Consolando a Mi Madre (06)

Seguimos la fiesta en aquel feo motel, mi madre continua demostrándome que difícilmente hallaré otra mujer como ella para coger. Y al final se me entrega, en cuerpo y alma, convirtiéndome en el nuevo hombre de la casa.

Consolando a Mi Madre 06

¿Qué más puedo pedir? – le pregunté como un zombi, mirándola sobre la cama empapada de sudor, con las piernas abiertas colgando y las caderas al borde, mostrando los ríos de fluidos que manaban del interior de ese sexo enrojecido de hembra en celo que me trajo al mundo.

Todo cuanto usted quiera… usted es el patrón, el dueño y señor de esta ramera por una hora completa… – me respondió ella como la más sumisa de las putas.

Aquello no estaba haciendo otra cosa más que iniciar, mi madre estaba dispuesta a darme mucho, mucho más de lo que yo me podía imaginar. Yo estaba tan caliente que, sin reflexionar ni un segundo, me abalancé sobre ella y le arranqué la tanga y el top, dejándola completamente desnuda. Ella se mordió los labios y me vio con infinita lujuria, lo que me alentó a hacer algo más que jamás me creí capaz: le pegué. Estirando mi mano le estampé una sonora bofetada en la cara, que lejos de incomodarla la calentó todavía más si era posible. Mi madre era una perra reprimida, que ahora se hallaba desatada, de eso no había duda.

¡¡¡DOMINAME, SOMETEME MIJO, SOY TU PUTA NENE, TUUUU PUUUUTAAAAA!!! – me dijo casi rogándome.

La agarré con fuerza y brusquedad del pelo y la jalé hacia el suelo, tirándola en el. La coloqué frente a mi enardecida verga que ella tragó inmediatamente, comenzando con una de esas mamadas que solo ella sabía dar. Pero esta vez no tomaba mi aparato con las manos, es más, ni siquiera lo tocaba con ellas, más bien las llevo detrás de su espalda como si estuviera esposada mientras me dejaba a mi manejar todo el ritmo de la felación, sujetándola del pelo como si se tratasen de riendas. Así le metía la verga casi hasta la garganta, podía sentir incluso los movimientos de deglución su esófago sobre mi pene, una cosa sencillamente deliciosa. Estaba claro que no era la primera vez que se la cogían por el cogote, y me imaginaba con quien lo hacía. O más bien quién se lo hacía: mi padre.

Pero no me detuve a pensar en aquello en ese momento, sencillamente quería gozar y gozar, aun a costa de mi propia mamá, que también lo estaba disfrutando a pesar que le faltaba el aire. La veía desde arriba, tenía la cara enrojecida, los ojos muy abiertos y muy enrojecidos también, con gruesas lágrimas que resbalaban de ellos hacia el suelo, producto de tener un objeto extraño entre la garganta.

De la comisura de sus labios caían gruesas ligas de saliva, que colgaban y pendulaban hasta caer al suelo. El sudor comenzó a cubrir mi cuerpo y yo a jadear, la habitación se estaba calentando todavía más y yo sentía que me sofocaba. Y mientras tanto, mi progenitora seguía mamando o, mejor dicho, dejándose coger por la boca, profiriendo roncos sonidos guturales que me calentaban más.

Decidí pasar a algo más y le saqué la verga de la boca de un fuerte jalón. Levanté a mi madre del pelo y la tiré sobre la cama, su rostro estaba enrojecido, mojado, el pelo revuelto y con abundantes restos de sus babas alrededor de su boca. Me sonreía con un vejo entre lujurioso y agresivo, viéndolo fríamente parecería enfermizo. Le separé las piernas y la penetré de un solo golpe, mi pene se deslizó suave y velozmente por el mojadísimo conducto vaginal de mi mamá, empalándola hasta el fondo.

¡¡¡AAAAHHHHHH!!! – gimió ella al sentirse invadida por mi virilidad – ¡¡¡DALE MIJO, DAME DURO TODA TU VEEEERRRRGAAAAAAHHHHHGGGGG!!! – mamá pegó un fuerte grito cuando comencé a cogerla con furia, estrellando mis caderas contra sus ingles y metiéndole íntegramente mis 18 cm. de masculinidad.

