Conozco a mi ama en una web de relatos

Relato de dominación lésbica.

Acababa de tener el mayor orgasmo de mi historia.

Miré perpleja el móvil y los fluidos que se arremolinaban en mis bragas. Tenía el pulso disparado y el sudor se acumulaba en mi torso pegando la camiseta de tirantes a una de mis tetas. La otra la tenía descubierta, con el pezón tan erizado que dolía.

Tengo dieciocho años, me llamo Melinda y acabo de descubrir una web de relatos que me ha puesto a cien.

Hasta ahora me había limitado al sexo con mi novio, el cual vivía a mil tres cientos kilómetros de mí porque estaba estudiando fuera.

Vacié mis pulmones y en lugar de ir al baño a asearme me subí las bragas, regodeándome en la sensación de sentirme tan empapada, igual que la protagonista del relato que acababa de leer.

La chica había sido dominada virtualmente por una ama experimentada. No era un relato de fantasía, sino de experiencias personales, en el que el ama relataba las vivencias con sus sumisas.

Ni siquiera me había planteado que me pudiera gustar la dominación y mucho menos recibir órdenes de una mujer, pero ahí estaba, rota por la mayor corrida de mis días.

Volví a leer la última línea en que la autora pedía que le mandáramos un mail si nos había gustado el relato o si queríamos comentarle cualquier cosa.

Mi corazón golpeaba duro, apreté el nombre de la autora y leí la poca información que constaba en el perfil, me sacaba veinte años, era española y su mail parpadeaba con fuerza ante mis ojos.

Ni siquiera sé por qué lo apreté, solo que lo hice y ante mí se desplegó la hoja en blanco de mi mail. Estaba tan nerviosa y excitada al mismo tiempo que me temblaban los dedos. ¿Cómo era posible aquello?

Tragué con fuerza y me limité a presentarme, a decirle que me había encantado su relato y que leería todo lo que publicara.

En cuanto le di a enviar sentí vergüenza. Esa mujer pensaría que estaba loca, rematadamente loca, de hecho me sentía así ahora mismo.

Miré el techo perpleja, dándome cabezazos mentales por lo que acababa de hacer, cuando el sonido de mail entrante casi hizo que el móvil se cayera de mis manos.

Alcé la pantalla y ahí estaba, su correo de respuesta. No habían pasado ni cinco minutos que ya me estaba respondiendo.

Lo abrí tan nerviosa como cuando lo mandé. Mistresspanther, que así se llamaba en la web, me daba las gracias y me preguntaba qué era lo que más me había gustado de su relato y qué sensaciones había provocado en mí.

Me daba un poco de vergüenza reconocer lo mucho que me había excitado, pero pensé que no había nada malo en contárselo, al fin y al cabo era yo quien le había escrito y no nos conocíamos de nada.

Le dije que había entrado por casualidad, que le di al relato que me llamó la atención por el título y que en cuanto empecé a leer no pude despegarme del texto. Que me dio mucho morbo las órdenes que le daba a la sumisa, como la hizo exponerse, cómo la ofreció a un desconocido y ella se corrió porque se sentía plenamente entregada a ella.

Le reconocí que tuve un orgasmo increíble y que ahora me sentía un pelín expuesta al contárselo.

Su respuesta no se hizo esperar. Me dio las gracias por mi sinceridad y me contó que si tanto me había excitado, tal vez es porque en el fondo deseaba una experiencia como aquella. Que si era así, ella podía ayudarme.

Noté la garganta seca, ni siquiera sabía qué responder. ¿Me gustaría ser dominada por una mujer? ¿Sería capaz de una entrega como aquella? ¿Y mi novio? Eso sería ser infiel, ¿no?

Le contesté que no estaba segura si sería capaz algún día de hacer algo así, que tenía novio y que no quería engañarlo.

Ella me respondió que si no me sentía preparada todavía, no pasaba nada, pero que mi alma sumisa latía y en algún momento querría aflorar. Que si eso ocurría ella estaba dispuesta a iniciarme. Me deseó buenas noches y agregó:

—Deséale a tu ama buenas noches, sumisa.

Y yo tecleé:

—Buenas noches, ama.

Me salió solo, sin esfuerzo y cuando tecleé aquella frase folví a sentir la excitación bullendo en mi entrepierna.

Busqué más relatos suyos y me pasé hasta las cuatro de la mañana matándome a pajas.

Al día siguiente fui a la piscina a tomar el sol, llevaba dos semanas que había terminado la universidad y, como siempre, mis padres me habían llevado a un apartamento que tenemos con piscina en un bloque comunitario.

