Conociendo un sex shop
Las circunstancias me llevan hasta un sex shop donde varios hombres disfrutaran de mi boquita...
Volviendo a casa de la universidad me sorprendió una violenta tormenta. Una de esas tormentas de verano que solo duran unos instantes pero que descargan una enorme cantidad de agua. Antes de empaparme más decidí refugiarme en el soportal de una tienda y esperar a que amainase el aguacero. Tenía la blusa pegada a la piel, tan ceñida a los pechos que estos se adivinaban al primer vistazo. Mientras intentaba recomponer un poco mi aspecto observe que al local entraban varios hombres. Todos me miraban de forma descarada antes de pasar. Aquello me violentaba un poco, pero no estaba dispuesta a ponerme de nuevo bajo el agua tan solo porque unos cuantos viejos no supieran ser un poco más discretos. En cualquier caso me llamó la atención que solamente entrasen hombres por lo que, por vez primera, eche un vistazo al lugar donde me había refugiado. La fachada estaba completamente pintada de rojo y en lo alto un cartel luminoso rezaba la palabra “Sex Shop” de forma intermitente. Ahora entendía la afluencia de público masculino. Nunca había entrado en un sitio así pero mentiría si dijese que no sentía curiosidad. El último cliente que entró había dejado la puerta un poco abierta, lo suficiente para ver un poco el interior del local. Me acerque para poder mirar un poco mejor. Varios hombres de mediana edad ojeaban revistas o películas sin mucha convicción. Otros bajaban por unas escaleras hacia un lugar que escapaba de mi vista. En esto sentí unas manos sujetarme por la cadera. Me volví sorprendida y vi a un hombre de unos 55 años, elegantemente vestido, que me miraba con una agradable sonrisa dibujada en sus labios.
-¿Vas a entrar? Preguntó sin dejar de sonreír.
-Ehh… dudé. No. Solo estaba intentando refugiarme de la…
El hombre me interrumpió
-¿Has entrado alguna vez en un sitio como este?
Su naturalidad me inspiró confianza y ganas de seguir conversando con él.
-No, nunca.
-¿Por qué no entras conmigo? Puedes estar tranquila. A mi lado nada malo va a ocurrirte… además estos sitios no son tan malos como los pintan. Apenas un grupo de solitarios como yo buscando un poco de consuelo en revistas o películas inocentes. ¿Qué dices?
Aquel vejete parecía de fiar y yo realmente tenía ganas de conocer aquel sitio. Me pareció que nunca iba a volver a tener una oportunidad como aquella por lo que acepté sin pensarlo dos veces. El hombre sonrió aun más y soltando mis caderas me ofreció su mano para que entrásemos juntos. Al otro lado de la puerta habría al menos ocho o nueve hombres mirando por las estanterías. Todos se giraron al vernos entrar, si bien todas las miradas se dirigían a mí. Sabía que tenía de nuevo la blusa pegada al cuerpo y que todos aquellos hombres podían ver a través de ella mis pezones duros como piedras. Empecé a sentirme excitada. El hombre, sin soltarme de la mano me llevo a la sección de revistas. Tuvimos que pasar entre dos hombres que no solo no se apartaron un milímetro para dejarnos pasar, si no que aprovechando la ocasión se arrimaron un poco más a mí, haciendo que mis caderas rozasen su entrepierna.
-Fíjate, dijo mi nuevo amigo cogiendo una revista y enseñándomela. ¿has visto alguna vez una como esta?
La portada de la revista mostraba a un negro con una polla enorme que se corría a borbotones sobre la cara de una chica con gafas. Me entro la risa ante la imagen de semejante aparato. Yo había visto pollas grandes, y no solamente las había visto si no que había disfrutado mucho de ellas pero lo cierto es que como aquella nunca antes había visto.
-¿Es de verdad? se me ocurrió preguntar.
El hombre soltó una carcajada, que secundaron por lo bajini el resto de hombres que habían empezado a rodearme discretamente.
