Contabilizando sentimientos II

No pude resistirme más

Sábado. 5:30 de la tarde.

Me dirijo al lugar de encuentro con Marina, estaba bastante nerviosa porque lo que iba a ser un encuentro de una profesora y dos alumnas para enseñarnos las exposiciones de poesía que visitaba se convirtió en un encuentro donde íbamos a estar nosotras dos solas. O quizás no…

Llegué a la puerta del evento y allí estaba ella, la pude reconocer desde que doblé la esquina, pero si mis ojos no me fallaban, y no lo hacían, ella estaba con otra chica hablando bastante animadas entre risas y desde luego, no era mi compañera de clase.

Me acerqué hasta ellas y Marina me presentó a la chica que la acompañaba.

  • ¡Hola Laura! Te estábamos esperando – me dijo con una amplia sonrisa mientras se acercaba aún más para darme dos besos. Pude notar como su mano estaba en mi cintura baja, gesto que no me afectó porque estaba demasiado concentrada en saber quién era su acompañante. – Ella es Carlota, mi compañera de piso –Dijo al separarse de mí.

  • Hola, encantada… Yo soy Laura - dije mientras le daba dos besos de cortesía.

  • Carlota viene conmigo a cada exposición, espero que no haya problema… - Cada vez que me hablaba me miraba fijamente a los ojos, como esperando una reacción en mí, pero yo solo me limitaba a hacer como que no me importaba.

  • No, para nada – “Pero podría haberse quedado fregando platos en el piso” pensé – Luisa no puede venir porque se ha ido a su pueblo durante el fin de semana, así que ya podemos entrar.

Marina me miró y vi como notó que estaba hablando un poco seco y con las palabras justas. Pasamos a la sala y mientras íbamos caminando hacia unos asientos libres mis ojos se fueron a la parte de atrás de Marina, en mi defensa tengo que decir que llevaba unos pantalones que le hacían un buen trasero.

Conseguimos tres asientos libres al final de la sala y Carlota (la pesada de Carlota) se sentó en medio de las dos y encima se gira hacia mí y me sonríe… Me daban ganas de matarla, y eso que solo hacía unos minutos que nos habíamos conocido.

Pasaba el tiempo en la exposición y mientras el autor leía fragmentos de su libro, veía miradas furtivas entre Marina y Carlota, tengo que admitir que me faltó muy poco para levantarme de allí e irme, sobre todo cuando vi como Marina pasaba el brazo por detrás de Carlota y lo dejaba apoyado en el respaldo de su asiento, pero entonces ocurrió algo que me hizo ponerme bastante nerviosa.

Note como la mano de Marina se deslizaba a través de mi hombro y me acariciaba el cuello con las yemas de sus dedos. Doy gracias a que Carlota estaba demasiado interesada en la poesía que leían en ese momento. No podía moverme al notar su tacto, no sabía qué hacer, solo sentía algo dentro de mí que despertó y sabía que no se iba a poder apagar.

Marina no se veía dispuesta a quitar su mano de mi cuello hasta que alguien entró en la sala y la puerta quedaba por mi lado, así que Carlota miró en mi dirección y estoy bastante segura de que algo vio a pesar de que Marina quitó la mano bastante rápido.

Pocos segundos después Carlota recibió una llamada y salió fuera de la sala, reuní valor y mire a Marina, ella me sonrió y me dijo:

  • ¿Te está gustando? – con una amplia sonrisa en su cara. Yo no sabía si se refería a la exposición o a su mano en mí, a sus caricias. - ¿Estás bien? – Volvió a preguntar al ver que me había quedado mirándola sin decir nada.

  • Si, sí… Me está gustando mucho – No sé muy bien a que le estaba respondiendo, pero me gustaba todo, ella, la exposición, sus caricias…

  • Me alegro – dijo volviéndome a sonreír y con esa mirada que no apartaba de mis ojos.

A los pocos minutos Carlota volvió y se tenía que ir porque tenía que recoger a su hermana pequeña de un cumpleaños. Marina se mostró bastante triste, pero por lo que sucedió después, juraría que sólo se hizo la triste por quedar bien con Carlota.

