Consolidando la relación
Continuación de algunas de las aventuras que Sary vivió. En esata cuento como avanzó mi relación con Pedro, como me pidió salir oficialmente y por supuesto, ¡Cómo lo celebramos!
La vida era un sueño.
Estaba siendo la mejor época de mi joven vida. Por primera vez me estaban yendo bien los estudios, tenía buenos amigos que me apoyaban siempre, y por encima de todo tenía a Pedro.
Lo que había empezado con una mamada para subirle el ánimo cuando lo había dejado su novia había pasado a convertirse en algo mucho más especial.
Había sexo, por supuesto, pero también había algo a lo cual no me atrevía a ponerle nombre porque no quería reconocer que me había enamorado con mayúsculas. Y no me hacía ilusiones tampoco. Pedro y yo podíamos parecer una pareja en la intimidad cuando era Sara pero sabía que nunca sería algo real. Jamás me sacaría a cenar, a bailara a algún sitio, o simplemente me llevaría a un mirador para pasar la tarde juntos viendo el atardecer porque él quería a Sara, no quería al chico sino a la chica que había en su interior y que muchas veces salía.
Dejadme que os explique como era nuestra rutina para que podáis entenderlo mejor. Cuando acababan las clases, Pedro y yo volvíamos al piso que compartíamos, almorzábamos y despúes cada uno iba a su cuarto a estudiar las lecciones dadas durante ese día. Mientras duraba esto, él siempre me trataba como a un chico y un amigo. Amigablemente, siempre era simpático, y solía ser bastante chistoso. Pero así, sin más.
En las noches que no nos teníamos que quedar estudiando, yo me daba una ducha bien caliente, me depilaba si tenía algún pelito y me transformaba en Sara para él.
En cuanto salía de mi cuarto como Sara todo cambiaba, y Pedro me trataba como a su novia, como a una princesa de cuento. Veíamos pelis y series juntos abrazaditos en el sofá y tapadas con una mantita, compartiendo besos a cada poco rato y viviendo como dos enamorados felices que disfrutan simplemente de estar el uno con el otro, aunque bueno, seguro que se imaginan que no solíamos terminar de ver el capítulo de la serie jaja.
La noche que les quiero contar empezó como una cualquiera en la que yo me tenía que quedar estudiando, así que ese día Sara no podría salir en un principio.
Salí de mi habitación y me dirigí al salón con la intención de sentarme un momento en el sofá para descansar un poco la mente y me encontré allí a Pedro.
Al verme como chico no pudo evitar poner cara de decepción.
- ¿Qué pasa?- Pregunté.-¿A qué viene esa mala cara?
-No, nada nada no te preocupes.
-Pedro, por favor, dime que pasa. Si no nos contamos las cosas todo va a ir mal.- Alegué, ya que su cara de desilusión me había asustado.
-Es que, me gustaría hablar con Sara esta noche, es importante.
Si no me hubiese dicho que quería hablar con Sara y que era importante, seguramente me habría negado, no por falta de ganas, pero si debido a todo lo que tenía que hacer para la universidad. Sin embargo, nunca había sido capaz de negarle nada a Pedro y aquella vez no fue una excepción.
Me dirigí nerviosa a la ducha. Estaba preocupada. Pedro estaba nervioso, cosa que no era normal en él y quería hablar conmigo, así que decidí que me pondría lo más guapa posible para él y que sería una chica buena y atenta para hacérselo todo más fácil, a fin de cuentas ¿Quién no está dispuesto a dar lo mejor de si por amor?
Me duché con abundante agua caliente, y limpié a fondo el agujerito de mi culo por si acaso Pedro y yo acabábamos en la cama aquella noche. Con ese pensamiento en la cabeza, y a pesar de la preocupación, no pude evitar coger un plug con cola de conejito que guardaba para darle una sopresa, lubricarlo bien lubricadito y meterlo dentro de mi para que fuese preparando mi culito.
Tras la ducha, me dirigí a mi habitación a seleccionar mo outfit y a maquillarme. A Pedro le encantaba verme vestida de morado, así que elegí un vestido de gasa suelto de ese color que me había regalado él, unas braguitas de encaje blancas (Para disimular la cola de conejo y no arruinar la sorpresa), y un sujetador a juego que rellené con unos pechos falsos que había obtenido hacía poco. Eran pequeños pero firmes, perfectos para mi talla y rellenaban lo justo e vestido para que fuese sexy y coqueto a la vez.
Me maquilé profusamente, como sabía que a él le gustaba. Primero base de mi color de piel, colorete tenue de color rosa, sombra de ojos púrpura con purpurina, a juego con el vestido, pintalabios rosa nude y por supuesto mi peluca morena que me llegaba or debajo de los hombros. Esa noche quería parecer una chica dulce, necesitaba ser una chica dulce que cuidaba a su hombre. No me puse medias ya que era cerca del verano y no eran necesarias.
Cuando salí del cuarto, Pedro estaba esperándome en el salón.
Al verme, se levantó, se acercó a mi, y con la voz entrecortada me dijo:
-Eres preciosa bebé.
Acto seguido me empezó a besar, lentamente, muy lentamente, dándome pequeños mordisquitos en la comisura de los labios y rozándolos con la punta de su lengua con ternura infinita. Me derretí.
Rodeé con mis brazos su cuello, le devolví el beso y me acerqué a su oreja, la cual empecé a mordisquear despacito y pasar mi lengua por el lóbulo de su oreja, haciéndole gemir suavemente.
