Consulta médica

Un joven acude a la consulta de un urólogo para lo que se convertirá en una revisión no muy convencional...

Nos encontramos en una pequeña ciudad costera al sur de la península. Como cada septiembre, el calor parece negarse a desaparecer. Un espléndido sol baña las calles y la vida parece transcurrir más lenta de lo normal. Las casas, pequeñas todas ellas, se alinean perfectamente en la linea costera. Todas ellas de la misma altura y color, dándo así una sensación de homogeneidad. De hecho si alguien las mirase desde el mar le hubiese parecido que sólo existía una única hilera de casas.

Aunque aguzando un poco la vista, esforzándose un poco, se hubiese dado cuenta de que un par de edificios grises se desmarcaban ligeramente del resto de casas. Unos edificios viejos y un poco más altos que las demás casas.

Esos edificios en los que suceden y se ven cosas tan bellas como el nacimiento de un bebé y las consiguientes lágrimas de su madre al cogerlo en brazos por primera vez. Aunque en ese mismo lugar también podríamos ver otro tipo de llanto, un sonido mucho más descorazonador. Un llanto desesperado, lágrimas de pérdida y corazones encogidos del dolor.

Hablamos por supuesto de los hospitales de la ciudad.

Lo curioso es que, junto con tanta emoción, felicidad o dolor en los hospitales hay sitio incluso para otro tipo de sentimientos. Curiosidad, excitación... Placer.

Y son estos últimos los que nos conducen a historias como las que hoy tengo el placer de relataros.

Ya que, en estos momentos, las vidas de dos personas que no se conocían de nada van a dar un vuelco... Interesante.

Así que allá vamos.

En el hospital de la sanidad pública hay tanta agitación como casi todos los días del año. Médicos andando a paso rápido por los pasillos, enfermeras agobiadas, pacientes pululando de aquí para allá... Muchos ni si quiera saben a dónde van.

Esto es algo que nunca le ha gustado mucho a Antonio.

Lleva ya casi quince años trabajando ahí y todavía no se ha acostumbrado a ello. En su juventud nunca supo qué estudiar, como era inteligente y tenía facilidad para los estudios le aconsejaron la medicina. No le pareció mala idea y sacó la carrera adelante sin demasiadas dificultades.

El problema llegó cuando tuvo que elegir en qué especializarse.

Si le dieran la oportunidad de volver atrás y elegir otra cosa no lo dudaría.

Urología...

Menuda idea...

"No mucha gente lo hace y conseguirás trabajo más fácilmente..." "Está muy bien pagado..."

Eso le dijeron a Antonio y nuevamente él no supo negarse a ello.

Ahora a sus cuarenta años a Antonio le exaspera su trabajo. Día tras día se sienta en un pequeño despacho que hace de consulta y va pasando a varias personas para que le cuenten sus dolores de próstata o similares...

El ver todos los días penes y más penes no es algo que le emocione demasiado.

En estos momentos Antonio solo puede pensar en las ganas que tiene de irse a su casa con su mujer e hijos. Le mira a la enfermera que lo ayuda en temas de papeleos y demás.

-¿Cuántos nos quedan todavía?- pregunta Antonio bostezando.

-Unos pocos,- le contesta la enfermera en un tono aburrido- tenemos suerte de que algunos han cancelado la cita a última hora.

-Bien, ¿quién es el siguiente?

-Mmm...- contesta ella revisando la lista de pacientes- Un tal Jaime Pérez.

-¿Pérez e?- comenta Antonio aburrido.

-¿Le hago pasar ya?

-¿Tengo otra opción?- suspira Antonio.

Ella le mira seria demostrando el poco humor que la caracteriza.

-Sí claro, que pase.- termina diciendo él.

-Yo me tengo que ocupar de algunos papeleos así que te dejo solo. ¿Te importa?- pregunta ella.

Por su tono Antonio entiende que ella se va a escaquear igualmente, así que niega con la cabeza y vuelve a suspirar.

Ella asiente y sale de la consulta.

-Jaime ya puedes pasar.- dice ella desde fuera.

Antonio suspira por millonésima vez y prepara una de sus mejores sonrisas para recibir al nuevo paciente.

