Consolando a Mi Madre (01)

Buenos días, mi nombre es Ricardo David Centeno y tengo una historia que contarles, en donde el papel principal se lo lleva mi hermosa mamá.

Consolando a Mi Madre 01

Buenos días, mi nombre es Ricardo David Centeno, soy guatemalteco y tengo una historia que contarles, una historia que talvez haga que algunos se escandalicen, otros seguramente no me creerán, y unos últimos me pedirán que les mande fotos y pruebas. Sea como sea la reacción de cada uno de ustedes, yo necesito contarla, pues es algo que cambió por completo toda mi vida, toda mi realidad, removiéndola desde los cimientos.

Empezaré desde el principio, nací y crecí en el seno de una familia acomodada, donde el dinero y los lujos sobraban. Éramos mi padre, mi madre, mi hermana menor y yo. Mi madre, con los 32 años que tenía en aquellos días, estaba muy bien puesta, a pesar de que estaba un poco descuidada, bastante pasada de peso, pero de todas maneras era una hermosa mujer con un cuerpo que me parecía lindo. Siempre estaba pendiente de mí y de mi hermana menor, Majito, era un ama de casa consumada y una esposa modelo, en resumen, la mejor mujer que he conocido hasta ahora.

Por otro lado estaba mi padre, una figura ausente en la casa, se la pasa trabajando casi todo el tiempo. Laboraba, supuestamente, en una firma mexicana, cuyo nombre no diré y que, de hecho, nunca me llegué a enterar del todo bien. Tenía un puesto gerencial relativamente alto, por lo que residía allí más o menos 7 meses al año. Y cuando nos venía a visitar se la pasaba con sus hermanos y amigos, dejándonos en un segundo plano. Es cierto, admito que económicamente estábamos muy bien, no nos hacía falta nada material, pero el nunca estaba allí para nosotros, el dinero siempre vino primero.

Tampoco puedo decir que sea un tipo repulsivo, más bien es agradable y muy alegre, el típico macho parrandero y descarado. Aún así siempre sentí sentimientos encontrados hacia el, sobre todo por lo abandonada que tenía a mi madre a pesar que era una mujer hermosa, totalmente enamorada y entregada al. Y lo que es peor, tenía un extenso cortejo de amantes, y cuando nos veía a visitar se la pasaba conquistando otras mujeres. Ni siquiera trataba de esconderlo de mamá, como un macho que se jacta frente a su hembra de que puede tener más.

Como se podrán haber imaginado ya, esta historia no gira al rededor de mi persona, sino de ella, de mi mamá, que, como les había dicho antes, era una mujer muy hermosa y totalmente entregada a su marido, quien hacía lo que quería con ella. Sin más preámbulos aquí les relato mi historia

Yo tenía 14 años recién cumplidos en aquellos días, y ya comenzaba a perfilarme como un jovencito atlético, moreno y más o menos guapo, aunque bastante tímido, tenía muy pocos amigos y por lo general prefería estar solo. Era muy unido a mamá, que desde pequeño siempre estuvo a mi lado, quizás una razón que influyó en mi timidez.

Mi padre se encontraba de visita por unos días, apenas una semana. Mi madre había esperado su llegada con ansias, había planeado volver a prender la llama de la pasión en su matrimonio otra vez. Pasó como 4 meses en el gimnasio en un estricto y duro régimen para adelgazar. Consultó a un dermatólogo para mejorar su cutis y se pintó el pelo de un tono un poco más claro que el suyo. Todo esto era nuevo y emocionante para ella, ya que era una mujer recatada y tímida.

Y la verdad quedó hecha una beldad. Su cabello castaño claro hacía un bello juego con sus ojos cafés y su piel morena. Las libras que perdió, más su mejorada masa muscular, le quitaban como 10 años de encima y hasta podría haber pasado como mi hermana mayor. Sus senos, que siempre habían sido grandes, se miraban duros y firmes y de sus nalgas se había ido la celulitis y se veían paraditas, duras. Y ahora se miraba más alta, ella medía 1.70. Su nombre es María José.

Cuando se casó tenía el aspecto de una modelo. Mi papá, un hombre mucho mayor y bastante más experimentado que ella, la fue a sacar del internado de señoritas al que asistía para hacerla de el. Les confieso que se casó de emergencia… por mí, que ya venía en camino.

