Consu, la amiguita del café

Hay ciertas conocidas que de vez en cuando le alegran a uno el día...

Cada día, después de comer, paso mi última media hora de descanso en la cafetería de un gimnasio cercano al trabajo. Es un momento de esparcimiento en el que desconecto de los problemas, pero nunca imaginé que podría llegar a ser tan gratificante

Cuando llego, siempre está Pepita atendiendo y me recibe con una sonrisa o una broma, y con el tiempo hemos llegado a ser buenos amigos.

Un día encontré sentada a la barra una chica aproximadamente de mi edad conversando con Pepita. "Mira Raúl", me dijo, "esta es mi amiga Consu". Nos saludamos con dos besos. Consu tenía unos ojos grandes y oscuros, y durante la media hora en que me tomé el café pude comprobar que tenía un cuerpo sin desperdicio. Sin llegar a ser escultural, la amiguita de Pepita tenía unas piernas bien formadas, unos pechos medianos y, lo que más me gustó, unos labios tentadores. Su mirada era pícara y siempre lucía una sonrisa en sus labios.

En los días siguientes siempre encontraba a Consu en la cafetería. Pepita y ella siempre hablaban y bromeaban y acabamos bromeando los tres. Pronto las miradas entre Consu y yo empezaron a ser diferentes. Nos mirábamos entre risa y risa y algo me decía que yo le gustaba a ella tanto como ella a mí.

Un jueves, Consu llegó más arreglada que de costumbre. Lucía unos pantalones negros ajustados y un top blanco tipo "palabra de honor" con escote generoso que marcaba todas sus formas. Se sentó a mi lado en la barra y hablamos con Pepita como de costumbre, pero con la diferencia de que esta vez, noté a Consu mucho más provocativa y me lanzaba miradas más descaradas. Yo aprovechaba para devolvérselas, asegurándome de que se daba cuenta de cómo le daba un buen repaso a su escote y a sus piernas enfundadas en aquél pantalón ajustado.

Después de mi cerveza de turno, me levanté de la banqueta y me excusé para ir al baño. Antes de poder cerrar la puerta, vi llegar a Consu. Primero imaginé que ella iba al baño de señoras, pero mi sorpresa llegó cuando entró detrás de mí y cerró la puerta con pestillo. Me agarró de la camisa con una de sus manos y me acercó hacia ella.

"¿Tú qué?", me preguntó, hablándome con su boca a escasos centímetros de la mía.

Yo metí un par de dedos por la cinturilla de su pantalón e imité su gesto, pegando sus caderas a las mías: "¿Y tú qué?", respondí, como dejando claro que los dos buscábamos algo. Nos lanzamos a besarnos desesperados. Sus labios sabían mejor de lo que imaginaba. Su boca se abría en busca de mi lengua, que no dudaba en complacerla.

Dimos tumbos hasta acabar contra el lavabo, donde ella se recostó y separó su boca de la mía. Me miró con esa mirada pícara tan característica suya y me dijo "te voy a echar un polvazo que vas a flipar, pero primero me vas a comer el coño como Dios manda". "Yo te como lo que tú quieras y más", respondí yo, "llevo días comiéndote con la mirada, como tú a mí", continué, "y ahora que te tengo a tiro te voy a comer entera".

De una vez le bajé el top y el sujetador sin tirantes hasta la cintura. Sus pechos quedaron libres, con un par de pezones enardecidos que me apuntaban diciendo "cómeme". Me lancé sin dudarlo a comérselos, agarrándole las tetas con fuerza, haciendo que sus pezones resaltaran más aún. Lamía, mordía y chupaba mientras Consu reía, respirando entrecortadamente. Noté cómo sus manos bajaban a su cintura y despasaban el botón y la cremallera de sus pantalones.

Sabiendo lo que deseaba, le di un lametón en la boca y me agaché frente a ella, bajándole los pantalones en mi descenso y viendo reflejadas sus redondeadas y duras nalgas en el espejo, enmarcadas por un tanga negro. Saqué los pantalones por sus pies descalzos ya y mi amiguita abrió las piernas, sentada en el borde del lavabo. Arrodillado allí, la miré, casi desnuda, con tan sólo el top y el sujetador enrollados en su cintura y el tanguita. Desprendía calor, deseo, lujuria y morbo. "Pídemelo otra vez" le dije. Ella me enseñó los dientes y con cara de zorra me dijo "cómeme ya, cabrón, te estoy deseando, cómeme el coño, joder, quiero tu boca en mi sexo, quiero que me lamas, me bebas, me hagas correrme en tu boca". "Así me gusta, nena" contesté. Sin esperar más aparté su tanga a un lado con mis dedos y descubrí su coñito depilado casi por completo. Olía divino y sabía mejor. Mi lengua separó sus labios y cuando pasó por su clítoris hinchado Consu lanzó un jadeo ronco y lento en señal de placer. "Ufffffff… así cielo, así, cómemelo bien" me animó. Consu abría más sus muslos para dejarme hacérselo sin problemas. Estaba completamente mojada, así que deslicé un dedo en su coño, haciéndolo resbalar hasta el fondo, despacio, mientras mi lengua lamía la puntita de su clítoris. "Aaaaaaahhh… joderrrrrr, sí…" dijo mientras se mordía fuerte el labio inferior y empezaba a menear las caderas. Se mojaba más y más por momentos y yo sentía mi sexo hinchándose hasta límites insospechados bajo mi ropa, pero quería llevarla hasta el borde del orgasmo para que deseara más mi polla.