Aunque de pronto todo cambia. Nuestro médico no puede evitar sorprenderse al ver al apuesto joven que acaba de entrar en su consulta.

El joven en cuestión no es otro que Jaime Pérez, un adolescente de diecisiete años que acude por primera vez a la consulta de un urólogo.

Jaime lleva nervioso desde que ha puesto un pie en el hospital, esto se debe a que le está pareciendo que todo el mundo le mira. Por supuesto que nadie se ha fijado más de la cuenta en él, pero para su cabeza adelescente la sensación es la de sentirse observado.

Mientras ha estado esperando para entrar en la consulta no ha podido evitar pensar que la gente al pasar le miraba raro. No para de pensar en qué tiene de malo que alguien visite el urólogo...

El porqué de su visita no es otro que la insistencia de su madre. En cuanto se enteró de que su inocente hijo tenía novia no tardó ni unas pocas horas en pedirle cita.

"Es mejor asegurarse de que todo está bien..."

Eso le había dicho su querida madre, por ella Jaime está pasando por este mal trago. Lo que Jaime no sabe es que los acontecimientos van a tomar un giro diferente a lo esperado.

En cuanto una enfermera con cara de aburrida le dice al joven que ya puede pasar este se levanta y con cara de resignado entra en la consulta de un tal Doctor Fernández.

Jaime entra un poco dubitativo y mira a su alrededor. Un despacho blanco impoluto se extiende a su alrededor, en las paredes hay colgados varios carteles que explican las partes de un pene, una mesa con un ordenador y varios papeles sobre ella. Tras ella se encuentra sentado un hombre de unos cuarenta años de pelo negro y ojos color miel.

Jaime se asombra de la expresión del doctor que lo va a atender.

El hombre tiene los ojos muy abiertos, como con sorpresa y le muestra todos sus blancos dientes en una sonrisa demasiado forzada. Esto le da aspecto de persona recién salide de un manicomio, cosa que a Jaime no le acaba de hacer demasiada gracia.

El joven da un paso atrás con desconfianza de que el doctor se lance sobre él a morderle una pierna o algo por estilo.

-Pasa, pasa Jaime.- dice Antonio al ver la indecisión del chico.

Antonio por su parte no puede dejar de observar al adolescente que tiene delante. Un chico joven, de estatura media, rubio y con unos ojos demasiado azules y preciosos como para ser naturales. Antonio no puede evitar sentirse un poco cohibido ante la intensidad de la mirada del joven. Sacude la cabeza y piensa que su confusión se deberá al cansancio.

Jaime por fin se decide, descartando la idea de salir corriendo, se sienta todavía desconfiado en una de las sillas frente al doctor.

-Bueno Jaime me llamo Antonio, ¿qué tal estás?- empieza el doctor para que el joven se sienta más relajado.

-Bien, supongo...- responde Jaime todavía desconfiado.

-Me alegro, antes de nada me gustaría que me contestaras a algunas preguntas. No te preocupes, nada importante. Es solo para rellenar tu ficha.

-Vale.

-Bien, pues empecemos.- le sonríe Antonio.

El doctor empieza a teclear en el ordenador y tras unos instantes sin dejar de mirar la pantalla comienza su cuestionario.

-¿Nombre completo?- pregunta Antonio.

-Jaime Pérez.- contesta el joven mientras Antonio teclea rápidamente la respuesta.

-¿Edad?

-Diecisiete.

-Bien, ¿nombre de tus padres?

-Esteban Pérez y María Casado.

-Vale... Sexo...- Murmura el doctor para sí mismo. Antonio marca la casilla "Hombre" en su ordenador.

-Si.- dice Jaime sin dudarlo.

-¿Perdón?- pregunta Antonio apartando la vista del ordenador.

-Que sí.- vuelve a decir el joven.

-Esto... ¿Que sí qué?- Antonio no acaba de entender lo que está pasando.

Jaime por su parte no puede parar de pensar en la inutilidad del doctor que le ha tocado.

-Me has preguntado por el sexo... Y yo te digo que sí.- contesta firmemente Jaime.