No había demasiada gente, pues era principios de verano y hasta más adelante no se llenaba.

Un grupo de adolescentes bajó armando follón, echándome miraditas que me hicieron sentir un poco incómodas. Mi biquini era pequeño, me los compraba así porque odiaba las marcas y prefería que fueran lo más minúsculas posibles. No me iba a quitar la parte de arriba en la urbanización, y menos con aquellos depravados comiéndose mis tetas con los ojos. Las tenía grandes, herencia de mi madre. Mi cintura era estrecha y tenía el culo bonito y redondo. En conjunto no estaba nada mal.

Una mujer que no había visto antes se puso cerca de donde yo estaba. Debía tener la edad de mi madre, solo que estaba de muy buen ver, se notaba que se cuidaba. Había bajado con una silla plegable, un bikini étnico y un kimono abierto.

Los adolescentes también la miraron a ella, dándose codazos, pues tenía mucho más pecho incluso que yo.

«Cerdos salidos», pensé.

Ella colocó sus enseres, se quitó el kimono, enrolló su pelo rubio en un moño desenfadado y se puso bajo la ducha para refrescarse. Me descubrí admirando su redondo trasero. Llevaba un tanga por lo que los cahetes morenos emergían descarados.

Tragué al pensar en los relatos de anoche y de inmediato mis pezones se dispararon cuando, ni corta, ni perezosa, se deshizo de la parte de arriba. Aquellas gloriosas tetas nos excitaron a todos. A los adolescentes y a mí, que no podía dejar de pensar en la textura de sus pezones en mi boca.

Dio por concluida la ducha y regresó a su silla dedicándome una sonrisa.

—¿Tú no te mojas? —preguntó acercándose.

—Tiene pinta de estar fría.

—Qué va, está estupenda y tú pareces muy acalorada, deberías mojarte. Por cierto soy Belén, voy a pasar las vacaciones en el cuarto d.

—Yo vivo en el e, somos vecinas. —Belén se acercó, se puso de rodillas en mi toalla y dicharachera dijo:

—Pues dame dos besos mujer. —Subí como una marioneta y cuando sus tetas desnudas se rozaron con mis pezones erectos gemí con suavidad—. Perdona, ¿estoy muy fría? —preguntó antes de plantarme los dos besos.

—No, creo que soy yo la que necesita esa ducha que decías. —Ella asintió y me dejó espacio para que me levantara y me colocara bajo el chorro de agua. Mientras ella se dispuso a darse crema protectora.

Seguía muy excitada, daba igual lo fría que estuviera el agua, me sentía arder al contemplarla.

Regresé a la toalla con las tetas de punta.

—¿Quieres crema? —me preguntó.

—Ya llevo.

—¿No vas a quitarte la parte de arriba? Odio las marcas.

—Yo también pero... es que me da un poco de palo con esos críos mirando. —Ella rio.

—¿Acaso ellos no van con el pecho descubierto? No me dirás que eres machista.

Acababa de tocar una tecla que me confundía.

—¡¿Yo?! ¡Qué va!

—¿Pues entonces a qué esperas? El sujetador es una herramienta del patriarcado, somos iguales que ellos, podemos enseñar las tetas todo lo que nos apetezca. —Empujada por un ataque de feminismo fortuito deshice el nudo de mi biquini y me quede en tetas—. Eso es, las tienes preciosas, ven que te doy un poco de crema.

Caminé hasta Belén y dejé que ella me la echara. Los pezones no podían estar más rígidos, ni mi coño más encharcado. Me gustaba que una mujer me tocara. El descubrimiento me dejó en shock. Tanto que volví a mi toalla sin ver cómo me miraban los salidos de la piscina.

Cerré los ojos e intenté volver a mí. ¿Qué me estaba pasando?

Pensé en el mail de Mistresspanther, ¿sería que mi sumisa interior estaba aflorando. Belén no me había ordenado quitarme la parte de arriba o darme ella la crema. Fui yo quien acepté encantada y ahora estaba excitadísima.

Necesitaba tocarme, necesitaba correrme.

Me levanté como un resorte, llevándome conmigo el móvil y fui a los baños de la piscina.

Busqué el mail y tecleé sentada en la taza.

—Hola, ama, soy Natalia, la chica de ayer y... necesito que me domine.

Di a enviar y crucé los dedos, necesitaba que respondiera, lo necesitaba tanto que me daba miedo. Apreté los ojos con fuerza y el sonido de mensaje entrante hizo que soltara el aire contenido.

Era ella.

—Hola, sumisa, me alegra saber que me necesitas, pero antes de empezar necesito que me digas que quieres ser mío.

