Continúa mi historia con Cristian

Todo comenzó como un juego de adolescentes pero posteriormente las cosas tomaron otro cariz y mi vida estaba cambiando.

A pesar de que dejé pasar un tiempo para continuar con el relato de mi juventud hoy nuevamente me entrego a Ustedes para tratar de continuar contándoles mi vida y mi experiencia. Gracias por sus Mail y/o comentarios.


La noche que dormí junto a Cristian en la que gocé de sus caricias, sus besos, su eyaculación en lo mas profundo de mi ser, realmente la tengo como una de mis

noches inolvidables.

Eran las nueve de la mañana cuando despertamos, desnudos y solo tapados por una liviana sábana. Yo estaba de costado y él pegado a mi espalda me tenía aga-

rrado con su brazo. Su tibio aliento lo sentía en mi cuello y su pene, flácido todavía pegado a mi nalga, que dulce despertar.

Susurró a mi oído, preguntándome, si estaba despierto. No sabía que contestarle ya que temía terminar con este contacto y volver a entrar en la rutina diaria, mi in-

tención era que lo que estaba viviendo no terminara nunca.

Pero le dije que sí y comenzó a tocarme con su mano mi pecho, mientras me be- saba cariñosamente el cuello, diciéndome que había pasado la mejor noche de su vida, no lo podía creer. Hacía fuerza para pegarse a mí y yo sentía todo su cuerpo junto al mío. Su mano llegó hasta mi verga a la que comenzó a masajear junto con mis huevos, ya estaba a mil e inmediatamente había alcanzado una erección de potro.

Su verga dura como acero candente ya la sentía que hacía fuerza para meterse entre mis nalgas como queriendo encontrar la cueva en donde anidar. Mil sensa-

ciones hermosas al mismo tiempo. No tardó en levantarme la pierna e introducir su verga en mi culo que la recibió como que la conociese desde hace mucho tiempo.

Comenzó suavemente y a medida que presentía que mi gozo iba en aumento aceleró el mete y saca. Sentía como prácticamente me la sacaba toda y con vio-

lencia la volvía a meter nuevamente mientras a su ritmo me pajeaba. Me encon-

traba en el cielo y deseando que nunca acabara.

Estuvimos unos minutos hasta que me pidió cambiar de posición porque me quería ver a los ojos, en una pirueta giramos y siempre con su verga dentro mío me encontré de espaldas y él encima mío. Nos besamos apasionadamente, nos decíamos un montón de hermosas cosas, nos mirábamos a los ojos como buscan- do ver en el otro los sentimientos que cada uno sentía por el otro. Ahora el mete saca era suave como si Cristian tampoco quisiese terminar con ese momento y prolongarlo en el tiempo. Cuanto tiempo podríamos estar así ??. Yo con mi pier- nas abracé su cintura y lo atraje hacía mí. Estábamos perfectamente pegados co-

mo si fuéramos uno solo. Pero todo placer tiene un fin, presentí que estaba a pun- to de acabar ya que su verga tomaba otra dimensión dentro mío y él me lo hizo saber, le dije que aguantara un poco para que nos fuéramos junto, tomó mi verga que seguía dura y comenzó nuevamente a deslizar su mano de arriba abajo y cada vez mas rápido.

La calentura era mucha y por eso en pocos minutos le dije que me iba a lo cual me contestó que nos íbamos a ir juntos y fue una explosión, sentí su eyaculación pe- gar en mis paredes con fuerza y yo me derramé sin control en su mano y en mi pecho. Salió de mí, me besó apasionadamente y besándome las tetillas y el pecho llegó a mi verga que todavía estaba dura y se la llevó a la boca, la perdí dentro de su garganta y sentí como la lamía y me la limpiaba. No se cansaba de lamerla y de jugar con ella pero fui perdiendo la erección y por ello se acostó al lado mío, a- proveché para colocar mi cabeza encima de su pecho y él pasó su mano encima mío y comenzó a acariciar mi espalda.

Me preguntó si se podía quedar a vivir conmigo porque le gustaba mucho, me dijo que creía haberse enamorado lo que no era muy común en él y mas de un hom- bre, me dijo que le gustaría hacer el amor hasta el cansancio y que nunca se ha- bía sentido tan a gusto con un hombre. Que podía decirle, estaba Gabriel de por medio y faltaban solo cinco días para que llegara . . . . . . . . . . . . .