Contigo será consentido
Nadie podría imaginar como acabaría aquello.
Sonia, que así se llama nuestra protagonista, trabaja en una asesoría. Trabaja de lunes a viernes, seis horas diarias; es decir, treinta horas semanales frente a papeles, y la verdad es que ya estaba un poco aburrida de tener que hacer su trabajo sola ya que sus compañeros también tenían cosas que hacer. Sería por eso que cuando salía los fines de semana aprovechaba hasta el último segundo disponible para divertirse con sus amigos.
Sonia, era una chica alta, esbelta, ojos grises y pelo corto; lo del pelo corto le venía bien y más en verano, ya que la oficina donde trabajaba estaba en un primer piso, lleno de ventanales, por donde entraban los rayos de sol.
Cuando Sonia llegaba a la asesoría siempre hacia lo mismo: saludaba a sus compañeros con el buen humor que la caracterizaba, colgaba su bolso en el perchero, y se quitaba la chaqueta, siempre que hacia esto se sentía observada y era verdad; era una chica joven, 22 añitos y muy elegante para la edad que tenía; se sentaba en su mesa y se ponía a trabajar. En la oficina eran cinco, con ella: dos chicas y tres chicos; y cuando estaban extresados o aburridos se hacían bromas los unos a los otros.
Era una asesoría donde normalmente se trabajaba bastante tranquilo ya que los clientes no solían pasarse por allí, pero... estaba a punto de pasar algo que nadie hubiera pensado jamás.
Era el día más caluroso del verano. Como todos los días, Sonia llega al trabajo y saluda; hoy no traía chaqueta..., pero como siempre los ojos de sus compañeros se clavaron en su cuerpo: hoy estaba vestida muy sensual: vestido largo de finos tirantes con unos zapatos a juego de tacón alto y también fino y el pelo con un recogido precioso broche, le quedaba muy bien. Como siempre se sentó en su mesa y se puso a trabajar.
A cosa de media mañana, llegó un chico a la asesoría pidiendo ayuda para realizar el tramite de una documentación un tanto complicada.
El chico se paró a preguntar en la primera mesa que se encontró; hizo su consulta, pero mientras le explicaban que es lo que tenía que hacer, poco a poco sin ser muy brusco se puso a mirar a Sonia. Ella no se enteró hasta que una compañera que se había percatado del detalle, se lo dio a entender. Entonces ella lo miró, le pareció un tipo atractivo: ojos azules, preciosos, de estatura media y de unos 45 años, lo que lo hacía más atractivo aún, era un hombre experimentado, lo que a Sonia siempre le había gustado de un hombre.
Una vez que acabaron de explicarle lo que tenía que hacer con aquella documentación, fue a la mesa de Sonia; estuvieron hablando un ratito y luego fueron a tomar un café.
Durante el rato en el que estuvieron juntos, parecía como si se conociesen de toda la vida: no porque se conocieran, sino porque no se dejaron de mirar a los ojos con cara de atontados por el flechazo. Se pusieron a hablar y tenían muchas más cosas en común de lo que en un principio pudieron imaginarse.
Como Sonia tenía que ir a trabajar, quedaron por la tarde para seguir hablando. Llegó a la oficina con una cara de felicidad que desbordaba, una cara de felicidad como no os podréis imaginar nunca. Nada más entrar sus compañeros se lo notaron y empezaron a vacilarle, pero ella seguía tan ensimismada que no se enteró de nada de lo que pasaba a su alrededor en todo el día.
Por la tarde fue a casa y se puso, no guapa sino, guapísima, quería estar perfecta para la cita con Jose.
Cuando llegó al sitio en cuestión, Jose ya la estaba esperando. Tomaron algo allí y se fueron. Estuvieron toda la tarde paseando, hablando, conociéndose y de cuando en cuando haciendo alguna gracia para que aquella situación no fuera tan formal ni lejana. Iban cogidos de la mano como un par de tortolitos enamorados, pero enamorados enamorados... Al final de la tarde Jose invitó a Sonia a cenar; fue una cena íntima y muy romántica.
Cuando acabaron de cenar, siguieron paseando y hablando; iban por el parque y se sentaron en un banco. Dejaron de oírse sus boces, se cogieron de las manos y se miraron a los ojos, estuvieron así un par de minutos más o menos. Luego, después de mucho pensar que hacer Jose le dio un suave beso a Sonia; no sabía como iba a reaccionar ella, ya que podía ser su padre por la edad; pero cual fue su sorpresa cuando el segundo beso corrió a cuenta de Sonia: ¡uf! aquello no fue un beso, fue un escalofrío que les recorrió el cuerpo entero, arriba y abajo, varias veces. Fue un beso suave pero intenso, del cual disfrutaron los dos. A partir de éste momento nació algo muy profundo y muy bonito.
Ese día, les costó mucho separarse, ya que no sabían cuando se volverían a ver: Jose trabajaba cada día en un sitio y al día siguiente tenía que ir de viaje. Después de mucho remolonear, por fin se separaron. Volvieron cada uno a su correspondiente casa para seguir con su cotidiana vida.
Al día siguiente, en un vivir sin vivir, Sonia llamó por teléfono a Jose estuvieron mucho rato hablando, la verdad es que se echaban mucho de menos. Hablaron juntos un par de veces al día hasta la siguiente vez en que se vieron.