—Quiero ser su sumisa, ama. —respondí de inmediato.

—¿Y harás todo lo que te pida? ¿Si protestar y con confianza de que sé que es justo lo que necesitas?

—Sí, ama.

—Muy bien pues quiero una prueba, vas a tomarte una foto de como estés ahora mismo y me la vas a enviar.

Lo hice, puse el modo selfie y poco importó que estuviera en tetas.

—Ahí la tiene, ama.

—Mmmm, bonitas tetas, veo que estás muy excitada, tus pezones me hablan, ¿es así puta? —En cuanto leí aquel termino jadeé.

—Sí, ama, me excita que me vea las tetas.

—¿Y qué más te excita?

—Que me llame puta —confesé. Casi podía sentir su sonrisa.

—Me alegro, porque eso es lo que eres a partir de hoy, mi puta sumisa y vas a complacer a tu ama en todo, ¿verdad?

—Sí, ama.

—Bien. Vas a meterte el biquini entre tus labios, a tomar una foto de cuerpo entero y solo de esa parte, y mandármela para que vea cómo te queda. Después saldrás a la piscina así, te darás una ducha larga para que quien esté pueda ver tus tetas y labios excitados. Después te sentarás en la toalla con las piernas abiertas y le pedirás a la persona que tengas más cerca que te tome una foto que me mandarás de inmediato. Si no cumples el mandato, aquí se termina nuestra relación. ¿Estamos, puta? —Era una orden difícil, me daba muchísimo pudor hacer lo que me pedía y aun así necesitaba hacerlo.

Coloqué la parte inferior como me pedía. El solo roce y ver mi coño por fuera casi hace que me corra. Tomé las imágenes y se las envié. Miedosa y con la lujuria desatada, salí del baño, dejé el móvil en mi toalla y fui hasta la ducha dejando que los adolescentes se recrearan con las vistas. También Belén me miraba y sonreía. El agua corría libre y yo me frotaba bajo el agua jadeante, deseosa de que mi ama se sintiera orgullosa de que fuera su puta obediente.

Transcurridos cinco minutos fui a la toalla.

—Eso sí que ha sido una ducha en condiciones —festejó Belén.

—¿Te importaría tomarme una foto? —le pregunté acomodándome.

—Por supuesto. —Ella agarró mi móvil y se puso frente a mí. Separé las piernas para que la braga del biquini blanco se viera engullida—. Se te ha metido el biquini —anunció Belén. Yo la miré a los ojos y respondí.

—Lo sé, eliminemos el patriarcado. —Ella sonrió y disparó unas cuantas.

—Sales preciosa y tu coño también.

—Gracias —respondí viendo como su mirada acariciaba mi cuerpo con apetito—. ¿Quieres que yo te haga una foto a ti? —Ella inclinó la cabeza y se humedeció los labios.

—Será un gusto. ¿Me pones la braga del biquini igual que a ti? Quiero que mi coño se vea igual de bonito. —Asentí, la dejé acomodarse en su silla y saqué sus labios mayores por encima de la tela. Tenía el vello recortado y eran más gruesos que los míos. Me pregunté a qué sabrían.

—¿Lista? —inquirí tomando posición. Ella me ofreció una sonrisa de las suyas diciendo.

—Patata. —Yo también le tomé unas cuantas imágenes. Le mostré el resultado y dijo estar muy contenta. Me dio su número para que se las pasara y después le mande mis fotos a mi ama junto con las de ella.

—Aquí tiene, ama. Las fotos de su puta y de la fotógrafa.

Esperé a que respondiera, no lo hizo de inmediato. El rato que pasó estuve charlando con Belén en la posición que mi ama me había ordenado.

Cuando recibí el mensaje de mi ama el coño me hormigueó.

—Buena, sumisa. Ahora despídete de tu fotógrafa, asegúrate de besarla en la comisura de la boca, de que vuestras tetas se froten y dile que te ha gustado mucho pasar el rato con ella, que quieres verla pronto y después vuelves a tu piso. Me mandas una foto desde él, desnuda y te das una ducha de agua fría. Hoy no llevarás ropa interior. Te pondrás un vestido de botones y saldrás a dar una vuelta con el móvil en la mano esperando mis órdenes. ¿Estamos?

—Sí, ama.

—Muy bien, pues hazlo, pero antes dime que eres.

—Soy su puta sumisa.

—Muy bien, ya tienes mi permiso para hacer lo que te he pedido. Vamos a pasarlo muy bien juntas, puta. Te lo garantizo.


Si te ha gustado el relato, espero tu mail...