La tenía firmemente sujeta de los muslos, a los que casi les enterraba los dedos, que descansaban sobre mis antebrazos. Ella se aferraba a los bordes de la cama, con la cabeza hacia arriba, boca abierta, ojos cerrados y apretados y gimiendo como una desdichada torturada. Sus grandes tetas se mecían violentamente de un lado a otro, todo su cuerpo se estremecía ante cada nueva estocada, era algo increíble y espectacular cogerme a esa mujer.

Pero como la excitación era tanta, no pude aguantar mucho tiempo más, así que, clavándola hasta lo más profundo, eyaculé furiosamente una abundante cantidad de semen que inundó sus entrañas.

¡¡¡¡MAMAAAAAAAAARRRRRRGGGGGHHHHHH!!!! – grité mientras los dulces estertores de ese violento orgasmo me continuaban estremeciendo.

Quedé de pié frente a ella, aun con mi pene metido dentro de su sexo. Los 2 jadeábamos, estábamos empapados de sudor, agitados, extasiados. Retrocedí y caí rendido sobre una vieja y chirriante silla que estaba detrás. Desde allí, luego de tomar varias bocanadas de aire, vi como de su sexo colgaban largas líneas de semen mezclados con sus fluidos, era una vista por demás morbosa, que si no hubiese acabado apenas recién, me habría puesto la verga parada de nuevo.

Luego de unos momentos, mamá rodó por la cama y cayó al suelo, allí se puso en 4 patas y avanzó cansada hasta donde yo estaba, se sentó en el suelo, junto a mi pene, y se lo metió entre la boca, mirándome con un gesto cansado, pero sonriente y pícaro.

Una buena mamá siempre deja bien limpitos a sus niños. – me dijo.

¿No sentías que te ahogaban mientras te la metía por la boca?

¿Por la boca?… ¡Me estabas cogiendo la garganta vida! – me dijo divertida.

Pero, ¿no te molestó?

Pues… la verdad es que debió molestarme, pero no, me gustó mucho.

¿Se lo hacés así a papá?

No, es él quien me lo hace así a mí. Pero bueno, supongo que ya me acostumbré.

¿Y te gustó que te lo hiciera yo?

Si… el morbo era grandísimo.

Me quedé callado pensando en eso, sentí muchos celos, la verdad me molestó, pero ella siguió mamándomela. Rápidamente logró ponérmela dura de nuevo y se fue directo a la carga, regalándome una mamada como solo ella sabe darla. Me succionaba el glande con fuerza al mismo tiempo que me lo ensalivaba abundantemente. Con una de sus manos masajeaba mis testículos y acariciaba mi ano con la punta de sus dedos, con la otra masajeaba enérgicamente el tronco de mi herramienta.

Era increíble su talento, a pesar de que acababa de acabar ya me estaba acercando al orgasmo de nuevo. Despacio bajaba la cara para lamer y besar el tronco hasta llegar a mis huevos, los que también chupaba y ensalivaba con generosidad. Y cuando más caliente me notó, bajó más todavía y se puso a lamer y chupar mi ano, aquello si ya no lo pude resistir y consiguió arrastrarme de nuevo al orgasmo, que cayó sobre su rostro, cabello y pechos, lo que pudo se lo bebió por completo.

Luego de eso quedamos exhaustos, yo sentado y ella entre mis piernas acariciándome y relamiéndose. Su aspecto era morbosamente delicioso, se veía como una esclava sexual, una sucia esclava sexual, llena del semen de su amo que escurría por su rostro y tetas, sacada de una novela escrita con la imaginación más pervertida. Y mientras me la seguía mamando y la sangre fluía normalmente en mi cabeza, sentí curiosidad por saber más de su vida de sus experiencias sexuales.

Mamá, contame, ¿tu primera experiencia con un hombre fue con papá?

Pues… de sexo si… – me dijo, sacándose la verga solo para responder, para luego volver a engullirla.

