Conozco a mi ama en una web de relatos(7)

Dominación y humillación

Como mi ama pidió acudí a las ocho a su piso.

Cuando llamé escuché risas y música al otro lado de la puerta.

Esta se abrió y un hombre muy atractivo apareció en el vano con una sonrisa que me hizo agachar la mirada.

—Hola, ¿eres la perra? —preguntó, como quien habla del tiempo.

—Em, sí —respondí un poco avergonzada, aquel hombre resultaba intimidante.

—Lo llevas escrito en la cara, desnúdate y entra a cuatro patas. —Parpadeé varias veces y la boca se me secó—. Vamos, te están esperando. —Me quité la camiseta, el sujetador, los pantalones, las bragas y las playeras—. Mmmm, tienes buenas tetas, Melisa. —Tiró de mis pezones y yo lancé un gemidito—. Al suelo, perra.

Me puse a cuatro patas, me dolían las palmas y las rodillas de haber estado así en casa. Mi coño seguía húmedo, había sido incapaz de quitarme la humedad de encima.

En cuanto di los primeros pasos, noté como mis jugos resbalaban por los muslos. La puerta se cerró y un cachete estalló en mi nalga derecha.

—Un culo muy prieto, debe ser una gozada follártelo. Ve al comedor.

No respondí, me limité a obedecer y cuando entré me sorprendió la cantidad de pies que vi, había muchos zapatos de tacón, conté por lo menos cinco pares distintos, y tres masculinos.

—Oh, mi mascota ya está aquí, perra, saluda a mis invitados , mueve tu coñito y lámeles los zapatos. —Apreté los ojos, no quería que me vieran la cara, me daba vergüenza que quienes fueran me estuvieran viendo de aquella manera. Aun así me empapaba.

Llegué a unos tacones rojos y me puse a lamerlos.

—Qué monada y qué obediente. ¿qué raza es? —cuestionó una voz femenina.

—Perra callejera —rio mi ama mientras unos dedos magreaban mi nalga.

—Tiene un culo magnifico —agasajó el hombre que me había abierto.

—Y el coño chorreando, mirad como gotea... —Era otro timbre masculino—. ¿Puedo?

—Adelante —respondió mi ama. Unos dedos entraron en mi coño penetrándome un par de veces. Gimoteé de necesidad.

El hombre sacó los dedos de mi interior, aspiró mi aroma como si fuera el corcho de un vino y se los dio a una mujer para probar.

—Sabe a perra en celo.

—Lo está. Ya basta, Natalia, solo quería mostrarles lo obediente que eres. Me gusta presumir de perra. ­

Mi ama vino hasta mí y me acarició la cabeza. Tuve ganas de ronronear del gusto, me giré con rapidez y lamí los dedos de sus pies que estaban desnudos.

—Buena perra, ve con Tamara, ya he dejado tu ropa en su cuarto. Tamara, ponle el collar y la correa a la mascota. —Su hija, quien llevaba un vestido extracorto de pedrería me colocó una tira alrededor del cuello con pinchos alrededor. Después insertó la cadena y tiro de ella para que la siguiera.

No dudé en marcar el paso, oyendo los murmullos de los invitados de mi ama alabando mi entrega, me sentí orgullosa. En cuanto entré en el cuarto de Tamara esta tiró de la cadena para que me pusieran en pie.

Estaba muy guapa, el escote era de vértigo pero con su escote carente de relieve se lo podía permitir.

—¿Te gusto?

—Estás muy guapa. —Ella sonrió y amasó mis tetas.

—Yo quiero unas así. —Bajó el rostro y succionó uno de mis pezones. Yo jadeé.

—Las tuyas son preciosas.

—Apenas tengo —protestó buscando mi otro pezón.

—A mí me gustan.

—AH, ¿sí? Demuéstramelo.

Se bajó los tirantes del vestido para mostrar aquellos pequeños resaltos. Me lancé a por ellos con devoción, lamiendo, mordiendo y tirando de ellos hasta que se pusieron duros como guijarros.

—Ohhh, me encanta como me comes las tetas, lo haces mucho mejor que Rubén.

—¿Tu hermano te las come mucho?

—Cada noche, y el coño también, aunque te prefiero a ti, tú lo haces mejor. —Me puse contenta ante su halago.

—¿Quieres que te lo coma?

—No tenemos tiempo, quizá luego. Ahora vístete, te he dejado ahí la ropa. —Miré la cama frustrada. Había querido volver a degustarla.

—¡Eso es muy pequeño!

—Ya, es de cuando tenía diez años. Mamá ha dicho que estarías preciosa. —Era una camiseta de tirantes blanca y una faldita de cuadros rosas, con goma en la cintura—. Póntela.

Hice el intento, pero era imposible. Mis tetas se desbordaban por arriba y por abajo, apenas me cubría los pezones. La falda era como un cinturón ancho. Se me veían los labios del coño y parte del culo.