Es algo de lo que está muy orgulloso y no tiene ningún reparo en admitirlo. Había ocurrido ese mismo verano en un campamento.

Antonio que acaba de entenderlo levanta las cejas y le mira al joven intentando adivinar si está bromeando o no. Como ve al chico muy serio entiende que está hablando en serio, se limita a asentir sonriendo.

Jaime malinterpreta al doctor y se piensa su gesto ha sido de admiración. Al joven ya le está empezando a caer mejor el hombre que tiene delante.

Y así va transcurriendo el tiempo entre preguntas y respuestas. Jaime poco a poco se va relajando y Antonio por su parte se va dando cuenta del poco seso que tiene su paciente.

-Bueno, pues con esto ya hemos terminado.- dice Antonio.

-Por fin...- comenta Jaime.

-Bien, pues ahora dime qué es lo que te trae a mi consulta.

-Mi padre.

-¿Tu padre?- pregunta Antonio confuso.

-Sí, en coche.- dice Jaime.

-¿Qué?- se desespera el doctor.

Jaime suspira poniendo los ojos en blanco, no para de pensar en que Antonio es realmente idiota.

-Mi padre me ha traído hasta la consulta en coche.- aclara Jaime con tono de fastidio.

Antonio agacha ligeramente la cabeza y se tapa la cara con las manos.

Está pensando que no le pagan lo suficiente como para aguantar esto.

-A ver Jaime... ¿Por qué has venido al urólogo?- le pregunta lentamente y articulando mucho.

-Por mi madre...- empieza el joven.

-No.- le corta Antonio ya cansado.- ¿Por qué has...- empieza a preguntarle de nuevo.

-Pues eso te estoy diciendo.- le corta Jaime.- Mi madre es la que se ha empeñado en que venga.

-Vale.- suspira Antonio.

-Ni que fuera tonto...- comenta Jaime cruzándose de brazos.

Antonio se muerde el labio inferior pensando en que no sea que su boca se abra por sí sola y le lleve la contraria a su paciente.

-Bueno, Jaime, cuéntame por qué ha querido tu madre que vengas.

-Es que se ha enterado de que tengo novia, y claro... Ya sabes cómo son las madres...

-Claro...- contesta Antonio con tono aburrido- Vale, ¿por qué no te tumbas en la camilla y miramos cómo estas?

El joven rubio asiente y se levanta de la silla. En dos pasos se pone enfrente de la camilla y por un instante su semblante se tuerce.

Jaime se gira hacia el doctor con expresión perdida.

-¿Necesitas que me despelote?- pregunta Jaime directamente.

Antonio levanta las cejas con expresión de asombro.

-Tranquilo, con que te bajes los pantalones me sirve.

Cuando Jaime vuelve a darle la espalda a Antonio, este aprovecha para poner los ojos en blanco unos instantes. Cuando nuestro querido médico vuelve a fijar la vista en el joven que tiene delante algo empieza a cambiar.

Ante la atónita mirada de Antonio, Jaime se quita la sudadera gris que lleva puesta. Para deleite del doctor cuando el joven tira de su sudadera para sacársela por la cabeza, inevitablemente esta tira también de la camiseta que el joven lleva debajo.

Solo son unos pocos segundos, pero la imagen se le graba a fuego en la mente a Antonio. La imagen de una espalda fuerte y musculosa de piel clara y brillante.

Antonio observa cómo Jaime se recoloca la camiseta y se da cuenta de que no puede apartar sus ojos de esa joven espalda que tiene delante. Sin perder el tiempo Jaime sigue con su cometido y se empieza a quitar los pantalones.

A medida que el pantalón del joven va bajando la boca de el médico se va abriendo sin que éste sea totalmente consciente de ello. Antonio no puede evitar resvalar su mirada desde la espalda de Jaime hasta su culo. Un precioso trasero redondo y firme solo cubierto por la fina tela de un apretado boxer blanco.

Las piernas del joven son fuertes, con unos músculos no muy anchos, pero sí muy definidos. Estas están cubiertas por un fino y poco visible bello rubio. Jaime, ajeno a la atenta mirada de su médico se dispone a tumbarse en la camilla, pero algo lo detiene.

