Contradicción (3)

...

Pasé y me senté, ella se sentó a mi lado:

bueno ¿qué ibas a decir?

Que siento haber sido tan dura contigo, no se porque he sido así, de verdad.- ella se quedó callada, seria.

yo seré tonta, pero no sé el motivo por el que empezaste así, nada más verte y con lo que me dijeron me caíste bien, incluso me caes bien, pero veo que eres tan estúpida conmigo que

¿qué? Estuve un tiempo sin decirte nada y tu seguías picándome, a ver quien es la estúpida, y eso si que es verdad que no sé por qué lo hiciste tu, yo solo quería que dejáramos de hacernos daño, eso era lo más cerca que podíamos estar de la amistad.- me cabreé un poco, ella con su mirada fija en mi ojos me dijo:

¡PUES QUE SEPAS QUE LO HICE PORQUE…- se le fue la fuerza por la boca, no pudo terminar la frase, agachó de nuevo su mirada.

¿ves? ¡no tienes ningún motivo!- se levantó y me gritó:

¡LO HICE PORQUE ME GUSTAS!... y porque prefería que nuestra relación fuera esa a que no la hubiera ni si quiera…- entonces me levanté yo:

¡Mira niñata, no me juegues con esas cosas, yo te conozco y sé que lo haces por tener una excusa, pero si le gustases a alguien de verdad le harías daño imbecil!- en ese momento me cogió de manera fuerte y me dio un beso lleno de pasión, yo me quedé impresionada.

No creo que si me cayeras mal te haría algo así, yo por lo menos tengo valor para decir lo que siento, soy sincera ¿sabes? Y yo desde el primer momento creí que algún día tu también lo serías, pero ya veo que tu no sientes nada - dijo dándose la vuelta con los ojos llorosos.- ¡VETE! Por favor vete, necesito estar sola, hazme un único favor y te dejaré tranquila para siempre, no le digas ha nadie lo que ha pasado

A mi se me partió el corazón por verla así, triste, alegre porque escuché las palabras que tanto deseé escuchar, pero no quería que fuera de esa manera. Me di la vuelta y me acerqué a la puerta andando despacio, esperando que renunciara a su destrozado orgullo y me gritara que volviese.

Seguía de espaldas, escuchaba sus sollozos, abrí la puerta y me di cuenta que ella ya había demostrado lo que sentía y yo por no haberle dicho nada era como si la hubiera pisoteado.

Cerré la puerta, ella creyó que me había ido y rompió a llorar, yo me dirigí hacia ella con pasos silenciosos, me puse tras ella y la abracé, sentí lo mal que estaba ella, ella no quería girarse hacia mi, era normal que me guardara rencor:

no llores Ana, me he dado cuenta de que yo no sería nadie sin tus insultos, creo que me aburriría…- la hice reír.

Entonces la giré y la abracé, ella se agarró a mi de una manera desesperada, necesitaba consuelo, por lo menos ella había tenido el valor de decirme lo que sentía, cosa que admiré.

Entonces fue cuando me decidí, teniéndola abrazada me acerqué a su oreja:

Ana, pase lo que pase he de decirte algo, estoy loca por ti, y sabes que todo lo he hecho por llamar tu atención, empecé con mal pie pero es que me impresionaste, perdóname, pero es que entiéndeme, sintiendo eso no puedo ser tu amiga solamente.- me separé un poco y sequé sus calidas lagrimas, ella apretó mi cintura y me besó de nuevo de una forma muy tierna.

En ese momento de ternura vi la luz, vi que ella era para mí, sin diferencias solo dos chicas, quería pasar toda la noche y la vida si era necesario con ella, estaba subiendo al paraíso con sus besos.

Eran tan suaves y delicados, unos labios tan jugosos y perfectos, nos acariciábamos sin parar, deseábamos tenernos solo para nosotras, me encantaba sentirla tan cerca, a solas, tenía un cosquilleo en mi estomago que me gustaba mucho.

Sus manos acariciaban mi cuello, iban a mi nuca y la agarraban, las mías en su cintura rozaban los límites entre su espalda y su vientre, acompañaban el movimiento de su cuerpo provocado por su agitada respiración.

La situación era perfecta, su dulce olor entraba en mi cabeza, yo no quería separarme de ella, de esa boca que tanto deseé besar. Notaba como me iba excitando cada vez más, sin darnos cuenta comenzamos a rozarnos.

