mí y muy serio me dijo que aquello marchaba mal, que esa era la tercera vez que nos acostábamos y que yo siempre formaba la misma jodedera, que si las cosas seguían así lo nuestro iba a terminar, porque él era un hombre y yo un niño come mierda, y él no estaba para perder el tiempo con alguien que no confiara en él.
Yo le juré que si tenía confianza, que yo no quería perderlo, pero que no me forzara en ese momento, que estaba muy nervioso. Entonces lo acaricié y el se levantó molesto, fue al baño, se lavó y comenzó e vestirse. Yo en ese momento me cagué, lo iba a perder y de verdad que ya sólo no me gustaba, sino que estaba enamorado de él. Allí mismo comprendí que si no le daba el culo, lo perdía, no estaba dispuesto a que me rompiera el culo pero tampoco a perderlo.
Mis temores empiezan.
Mi vida continuó normalmente, no habíamos quedado para volvernos a ver pero se suponía que nos volveríamos a ver el próximo sábado. Llegó el sábado y como de costumbre fui a su encuentro. Llamé a su casa cerca de las 2 de la tarde, pero Armando me dijo que Martín no había llegado, que llamara más tarde. Una hora después volví a llamar y lo mismo, no había llegado. Así me pasé llamando toda la tarde, pero fue infructuoso. Martín ese día no vino o no me salió al teléfono.
El próximo sábado fue igual, por mucho que llamé, Martín no había llegado. Yo empecé a preocuparme, estaría disgustado conmigo, se le habría acabado la paciencia, estaría con otra gente. La impaciencia empezó a apoderarse de mí, me percaté que me estaba portando como un niño. Que Martín no sólo me gustaba sino que estaba enamorado de él y empecé a sentir miedo a perderlo. Pero lo que él quería no podía ser, yo no quería darle el culo a nadie, si se lo daba me convertía en maricón. Pero si lo perdía no lo vería más. Por las noches soñaba con sus besos, con sus chupones de tetas, la última vez me había dejado un recuerdo suyo, una marca que ya se me había quitado y las tetillas me estuvieron doliendo como tres días.
El tercer sábado ya estaba desesperado, a las 2 de la tarde llamé, y Martín no estaba, la cosa era seria él no quería saber de mí, yo sentía que lo había perdido. Yo había tenido la culpa, en definitiva él era un hombre y tenía que follar completo, si no era conmigo era con otra persona. Yo me maldecía, estaba arrepentido, estaba enamorado y por mi culpa había perdido al hombre que amaba. Esa semana llamé todos los días y le dije a Armando que si Martín venía por allí que le recordara que yo lo estaba llamando, que quería verlo el sábado. Pero de nada me valió Martín tampoco apareció el próximo sábado.
Yo no podía más, me pasaba las noches llorando. A mediados de semana no pude más y llamé a Armando, le dije que yo pensaba que Martín estaba disgustado conmigo, que yo tenía la culpa, que estaba arrepentido, que estaba dispuesto a lo que fuera pero que me perdonara, que lo localizara, que yo se lo suplicaba. Armando me dijo que me despreocupara que él iba a hablar con él, cuando pasara el viernes por su casa. Cuando yo oí eso, el viernes no fui a clases, fui a ver a Martín, llamé a las 2 de la tarde y cuando descolgaron quien salió al teléfono fue el propio Martín en persona. Me saludó como si nada hubiera pasado, me preguntó si estaba cerca, le dije que sí y él me invitó a que fuera para la casa. Esta vez yo llamé desde un teléfono que quedaba más cerca. Colgué y salí corriendo para su encuentro, sabía lo que iba a pasar y estaba dispuesto a todo menos a perderlo.