-Puede que también te tengas que quitar la camiseta.

El silencio total se hace momentáneamente en la consulta. Antonio parpadea varias veces y gira su cabeza hacia un lado y al otro, se siente un poco confuso y tarda unos segundos en darse cuenta de que esa última frase ha salido de su boca.

El miedo invade de pronto a Antonio. Si Jaime ha notado algo raro, si se empieza a imaginar cosas raras puede que se asuste y salga espantado de su consulta. O incluso peor, que lo denuncie. Pero él tiene una familia, mujer e hijos... No puede estár pasándole algo tán estúpido con un crío de diecisiete años.

Por suerte para Antonio, Jaime no es tán avispado como para darse cuenta de nada. El joven sonríe y obedece a su médico.

Antonio se humedece los labios con la lengua inconscientemente y mira fijamente a Jaime, no está dispuesto a perderse ningún detalle del espectáculo que se le ofrece. Jaime agarra su camiseta por la parte baja y tira de ella lentamente hacia arriba sacándose así la camiseta por la cabeza, el médico lo observa con los ojos como platos y cuando finalmente nota una leve sacudida en su entrepierna toma conciencia de lo excitado que está.

Ni siquiera Antonio sabría decir que se le está pasando por la cabeza en estos momentos. En su mente solo hay sitio para una única imagen, la del cuerpo de su joven paciente.

Antonio ha podido disfrutar de una imagen que lo va a acompañar durante mucho tiempo.

Lo primero que ha aperecido ante sus ojos han sido unas caderas fuertes y una cintura en uve que enmarcaban un precioso ombligo del que nacían una hilera de finos bellos rubios que bajaban hasta perderse por debajo de la goma del calzoncillo de Jaime. A medida que la camiseta se retiraba lentamente iba mostrando un abdomen plano y con unos músculos intensamente marcados. Finalmente los fuertes pectorales del joven han quedado al descubierto, los cuales enmarcan unos pequeños y rosados pezones.

Jaime por su parte, ajeno a los calenturientos pensamientos de su médico, se tumba en la camilla. Así con menos ropa como está no puede evitar que en un escalofrío le recorra la espalda, la piel se le empieza a poner de gallina e inevitablemente sus pezones responden al frío enduriciéndose. Casi inconscientemente el joven se frota un poco uno de sus pezones para deleite de Antonio que no aparta la vista del cuerpo de su cliente.

Antonio sacude la cabeza y coge aire profundamente un par de veces con la intención de calmarse, lentamente se acerca a la camilla.

-Bien Jaime... - comienza nervioso Antionio - ¿Empezamos?

-Claro, ¿me quito los calzoncillos?

La idea se introduce en la mente del médico y de pronto un nerviosismo lo invade.

"No seas idiota, has visto a cientos de hombres desnudos". Piensa Antonio. "Es tu trabajo, concéntrate"

Aún así...

-No, - le contesta Antonio - todavía no hace falta.

El médico suspira, los nervios lo están venciendo.

Cuando le echa un nuevo vistazo al joven que tiene a su merced una idea le cruza la mente.

-Mira, te voy a hacer un chequeo general, por si acaso.

-Vale.- contesta Jaime.

Antonio asiente y da rienda suelta a un deseo que lo quema por dentro desde que le ha visto a Jaime ligero de ropa.

Coloca sus manos en los hombros desnudos de Jaime y un escalofrío (no por el frío exactamente... ) lo recorre en cuanto sus manos tocan la suave piel del joven.

-Si en algún momento te duele algo avísame. - le avisa Antonio.

Jaime asiente con la cabeza.

-Vale, voy a tardar un poco, - comenta Antonio - te voy a repasar un poco todo el cuerpo a ver cómo estás, asi que cierra los ojos y relájate.

Jaime no protesta y cierra los ojos relajado.

Es en ese momento en el que Antonio se da plenamente cuenta de lo que está a punto de hacer.

Con Jaime con los ojos cerrados y relajado sobre la camilla, Antonio no puede evitar ver al joven aún más atractivo... E incluso el control que él tiene sobre el joven lo excitan.