Cuando Carlota se fue, Marina no perdió ni un momento y se sentó en la silla que estaba Carlota. Ahora sí estábamos pegadas, podía notar el roce de su brazo todo lo que quedó de la exposición, tampoco para de mirarme entre sonrisas. Me daba la sensación de que cada vez se iba inclinando más a mi asiento pero no quise sacar conclusiones falsas.

Por fin acabo la exposición y salimos a la puerta.

  • Entonces qué, ¿te ha gustado? – Me dijo mientras sacaba un paquete de tabaco de su bolsillo.

  • Si, bastante… aunque no sé qué me ha gustado más – Y en ese momento la miré fijamente a los ojos, y ella, que estaba encendiéndose el cigarro se paró en seco y me miró. Una mirada que bastó lo suficiente para hacer que la quisiese besar.

  • Bueno, ¿vamos? – consiguió decir ella finalmente.

  • Si, claro.

Comenzamos a andar y teníamos bastante recorrido en común hasta nuestras casas, así que lo aprovechamos para hablar un poco de todo, temas del instituto, las clases, comentamos la exposición... Nada en especial. Salvo que no sé que tenía que cada vez que hablaba más, más ganas me daban de besarla.

Eran cerca de las 9 de la noche, y estaba bastante oscuro puesto que era invierno y oscurece mucho antes. Llegamos al punto donde teníamos que separarnos y no lo dudé.

  • ¿Te puedo acompañar a casa? – Lo solté, no podía dejar que se fuese sin intentar robarle un beso. Vi que su cara tomo un aspecto extraño así que intenté poner una excusa creíble. – Es que no tengo ganas de llegar a casa, si no me tocará sacar a mi perro a pasear. – Conseguí que se riera con mi absurda excusa.

  • Está bien, pero queda un poco lejos – Me miraba fijamente como sólo ella sabe hacerlo. –

  • No te preocupes, me gusta andar – Le dije mientras sonreía.

No dijo nada más y seguimos andando, el camino a su casa cambió por completo a lo que estaba siendo el camino anterior. Ahora había muchas miradas, sonrisas y choques de broma, jugueteando. Así transcurrieron los 15 minutos hasta su casa. Llegamos al portal y nos despedimos.

  • Muchas gracias por acompañarme, ha sido mejor que ir sólo escuchando música.

  • Gracias a ti por invitarme a pasar este buen rato.

Nos quedamos en silencio durante un rato y ella empezó a sacar las llaves de su bolso. Comenzó a abrir el portal, sacó las llaves de la puerta, se giró y me dijo:

  • ¿Nos vemos mañana? – dijo con esa sonrisa tan suya.

  • Claro, allí estaré – La miré fijamente, sin moverme de enfrente del portal.

Se giró y entró en el portal. No sé si alguien actuó por mi porque yo nunca había sido tan valiente, pero antes de que se cerrara la puerta, entré. La cogí del brazo, obligándola a darse la vuelta y allí la aplasté contra la pared. Me quedé mirándola a los ojos, quería ver cual era su reacción antes de hacer nada que no debiese. Ella se limito a respirar fuertemente, me miró a los ojos y acto seguido me miro los labios y ahí supe que ese era su permiso a lo que iba a pasar. Me acerqué muy lentamente los pocos milímetros que quedaban y la bese, lento y suave, poco a poco, besando su labio inferior y después el superior, ella me respondía con un poco más de pasión y eso me hizo poner las manos en su cintura, meter un poco los dedos por debajo de la camiseta y apretarla más contra la pared echando todo mi peso sobre ella. Al parecer la encendió bastante y ella, que tenía las manos en mi cuello, las quitó para ponerlas en mi trasero. Lo apretaba tan fuerte que pensaba que me iba a levantar del suelo en cualquier momento. Estábamos tan entregadas que no nos dimos cuenta de que alguien estaba bajando en el ascensor hasta que se empezó a abrir la puerta.

Nos separamos rápidamente justo cuando un hombre salía del ascensor, Marina agachó la cabeza y aprovechó para irse en el ascensor que acababa de bajar, y allí me dejó, sin decirme nada más.

Pensaba que lo había echado todo a perder, pero me equivocaba.

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Gracias por leer, espero que os guste la continuación.

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