Conociendo los orgasmos muy precozmente

Aquí les cuento cómo fueron mis primeras experiencias conociendo la masturbación, así como una pequeña fantasía en la que pensaba cuando me complacía.

Hola! He vuelto a escribir después de casi un año sin hacerlo... Si no me conoces, tengo otra experiencia escrita aquí en esta página. Si también disfrutas de la zoofilia tanto como yo, te invito a que lo leas. Y si no... espero que este de aquí sea de tu agrado.

Esta bonita experiencia comienza cuando yo aún estaba joven (tengo 22 años, y no puedo decir la edad que tenía en ese entonces por las mismas normas de la página, pero espero que se hagan un estimado de cuántos años tenía yo en ese momento).

El año era como 2005 o 2006. Yo apenas estaba empezando a sentir curiosidad por mi cuerpo y sus sensaciones. Fue casi por el tiempo de mi otro relato, pero este sucedió primero.

Disfrutaba mucho bañarme y sentir el agua cayendo en mis pequeños senos o en mi cara, hasta que un día me acosté en mi bañera. Apenas se estaba llenando la tina, por lo que mi cuerpo aún no se cubría en su totalidad con el líquido. Tenía mis piernas abiertas, y sin querer, me acerqué por donde se encontraba el chorro del agua cayendo hacia la bañera.

Ese chorro me cayó directamente en la vulva, y me sentí muy extraña cuando eso pasó. Como no era una sensación desagradable, me entró la curiosidad y me quedé ahí, hasta que el agua me caía sobre el clítoris. No puedo explicar exactamente cómo me puso eso, sólo tuve un escalofrío que recorrió mi espalda, el corazón me latía fuerte y sentía mi cuerpo entero calentándose.

Escuché a mi mamá acercarse al baño, pero al no saber que eso estaba mal visto, me quedé ahí, fascinada por eso que estaba haciendo. Cuando ella entró y me vio disfrutando ese chorro de agua en mi entrepierna, me regañó y me dijo que no lo hiciera, que me iba a enfermar si continuaba. Me sacó de la bañera y me secó, para asegurarse de que ese jueguito se terminara ahí.

Pero eso me dio más curiosidad, me intrigó saber por qué me había regañado, si en realidad se sentía tan rico. Por lo que cada vez que podía, lo repetía hasta que me acercaba al orgasmo (sin saber lo que eso era) y me detenía, por miedo a esa sensación desesperada.

Así me pasé algunos meses, disfrutando el poder que ese chorro de agua tenía sobre mí, y sintiéndome culpable, porque, de alguna manera, pensaba que sentirse así de bien estaba mal, pensé que era una forma de drogarme y eso me asustaba por todo lo que había escuchado sobre las drogas.

Hasta que un día encontré un masajeador de esos para el cuello que mi mamá tenía en su cuarto, y al descubrir cómo funcionaba, me lo llevé a mi cuarto, me encerré, y me acosté. Lo puse sobre el mismo lugar donde dejaba que me cayera el agua.

De nuevo volvía a tener ese extasis intenso que recorría mi cuerpo y mi cabeza, pero por algún motivo, esta vez no me detuve, sino que continué manteniendo ese aparato sobre mi clítoris, y empecé a moverlo casi frenéticamente, hasta que mi primer orgasmo hizo que mis piernas temblaran de placer y quitara inmediatamente el vibrador de mi vulva porque ésta se puso muy sensible al tacto.

Desde ese día en que descubrí la delicia de la masturbación, lo continué haciendo diariamente, a veces con el masajeador de mi mamá, y a veces en la bañera. Después de unas semanas, creo que mi mamá se dio cuenta de que su vibrador tenía un olor diferente y me lo escondió, por lo que mi única opción era el agua y ocasionalmente frotaba mis dedos o algún otro objeto como el control de la televisión, los cepillos del cabello, entre otros, sobre mi clítoris.

Empezaba a entender que mis papás no podían saber que hacía eso, por lo que siempre me esperaba a que se fueran a dormir o que estuvieran lejos para darme mi gustito, aunque a veces eran tantas las ganas, que se me olvidaba cerrar la puerta del cuarto.

Un día mientras me estaba masturbando con el control de la TV, acostada sobre la cama de mis papás (porque pensé que no estaban) entró mi papá y vio esa escena: yo, completamente desnuda, con el control en la mano sobre mi vulva y con las piernas ampliamente extendidas... Obviamente cuando lo vi entrar me espanté demasiado y lo dejé de hacer, me quedé callada y él se quedó atónito por unos segundos viendo aquella sección de mi cuerpo, hasta que se fue, pálido y sin decir una palabra.

No volví a hablar con él de ese tema, pero recuerdo que después de que se me pasó la verguenza, en los momentos de autosatisfacción, imaginaba ese instante en el que nuestras miradas se cruzaron y él vio mi pequeña vulva. Tenía fantasías sobre lo que habría pasado si él hubiera entrado al cuarto en lugar de haberse ido...

Me tocaba pensando que se iba a acercar a mí, se pondría de rodillas frente a la cama y me comería mi conchita con su lengua gruesa...

Bueno amigos, esa fue mi historia del día de hoy. Espero que les haya gustado leerla tanto como a mí me gustó recordarla y describirla. Hace un tiempo que no pensaba en el incidente con mi papá... por lo que estoy pensando en masturbarme en su honor como antes...

Gracias por leerme!

PD. Muchas gracias por sus comentarios en el relato anterior, me encanta leerlos!