Una parte del cerebro de Antonio no hace más que pensar que esto es una mala idea... Pero Antonio decide lanzarse.

Con las manos sobre los hombros de Jaime, Antonio comienza a masajearlos lentamente. Acaricia suavemente la suave y clara piel del joven apreciando también la consistencia de los músculos bajo ella. Unos hombros un poco anchos y firmes los cuales Antonio aprieta con firmeza, poco a poco va bajando por los brazos de Jaime.

Mediante suaves apretones va bajando por esos jóvenes brazos, deteniéndose en los bíceps, los cuales incluso estando el músculo relajado al tacto se notan firmes. Antonio no puede evitar entretenerse un poco en ellos, hunde ligeramente sus dedos en los brazos del joven, recorre todos los fuertes músculos de este apreciando también el fino vello rubio que recubre la fina piel de Jaime.

Cuando llega a las muñecas vuelve a subir por sus brazos acariciándolos al pasar hasta volver a los hombros de Jaime.

Antonio aprovecha para mirar a Jaime para ver su expresión. Para su tranquilidad Jaime está relajado y no parece que le preocupe demasiado lo que su médico le hace.

Esto anima a Antonio y prosigue su recorrido por el cuerpo del joven. Esta vez baja lentamente desde los hombros hasta los pectorales. Masajea los fuertes pectorales del joven rodeando los rosados pezones de éste, en este caso Antonio intenta hundir un poco sus dedos en los músculos del pecho de Jaime, pero estos están demasiado trabajados y duros como para que cedan ante la presión del médico. Masajea circularmente sus pectorales y cada vez se acerca más a su destino. Cuando finalmente sus dedos se posan sobre los pequeños y rosados pezones del joven Antonio no puede evitar morderse el labio inferior. Estos están duros y firmes a causa del frío, el médico aprovecha esto para masajearlos con sus dedos.

Pasado un rato Antonio deja el pecho del joven y baja las manos por sus abdominales. Antonio se relame del gusto que esto le provoca, el abdomen de Jaime está surcado por sus fuertes músculos los cuales parecen grabados en piedra. Antonio recorre cada centímetro de estos repasando bien cada surco y cada forma. El calor que desprende la piel de Jaime junto con la dureza de sus músculos está consiguiendo que Antonio se vuelva loco de placer.

Antonio sigue bajando por el ombligo de Jaime repasando la fila de fino vello que baja hasta la goma de sus calzoncillos. Ahí Antonio se detiene. Introduce ligeramente un par de dedos por debajo de esa goma...

"No, todavía no", piensa el médico.

-Date la vuelta por favor.- le susurra Antonio.

Jaime sin ni siquiera abrir los ojos se da la vuelta en la camilla quedándose así bocabajo.

Antonio no puede evitar admirar el culo de su paciente. Pero si quiere que todo salga bien no debe precipitarse. Por ello, vuelve a colocar sus manos sobre los hombros de Jaime.

Antonio vuelve a la carga de la misma manera que al principio, masajeando los hombros de Jaime, aunque esta vez con más ganas que antes. El pudor del principio se ha disipado y ya solo queda espacio para un enorme torrente de excitación y placer.

Tras masajear la parte alta de la espalda del joven, nuestro médico va bajando por la columna vertebral de su paciente. Lentamente recorre con las yemas de sus dedos el relieve en la piel de Jaime, masajeando su suave piel.

Así hasta que llega nuevamente hasta la goma de los calzoncillos, Antonio dejándose llevar por el calentón del momento recorre por encima de la tela del calzoncillo de Jaime. Lo hace rápidamente para ver la reacción de Jaime. Aún así es lo suficiente como para sentir su redondeada forma y su firmeza.

Antonio pasa de largo y continúa hasta los muslos del joven. Fuertes y suaves, el fino vello que los recubre cosquillea ligeramente las manos de Antonio. En esta zona el médico pasa un rato masajeando, frotando y apretando los músculos del joven.

Como no hay reacción por parte de Jaime, Antonio se anima y vuelve a subir hasta el trasero del joven. En un rápido movimiento arremanga los calzoncillos del joven dejando sus dos nalgas al aire, el calzoncillo lo encaja entre ellas dando la impresión de que Jaime lleva un tanga.

