Consolando al señor moste

Un chico se encuentra de pronto consolando a un adulto y eso le encanta...

CONSOLANDO AL SEÑOR MOSTE

Había nadado por muchos lugares en la corta vida que llevaba en este mundo.

Huérfano, me vi de pronto yendo de un instituto a otro. Era un valija con patas.

Por fin un día alguien quiso que me quedara en su casa. Adoptarme. Allá fui. La casa era común y silvestre. Mi padre adoptivo nunca estaba en casa y mi madre una mujer fuerte aguanto lo mas que pudo.

Porque al cabo de un tiempo descubrió que mi padre adoptivo tenía otra familia y  este se fue con ella.

Mi madre salió adelante y yo me quedé como hijo único. Ella me dio todo. Creo que en parte también me malcrió, pero en el sentido que nunca me faltó nada. Me daba todos los gustos. Así fui creciendo en aquel barrio populosos de la Capital.

Me hice muy amigo en el colegio de curas de Nelson Mosto. Era un muchacho africano, en realidad de raíces africanas. No era muy común ver un chico negro por aquellos años, pero yo me hice muy amigo.

Así fue que conocí a su familia. La señora Moste era una blanca mujer bonita y de buenas formas, muy simpática y habladora. El señor Moste, era alto, de buenas formas, casi atléticas, de mas joven había sido un corredor de distancias, aunque siempre de forma amateur.

Íbamos y veníamos de una casa a la otra. Nos conocíamos todos. Nelson se llamaba igual que su padre y además tenía dos hermanos más. Lentamente se fueron yendo de la casa. hasta que solo quedó Nelson con sus padres.

La señora Moste casi nunca estaba en casa. Salía bastante, a mi no me importaba, pero alguna vez llegué a la casa y escuche alguna discusión.

Además el propio Nelson alguna vez comentó que la madre no lo atendía bien, que siempre se estaba yendo con amigas y que se yo, el se sentía muy mal, como un chico abandonado. Yo no le di importancia ya que a pesar de todo estaba con sus padres.

Transcurríamos los últimos días de escuela. Nos estábamos por graduar. Los días eran cada vez mas calurosos y nuestros cuerpos se movían a la luz de las hormonas que se revolucionaban.

Andábamos todo el día alzados, esa es la verdad. Todo nos excitaba fácilmente, eran aquellos días de la juventud, de la niñez que se iba sin ms remedio y que ya no volvería y estábamos entrando en ese umbral que define muchas cosas o a veces no, pero en fin.

Aquel día habíamos quedado en vernos en casa de  Nelson. El me había dicho que tal vez llegaría un poco tarde a la casa pero si llegaba antes lo esperara.

Era media tarde, el sol llegaba hasta la vereda calentando. Iba silbando, sintiendo el sudor que chorreaba por mi blanco cuerpo caliente en el exterior y en el interior, así sin mas de la nada.

En el frente grande de la casa de Nelson me tope con la madre de este que casi no me vio. Iba con una valija grande y la cabeza gacha, subió a un auto que la esperaba, un auto moderno y partió velozmente dejando una estela de humo.

Toqué muy preocupado la puerta que estaba semi abierta, se ve que hacía la había dejado la mujer. Al golpear la puerta esta se abrió mas así que entré de forma desprejuiciada. La cerré suavemente. Avancé despacio y con cuidado cuando a lo lejos oí algo, como una especie de llanto.

Me fui acercando a las habitaciones que sabía perfectamente donde estaban. No me atrevía a decir palabra, pero avanzaba por aquel pasillo, dudando, y aguzando el oído. Se escuchaba mi respiración entrecortada y dubitativa y el gemido de lo que parecía ser un llanto.