Consu trepó una de sus piernas a mi hombro y mi cara encajó de lado perfectamente entre sus muslos. Agarró los laterales de su tanga y literalmente lo desgarró, rompiéndolo y dejándolo en el lavabo. Pasé mis manos entre sus muslos para sujetarle de las nalgas. Ella, apoyándose con ambas manos en la pila, subió su otra pierna a mi hombro y con sus pies empujando mi espalda se aseguró de que hundía mi cabeza en su entrepierna. La devoré hambriento de su sexo, anhelante de su lujuria. Lamía y relamía entre sus piernas, chupaba y succionaba su clítoris y ella ardía más y más por momentos. Sus piernas calientes y sudorosas, mojadas por sus flujos que resbalaban aceitosos, apretaban mi cabeza con fuerza, pidiendo más.

Por sus gemidos roncos y cada vez más acelerados sabía que Consu estaba casi a punto de correrse, así que me quedé quieto un momento. Ella se retiró un poco, sin querer acabar y devolvió sus pies al suelo. "Ostia Raúl, hacía mucho tiempo que no me lo comían así de bien. Casi me corro. Pero estoy segura de que tú también quieres tu ración, ¿verdad?" "por supuesto", le contesté. Empezó a desabrocharme el cinturón, después el botón y por último la cremallera del pantalón mientras me decía "además, yo ya tengo ganas de ver cómo esa polla con la que tanto he soñado despierta". "Ah, ¿sí..?", pregunté, animándola a que me diera más detalles. "Pues sí", me dijo, "y espero que no te escandalices si te dijo que me he hecho unos cuantos dedos pensando en ella", siguió diciendo, mirándome desafiante a los ojos. "¿Tengo pinta de estar escandalizado acaso?", contesté airoso. Consu rió. "Bueno, vamos a dejarnos de cháchara y enséñame eso que tienes ahí…" concluyó ella bajando mis pantalones.

Mi polla estaba a mil y quedaba enhiesta bajo los boxer. "Ummmm… promete, promete" dijo extendiendo su mano y agarrándomela por encima de la ropa interior. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando sentí la mano de Consu en mi sexo, medio agarrándola, medio acariciándola. Me bajó el boxer y quedó mi verga apuntándole, suspendida y palpitando en el aire. La volvió a tomar con cuidado y mirándola de cerca, retrajo por completo mi prepucio dejando todo mi capullo al descubierto. Lo hizo despacio pero con fuerza, sin dejar de empujar cuando su mano topó con mis huevos, haciendo que mi verga se hinchara aún más si cabía. Era fascinante verla allí, arrodillada justo frente a mi sexo hinchado, sonriendo excitada. Abrió su boca bien y sacó una lengua traviesa, para empezar lamiendo mi punta con la suya. Su lengua revoloteó por la cabeza de mi verga y después bajó por todo el tronco hasta llegar a su base para después lamerme los huevos mientras me pajeaba despacio y apretando bien con su mano. Separó un momento su boca. "Mejor aún de cómo la imaginaba, cielo" me dijo, "justo como me gustan, gorditas y de buen tamaño". "Pues aprovecha entonces" contesté yo, "es toda tuya". Consu cerró los ojos y abriendo su boca empezó a succionarme las pelotas. Después continuó mordisqueando mi polla de lado. Yo me recosté contra la pared para disfrutar de la mamada, que sin duda iba a ser de lujo. Agarró mi verga con fuerza y por fin la metió en su boca, caliente, mojada, potente, sabia y cachonda. Chupó con fuerza metiéndola poco a poco pero sin parar hasta que más de la mitad quedó acogida en su boca, bien apretada y sujeta. Jugueteó con su lengua unos momentos y entonces comenzó a mamar metiendo y sacando mi sexo duro en sus fauces, con un ritmo cadencioso y sin pausa. De vez en cuando abría con hambre sus mandíbulas para hacerla entrar más a fondo, hasta que mis huevos casi chocaban con su barbilla. "Te gusta, ¿eh?" quise ratificar. "Joder, me dijo ella entre mamada y mamada, "no puedo dejar de mojarme con el festín que me estoy dando".