Después de quince duros y largos días, Jose le dijo a Sonia que la pasaría a recoger por el bar que había enfrente de su casa, para que sus padres no vieran con quien se iba y no se enfadaran con ella.
Ese día se preparó muy bien y se puso no guapa, sino elegantísima: con un vestido negro sin tirantes y largo hasta los pies, zapatos de tacón y un recogido de pelo precioso, parecía mismamente que iba a una boda y era la madrina.
Al encontrarse, en la cafetería se dieron un abrazo gradísimo, de esos que rompen a uno; Jose se separó de Sonia para ver lo elegante que se había puesto sólo para él; tomaron algo y se fueron.
Cuando montaron en el coche Sonia preguntó dónde iban, Jose le dijo que era una sorpresa; fueron en silencio todo el camino, a pesar de que Sonia quería hablar. Ante tanto misterio, suponía que lo que pasaría a continuación no sería lo que ella deseaba que pasara.
Jose paró el coche, muy amablemente le abrió la puerta a Sonia y la invitó a salir. Miró a su alrededor y se dio cuenta que estaban en un descampado: sin luz, sin coches, sin gente... en fin, un descampado. La llevó hasta la parte de atrás del coche, abrió el maletero, metió la mano y cogió una manta, la cual extendió en el suelo, sacó también dos altas copas y una botella de champan. En ese momento Sonia se quedó totalmente en blanco, como bloqueada.; no sabía a cuento de que Jose hacía aquello, pero no dijo nada y le dejo seguir.
Él le dio una copa a ella, la miró y lleno su copa; a continuación hizo lo mismo con la suya. Una vez que estaban las dos copas llenas, Jose propuso un brindis.
- Por ti cariño, para que seas esa lucecita que siempre brille y se refleje en mi, como las estrellas en el firmamento- alzaron sus copas y brindaron.
Ante esta situación, Sonia, no sabía como actuar, se quedó parada y callada como si le hubieran arrancado la lengua, pero con cara de felicidad. Tardó todavía un rato en asimilar lo que estaba sucediendo, cuando pudo abrir la boca y mediar palabra, muy seria y con el corazón en la mano, dijo.
- Jose, eres lo mejor que me ha pasado nunca. Te quiero como nunca he querido a nadie y si no estuvieras aquí... no lo quiero pensar, ya que lo eres todo para mí.
Jose, si que no se esperaba esta respuesta. Bebieron, dejaron las copas en el coche y se fundieron en un largo, profundo y sincero abrazo. Ninguno medió palabra alguna, no querían estropear aquel bello silencio, simplemente giraron la cabeza, se miraron y se volvieron a fundir, esta vez, en un beso. Poco a poco se iban dejando caer, hasta llegar a la manta que había en el suelo.
Se besaban, se tocaban, se manoseaban; la temperatura iba subiendo poco a poco, por lo cual, uno al otro, se iban despojando de la ropa. Lo primero que cayó fue el vestido de Sonia; Jose al palpar la suavidad de su piel, empezó a tocarle los pechos por encima del sujetador, al rato se lo quitó. Sonia, a su vez, le quitó la camisa y le empezó a mordisquearle los pezones. La temperatura seguía subiendo a la vez que ellos se iban calentando; los tocamientos, los roces, los besos se iban haciendo más rápidos, más intensos y más profundos.
Jose, le besaba el cuello, mientras su mano recorría el cuerpo desnudo de Sonia; dejó la mano por la parte de la cintura, hurgando en el hoyito del ombligo de ella. Dejó bajar la mano y llegó al pubis; lo tenía depilado con lo cual le fue más fácil encontrar su fuente de placer. Nada más tocarlo, ella suspiró profundamente; bajó su mano, desabrochó el pantalón de Jose, cogió su pene y lo empezó a manosear para ponerlo fuerte y duro; esta vez el que suspiró fue él. Allí estaban, detrás del coche y sobre una manta, dándose y recibiendo placer.
Sus bocas volvieron a unirse, para besarse muy intensa pero lentamente mientras intercambiaban profundas caricias, muy profundas. Él, separó las piernas de ella; ella le pasó una mano por la cara como otorgando; le separo los labios y comenzó a comerle la cosita. Ella, le besaba el cuello, le mordisqueaba la oreja, le peñizcaba los pezones y le susurraba al oído.
- Esta lucecita, que ahora brilla sólo para ti, lo hará, si tu quieres, eternamente y cada vez con más intensidad.
Él, ante las amables, cariñosas, sinceras y cómplices palabras de su joven amante sólo pudo decir.
- Nena, puedes estar tranquila, nunca te dejaré de querer. Te protegeré y haré cuanto esté en mi mano para que cada vez estés mejor.
Acabado de decir esto, lentamente la penetró. Se oyó un leve gemido; fue el de Sonia que nunca nunca había disfrutado tanto del sexo como esa vez. También se oyó el de Jose, pero él lo disimuló un poco. En aquel descampado hicieron el amor, se tocaron, se excitaron y se besaron hasta el amanecer.
A la hora de regresar a sus tareas rutinarias, subieron al coche y fueron hablando. Lo llevarían en secreto para bien estar con todo el mundo. Se ven de cuando en cuando pero cada vez que se ven, disfrutan por lo pasado y por lo que pasará hasta la próxima vez que se vean.