Entonces habrás tenido algún novio antes de él. – le pregunté, lleno de curiosidad.

Pues si… no quiero presumir mijo, pero yo era la más bonita de las 4 hermanas, a mi me buscaban mucho los muchachos, pero nunca les hacía caso, me daba mucho miedo que papá se diera cuenta.

Pero

Pero, al final apareció uno que me encantó, se llamaba Alejandro, o Alex. Tu abuela se hizo mi cómplice para poder verlo, y en poco tiempo me hice su novia. El me dio mi primer beso… fue romántico, especial, tímido, muy limpio

Pero el abuelo se dio cuenta, ¿verdad?

Si, así es, y… pues lo sacó a golpes de mi vida, y de la misma forma me sacó las ganas de volver a tener otro novio. Ni se diga que a mi mamá también le cayó duro.

Pobres

Era tanta su obsesión, que me metió a un internado para que ningún muchacho se me acercara. Imaginate, a mis 15 años ya sin posibilidades de tener vida social. Por lo mismo, nunca desarrollé autoestima, ni valor, de hecho me volví muy miedosa e insegura en todo. Y una muchacha así, que además era muy ingenua e inocente, es presa muy fácil de hombres taimados y experimentados.

Cómo papá… – agregué, pero ella hizo caso omiso a mi comentario – ¿Cómo lo conociste?

Fue durante las misas dominicales, que eran casi las únicas oportunidades que teníamos de salir del internado. Él, como todos los demás hombres, esperaba en las esquinas a que saliéramos hacia la misa, algunas de mis amigas tenían a sus novios afuera, que las iban a esperar, otras aprovechaban para conocer muchachos. Yo solo iba del internado a la iglesia y luego volvía sin hacer nada.

¿Y cómo fue?

Bueno, Ricardo – mi papá se llama igual que yo – era un hombre ya mayor, que andaba por los 30 y tenía hijos por otros lados. Era exactamente el tipo de hombre que yo, conscientemente, no quería, pero que inconscientemente me enloquecía

¿Cómo así, lo querías, pero no lo querías?

Mirá, ya hablamos de que uno puede no querer algo que en su interior lo desea. Es raro, pero es como que rechazás algo que te gusta porque sabés que es malo, pero no por eso dejar de gustarte. Y tu papá sabía usar eso a su favor muy bien. Primero se me acercó, platicándome de cualquier cosa, con esa su actitud despreocupada y sinvergüenza, descarada. Yo le rehuía y no dudaba en mostrarle mi rechazo, pero el no cedía, tenía muchos recursos bajos la manga.

¿Cómo cuáles?

Por ejemplo, se tomó la molestia de conocer a los novios de mis amigas, muchachos adolescentes que apenas si tenían para invitarlas a un helado, y les "prestaba" dinero para que las llevaran al cine o a lugares mejores de los que frecuentaba. Sabía bien que estos muchachos hablarían maravillas de el a sus novias, y que ellas me lo contarían todo a mi.

¡Qué cabrón!

Ajá, así poco a poco fue preparando el terreno conmigo, hasta que un día decidí aceptar una invitación para salir con el, influida por supuesto por la opinión tan favorable que mis compañeras tenían de él. Un día hasta me escapé del internado para que fuéramos al cine, no sabía que ya tenía sobornado al portero.

¡Mi viejo se las sabía todas!

Así es nene.

Me pregunto si algún día yo seré tan hábil en esas cosas. – dije, percatándome luego de mis palabras,.

¡Ni se te ocurra! – me espetó ella - ¡No te tuve para que te convirtás en un sinvergüenza mujeriego, vos tenés que ser un hombre de bien! – punto, a mamá no le gustó para nada aquella idea.

No me dijo nada más, estaba visiblemente molesta… pero igual no dejaba de mamármela. Pasados unos 2 minutos, mamá se sacó mi pene de la boca y luego se limpió la cara con las manos, llevándose luego los restos de mi orgasmo a la boca. Estaba molesta, no le agradó para nada que yo aprendiera a ser un sinvergüenza como mi papá, lo cual era comprensible. Se puso de pié y me espetó "vámonos ya", tras lo cual se puso a buscar su ropa. Yo hice lo propio, y calladamente me comencé a vestir.