-Claro que es de verdad hija. Y si no que se lo pregunten a la chica que está al lado. Ya he visto la revista y te puedo asegurar que la muy puta disfruta de lo lindo.
Me hizo gracia escuchar aquella expresión tan soez de boca de un hombre tan educado y no pude evitar que se me escapara un hilillo de risa tonta. Para confirmar sus palabras el hombre abrió la revista y comenzó a pasar página tras página. El negro, después de disfrutar de una estupenda mamada envestía a la mujer, ora por el coño, ora por el culo y, efectivamente, la mujer parecía disfrutar de lo lindo. Aquellas fotos y la sensación de tantos ojos observándome, hacía que subiese mi temperatura corporal.
En aquel momento un hombre subió por las escaleras que ya antes había visto. Parecía que se iba a marchar pero al girar la cabeza y verme a mí, una chiquilla de 19 años completamente empapada y rodeada de hombres que cada vez se me acercaban con menos disimulo, decidió quedarse y unirse al grupo. Me decidí a preguntar al viejo.
-¿y aquellas escaleras? ¿Dónde conducen?
-¿quieres verlo? Digamos que aquello es el paraíso de los pornógrafos, dijo riendo. Ven, te lo enseñaré.
El hombre me invitó a pasar delante de él pero esta vez soltó mi mano y me empujo levemente en la espalda. Después dejo caer su mano hasta mi culo y así me acompañó por entre el grupo de hombres que hicieron un pasillo para que pudiéramos pasar. No todos se limitaban a mirar, algunos habían empezado a manosearse la entrepierna sin ningún disimulo. Podían adivinarse sus penes firmes bajo el pantalón. Mientras caminábamos el señor subía ligeramente la mano, arrastrando con ella la tela de mi falda y dejando cada vez más al descubierto la parte de debajo de mi culo. Llevaba un tanga minúsculo por lo que mis nalgas podían verse en todo su esplendor. Baje yo delante pero podía adivinar que todos aquellos tíos bajaban detrás, dispuestos a no perderse nada de lo que pudiera ocurrir allí abajo. El lugar no tenía casi iluminación, amén de unas débiles luces rojas que emitían algunas pequeñas bombillas distribuidas por el techo. Aun no se me habían acostumbrado los ojos a aquella oscuridad pero podía adivinar la figura de un buen grupo de hombres deambulando por ahí. El olor era muy cargado, más que el de un gimnasio y de el otro lado de las paredes se oían los gemidos de diferentes películas porno. Mi compañero había empezado a apretar mi culito con delectación dejando de cuando en cuando que uno de sus dedos resbalase hasta mi conejito, completamente húmedo.
-Mira, dijo acercándose por detrás mío hasta que su polla, completamente dura, entro en contacto con mi culito desnudo, pues el muy ladino se había ocupado de levantar completamente mi falda antes de pegarse a mí. Detrás de cada una de estas puertas que ves cerradas hay reproductores de video, continuó susurrando cada vez más cerca de mi oído. Los hombres entran, eligen una y…
-… se masturban. Completé la frase. ¿Tú también utilizas estas cabinas? Pregunté con voz de niña bien.
-Claro que las utilizo. Precisamente había venido con esa intención pero algo me dice que hoy no voy a necesitar de ninguna película dijo a mi oído para terminar introduciendo su lengua y emitiendo un jadeo que terminó de ponerme cachonda.
-¿te gustaría que te ayudase yo hoy? Dije con voz de pícara.
No sé muy bien porque me estaba comportando así. Había entrado en el sex shop con la intención de ser un poco mala con aquel pobre tipo para dejarle después con las ganas pero ahora me estaba viniendo arriba al imaginar a aquellos hombres masturbándose tan cerca de mí. Realmente me apetecía hacerle una paja a aquel señor que me estaba haciendo de anfitrión.
-Me encantaría.