Cuando toqué a la puerta, abrió en el acto, ese día poco me importó que hubiera gente en la escalera o en los pasillos, yo estaba ciego. Al abrir la puerta estaba desnudo, porque estaba sólo en la casa esperándome, trancó la puerta y allí mismo comenzamos a besarnos. No había luces encendidas en la casa. En la grabadora estaba puesta una música romántica y fuimos para el cuarto. Él me iba besando y desvistiéndome, mi ropa se quedó por toda la casa. Cuando llegamos al cuarto, me quitó el calzoncillo y una lámpara con un bombillo rojo, nos alumbraba tenuemente. Cuando nos besábamos las lágrimas me saltaban de los ojos, por fin estaba otra vez con Martín, un nombre que no se quitaba de mi cabeza.
Hoy sus caricias eran más tiernas, sus besos más profundos, su barba me hincaba de una forma deliciosa. Nos acostamos en la cama y pegamos nuestros cuerpos, yo lo besaba y chupaba el sudor de su piel como me había enseñado. Cuando se acercó a mi cuello no me atreví a otra cosa que a la entrega. Comenzó con el juego con mi pecho y yo a desesperarme y cuando empezó a mamarme las tetillas, no esperó para meter sus piernas entre las mías y abrirme las patas, sentí que su polla me tocaba el culo y en ese momento me di cuenta que hoy tenía que dejarme coger el culo o lo perdía definitivamente.
Después me besó los huevos y llegó hasta mi culo y comenzó a darme una mamada de culo estelar. En el jaleo, su polla me la metió completa en la boca y yo sentí que me tocó la campanilla, después me la sacó y su lengua me estaba follando, me la metía y me la sacaba del culo, de forma que el esfínter se me estaba dilatando. Yo no podía más, sentía que mi cuerpo estallaba. Cuando de nuevo tuve a Martín sobre mí, y de nuevo me vi con las piernas abiertas por las suyas y una polla embarrada en saliva que jugaba con un culo ensalivado y un esfínter dilatado. Con la destreza de un artista su dedo me toco el esfínter y sentí algo frío y vi que su dedo entraba en mi culo sin resistencia, aquello me estremecía, me estaba echando grasa en el culo, estaba a punto de partírmelo, estaba a punto de ser maricón. Y estaba bien advertido o le daba el culo a mi macho o me olvidaba de él.
Cuando su polla desesperada empezó a buscar mi culo, yo sentí que estaba perdido y desesperado le pedí una oportunidad, que yo estaba dispuesto a darle el culo, pero que fuera otro día, que ese día me perdonara, que estaba muy nervioso, que me dejara reflexionar un poco más. Entonces él me dijo, que no me iba a coger el culo si yo no se lo daba. Que ya estaba a punto de correrse, que le dejara que la cabeza de la polla retozara un poco con mi culo para correrse en él y que él me la iba a meter en otro momento. Yo le dije que sí, y confié en él. Anteriormente esto había ocurrido y podía tener confianza en Martín. Dejé que su polla se acercara a mi culo, Su cabeza lo tocaba con suavidad, él me decía sólo te voy a dar un poco de brocha para que te dé placer y empezó a presionar suavemente hacia adelante y hacia atrás contra el esfínter. Yo le dije recuerda lo que me prometisteis, no me la vayas a meter Papi. Él me dijo no mi Chino, yo sólo te la voy a meter cuando tu me lo permitas, pero relájate y bésame. Me acostó boca abajo, sentí placer, me relajé y comencé a besarle sus manos. La cabeza de su polla continuaba dándome brocha, como él decía por el culo.
De pronto, empecé a sentir que no estaba cumpliendo su palabra, ya no me estaba dando brocha con la cabeza de su polla, sentí que me presionaba con más fuerza y que me estaba metiendo la cabeza de la polla en el culo. Yo gemía y él me besaba, yo le decía Martín me le estás metiendo, con fuerza trataba de escaparme, pero era inútil, estaba en una posición en que no podía hacer nada. Él me decía es sólo la puntica.