Antonio no espera, no sea que Jaime se queje. Con cada mano agarra una de las nalgas y las aprieta ligeramente. Son aún mejores de lo que Antonio se había imaginado. Su forma redondeada es perfecta y al tacto el culo es suave, pero firme al mismo tiempo. La falta de vello en esa zona la hace aún más excitante.

Antonio hunde sus dedos en las nalgas de Jaime ya sin ningún tipo de pudor. Sube y baja por la redondez de ese trasero y no puede dejar de amasarlo. La entrepierna de Antonio está que echa fuego hasta tal punto que le duele la presión a la que le someten los pantalones que lleva puestos.

-Vale Jaime, - le dice Antonio con la voz entrecortada - todo en orden. Date la vuelta.

Por primera vez en todo el proceso Jaime adopta una expresión rara, piensa algo por un momento y finalmente se da la vuelta.

Cuando lo hace Antonio no puede evitar abrir mucho los ojos y la cara de Jaime se vuelve roja por momentos.

Antonio tiene la vista clavada en el enorme bulto que se adivina debajo de los calzoncillos del joven.

-Joder, - bufa Jaime - que uno no es de piedra... Y después de tanto frotamiento... ¡Ni que fueras masajista!

Antonio se soprende nuevamente por la inocencia o la notable falta de inteligencia de su paciente.

-Tranquilo hombre,- dice tranquilamente Antonio- a muchos les pasa.

Esto parece que le tranquiliza bastante a Jaime que deja de estar tan rojo como antes.

-Vale, ahora sí que te vas a tener que quitar los calzoncillos. - le dice Antonio casi con urgencia.

No puede esperar para ver que tiene escondido ahí debajo el joven, aunque por el bulto que se adivina todo parece indicar que se trata de una "gran" sorpresa.

Jaime asiente y de un tirón se baja los calzoncillos hasta las rodillas.

Antonio de pronto siente que se va a correr incluso sin tocarse, sin duda lo que tiene ante él supera todo clase de expectativas.

Jaime ha dejado a la vista una preciosa polla de un tamaño más que considerable que se yergue en todo su esplendor debido a la excitación del joven.

Es una polla de una longitud considerable, pero lo que más llama la atención es su grosor. Un par de gruesas venas recorren su tronco y está coronada por un precioso glande rosado. Los huevos cuelgan recubiertos por un fino vello y toda la polla está rodeada por un poco de pelo corto y castaño.

-Vamos allá...- suspira Antonio.

Lenta pero firmemente Antonio agarra la base de la polla de Jaime, al tacto nuestro médico la nota durísima y muy caliente. La rodea con toda su mano y se asombra nuevamente del grosor de ese joven miembro.

Poco a poco va subiendo por el tronco notando a su paso el par de venas que lo surcan, según va subiendo el glande se va cubriendo y cuando llega a la punta vuelve a bajar descubriendo así el rosado glande. Una pequeña gota de precum se resvala desde el glande por el tronco, con un dedo Antonio la atrapa y la esparce por el glande de Jaime.

El miembro del joven cada vez desprende más calor y está más duro que al principio. Con la mano que tiene libre Antonio le palpa ligeramente los huevos a Jaime, estos cuelgan libremente. Antonio los agarra también y los masajea, pronto esta zona adquiere una ligera firmeza.

Antonio de pronto tiene una idea.

-Oye Jaime, ¿sabes lo que es la fimosis?

-Si creo... - le contesta dubitativo el joven - pero yo de eso no tengo.

-No se yo...- susurra Antonio. Con satisfacción observa cómo Jaime pone cara de preocupado.- No te preocupes, voy a tener que comprobarlo bien, vamos a ver cómo de elástica tienes la piel y cómo de bien sube y baja por el glande.

Jaime asiente conforme, lo último que quiere es tener algo así.

Antonio no puede evitar sonreír, qué fácil se le está haciendo manejar a Jaime. Realmente es muy obvio que Jaime no tiene ningún problema de fimosis, pero la jugada le ha salido bien.