Pronto empezó a usar una de sus manos para masturbarse mientras seguía mamando y gimiendo, cada vez más caliente, más acelerada. Sus jadeos aumentaron de ritmo al compás de su comida de polla, cada vez más fuertes hasta que creo que le sobrevino un orgasmo a juzgar por cómo refrotaba su coñito con la mano mientras apretaba fuerte mi sexo con la otra y viraba los ojos mientras profería un jadeo gutural, grave y largo.

Yo estaba a punto de estallar y ella debía saberlo. No era para menos con aquella mamada y el espectáculo de verla correrse masturbándose arrodillada entre mis piernas. Sacó mi sexo de su boca y me pajeó fuerte unos segundos para después levantarse. Pegó su cara a la mía y lamiendo mi oreja me susurró "te necesito dentro, hijo de puta, no aguanto un segundo más sin sentir tu polla en mi coño". Nos comimos la boca unos segundos tras los cuales Consu se me puso de espaldas y apoyando sus manos en el lavabo, me ofreció su grupa dándose una palmada fuerte en las nalgas.

Con mi polla en la mano, tomándola por la base, me coloqué detrás de ella y acomodé la punta entre sus labios. La hice resbalar un par de veces, mojándola con sus fluidos y sin esperar más empujé, ensartándosela hasta el fondo. En el espejo frente a nosotros pude ver la cara de goce que lucía mi amiguita, con la boca entreabierta y los ojos medio cerrados, sintiendo cómo entraba mi sexo en el suyo. Como no estábamos para esperas empecé a culear rápido. "Eso nene, así, así es que te necesito. Fóllame bien" me dijo. "No sabes las veces que he soñado con follarte, cielo" respondí yo, a lo que contestó "pues entonces fóllame y no dejes pasar la oportunidad". Así que la follé como me pedía. La embestí con ganas y echando el resto, clavando mi verga en su conejo mojado y esponjoso. Pronto se mezclaron los sonidos de nuestros sexos chapoteando, mis muslos chocando contra sus nalgas y los jadeos de los dos. Consu se encharcaba por momentos y nos mirábamos a los ojos a través del espejo, encendidos de pasión, calientes, follando salvajes, rojos de lujuria. De vez en cuando bajaba mi mirada para ver mi polla entrar y salir de su coño y Consu sonreía cuando me veía hacerlo, haciendo ondular su culo a mi ritmo. Agarrándola por las caderas la follé sin piedad y ella arqueó la espalda pidiendo más. Cuando deslicé mi dedo índice dentro de su culito abrió sus ojos y su boca de par en par y con voz entrecortada me dijo "aaaaahhhh… ca-a-brónn… me corrooooo…", echó una de sus manos a mi trasero y agarrándolo fuerte, me arañó mientras se convulsionaba en un corrida bestial, zarandeándose con cara de placer. Yo la follaba sin parar pero no aguantaba más, así que le dije "ahora me toca a mí". Ella hizo que mi polla saliera de su coño empapado con un movimiento rápido. Colocándolo entre sus dos nalgas fue ella quien culeó entonces pajeándome hábilmente con su trasero los últimos segundos hasta que estallé. Los primeros chorros de mi leche caliente rociaron toda su espalda llegando hasta su nuca y los demás resbalaron por su espina dorsal, espesos y blancos. Se giró y nos besamos ardientes, bebiéndonos, lamiéndonos rico por unos momentos. "Bueno" le dije, "creo que deberíamos volver al trabajo, aunque estaría follándote todo el día". "Mmmmm… no es mala idea, pero creo que tienes razón" afirmó ella, "tendremos que volver ya". Nos limpiamos y nos vestimos para salir de nuevo a la cafetería.

Pepita nos saludó sonriente, "¡buenoooo! ¡Creía que tendría que entrar a sacaros yo misma!", nos dijo, picarona. Le dedicamos una sonrisa y nos despedimos, dándonos cuenta de que llegábamos bastante tarde a trabajar. Cuando ya me había alejado unos diez metros de la cafetería oí cómo alguien me llamaba "¡Raúl!". Pensé que sería Consu pero, sin embargo, vi a Pepita viniendo hacia mí decidida. Acercó su boca a mi oído y agarrando mi paquete me dijo "la próxima vez, a ver si invitáis…". Me guiñó el ojo y se volvió a su trabajo, dejándome petrificado en la acera, sin palabra y con la imaginación desbocada.

Ni qué decir tiene que llegué tarde a trabajar, pero el resto de la tarde no fui muy productivo, rememorando cada segundo de lujuria que había compartido con Consu. En cuanto a la proposición de Pepita… os contaré lo que ocurrió en la próxima ocasión.