Pero yo sentía más que una puntica, era una cabeza que me destroncaba, cuando me entró sentí como que me reventaba, mi corazón latía con precipitación. No pude protestar más, estaba clavado y yo sentí como sin piedad con una potente fuerza que le salía de la cadera, el tronco de su polla entraba por mi culo indefenso y dilatado y sus huevos se pegaban a mis nalgas. Me estaba follando, me estaba haciendo su maricón. Yo lloraba y le pedía que me la sacara. Pero ahí fue cuando me habló fuerte, me la metió hasta el final, dejó de moverse y me dijo que me tranquilizara para que no me doliera y me acostumbrara, que no iba a tener más contemplaciones, que ya la tenía adentro hasta el mismísimo tronco y que él iba a gozar ese culo rico que ya era de él.
Que de una forma u otra algún día me lo iba a coger y que ese día era hoy, que estaba seguro que este día nunca se me olvidaría, que lo mejor que hacía era disfrutar la folladada que me iba a dar mi macho, porque de todas formas me iba a gozar y que yo sabía muy bien a que había venido hoy a él.
Entonces me di cuenta que no tenía más remedio que dejarlo y fue entonces cuando su polla empezó a moverse hacia atrás y hacia delante. A mi se me iba la vida, creía que el culo se me reventaba, no podía imaginarme como había podido meterme Martín una polla tan grande y gorda por mi culo. Primero empezó con movimientos suaves, lentos, de mete y saca, yo no sabía cuando sentía más si cuando entraba o cuando salía, pero lo cierto era que me estaba follando, que me estaba cogiendo el culo y bien cogido. Yo siempre pensé que me la metería y que me la sacaría y que ya, que ya eso era bastante. Pero no, me estaba Follando, me estaba gozando el culo, a veces me la empujaba hasta el final y en ese momento me decía. Amor siente la polla de tu macho, siente como te está reventando el último pliegue, goza la polla que te estoy dando. Yo lloraba, había momentos en que me dolía. Los movimientos fueron haciéndose más frecuentes, cada vez a un ritmo más intenso, me estaba follando y bien follado. Comenzó a gemir, a apretarme las nalgas, a besarme con más fuerza y sentí como se corría como un caballo en mi culo que ya no era virgen.
Después sin sacarme la polla él sacó la leche de mía y cuando me corrí, con sus manos embarradas en leche continuó frotándome la polla, yo sentía que me convulsionaba, ya no podía más, me estaba haciendo sentir en la gloria, estaba a punto de explotar, le suplicaba que ya, que ya no podía más y entonces me dejó descansar y cuando me quise incorporar para sacármela me aguantó y cuando sólo le salió de sus santos cojones fue que me la sacó y me dejó ir al baño.
Cuando me la sacó y me levanté mis piernas me temblaban, llegué al baño y me senté en la taza, tenía ganas como de cagar pero no podía cagar, eché solo alguna bobería y muchos gases. En la taza seguía temblando, el se estaba lavando la polla que me había metido y que estaba embarrada en mierda, ahora yo la miraba con ojos de asombro, no podía salir del asombro como había podido meterme semejante cosa en el culo, eso era imposible. Al rato me lavé bien y cuando me paré todavía sentía que tenía la polla de Martín en el culo. Era la sensación de que me había follado. El juego de placer que habíamos comenzado había terminado donde él quería y yo todavía estaba temblando. Entonces él se me acercó, comenzó a acariciarme con ternura, me besó y me dijo que no me preocupara que eso lo sabríamos nada más que él y yo. Que de ahora en adelante todo sería más bello, que estaba enamorado de mí y que me quería.
Por fin me vestí y salí a buscar el autobús para llegar a mi casa, ya había pasado más de una hora y todavía sentía la sensación de tener la polla en el culo, caminaba por las calles y pensaba que todo el mundo se daba cuenta de que me habían cogido el culo. A pesar de que cuando me bañé después que me follaron y que me había secado bien, al caminar por la calle el culo se me comenzó a mojar, tenía la idea que me salía el olor a leche por todo el cuerpo, en el autobús me salieron unos gases extraños que me delataban. Iba de pie, Martín se había corrido como un caballo, me había inundado de leche y ahora al estar de pie y con el culo lubricado se me salía la leche del culo, sentía que el calzoncillo se me mojaba y de pronto me dieron unos retorcijones y un dolor de estómago muy fuerte, pensé que me cagaba antes de llegar a casa, en realidad en un momento sentí como que se me salía una chispa. Cojones, me habían follado y de verdad, me habían roto el culo, ya era maricón en contra de mis deseos me decía, olvidándome que yo bastante lo había buscado, que estaba sumido en el desespero por no perderlo y que aquel hombre me gustaba con delirio.