Pues bien, mi madre estaba muy emocionada ya que creía que le podía dar un rumbo nuevo a su matrimonio. La pobre estaba muy equivocada. A mi padre solo le interesaba jugar y divertirse, por lo que enseriarse con su matrimonio no le parecía del todo bueno.

Nene, dime la verdad. ¿Crees que me veo bien? – mamá todavía me llamaba nene.

Mami, estás preciosa. De verdad estás muy linda.

Esta ocasión es muy importante para mí...

Si, lo sé.

...tu papi y yo no hemos estado muy cerca últimamente así que...

¿Cómo se puede estar cerca de alguien que vive miles de kilómetros lejos?

No seas injusto. Tu papá es un hombre bueno y trabaja mucho. Vas a ver que las cosas mejorarán... tu papi y yo estaremos más juntos de ahora en adelante... tal vez hasta se quede más de la semana, ¿quién sabe? – en el fondo sentía un nudo en la garganta, realmente no creía que las esperanzas de mi mamá se fueran a cumplir, y temía que se diera cuenta de ello, esas cosas la afectaban demasiado.

Cuando llegó al aeropuerto y vio a mi madre, papa se quedó con la boca abierta, de sorpresa, más no de satisfacción. No le gustó ver a su propiedad bien arregladita porque cualquier otro podía venir y tratar de "rayar en su cuaderno". Fue una gran decepción para mi madre esa bienvenida, las ilusiones que se había hecho quedaron casi echas pedazos por el saludo tan frío y distante que mi padre le dio. A mi me cayó muy mal. No sé que me molestaba más, si la indiferencia de mi papá o el hecho de que mi madre se hubiese esmerado tanto en arreglarse para él. Incluso tenía puesto un baby doll, de esos transparentes. Tenía que ser nuevo porque ella no acostumbraba a usarlos, me di cuenta que lo traía porque vi el empaque en el bote de la basura.

Esa noche se fue de juerga con sus hermanos y sus amigos, dejando a mi madre sola y triste en casa. La quise consolar, pero ella insistió en que me fuera a dormir, que ella quería esperar despierta la llegada de su maridito. A regañadientes le hice caso, de todas maneras ella lo iba a hacer, dijera yo lo que dijera.

Por la noche un ruido me despertó, alguien estaba en el cuarto de mi mamá. Quise levantarme y tocarle a la puerta para ver si todo estaba bien, pero entonces recordé que mi padre estaba de parranda así que asumí que se trataba de el. Pero los ruidos continuaban y la curiosidad y los celos me carcomían el alma. No pude más, decidí ver a través del armario.

Tanto mi cuarto como el de mi hermana, compartían un walk in closet con la habitación de mis padres. A través de el podíamos pasarnos de una habitación a otra y podíamos ver a través de las puertas de madera con diseño de persiana. Entré y me asomé, lo que vi casi me da ganas de vomitar. Allí estaba mi padre, por la cara pude darme cuenta que se encontraba borracho, se hallaba semidesnudo sobre mi madre, desnuda. La penetraba violentamente sujetándola del cabello y de su seno izquierdo, apretándolo como si se le fuera a escapar. Mugía como un toro apareándose y gesticulado una mueca como de gruñido. Ella parecía ahogar sus gemidos por temor a que la escucháramos mi hermana y yo. La expresión de dolor en su rostro me decía que lejos de estarlo gozando le dolía, pero aun así le rodeaba las caderas con sus piernas como la mujer entregada y abnegada que era.

Me quedé helado, pero sin poder quitar los ojos de esa sucia escena. Mi viejo se veía poderoso, imponente, sudando copiosamente poseía a su mujer como se le daba la gana. Su piel morena brillaba por la tenue luz de la luna que se colaba por el ventanal, era un hombre corpulento, fuerte, con una musculatura aun definida, cabello negro pintando numerosas canas, barba y bigote.

Ella era todo lo contrario, como ya dije, era re piel morena, voluptuosa, con un par de senos grandes, redondos y firmes. Por abajo, luego de una cinturita estrecha y de un vientre plano, su cuerpo se ensanchaba para dar lugar a unas caderas amplias, coronadas por un par de nalgas grandes, ovaladas y duras. Pero ahora esa belleza jugaba en su contra y confabulaba con la borrachera y la insaciable lujuria de su marido para ser tratada como un puro objeto de placer.

Sus generosos senos se estremecían ante cada nueva embestida, eran jaloneados y estrujados, sus pezones eran estirados al máximo por las enormes manotas de mi padre, que dejaban sus marcas sobre ellos a modo de garras. Y mientras se la cogía con furia, la sujetaba con fuerza del cabello, jaloneándola como si fuesen riendas.