Y sin mediar palabra me cogió de nuevo de la mano y me llevo a toda prisa hasta el final de la sala. Abrió la última puerta que encontramos y me metió dentro, dejando la puerta abierta para que el resto de hombres, que ya rozarían la veintena, pudiesen disfrutar del espectáculo. El hombre entró tras de mí y con una fuerza que yo nunca hubiera imaginado me hizo ponerme de cuclillas, dejando mi cara a la altura de su paquete que parecía que iba a explotar aprisionado en aquel pantalón. Yo sabía perfectamente lo que tocaba ahora. Desabroché su cinturón y deje caer los pantalones. El hombre llevaba unos calzoncillos como de otro siglo, como los que usaba mi abuelo, pero estaba completamente en forma. Saque su polla , llena de venas y completamente tiesa por un lateral de los bóxer y la metí en mi boca haciendo que chocara contra el interior de mi labio. El viejo me había puesto de tal forma que quedase frente a la puerta abierta de par en par. En apenas unos minutos toda aquella jauría de tíos tenía sus pollas en las manos y se masturbaban frenéticamente mirando como despachaba la polla del abuelo. Este empezó a desabrochar uno a uno los bolsillos de mi blusa. Cuando ya estaba completamente abierta metió la mano dentro de mi sostén y libero una de mis enormes tetas. Al momento hizo lo mismo con la otra y empezó a sobarlas. No pudiendo resistir más, dos de los mirones entraron en el cuarto para ayudar a desnudarme. Uno sobaba mi otra teta mientras el otro separaba mis piernas y empezaba a frotar mi coñito con sus dedos. Entro un tercero y cogiéndome de la nuca empujo mi cara contra la verga del viejo que, al notar ángulo recto en mi garganta comenzó a moverse violentamente, penetrando mi boca hasta casi rozar mi campanilla con su glande. El viejo aceleró el ritmo por lo que supuse que se iba a correr. No me apetecía tragármelo pero el otro tipo me sujetaba de la nuca con tal fuerza que no me quedaba otra. Por fin note como la polla del viejo se inflaba y desinflaba como un corazón latiendo. Segundos después llegó la corrida. Intenté tragar todo lo rápido que pude pero el viejo parecía no tener fin. Cuando por fin saco la polla de mi boca tenía la sensación de haber tragado un litro de semen. No tardo en entrar otro hombre y ocupar el lugar del abuelo que le dejo su sitio sin objetar nada. Este tenía la polla bastante grande y tampoco se ando por las ramas. Cogió mi cara con ambas manos y, apuntando directamente a mi boca me hizo tragármela entera. Entraron algunos hombres más que buscaron cualquier hueco de mi piel para tocarme, pellizcarme sin piedad o rozar su sexo contra mi cara o cualquier otro lugar de mi cuerpo que quedase libre. Enseguida tuve la cara rodeada de pollas que me golpeaban o intentaban colarse en mi boca, sin molestarles que unas se tocasen con las otras. Tal eran sus ganas de penetrarme que algunos, no pudiendo aguantar se corrían en mi cara llenándola de leche calentita que me resbalaba por las mejillas o se enredaba en mi pelo. Empecé a agarrar pollas a lo loco, intentando chupar todas y cada una de ellas para que ninguno se quedase sin su ración mientras decenas de manos estrujaban mis tetas y otras tantas se abrían paso entre mis piernas para penetrarme con los dedos. Creo que llegue a tener metidos dedos de al menos tres tíos diferentes. Entraban y salían sin ninguna delicadeza haciendo que me debatiese entre el dolor y el placer. Una sensación que me encanta. Cada vez estaba más llena de lefa. Notaba mi cara completamente cubierta y me eche a reír. Algún tío me pregunto por el motivo de mi risa y yo le contesté que me parecía irónico… pensar que había entrado en aquel sitio para resguardarme de la lluvia y mira… todos rieron mientras seguían corriéndose sobre mi.