Llegué a mi casa y fui directo al baño, volví a echar gases, el calzoncillo estaba embarrado por una mezcla de leche sanguinolienta y mierda, me lo cambié y lo lavé, eso no lo podía ver nadie en mi casa. Después me puse a ver el televisor y poco a poco el culo fue retornando a su estado normal y cuando fui a la cama soñé de nuevo con Martín, me desperté y me tuve que hacer una paja cuando me acordaba de cómo me había follado, de cómo se me había impuesto y de cómo al fin me había convertido en su maricón.
Después me acordaba de eso, de que me habían follado, de que era maricón y me llenaba de espanto. Muchas veces había escuchado en mi casa como mi hermana se llenaba la boca para decir que prefería ver a un hijo suyo muerto antes que maricón y yo irremediablemente me había convertido en maricón, como si no me diera cuenta que desde niño me habían gustado los hombres, que en el ejército aunque nunca me atreví a tocar a ninguno, ni a mirarlo ni siquiera de soslayo, siempre me hice amigos de aquellos muchachos que sexualmente me gustaban, que furtivamente cuando nadie me veía, tocaba con mis dedos sus ropas, pero nada más. No, no, no quería reconocer que era maricón desde que nací y seguía diciendo que Martín me había convertido en maricón.
Los siguientes días fueron terribles, me debatía constantemente entre un rechazo a ser maricón y un recuerdo dulce hacía el hombre que me había follado. Repudiaba que me hubiera cogido el culo, lo culpaba de todo, pero constantemente me deleitaba recordando su figura, recordando su olor y su sabor, hasta su olor a leche me emocionaba. Pensé incluso hasta en matarme, pero era demasiado cobarde para tanto, bastaba con no volver a él. Pero al poco rato añoraba que llegara el próximo sábado, para el nuevo encuentro.
Otra vez con Martín.
Al fin llegó el sábado, y como un loco corrí hacia Martín, en ese momento no pensé en no ir, sino en como llegar a él lo antes posible. Tomé el autobús y al bajarme lo llamé, me estaba esperando y salí como un bólido a su encuentro. Otra vez me abrió Martín, otra vez estaba esperándome en short y no más cerró la puerta caí en sus brazos y nos besamos con una pasión incontrolable. Yo acariciaba su pecho que me tenía loco y él me pegaba hacia su polla, apretándo mis nalgas. Fuimos hacia el cuarto y nos desnudamos, nos besamos, yo le lamía la piel, me deleitaba el sabor salobre de su sudor y él se deleitaba chupándome el cuello. Cuando me mamó las tetillas fue implacable, esta vez no me desesperó sino que me comió, me mamaba, me mordisqueaba las punticas y el pezón completo, me las alaba y yo me volvía loco, me mordía las tetillas una y otra vez, me trabajó las dos tetillas profundamente, sin compasión, como nunca, ya me dolían al solo rozarlas con la lengua y a él eso poco le importaba, continuaba succionándomelas como si nada, gozándome. Encendió la luz del cuarto, para que viera bien como me follaba y en ese momento vi que tenía las tetillas morada, me había chupeteado. Yo le dije horrorizado, mira Papi me marcastes y él me dijo, que esas tetillas eran de él y que nadie más las tenía que ver. Me acercó con cariño y volvió a comenzar a mamármelas y yo lo sentía en el alma, me dolía solo al rozármelas y él me las comía sin piedad, fue entonces que me dijo que ahora si estaban maduritas.