—No, no puedo salir así. Seguía con el collar y la cadena puesta.

—Claro que no, espera. —Tamara cogió un rotulador y se puso a escribir palabras sobre mi piel. Como puta, zorra o perra—. Ahora sí.

En mi pubis escribió: «Nacida para ser jodida» y en mis nalgas: «Culo glotón».

—Preciosa —murmuró acercándose a mi boca para darme un beso con lengua, mientras me acariciaba entre las piernas.

—¿Empezando la fiesta sin mí? —Rubén acababa de entrar. Se colocó detrás de mí y se puso a darme pellizcos en los pezones mientras frotaba su erección contra mi culo. Estaba muerta de ganas.

—Niños, dejad a la perra.

Mi ama entró en el cuarto, acarró el extremo de la correa y dio un tirón hacia ella. Para recorrer con el cuero desde mi cuello hasta mi coño.

—Sabía que estarías perfecta. Haz que esta noche me sienta orgullosa de ti, puta.

—Sí, ama, lo estoy deseando.

—Bien. Mauricio os llevará. Has quedado en un parque de dogging , así que prefiero que os custodie, no quiero que les pase algo a mis hijos. Cuando lleguéis te atarán a la farola donde has quedado con tu cita. Espero que me complazcas.

—Lo haré, ama.

—Bien, sigue así y recibirás tu premio. —Pasó uno de sus dedos por mi boca y lo metió en ella. Lo lamí sedienta—. Suficiente. Arrodíllate y huéleme el coño.

Rauda me coloqué en posición de sumisión, ella se levantó la falda y lo vi, dentro de un tanga abierto, con los labios sobresaliendo brillantes. Pasé mi nariz por ellos, notando sus jugos resbalando por la punta. Ojalá tuviera permiso para pasarle la lengua.

—Ya. —Me detuvo—. Ahora ve con mis hijos, no hagas esperar a tu cita.

—Sí, ama.

Me senté en la parte de atrás del coche, entre los mellizos, quienes pasaron el viaje hasta el parque, entre besos y tocamientos conmigo.

Estaba enferma de deseo. Mauricio nos había estado observando por el espejo y se había recolocado la polla unas cuantas veces.

Cuando llegamos al parque, cinco minutos antes, les pidió a los chicos que se quedaran dentro, mientras me hacía salir, me ponía contra el maletero, se bajaba loe pantalones y me rompía el culo sin usar lubricante.

Grité ante la invasión tan bestial. Mi carne se abría con color y él embestía tirándome de la correa.

—He tenido ganas de tu culo desde que has entrado. Dame las gracias por rompértelo.

—Gracias, Mauricio. —Jadeé sin aire.

—Dime cuánto te gusta.

—Mucho, me gusta mucho —gruñí con lágrimas en los ojos y el culo a rebosar.

—Por supuesto, estás hecha para esto, no sabes la de pajas que me he hecho con tus vídeos. Lucía nos los ha pasado a todos, eres espectacular. —Aullé de dolor y placer, me gustaba sentir que mis acciones lo complacían.

Su polla cada vez estaba más dentro, su mano derecha friccionó mi clítoris inflamado.

—Si hace eso me voy a correr.

—No tienes permiso conmigo.

—No voy a poder, estoy demasiado excitada.

—¿Como cuánto? —preguntó sin detenerse.

—Haría lo que me pidiera ahora mismo.

—¿Lo que fuera?

—Lo que fuera.

—Bien porque me vas a deber una. —Dejó de masturbarme cuando estaba al límite y se corrió en mi culo. Noté cómo su leche me llenaba. Cuando estuvo flácida la sacó y me encajó un plug anal para que contuviera su leche. Los mellizos habían estado mirándonos, llenando sus bocas de babas y sus sexos de caricias.

Mauricio golpeó el cristal para que salieran y me llevaran a la farola donde me atarían.

—Camina a cuatro, perra —me recordó Tamara. Fui clavándome piedras y astillas hasta alcanzar el lugar de la cita. Después me ataron  y regresaron al vehículo desde donde lo verían todo con comodidad.

Los nervios se me comían, ¿sería mi cita puntual?

Oí unos pasos espachurrando la arena, acercándose desde un ángulo trasero que no veía. Una respiración y aroma a tabaco. Con lo poco que me gustaba los que fumaban.

—¿Puta sumisa? —preguntó para cerciorarse que era yo su cita.

—Sí, soy yo.

El tipo dio la vuelta y cuando levanté para mirarlo no lo podía creer.

—¿Carlos? ­—pregunté. Él me miró lascivo.

—Vaya, vaya, vaya. ¿Pero a quién tenemos aquí? Si es la novia de Pedrito. —Carlos era uno de los amigos del barrio de mi novio. Bueno lo de amigo es un decir, no se tragaban ni en pintura—. Ya decía yo que en tu interior tenía que habitar una puta de primera. Me lo dije en cuanto te vi.