Empezó a besarme el cuello, con ternura al principio y con furia animal al final. Cuando me miró a los ojos ví el hambre que tenía de mi cuerpo. Me devoraba con los ojos y yo quería que así fuera. Veía como el bulto de su pantalón estaba a punto de reventar y no pude evitar ronronear de placer al saber que eso lo había hecho yo, y que yo era la única responsable y que tenía que hacerme cargo.
Me desabroché el vestido, lo dejé caer al suelo y quedé en lencería delante de él, mirándolo directamente a sus ojos febriles.
-Fóllame.- Le ordené.
No hizo falta decir nada más. Me cogió en volandas como un príncipe a su princesa y me dejó caer en su cama.
Me dí la vuelta y me encontre frente al bulto de su pantalón. Yo sabía lo que tenia que hacer, así que le desabroché los pantalones despacio y se los quité. Tenía los calzoncillos manchados por el líquido preseminal que estaba expúlsando. Fue a quitarselos, pero le detuve y empecé a lamérsela por encima del calzoncillo, quería ponerlo a mil, quería que me viese lamer su líquido.
Umm que sabor. Su olor a hombre me llenaba por dentro y su sabor en mi boca era el paraiso. No pude aguantarme más y le bajé los calzoncillos rápidamente y, alzando la vista hacía arriba para mirarlo directamente a los ojos, empecé a acariciar la punta húmeda de su polla con mis labios, metiendo la puntita en mi coca y lamiendo con la lengua el líquido que iba expulsando, su néctar salado, su esencia y mi delirio.
Él gemía suavemente mientras yo continuaba con la mamada. De repente noté su mano sobre mi cabeza y cómo retiraba su polla de mi boca para empezar a darme pollazos con ella en la cara. Umm ahora la que no podía parar de gemir era yo. Me encantaba notar su polla dandome pequeños golpecitos por toda la cara, mezclando mi saliva con su pre semen por toda mi cara y esparciendo su olor por todo mi yo.
Tras esto me pidió que me tumbase en la cama, separó mis piernas y me quitó las braguitas.
La cara que puso al ver la cola de conejo en mi agujerito fue de lo más adorable, y él, al que le gustaba jugar también, empezó a sacar y a meter el plug en mi culito. Cuando yo le pedía que siguiese él paraba, cuando yo le pedía que parase él seguía, y cuando él consideraba que estaba haciendo demasiado ruido me castigaba con unos azotes en las nalgas y dándome más pollazos en la cara.
Cuando el creyó oportuno y me tenía en el séptimo cielo, sacó el plug y empezó a acariciar con su lengua mi agujero. Me la metía entera y notaba su lengua jugando en el interior de mi recto. Que sensación, que delicia.
Finalmente me dió la vuelta, me puso boca arriba en la cama, separó mis piernas y sin avisar me metió la polla entera.
Era la primera vez que lo hacía sin preservativo, y la sensación de su piel entrando dentro de mi fue algo mágico. Dejé de gemir y empecé a gritar mientras él, despacio, entraba y salía de mi.
El placer me venía en oleadas. Tenía a Pedro dentro y encima de mi, sus gemidos eran música celestial y los azotes que me iba dando eran un regalo.
Dispuesta a que esto no acabse pronto, me aparté, le hice sentarse al borde de la cama y me senté encima de él dándole la espalda, clavándome su polla dura hasta el fondo de mis entrañas y gritando su nombre. Era mi turno de darle placer.
Empecé a bombear las caderas encima de él, sacando y metiendo su polla de mi todo lo rápido que podía. Era salvaje, era animal, quería que me follase duro. Cada vez subía más cada vez que me levantaba solo para dejarme caer de nuevo su polla y volver a clavármela hasta el fondo. La mano de Pedro sobre mi cuello me empujaba cada vez más abajo, intentando que me la clavase aún más y más hondo.
En un momento Pedro me pidió que me pusiese a cuatro patas, lo cual hice ancantada. Noé como se colocaba tras de mi, y noté como me la metía hasta el fondo. Sus huevos chocaron contra mis cachetes, y en ese momento empezó a penetrarme con más furia que nunca, de una forma super dura. Yo no podía más. El placer me inundaba y me extasiaba la polla de Pedro. Notaba su olor en mi cara de los pollazos que me había dado, seguía teniendo el sabor de su polla en los labios y no paraba de follarme intensamente. Sabía que esto era lo que él quería. Estaba siendo una buena mujer. Estaba complaciendo a mi hombre.
De repente, paró en seco, me la metió todo lo que pudo y, mientras notaba como algo caliente, viscoso y que me llenaba por dentro haciéndome sentir más especial de lo que nada me había hecho sentir nunca, Pedro gritó mi nombre.
Tras esto, se derrumbó, agotado, sobre mi espalda, sin sacar su polla de mi interior. Yo notaba como palpitaba dentro de mi y no podía creerlo. ¡Se habían corrido dentro de mi, y era maravilloso! Pedro, mientras tanto, empezó a darme besos en el cuello y a susurrar mi nombre.
Después de un rato más así, la empezó a sacar muy despacio, momento que aproveché para preguntarle.
-Pedro ¿Qué es lo que querías hablar conmigo?
Y, mientras que con la leche que había quedado en la punta de su polla tras llenarme por completo me dibujaba un corazón en el cachete, me contestó:
-Quería decirte que te quiero.