Después nos fuimos a la cama y él se acostó sobre mí, sentí su polla caliente entre mis piernas y no tardó en abrirme de piernas como él sólo me lo había hecho. Después me puso boca abajo y comenzó a mamarme el culo, yo chillaba y me retorcía de placer y sentía como su saliva me mojaba todas las nalgas que tampoco se libraban de la mamada. Metiéndome la lengua en el culo, cada vez más me lo fue dilatando y entonces me colimó boca abajo, me daba lengua por la espalda y por el cuello, cuando comenzó a hacer fuerza con sus caderas para metérmela. Me presionó el culo y me dolió, le pedí que me echara grasa y él me dijo que no había, yo la estaba viendo y le dije donde estaba y él me dijo que no hacía falta que mi culo estaba dilatado y que su polla estaba ensalivada, con la mano se echo un poco de saliva en la polla y me volvió a colimar y yo me reviré, le dije que ya yo le había dado el culo como el quería la semana pasada y él me respondió, que ya lo sabía, pero que ahora si estaba loco por volver a cogérmelo. Volvió a acostarse sobre mis espaldas y volvió a colimarme, ahora traté de revirarme de nuevo y entonces con el puño cerrado me pegó por la cadera, mientras me exigía que estuviera tranquilo, que le diera el culo que era de él, que no me atreviera más a quitárselo cuando me lo fuera a coger. Su golpe me dolió y yo le dije que no me pegara más que ese culo era de él que lo gozara. Y casi sin terminar sentí como me palanqueaba su rabo, que rabioso entraba por mi culo, me dolía y me ardía, a mi se me fue un grito de terror y dolor, él me tapó la boca. Yo le decía Papi, espérate no te muevas que me duele, espera a que me acostumbre y él me dijo bajito, "vez lo que va a pasar cada vez que te me revires, hoy vas sentir lo que es una polla encabronada" y comenzó sin darme ningún tiempo a darme barra adelante y atrás, casi me sacaba la polla completa y me la volvía a meter, no estaba teniendo ninguna delicadeza, me estaba follando sin piedad, yo me retorcía de sensación cada vez que me la sacaba y me la metía. Aquello era interminable, el sábado anterior me había follado con cuidado y con paciencia pero hoy era una cosa enérgica. Sudábamos copiosamente, su pecho se pegaba a mi espalda y su polla me llegaba hasta el alma. Al poco rato se le fue pasando la furia con que me había empezado a follar y su violencia se tornó en cariño en la medida en que le fui haciendo mi entrega más dócil. Continuó singándome con energía, y yo sentí que me empezaba a estremecer estaba al borde de correrme y él también, lo notaba por su respiración fuerte y sus movimientos cada vez más rápidos. Me estaba descojonando el culo, nos estábamos corriendo los dos al mismo tiempo. Estaba sintiendo un placer estupendo por la follada que me estaba dando. Mi leche embarró la cama, pero la de él fue entera a dar dentro de mi culo.
Ahora estaba chocando con la realidad, encontraba muy rara la situación en que me encontraba, si bien era cierto de que la buscaba, por otro lado cuando llegaba el momento del acto sexual sentía temor y en realidad no disfrutaba, más bien lo aceptaba por el placer que me daba poder acariciar al hombre que me gustaba, pero en realidad no disfrutaba del sexo. En un momento gozaba pero si todo aquello podía pasar sin la penetración era mejor. Si la estaba permitiendo era sólo porque de lo contrario no podría pasar esos ratos con Martin.