Ahora con más ímpetu, Antonio comienza a mover arriba y abajo su mano por toda la polla de Jaime. Comienza así a masturbarle de forma animada, Antonio disfruta haciéndolo. Puede sentir la dureza de esa polla y le encanta apretarla, el calor que desprende se le hace muy agradable y así va cubriendo y descubriéndole el glande al joven, el cual ha cerrado los ojos y se deja hacer.

Arriba y abajo... Así mantiene un ritmo constante, sube hasta el glande y baja por todo el tronco hasta su base. Su otra mano vuelve a los huevos del joven, los cuales vuelve a masajear.

-Vaya...- comenta Antonio.

-¿Qué pasa?- pregunta Jaime de pronto alarmado.- ¿Tengo algo malo?

-No lo sé todavía...- contesta Antonio teatralmente- pero va a ser necesario que eyacules para comprobarlo. Puede que tengas algún bloqueo en los conductos del semen...

Jaime abre mucho los ojos y con la cara pálida asiente.

-Muy bien, para ir más rápidos déjame que te ayude.- Comente Antonio.

Jaime sigue sin quejarse.

Antonio rápidamente saca de un armarito un aceite suave de esos para niños pequeños.

Se echa un poco en la palma de la mano y vuelve a rodear la polla de Jaime con esa mano.

Entonces vuelve a pajearle al joven, esta vez con la ayuda del aceite que hace de lubricante. La mano del médico sube y baja esta vez con mucha más facilidad, se desliza arriba y abajo por todo el tronco a más velocidad.

Gracias al aceite deja el glande descubierto y cuando sube la mano no lo cubre otra vez, sino que masajea directamente el glande. Así poco a poco va subiendo la intesidad de la paja.

Jaime por su parte ha empezado a gemir débilmente y se muerde el labio inferior. Realmente lo está disfrutando. De vez en cuando arquea ligeramente la espalda debido al placer que siente.

Antonio aprovecha el estado de Jaime para meterle mano de nuevo. Con la mano que tenía en los huevos del joven comienza a masajearle la parte interna de los muslos, subiendo después y centrándose en sobarle los abdominales.

Mientras que el ritmo de la paja sube Jaime cada vez gime más fuerte y Antonio ha ido subiendo su mano hasta uno de los rosados pezones del joven, lo pellizca y masajea fieramente ya. Los dos están totalmente desatados, uno masturba y soba al otro y el joven gime y se revuelve en la camilla del gusto.

Hasta que por fin, Jaime suelta un gemido de placer más alto que los demás, Antonio le pajea ya a un ritmo frenético y su polla comienza a expulsar su tan preciado semen. Abundantes y muchos trallazos de semen salen de la punta de la polla de Jaime yendo a parar a todo su abdomen, pecho e incluso cuello y barbilla.

Pasado el momento todo se queda en silencio por unos instantes. Solo se pueden escuchar las profundas respiraciones de las dos personas que ocupan la sala, el joven respira profundamente con los ojos cerrados todavía con la sensación del increíble orgasmo que acaba de tener y el médico que respira entrecortadamente.

-Vale...- susurra Antonio - estás perfectamente.

Jaime suelta una risotada. Está feliz de no tener nada y muy relajado después de tal corrida.

-Menos mal...- susurra sonriente Jaime.

Antonio sonríe y le entrega a Jaime un rollo de papel higiénico para que se limpie bien.

Una vez acabado de limpiarse Jaime se levanta de la camilla y se viste otra vez. No puede evitar pensar que ha sido una consulta un tanto rara... Pero lo importante para él es que no tiene nada malo. Ahora su madre se podrá quedar tranquila.

Si, sin duda ha merecido la pena para Jaime el haber acudido al urólogo.

Sin muchas palabras más Jaime se despide de Antonio después de que este le repita que está perfectamente y sale de la consulta.

Dentro se queda solo Antonio, el cual todavía no se cree lo que acaba de pasar. Mira un momento la camilla en la que hace unos instantes había estado Jaime y no se lo piensa dos veces.

Pone una silla delante de la puerta de la consulta para atrancarla y se empieza a desvestir.

