Consejos y amor de mama (1)
Mientras me mimaba, mi mamá me aconsejaba sobre el amor y su preocupación por cómo yo mantenía excitado a mi padre
Hoy sábado, como casi siempre, me levanto de la cama, y sin quitarme mi ligera pijama con la cual me siento tan cómoda, voy adonde mi madre para que me mime. Mi madre es la mujer más hermosa que conozco, y desde pequeña he sido su consentida. A pesar de que ya tengo cumplidos los 16 años, aún me acurruco en su regazo cada que puedo para recibir sus mimos y caricias. Hoy, voy a su cama y la encuentro aún somnolienta, medio dormida, con su pijama de seda parecida a la mía, con medio cuerpo libre, y su belleza intacta. Tiene el pelo suelto, liso y suave que cae sobre su cara, lo cual me anima a estamparle un sonoro beso en su mejilla. De un salto la abrazo, me cuelgo de ella y recuesto mi cabeza sobre su pecho. Ella me aprieta y acaricia mi cutis, diciéndome, como siempre, cuán bella soy. - Eres mi muñeca preciosa. Cuando cumpliste 13 años pensaba que no podrías ser más hermosa, y mírate ahora, eses una verdadera preciosura, ya no sé cómo puedes ser cada vez más bella. Yo me dejaba hacer, sintiéndome volar encima de las nubes. Mi madre me besaba y me mimaba sin recato alguno. Ese día, mientras me mimaba, me dijo: - Tobee, amor mío, creo que debo decirte una cosa. - Dime, mami. - Mira, tú sabes, cielo, que yo no quiero meterme mucho en tus cosas, pero es que... mira, no sé cómo decírtelo, ehhh... pero es que he notado que tu padre últimamente te contempla más que antes, y... - Oh, mamá, ¡estás celosa de mí! - Oh, no, mi amor, no es eso, ¡estás loca! En ese momento me di media vuelta y rápidamente me puse a horcajadas sobre ella, abrazándome de su cuello, muy cerca de su cara. Ella sonreía un poco colorada, y le di un beso, tocando mis labios con sus dientes perfectos. Ella se separó pero inmediatamente me devolvió un cariñoso beso en la boca. Sus labios a esa hora de la mañana eran frescos y rosados, casi rojos, lo cual me encantaba. - Mira, mi amor, lo que pasa es que tu sabes muy bien que tu padre es un hombre que vive muy excitado, sabes que es casi un adicto del sexo, tanto que a veces no soy capaz de seguir sus apetencias, son permanentes, tú lo sabes, y el caso es que... - Oye mamá, sé bien qué estás pensando, es verdad que mi papá es el hombre más bello que hay, sé que tus amigas, igual que las mías, están locas por él, pero él no tiene ojos si no para tí, está embobado contigo, no es sino ver cómo te mira todo el tiempo... - Tienes razón, cariño, pero por eso te lo digo, lo que él siente por tí es verdadera adoración, y sé que tú lo has notado, pero cada que te le echas encima el pobre no puede esconder una erección que parece de caballo... - ¡Oh, mamá, qué morbosa eres! (Mira quién habla. Hice falsamente que me escandalizaba, cuando en realidad era plenamente consciente de cómo excitaba a mi padre. Él era un hombre realmente bello, al que desde hace algunos años me encantaba mirarle su herramienta, poderosa y fuerte como un mazo. Desde hace algo más de tres meses mi padre y yo hemos iniciado unos juegos de caricias que nos encantan a ambos. Y me doy cuenta perfectamente que provoco en él unas erecciones como las que dice mamá) - Mira, mi cielo, es que no me parece bien que te sientes encima de él con estas pijamitas tan cortas, es como si estuvieras desnuda, y creo que no es bueno que lo provoques tanto, queda demasiado excitado después de que contempla, mira cómo se pone, más colorado que un tomate, y queda como medio loco el resto del día; tú lo alteras con tus mimos, cuando le haces pucheros él se quiere morir... - ¿Y contigo sí puedo usar estas pijamas? - Oh, cariño, claro que sí, entre tu y yo es distinto, sabes que me gusta verte así, eses mi muñeca, me gusta acariciarte porque eres una verdadera preciosura... La verdad es que oír a mi madre diciéndome estas cosas empezó a causarme una sensación tan placentera como nunca antes la había sentido. Notaba cómo estaba ella arrobada mientras me miraba, y su cuerpo estaba cada vez más caliente. Sus besos se repetían sin cesar, y