Me detuve frente a la habitación de los padres de Nelson. La puerta estaba entreabierta. La moví un poco y vi dentro la figura enorme del padre de Nelson o sea Nelson padre medio acurrucado en la cama grande, semi tirado sobre unos mullidos almohadones, semi hundido allí, con las grandes manos que tenía sobre el rostro. Me anime y entré, fue un impulso mayor, algo que no supe manejar correctamente, otro en mi lugar hubiese huido del lugar, pero yo no, es mas, entre en aquel lugar y recuerdo dije con un hilo de voz

__¿Qué le sucede señor Nelson?

__¡Oh eres tu!!__ dijo el hombre entre mohines

__¡Lo siento, yo…!

__¡Nelson …no..ha llegado!__ trato de secar sus lágrimas

__¿Puedo ayudarlo?

__¡Oh no, no creo, está bien!!__ a todo esto estaba ya parado al lado del hombre, sentía un fuerte olor, no sabía que ere ese olor, pero era fuerte, como pude observar eran fuertes sus brazos, y no me había dado cuenta pero aquel hombre negro estaba en calzoncillos y con el torso desnudo por completo.

Me senté a su lado casi rozando su piel negra. Sentía su aliento.

__¡Que vergüenza!__ dijo en un momento y tomo aire.

__¡Oh no, no piense en eso, somos humanos!__ no se donde había escuchado eso pero eso fue lo que me nació decir.

__¿Tu crees?¿Crees que un hombre adulto ya, maduro, casi viejo diría yo?¿Acaso no es vergonzoso que se le caigan las lágrimas delante de un jovencito como tu!?

__¡Bueno eso de viejo corre por su cuenta Nelson!

__¡No me trates de usted entonces!__ dijo un poco mas animado. Roce su muslo potente sin querer, el se movió y en sus ojos aún vidriosos algo cambió.

__¡Nelson tu eres joven!__ dije para luego sonrojarme

__¡Oh calla, eres un chico muy dulce!__ me acarició el cabello lacio y castaño. Luego tomo mi cabeza y casi la metió debajo de su axila. Su corazón galopaba y el mío comenzó a latir en forma desmesurada y sin control.

__¡Mi mujer se ha ido!__ dijo en tono grave y semi bajo, como yo tenía la cabeza hacia abajo, vi en ese instante moverse algo debajo de su calzoncillo suelto, algo hizo un movimiento tenso dentro de esa ropa. No quise pensar que era una erección, pero ¿qué otra cosa podía ser?. Además al decir asi me apretó mas contra su pecho y acarició mis cabellos. Ya no lloraba y es mas me pareció que gemía, que era una especie de lamento con gemido, como susurro.

Turbado y acalorado trate de separarme, me corrí sin llegar a ser descortés. El me miro y sacudía levemente la cabeza en negación.

__¡Bueno quizá se arrepienta y vuelva!__ dije inocentemente

__¿Tu crees?

__¿Porque no?

__¡Eres tan lindo, y tan dulce!!__ dijo y sus ojos brillaron de forma endemoniada. Volvió a tomar mi cabeza y a apoyarla en su pecho fuerte y sin uno solo vello. Allí fue que noté por vez primera sus tetillas gordas y bien marcadas, estaban erectas.

__¡Eres capaz de consolar al viejo Moste!__ dijo de forma perversa, de eso me daría cuenta mucho tiempo después.

__¡Si señor claro!!__ dije yo inocente y ya algo caliente para que lo voy a ocultar. Algo se movía dentro de mi y de mis hormonas revolucionadas.

El tomo mi mano izquierda y la poso sobre su tetilla derecha que estaba dura, la acaricié de forma autómata y se notó que el gimió.

__¡Ella hacía tanto que ya ni me tocaba, ni dejaba que yo me acercara!!__ suspiro casi susurrando. Acariciaba mis cabellos y acercó gentilmente mi boca a su tetilla derecha que latía endurecida y pidiendo a gritos que la tomara con mis labios. La baba se me caía y no tardé mucho en poseerla. La humedecí y volví a notar su dureza en el calzoncillo. Me atragante glotonamente y sentí que mi sudor y el del señor Moste se mezclaban.

__¡Ohh eres adorable, no sabía que podías consolarme tan bien, ahhh, sí, sigue chupando, así!!!__ yo chupaba sonoramente. Mi lengua hacía dibujos sobre la tetilla y parte del pecho, me sorprendí haciendo cosas que yo mismo desconocía, con la otra mano acariciaba la ancha espalda de aquel macho negro sacado y lujurioso.