Tuve la intención de salir y detener aquello, pero pensé que lo único que lograría sería avergonzarla. Además, con mi padre borracho seguro los problemas se harían mayores. Entonces quise regresar a mi cuarto, pero algo me detuvo. Pude notar como, en una fuerte erección, mi miembro trataba de salirse de mis pijamas. Me sentí aturdido, mi padre borracho pasaba sobre mi madre como un salvaje y yo me excitaba con ello.

Me quedé mirando como un idiota, mirando aquella penetraciones tan fuertes que se escuchaban como aplausos. Una y otra vez le sacaba y le volvía a meter la paloma dentro de su delicada rajita rosada. La cama se mecía al compás de los movimientos, la cabecera se estrellaba contra la pared causando un gran estrépito, y la cara desfigurada de mi mamá por el dolor terminaba de pintar el cuadro de lo que bien podía ser considerado una violación. Y mi pene cada vez se ponía más duro, más grande.

En realidad no sabía bien qué dimensiones debía tener una verga para ser considerada grande, pero yo sentía que la mía ya alcanzaba un buen tamaño. Pero esta vez era distinto, me la saqué solo para ver como estaba y quedé impresionado. Estaba roja, muy roja y palpitante, la cabeza parecía el cono de un hongo y las venas amenazaban con estallarse. Además estaba como 2 o 3 cm. más largo de lo normal, alcanzando casi los 18. Y por si fuera poco, sentía una calentura como nunca la había sentido. Me daba asco yo solito, por excitarme viendo a papá cogiéndose a mi mamá. Pero así era y ya no tenía la voluntad de retirarme.

Entonces se detuvo, sacó su pene del interior de mi madre y, tomándola del brazo derecho, le dio la vuelta bruscamente sin importarle las débiles y dulces protestas de su esposa. Pude ver su baby doll roto en el suelo, seguro había llegado a poseerla por la fuerza. La puso boca abajo, totalmente pegada a la cama mientras ella abría sus piernas dándole libre acceso y mostrando su redondo y perfecto culo. Él le agarró las nalgas y se las sobó con fuerza, como tratando de arrancárselas, se tomó la paloma y la restregó por todo el sexo de ella, mientras le introducía los dedos. La exprimía para embarrarla de sus secreciones y ella se dejaba como una mansa mascotita que se deja acariciar por su amo.

Me impresionaron las dimensiones de mi papá, no le calculé menos de 20 cm. de largo, sin mencionar el gran ancho que demostraba. De pronto, y sin decir agua va, la penetró nuevamente, arrancándole un largo e intenso quejido ahogado por la almohada, contra la cual tenía la cara, que a mí me parecí exagerado, pero luego me di cuenta que la estaba sodomizando.

Otra vez los embates fueron furiosos y violentos, apoyaba sus manos sobre los omoplatos de ella, dejándole ir todo su peso encima. Sin darme cuenta comencé a masturbarme, las secreciones seminales salían a borbotones de mi pene, era la paja más rica que me había hecho nunca. Estaba tan caliente, tan excitado, que no me di cuenta de cuando mi madre volteó la cara y me vio a través de un pedazo roto de la persiana. Tuvo que darse cuenta de que me estaba masturbando por la expresión en mi rostro.

Un frío helado me recorrió la espalda cuando vi sus ojos muy abiertos y con una expresión de angustia, clavados en los míos. No supe qué hacer, aparentemente ella tampoco, no quiso interrumpir a mi padre, porque si el se daba cuenta de que los estaba observando se iba a poner furioso conmigo, y mi relación con él no era buena. Pero tampoco quería que la viera así, humillada, ser utilizada como un objeto erótico. Y lo peor fue que justo en ese momento acabé, eyaculé como un desesperado sobre la persiana de la puerta. Aquel inmenso placer del deseo y la sorpresa de verme atrapado in fraganti funcionó como el mejor de los afrodisíacos.

Luego sentí miedo y no atiné más que a escabullirme hacía mi cuarto y meterme en la cama, mientras ella continuaba siendo sodomizada por mi papá. No sabía qué hacer ni qué decir, menos en qué pensar. Pero eso si, tenía mucho miedo de lo que ocurriría al día siguiente, miedo a lo que pensaría mi mamá de mi

Continuará

Ricardo David.

(Garganta de Cuero).

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