Se quita primero la bata blanca y seguidamente se deshace de la camisa que lleva dejándo al aire un pecho recubierto de un pelo negro fino con dos pezones morenos. No está muy cachas, pero tampoco está gordo. De un tirón se baja los pantalones y calzoncillos.

Deja al aire una polla gorda y no muy larga que lleva ya un buen rato demasiado dura como para pasarla por alto. Se tumba en la camilla que sigue caliente por Jaime y esto le produce mucho placer.

Mientras con una mano se rodea la polla y con otra se pellizca los pezones, cierra los ojos y deja volar su imaginación.

No le es difícil volver a ver en su mente el cuerpo de Jaime, imagina que esta vez no le recorre el cuerpo con las manos, sino con la boca. Lamiendo esos duros pezones y besando esos duros abdominales.

Puede ver como baja por su cuerpo y llega hasta esa gran polla, la cual saborea sin dudar. Recorre con su lengua esas venas que surcan el tronco de la joven polla y llega hasta ese rosado glande que tan caliente le ha dejado. Casi puede saborear esas gotitas de precum que se resbalan por la polla de Jaime.

Antonio se pajea a un ritmo rápido y con la otra mano a parte de trabajarse los pezones se masajea la tripa y el cuello. Está totalmente ido de placer.

En su mente ahora se ve besándole la espalda a Jaime y bajando hasta el culo del joven. Ese culo firme y suave que tanto le ha gustado, lo recorre en su totalidad con la lengua. Con las manos le separa las nalgas y saborea con su lengua el ano de Jaime. Lo lame con ganas e introduce ligeramente la punta de su lengua dentro del joven. Casi puede oir a Jaime gimiendo de placer, se imagina que le va metiendo un dedo en el ano y este entra lentamente provocándole así convulsiones de placer a Jaime.

Antonio acelera el ritmo de la paja y comienza a arquear la espalda de placer. Se muerde con fuerza el labio inferior y suelta pequeños gemidos.

El médico imagina que tiene a Jaime tumbado boca arriba en esa misma camilla abierto de piernas y que poco a poco le va introduciendo su polla en su joven ano. Esta entra fácilmente y enseguida comienza un placentero vaivén. Puede verse pajeándole la inmensa polla de Jaime mientras que con la otra lo sujeta de una pierna para así metérsela con más fuerza. En su mente la follada aumenta de intensidad y a su vez Antonio empieza a pajearse aún más rápido.

Finalmente Antonio siente que su orgasmo está cerca, así que se imagina a Jaime arrodillado y comiéndole la polla. Los ojos azules del joven mirándolo a sus ojos, se ve a él agarrándole ese precioso pelo rubio para aumentar la intensidad de la felación. Se puede a imaginar a Jaime pringándose la cara con su semen, su preciosa cara surcada por trazos de semen y su dulce boca goteando semen.

Antonio grita de placer e igual que Jaime hace un momento se corre salvajemente sobre su pecho y cara.

Antonio respira entrecortadamente, ha sido una de las mejores pajas de su vida. No tiene ni idea de por qué ha pasado todo lo que ha pasado... Tampoco tiene ninguna intención de meditar sobre ello.

Tiene mujer y sabe que la quiere mucho, aunque puede que acabe de descubrir una nueva y placentera faceta de su vida. No sabe si va a tener alguna vez otra experiencia así, pero una cosa la tiene clara, no se arrepiente de nada de lo ocurrido.

Antonio se limpia bien, se viste y recoge bien el despacho. Quita la silla que hace tapón en la puerta y se sienta en su silla tras la mesa.

Casualidades de la vida que justo en ese momento entra la enfermera que lo ayuda a confirmarle que la siguiente cita había sido cancelada por lo que hasta dentro de una media hora no tendría la siguiente.

Antonio asiente y se prepara para recibir al siguiente paciente.

Médicos andando a paso rápido por los pasillos, enfermeras agobiadas, pacientes pululando de aquí para allá... Muchos ni si quiera saben a dónde van.

Todo sigue exáctamente igual que al principio en el hospital de esta pequeña ciudad costera.

¿Todo?

Bueno, puede que la vida de alguien acabe de cambiar para siempre.