Contigo o con él

Un encuentro inesperado...

Mi amiga y yo estamos disfrutando de una segunda adolescencia, libres, sin compromiso y con ganas de divertirnos. El sábado lo vamos a dar todo, pues tenemos la cena de fin de curso con compañeros y profesores.  Alguno de ellos está para hacerle un favor así que por qué no jugar al juego de la seducción y lo que surja.

Hoy es jueves y le digo a mi hermana que me acompañe a comprar al supermercado y ¡Ohh Dios! cuál es mi sorpresa, después de ocho años sin verlo, allí estaba trabajando el chico que me cautivó con su mirada y con su sonrisa pícara años atrás y con el cuál había fantaseado veces, sin más.

Al verlo sentí cómo mi corazón latía a ritmo fuerte no sólo en mi pecho si no también entre mis piernas.Las hormonas estaban revolucionadas, ya habían empezado a hacer su función, estaba tan mojada que en esos momentos no me atreví a saludarle.

Llamé a mi amiga para contarle lo que me había pasado y ella que es muy atrevida me dijo que el sábado por la mañana podíamos ir las dos al supermercado,yo no la iba a decir que no porque realmente lo estaba deseando. Nunca había ansiado tanto que llegara un sábado.

Pasé a recoger a mi amiga y cuando llegamos al supermercado allí estaba mi chico con el uniforme de trabajo. El pantalón le hacía un culo bastante resultón y prieto que daban ganas de darle un cachete... o dos...me entró la risa sólo de pensarlo.

El mundo es un pañuelo, todo son coincidencias. Nada más verlo mi amiga le saludó efusivamente como si se le fuera la vida en ello, resulta que se conocían no hacía mucho del fútbol pues él había vivido fuera durante varios años. Yo tímidamente le saludé dándole dos besos,mientras mis pechos rozaban sutilmente sus pectorales. No sé si fue él o yo quien se acercó demasiado y eso me provocó un escalofrío por todo el cuerpo hasta tal punto que se me pusieron los pezones duros.

Mi amiga con toda la espontaneidad del mundo le dijo que íbamos a salir por la noche y él nos comentó que también había quedado con unos amigos para tomar unas copas...todo quedó en a ver si nos vemos, tomamos algo y charlamos.

Estaba confusa pues lo que yo pensaba que iba a ser una cena de risas y tonteo entre compañeros y profes, por un momento se había convertido en «no quiero ir a la cena», sólo me apetece ir a buscar a este chico y comérmelo a bocados.

Después de la ducha, embadurné todo mi cuerpo con crema de vainilla mientras dejaba volar mi imaginación. Me dejé llevar tanto que mi cuerpo experimentó un placentero orgasmo.

Tenía claro que me pondría mi vestido blanco ajustado hasta la cintura y con un poco de vuelo desde la cadera hasta media pierna. Hacía mucho calor pero aún así decidí llevar mi pelo largo, rojo y rizado totalmente suelto. Con unos pendientes a juego, un poco de maquillaje, unas sandalias cómodas pero elegantes y con unas gotitas de colonia de vainilla ya estaba lista para salir.

La cena estuvo genial. Mucho cachondeo, bromas, chistes, conversaciones picantonas e intercambio de miradas que lo dicen todo.

Mi mente estaba intranquila, sabiendo que el chico con el que tanto había soñado había salido y yo aún no le había visto y ya eran las 00.30h. Tomé alguna que otra copa de vino, la cantidad justa para estar alegre y desinhibida.

Mi profe que no era mucho más mayor que yo, tan sólo 4 años, no dejó de insinuarse durante toda la cena. La verdad que siempre me ha parecido muy interesante, buen cuerpo, atractivo, simpático y educado.

El hecho de que se hubiera cruzado en mi camino y sin esperarlo el chico que durante mi pubertad me volvió loca y con el cual no mantuve mucho más contacto que por carta, hacía que mis pensamientos se centraran sólo en él sin importarme demasiado lo que en esos momentos tenía a mi alrededor.

Por fin salíamos del restaurante, y aunque estuve muy a gusto, el tiempo se hacía cada vez más lento. Salí con tanta rapidez que se me olvidó coger el bolso, pero ahí estaba mi profe súper atento para devolvérmelo con mucha amabilidad, acariciando mi hombro con delicadeza mientras me lo colgaba. No voy a negar que me gustó ese acercamiento y atención que me prestaba constantemente.