Mis manos se colaban bajo su fina camiseta para poder acariciar el fin su piel, su boca avanzaba a mi cuello dándome tanto placer que mi respiración eran los suspiros, yo subía por su costillas entrando a su espalada desabrochando sutilmente su sujetador, notando como sus pechos agradecían por fin esa libertad.

Sus suaves manos se metían bajo mi pantalón apretando mi trasero mientras nosotras estábamos otra vez frente a frente, besándonos, ahora era yo la que quería estar en su cuello, nos detuvimos un momento.

El silencio abundaba en la habitación, no hacían falta palabras, nuestras fogosas miradas decían lo que iba a pasar mejor que cualquier expresión verbal, acaricié su cara, sintiendo aun los restos de humedad de sus lágrimas, su respiración acelerada:

perdóname Ana…- aun me sentía fatal por lo que le hice así que agache mi mirada.

Ella me levantó la cara subiendo mi barbilla y sonrió, nunca me sonrió de aquella manera, tenía una luz, algo radiante y me dio un beso en la mejilla. Acto seguido cogió mi mano:

sabes que no hace falta que lo haga

Volví a besarla acercándola a mí de su cintura con la mano que me quedaba libre. Me desplace a su oreja, mordiéndola suavemente, acariciándola con mi lengua, notaba como mi excitación estaba al límite y como ella no podía seguir de pie, estábamos ardiendo, derretidas.

Soltó mi mano para acariciar mi cuello, mi mano volvía a meterse debajo de su ropa, esta vez subía por su vientre hasta llegar a sus pechos, grandes, firmes, sus pezones estaban totalmente erectos, yo seguía con su oreja pero algo me reclamaba ahí debajo.

Los acariciaba despacio, disfrutando de su suave tacto, besando la parte inferior de su mandíbula, ella gemía, no podía controlarse ya, su corazón iba a salirse y cada vez que pellizcaba sus pezones gemía aun más fuerte.

Mi mano dejó sus pechos para acariciar su vagina por encima del pantalón, su espalda se tensaba y echaba su cabeza hacia atrás, yo estaba apunto de correme ante esa magnífica imagen, cuando me decidí a quitar su camiseta me detuvo, volvió a coger mi mano y con una mirada llena de pasión me dirigió hasta su habitación.

Cerró la puerta y avanzó colocándose delante de mi, y estando de espaldas se quitó la camiseta, al darse la vuelta me quedé embobada afirmando que ella era una diosa, ella se acercaba a mi, y rodeando mi cuello con sus brazos volvió a besarme.

Mis manos volvían a su costillar para retomar el trabajo anterior cuando me frenó y se puso detrás de mí, besando mi nuca, subía sus manos por mi cuerpo arrastrando con ellas mi camiseta.

Metió sus manos bajo mi sujetador y pudo comprobar que yo estaba igual que ella, yo suspiraba con cada apretón que hacía sobre mi pechos, ejercía la presión perfecta, eché mi cabeza hacía atrás, sobre su hombro.

Entonces noté como su mano bajaba lentamente por mi vientre, sentía unos calambres en mi estómago y las palpitaciones en mi clítoris. A cada milímetro que acercaba su mano a esa zona que estaba muy excitada me sentía más cerca del clímax.

Cuando llegó se introdujo bajo mis pantalones y comenzó a restregarla en mi vagina, sobre mis braguitas, mordía mi cuello, notaba como lo llenaba de marcas de succión, su otra mano pellizcaba y jugaba con mi pezón que iba a salirse de mi.

No paraba de repetirme que me amaba, ni yo de retorcerme sobre ella, notaba el calor de su cuerpo, su olor a excitación, como me apretaba para sentir el contoneo que provocaba en mi cuerpo.

Se coló finalmente bajo mis braguitas, acariciando mis labios inferiores, disfrutando de mis gemidos, rozaba mi clítoris que estaba muy hinchado, poco a poco bajó su otra mano.

Me introdujo dos dedos, muy despacio, haciéndome sentirlos dentro de mi, me sentía completa, llena, me estaba llevando donde nadie me pudo llevar antes. Comenzó a masturbar mi clítoris con su otra mano.

Aumentaba el ritmo, creía imposible que una persona fuera capaz de dar tanto placer, mis paredes vaginales estaban muy tensas y comenzaros a contraerse y relajarse a una velocidad abismal, mis gemidos rasgaban mi garganta, ella no sacaba sus dedos de mi y su otra mano continuaba jugando con mi clítoris, intensificando aquel enorme orgasmo.