El pecho de Nelson casi chorreaba de tanto sudor y saliva. Se mezclaban. Mi pija se había alzado tanto como la del señor Moste. Chocaba con la tela de mi bermuda hasta las rodillas.

Las manos del señor Moste dejaron de acariciar mis cabellos y bajaron por mi espalda hasta mis glúteos. Los acariciaba y pellizcaba con ansías y gusto. Con la otra mano levantó mi barbilla y con sus gruesos labios me cubrió la boca  y me cedió su lengua hasta el fondo de mi garganta. Sentí que un fuego abrazador me consumía. Metió la mano que se encargaba de mi cola y se deslizó por dentro de la bermuda tocando mi piel ardiente. Llegando al medio de mi zanja y metiendo los dedos por allí yo ya gemía caliente y el lo sabía porque estaba igual. Su boca me tragaba literalmente y a mi me gustaba de forma desaforada.

Sacó un mano de mi pantalón casi bajo. Tomó la mano mía que había acariciado su pezón enorme y me llevó hasta el tronco grueso que estaba tan duro como una tabla. Lo apreté con ganas y deseos.

__¡Que bien lo haces, ohh, si cariño, eres una dulzura, cariño, ahh, uhhh!!!__ al cabo de unos instantes su arma salió al aire y toqué la piel de aquel pedazo de carne. Lo empecé a masturbar de forma rica y veloz. Los gruñidos del macho eran desquiciados y calientes. El alcanzó a meter un dedo en mi agujerito baboso cuando llenó de leche mis manos y mi ropa y salpico por todos lados, aquel hombre hacía tiempo que no descargaba sus ganas. Volvió a besar mi boca sedienta, una vez que se calmó un poco su verga no se dormía, al contrario, al seguir besándome se ponía rígida nuevamente. Me quitó la ropa entre caricias vehementes.

Guió mi cuerpo desnudo como el de el, se había quitado el calzoncillo, con mi boca tome su serpiente. Succione, el gritaba de placer, me deglutía sus bolas gordas, mientras el me hundía sus dedos una y otra vez en mi cola.

__¡Sigue, sigue chupando querido, ohhh eres un ángel del placer, te gusta consolar a este hombre, ahhh, sigue más abajo anda, si, si!!!__ entendí lo que decía y llegué a su anillo. Mi lengua se entretuvo escarbando un buen rato aquel túnel negro y elástico.

Nos colocamos en sesenta y nueve y el tragó mi pija casi a punto de estallar. Lamía mis huevos y su lengua se perdía en mi cola dilatada y ya queriendo sentir su daga dentro de mi.

Su pedazo negro fue abriéndose paso de apoco en mis carnes ardientes y deseosas de su chota gruesa, dura, venosa. La metió de a poco causándome un enorme dolor, fue abriéndose paso, mi cola se fue dilatando y adaptando a semejante pedazo. Lloriqueaba de deseo y dolor, de a poco, el dolor fue alejándose y solo quedó el placer. Largué mis líquidos en las sábanas.

La vara de el señor Moste entró por completo, llenándome. Los gemidos retumbaban en toda la habitación, los quejidos eran de deseo, de lujuria, el mordía mi cuello, mordía mis orejas y me susurraba palabras en el oído.

__¿Vas a seguir consolándome amorcito, cariño, mi hembrita??__ preguntó sofocado y ansioso

__¡Siii, claro, si, te daré todo lo que quieras, conmigo no te faltara nada!!__ casi juré atravesado por su lanza. Así me llenó el culito por vez primera. Rebalsando mi anillo, chorreaba leche por todas partes.

Al tiempo terminamos las clases y llegó el tiempo de la universidad. Nelson hijo eligió una carrera que lo llevó a otra ciudad. Así que se mudó a vivir allá y venía de vez en cuando.

Yo seguí consolando al señor Moste por muchos años, me quedé en la ciudad y siempre estaba cerca de aquel brioso y salvaje macho de color.-