Dio una calada a su cigarro y lo lanzó contra el suelo. Estaba muerta de la humillación y la vergüenza.

—Po-por favor, no se lo cuentes. —Él alzó las cejas.

—¿No sabe que su novia es una zorra? —Negué.

—Pues peor para él. No sabe lo que se pierde. Abre la boca puta.

Carlos era un chico atractivo con pinta de malote de barrio. Reconozco que cuando lo vi por primera vez, pensé que seguro que sería bueno follando.

Se paré los labios y aguardé a que se sacara la polla. Era preciosa, perfecta y muy apetecible.

Me tomó de la cabeza y la metió sin miramientos, encajándola en mi garganta.

—Eso es zorra, mira como la tragas, esta no es como la del imbécil de Pedro, ¿eh?

Negué, era cierto, era mucho mejor. Empujó la cadera varias veces, escupió sobre su propio miembro para que me tragara sus babas y con la mano derecha se puso a carme bofetadas picantes.

Estaba haciendo un charco en el suelo producto de mi saliva y los flujos que emanaba.

—Dios, pero qué bien la mamas. —Tiró de mi pelo para ahondar más en mi garganta. Me encantaba su polla, quería chuparla durante horas. Me gustaba su textura y dureza.

Siguió metiéndomela sin descanso. La sacó del todo y después volvió a encajarla con violencia hasta mi campanilla.

—¿Te gusta, puta?

—Sí.

—Di, sí, amo, ¿o no te han dado una buena educación?

—Sí, amo.

Tiró de mi pelo de nuevo y siguió follándome, hizo tope y se quedó quieto.

—Ahora voy a meterte los huevos, abre bien. ­—Casi desencajo la mandíbula. No podía tener la boca más llena, él gruñía y jadeaba—. Eso es, eso es.

Apenas podía respirar. La sacó y me dejó solo los huevos en la boca.

—Mámalos —Me recreé con ellos. Carlos seguía lanzándome pequeñas bofetadas mientras se pajeaba—. Me pones muy cachondo.

—Tú también a mí, amo.

Me quitó su miembro y se puso a comerme las tetas, lo hacía con rudeza casi queriendo arrancarme los pezones.

—Pedazo de tetas, menudas ubres que calzas. Tus hijos tendrán siempre mucha leche. Me encantaría follarte preñada y con las tetas goteando. —La imagen me hizo gemir. Se puso a abofetearlas y golpearlas entre sí. Mi coño lloraba del gusto.

—Ponte de pie y ofréceme tu culo. —Subí y me agarré a la farola—. ¡Pero si vienes con tapón incluído!, vamos a descorcharte.

Me quitó el plug, estaba segura que se daría cuenta de que contenía otra corrida, pero no dijo nada, se limitó a encajar su polla y meterla muy duro.

—Ahhhhhh.

—Joder, que bien preparada bienes, estás caliente y lubricada...

—Estoy así para ti, amo.

Me agarraba de la cintura clavándome los dedos. Un tipo pasó por detrás y se nos quedó mirando.

—¡Menuda perra! ­—exclamó. Carlos siguió a lo suyo y se puso a azotarme el coño.

—Ahhhh, ahhhh —jadeé necesitando correrme.

—Permiso para correrme, amo.

—No puta, no vas a hacerlo. —Siguió taladrando mi ano y arreándome con más fuerza. Las piernas me temblaban

—Por favor, amo —supliqué. Me desoyó. No lo soportaba no lo.... Se detuvo en seco y después empezó una sucesión de palmadas cortas y violentas que me reventaron por dentro.

—Aaaaaaahhhhhhh —aullé corriéndome viva mientras él eyaculaba en mi culo.

—Te he dicho que no te corrieras perra —reconoció enfadado sin dejar de golpearme. Mis orgasmos se encadenaban, no podía hacer nada por evitarlo, era un placer tan bestia que se relajó mi uretra y me meé—. ¡Joder! Eres una guarra.

Salió de mi interior, me dio la vuelta e hizo que le lamiera la mano para limpiarla. Chupé mis jugos y pis. Después me colocó su polla carente de erección en la boca y también tuve que limpiar sus restos, los de mi culo y los del amante de mi ama.

Estaba completamente ida, no podía frenar en lo que me estaba convirtiendo.

—Joder, eres la hostia.  Vamos a volver a quedar, quiero follarte en otro sitio.

—Lo siento, no puedo, solo cumplo las órdenes de mi ama. Por eso estoy aquí.

—Me la sopla tu ama. O follamos cuando yo quiera, o ya te puedes ir olvidando del panoli de tu chico. Voy a preñarte, nena y voy a beber la leche de tus ubres. —Pellizcó mis pezones y yo volví a gemir—. Lo ves, eres mi puta. Te llamaré, ahora he quedado con mi chica.

Tomó mi cara y escupió en mi boca.

—Hasta la vista, perra y dile a tu ama que ha hecho un gran trabajo.