¡Ay no! – exclamó ella, al ver su top y su tanga rotas en el suelo, completamente inservibles.

Perdón mama… – le dije, pues había sido yo el culpable, cuando le arranqué del cuerpo su ropa interior.

Ella se derrumbó con cara de abatimiento sobre la cama, había pasado del enojo a la tristeza y melancolía.

Ricardo, ¿qué hemos hecho?

-… – me quedé callado, no sabía qué decirle.

Somos madre e hijo mi amor… esto jamás debió haber pasado.

Pero… tu también lo disfrutaste, ¿o no?

Si, si… ¡y eso es lo peor! ¡Yo no lo debí dejar pasar, no debí hacer todo esto! Ahora seguramente me verás como una simple mujerzuela, una grandísima perra

¡Nunca mama, nunca, de verdad!

¿De verdad?

¡Si, de verdad!

Es que… es que todo pasó tan rápido y fue tan… increíble. Tu papá no me ha dado una buena vida. Lujos, dinero, esas cosas me sobran, pero las cambiaría porque el me amara de verdad. Y ahora, me he convertido en la puta de mi hijo. – tenía cara de que estaba a punto de romper a llorar.

Pero mami, tu nunca vas a ser mi puta, siempre vas a ser mi madre… y mi mujer. – me vio y me sonrió.

Ricardito, nene, prometeme una cosa.

¿Qué cosa?

Que no me vas a perder el respeto nunca y que nunca vas a ser como tu padre. He pasado hacia un sitio desconocido para mí del que yo sé, nunca voy a poder regresar. De ahora en adelante tu vas a ser mi hombre, mi macho, mi amo. De verdad mijo, ya no te voy a poder castigar cuando hagás algo malo, ni te voy a poder corregir, porque con una sola palabra me mandarás a callar, con una caricia me harás olvidar todo mi enojo y con unos cuantos besos podrás sacar lo que querrás de mi. – los ojos se le mojaron y rompió en llanto, yo la abracé para consolarla.

En ese momento me di cuenta de lo que había hecho, había perdido a mi madre, a la mujer que me trajo al mundo que me amó desde el primer día, desde mi primer aliento. Ya no lo era, ya no podía ser una madre que me corrigiera y me enseñara las cosas de la vida. Ahora era mi mujer y yo su hombre, mi esposa y yo su marido, mi esclava y yo su amo.

No quiero dar lecciones de moral a nadie, pero ese día me di cuenta que para cada acción hay una reacción, y nada de lo que hagamos se queda en la nada. A mi me costó ocupar muy tempranamente un puesto para el que no estaba preparado, pero de que ya no podía zafarme nunca más. Y mientras la abrazaba y comprendía todo eso, le susurraba al oído "te lo juro mami, te lo juro", sin saber bien a lo que me estaba metiendo.

Pasados unos 10 minutos nos separamos, ella me besó y se arrodilló para besarme los pies. Claro, no lo permití. Luego se vistió, sin ponerse interiores. Los pezones se le veían muy claramente a través de la tela de la playera, así como por abajo una mancha oscura aparecía sobre su vulva, producto del semen que aun tenía adentro y que se le salía mientras caminaba, le dio muchísima vergüenza.

Y así es como me convertí en el hombre de la casa, el marido, novio, amante y amo de mi propia mamá. Mi padre ya no era nada para ella, aunque obviamente no lo podía dejar, si no ¿cómo íbamos a vivir? Pero si creen que todo era color de rosa, se equivocan, a mis 14 años no estaba preparado para asumir tanta responsabilidad, pues de inmediato me di cuenta que ella estaba perdiendo el control. Por ejemplo, ya no me podía regañar, ni corregir, ni nada, solo obedecerme. Y eso no es ser mamá, es ser una esclava, y yo nunca la quise reducir a ellos.

Pero más adelante les contaré como fue que resolví esa situación

Continuará

Ricardo David

(Garganta de Cuero)

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.