Quedé totalmente vencida, rendida, agotada, entre besos y caricias me tumbo en la cama, dejándome recuperar el aliento, pero solo había una cosa dentro de mi cabeza, devolverse ese placer, ese amor a ella.

La tumbé a ella, besaba su cuerpo libre ya de su camiseta, estaba ansiosa por llegar a esos senos que no pude probar antes, sus pezones rosados estaban erectos coronando aquellos maravillosos pechos.

Succioné su pezón, instantáneamente escuché como un gemido salía de su interior, jugaba con el otro mientras le daba pequeños mordiscos, lamidas, sintiendo como sus pulmones agitaban su respiración, como su ritmo cardíaco aceleraba con cada gemido de su boca.

Baje besando su piel, y llegué a su pantalón, desabrochándolo con ansias de encontrar lo que guardaba. Sus braguitas estaban totalmente mojadas, antes de comenzar a entregarle lo mejor de mi subí a besarla.

Ella cogía mi cara, deseando que no bajara, yo incité el roce de mi pierna contra su jugosa vagina, su espalda se arqueaba, entregándome su cuerpo, sus gemidos expulsaban su alma, éramos una misma persona.

Bajé resistiéndome a la tentación de seguir besándola, sintiéndola tan cerca. Quité sus bragas y acaricié tiernamente aquella preciosa vulva totalmente depilada, que brillaba y emanaba los jugos que yo más deseaba beber.

Su cuerpo se estremecía con cada caricia que le proporcionaba, me acerqué y la besé, su cuerpo tembló de abajo a arriba liberando un gemido muy placentero, yo comencé con mi labor, pasaba mi lengua de abajo a arriba, mordía suavemente sus labios y los estiraba.

Le introduje mi lengua todo lo que pude, acariciaba mis paredes con esta, notando un pequeño punto hinchado, el llamado punto g al que acaricié y presioné con ella, ella gemía cada vez más rápido.

Saqué mi lengua y metía dos dedos en su interior, con mi lengua golpeaba y lamía su precioso clítoris, de vez en cuando le daba un pequeño mordisco, su cuerpo se retorcía mientras yo la penetraba aun más rápido, rozando su punto g y presionándolo.

Noté como unas grandes contracciones recorrían su cuerpo saliendo de su vagina, su cuerpo se estiraba como intentando liberar todo lo que sentía, sus gemidos eran escandalosos y su vagina expulsaba los jugos.

Se quedó tendida en la cama, sin tener fuerzas para moverse, yo lamí los jugos que expulsó, dando un tranquilizador masaje a esa zona tan sensible. Subí, nos volvimos a besar, satisfechas por haber llegado hasta donde ya estábamos, justo al separarnos sonreímos.

Me tumbé a su lado y ella se echó sobre mi cuerpo, su respiración aun estaba algo agitada, su pierna sobre las mías, mi brazo bajo su cuerpo, rodeándola, su mano acariciando mi vientre y la mía su brazo, estábamos muy a gusto, tapadas con una fina sabana que dibujaba nuestras femeninas siluetas:

Mica, eres lo mejor que me ha pasado, te quiero…- yo sonreí al ver su precioso rostro.

Te amo, en serio, no se como pude portarme así…- dije acariciando su cara.

No importa, pero quiero saber algo…- dijo preocupada.

¿qué? No tengas miedo.

Pues… ¿qué va a pasar? Yo se como eres, entiendo que no vayamos a tener nada, o quizás algo rápido, pero te amo demasiado para eso

¿de verdad que las pijas no sois tontas? Jajaja

¡qué-graciosa!- dijo con sarcasmo.

En serio, esa pregunta sobra, yo quiero estar contigo delante cuando la gente nos vea, cuando no mire nadie, solo quiero estar a tu lado, poder tocarte, besarte, dormir y despertar contigo, de verdad, créeme.- dije con una mirada clavada en sus ojos, no me podía creer que pensase que solo había sido un polvo y punto.

De verdad, quiero estar contigo, no se como hemos podido perder tanto tiempo.

Eso ahora no importa, por lo menos ya estamos juntas.

Nos dormimos quedando abrazadas, con caricias, pequeños besos, junto a ella todo era perfecto