Consuelo a mi novio que llegó un poco borracho

Yo había tenido un largo día de trabajo y mi novio vino a visitarme después de haber estado todo el día de comida con sus compañeros de trabajo

Mi pareja y yo no llevábamos mucho tiempo, por lo que había algunas facetas que aún no conocíamos uno del otro.

El día que esto pasó, yo había tenido turno de trabajo tanto por la mañana como por la tarde, y él había tenido una comida con sus amigos de la oficina que se alargó bastante y fue acompañada de bastantes copas de vino, cerveza y algún que otro cubata. Aún no vivíamos juntos, así que me preguntó si quería que vininese a verme a mi piso cuando yo terminase de trabajar. Le dije que sí, pero que aún me quedaban dos horas y media y que si no tenía nada que hacer mientras no quería que se quedase sin nada que hacer, que en ese caso no me importaba que volviese a casa. Me dijo que en ese caso ya iríamos viendo.

Cuando por fin terminé mi jornada laboral, lo avisé y en la media hora de camino hasta mi piso no recibí respuesta alguna. Ya me temía que finalmente no lo vería ese día. Me duché y me puse cómoda y fue entonces cuando me dijo que seguía por mi ciudad y que se pasaría en pocos minutos. El mero hecho de verle me hacía ilusión, así que lo esperé con entusiasmo. De camino no paraba de enviarme mensajes que me hicieron pensar que quizás se acabaría echando atrás, porque decía que se avergonzaba de que le viese así, que se había pasado un poco con el alcohol, etc. Sin embargo, a mí todo eso me daba igual, solo pensaba en lo mucho que me apetecía pasar tiempo a su lado.

Llegó y no pudo evitar lanzarse a mis brazos. No paraba de decirme que pese a la verguüenza que le daba que le viese así, pesaban más las ganas que tenía de verme, de abrazarme, de besarme. Hablé con él, lo tranquilicé y le expliqué que para mí no suponía ningún problema ni ninguna vergüenza que de vez en cuando saliese con sus amigos y bebiese, que tenía que eliminar ese sentimiento de culpabilidad. Decidió que quería quedarse a dormir conmigo, así que nos fuimos a la cama y pusimos una película para tranquilizarnos y calmarnos después de un día tan movido.

A mitad de la peli él se quedó dormido unos 20 minutos, y al final casi me quedo yo. Conseguí aguantar para ver el final de la peli y tras terminarla me disponía a dormir para llegar descansada al trabajo a la mañana siguiente, pero cuando me puse en una postura cómoda sentí cómo mi chico empezaba a acariciarme pícaramente. Él se había desvelado y estaba claro que quería que le ayudase a conciliar el sueño. Yo estaba dándole la espalda, y sin girarme estiré las piernas y las abrí un poco para que tuviese más fácil acceso. Empezó a jugar travieso por encima de mi pantalón, con la goma de mi tanguita, acariciando mi vello púbico. Para ese entonces yo ya estaba completamente mojada. Yo estiré mi mano hacia atrás para alcanzarlo y empecé a jugar yo también aún sin girarme. Empecé acariciando el interior de sus muslos, subiendo cada vez más hasta casi llegar a su paquete y cuando él pensaba que por fin pondría mi mano ahí la aparté y me giré, poniéndolo mucho más cachondo por dejarlo con las ganas.

Por fin me giré y comencé a besarlo apasionadamente. Besaba sus labios, su cuello, mordía sus orejas, y sentía cómo su polla estaba tan dura que iba a explotar. Él metió su mano debajo de mi tanguita, comenzó a acariciar mi clítoris. Sus dedos resbalaban perfectamente porque yo estaba completamente empapada y sin que me lo esperase metió sus dedos dentro de mí arrancandome un gran gemido de placer. Comenzó a masturbarme mientras yo gemía sin parar. Unos instantes después yo ya me había corrido por primera vez. Fue entonces cuando metí mi mano en su calzoncillo y comencé a masturbarle también y a acariciar sus huevos con suavidad. Mientras nos tocábamos, nos estabamos besando apasionadamente, me mordía el cuello, me tocaba las tetas con la mano que le quedaba libre. Y así llegué a mi segundo orgasmo.

El me decía que era su guarra, me preguntaba si me gustaba lo que me hacía, y yo completamente loca de placer le pedí que me follara. Se colocó encima mía y me la metió bien duro, haciéndome gozar como a la puta que soy. Empezó a follarme, conforme pasaba el tiempo me embestía cada vez más rápido y con más fuerza. En ese punto yo no sé cuántas veces me había corrido ya. No podía parar. Nadie me había dado tanto placer como él. Mientras me follaba y me embestía como un animal, me cogía del cuello, me azotaba, y yo clababa mis uñas en su espalda porque ya ni podía controlar mi cuerpo.

Cuando yo ya casi no podía moverme, sacó su polla de mí y empezó a mastrubarse, para acabar derramando toda su leche encima de mis tetas. Nos limpiamos y los dos caímos rendidos. Sin duda un polvo que no olvidaremos.