aunque ya estaba habituada a sus mimos sin fin y a sus caricias, esta mañana de sábado todo era más especial, casi mágico, no podría describir cómo me sentía de bien en ese momento. - Oh, mami, no sabes cómo me haces sentir de bien, ¿de verdad te parezco tan bella? - Oh, mi cielo, eres la preciosura más grande que pueda verse, mira cómo estás, mírate ese cuerpo, Dios mío... Si ahora mismo sería capaz de comerte a besos. Oír esto me provocó un retorcimiento interno. Tenía ya los pezones duros y mi mami me tocaba ya por todas partes como extasiada. Masajeaba mis muslos, y yo me estaba poniendo tan caliente como ella. Arreció con sus besos, y sus labios tenían ahora un color rojo intenso, mientras notaba cómo su boca estaba más húmeda que nunca. Nunca había sentido tal carga de electricidad en esos besos, estaba realmente excitada, quería besarla pero no me atrevía. - Ay, mami, no sabes cómo me estás haciendo sentir de feliz... Ella me daba unos fuertes besos cortos en mis labios. En un momento dado, saque la lengua para refrescarme los labios, y en ese momento me dio otro beso y apretó sus labios con mi lengua, absorbiéndola en una rápida y deliciosa succión. - Oh, mami, no sabes cuánto me gustan tus besos. Cada que decía esto mamá atacaba de nuevo. Ambas estábamos recién levantadas, y yo llegué a temer que mi boca no estuviera muy limpia, pero como si me hubiera leído el pensamiento, me dijo: - ¿Sabes? Me gusta tu aliento en las mañanas. Cada que me despierto cuento los minutos hasta que llegas a darme el beso de buenos días. Oh, cuánto me encanta cuando te arrunchas contra mí y me hablas pegada a mi cara. Tu aliento me embriaga, me fascina, no me preguntes por qué pero es así. Los besos continuaban incansables, ya mezclados con jadeos pues las dos estábamos en una sensación de placidez como pocas veces puede sentirse. Mi mami empezó a quitarme mi pijama, y yo le ayudé a quitarse su camisola. A sus 36 años, mi mamá era un bombón, con un cuerpo esbelto y firme como no lo tenían ni siquiera mis amigas, esas lobas calentorras que ahora no veían la hora de tener sexo. - Pero que pechos más hermosos tienes, mi preciosa. Mamá me apretaba firmemente mis pezones, mientras yo hacía otro tanto con los suyos. En este punto, consideré oportuno confesarle algo: - Mira, mamá, realmente tengo que decirte que papi me gusta mucho, tú sabes que él siempre ha sido mi hombre. - Oh, cariño, comprendo cómo te sientes, pero creo que dejas a tu papá malito cada que haces esos juegos con él. - Pero mamá, sabes que no encontraré un vergajo como el de papá, sólo quiero tener una oportunidad, quiero bañarme con él y masturbarle, sé que le gustará... - No lo dudes que le encantará, amor mío, pero si eso pasa ya no querrá que juegues con él de vez en cuando, sino todos los días, sabes que está arrecho todo el tiempo, mantiene su vara izada... Ambas reímos con ganas. Terminamos de reírnos y continuamos con nuestra sesión de besos, ya ahogados por la respiración entrecortada y más lentos, para disfrutar más de nuestros labios. - Oye, mi cielo, puedo hacerte una propuesta, si quieres... - Dime. - Mira, ahora hay tiendas donde venden unos penes de goma exactos a los verdaderos, que puedes amarrarte por la cintura para quedar igual a un hombre. - Sugieres que... _ Sólo si quieres, quién mejor que yo podría mostrarte cómo manejar estos asuntos... mira, estoy un poco confundida con los deseos que tienes por tu padre, por una parte los comprendo pues sé que lo adoras, y que él te venera, pero creo que podrías aprender primero algunas cosas conmigo... - Oh, mami, me harías muy pero muy feliz. De sólo imaginarme que nos amaremos de esa forma me dan escalofríos. - Oh, mi cielo, no sabes hasta dónde podrá llegar nuestro amor. En una próxima ocasión contaré como todos mis sueños se hicieron realidad. Cada mañana seguía saludando a mi madre, susurrándole carantoñas y cariños a sus oídos y hablándole con pucheros, cosa que le gustaba tanto. Los mimos con ella madre seguían cada vez mejores. Y yo estaba más llena de amor que nadie... Espero que les haya gustado la historia.