Por un momento se me pasó por la cabeza olvidar el pasado y centrarme en el presente dejando que el destino viniera por sí mismo sin forzar la situación.

Mi amiga me pidió mi cóctel favorito, se lo agradecí porque tenía bastante sed. Estuvimos cantando y bailando hasta que nos quedamos más tranquilos. Mi profe preferido no dudó en ponerse a mi lado. Con el ruido de la música y de la gente no se escuchaba nada.

Poco a poco la conversación se convirtió en halagos susurrados al oído. Su aliento fresco con olor a coca cola penetraba en mi nariz. En otras circunstancias quizás me hubiera lanzado, pero creía que no era el momento adecuado, pues aunque mi cuerpo estaba receptivo, no estaba con la persona que en esos momentos yo deseaba.

Cuando me di cuenta ahí estaba mi amiga comiéndole la boca a su ligue. ¡Viva la pepa!

Mientras me tomaba mi segundo cóctel alguien me tapó los ojos, por unos segundos desee que fuera mi chico, al darme la media vuelta y ver que sí era él no me lo podía creer, mi alma se estremeció y un suspiro hondo salió de mi boca. Ahora nos vemos me dijo.

Me disculpé con la excusa de ir al baño con mi amiga. Menos mal que mi profe no tuvo problemas en seguir la conservación con otros compañeros. Me sentía mal en hacerle un desprecio y darle plantón a un chico que hasta hacía dos días me gustaba, atraía y me apetecía estar con él, pero en ese preciso instante mis picarescas intenciones no eran más que aprovechar el momento y entablar una conversación con el amor de mi infancia.

No fui yo quien tomó la iniciativa, según íbamos caminando mi amiga y yo, este me echó su brazo por encima del hombro y me invitó a una copa. No se notaba que hubiera bebido demasiado pero sí estaba contento y con muchas ganas de hablar y pasarlo bien, yo estaba dispuesta a seguirle el juego.

Mi grupo decidió cambiar de pub, y yo seguí con mi chico en el mismo local sin decir nada al resto para evitar preguntas innecesarias. Ya se encargaba mi amiga de dar las explicaciones oportunas a quien debiera.

Cuando nos quisimos dar cuenta estábamos los dos solos. Decidimos ir a dar una vuelta para que nos diera el aire.

Ya no me importaba la hora que fuese.

Tras una conversación larga y tendida de cómo y cuándo nos conocimos, la tensión de nuestros cuerpos se iba agrandando a cada paso que dábamos.

Hicimos una parada en seco donde me sujetó con sus dos manos la cabeza y me dio un morreo de película. Cada vez estaba más mojada y más cachonda.

De camino hasta el parque de la arboleda los pellizcos, los cachetes y los besos no cesaron en un solo momento.

Nos adentramos en el parque y me alegré de que algunas farolas estuvieran fundidas.

Él se sentó en el banco y yo me subí encima de él, me empezó a besar el cuello y se me puso la carne de gallina. Mientras yo, con movimientos de vaivén me frotaba contra su paquete reventón.

Me bajó los tirantes del vestido, sacó un pecho y me lo chupó como si fuese un caramelo.

No dudé en quitarme mis braguitas monas  y desabrocharle su pantalón dejándole al descubierto su enorme polla. Mi coño tenía un hambre atroz y con mucha suavidad me senté nuevamente sobre él clavando su palote en mí. Los movimientos cada vez eran más rápidos, mis pechos sentían el masaje incesante de sus manos. Yo le sujetaba con firmeza su melena rizada por encima de la cabeza y saboreaba hasta la última gota de su boca.

A ese ritmo no iba a aguantar mucho más... En una embestida mi clítoris estalló en armonía y un sin fin de fuegos artificiales inundaron mis entrañas.

Al poco sentí cómo él descargaba toda su energía dentro de mí.

Después de la tormenta siempre viene la calma, permanecimos abrazados hasta que la noche iba desapareciendo para dar paso al día.

Me acompañó hasta mi casa y nos despedimos con un beso y un buenos días que descanses.

Tumbada en mi cama, relajada y con los ojos cerrados antes de dormir pensé: «No fue lo que pudo haber sido pero fue lo que siempre había soñado. Lo imposible sólo tarda un poco más en llegar».