A estas alturas yo pensaba que poco me quedaba por aprender en el sexo, pero cada día con Martín me reservaba nuevas experiencias, la próxima vez que volvimos a estar Martín me propuso pasarnos un fin de semana juntos en una casa de la playa, que unos amigos suyos habían alquilado para la próxima semana, nos iríamos desde el viernes por la tarde y regresaríamos el domingo por la noche. De entrada puse cincuenta mil pretextos para no hacer aquello, ¿Cómo justificaría yo en mi casa ausentarme tantos días de fines de semana? Mis padres sabían que yo estaba becado de lunes a viernes y que siempre pasaba los sábados y domingos en mi casa, que salía a pasear pero que siempre regresaba a dormir a la casa. No tenía justificación alguna para hacer otra cosa. Martín me habló de cosas que hasta aquel momento yo desconocía. Me explicó que nuestra relación no podía seguir limitándose a la cama, que la semana tenía muchos días y que se hacían en pareja muchas cosas más que follar. Que él estaba enamorado de mí y que le gustaba tenerme a su lado, que soñaba con dormir una noche a mi lado, que soñaba con dormir todos los días junto a mí. Que aspiraba con el tiempo a vivir juntos, a comer juntos, a bañarnos juntos, a salir a pasear. En fin vivir en pareja.
Aquello a mí me dio como un macetazo en la cabeza, eso si no podía ni soñarlo, que iba a pensar de mi familia, mis amigos, mis compañeros de estudios. Para eso había que tener un coraje que yo no tenía. Eso me enfrió el alma. La vida me estaba poniendo en una encrucijada para la que no había sido preparado. En fin de cuenta eso podría gustarme pero no podía ni soñarlo. Pero tampoco podía decirle que eso era imposible porque ya sabía que lo perdería, por lo que eludí tantas proyecciones futuras y me limité a evadir lo del fin de semana.
Martín me explicó entonces, que 22 años no era ser un niño, que a esa edad también ya se tienen relaciones con mujeres, que inventara que iba con un grupo de muchachas y muchachos y que eso iba ser más aceptable. Por fin accedí a tratar de hacer un esfuerzo para complacerlo.
En realidad comencé a alejarme de allí volví varias ocasiones, hasta que un día fortuito conocí a una segunda persona, nos vimos en la calle, se me acercó, comenzamos a hablar de no se que cosa y cuando menos lo esperaba me invitó a visitar la casa de un amigo. Tony que así se llamaba, me gustó mucho desde el mismo momento en que lo vi, era de esos hombres velludos y varoniles que tanto me llamaban la atención. En casa de su amigo, que vivía en la Calle Neptuno, nos metimos en un cuarto, estaba oscuro. Empezamos a besarnos, después nos desnudamos y comenzamos a besarnos, después empezó a lamerme el cuello, el pecho. Estabamos haciendo un sexo muy bonito. De repente estabamos frente a frente y él sobre mi, me sostuvo las piernas en alto y empezó a mamarme el culo, aquello estaba siendo delicioso. Después sentí como su pecho se acercaba al mío mientras que la cabeza de su polla rozaba mi esfínter. Entonces me pidió que lo besara, yo no estaba esperando aquello incorporé mi cuerpo buscando su boca y cuando alcanzaba sus labios carnosos sentí que su polla me estaba penetrando. Sorprendido ante aquella penetración tan sorpresiva ante el susto solté su boca, pero él fue hacia ella mientras comenzaba a follarme su lengua penetraba en mi boca como su polla en mi culo. Me estaba follando de una forma muy nueva para mi, Martín siempre me la había metido boca abajo y desde esta posición podía contemplar su pecho.
Con mis manos aguantaba su cintura, con lo que evitaba que su polla me entrara demasiado. De pronto tomó mis manos y entonces me di cuenta que ya no lo podía aguantar. Tampoco me soltaba las manos mientras continuó follándome hasta que se corrió. Cuando terminamos estaba muy sudado. Nos quedamos un buen tiempo juntos, sentados cerca, él tomándo mis manos. Después nos lavamos y nos marchamos. Quedamos en volver a vernos pero a la cita no acudí y más nunca vi a ese hombre.
Después pasó cierto tiempo, no mantuve nuevas relaciones en alrededor de una año. Me dejé llevar por mi deseo de escapar de aquella situación en que había caído. Me dediqué a mi novia pero en mi camino estaba ser homosexual y aparecería otro hombre.